Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

8. Shuffle

Una mezcla de música dance, gritos y risas llega hasta a mis oídos. Me aferro a mi momento de sueño, cerrando los ojos y saboreando los segundos antes de que la realidad me azote.

Me acurruco bajo la colcha, apretándola entre mis puños y hundiendo la cabeza en busca de ese calor reconfortante que ha velado mi sueño.

— ¡Venga ya, así no se baila! — La voz risueña de mi tía retumba por la casa.

Bailar... mi tía... Espera, ¿sigo en la fiesta?

Me incorporo de golpe, sobresaltada. Miro a mi alrededor, reconociendo a la perfección mi nueva habitación, mientras la realidad se abre paso entre la neblina de sueño. En cuestión de segundos, aún y cuando mi mente se balancea entre dos mundos, mi memoria se ve atacada por los recuerdos de la noche anterior: la fiesta; la llamada a mamá; la borrachera de la gente; mi llegada a casa en taxi; la llegada de Byron borracho; él durmiendo en mi cama y...

«¡Byron! Joder. Mi tía ya está despierta. Y si...»

Ladeo la cabeza de lado a lado, histérica. No lo veo por ninguna parte. Es más, ni siquiera estoy en el sofá en el que me quedé dormida, sino en mi cama. ¿Qué coño hago yo en mi cama? ¿Me habrá acostado Byron? Nah, lo dudo. Él me hubiera girado por la ventana. Si acaso, me habré despertado durante la noche y, presa del sueño, me he acostado yo solita al ver que ya no estaba. Seguro que es eso.

Bueno, sea como sea, me alegro de que Byron ya no esté aquí. Solo espero que mi tía no lo haya visto salir y así ahorrarme una explicación.

Me desperezo cual oso hambriento tras su época de hibernación, y salgo de mi cuarto con punzadas de curiosidad que rivalizan con el rugir de mis tripas. A medida que desciendo a la planta baja, la música y las risas se hacen más y más sonoras y, para más desconcierto, distingo una voz infantil y femenina que se mezcla con la de mi tía.

Con lo que imagino que será mi cara de alucine, asomo la cabeza al salón.

«¿Pero qué?»

Me quedo ojiplática. No sé qué es más raro, la verdad. Ver las dos coletitas rubias de una niña saltando de lado a lado por el salón, o la extraña mezcla que hacen ella y mi tía intentando bailar Shuffle Dance guiadas por un tutorial que se refleja en la pantalla del portátil.

Dios. Ahora que la primera impresión ha desaparecido, creo que me voy a morir de la risa aquí mismo. Sin embargo, mi risa se atasca para dar paso a un grito de sorpresa cuando siento una mano sobre mi hombro. Giro en un brinco.

— Hey, escapista — Dana sonríe de oreja a oreja, aparentemente despierta.

Sí, aparentemente. La tengo tan cerca de mi cara que puedo distinguir la espesa capa de maquillaje que lleva para disimular sus ojeras. Enarco una ceja, sopesando la posibilidad de preguntar qué pasó anoche para que Byron anduviera tan borracho y solo por la calle. Sin embargo, en cuanto Dana alza las manos y veo la enorme taza de café que se lleva a la boca, cambio de planes, se la arranco de las manos y me la adjudico para mí.

— Eh — protesta, y yo gruño en respuesta. — Vale, Bestia durmiente — alza las manos en sinónimo de paz y ríe. Ladea un poco la cabeza y mira la escena que hay tras mi espalda. — Espero que mejoren ese baile. — suspira. — Aunque lo veo difícil.

Tras el primer trago de café, ese que me devuelve a la vida igual que a un vampiro su chute de sangre diario, creo que ya estoy preparada volver a ver la escena que protagonizan mi tía y esa pequeña rubia de coletas alegres. Echo un vistazo y... No. Creo que sigo sin estar preparada para ver lo mal que lo hacen. Menudo espectáculo.

— ¿Quién es ese bichito que salta con mi tía y qué hace aquí?

— Oh, es Abby, la hermana de Byron — explica Dana.

Ah, la recuerdo. Bueno, en realidad recuerdo que tiene una hermana. Solo la he visto un par de veces cuando era un bebé. Creo que rondaría los dos añitos cuando la vi por última vez.

— Grace la cuida mientras Shavanna y Byron trabajan. — La miro, vuelvo a mirar a la pareja de bailarinas, y vuelvo a mirar de nuevo a Dana con las cejas enarcadas.

¿Acaso no es obvio que no se les da bien? Además, ¿qué hacen bailando? ¿Cuántos años tendrá ahora, seis?

Creo que Dana sabe exactamente lo que pienso, porque no tarda en aclarar mis dudas.

— Shavanna trabaja muchísimo y, bueno, está claro que Abby necesita que alguien se tome su tiempo para distraerla y que no la eche en falta. Qué mejor forma que... — Dana interrumpe la frase cuando un grito y un ruido sordo inundan la estancia. Giro la cara al tiempo para ver a mi tía tirada de culo en el suelo, mientras la niña se ríe de ella. — ¿bailar? — finaliza Dana, sin mucho entusiasmo.

Admiro a la niña por un segundo. Al igual que Byron, es una calca exacta de su madre; con su pelo rubio oscuro, una sonrisa preciosa y esos ojos azules llenos de vida. Aunque, a diferencia del capullo de su hermano, la pequeña tiene una cara angelical y no de continua mala leche. Aunque es guapo el muy petardo, y ayer... Ayer me llamó morenita de nuevo y...

— Ya. Y, ¿ese alguien que la enseña a bailar tiene que ser mi tía? — me fuerzo a seguir hablando porque no me gusta el rumbo que toman mis pensamientos. Aún puedo recordar la manera tan tonta e infantil en la que reaccionó mi cuerpo al escucharlo llamarme así. Qué traicionero.

— Oye, que también estoy yo — Suelta con fingido dolor. — ¿Por qué crees que he madrugado después de la fiesta de anoche? Créeme, sino fuera porque esa niña es un amor, me quedaría días enteros retozando en mi cama para subsanar la resaca.

Anda, hablando de resacas. Ahora que ya me he bebido media taza de café, creo que ya soy humana al completo, y puedo mantener una conversación más rica en detalles.

— Hablando de eso... ¿Me puedes explicar qué pasó anoche? — Dana frunce el ceño, confusa, así que me aseguro de que mi tía y Abby siguen a lo suyo antes de contarle lo sucedido. — Vi a Byron enfilar la calle con un pedo descomunal. En serio, se balanceaba de lado a lado. Tuve que bajar a buscarlo y dejarlo dormir en mi cama para que su madre no lo viera así. — Intento que no, pero creo que parece que le estoy echando la culpa a ella. Así que para enmendar el enfado que estoy segura que se plasma en mi voz, lanzo balones fuera. — Esta mañana no estaba y ni siquiera me ha dado un puñetero gracias.

Dana ha ido abriendo los ojos progresivamente mientras le contaba todo. Así que, a estas alturas, no me extraña ver que lo siguiente que abre para mostrar su asombro, es la mandíbula.

— Toma ya — alucina. — Lo sabía. Sabía que vendría a buscarte en cuanto se largó cabreado de la fiesta.

«Perdona, ¿qué?»

Sin palabras, le lanzo una advertencia. A la que Dana responde, sí, pero obviando mi aviso mientras habla y gesticula exageradamente con los brazos.

— No me mires así. Ya sabes lo que pienso de vosotros dos. Le gustas desde que éramos niños. Sois tal para cual — asegura. Y yo, como siempre que Dana insiste con su paja mental, pongo los ojos en blanco y resoplo.

¿Os he mencionado que está estudiando arte dramático? ¿Sí? Pues eso. Para ella, Byron y yo somos algo así como un cliché. Una película de lo más entretenida que le gusta ver y disfrutar, dirigir y moldear.

Donde cualquier persona vería a dos personas que se llevan mal, ella ve atracción. Lo que todos entendemos como frases sarcásticas, ella ve dobles sentidos, palabras de amor ocultas tras el veneno afilado de un "qué coño miras".

Y lo que yo, y cualquier persona, entendería como una jugarreta, ella lo interpreta como una llamada de atención silenciosa, al más puro estilo "hey, que estoy aquí, mírame".

Suspiro y le doy otro trago a mi café, intentando tragarme la mala leche que me corroe el cuerpo cada vez que empieza a hablar de este tema. No entiendo cómo puede seguir pensando eso.

— ¿Te dijo algo? — Dana danza las cejas en un gesto pícaro, tontorrón. —Dicen que los borrachos son sinceros.

Casi me atraganto con el café. ¿Qué si me dijo algo? Vaya que sí que me lo dijo. ¡Me llamó morenita! Como cuando éramos niños y el aún no me odiaba. Es que incluso usó el mismo tono cariñoso, y mi cuerpo, traicionero como él solo, echó mano de los recuerdos para hacer emerger las mismas mariposas en mi estómago.

Pero no. Eso no pienso contárselo a Dana. Ni de broma. Lo que menos me apetece es alimentar sus alocadas ideas, cuando está claro que Byron solo habló bajo los efectos del alcohol. Niego con la cabeza, rotundamente. Sin embargo, ella me conoce tan bien como yo a ella, y sé que no va a dejar pasar el tema. Así como sé que sabe que estoy mintiendo.

— ¿Les damos unas clases? — sugiero. Dana arquea las cejas en una expresión interrogante. — En mi último instituto hice una amiga que se llama Katia. Está enamorada de ese baile así que, por fuerza mayor, aprendí a bailarlo. Aunque yo soy más de Ragga, claro.

Hago caso omiso a la ceja interrogante que alza Dana. No pienso ponerme a bailar Ragga a estas horas de la mañana, ni creo que sea un baile adecuado para la pequeñaja que hay en el salón.

Dana abre la boca de par en par, pero cuando creo que va a decir algo, una voz infantil llega a mis oídos en forma de grito.

— ¿Sabes bailar? — exclama con verdadero entusiasmo. Giro sobre mis pies y miro a la niña que está en medio del salón. Al igual que mi tía, tiene las mejillas incendiadas y la respiración agitada. Están agotadas, pero, para mi sorpresa, en sus ojitos azulones vibra el inconfundible brillo de la esperanza. No puedo evitar asentir. — ¿Me enseñarás? ¿Vendrás a casa a enseñarme siempre que puedas? O puedo venir yo también. — su voz es tan cantarina, y cuando sonríe, asoma unos hoyuelos tan adorables que... — ¡Genial!

El chillido de Abby atraviesa mis tímpanos al mismo tiempo que ella se lanza a mis brazos. No sé cómo lo hago, pero reprimo la inercia de taparme los oídos para aflorar el reflejo de sostenerla entre mis brazos antes de que se caiga.

— Joder, Amber. No sabes los dolores de espalda que me has quitado de encima. — Mi tía grita agradecida mientras se agarra las rodillas, cogiendo aire.

«¿Qué coño he hecho?»

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro