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Capítulo 1

Se movía en silencio sobre los tejados. El sol acababa de salir entre las montañas y le daba a la niebla un tono amarillento. Como si todo el valle estuviera cubierto de polvo de oro.
Era una sombra.

No, una sombra no.

-Soy un gato-. Susurró continuando con su viaje entre los tejados de teja marrón y roja. Las marrones tenían el tono del chocolate, como el que había visto una vez en uno de los puestos del mercado. Siempre había tenido curiosidad sobre su sabor, pero el chocolate era una delicia a la que solo la gente con dinero podía acceder.

Las rojas las evitaba. Odiaba el rojo.

Desde su posición, en lo alto del tejado de una casa señorial, probablemente de un miembro de la baja nobleza, podía ver con claridad a la gente que se dirigía a la plaza mayor, como pequeñas hormigas al hormiguero. 

-Un gato no sigue el mismo camino que las hormigas, lo hace si quiere... y yo no quiero-. Murmuró caminando hacia el borde del tejado.

¿De qué servía hacer la prueba de compatibilidad cuando sabías que ibas a tener un resultado mediocre? Si tenías suerte serías alquimista- Una suerte que solo tenían dos o tres personas-, si no la tenías serías sirviente, soldado o peor: absolutamente NADA y él no quería no ser nada. En ese momento solo quería ser un gato que observaba a las hormigas mientras aceptaban el destino que un trozo de metal grabado imponía para ellas. 

Saltó hacia el siguiente tejado pero sus pies perdieron el agarre antes de poder estabilizarse y cayó sobre algo blando que recorría en ese momento los callejones. 

Ese algo se quejó y lo empujó con toda la fuerza de la que disponía, haciendo que se golpeara con relativa fuerza contra la pared contraria. El chico emitió un quejido de dolor y le bufó, molesto. Como un gato.

- ¿Qué diantres...? ¿De dónde has salido? 

Sus miradas se encontraron. Era una muchacha pelirroja, bajo la capa austera de color azul marino se ocultaba un cuerpo voluptuoso ataviado con un elegante vestido azul cielo, hecho con finas telas.

Era más bien de baja estatura con la cara en forma de corazón, el largo cabello rojo estaba recogido en una trenza elaborada y adornada con pequeños detalles como cuentas de cristal con forma de estrella y unos ojos grises que lo miraban con arrogancia, molestia y confusión.

-No eres de aquí-. Se limitó a responder el chico.

Antes de que ella pudiera responder,él ya buscaba una manera de volver a los tejados, no quería tomar el examen de compatibilidad.

-Espera. La plaza no es por ahí.

-Lo sé. No tengo intención de seguir a las hormigas.

- ¿A las hormigas? ¡Como sea! Debes hacer el examen de compatibilidad o te arrestarán-. Ella se levantó con agilidad y entrelazó uno de sus brazos con el del chico, arrastrándolo-. Mi nombre es Rosemary ¿El tuyo?

La miró con molestia. No le importaba su nombre ¿Por qué quería saber el suyo? ¿Por qué lo arrastraba a la plaza? ¿Por qué tenía tanta fuerza?

-Ethan…- Contestó dejando de resistirse. No iba a lograr nada.

La plaza estaba llena de gente y ruido. Ethan no soportaba ninguna de esas cosas.

Le dolían los oídos. La chica ya se había ido, dejándolo al final de la cola. Todo el lugar estaba lleno de guardias, como siempre ocurría en los momentos importantes para evitar desastres. Dos chicos se pusieron tras él, hablando con entusiasmo y dos tonos más alto de lo normal, teniendo a su interlocutor a dos pasos. Ahora estaba definitivamente atrapado ahí.

Maldijo a las hormigas y a sus túneles de cuerda que los obligaban a ir en una sola dirección.

Miró a un lado, donde se iban colocando las personas que ya habían tomado la prueba.

Sirvientes: compatibilidad 4-5
Soldados: compatibilidad 6-7
Alquimistas: compatibilidad 8-10

El grupo más numeroso era el de los que lloraban, consolados por sus familias por no haber conseguido ni un cuatro.

Su mirada se posó en la única persona que había en el grupo de alquimistas. Una chica, sus padres debían ser artesanos o de la baja nobleza, sus ropas parecían hechas con telas lujosas de color marfil con bordados de hilo de oro y el cabello rubio recogido en un elaborado peinado adornado con cuentas, al igual que Rosemary. Tenía una mirada de superioridad en sus ojos castaños.. 

Notó un empujón en la espalda y se giró, los dos chicos ruidosos lo fulminaron con la mirada y señalaron al frente. Ya no hay nadie delante de él. Avanzó lentamente hacia la mesa vacía. Todos lo miraban con atención, ahora solo había un silencio expectante; todo el mundo conocía a Ethan, el hijo de la prostituta borracha de la calle del mercado. El niño loco que hablaba solo y hacía cosas extrañas. 

Se tomó su tiempo para examinar todo y se encontró a Rosemary mirándolo desde el balcón del palacio, junto a la familia real; el alquimista de la mesa vacía lo miraba con impaciencia y hostilidad, como si hubiera olvidado que hacía solo un par de años ese lugar había sido su hogar, Ethan sí lo recordaba, varias veces lo había visto en la plaza jugando con otros chicos de su edad. Lo había visto, claro. A él nunca le habían permitido unirse a los juegos, no era del agrado de los padres y los otros niños no lo comprendían, pero hacía mucho tiempo que todo eso había dejado de importarle.

Su madre, la mujer con la que compartía una habitación sucia en un callejón; los padres, que lo miraban con una mezcla de pena y asco, como a un gato atropellado por un carro; la gente de su edad, que lo despreciaba e, incluso a veces, agredía.  

No le importaba lo que pudieran decir de él.

Miró hacia abajo, la placa circular de metal gris ceniza con la runa de luz que parece brillar en plateado.

Esa placa era la que decidiría su destino. Ella lo sabía y se burlaba de él.

La runa convertía en luz la energía voluble- la energía necesaria para hacer funcionar las runas-, de ese modo, la intensidad de luz obtenida equivalía a la energía voluble que se poseía.

-Vamos, no tengo todo el día. Sostén la placa con ambas manos durante unos segundos. 

A Ethan no le gustó su tono. Le hablaba como si fuera mejor que él, pero no le quedaba más remedio que obedecer. 

Cerró los ojos y tomó la placa, estaba fría.

“No quiero no ser nada el resto de mi vida”. 

Abrió lentamente los ojos.

“Nada”. 

La placa se mantenía fría y totalmente oscura.

Entrecerró los ojos, como si no entendiera del todo la situación ¿Eso era todo? 

-Ya puedes irte-. La voz del alquimista se le antoja lejana.

“Murmullos.
Murmullos.
¿Por qué no se callan?
Me duelen los oídos.”

-Dije que te vayas.

“No quiero no ser nada.”

- ¿Me estás oyendo?

“No ser nada”.

-Llamaré a los guardias.

“Nada. Nada. Nada. Nada”.

Notó un chasquido en su cabeza, como si se abriera una puerta oculta. Los guardias se acercaban, pero la energía voluble ya recorría el cuerpo de Ethan como si fuera una avalancha. La placa de Ergathium empezó a brillar con una luz muy intensa y blanca, lo normal era que tuviera un tono violáceo.
Soltó la placa, como si le hubiera quemado y ésta golpeó la mesa, tardó unos segundos en perder intensidad.

Todas las miradas estaban puestas en Ethan, incluso la del rey, los guardias no sabían qué hacer. Todos trataban de recuperar la vista.

Ya nadie hablaba.

Ethan se estremeció, se sentía como si miles de diminutas patitas recorrieran su cuerpo por dentro y por fuera, era un cosquilleo desagradable.

Dio dos pasos atrás, lejos de la placa.

La luz se extinguió totalmente al tiempo que los murmullos volvían a inundarlo todo, Ethan se miraba los dedos de los pies, estremeciéndose y sintiendo ese desagradable cosquilleo.

- ¿Cuál es tu nombre, chico?

Alzó lentamente la mirada. Un hombre de lujosos ropajes lo miraba desde arriba, su cabello era del mismo color que el de Ethan pero ya empezaban a asomar las canas, una corona dorada brillaba en lo alto de su cabeza.

-Ethan.

“¿Cómo se atreve a hablarle así al rey? ¿Por qué no se inclina? No es más que un plebeyo ¿Quién se cree que es?”- Se decían los unos a los otros, escandalizados. 

- ¿Tus padres son campesino?

-Mi madre es prostituta... mi padre puede ser cualquiera.

- Tienes un nivel de compatibilidad incluso mayor que el mío.

-En ese caso me alegro por mí.

El rey sonrió.

- ¿Te gustaría convertirte en mi asistente personal?

La gente parece haberse olvidado de murmurar de pronto y gritaban escandalizados.

Se tapó los oídos, casi mareado. Quería irse. Se encogió.

El rey alzó la mano, molesto y todos se callaron.

El menor aún tardó un rato en levantarse y volver a mirar al rey. Tomó aire profundamente.

-Ni tengo capacidades de organización ni me interesa tenerlas. Ser asistente sería un desastre. Seré más útil como alquimista.

La gente vuelve a escandalizarse pero el rey sonríe de nuevo. Ni siquiera su hija le hablaba con ese descaro.

-En ese caso, serás alquimista-. Concluyó y se dio la vuelta para hablar durante un rato con uno de los alquimistas. Era el único que tenía runas negras en la túnica roja.

-Bienvenido a mi academia-. Le sonrió el anciano-. Puedes ir al grupo de alquimistas e ir conociendo a tu compañera.

Se sentó junto a ella, ahora ya no tenía esa mirada orgullosa.

Las pruebas siguieron todo el día.

“Nada, nada, sirviente, nada, soldado, nada, nada, nada...”.

Alquimista.

Era un chico, probablemente un campesino. 

Su piel estaba bronceada por trabajar al sol, tenía el cabello negro y desordenado y ojos verdes.

No parecía contento, ni orgullosos, ni enfadado. Era como si para él, ser alquimista y no ser nada tuviera el mismo valor.

Lo siguió con la mirada hasta que se sentó junto a él y siguió mirándolo sin disimulo.

Notaba el calor de su piel, como si el calor del sol se hubiera quedado atrapado bajo ella.

Le devolvió la mirada tras unos segundos.

-He oído hablar de ti. Dicen que estás loco-. Su voz era algo grave pero no demasiado, era la voz de un chico que aún no había terminado de madurar. 

-Puede que lo esté o puede que no ¿Quién tiene derecho a decir que esté totalmente cuerdo?

Esta vez era él quien lo observaba con interés. 

-Me llamo Oliver.

-Ethan.

Volvió a mirar hacia las mesas de alquimistas. Las pruebas seguían adelante.

“Nada, nada, nada, nada, nada, sirviente, sirviente, nada, nada, soldado, nada, …”

Miró de nuevo a Oliver, había perdido el interés.

- ¿Eres un campesino? ¿Cómo es ser un campesino?

Lo miró pensativo.

-Es... normal... te levantas temprano para atender a los animales y la granja. Cultivas, siembras, limpias, ordeñas, ... ¿Y tú?

- ¿Yo? Yo soy un gato. Paseo, duermo, mendigo comida o la robo cuando no me dan nada.

-Eso está mal.

- ¿Sobrevivir lo está?

-Robar lo está ¿Tu madre no te enseñó?

-Mi madre me enseñó a acostarme con hombres a cambio de dinero.

Abrió los ojos con una mezcla de confusión, horror, turbación y pena.

- ¿Nunca te dio cariño o…?

-No ¿Eso es lo que suele hacer una madre? Creía que solo se hacía con las mascotas.

Oliver desvió la mirada ¿Cómo podía haber vivido de esa manera? 

El castaño lo miró durante un rato, sin entender del todo su actitud. Se acostó dispuesto a dormirse. No tenía nada mejor que hacer.

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