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7. Y, ahí voy. A hundirme un poquito más en mierda

Byron

Es preciosa.

Me he despertado porque se me han dormido los brazos de tenerlos colgando fuera de la cama. La sensación ha sido asquerosa, y casi me da un ataque cuando he reconocido el color salmón de las paredes de la habitación que yo mismo ayudé a pintar para ella. Todos mis males se han disipado como el humo en cuanto la he visto ahí tumbada, sobre el sofá junto a la ventana, que tan acertadamente le recomendé a Grace que pusiera.

Lo cierto es que no sabía si le gustaría, pero casi podía imaginar su sonrisa al verlo y escogerlo como su rincón favorito para leer uno de sus libros. Me ha costado todo un triunfo besarla en la mejilla y no en los labios cuando la he dejado en la cama.

Cuatro años. Cuatro años aferrado a su recuerdo, emborrachándome para olvidarla, y buscando su cara en todas y cada una de las tías que me follaba. Cuatro años sin verla, sin oírla, y ahora al fin la tengo aquí, a mi lado. Inocentemente dormida bajo una manta, y con su preciosa carita reflejando la paz de su sueño. Es tanto o más preciosa de lo que la recordaba. Y sé que, este momento, como tantos otros, tengo que plasmarlo para el recuerdo.

No puedo creer lo mucho que ha madurado este tiempo. Solo unas horas con ella, observándola sin que se diera cuenta, y ya he captado el giro que ha dado. No solo se ha convertido en un mujerón capaz de volver loco al mas cuerdo, sino que también se ha hecho mas fuerte.

Joder, me ha encantado la manera en la que ha desechado al borracho de la entrada de la fraternidad. Cómo se las gasta. Sin embargo, me ha tocado mucho los cojones verla tontear con Nelson.

«Puto Nelson.»

Mierda... ¿Por qué tiene que ser todo tan difícil? ¿Por qué no pensé con claridad antes de alejarla, y después meterme en la porquería de mundo que me rodea? Me metí en una mierda tras otra. Si no hubiese sido tan tonto, ni aquella oferta tan tentadora, quizá, todo hubiera sido más sencillo para ambos.

Pero no ha sido así. Y puede que nunca lo sea. No lleva aquí ni siquiera un día y ya ha puesto mi mundo patas arriba. Y para colmo, viene guerrera. No tiene la inocencia que tenía antes, no llora ni sufre ante mi indiferencia, y eso me destroza incluso más que herirla a propósito para alejarla.

Que mi fingido desprecio no le afecte es la prueba de que ya no siente lo mismo, no me quiere. Y aunque debería de alegrarme el hecho de haber conseguido mi cometido... No. No puedo, pero tengo que hacerlo.

Tengo que aprender a vivir sabiendo que ya no me mira, que ya no le importo, que ha superado mi recuerdo y ha pasado página. Me lo he ganando a pulso.

 «— Era una niña, Byron. La gente madura, los gustos cambian... He cambiado de gustos.»

Sí, eso ha dicho. Y la cabrona se ha quedado tan pancha. Como si no tuviese a un hombre resquebrajándose a su lado. Como si el suelo no se hubiera abierto bajo mis pies y el dolor que he sentido no me estuviese destrozando el alma.     

Pues claro que no se ha dado cuenta. Me he esmerado durante años en hacerle creer que la odio, que la detesto. Y ahora solo tengo lo que me merezco.

En mis momentos de flaqueza he pensado en intentar recuperarla. Pero mi mundo es peligroso y yo me moriría si le pasase algo. A mi lado corre peligro.

Lo mire por donde lo mire, todo es una mierda. Aunque soy consciente de que no podré seguir luchando eternamente contra todo lo que pienso y siento, tengo que intentarlo. Algún día, si todo esto acaba, tendré que ingeniármelas para que me perdone y vuelva a quererme. Será difícil, sí, muchísimo, pero ni de coña pienso llegar a viejo sin ella.

«— No quiero que sufra, la quiero a salvo.»

Las palabras que dijo Allan nada mas saber que Amber volvía a la ciudad zumban en mi mente cada vez que las recuerdo. Y lo peor de todo, es que mi propia voz ofreciéndome voluntario para encargarme de ella, suena como un trueno.

No sé en qué estaba pensando, la verdad. Tampoco sé en qué estaba pensando él. Allan lo sabe, sabe que no quiero meterla en esto. Y aun siendo testigo de toda la verdad de mis sentimientos y de que soy el primero en querer mantenerla al margen, se alegró de que fuese yo quien se ofreciera a cuidar de ella. Quizá sea porque el cabrón cree que meterla en esto es lo mejor para ella.

Mierda. No sé si llegará todo esto a buen puerto, pero la cosa no empieza bien. Para empezar, está noche ya se nos ha escapado.

Aunque eso ha sido culpa de Jay, claro, que se suponía que la vigilaba mientras ella hablaba con su madre por teléfono en el jardín.

Me he puesto de los nervios cuando la ha perdido de vista, y Allan ha dicho que no sabía donde estaba. Pero he de admitir que la idea de querer controlarla es estúpida. A estas alturas, todos sabemos que Amber no es la clase de persona a la que puedes dominar. No, que va. Mi morenita es pura dinamita, una fiera indomable. Y si descubre el teje maneje que tenemos entre manos, que Dios nos pille confesados.

Allan me lo ha advertido varias veces, y sé que mi plan no es el mejor. Amber se dará cuenta de lo que pasa. Para empezar, el comportamiento de los chicos ha sido demasiado evidente, y tarde o temprano, hará preguntas, atará cabos, y cuando lo haga, lo mas seguro es que estalle. Su carácter a crecido con ella, y eso me encanta y me aterra a partes iguales. 

Los primeros rayos de sol se cuelan por la ventana y acarician su cuerpo. Por un momento, me doy cuenta de lo enfermizo que es que sienta celos de no ser yo quien sienta el tacto de su piel.

Me largo. Me largo antes de que se despierte y me considere un loco acosador por estar observándola al pie de la cama. O lo que es peor, que se despierte Grace y flipe con verme salir del cuarto de su adorada sobrina.

Cierro la puerta de la casa con sumo cuidado y aprovecho el camino a mi casa para devolver las mas de quince llamadas que me ha dejado Allan. 

— ¿La has visto? — suena alterado, pero la música que retumba de fondo me indica que sigue en la fiesta.

— Sí — intento sonar entero, pero no cuela.

— By, tío... Sé que es difícil.

«No, no lo sabes.»

Suspiro.

— Puedo con ello — miento.

— Tío, sabes que sería más fácil si le contases todo, ¿verdad? Podría llegar a entenderlo.

— ¿Sigues en la fiesta?— pregunto, aunque sé la respuesta. No quiero seguir hablando de ella ni de cómo manejar esta situación, ya de por sí, extraña.

— Sí. ¿Por qué? ¿Vas a volver?

— No. No me apetece.

— Pues deberías. El capullo de Collins se ha atrevido a mandar a su gente a la fraternidad buscando pelea y hemos quedado donde siempre. Será interesante.

— Siempre es interesante — al fin sonrío.— Ahora mismo voy.

— Perfecto. Aquí te esperamos.

Y ahí voy. A hundirme un poquito más en mierda. En la mierda que compone mi mundo.

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