Capítulo 22. Cal y Arena.
Habían pasado ya unos cuantos días desde que Jimin había depositado la magia para la esfera de nacimiento de su bebé. Se sentía cansado conforme avanzaba el tiempo, ya que tenía que darle su magia a menudo para que siguiese creciendo. Yoongi había mandado sellar con magia muy poderosa la puerta de la torre y había puesto a sus guardias de mayor confianza a vigilar la torre y a hacer las guardias para que nada pudiese pasarle al pequeño bebé que crecía en aquel lugar.
Habían dejado pasar un par de semanas para que el nacimiento de Donghwa y la recuperación tanto del pequeño como de su madre, los dejasen asistir a la unión de Yoongi y Jimin y a la coronación del joven silfo como nuevo rey de Eria.
Esa mañana, Jimin se había despertado temprano, demasiado temprano a decir verdad, extrañando profundamente el olor cítrico de Yoongi en las sábanas limpias y en la suave almohada de plumas de su antiguo dormitorio. Se desplazó descalzo por la habitación, tan feliz que tenía ganas de bailar. Había llegado el día.
Contempló la escarcha en las ventanas y luego cubrió su cuerpo con una gruesa bata para deslizarse como un fantasma por los pasillos del castillo hacia la torre donde se estaba gestando su bebé. Al pie de las escaleras vio a su amigo el Tanket que bostezaba lánguidamente ante un libro de tapas marrones desgastadas.
-Jungkook, buenos días-saludó el silfo alegremente. El joven levantó la cabeza de su lectura y se puso de pie de inmediato.
-Jimin-dijo sorprendido. Realizó una reverencia torpe con todo su cuerpo y la silla a su espalda se tambaleó por el movimiento brusco. Jimin esbozó una tierna sonrisa y se acercó a su amigo a paso lento. Lo hizo incorporarse de nuevo y mirarlo a los ojos.
-No hagas eso, somos amigos-pidió en un susurro intentando evitar que una risilla escapase de sus labios.
-Hoy vas a convertirte en el rey de Eria...-comenzó a decir el joven con aprensión mientras volvía a colocar la silla en su lugar.
-Eres mi amigo, que hoy pase lo que tenga que pasar, eso no cambiará nuestra amistad-replicó Jimin mirando fijamente al Tanket. Este agachó la mirada avergonzado un segundo y luego volvió a mirar a los ojos al joven silfo.
-Es un honor que tanto Yoongi como tu me consideréis vuestro amigo-admitió Jungkook con una sonrisa. A Jimin se le caldeó el corazón en aquel instante mientras recordaba por un segundo la vida nómada y errante que aquel joven que tenía delante había llevado hasta llegar al castillo. Ahogó un gemido y retiró la vista un segundo para no echarse a llorar, y luego volvió a mirarlo a los ojos. Aquellos ojos oscuros como el carbón volvieron a darle las gracias.
-Ves, y a Yoongi no le haces reverencias-se quejó Jimin sin poder reprimir una sonrisa mientras intentaba desviar un poco el tema. Jungkook se contagió de su gesto y sonrió también.
-Tienes razón, no lo haré más, ha sido un impulso-aclaró el joven hijo del fuego. Ambos asintieron en una promesa silenciosa.
-¿Puedes ayudarme a quitar el sello de la puerta?-preguntó Jimin. Desde que Yoongi había visto el lugar de gestación de su bebé, había mandado sellar el lugar con magia sagrada que únicamente podía ser retirada con cierto tipo de magias y había registrado las de sus amigos de mayor confianza para que pudiesen ayudar a Jimin si fuese necesario.
-Claro, vamos-aceptó el más joven dándole paso. Jimin se recogió los bajos de la bata para no pisarla y subió los escalones poco a poco hasta llegar a la puerta de madera. El Tanket siguió sus pasos.
Entre los dos, invocaron sus poderes sagrados que reaccionaron ante la magia de la puerta. El sello cedió a los pocos segundos e inmediatamente Jimin se despidió del moreno, que ya se estaba dando la vuelta para bajar por las escaleras y se internó en la habitación contemplando ensimismado la bolita brillante que refulgía levemente esperando la energía del silfo.
Durante casi una hora, el Tanket se dedicó a vigilar con más ahínco aquel lugar, pendiente de cada movimiento extraño o cada sonido cercano. En el interior, Jimin exprimió su magia al máximo transfiriéndola a la pequeña esfera que volvió a brillar intensamente como si acabase de ser creada. Cuando terminó, suspiró cansado y se sentó durante unos minutos a esperar que su energía volviese a calmarse y luego salió por la puerta no sin antes dedicarle una pequeña sonrisa a su bebé. Cerró la puerta, se concentró un momento y dejó caer el sello mágico en la torre antes de bajar las escaleras de camino a la segunda planta. Jungkook lo miró y le tendió la mano para ayudarle a bajar los últimos escalones.
-Me voy ya, pronto llegarán Tae y Eleanor para ayudarme a cambiarme-explicó Jimin cuando llegó al final de las escaleras.
-Yo me iré enseguida también-comentó el joven. Jimin asintió con una sonrisa.
-¿Te has ocupado de lo que te pedí?- preguntó. Jungkook asintió y el corazón del silfo latió alegremente.
-Está listo, quédate tranquilo-respondió el joven.
Después de un par de palabras más, el silfo se marchó dando pequeños saltitos hacia sus aposentos.
Mientras Eleanor y Tae se dedicaban a corretear nerviosos por la habitación, Jimin balanceaba entre sus brazos al pequeño Donghwa que balbuceaba sin parar.
-Este niño es tan inteligente como sus padres-comentó el silfo con una sonrisa sin dejar de mirar las pequeñas manitas del bebé moviéndose para alcanzar algo a lo que aferrarse.
-Cualquier día nos sorprende mostrándonos sus poderes-añadió Taehyung pasando por su lado con un cestillo lleno de pequeños tarritos de cristal que tintineaban al chocar entre sí.
-No digáis eso, dejadlo que vaya a su ritmo, acaba de nacer-objetó la chica mientras manipulaba las prendas de ropa de Jimin para estirarlas encima de la cama.
-Tiene que ser difícil ser padre y ver crecer a tus hijos por momentos-murmuró Jimin hacia Tae que dejó ir una pequeña risita. La chica se paró en seco y golpeteó el suelo con el zapato.
-No digas eso de mi niño, solo es un bebé, en serio, si no quieres que me enfade, ni lo insinúes-reclamó Eleanor poniéndose las manos en las caderas.
Los muchachos miraron a la joven que se había quedado muy seria y luego, sin ton ni son todos esbozaron una sonrisilla seguida de una risa exagerada provocada por los nervios. Los tres se quedaron en silencio cuando unos golpes apresurados sonaron en la puerta.
-¿Jimin?-dijo la voz de Yoongi al otro lado de la puerta. El aludido abrió los ojos con sorpresa, pero cuando iba acercarse a la puerta, la mano de Eleanor lo detuvo.
-Majestad, no deberíais estar aquí-contestó ella haciéndose oir. Un silencio se instaló entre ellos y Jimin suspiró nervioso.
-Elsie, solo quiero ver a Jimin antes de unirnos, estoy pasándolo mal por tenerlo lejos, se me revoluciona la magia-explicó el rey con voz melancólica. La joven reprimió una pequeña sonrisa. Entendía perfectamente a su rey, pero debía seguir el protocolo que había sido establecido.
-Sois el señor de las cinco provincias, tenéis que respetar las tradiciones de cada una de las tierras y en las fronteras de fuego es tradición que las parejas no se vean hasta el momento de la unión-contraatacó ella para intentar convencerlo.
Un silencio denso se formó de nuevo tras la puerta ante aquella declaración de la joven.
-Odio a los Tankets-murmuró el rey. La risa exagerada de Hobi inundó el pasillo cuando se dio cuenta de la razón por la que Yoongi había dicho aquello.
-Eh, que estoy aquí-se quejó Jungkook haciendo sonreír a los demás en aquella habitación.
-Cariño, ¿a veces no quieres matarlo?-preguntó irónicamente el tritón a través de aquella puerta. Se sintió ridículo por un momento por haberse metido en aquella conversación a ciegas a través de una pared, pero luego sonrió divertido por la absurda situación.
-Si no fuese el rey de Eria, ya hubiésemos tenido más que palabras-declaró el más joven. De pronto un gruñido se escuchó al otro lado y la grave risa del joven Taket se hizo presente también.
-Que respetes a tus mayores te digo-advirtió el rey con una pizca de diversión en su voz. Al otro lado, en la habitación de Jimin, un cómodo silencio se había formado mientras escuchaban pelear a los otros en el pasillo.
-¿Puedo hablarle a través de la puerta al menos?-preguntó Jimin en un murmullo. Eleanor miró a su amigo con una pequeña sonrisa y recordó lo nerviosa que estaba ella el día en que se unió con Hobi. Vio en el brillo de los ojos azules de Jimin, todos los miedos que acarrearía su nueva situación reinando en Eria junto a Yoongi se reflejaron en ellos. Asintió despacio y el silfo, que aún mantenía aferrado al pequeño Donghwa entre sus brazos, se acercó a la puerta. Carraspeó un poco incómodo con la mirada de sus amigos sobre él y luego se giró ligeramente hacia la puerta para no verlos mientras hablaban.
-¿Criatura?-preguntó el mayor al otro lado de la puerta. La voz gruesa hizo que un escalofrió recorriese la espalda de Jimin.
-Estoy aquí-contestó únicamente.
-Necesitaba verte-murmuró Yoongi de nuevo. Ambos se quedaron en silencio y dejaron salir un suspiro simultáneo que les hizo esbozar una sonrisa.
-Yoon, ya no falta nada, pronto podremos vernos y será para siempre-prometió el silfo deslizando delicadamente los dedos por la madera basta de la puerta. Casi se sintió como si pudiesen tocarse por un segundo.
-Solo quería recordarte que eres la razón de mi existencia-dijo el mayor en voz muy bajita. A Jimin no le hizo falta verlo para saber que el rey se había sonrojado notablemente al decir aquellas palabras.
-Lo se, y tu eres el motivo por el que mi corazón sigue latiendo-contestó con una pequeña sonrisa. Esperó escuchar una respuesta por parte de su destino, pero una voz muy diferente cruzó el silencio.
-Puaj, esperaos a estar solos, los que escuchamos a través del viento tenemos estómago-se quejó Hobi teatralmente.
-Hoy me quedo sin amigos-contestó frustrado el más mayor. Una carcajada nerviosa se extendió entre todos los allí presentes que podían notar la tensión presente en el ambiente provocada por las magias desbocadas de Jimin y Yoongi.
-Tengo que irme, te veo abajo, criatura-volvió a decir llamando la atención del joven. Jimin realizó un asentimiento mudo.
-Está bien-dijo únicamente. Había llegado el momento, aquella era la última vez que hablarían hasta su ceremonia de unión, que se sintió demasiado real y cercana para ambos.
-En unas horas seremos solo uno de verdad, Jimin-declaró Yoongi con el corazón en un puño y un serio gesto cruzando su rostro.
-No veo el momento-aseguró Jimin de igual manera.
Escuchó los pasos de Yoongi perderse por el pasillo acompañado por Hobi y Jungkook y abrazó contra su pecho a Donghwa que gimoteó feliz. Sus amigos comenzaron a moverse de nuevo por la habitación mientras Jimin se ahogaba en aquellos nervios que llevaban atosigándolo desde que habían fijado la fecha de la unión.
Una vez todo estuvo listo, Jimin dejó al bebé en el pequeño capazo que se encontraba encima de la cama y observó con emoción y un leve sonrojo la ropa que le habían confeccionado para aquel día.
Eleanor sostenía con una sonrisa en la cara, la larga túnica de tonos azules y plateados, bordada con hilo de plata y su amigo se encontraba al lado sosteniendo la capa que cubriría su espalda hasta llegar al gran comedor.
-Digno de Eria-murmuró emocionado. Eleanor asintió intentando que las lágrimas no se derramasen de sus ojos.
-Digno de un rey de Eria-corrigió. En un rato más, Jimin sería su rey y el de todos los Erienses. El señor de todas las provincias, el mismo joven que se había convertido en su amigo y en su confidente. El mismo muchacho que les había devuelto la esperanza.
Jimin no pudo evitar sonreír ante aquel apelativo que había usado su amiga. Rey de Eria, con todo lo que implicaban esas palabras. Un futuro aterrador y un amor extasiante.
Caminó hacia ellos y entonces sus amigos comenzaron con el exhaustivo trabajo de hacerlo parecer aún más angelical de lo que ya era. Trabajaron durante largos minutos en decorar su brillante piel con cientos de joyas y adornaron sus ojos con pequeñas piedritas que brillarían bajo las cientos de lucecillas que se habían colocado en el salón del trono donde se llevaría a cabo la ceremonia de unión.
Arreglaron su pelo con productos que lo dejaron sedoso y manejable y luego colocaron pequeños adornos en sus mechones dorados.
Cuando Jimin se enfundó en la estrecha túnica, suspiró emocionado. Era real, absolutamente real. Después de lo que habían pasado, Yoongi y él iban a unirse en unos momentos.
Miró su reflejo en el espejo y asintió con seguridad. Había vuelto a recortar su cabello días antes y ahora volvían a verse sus pequeñas orejitas puntiagudas. Eso le hizo sonreír durante largo rato mientras Eleanor y Taehyung se turnaban para sujetar a Donghwa y cambiarse a la ropa que vestirían en el gran evento.
-Jimin-llamó su amigo. El silfo lo miró con aquella pequeña sonrisa instalada en sus labios. -Ha llegado el momento-comentó el tritón. Jimin asintió con fuerza y unas mariposillas retorcieron su estómago.
Caminó hacia Taehyung que extendió la capa del silfo y dejó que su amigo la colocase sobre sus hombros y la abrochase con cariño bajo su cuello.
-Siempre vas a ser mi mejor amigo-murmuró Jimin mirándolo a los ojos. Taehyung le devolvió la mirada pero rápidamente la apartó y miró al techo.
-Me vas a hacer llorar-dijo en el mismo tono emocionado.
-Yoongi me contó lo que pasó cuando me puse tan enfermo, como le reclamaste, como te importó poco su posición anteponiéndome a mi sobre todo. No he tenido tiempo de agradecértelo y no he tenido tiempo de darte las gracias por tu amistad, Tae. Pero te lo digo ahora y me gustaría saber que aceptas esta unión-dijo Jimin de carrerilla. Según avanzaba, sus ojos iban brillando y se iban encharcando por las lágrimas. Los de Tae siguieron el mismo proceso, brillando por las lágrimas que amenazaban con salir
-Lo acepto y bendigo vuestro enlace Jimin, aunque sea un idiota, te quiere y te cuida. Soy feliz si tu lo eres-aclaró. Tae nunca había pretendido que su amigo pensase que odiaba a Yoongi y por esa razón no había querido contarle nada de lo que había pasado cuando lo había dado por muerto por culpa del rey. Jimin asintió y ambos se abrazaron con fuerza mientras Eleanor se distraía a sus espaldas meciendo a su hijo para no echarse a llorar.
-Venga, vámonos, tienes que convertirte en rey y se te está arrugando la ropa-murmuró el tritón apartándose de su amigo unos segundos después. Se limpió disimuladamente las lágrimas que se le habían escapado y colocó con presteza la corona sobre el pelo de Jimin. Ahogó otro puchero cuando lo vio vestido por completo y luego volvió a girarse para abrir la puerta y dejar pasar al silfo y a su amiga.
Salieron de la habitación y caminaron a paso ligero por los pasillos hacia las escaleras. Bajaron hacia el gran salón del trono y entonces los nervios volvieron al estómago del joven silfo. Las enormes puertas de madera cerradas les dieron la bienvenida.
-Suerte ahí dentro, Donghwa y yo estaremos contigo-comentó Eleanor mientras se acercaba a Jimin con el pequeño bebé en brazos. El silfo asintió despacio y luego dejó un beso en la frente de su amiga y en la del bebé. Esta hizo una pequeña señal con la mano a los guardias y se colocó delante de Jimin para entrar encabezando la comitiva nupcial.
Tae agarró con fuerza la mano de su amigo y sonrió. -Como lo hemos acordado ¿vale?-susurró cuando Jimin posó su nerviosa mirada azulada sobre él. El silfo suspiró nervioso y asintió justo cuando las puertas emitieron un pequeño chirrido y se abrieron ante ellos.
La escandalosa luz del día entrando por las coloridas vidrieras de la sala los cegaron unos segundos, pero luego todo comenzó cuando Eleanor y su bebé enfilaron el pasillo entre los cientos de invitados que habían acudido en los últimos días al palacio. Jimin y Taehyung dieron un par de pasos y todo el mundo se giró hacia ellos. Un murmullo de asombro y exaltación se extendió por todo el lugar cuando el joven tritón se acercó a su amigo y tal como habían acordado, le ayudó a desprenderse de la capa que lo cubría del frío exterior y que no iba a hacerle falta en aquella estancia que Jungkook había calentado previamente con sus llamas sagradas.
Unas livianas mangas transparentes cayeron por sus brazos cubriéndolos ligeramente y enganchada a la túnica, una ligera estructura en forma de alas feéricas plegadas y bordadas con hilos de oro se balancearon por el movimiento. Sonrió levemente cuando elevó la mirada y contempló a los presentes mirarlo boquiabiertos, pero sintió su corazón rebotar complacido cuando llevó la vista más allá. Al final del pasillo, Yoongi, el gran amor de su vida, lo contemplaba como si estuviese viendo un milagro.
Y es que aquello había sido una idea pasajera de una noche; para todos los presentes aquellas alas a su espalda, eran la representación de la naturaleza del joven príncipe, pero para Yoongi, que podía verlo tal como era, se trataba de una visión mucho más espectacular. Las alas visibles solo para él, se alzaban brillantes a su espalda y las complementarias le hacían verse como realmente se hubiese visto si se hubiesen conocido en el bosque. Un ser mágico digno del reino de Eria y del bosque de Orka.
Se dedicó a observarlo durante unos segundos con determinación, como si nadie más estuviese a su alrededor. Vestía una bonita casaca azul marino y dorada a conjunto con aquellos pantalones blancos que se amoldaban perfectamente a su cuerpo y sus impecables botas negras a juego. La camisa blanca que sobresalía por debajo de la casaca se ataba en un lazo justo bajo su cuello y una joya parecida a un camafeo de color plateado lo cerraba para evitar que se abriese. Por encima se había colocado un esmoquin del mismo color de la casaca que llegaba casi hasta detrás de sus rodillas y su aura desprendía un bonito color brillante que demostraba su felicidad.
Sus ojos también estaban asombrosamente azules, tanto como un mar nocturno, tan llenos de amor y felicidad que a Jimin le tembló hasta el alma.
Se había peinado su pelo negro perfectamente, a excepción del rebelde mechón que siempre se escapaba a su frente y que a él personalmente le encantaba retirar de la frente del rey como gesto cariñoso. Pudo contemplar el ligero bamboleo del cabello moviéndose bajo la brillante corona por los nervios.
El silfo volvió a la realidad cuando el dulce sonido de un violín le dio paso y con un pequeño suspiro, caminó despacio por el pasillo dirigiéndose hacia su destino.
Cuando llegó a la pequeña plataforma elevada donde habían colocado el altar para la ceremonia, Yoongi se adelantó un paso y todo el mundo guardó silencio. Extendió una mano hacia Jimin que la agarró con una sonrisa y dio un paso más para colocarse en la plataforma junto a él. Uno enfrente del otro se dedicaron a contemplarse con sendas sonrisillas. Unos segundos después, el más joven, reverenció ligeramente hacia su rey para no olvidar el protocolo establecido y recibió de vuelta un murmullo cuando el rey de Eria se inclinó de igual manera ante él con una sonrisa.
-Queridos amigos, hoy es un día importante para nuestro reino y todas nuestras provincias-interrumpió el rey Park haciéndose oír entre todos los invitados. Jimin se giró ligeramente hacia su padre que lo miró orgulloso y entrelazó su mano con la de Yoongi. Sus magias se mezclaron al instante.
-Hoy estamos aquí para que Eria y Orka se junten en una sola magia y en una sola esencia-comenzó a decir el rey del bosque. El temblor en las manos de Jimin se hizo más que evidente al escuchar aquellas palabras. -Pueden acercarse los testigos-añadió el mayor.
Hobi y Jin dieron un paso adelante desde la primera fila, hicieron sendas reverencias ante Jimin y Yoongi y luego, ante todo el mundo, invocaron sus poderes sagrados, juntaron sus manos y sellaron la promesa de ser testigos de aquellos amigos que los habían elegido en su día más especial. Una pequeña bruma se extendió entre ellos por el poder del agua y el del aire combinándose en uno solo y luego se disipó siendo absorbida por los feroces poderes que rodeaban a Yoongi y Jimin.
-Es el momento de que unáis vuestras magias y vuestras vidas en una sola-anunció el rey de Orka.
La reina Park y Eleanor, avanzaron hasta colocarse a la altura de la pareja que no dejó de mirarse en ningún momento mientras colocaban sobre sus cabezas el liviano tul de color blanco bajo el cual se realizaría la unión.
-¿Os unis libremente?-preguntó el padre de Jimin con voz firme.
-Si, nos unimos libremente-contestaron los dos a la vez.
-¿Os unís como iguales?-volvió a decir.
-Si, nos unimos como iguales-respondieron de nuevo con firmeza.
-¿Unis vuestra magia para proteger y cuidar a Eria y a todos los habitantes de este reino y sus cinco provincias?-preguntó una última vez.
-Si, lo hacemos-contestaron ellos. El rey de Orka les indicó con un gesto que podía comenzar su unión.
Ambos se volvieron hacia el otro quedando frente a frente y se miraron en aquella burbuja de intimidad que se había formado bajo el paño transparente que les cubría para sellar su unión. Se agarraron con firmeza de las manos sin poder evitar que un ligero temblor les sobreviniera cuando las alzaron y los anillos en sus dedos brillaron bajo la intensa luz que entraba por los ventanales. Ambos invocaron sus poderes sagrados y se dejaron llevar obviando la presencia de los cientos de invitados a la ceremonia.
Un viento huracanado se levantó en la sala alrededor de Yoongi que había cerrado los ojos para acoger el nuevo poder. Un feroz rayo rompió el cielo afuera e iluminó por completo el salón con una luz blanquecina. El mayor, jadeó sobrepasado por la sensación de la energía de Jimin surcando sus venas y colándose por su cuerpo. Y entonces, cuando volvió a abrir los ojos, su mirada azul oscura impactó con la turquesa de Jimin que se agarraba firmemente a sus manos y que emanaba un brillo cegador tan potente que muchos de los allí presentes habían tenido que retirar la vista para evitar ser dañados por la potente magia. Sin embargo, Yoongi sonrió, las alas transparentes de Jimin estaban totalmente desplegadas, y los adornos de su pelo chocaban entre los mechones rubios balanceados por el viento de su propia magia.
Era la criatura más hermosa que había tenido el placer de ver en toda su vida, y desde ese momento, aquella criatura y todo lo que sentía por él, estaba unido a su cuerpo y a su espíritu.
Cuando la unión se selló en sus cuerpos y toda la magia con sus efectos desapareció, un murmullo de alivio se extendió por el salón del trono.
-Noble gente de Eria, me complace sellar esta unión y presentarles a los reyes de Eria y a los reyes del bosque de Orka-anunció el rey Park. Un murmullo de sorpresa se extendió entre todos los presentes y Jimin dio un respingo por el inesperado anuncio.
-¿Padre?-murmuró el joven volviéndose hacia su progenitor. El hombre sonrió levemente y luego volvió a alzar la voz.
-A partir de este momento, abdico mi corona en mi hijo Jimin y me convierto en regente del bosque de Orka-anunció de nuevo solemnemente. -Larga vida a Min Yoongi y Park Jimin, reyes de Eria y Orka, señores de las cinco provincias-añadió con fuerza.
Jimin boqueó cuando todo el mundo se hizo eco de aquel deseo y cuando se volvió de nuevo hacia Yoongi para ver cómo había reaccionado a la noticia, un leve gritito escapó de sus labios. Su esposo se había agachado a su lado y había hincado la rodilla y agachado levemente la cabeza en señal de respeto. Al igual que su rey, todo el mundo a su alrededor, sus amigos, incluso su familia imitaron su gesto.
-¿Yoongi qué haces?-preguntó entre emocionado y confuso mientras se llevaba las manos a la boca para ocultar su sorpresa. El aludido elevó el rostro con una bonita sonrisa.
-Me arrodillo ante ti, Park Jimin, te rindo pleitesía y pongo mi corazón en tus manos para recordarle a mi pueblo que ahora eres el rey de este reino y el rey del bosque de Orka con la misma fuerza y energía que lo soy yo, y que me entrego a ti por completo, con lo que soy, con lo que fui y con lo que seré-informó en voz lo suficientemente alta para que todos los allí presentes lo escuchasen. Jimin parpadeó un par de veces, incrédulo por aquel gesto y negó con la cabeza.
-Levántate y bésame-ordenó el silfo intentando que las lágrimas no se derramasen por sus mejillas.
-Como mandéis, majestad-respondió el mayor irguiéndose ante él y agarrándolo por la cintura para atraerlo hacia su cuerpo.
Todo el mundo a su alrededor imitó su gesto mientras ellos se besaban apasionadamente. Cuando se separaron, Yoongi se giró y extendió su mano para agarrar la de Jimin. Entonces este lo comprendió todo mientras reparaba en algo en lo que no se había fijado minutos antes en su camino hacia el altar.
Junto al trono de Yoongi, ese que había visto tantas veces en su estadía en el castillo, habían hecho colocar uno igual en tamaño con la única excepción de que donde el del mayor tenía talladas unas ondas simbolizando su elemento, el que ahora le pertenecía a Jimin había sido tallado con unas líneas verticales como símbolo de su energía.
Caminaron lentamente de la mano hacia los dos tronos, y cuando se giraron, el silfo aprovechó para hacer revolotear a su alrededor la parte baja de su túnica. Yoongi sonrió y volvieron a juntar sus manos, esta vez de cara a su pueblo. En absoluto silencio, tomaron asiento en sus respectivos lugares y entonces, un brutal relámpago cruzó el cielo acompañado de una fuerte ventisca.
Todo el mundo dentro del castillo, fuera incluso en las provincias y sus fronteras entendió el mensaje aquella mañana. Eria tenía un nuevo rey, y si estaban juntos eran feroces e inquebrantables.
Entre los fuertes vítores y gritos de jubiló de los invitados a la ceremonia, Jimin se tomó un segundo para conectar su mirada con la de su reciente esposo. En sus ojos encontró todas las respuestas a sus preguntas.
Durante el resto del día, Jimin y Yoongi se dedicaron a charlar con todos los altos cargos de las provincias que habían acudido a su enlace, durante el convite que se ofreció apenas tuvieron tiempo de estar tranquilos sin que alguien no estuviese interesado en hablar con ellos. Hicieron varios brindis en su honor y los amigos y la familia más allegada dijo algunos discursos en honor de los novios. Jimin tuvo que ausentarse un par de veces para dotar de magia a su bebé y cuando volvía, alguien requería siempre de su presencia. Y aunque para ellos fue una locura, cuando se unieron en la pista de baile para compartir su primer vals como esposos, se dieron cuenta de que toda aquella locura había merecido la pena.
-Por fin tenemos un par de minutos para estar juntos-comentó Jimin con un suspiro frustrado mientras se abrazaba mimoso al cuerpo del mayor. Este rió y lo abrazó de igual manera.
-Tenemos el resto de nuestras vidas, criatura-respondió el mayor con una sonrisa. Jimin le correspondió de la misma manera mientras giraban por toda la sala siguiendo el son de la música.
-¿Tu lo sabias verdad?-preguntó el joven silfo de imprevisto. Yoongi alzó una ceja sin entender y realizó un giro diferente para hacer lucir el atuendo de Jimin. -Todo esto, la abdicación de mi padre y lo de Orka, por eso me regalaste la corona-aclaró el joven ante la mueca confusa de su destino.
-Te regalé la corona porque ibas a ser el rey de Eria, pero...puede que tu padre me lo comentase en una de nuestras charlas-admitió por fin Yoongi. Jimin abrió mucho los ojos por la sorpresa y si no hubiesen estado bailando se hubiese cruzado de brazos y hubiese pataleado como un niño.
-¿Y me lo has ocultado tantos días?-se quejó el silfo con un puchero.
-Una sorpresa es una sorpresa-respondió guiñándole ligeramente el ojo. Jimin solo negó con la cabeza y suspiró frustrado.
-Pero como no me has avisado, lo hubiese impedido, ser el rey de Orka es demasiado con todo lo que tenemos encima. El bebé, la guerra...no se si voy a saber-comenzó a decir el silfo mientras intentaba seguir los pasos del baile en brazos de Yoongi. El mayor negó levemente con la cabeza y despegó las manos de la cintura de Jimin para llevar una a sus labios.
-Jimin, relájate, piensas demasiado, ya nos ocuparemos de eso en el futuro, ahora solo tenemos que bailar-pidió el mayor con aquella sonrisa que no había podido despegarse de los labios desde que aquella mañana había visto a Jimin entrar por las puertas del salón del trono, listo para unirse a él.
-¿Cómo puedes estar tan tranquilo?-volvió a preguntar casi como si estuviese a punto de echarse a llorar. Yoongi le sonrió y dejó un casto beso en su mejilla.
-Porque tengo todo lo que amo entre las paredes de este castillo y aunque el futuro sea incierto, no necesito nada más de momento-murmuró en su oído. Jimin sonrió levemente por aquellas palabras y Yoongi lo hizo girar para acabar el baile. Unos segundos después, la música se volvió mucho más alegre y animada y Jimin se vio alejado de los brazos de su esposo para bailar con su hermana.
Esa noche, cuando entraron en silencio de la mano por la puerta de la alcoba real, todo parecía mucho más vivo en aquel lugar, mucho más azul y mucho más cálido. Mucho más real.
Solo era de madrugada cuando Yoongi decidió salir de la cama. No había podido pegar ojo ni un solo minuto. Había escuchado el traqueteo de los cambios de guardia en el pasillo, la escandalosa risa de Jin acompañada de los murmullos de Namjoon y hasta el llanto desesperado de Donghwa al final del pasillo. Había dado vueltas y vueltas enredado en las sabanas intentando no molestar a Jimin que descansaba abrazándolo a su lado. Cuando no aguantó más y aceptó con resignación que no sería capaz de dormir aquella noche, se deshizo con cuidado del abrazo en el que el joven silfo lo había envuelto y con pereza se sentó en el borde de la cama pensando en cómo ocupar su tiempo.
Se levantó y caminó despacio por la habitación hasta llegar a las puertas del balcón. Contempló en silencio la oscuridad y bostezó frustrado por la falta de sueño. Luego se giró ligeramente y tomó asiento en el pequeño escritorio. Alzó levemente la vista hacia Jimin que descansaba boca abajo enredado entre las sábanas y sonrió levemente. Sin duda, ese hombre era lo mejor que le había pasado en la vida. Obviamente odiaba lo que le habían hecho pasar los carroñeros, pero haberlo encontrado aquel día era lo mejor que le había pasado nunca. Había cerrado sus heridas con fuertes suturas y le había dado innumerables razones para vivir.
Se sentía tan plenamente feliz que decidió escribir sobre la coronación de aquel precioso silfo como rey de Eria.
Durante horas se dedicó a plasmar con palabras en el libro de la familia real como había sido su enlace y la misma coronación como rey. Escribió también sobre Acua y su descubrimiento, sobre la familia real de Orka y sobre el bebé que estaban esperando. Sin duda, su vida había mejorado notablemente desde que Jimin había llegado a su vida. Un ligero bostezo acompañado del ronroneo de Acua y el sonido de sus patitas saltando de la cama al suelo, le sacó de su profunda concentración. Cuando alzó la vista, solo pudo sonreír. Jimin se había incorporado ligeramente sobre sus brazos y lo miraba con los ojos entrecerrados y el pelo rubio alborotado.
-Amor...¿qué haces ahí sentado? Vuelve a la cama, anda-pidió con voz ronca.
-No he dormido en toda la noche y no creo que pueda dormir ya, solo estaba intentando ocupar mi tiempo con algo útil-respondió el mayor dejando la pluma en el tintero.
Jimin suspiró y se dejó caer contra la almohada. Luego se incorporó ligeramente tapándose con la sábana para acabar sentándose con las piernas cruzadas sobre el colchón.
-¿Sobre qué escribías?-preguntó el silfo con repentina curiosidad mientras deslizaba las piernas por el borde de la cama para levantarse. Acua se paseó entre sus piernas y Jimin le dedicó sus mimos de buenos días. Luego la gata se alejó feliz.
-Sobre nosotros, alguien tiene que contar cómo te convertiste en rey, y como el taciturno rey de Eria por fin unió su magia, así que estaba relatando nuestro enlace y escribiendo sobre el futuro heredero- explicó el mayor mientras contemplaba a su esposo enrollarse en una de las sabanas de la cama para no pasearse desnudo por la habitación.
-¿Me dejarás leerlo algún día?-preguntó el silfo acercándose lentamente a donde Yoongi se encontraba sentado. Este asintió levemente.
-Ahora todo lo mío es tuyo y por lo tanto y como rey que eres, este libro te pertenece. No tienes ni que pedírmelo-murmuró con una sonrisa el mayor. Jimin sintió temblar sus piernas por aquellas palabras y una vez más se dio cuenta de que todo a su alrededor era real y no uno de sus creativos sueños. Se inclinó sobre el escritorio y acercó su cara a la del mayor para dejar un dulce beso sobre sus labios. Después de todos los besos que se habían dado, aquel simple gesto aún hacía que las mariposas de sus estómagos alzasen el vuelo.
-Me encantará leer la historia de nuestro reino desde el principio-admitió Jimin con una pequeña sonrisa. -De hecho he estado pensado en hablar con los habitantes del castillo, interesarme por sus vidas, ver qué podríamos hacer juntos de cara a lo que se viene en el futuro-añadió ante la mirada atónita de su esposo.
-¿Hoy?-preguntó Yoongi con los ojos muy abiertos.
-Hoy es tan buen día como cualquiera, cariño-respondió el silfo con una preciosa sonrisa en su rostro.
-Es demasiado pronto para que me abandones-se quejó haciendo un puchero mientras se levantaba del escritorio para quedar a la altura de Jimin. El silfo dejó salir un risita dulce y melodiosa.
-No seas niño, llevamos días aquí encerrados-respondió colocando las manos sobre el pecho de Yoongi y mirándolo fijamente a los ojos. La mirada del mayor se iluminó por completo cuando la de Jimin contactó con la suya.
-No es cierto, hemos salido-objetó ante lo que había dicho el silfo. Este volvió a reír incrédulo. Yoongi siempre había sido amable y cariñoso con él, luego cuando habían empezado a enamorarse, había sido gentil y le había regalado con sus manos el mayor amor disfrazado de placer, pero desde que se habían unido, todo aquello había salido a la luz, había dejado de ser todo esa a escondidas para serlo en cada momento. No había reprimido sus muestras de amor en público ni había dejado de recordarle a cada segundo cuanto lo amaba. Y eso a Jimin lo hacía feliz.
-Para despedir a mi familia y para dar la magia al bebé, por lo demás no me has dejado salir de aquí en días...-objetó Jimin con una sonrisa. Yoongi siguió caminando hacia él, arrinconándolo una vez más contra la cama de la que acababa de salir. -Es hora de que los reyes de Eria se hagan cargo de Eria, ¿no te parece?-añadió. Yoongi simplemente lo agarró por la cintura y juntos entre risas se dejaron caer sobre el colchón.
-No es para tanto, además, el rey de Eria ya se está haciendo cargo de los asuntos de Eria-murmuró el mayor sin dejar de besar delicadamente el hombro al descubierto de Jimin.
-¿Yo soy un asunto de Eria?-preguntó sorprendido intentando reprimir una carcajada que amenazaba con despertar a todo el castillo. Yoongi lo miró muy seriamente y asintió.
-Claro que sí, alteza, eres un asunto de alta importancia que debe ser atendido inmediatamente-murmuró bajando sus labios peligrosamente por la mandíbula del silfo que golpeó delicadamente el hombro del mayor.
-¿Tu no eras tímido y dulce? ¿Dónde está el rey que se sonrojaba por todo?-inquirió Jimin pasando sus dedos entre el cabello oscuro de su marido. Este rió absolutamente feliz y dejó un pequeño beso en la punta de la nariz del silfo.
-Se ha casado por lo que parece-murmuró con una sonrisilla. -Contigo ya no me hace falta ser todo eso, ahora eres mi esposo, el padre de mi bebé, ya no hace falta remilgos y todo el mundo está al corriente de nuestra relacion-explicó mientras se incorporaba un poco y dejaba a Jimin escapar de la jaula de sus brazos.
El joven silfo rió y rodó por la cama para levantarse. Yoongi lo miró y se contagió de su risa. Así había sido desde el momento en que lo había conocido, sus sentimientos, más allá de la piel, se habían contagiado y entremezclado, y ahora que estaban unidos para siempre, aquella mágica sensación parecía darles las alas para traspasar cualquier obstáculo. En aquellos últimos días Yoongi y Jimin habían huido de sus responsabilidades y de sus preocupaciones, y cuando alguno de los dos pensaba en algo más que no fuesen ellos dos, ahí estaba el otro para destruir con sus besos, su amor y sus caricias cualquier pensamiento destructivo que cruzase por sus cabezas.
Yoongi se sentía fuera de sí, nunca se imaginó ser tan tan feliz en su vida. Estaba esperando un hijo y se había casado con el hombre que sin duda había cambiado su vida de arriba abajo. Llevaba un anillo en su dedo a juego con el de su amado silfo y sentía el poder de Orka rondar sus venas cada vez que Jimin estaba cerca. En varias ocasiones había querido llorar de felicidad y había pensado en como a sus padres les hubiese gustado compartir esa felicidad. Sin duda, Jimin con su carisma y su sonrisa los hubiese conquistado. Había imaginado por momentos como sería ver a su madre sostener entre sus brazos a su nieto y como hubiesen sido felices todos juntos allí en el castillo de Eria si la amenaza carroñera no hubiese estado acechando por todo su reino.
-Estás frunciendo el ceño y no me estás escuchando-comentó Jimin sacándolo de sus pensamientos. El mayor suspiró frustrado y volvió a pasarse las manos por el rostro.
-Perdona, solo analizaba nuestra vida y la inmensa felicidad que siento-contestó Yoongi únicamente. Su esposo alzó una ceja y se acercó despacio al filo del colchón para mirarlo más de cerca.
-¿Seguro? ¿Estás bien?-preguntó de nuevo. Yoongi solo asintió.
-Si, claro-aseguró. Jimin alzó una ceja mientras arrullaba entre sus brazos la ropa que iba a ponerse ese día. -Dime amor, ¿que me decías?-preguntó el mayor insistente para cambiar de tema.
-Decía que creo que iré a ver a Tae un rato antes de subir a la torre-comentó Jimin comenzando a vestirse. Yoongi lo contempló y suspiró teatralmente dejándose caer de nuevo sobre el colchón.
-Me parece perfecto, de todas formas supongo que tienes razón y hay cosas que no puedo dejar pasar por más tiempo-comentó mientras se pasaba las manos por la cara para despejarse. -¿Pasamos un rato juntos en la torre antes de la comida?-añadió.
Jimin se volvió hacia él mientras terminaba de ajustar las cintas de la túnica azul oscura en su cintura.
-¿Te he dicho ya que el azul te sienta de maravilla?-dijo Yoongi repasando la nueva vestimenta de su esposo. Jimin rió por lo bajo. Se sentía absolutamente feliz.
-Unas doscientas veces desde que te conozco-contestó Jimin girándose de nuevo, para mirarlo con los brazos cruzados sobre el pecho.
-Y me reafirmo-comentó Yoongi arrancando una bonita sonrisa de los labios del silfo.
Un buen rato después, tras largos minutos de despedidas como si no fuesen a verse más, el joven silfo salía por la puerta de sus aposentos en dirección a las habitaciones de los invitados para buscar a su amigo.
Cuando una chica del servicio le dijo dónde encontrarlo, se dirigió hacia allí. Lo encontró paseando por uno de los pasillos con vistas a los jardines traseros. En silencio se tiró sobre él mientras el tritón se volvía sorprendido para ver quien se estaba tirando sobre su cuerpo de esas maneras.
-Benditos los ojos que te ven, recién casado-gritó con alegría abrazándose a su amigo.
-Yo también me alegro de verte, Tae-respondió el silfo apartándose un segundo para que el tritón se recompusiese.
-Entre tu y mi hermano, me habéis dejado solo con Jungkook-chilló haciéndose eco por todo el pasillo.
-Como si eso te molestase-chinchó Jimin con una sonrisilla. Taehyung sonrió levemente y negó con la cabeza.
-En absoluto, pero a veces me gusta tener mi espacio y dejarle a él el suyo-explicó únicamente encogiéndose de hombros. Jimin asintió despacio dándole la razón.
-¿Paseamos y me cuentas qué tal estos días?-ofreció. Su amigo asintió rápidamente deseando pasar un rato a solas con Jimin para poder charlar.
-Estaba yendo hacia la biblioteca, quería ojear un par de libros, si me acompañas luego paseamos todo lo que tu quieras-pidió el tritón enganchándose de su brazo. Jimin asintió con una sonrisa.
Los dos amigos se dirigieron hacia su destino y casi una hora después seguían allí, enfrascados en una alegre conversación frente a la enorme chimenea de la biblioteca.
-Son insoportables, se llaman Jinnie y Namu-se quejó Tae frotándose las manos que comenzaban a quedársele frías.
-Son una monada, con lo que les ha costado dar el paso, déjales que se llamen como quieran-replicó el silfo con una pequeña sonrisa. -Además, ¿es que tu no llamas a Jungkook de ninguna manera cariñosa?-añadió con curiosidad.
-¿Su nombre es Jungkook no? ¿Como quieres que lo llame?-preguntó irónicamente. Jimin negó con la cabeza como si estuviese cansado de aquella conversación que no iba a ninguna parte.
-Todos usamos nombres cariñosos para nuestras parejas, ¿como te dice a ti él?-respondió Jimin también con una pregunta. Vio a su amigo apartar la mirada y juguetear con la tela de su manga. Durante unos segundos no habló, sólo se dedicó a darle vueltas a aquella palabreja que tanto le había molestado en el pasado y que ahora le hacía sentir tantas cosas.
-Pececito-murmuró alzando la vista hacia Jimin.
De pronto, la enorme sala se vio invadida por la alterada risa de Jimin que no daba crédito a lo que estaba oyendo. Pasó largo rato riéndose a carcajadas mientras su amigo intentaba hacerle callar con las mejillas totalmente rojas.
-Que te calles, Jimin-se quejó el más joven fastidiado. El silfo lo miró fijamente intentando en vano esbozar una sonrisa.
-Trata con más respeto a tu rey o le contaré a todo el mundo como te llama Jungkook-amenazó risueño. Taehyung alzó las cejas y luego lo fulminó con la mirada.
-Te defenestro, te lo prometo, Eria y Orka se quedan sin rey-se defendió el tritón tirando de la manga de Jimin para que se callase. Este volvió a carcajearse y cuando se calmó miró enternecido a su amigo. Pensó en como el tritón furioso que había conocido en el mar de Ilma no hubiese dejado que nadie pasase las barreras de su corazón y le llamase con un mote tan ridículo.
Continuaron charlando animadamente durante largo rato, picándose entre ellos, cuando de repente, un grito agónico rompió el leve sonido del ajetreo común del castillo helándoles la sangre a todos. Jimin y Tae se levantaron inmediatamente alertados. Cuando salieron de la estancia donde se habían quedado a charlar, todo el mundo parecía confuso y los guardias corrían de lado a lado buscando a la dueña de aquel grito.
-Ha sido en las dependencias de la guardia-murmuró una joven Eriense escuchando con su poder a través del viento. -Alguien está llorando arriba-añadió.
Los dos amigos se miraron fijamente e inmediatamente salieron corriendo sin mirar atrás. Subieron las escaleras casi de dos en dos y cuando llegaron al pasillo intentando buscar a la dueña de aquel llanto, una escalofriante escena les partió el corazón.
Al fondo del pasillo, Eleanor, envuelta en un agónico llanto, caminaba desesperada intentando pedir ayuda. Se fijaron un segundo en su ropa y sus brazos, llenos de sangre y luego corrieron como locos hacia ella. Cuando la joven los vio, se derrumbó de rodillas sobre el frío suelo empedrado del castillo.
-Elsie ¿estás herida?-gritó Jimin al llegar hasta la joven, Ambos se arrodillaron a su lado y se empaparon la ropa con la sangre que la chica llevaba en sus manos.
-No es mía, no es mi sangre-consiguió decir entre hipidos desesperados. -Han matado a Leora y se han llevado a Donghwa, se han llevado a mi bebé-añadió sin dejar de llorar y de ahogarse en su propio llanto.
-Respira-pidió Taehyung agarrándola de los brazos para ayudarla a levantarse del suelo. -¿quien se lo ha llevado?-preguntó el tritón.
-No lo se, iba a darle de comer y cuando he llegado, alguien le había asesinado a su cuidadora. Cuando me he acercado corriendo a la cuna...-explicó. Se interrumpió a sí misma porque un quejido gutural y lastimero surgió de su pecho. -Cuando me acerqué a la cuna, mi bebé ya no estaba-terminó de decir. Jimin levantó la mirada mientras la joven sollozaba desconsolada entre sus brazos y miró a Tae con el ceño fruncido.
Vio a Jungkook correr junto a Hobi por el pasillo y acercarse a ellos a toda prisa asustados por escandalosa y sangrienta escena. Tae abrazó al Tanket con fuerza cuando sus cuerpos impactaron allí frente a todos en el pasillo. Por su parte, Hobi pasó corriendo por su lado y se agacho junto a su esposa. Alzó su rostro hinchado por las lágrimas y lo analizó con cuidado buscando algún daño.
-¿Que ha pasado?-preguntó asustado. La joven emitió un quejido agónico entre los brazos de Hobi.
-Es Donghwa, alguien se ha llevado a tu hijo- murmuró a duras penas antes de volver a derrumbarse. El chico se levantó de inmediato y gruñó dejando salir toda su magia enfurecida. Luego volvió a arrodillarse junto a Eleanor y la agarró con cariño entre sus brazos.
-Mi amor, traeré a nuestro hijo sano y salvo-prometió solemnemente en un desesperado intento por mantener la calma y transmitírsela al hada.
-Hobs-pidió la chica en un quejido. Su esposo asintió despacio y la abrazó. Luego la miró a los ojos.
-Lo sé, lo sé pequeña-murmuró. Juntó sus frentes en un gesto demasiado intimó y luego se alejó a toda prisa. Jungkook besó por última vez a Taehyung y corrió detrás del guardia. Jimin se volvió inmediatamente hacia la guardia que comenzaba a agolparse alrededor de la escena.
-Guardias, sellad el castillo inmediatamente, cerrad puertas y salidas hasta nueva orden-gritó a todos los que podían oírle en aquel pasillo. Algunos guardias corrieron hacia distintos sitios del castillo bajo la orden del rey.
-Nam, reúne a tus hombres, preparaos para salir inmediatamente, que los hijos del aire con poder trascendental en el viento encabecen la marcha y rastreen cualquier paso extraño-pidió Jimin aceleradamente acudiendo a su amigo que corría hacia ellos por el pasillo.
Detrás de él vio aparecer a Yoongi que se abalanzó sobre él para comprobar su estado al ver la sangre manchando su ropa.
-Criatura, ¿qué ocurre?-preguntó asustado mientras intentaba encontrar la fuente de aquella sangre en su cuerpo. Jimin negó levemente.
-Yo estoy bien, alguien se ha llevado a tu protegido-dijo únicamente. El gesto que cruzó el rostro de Yoongi en ese momento le erizó la piel bajo la liviana túnica y sintió el poder de su esposo elevarse dentro de él. -Nam y Hobi están reuniendo a la guardia para salir a buscarlo-informó.
-Iré con ellos-aseguró. Su esposo asintió pero antes de que pudiese decir que le acompañaba, Yoongi lo paró. -Quédate Jimin, lidéralos aquí, buscad por todo el castillo y cuidad de Eleanor y de nuestro bebé. Se que quieres venir a buscar a Donghwa, pero nuestro pueblo te necesita aquí ahora-pidió irguiéndose para quedar a la altura del silfo. Este maldijo y apretó los puños a lo largo de su cuerpo
-Ten cuidado, por favor, vuelve a mis brazos Yoongi-pidió muy asustado.
-Volveré contigo-aseguró únicamente mientras se abrazaban con fuerza. Luego Jimin lo dejó ir y Yoongi se dirigió hacia Eleanor que temblaba presa del miedo.
-Elsie, te prometo que encontraré a tu hijo y volverá a tus brazos-prometió hacia la joven. Esta lo miró a los ojos y las lágrimas volvieron a correr por sus mejillas.
-Tened cuidado, volved pronto, majestad-dijo la chica intentando detener aquel llanto incontrolable. Yoongi la miró fijamente y la abrazó. Cuando se volvió una última vez hacia Jimin, este reprimió el dolor y el miedo en su mirada y asintió con fuerza hacia su esposo. Se fundieron en un necesitado pero breve beso que dejó claro todo lo que se querían decir y luego lo vio marcharse corriendo tras la guardia de Eria. A Jimin le tomó un segundo recomponerse, pero cuando miró a su amiga totalmente descompuesta entre sus brazos, supo que le necesitaba y que su pueblo necesitaba de su rey en aquellos momentos.
Suspiró despacio, contó hasta diez un par de veces para serenarse y luego se armó de valor para cumplir con el cometido que Yoongi le había pedido.
-Tae, quédate con Eleanor, tengo que hacerme cargo del castillo-pidió volviéndose hacia su amigo. Este asintió.
-La cuidare con mi vida-aseguró el tritón dejando que la chica se recargase contra su cuerpo. Jin que se encontraba a su lado se adelantó y caminó a su lado.
-Dime en que ayudo-dijo únicamente cuando el silfo lo interrogó con la mirada.
-Busca ayuda, que alguien se ocupe de adecentar los aposentos de Hobi y Elsie-pidió corriendo por el pasillo con el tritón a su lado. -Que recojan el cuerpo de Leora y lo protejan hasta que podamos darle sepultura. Cuando termines, uneté a la búsqueda-añadió. El tritón asintió y se dio prisa en bajar por las escaleras hacia los aposentos del servicio.
Jimin corrió escaleras abajo y se internó en las cocinas gritando órdenes a diestro y siniestro, justo cuando Yoongi y la guardia de Eria salían al trote por la puerta del castillo para buscar al pequeño Donghwa.
Durante largo rato, el castillo se volvió un caos. Bajo las órdenes de Jimin, el castillo había sido sellado en puertas y ventanas mediante potente magia de la gente de confianza de los reyes de Eria. El silfo se había asegurado también de reforzar la vigilancia en la torre superior del castillo donde descansaba su bebé protegido por la esfera donde estaba creciendo y había llamado al señor Song para que se encargase personalmente de aquel cometido.
Corrió por los pasillos durante mucho rato, ignorando el dolor de su cuerpo y la pesadez en sus piernas que le impedían ir todo lo rápido que le hubiese gustado. Buscó por los lugares más recónditos e inimaginables del castillo, pero cuando pasó por la habitacion de Eleanor que se encontraba al borde de un ataque de nervios, tuvo que darle la triste noticia de que no había ni un solo rastro de su bebé. La joven se derrumbó con pesar sobre Taehyung que la sujeto intentando consolarla y Jimin tuvo que marcharse incapaz de soportar tanto dolor.
Mientras caminaba de vuelta al vestíbulo, intentó enfocarse en recordar a Donghwa y pensar en positivo. Recordó los gorjeos del bebé cuando Hobi lo alzaba por todo el castillo y sus suaves y regordetas mejillas cuando Eleanor le daba de comer. Un sentimiento horroroso le invadió cuando pensó que era a ese mundo peligroso al que él y Yoongi iban a traer a su bebé y tuvo que reprimir una arcada mientras intentaba eliminar ese pensamiento de su mente.
Cuando llegó al piso inferior, pudo comprobar cómo el clima en el exterior se había vuelto una absoluta locura, las nubes poblaban el cielo oscureciendo el reino entero, el aire huracanado golpeaba las ventanas y meneaba las copas de los árboles con fiereza. Los elementos estaban alterados por todos aquellos habitantes que no podían controlar sus magias en aquellos momentos de desesperación.
Una voz al fondo del pasillo gritó su nombre un par de veces.
-¿Algo?-preguntó cuando se encontró a Jin corriendo hacia él. El tritón negó muy seriamente y escuchó a Jimin maldecir por lo bajo.
-Nada, nadie lo ha visto. He buscado por todas partes, pero Donghwa no está aquí-explicó nervioso.
-Yo tampoco he encontrado nada-añadió el silfo con frustración. De pronto, un pinchazo en el fondo de su corazón lo dejó sin aire por un segundo. Boqueó asustado y se dobló intentando respirar.
-Jimin, ¿qué ocurre?-preguntó Seokjin preocupado mientras se acercaba a su lado.
-Nada, solo estoy cansado, sigue buscando-pidió. Su amigo asintió con fuerza y se fue corriendo hacia las escaleras que llevaban a los pasadizos inferiores del castillo.
Jimin volvió a jadear con un dolor intenso perforando su corazón. Inmediatamente su pensamiento se dirigió a la torre. Si él estaba sintiendo aquello, su bebé también lo estaba sintiendo, y ese dolor podría llegar a matarlo.
Yoongi desmontó junto a su guardia y sin esperar nada más corrió hacia el bosque como un desalmado, guiado solo por el terror de que el pequeño Donghwa sufriese algún daño. Escuchó a Namjoon organizar a la guardia a sus espaldas y dividirlos en sectores, pero unos segundos después, mientras corría por los senderos, se dio cuenta de que las voces de sus amigos y los soldados había quedado apagada por las frondosas copas de los árboles.
Después de avanzar largo rato por los caminos, un pequeño quejido le llegó a los oídos a través del viento. Contempló en silencio los alrededores y utilizó su poder para llegar más allá entre los arbustos y los matorrales que lo rodeaban. Sin duda se trataba del llanto de Donghwa. El movimiento de unas ramas un poco más allá le dijo que no tendría que seguir buscando por mucho tiempo más.
-¿Te atreves a secuestrar a un bebé y te escondes de tu rey?-gritó el rey intentando intimidar al secuestrador para hacerlo salir de su escondite. -Sal de donde estás y enfréntate a mi, maldito cobarde-añadió. Sintió su poder emerger por todo su cuerpo cuando vio aparecer una figura humana entre la maleza portando un canastillo desde el cual se podía escuchar el llanto irrefrenable del pequeño Donghwa.
Yoongi abrió los ojos con sorpresa al ver el rostro conocido del hombre y su mente trabajó deprisa llevándolo hasta el día en que ese mismo hombre había intentado molestar a Jimin en los establos de palacio al poco de su llegada.
-Tenías que ser tú-comentó absolutamente furioso. Un risa demasiado forzada brotó de los labios del hombre. -Quédate quieto y suelta al niño-volvió a decir Yoongi intentando no perder los nervios. El hombre negó levemente y siguió avanzando por el claro hasta quedar a una distancia prudencial del rey.
-Majestad, es un placer volver a encontrarnos frente a frente, justo donde quería que estuvieses-comentó cínicamente el guardia como si no estuviese escuchando lo que Yoongi le estaba pidiendo.
-Entregame al niño y no te pasará nada-volvió a decir el rey de la misma manera haciendo caso omiso a sus provocaciones. El secuestrador miró al niño por un segundo y luego devolvió su fría mirada hacia Yoongi.
-No lo entendéis majestad, ya no tenéis autoridad sobre mí, este niño es el daño colateral de esta historia. Ahora que os habéis unido con el silfo, vuestras vidas dependen única y exclusivamente de ese ridículo lazo de amor que habéis desarrollado. Si os mato, vuestro esposo morirá y la criatura que habéis engendrado se irá también sin siquiera haber pisado este mundo. Ya nadie protegerá Eria. Habéis firmado la sentencia de vuestro reino y de todos los que viven en él, por querer proteger al sucio crío de Hoseok-explicó con un tono feroz el hombre. El rey se estremeció ante sus palabras, ante la mención de Jimin, de su bebé o de sus amigos en los labios de aquel loco.
Y entonces lo entendió todo, había caído en la trampa y ahora toda Eria y sus provincias estaban en peligro. Por un momento muchas caras conocidas se cruzaron en su mente, escuchó la risa de Jin en el eco de las paredes del castillo y los ojos esperanzados de Jungkook atravesaron su alma como un rayo. Imaginó el llanto de Eleanor al perder a su hijo y por último pensó en Jimin, y en que no podría despedirse ni besarlo por última vez. Se abrazó ligeramente a la esperanza y su mente trabajó a mil por hora trazando un plan para salir de ese prado con vida, o al menos que el pequeño bebé de su amigo lo lograse.
-Vale, quieres acabar conmigo, pero no tienes porque hacerle daño al niño, solo es un bebé que no tiene que ver con nada de esto-intentó razonar. Pero el guardia volvió a reír con aquella petulante risa que le ponía los pelos de punta.
-Al señor de la noche le encantan los niños para cenar, si le entrego al pequeño después de llevar vuestro cadáver, subiré de rango entre sus filas-explicó el hombre con tono risueño como si le hubiesen contado el mejor chiste del mundo. Yoongi bufó furioso ante aquella mención de intenciones.
-Es solo un bebé inocente, dejalo volver con sus padres y te dejaré marchar como si aquí no hubiese pasado nada-ofreció Yoongi intentando negociar y ganar algo de tiempo para que la guardia de Eria lo encontrase.
-Me temo que no va a ser posible, mi transición ha empezado y este mocoso es la excusa perfecta para demostrarle mi lealtad al señor de la noche-comenzó a explicar. -Es una pena no poder haber entrado a cierta torre del castillo de Eria y haberle llevado al heredero no nacido-añadió intentando sacar de quicio al rey. Aquellas palabras consiguieron el efecto deseado en él. Sintió la magia arremolinarse en sus manos y gruñó furioso.
-Dejalo tranquilo. Mira como llora, está asustado, tendrá hambre y frío. Si lo que quieres es mi rendición la tendrás, pero no le hagas nada a ese bebé-intentó suplicar como último recurso.
-Ya no me importa nada, pronto estará muerto, como tu hijo no nacido, tu esposo y claramente tu, el grandioso rey de Eria-declaró el hombre. Yoongi bufó con fuerza, no podría contenerlo más tiempo, así que respiró un segundo y se dispuso para pelear.
-Sobre mi cadáver-gruñó enfurecido. El guardia dejó despacio la cesta con el bebé sobre la hierba y se preparó también.
-Que así sea entonces- respondió con una sonrisa malévola el hombre. El guardia invocó sus poderes y unas gruesas raíces surgieron del suelo en milésimas de segundo.
Yoongi apenas tuvo tiempo para prepararse, sintió la magia de Eria recorrer su cuerpo, pero un fuerte golpe lo zarandeó y lo envió unos metros hacia atrás. Cayó de espaldas y se detuvo un segundo a intentar recuperarse del impacto. Cuando se puso en pie con dificultad, miró fieramente al hombre y la magia en su cuerpo aumentó al darse cuenta de lo que aquel hombre era.
-Como un hijo de la tierra puede unirse a los carroñeros después de lo que hicieron con tu pueblo-espetó con asco Yoongi mientras intentaba recuperarse de aquel golpe.
-Es precisamente por eso majestad, porque estamos mejor del lado de los carroñeros que intentando luchar por un imposible-dijo cínicamente. -Si mi pueblo no hubiese intentado oponerse, ahora estarían vivos y por esa misma razón, Eria y todas sus provincias, están condenadas a encontrarse de frente con la misma muerte si no se doblegan-añadió como si tuviese la certeza de que el destino de aquel reino era sucumbir ante los carroñeros.
Yoongi no escuchó nada más, aquellas palabras tan hirientes, la falta de tacto a la memoria de todos aquellos habitantes de los desiertos de tierra que habían perecido bajo las garras de los carroñeros, mezclada con su propio dolor por la pérdida de su pueblo lo desquiciaron. Perdió el control de sus actos y lanzó varios ataques seguidos contra el hombre que no pudo evitarlos de ninguna manera. El guardia, malherido como estaba, cayó de rodillas ante él sin poder sostenerse mucho tiempo más. El rey, simplemente invocó su poder más fuerte y sintió la corriente de la magia de Orka mezclarse levemente con la de Eria mediante el lazo de su unión. Elevó las manos y lanzó todo su poder contra aquel hombre que salió despedido como un muñeco de trapo hasta impactar con un golpe sordo en el tronco de un árbol cercano.
Durante largos e intensos minutos, Yoongi intentó calmarse, recuperar el aliento y respirar mientras su cuerpo se agitaba violentamente para eliminar toda la magia que corría por sus venas.
Cuando fue consciente de la situación y de donde se encontraba, volvió a escuchar el llanto de Donghwa irrumpiendo en el silencio del bosque. Se incorporó lentamente sintiendo el cansancio y el dolor en todos los huesos de su cuerpo y caminó despacio hasta donde se encontraba el bebé gritando y pataleando en el mismo lugar donde su secuestrador lo había dejado.
Recogió la pequeña cesta y después de mirar al guardia que se encontraba inerte en el suelo, le dio la espalda y se alejó rápidamente para comprobar el estado del pequeño Donghwa que lloraba sin parar alterado por todo lo sucedido a su alrededor.
-Ya pequeño, tu papá está en camino-murmuró meciendolo delicadamente. -Vámonos de aquí-añadió dejando ir un pequeño suspiro.
Pero entonces todo se volvió de nuevo un caos, su respiración se entrecortó cuando sintió un golpe impactar contra su cuerpo. La cesta donde el bebé seguía llorando asustado cayó unos metros más allá por el impacto y el rey intentó sacudirse al enemigo de encima. Cuando creía que lo había conseguido, una quemazón intensa se coló desde su espalda y atravesó su cuerpo. Porfirio un grito de dolor que heló su propia sangre y entonces supo que lo había herido de gravedad.
Con una última sacudida, el cuerpo del guardia cayó desplomado contra el suelo y Yoongi boqueó al sentir el dolor a través de su abdomen. Intentó taponar la herida con su mano, pero está enseguida se coloreo del rojizo líquido viscoso que manaba de su cuerpo empapando su ropa. Quiso gritar, pedir ayuda, pero estaba perdiendo demasiada sangre y su vista comenzaba a nublarse. Cayó al suelo desplomado y durante segundos, se retorció de dolor sobre el suelo frío. Por un segundo sus ojos se clavaron en el cielo y en las ramas del bosque. Sus pensamientos se centraron en Jimin y en su bebé, si tenía que morir quería que fuesen su último pensamiento. Su familia.
Y de pronto un pensamiento fugaz cruzó por su cabeza. Boqueó y jadeó con debilidad, casi no podía mantener los ojos abiertos, así que rezó a Eria porque aquello saliese bien. Elevó con dificultad la manga de su camisa bajo la capa rasgada por la pelea y palpó su muñeca en busca del brazalete que siempre llevaba. El mismo que le había regalado Jimin en su cumpleaños.
Apretó los dientes y con la mayor fuerza que le fue posible golpeó el brazalete contra el suelo. Escuchó la pequeña esfera crujir por el golpe y de pronto, una magia intensa se coló por su cuerpo y lo ahogó por completo. Un segundo después todo se volvió negro para el rey de Eria.
En el castillo, Jimin se apresuró por las escaleras de caracol de acceso a la torre. no sabía que estaba pasando, pero algo no iba bien. Su magia estaba extremadamente trastornada dentro de su cuerpo y había sentido la imperiosa necesidad de estar junto a su bebé.
Abrió la puerta casi enloquecido por el efecto de la magia y contempló la pequeña estancia que parecía tan tranquila como siempre. Se acercó al pequeño lecho de flores y acarició levemente a su pequeña bolita brillante. Fue a levantarse para sentarse en la butaca pero de pronto un pinchazo extremadamente doloroso lo hizo precipitarse al suelo. A su lado, la esfera de protección de su bebé también parpadeó y por un momento perdió todo su brillo y su luz.
Jimin gimoteó en el suelo, pero se recompuso como pudo y se acercó a la pequeña esfera para darle la poca energía que tenía en esos momentos.
La puerta de la torre se abrió con fuerza asustándolo. Como por inercia cubrió con su cuerpo el lecho de flores y se volvió hacia la puerta gruñendo como si estuviese a punto de atacar.
-Soy yo, tranquilo Jimin, soy yo-murmuró Eleanor para tranquilizar a su amigo.
-Vete-dijo fríamente sin apartar la mirada de ella. Apenas unos pequeños rayitos de luz nacían de sus manos y aquello parecía no ser suficiente para seguir alimentando la gestación del bebé.
-He sentido tu magia desvanecerse, déjame ayudarte-objetó su amiga negándose a dejarlo en ese estado.
-No te acerques, Eleanor-pidió casi en un gruñido. La chica dio un paso hacia atrás con las manos en alto. Observó a Jimin en silencio, nunca nadie excepto él y Yoongi habían pisado esa torre que se había vuelto tan sagrada y el silfo solo estaba intentando defender a su hijo
-No voy a haceros daño-aseguró la chica desesperada. Jimin siseó y un maullido agudo interrumpió el silencio que se había formado.
La presencia de Acua en la habitación lo hizo todo mucho más cómodo. La gata entró rápidamente entre las piernas de la chica y se acercó a Jimin que respiró hondo cuando se acercó a él y frotó su peluda cabecita contra sus manos. Luego, el silfo hizo un pequeño hueco entre sus brazos y el animal olisqueó levemente y con los ojos cerrados la bola brillante que se formaba en el lecho de flores.
La joven contempló la escena desde la puerta y suspiró intentando relajarse. Con la presencia allí de la gata todo parecía ir bien, así que simplemente cerró despacio y se alejó de la puerta para que Jimin pudiese sentirse más cómodo.
Bajó corriendo por las escaleras y se precipitó hacia la puerta para esperar a la guardia, como si eso fuese a hacer que llegasen más rápido con su hijo y su esposo sanos y salvos. Volvió a derrumbarse cuando su madre acudió a acompañarla y le dio la noticia de que ya no quedaba ningún lugar donde buscar a Donghwa dentro del castillo. Con esas palabras, la pequeña esperanza de que su bebé no hubiese salido del castillo se apagó en su corazón y sin saberlo se encomendó a Eria para pedir por su hijo.
Esperó y esperó en la puerta durante eternos minutos y cuando ya iba a darse por vencida y a retirarse de ese lugar, escuchó a lo lejos unos cascos golpeteando sobre el suelo con mucha fuerza en dirección al castillo. Eleanor levantó la vista y buscó entre la polvoreda levantada alguna señal que le indicase que su hijo estaba sano y salvo. Reconoció a lo lejos a Sol, la bonita yegua marrón de su esposo y se precipitó por la pequeña escalinata para interceptarlos en el camino.
El joven desmontó con presteza y arrulló entre sus brazos a su pequeño bebé. Cuando Eleanor fijó la vista en sus brazos y divisó la pequeña carita de Donghwa se derrumbó envuelta en lágrimas de alivio, dejando salir todo el miedo que había estado sintiendo sin saber el paradero del bebé.
Su esposo corrió a su encuentro y la acogió entre sus brazos. Ella desbordada en lágrimas se abrazó a él y murmuró palabras sin sentido mientras se removía levemente para besar a su hijo.
Hobi la separó un segundo de su cuerpo y secó sus lágrimas mientras ella sostenía a Donghwa con ternura. Entonces, Eleanor se dio cuenta de la sangre repartida por las manos de su marido y salpicada por sus mejillas.
-Eria santa, Hobs, ¿estás bien?-preguntó entre lágrimas al verlo lleno de sangre. El joven asintió despacio y la atrajo de nuevo hacia su cuerpo con cuidado de no aplastar al bebé que gimoteaba entre sus padres.
-Mi amor, te prometí que regresaría a nuestro hijo y he cumplido mi promesa, pero ahora he de pedirte un favor debes correr y buscar a Jimin-dijo el chico de carrerilla.
-¿Qué ocurre?-preguntó la muchacha sin dejar de abrazar a su marido y a su hijo. El joven dejó caer los hombros con pesar y se hizo a un lado para que Eleanor pudiese visualizar la sangrienta escena que se desarrollaba.
-Es Yoongi, lo encontramos en un claro del bosque, estaba protegiendo a Donghwa de su secuestrador, está muy débil- explicó el chico únicamente. La joven hada se llevó las manos al rostro y boqueó asustada.
-Madre-pidió la joven cuando observó a su madre que se había acercado ante el barullo para poder ver a su nieto. Su hija besó una última vez al bebé y luego lo miró con ternura, aliviada por verlo sano y salvo entre los brazos de su abuela.
-Tranquila cielo, protegeré a Donghwa con mi vida si es necesario hasta que pueda volver a tus brazos-aseguró la mujer.
-Mi niño, mamá estará contigo enseguida. Te quiero con todo mi corazón-murmuró acariciando sus pequeñas mejillas. Se retiró un par de pasos para dejar que Hobi pasase a despedirse de su hijo.
-Papi también te quiere, enano-murmuró besando la frente su hijo.
Le dedicó una cariñosa mirada a Meriol y luego la mujer se marchó apresuradamente a encerrarse con su nieto en algún lado para mantenerlo a salvo. Hobi los vio marchar y luego se volvió hacia Elsie que se tomó un momento para acurrucarse en los brazos de su esposo. Este dejó un delicado beso sobre su frente y acarició con cariño su pelo. Cuando se separaron, se miraron a los ojos y se dijeron demasiadas cosas en aquel silencio tan apabullante.
-Voy a por Jimin, está débil y asustado, no me deja acercarme a la torre-comentó ella con un suspiro. Hobi imitó su gesto y la chica se alejó un par de pasos.
-Ten cuidado-pidió alzando la voz. Su mujer se volvió con una pequeña sonrisa preocupada.
-Es mi rey y mi amigo, no me hará daño, solo está bajo el hechizo de toda esa magia y del miedo porque no sabe qué está pasando-explicó justificando al silfo. Hobi asintió y la dejó marchar para irse corriendo detrás de los guardias que cargaban a Yoongi hacia sus aposentos.
La joven hada, subió corriendo por las escaleras dando grandes zancadas y cuando llegó arriba, respiró entrecortadamente un par de veces, luego agarró el pomo y se obligó a empujarse de nuevo dentro de la estancia.
-¡Jimin!-gritó esta vez Eleanor volviendo a entrar por la puerta.
-Te he dicho que te vayas-contestó cortante mientras intentaba con todas sus fuerzas exprimir al máximo su magia. Acua maullaba a su lado sin dejar de tocarlo para alimentar su energía.
-No, escúchame ahora-contestó la chica. Jimin se volvió despacio y la miró como si se hubiese vuelto loca -Tienes que bajar rápidamente, los guardias están llegando. Es Yoongi, está malherido. Te necesitan, necesitan tu magia y vuestro lazo-gritó todo de carrerilla.
Y entonces el silfo no escuchó nada más, miró a la gata que lo miraba con aquellos profundos y a Eleanor le pareció como si se comunicasen con una sola mirada, como si ese profundo amor que se tenían aquellos dos seres, traspasase todos los límites de la lógica y les permitiese comunicarse más allá de la forma común de hacerlo.
-Protegelo con tu vida-pidió firmemente el silfo. Como si de verdad comprendiera lo que le estaba diciendo, le contestó con un maullido, se dio la vuelta y se acurrucó en el lecho junto a la esferita que parpadeó a su contacto.
Entonces Jimin se dio la vuelta y tanto Elsie como él bajaron las escaleras a toda prisa, casi tropezándose con sus largas vestimentas. Cuando llegaron a la segunda planta, todo el mundo iba y venía por los pasillos, gente con baldes de agua caliente que entraban y salían de los aposentos reales.
Jimin gimió desolado cuando se fijó en el suelo. Un reguero de sangre oscura lo congeló en el pasillo. Era de Yoongi, podía sentirlo, estaba débil y por eso, él mismo se estaba debilitando y el bebé estaba sufriendo también las consecuencias.
-Jimin, tenemos que movernos-apremió Eleanor agarrando a su amigo de la mano.
-No puedo-balbuceó. Una lagrima abandonó sus ojos azules que miraban fijamente la sangre en el suelo. El suelo se tambaleó bajo su cuerpo, la vista se le nubló y Eleanor tuvo que sujetarlo para que su cuerpo no impactase con el suelo.
-Por favor, ayuda-escuchó gritar a su amiga que lo sujetaba como un pelele entre sus brazos. Unos pasos apresurados resonaron sobre el empedrado pavimento y de pronto los brazos de Eleanor fueron sustituidos por unos más fuertes que lo elevaron en el aire. Olfateó ligeramente aquel aroma a roble tan familiar y se acurrucó ligeramente contra su pecho.
-Jimin, florecilla, tienes que aguantar, se que estás agotado, pero no puedes rendirte ahora, necesitamos tu magia, Yoongi te necesita y el bebé depende de vosotros-pidió Namjoon casi al borde de la desesperación. Jimin intentó enfocar la vista para contestarle, pero cerró los ojos con cansancio.
-Es una niña-murmuró el silfo casi sin fuerzas. El sanador lo miró impactado y su corazón latió deprisa. -Eres el primero en saberlo-añadió mientras entraban por la puerta de su habitación.
-Entonces nuestro rey y nuestra princesa te necesitan, te dejaré a su lado, tu solo intenta invocar a Orka y yo haré lo demás-explicó Namjoon emocionado por la noticia que el silfo acababa de darle y nervioso porque veía a sus amigos marchitarse a la vez sin remedio. Jimin sintió débilmente y luego sintió bajo su espalda la comodidad conocida de su colchón, con el embriagador aroma de las sábanas limpias mezclado con el dulce olor de Yoongi y el olor metálico de la sangre brotando de su cuerpo.
Cerró los ojos y pensó en su casa, en el bosque, en las hojas, en sus alas moviéndose bajo la brisa y notó la fuerza de la magia fluir por sus venas.
-Energo-balbuceó como pudo. Un potente rayo partió el cielo y entonces, el sanador juntos las manos de los reyes de Eria para equilibrar el lazo.
-Muy bien Jimin, ya casi estamos- murmuró Namjoon después de unos cortos pero intensos minutos. Jimin siguió murmurando sus hechizos que cada vez se volvían más fuertes. Sentía el corazón latirle en las muñecas por la magia y el lazo que le unía con Yoongi, revivir por segundos.
-Ya puedes parar, debes descansar, coseré su herida y os dejaré dormir tranquilos-comentó el sanador acariciando ligeramente su mejilla. -Has sido muy valiente, florecilla-añadió. Jimin sonrió con los ojos cerrados.
-Si Yoongi te oye llamarme así, se pondrá tan celoso que querrá desterrarte-bromeó el silfo en un murmullo adormecido.
-Que lo intente-respondió risueño y aliviado el más mayor. Se desplazó por la habitación y limpió algunos utensilios mientras el cansancio iba apoderándose de Jimin que apenas podía mantenerse despierto. Un rato después, toda la habitación se quedó en silencio y el sonido de la puerta al cerrarse le indicó que volvían a encontrarse solos.
Jimin se giró hacia Yoongi y con mucho esfuerzo consiguió abrir los ojos para enfocarlos en su marido que yacía tendido a su lado. Acarició su mejilla y dejó caer la yema de su dedo por su labio hasta su barbilla.
-No vuelvas a asustarme asi en tu vida, Min Yoongi-pidió en voz baja. El silencio le devolvió la respuesta que había esperado, así que se acurrucó con el cuerpo del mayor y dejó caer su cabeza con delicadeza sobre el pecho de Yoongi.
Después de tantos miedos, de tanta magia agotadora para salvarlo, reposar un rato a su lado y descansar no parecía tan mala idea para Jimin, que apoyó la cabeza sobre el pecho de Yoongi que subía y bajaba a un ritmo constante. Observó en el silencio de la habitación la venda blanca que cubría el abdomen del joven rey de Eria y gimoteó cuando escuchó su corazón latir bajo su piel. El alivio lo invadió porque seguía allí, seguía a su lado, vivo. Y Jimin lo sabía, que no había nada más importante que la vida, esa que se habían prometido juntos y que por un momento se había tambaleado ante sus ojos. Ese halo de vida que escuchaba tras la piel del rey, acompasada con su propio latido uniforme y con la vida que se formaba en la torre más alta de Eria.
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Hola a todos :)
Ya estoy de nuevo por aquí. Han sido meses muy duros, de bajones, de reencontrarme a mí misma con la escritura, pero ya estoy aquí. Se que los habíais echado de menos, pero es miércoles y el cuerpo lo sabe jajaja.
En primer lugar quiero dedicaros este capítulo a todos vosotros, pero en especial a una de mis más fieles lectoras y a su gatita. Así pues, Rebe y Acua, este capítulo es para vosotras. Y es que si, como lo leeis, un día me desperté y esta maravillosa mujer, le había puesto el nombre de la gata de Yoongi a su preciosa gatita.
Por otro lado, bueno, como su nombre indica este capítulo es un poco una de cal y otra de arena, ya que por un lado tenemos la felicidad de Yoongi y Jimin en su unión y por otro lado, pues bueno, el susto. Que es la vida sin un poquito de drama.
En fin, yo espero que os haya gustado y que podamos tener pronto el siguiente capítulo, ya que ahora tengo que compaginar, trabajo, universidad y vida con la escritura, pero bueno.
Nos leemos en el siguiente :)
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