Capítulo 20. Iguales.
Al día siguiente Yoongi se levantó con una enorme sonrisa en la cara. Contempló a Jimin dormido a su lado, con la piel más brillante que nunca y con una pequeña sonrisita dibujada en su rostro. Quiso besarlo, pero tuvo que contener aquel impulso porque no quería que el silfo se despertase antes de tiempo. Se vistió en silencio y desapareció corriendo por los pasillos en dirección a los aposentos de sus padres, que habían permanecido cerrados a cal y canto durante muchos años.
Un par de horas después, Jimin abrió los ojos despacio. Un ruido como de pequeños golpecitos le estaba molestando. Enfocó la vista en el dosel azul oscuro de la cama y cuando se dio cuenta de que se encontraba en la cama de Yoongi, recordó todo lo que había pasado el dia anterior. Recordó la discusión, la posterior reconciliación y como se habían encerrado en los aposentos reales para amarse y no habían salido en todo el dia.
Se giró lentamente y palmeó con delicadeza el lugar donde Yoongi había estado durmiendo a su lado. Supo en ese momento, que el tintineo de los cristales se debía sin ninguna duda al rey de Eria. Bostezó intentando reprimir una sonrisa y se incorporó para salir de la cama. Le pesaba el cuerpo, estaba agotado por toda la tensión de los últimos días pero a su vez, Jimin se sentía el hombre más completo y feliz de todo el mundo. Su magia seguía desbocada, si, pero se sentía diferente, ya que su corazón ya no latía solo y sus poderes se complementaban con los de su destino. Se enfundó en las cómodas zapatillas aterciopeladas que había dejado en el suelo y se cubrió con una de las mantas de la cama antes de salir al balcón y exponerse al frío.
Jimin tiró del pomo y la puerta cedió abriéndose para dar paso al pequeño balconcillo. Sonrió cuando el frío se coló por todo su cuerpo y contempló el espeso manto de nieve poblando todas las montañas y acantilados de Eria hasta donde le daba la vista. Se arrastró entre la fina capa de nieve que cubría el suelo y que se había quedado allí amontonada. Se asomó ligeramente con el cuerpo sobre la barandilla de piedra del balcón, intentando no mojarse con la nieve y contempló a Yoongi abajo, enfundado en su capa de invierno, con los ojos más azules que había visto nunca y con el cuerpo en tensión por la magia que estaba haciendo removerse los cristales.
-Majestad, ¿tenéis que mover los cristales a estas horas por algo en concreto?-preguntó con una sonrisilla en el rostro. Yoongi dejó que su poder se disipase y lo contempló allí asomado al balcón, con solo su ropa de dormir, una manta por encima para resguardarse, el pelo alborotado y el sueño poblando sus ojos. Su corazón se caldeó profundamente y el frío dejó de existir cuando lo vio sonreír de aquella manera. Ese hombre increíblemente perfecto que se asomaba al balcón y le sonreía a él y solamente a él, le había entregado el corazón sin condiciones e iba a darle un hijo. Un bebé de los dos, mitad rey de Eria, mitad príncipe de Orka. Jimin interrumpió sus pensamientos arrojando un poco de nieve a sus pies mientras reía por la cara sorprendida de Yoongi.
-Déjame ser un poco romántico contigo, criatura-pidió el rey de Eria cruzándose de brazos para refugiarse bajo la capa.
-Me gustas como eres-dijo Jimin únicamente. Yoongi apartó la mirada del joven silfo y lo escuchó reír cuando sintió el calor inundar sus mejillas patentando su sonrojo.
-¿Vas a bajar ya o vas a dejar que me congele aquí?-preguntó intentando desviar el tema. Jimin negó con la cabeza.
-Estoy pensando en volverme a la cama y dejarte ahí abajo-chinchó el menor en un tono risueño.
-Jimin...por favor, baja rápido antes de que me hiele aquí abajo, quiero enseñarte algo importante-pidió el joven. El silfo volvió a sonreír ampliamente y asintió despacio.
-Dame unos minutos y enseguida estoy contigo-concedió por fin. Yoongi asintió y lo vio desaparecer de nuevo hacia la habitación.
Jimin se metió rápidamente en los aposentos y cerró las puertas para evitar que aquel clima helador siguiese traspasando sus huesos. Se vistió con la ropa del dia anterior y se colocó por encima su gruesa capa de invierno y sus guantes marrones para protegerse las manos de aquel intenso frío que estaba dejando el invierno. Luego salió en silencio y caminó deprisa por los pasillos cruzándose con los pocos habitantes del castillo que estaban despiertos a esas horas.
Cuando salió por la puerta hacia el patio, Yoongi ya estaba allí. Caminó entre la espesa nieve y cuando Jimin se acercó a él, simplemente lo abrazó por la cintura y lo elevó un poco del suelo para besarlo. Jimin rió en medio de aquel beso apasionado. Rió libre y feliz sin importarle quien les estuviese viendo.
Un par de muchachas pasaron a su lado y sonrieron cómplices cuando su rey dejó al silfo en el suelo. Les dedicaron una regia reverencia y continuaron su camino.
-¿A dónde vamos?-preguntó Jimin con curiosidad.
-No muy lejos, no quiero que te expongas demasiado con este frío-contestó el mayor pasando uno de sus brazos por la cintura del silfo, para acercarlo a su cuerpo. Comenzaron a caminar para salir del castillo y cuando traspasaron el arco de salida y se dirigieron hacia el bosque, el rey suspiró pesadamente.
-¿Me ocultas algo?-preguntó enarcando una ceja mientras se paraba en seco. El mayor negó con la cabeza.
-Te contaré una historia-comentó con una sonrisa mientras entrelazaba su mano con la del silfo que estaba cubierta por el suave guante marrón. -Años atrás, un joven príncipe de Eria caminaba por estos bosques ensimismado en las historias que crecían en su cabeza. Inventaba historias de dragones y princesas en apuros para no sentirse tan solo-comenzó a contar el rey. Comprobó como el silfo, que caminaba de su mano lo miraba con curiosidad.
-Un día el príncipe, en uno de esos paseos, se chocó con una chica el el bosque. El chico quedó embelesado por ella desde el primer momento.
-¿Eres una princesa?-le preguntó. La joven negó asustada con un arco en las manos y el chico solo sonrió. Desde luego no le parecía una princesa como las que su madre le describía. Desde ese momento supo que ya no quería una princesa a la que salvar. El príncipe caminaba siempre a la misma hora por el mismo lugar para encontrarla y poder compartir su tiempo con ella. La muchacha humana y el príncipe se hicieron inseparables. Él conseguía escaparse siempre para verla, cazaban juntos, caminaban, charlaban y discutían mucho.
Un dia el joven comenzó a ver más allá de la chica inocente y risueña que había conocido, a una muchacha preciosa y valiente que despertaba su corazón solitario. Meses después, con el corazón latiendo alborotado, el joven la abrazó como hacia comunmente y le pidió permiso para besarla. Ella se extrañó, pues el joven nunca había mostrado ningún tipo de interés por ella más allá que su amistad y ella nunca se había interesado por encontrar un marido.
-¿Qué hizo ella?-preguntó el silfo curioso. Yoongi sonrió.
-Se encogió de hombros-respondió únicamente.
-¿Se encogió de hombros?-volvió a preguntar Jimin con una sonrisa. Yoongi asintió.
-Si. Luego dio un paso hacia él y lo besó. Con el tiempo y las dificultades, al final acabaron por comprometerse y casarse. Juntos ocuparon el trono de Eria. Y desde ese entonces fueron felices durante muchos años. Tuvieron un bebé y lo amaron hasta el fin de sus días-terminó de contar. Jimin sonrió levemente y apretó sus manos bajo la capa que lo cubría.
-¿Eran tus padres verdad?-preguntó únicamente. Yoongi asintió levemente y luego se paró en un pequeño claro donde los rayos del poco sol que había salido se filtraban entre la maleza.
Jimin se paró en seco con él y contempló al rey invocar el poder de Eria que comenzó a mover algunas ramas a su alrededor. Como si se retirasen hacia los lados, las grandes ramas de los arbustos y los árboles comenzaron a desaparecer a derecha e izquierda dando paso a un pequeño caminito estrecho por el que se metieron en silencio. Caminaron durante un par de minutos y luego el camino desembocó en un pequeño claro nevado con una edificación de piedra en el centro. Yoongi tomó de la mano a Jimin y juntos se acercaron a la pequeña construcción. Yoongi hizo una reverencia y el silfo lo imitó sin saber muy bien que hacia. Luego se agachó para quitar la nieve de la pequeña placa.
-Que Eria guíe vuestros espíritus-leyó Jimin en un susurro. Su corazón se encogió cuando comprendió de qué se trataba aquel pequeño panteón en medio del bosque. Se irguió y Yoongi sonrió con un gesto lleno de tristeza.
-Es hermoso-musitó el silfo. Yoongi asintió, mudo por las lágrimas y contempló cómo el silfo se agachaba de nuevo frente a la placa.
El silfo suspiró nervioso y apartó un poco de nieve del suelo. Posó sus manos sobre la húmeda hierba que se encontraba aplastada e invocó con fuerza su poder sagrado. De sus manos, un par de rayitos azules surgieron y se estrellaron contra el suelo. Yoongi miró hacia el lugar y justo cuando el silfo retiró las manos, un par de dalias azules florecieron al lado de la placa con el nombre y la frase en recuerdo de sus padres. Yoongi jadeó emocionado y cuando Jimin se incorporó de nuevo a su lado, lo atrajo delicadamente hacia su cuerpo estrechando su cintura y dejó sus frentes pegadas mientras ambos se mantenían con los ojos cerrados.
-Te amo-dijo el mayor en voz alta. Jimin abrió los ojos impactado por aquellas palabras y sus miradas azules impactaron como un sonoro trueno en medio de la noche. Quiso contestarle que él también le amaba, que le había amado todo ese tiempo, pero el rey no le dio tiempo ya que juntó sus bocas en un encuentro desesperado y ambos bebieron de aquel beso como dos locos sedientos en el desierto. Cuando el aire comenzó a faltarles, ambos se separaron a regañadientes. Se quedaron abrazados en silencio durante largos minutos mientras contemplaban emocionados el panteón de los padres de Yoongi, deseando en silencio que estuviesen allí con ellos.
-Quise que este fuera su lugar de descanso eterno ya que fue aquí donde se vieron por primera vez-explicó el mayor en un murmullo rompiendo el denso silencio que se había formado a su alrededor. Jimin abrió los ojos exageradamente y entonces comprendió todo.
-Tus padres estarían muy orgullosos de ti-aseguró con la nariz picándole por las lágrimas que amenazaban con salir. Yoongi negó con la cabeza.
-Si supiesen como te he tratado, mi madre me hubiese chillado tanto que la hubiesen oído hasta en el mar de Ilma y mi padre me hubiese obligado a pedirte perdón tantas veces que ni siquiera tendríamos vida para contarlas-objetó con una pequeña sonrisa plagada de tristeza. Quizá hubiese sido mejor así...los echo tanto de menos-añadió con melancolía. Jimin se separó un segundo y lo obligó a mirarlo a los ojos.
-Ellos te hubiesen entendido y yo ya te he perdonado, deja de castigarte-pidió el joven sujetando sus mejillas con cariño.
-Eres increíble, Jimin. ¿Sabes la razón por la que estamos aquí?-preguntó el mayor. El silfo negó despacio.
-Su historia siempre me ha inspirado y cuando te conocí, no quise darme cuenta de que ya no volvería a mirar a nadie como te miro a ti. Como mi padre, no quise darme cuenta de que el amor de mi vida se había presentado ante mi sin buscarlo. Sin saberlo te he amado como ellos se amaban. Como bien te conté una vez, sabes que mis padres estaban obligados a casarse mientras mi padre tomaba a mi madre como consorte. El cambió las leyes en Eria para poder casarse como iguales y ambos reinar en Eria como soberanos de todo el reino-empezó a explicar. Había llegado el momento de ser sincero con Jimin y consigo mismo y dejar actuar al corazón. Contempló en silencio la sonrisa del silfo y se contagió de su gesto.
-Tu y yo no somos muy diferentes, aunque procedamos de lugares que no tienen nada que ver. yo nunca te he visto como un príncipe, sino como mi igual, como el único hombre que quiero a mi lado, eres el primer hombre al que he amado y el único. Eres el gran amor de mi vida, Jimin-siguió diciendo. En ese momento agarró con cariño la mano izquierda del joven que contempló impactado como el joven rey de Eria, con un intenso rubor en sus mejillas, se deshacía del guante marrón y dejaba al aire la piel de su mano contra el frío del invierno. Se miraron a los ojos por un segundo y Yoongi se perdió en aquel azul. Aquellos ojos eran sin duda lo que quería ver cada mañana al despertarse y lo último que quería ver cuando llegase su hora. Era Jimin, era Jimin en su más pura esencia y era él para siempre.
-Cada vez que nuestro bebé te pregunte, me gustaría que le contases esta historia, sobre sus abuelos, sobre sus padres y sobre cómo fui incapaz de explicarte con palabras lo mucho que te amo-comenzó a decir con inseguridad. Había repasado aquellas palabras muchas veces durante la noche mientras contemplaba a Jimin dormir bajo la luz de la crepitante lumbre y aún así, en aquel momento ya no estaba seguro de si era aquello lo que quería decir. Tomó aire de nuevo y dejó ir por fin las palabras. -Así pues, Park Jimin, ¿me concederías el honor de unir tu magia con la mía en una sola y convertirte en mi esposo?-preguntó con la voz rota por la emoción de poder formular por fin aquella pregunta.
Y Jimin dejó de respirar por un segundo. Su corazón se aceleró ante aquellas palabras y se llevó las manos a la boca sin parar de balbucear. Asintió fervientemente y Yoongi se acercó con una sonrisa para deslizar el delicado anillo, que había sacado de su bolsillo, por el dedo desnudo de Jimin. Luego llevó la pequeña mano a sus labios y dejó un beso sobre sus nudillos. El silfo observó el bonito anillo de finas filigranas y pequeñas piedras azules engarzadas y gimoteó ahogándose en sus propios sentimientos y en la dicha de su corazón que latía desbocado. Sin esperárselo, Jimin saltó emocionado un par de veces y luego se abalanzó sobre el rey de Eria que rió enternecido por aquella reacción. Lo atrapó entre sus brazos y trastabilló hacia atrás por el impulso del silfo. No supo cómo ni de qué manera, pero perdió el equilibrio y terminó cayendo de espaldas en la nieve con la bonita criatura que no paraba de besar su rostro. Y aunque el frío y la nieve le caló hasta los huesos, su corazón se llenó de todo aquello a lo que se había negado. Y allí, en un páramo perdido del bosque, ante el panteón de los anteriores reyes de Eria, todo volvía a tener sentido en sus vidas. Ya no había miedos, solo esperanza y amor en sus almas.
Jimin estaba seguro de haber notado como las ramas de los árboles que cubrían el claro se agitaba ante el viento alegre del poder de Eria.
Unos días después, Yoongi paseaba nervioso por la habitación con todo revoloteando a su alrededor mientras Jimin terminaba de vestirse.
-Amor mío-dijo el silfo para llamar su atención. El aludido se giró y contempló cómo el joven, que estaba terminando de abotonar una gruesa capa de invierno sobre sus hombros lo miraba con una pequeña sonrisilla. -Cálmate...vas a volar el castillo-pidió risueño.
-Lo siento, es que no consigo quedarme tranquilo, voy a pedir tu mano al rey de Orka y a decirle que estás gestando un hijo mío-comenzó a decir en balbuceos casi incomprensibles.
-¿Acaso te crees que mi padre no sabe a lo que viene? Además, yo ya he dicho que sí y no le haría venir si nuestro enlace no fuese inminente-explicó el silfo tranquilamente.
-¿Es adivino?-preguntó irónicamente. Jimin negó con la cabeza y chascó la lengua con fastidio.
-No, pero todo el reino habla y las hadas son unas cotillas-admitió Jimin con una pequeña sonrisa divertida. -No hemos sido muy discretos últimamente, nos hemos besado en cada esquina de este castillo y nos han visto paseando juntos sin escondernos-añadió sentándose en el borde de la cama para abrocharse las botas. Yoongi suspiró y se dejó caer a su lado.
-Probablemente me mate y tú estás tan tranquilo-dramatizó el rey. El silfo dejó escapar una risilla y negó con la cabeza incorporándose. Se volvió hacia él y acogió tiernamente con sus manos la de su prometido.
-No va a matarte, aprobará esta unión el primero. El apreciaba a tus padres y te aprecia a ti. Además, tu hijo traerá prosperidad a nuestros reinos y mis padres estarán encantados-afirmó Jimin muy tranquilo Yoongi lo miró a los ojos y suspiró alborotándose el pequeño mechón oscuro que se escapaba siempre de su corona. Luego miró un segundo al cielo a través de los cristales de la ventana y pensó en cómo sus padres hubiesen estado encantados con Jimin y la pequeña criatura que venía en camino. Con una pequeña sonrisa, Jimin le dejó ver que todo iría bien y sintió de nuevo aquella palpitación extrema que le decía que esa pequeña felicidad no solo sería el futuro de Eria y el futuro de Orka, sino también de todos los reinos que formaban aquellas tierras.
Un par de golpes en la madera de la puerta interrumpieron los pensamientos de ambos. Sabían que había llegado el momento, así que cuando se miraron a los ojos, sus magias se entremezclaron calmándose la una a la otra.
-Adelante-indicó Jimin volviéndose hacia la puerta sin dejar de sujetar con firmeza las manos de Yoongi. La puerta se abrió despacio y la cabeza de Namjoon asomó por la puerta.
-Perdonad que os moleste-murmuró el sanador entrando un poco más para evitar que el frío se colase por la puerta. El rey le hizo un gesto para que pasase.
-No molestas Nam, ¿han llegado ya mis padres?-preguntó el silfo con una expresión cálida en el rostro.
-Están entrando en el castillo en estos momentos-informó el joven sanador. Jimin sonrió agradecido y emocionado por volver a ver a su familia.
-Ahora bajamos-avisó Yoongi. Namjoon asintió y se dio la vuelta para irse. -Nam, gracias-añadió con un ligero asentimiento. El joven correspondió el gesto y salió por la puerta dejándolos de nuevo a solas. Jimin se puso en pie con presteza, alisó su ropa y agarró a Yoongi de la mano para tirar de él.
-Estamos listos para esto, es nuestro futuro y nadie más ha de intervenir en nuestras decisiones. Voy a unirme contigo, mi destino y vamos a tener un hijo. Nada ni nadie se va a interponer, asi que quédate tranquilo y deja que mi magia te calme ¿vale?-dijo Jimin agarrando con cariño las mejillas del rey que no parecía poder calmarse de ninguna manera. -Todo va a ir bien mientras estemos juntos-recordó acercándose a su boca para besarle. Yoongi se recreó en aquel beso y lo apretó contra su cuerpo. Los labios de Jimin se habían convertido en su hogar.
-¿Estás preparado para conocer a mis padres?-preguntó cuando se separaron y juntaron sus frentes. El mayor asintió levemente y Jimin sonrió acariciando su mejilla.
-Te amo con todo mi corazon Min Yoongi y ellos va a amarte como yo lo hago-aseguró el silfo. Se tomaron de la mano y juntos salieron por la puerta para dirigirse hacia el patio. Cuando descendieron por las escaleras del primer piso hacia la entrada del castillo, los ojos del más joven se aguaron al ver el frondoso carruaje tirado por los dos caballos blancos.
Un hombre de larga barba blanca, ataviado con una gruesa túnica verde oscura y una ostentosa corona de vegetación sobre su cabeza ayudaba a bajar del carruaje a una delicada mujer que sonreía entre sus brazos. Yoongi se fijó en la similitud de las coronas sobre sus cabezas y en los colores a juego de sus ropas. Todo el mundo a su alrededor hizo una reverencia cuando los dos reyes de Orka se plantaron inmóviles frente a la multitud. Jimin miró a Yoongi que asintió con firmeza y entonces el silfo comenzó a caminar lentamente para acercarse a su familia. Cuando llegó a su lado, se quedó allí inmóvil sin saber muy bien cómo reaccionar ante toda la corte.
-Padre-masculló Jimin visiblemente emocionado mientras hacía una regia reverencia frente a su padre. El hombre sonrió y agarró a su hijo de los brazos.
-Jimin, hijo mío, que alegría verte, ¿estás bien?-preguntó emocionado por tener a su hijo de nuevo frente a él. Jimin asintió y palmeó con delicadeza los brazos de su padre.
-Perfectamente papá-aseguró con la misma sonrisa ilusionada. -Venid, os presentaré al rey-añadió. Agarró a su madre de la mano y caminó junto a ellos entre la nieve para colocarse frente a Yoongi que tenía una mueca nerviosa en el rostro.
-Papá, mamá, este es Min Yoongi, rey de Eria y señor de las cinco provincias-presentó Jimin dedicándoles a todos su sonrisa más bonita. -El dueño de mi corazón-quiso añadir. Contempló a sus padres realizar sendas reverencias ante Yoongi y su corazón se aceleró cuando él las correspondió ante ellos.
-Yoongi, estos son mis padres, Park Haneul y Park Eungi, señores del milenario Bosque de Orka-anunció Jimin con solemnidad.
-Bienvenidos a Eria-dijo Yoongi únicamente acompañando sus palabras de un pequeño gesto de respeto que realizó con la cabeza. Los padres de Jimin se miraron de reojo con una sonrisa.
-Min Yoongi, por fin tengo el honor de conocerte en persona-comenzó a decir su padre. Jimin sonrió ante el cálido tono del hombre pero algo lo distrajo de aquella conversación. A su lado, las delicadas manos de su madre apresaron su antebrazo sobre la capa que cubría su cuerpo.
-¡Mamá!-exclamó el silfo girándose hacia su madre con una enorme sonrisa.
-Jimin, mi estrella-murmuró la mujer cuando su hijo la sostuvo entre sus brazos. Jimin sollozó cuando la magia de su madre inundó su ser y tuvo que retener las lágrimas cuando la mujer lo acunó en aquel abrazo tan estrecho.
Los había echado de menos. Eran sus padres y siempre había convivido con ellos. Después de que su hermano se casase y se mudase a los desiertos de tierra y de que Nikki los dejase para viajar con su humano, Jimin se había quedado solo con ellos preparándose para ser el sucesor de su padre llegado el momento.
De pronto, su madre aflojó el abrazo sintiendo la magia de su hijo y se apartó como si quemase. Abrió los ojos exageradamente y se llevó las manos a la boca visiblemente emocionada. Jimin supo que lo había notado, así que la abrazó de nuevo para evitar que dijese nada.
-No digas nada, quiero contárselo a papá más tarde-susurró para que nadie más pudiese escucharlos. La mujer sonrió y apretó con fuerza a su hijo.
-Oh cariño, gracias a Orka-exclamó la reina en un susurro.
-Y a Eria-añadió el silfo con una tímida sonrisa. Su madre se separó despacio y lo miró con los ojos muy abiertos. Ambos giraron la cabeza y miraron a Yoongi que estaba devolviéndole el saludo al rey de Orka.
-¿Así que es verdad?-preguntó la mujer sorprendida. Jimin asintió despacio. Él sabía a ciencia cierta que los rumores se habían extendido por toda Eria y sus provincias ante la idea de un nuevo enlace entre el príncipe de Orka y el rey de Eria.
-No se muy bien como ha pasado, pero sí, es él, por eso estáis aquí-declaró el silfo mirando fijamente a los ojos de su madre. Sabía perfectamente que Yoongi lo estaba escuchando a través de su magia así que sonrió cuando comprobó con su lazo invisible, como el corazon del joven latía alborotado por todo lo que estaba sucediendo a su alrededor.
-Benditos seáis hijo mío-contestó la mujer emocionada.
Jimin sonrió enternecido por las palabras de su madre, pero justo cuando iba a responderle, un alboroto acompañado de cascos de caballos surgió a la entrada del castillo. Todo el mundo se volvió hacia allí cuando un pequeño carruaje irrumpió en el patio.
Jimin enarcó una ceja. No esperaba a nadie más y las cortinas del interior del carruaje no dejaba ver a los pasajeros.
La puerta del vehículo pareció abrirse a cámara lenta, y Jungkook volvió a acercarse para tender la mano a quien fuera que estuviese dentro. Una joven de cabello rubio recogido en una larga trenza y ataviada con un amplio vestido humano y una capa de lana marrón descendió por las pequeñas escaleras hasta tocar el frío suelo con sus botas. Tras ella un hombre de edad similar a la de la muchacha abandonó el carruaje y se colocó al lado de la joven.
Jimin dejó escapar un sollozo al ver a la muchacha que miraba todo a su alrededor completamente hipnotizada.
-Nikki-dijo dejando escapar un jadeo. Cuando sus miradas se encontraron en medio del patio, la chica sonrió ampliamente y sus ojos se llenaron de lágrimas al igual que los de su hermano. El joven olvidó todo tipo de protocolos y atravesó a la carrera la distancia que lo separaba de su hermana. Se abrazaron durante largo rato y luego el silfo abrazó también a su cuñado que palmeó su espalda ilusionado por volverlo a ver.
-Hermano-musitó únicamente Jimin cuando el joven esposo de su hermana se separó de él y se miraron con intensidad. Seulki sonrió por el nombre con el que le había llamado y a su lado Nikki sonrió llena de orgullo.
-Venid, os presentaré al rey de Eria-volvió a decir una vez más. Entrelazó la mano de su hermana y de su cuñado y arrastrándolos entre la nieve.
-Yoongi, te presento a mi hermana, Nikki-anunció con aquel tono de voz encantadora que dejaba ver lo emocionado que se encontraba en ese momento. Nikki sonrió ante la magia alborotada de aquellos dos y luego dio un paso para ponerse frente al joven rey. -Y el es mi cuñado Choi Seulki-añadió viendo como el humano imitaba los pasos de su mujer. Ambos jóvenes realizaron una cordial reverencia ante el rey que se removió en su lugar. Les devolvió una pequeña reverencia y luego contempló a Jimin que no podía parar de sonreír. Por fin sus padres y su hermana estaban a su lado aunque fuese por unos días. Por fin sus dos mundos habían colisionado y estaban preparados para unirse en uno solo.
-Ahora que estais aqui, deberíamos ir todos a descansar, habéis viajado desde muy lejos y tendremos tiempo de conocernos y hablar más tarde. Nos reuniremos en el desayuno-comunicó Yoongi hablando para todos los allí reunidos. El rey de Orka asintió frente a él.
-Me parece estupendo, gracias por dejarnos alojarnos en tu castillo Yoongi-respondió el hombre con una agradable sonrisa.
-Es un placer, majestad-añadió Yoongi educadamente. La reina le dedicó una bonita sonrisa y una pequeña reverencia en agradecimiento. Se alejaron un par de pasos y Jimin supo que les estaban dando un poco de intimidad.
-Iré a enseñarles sus habitaciones a mis padres y a mi hermana, enseguida me reúno contigo-informó Jimin acercándose hacia Yoongi. El joven rey contempló su sonrisa y asintió.
-Claro, te espero en la habitación-contestó Yoongi. Se quedaron parados el uno frente al otro sin saber que hacer, ya que todos los presentes les estaban mirando, así que el mayor, dio un paso hacia él y besó su frente con cariño mientras acariciaba sus manos.
Jimin sonrió ante aquel breve contacto en su piel y luego se dio la vuelta para caminar con su familia hacia las habitaciones de los invitados.
-El rey es muy amable-comentó Seulki. Su suegro le dio la razón con un asentimiento firme.
-Y muy guapo-añadió Eungi agarrándose del brazo de su marido.
-Muy guapo-corroboró Nikki con una sonrisa. Jimin asintió y contestó a su padre que halagaba profundamente el funcionamiento del castillo intentando desviar el tema que parecía estar incomodando a su hijo.
Caminó rápidamente hacia los aposentos que compartía con Yoongi desde unos pocos días atrás cuando se habían reconciliado. Había dejado a sus padres en una de las habitaciones de invitados del castillo y a su hermana y su cuñado en la otra para que pudiesen descansar y luego había puesto pies en polvorosa para correr hasta los brazos de su amado rey que le había prometido esperarlo en la que ya podía llamar su habitación.
El frío del invierno traspasaba las capas de ropa y helaba los huesos del silfo que había pasado demasiado tiempo esa mañana revoloteando por todos lados, intentando que todo fuese lo suficientemente acogedor para sus padres, su cuñado y su hermana y la tarde la había dedicado a adecentarse lo más posible a pesar de su magia absolutamente descontrolada. Desde que se había separado de Yoongi hacía solo unos minutos, lo único con lo que había soñado el silfo había sido con volver a su brazos cálidos.
Atravesó el pasillo y casi tiró la puerta de sus aposentos asustando al rey que ya se encontraba en su interior. El calor de la chimenea le golpeó en la cara y en el cuerpo y cuando se internó en la habitación y dejó el frio exterior, un escalofrió le recorrió la espalda.
-¿Ha ido todo bien?-preguntó Yoongi acudiendo a su encuentro.
-Si, parece que a mi familia le encantas-aseguró el silfo. -Te lo dije- añadió con una sonrisa.
-Estupendo, así no pondrán muchas pegas a nuestra unión y a nuestro bebé-farfulló el mayor acercándose a grandes pasos para envolver el pequeño cuerpo de Jimin entre sus brazos.
-Mi madre ya lo sabe-admitió Jimin con una tímida sonrisa. Yoongi abrió los ojos sorprendido. -Lo ha notado en cuanto me ha abrazado y está encantada con la idea-terminó de explicar el silfo.
-Me alegro muchísimo, criatura-admitió el mayor sabiendo lo importante que era para Jimin que su familia aceptase todo lo que estaba sucediendo en sus vidas. Se quedaron en silencio por unos segundos y luego Jimin se volvió hacia la chimenea que no paraba de crepitar.
-¿Y eso?-preguntó sorprendido al encontrar una bañera de madera frente a las brasas. Yoongi lo cogió de la mano y sonrió acercándose hacia allí.
-He mandado que te preparen un baño relajante, tienes que estar congelado de tanto pulular por el castillo-explicó el rey entrelazando los dedos de Jimin que sonreía sin poder evitarlo ante aquel precioso gesto de su prometido. -¿Te apetece?-preguntó el mayor con una mueca de inseguridad.
-Me vendrá de maravilla-aseguró el silfo. Se acercó con parsimonia a la bañera y sumergió levemente los dedos en el agua tibia haciendo revolotear a su alrededor todos los pétalos que recubrían la superficie.
Yoongi lo miró absorto, preguntándose cómo era posible que aquella belleza fuese real y que cada movimiento que hacía fuese incluso más perfecto que el anterior. Lo contempló a una distancia prudencial comenzar a desabotonar los botones de la gruesa capa y dejarla caer en el suelo a sus pies como si fuese una cascada de tela. El mayor tragó saliva ante la figura perfecta de aquel ángel en la tierra y balbuceó nervioso cuando Jimin se volvió a mirarlo con una pequeña sonrisa.
-¿Me ayudas con los botones de la espalda?-preguntó en un murmullo. Yoongi asintió y se apresuró a acercarse para desabrochar la espalda de la túnica de Jimin. Paseó las yemas de los dedos entre la tela y cuando terminó, el resto de la ropa acompañó a la capa en el suelo. Jimin se dejó acariciar y besar en la espalda y la parte trasera de los brazos y se recreó en cada roce de los labios de Yoongi, tibios contra su piel.
El rey se incorporó. Deslizó uno de sus brazos por la espalda del silfo y colocó con cuidado el otro por detrás de sus rodillas para elevarlo del suelo. Jimin se dejó cargar por el joven y este lo trasladó hacia la bañera caliente. Lo dejó sumergirse en el agua lentamente y disfrutó de la enorme sonrisa que se extendió en su rostro cuando el agradable calor se extendió por su cuerpo.
-Esto es el paraíso-comentó en un suspiro. Sumergió la cabeza por un segundo y cuando emergió del agua pudo ver a Yoongi arrodillado al lado de la bañera.
-Disfrutalo mi amor, te lo mereces-dijo el rey únicamente con las mejillas levemente sonrojadas. Todavía se le hacía extraño dejar que su corazón hablase por él y tener aquellas palabras tan íntimas con el silfo, pero cuando este le sonrió ante el romántico apelativo, el lazo invisible que compartían tironeo provocándoles a ambos unas ya conocidas mariposas en el estómago.
-Ven, bañate conmigo-pidió el silfo sacando un brazo de la bañera para entrelazar sus dedos con los de Yoongi.
-¿Es lo que deseas?-preguntó este mirándolo fijamente.
-Sí-murmuró Jimin únicamente. Y el rey de Eria volvió a caer rendido ante aquellos ojos preciosos que lo escrutaban.
Yoongi asintió despacio y se liberó de la casaca dejándola sobre la cama a su espalda. Luego desabotonó la camisa blanca y se deshizo de las botas y los pantalones ante la atenta mirada de Jimin que sonreía apoyado en el borde de la bañera. Totalmente desnudo se dirigió hacia allí con paso rápido y se internó en el agua caliente tras la espalda del silfo que le hizo hueco para que estuviese comod. El más joven sonrió cuando se acomodó contra el pecho de Yoongi y este lo abrazó con fuerza contra su cuerpo.
-Déjame lavarte, mi rey-pidió Jimin con un susurro. El rey negó levemente y acarició sus brazos con delicadeza.
-Yo te lavaré a ti-sentenció. El joven silfo bufó frustrado.
-Solo quiero mimarte un poco, Yoongi-objetó el muchacho ante la reticencia del rey.
-Ya lo se, pero yo también quiero consentirte a ti,somos iguales, ¿recuerdas mi amor?- -No me trates diferente solo porque voy a darte un hijo, sigo siendo yo, sigo siendo el mismo y soy un guerrero de Orka-pidió sinceramente. Yoongi suspiró con fuerza.
-Y de Eria próximamente-añadió el rey orgulloso. El más joven asintió despacio y sacó el brazo del agua. Alzó la mano y la estiró frente a sus ojos para dejar ver el anillo que adornaba su dedo. Yoongi sonrió contra su pelo y dejó un pequeño beso allí donde tocaban sus labios.
-Aun no me lo creo-murmuró el silfo sin dejar de mirar la pequeña joya. Yoongi titubeó y luego deslizó las yemas de sus dedos con delicadeza por el hombro y el brazo de Jimin. Delineó la fina muñeca y entrelazó los dedos con los de su destino.
-Yo tampoco, siempre esperé ver el anillo de mis padres en la mano de alguien a quien no amase realmente o que me hubiese sido impuesto-declaró. Jimin bufó ante aquella idea de que Yoongi hubiese tenido que estar ligado a alguien que no fuese él mismo pero a la vez sintió la resignación que emanaba de su destino que acariciaba su pecho bajo el agua tibia. -A ti te queda infinitamente mejor, estoy seguro-añadió muy seguro de aquella afirmación.
-¿Como es aquí en Eria?-preguntó Jimin en un murmullo. El mayor se quedó unos segundos en silencio esperando la pregunta completa. -Quiero decir, ¿tú no llevarás un anillo?-volvió a preguntar. El mayor alzó una ceja y apretó ligeramente la mano de Jimin que seguía entrelazada con la suya.
-¿Te gustaría que lo llevase?-inquirió Yoongi confuso. Él nunca se había planteado aquello de compartir una joya que simbolizase su compromiso y su matrimonio con alguien. Sintió a Jimin asentir contra su pecho y una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro ante la idea de llevar una joya gemela, a la que ahora le pertenecía al silfo, en su dedo.
-Me gustaría, aunque si para ti es suficiente con la conjunción de nuestras magias para mi también lo será-comentó Jimin con sinceridad. El mayor asintió despacio.
-Lo pensaré-dijo Yoongi únicamente. Abrazó con más fuerza al joven que reposaba entre sus brazos y se sumieron en un absoluto silencio únicamente interrumpido por el crepitar del fuego de la chimenea.
-Una cosa más, criatura, no te trataré diferente porque vayas a darme un hijo. Se que eres un guerrero y que eres el ser más poderoso de este castillo, es solo que estoy asustado-comentó unos minutos después rompiendo el silencio que se había formado a su alrededor.
-Yo también lo estoy, esto es nuevo para los dos-respondió Jimin intentando tranquilizarlo un poco.
-Tener un hijo es una responsabilidad que debe meditarse mucho-añadió únicamente. El silencio volvió a cernirse a su alrededor, pero no duró mucho ya que Jimin sonrió con picardía dispuesto a fastidiar un poco a su destino.
-No te he visto meditar ni una sola vez de la que nos hemos acostado-chinchó el silfo con una sonrisa. Yoongi dio un respingo a su espalda y el agua se removió a su alrededor mientras Jimin no podía parar de reir.
-¿No querías consentirme? Pues calla y no me molestes-pidió el rey totalmente sonrojado. Jimin se acurrucó más en sus brazos y se giró levemente para acariciar su rostro.
-¿Como puedes ser tan tímido después de todo lo que hemos hecho?-inquirió intentando chinchar al rey a sabiendas de que aquellas palabras lo sonrojarían aún mas de lo que ya estaba.
-Jimin, por favor-rogó el mayor cubriéndose los ojos con una de sus manos. Jimin rió con fuerza y luego volvió a ponerse serio.
-Vale, me callo, pero vas a tener lavarme el pelo, estoy cansado-sentenció el silfo con una sonrisa.
-Silfo consentido-murmuró risueño. Escuchó a Jimin reir con una pequeña carcajada adorable y suspirar totalmente a gusto cuando comenzó a pasar sus dedos entre los mechones rubios para mojarlos.
Durante largo rato, Jimin y Yoongi se dedicaron a cuidar y mimar al otro en el reducido espacio de aquella bañera. Sumidos en un estado de paz y absoluta relajación, Yoongi sintió como el joven silfo iba quedándose dormido entre sus brazos. El agua se estaba quedando fría y le molestaba tener que moverse y que aquel idílico momento tuviese que terminar, pero por un momento por su mente cruzó la idea de que si todo salía bien en los meses venideros, aquello podría ser para toda la vida. Dejó ir una pequeña sonrisita esperanzada.
-Mi amor-llamó acariciando su mejilla. El joven solo profirió algunas palabras que el mayor no pudo entender. -El agua se está quedando fría, vamos a la cama-añadió Yoongi pacientemente mientras intentaba molestarlo lo menos posible.
Jimin abrió los ojos lentamente y asintió un poco desorientado. Se movió para dejar salir a Yoongi que se envolvió en una de las mantas que habían dejado en una silla frente al fuego y se secó todo lo rápido que pudo. Luego extendió otra de las mantas y la calentó un poco más para después acercarse a la bañera. El silfo lo miró con los ojos brillantes por el sueños y se alzó con dificultad para salir de la bañera. Yoongi lo agarró de la mano y lo envolvió con delicadeza por la espalda.
-Gracias-murmuró. El mayor no dijo nada, solo beso delicadamente su nuca y luego se acercó hacia la nueva cómoda que habían instalado en la habitación para Jimin. Sacó algo de ropa limpia para dormir y se dirigió hacia el chico que se había desplazado hacia la cama.
-Ponte esto antes de que cojas frío-pidió retirando la manta que lo cubría para pasar por su cabeza un suave jersey para dormir. Jimin estiró los brazos y los metió por las mangas.
-Vístete tu también, puedes resfriarte-comentó preocupado mientras veía a Yoongi desdoblar unos pantalones de la misma tela que el jersey.
-Tu primero, te ayudaré-dijo el joven rey agachándose para enfundar las piernas de Jimin en los cómodos pantalones marrones
-Estoy tan cansado-murmuró el joven reprimiendo un tímido bostezo. El rey sonrió levemente y acarició con cariño su cabello.
-Lo sé, te lo noto. Tu magia es un torrente-aseguró Yoongi retirando las mantas para que se acostase. Jimin asintió y se deslizó en el hueco que Yoongi le había hecho. Tuvo que contenerse para no sollozar al posar la cabeza sobre la almohada por el alivio de poder descansar al fin.
Cuando Jimin se hubo acomodado, Yoongi se deslizó por la habitación en silencio para ponerse su ropa de dormir. Para cuando llegó a la cama, el silfo lo contemplaba con ojos somnolientos pidiendo por su calor y su compañía.
-Duerme mi hermosa criatura, estaré aquí cuando despiertes-murmuró yoongi arropando más a Jimin con las cálidas mantas de la cama.
-Somos uno-musitó el silfo acurrucándose más contra su cuerpo cálido. El rey asintió despacio y besó su boca delicadamente.
-Somos uno-repitió. Cerró los ojos y se dejó envolver por aquel aura tan cálida que sus magias creaban a su alrededor. Aunque aún no estuviesen juntas por el rito de la conjunción, se mezclaban desbocadas en un estrecho abrazo de puro amor.
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Hola a todos :)
Bueno, ya estoy un miércoles más por aquí, esta vez un poquito más tarde de lo normal, pero quería publicar este capítulo, que es mi favorito hasta el día de hoy, ya que el miércoles que viene no habrá Eria. Resulta que empiezo a tener exámenes en la universidad y no me va a dar tiempo de tener el siguiente listo, pero en cuanto pueda yo os lo subo.
No digo nada, pero que sepais que la canción que he dejado en multimedia, es la canción de Eria y tenia que estar sin falta en este capítulo.
Y nada, me paso super rapido por aqui, porque tengo que cenar y dormir y casi es medianoche. Este capítulo me gustaría dedicármelo a mi misma si me permitís. Por seguir adelante, siempre, con todo y pase lo que pase. Solo eso.
Espero que os haya gustado.
Nos leemos en el siguiente :)
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