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48. Aquí lo único que se cierra es tu bocaza

Cuando cuelgo la llamada y le doy el móvil a Jay, sigo sin entender cómo es posible que mi primo se preocupe por mí cuando, al que le han dado una paliza abismal, es a Nelson. Además, ni siquiera he terminado de entender cómo es posible nada de lo que me ha dicho Nelson.

¿Una banda que pelea contra otras? ¡Eso es inaudito!

Puedo entender buena parte de la historia. Entiendo que el fundador de Poison haya decidido vengarse, sí, pero... ¿siendo como ellos? Eso es realmente raro. Nunca he tenido relación con ninguna banda, salvo con el imbécil al que le rompí la nariz y... Joder, casi me muero al pensar que había sido él junto con sus amigos quienes habían apaleado a Nelson solo para vengarse de mí.

Ahora, aunque esté mal admitirlo, me siento aliviada de no ser la responsable. La culpa es una carga pesada e incómoda, angustiosa. Sin embargo, la sensación que me deja saber que puedo estar en el punto de mira de unos pandilleros sin haber hecho nada, me tiene aún peor. ¿Por qué coño vienen a por mí? ¿Cuándo me han visto con Nelson? Por mas que me esfuerzo en pensar y recordar, no encuentro nada extraño que haya podido alertarme. Ni siquiera... ¡Mierda! ¡Los graffitis!

Hay graffitis por todo el barrio. Recuerdo haberlos visto por la periferia cuando llegué a Los Ángeles, mientras mi primo conducía hasta casa de mi tía. Joder. Pensé que serían de algún adolescente rebelde descubriendo su reciente vandalismo, no una señal de pertenencia, o una manera de marcar territorio. Vivo en un barrio gobernado por la banda Poison, ¡y yo sin saberlo!

¿Lo sabrá Allan? Coño, por supuesto que sí. ¿Y mi tía? ¿Lo sabrá ella? Lo dudo.

- Hey, preciosa- La voz de Byron llega a mis oídos justo al mismo tiempo que me abraza por la espalda. Sus brazos rodean mi cintura, pegándome a su pecho y arrullándome con su calor.- ¿Estás bien?- Me acaricia la mejilla con la nariz y me aparta el pelo hasta que su respiración sobre mi oído me pone la piel de gallina. Me estremezco de pies a cabeza, lo que hace que él sonría sobre mi lóbulo. - Estarás conmigo, amor. No pienso dejar que se acerque ningún imbécil.

Cierro los ojos y me dejo arropar por la seguridad que desprende mi chico. Nada me hace sentir más segura que tenerlo cerca, rodearme de su cuerpo y emborracharme de su olor.

Respiro profundamente y me dejo embargar por la sensación de alivio y confort. Le quiero, siempre le he querido, y por fin es mío, a pesar de que hoy no parece el mejor día para alegrarme por ello.

- Morenita...- ronronea en mi oído. - Deja de pensar tanto, anda. Vamos a por un helado.- Entrelaza los dedos con los míos y me hace girar sobre mis pies, haciéndome dar una vuelta digna de película en la que termino cara a cara con él, encontrándome con sus labios sobre los míos.

- ¡Oh, venga ya!- exclama Jay- Seréis empalagosos... -Me sobresalto al oírlo, avergonzada por la diversión que se dibuja en su rostro de chicarron americano. - Hay hoteles, ¿sabéis?

¿Hoteles? ¡Ja! Y la habitación de Byron también.

Siento la carcajada que intenta contener mi chico y cómo sonríe sobre mi mejilla.

- Id a por ese helado o lo que sea que vais a tomar. Yo intentaré razonar con la loba- medio bromea refiriéndose a Vicky.

Aún no se me quita ese mal sabor de boca. Esta claro que tendré que hablar con ella y explicarle que yo no sabía nada de esto.

- Vamos, morenita. Dejemos que el valiente Jay se enfrente a su fiera.

Han pasado varios días y Nelson ya ha salido del hospital. Sigue magullado y lleva una muleta para ayudarse un poco, aunque en realidad casi puede andar por si solo. Me siento mal por no poder prestarme a cuidarle y verle solo cuando Byron va a su apartamento. Así que intento obligarle a ir casi a diario.

Hoy es sábado y hay un partido de fútbol importante, así que en el Roko's no cabe ni un alma. Giselle y yo corremos de aquí para allá, llevando platos de comida y sustitendo vasos vacíos por llenos. Cuando por fin se va por la puerta la última tanda de jóvenes pintorrojeados con los colores de su equipo y celebrando la victoria, Giselle lanza un grito de alegría:

- ¡Por fin!

Sonrío en respuesta, pero no puedo evitar hacer un circulo al aire con el índice para que observe el panorama. Sí... Por fin se han ido los últimos, pero el local parece el campo después de la batalla. Nuestra noche aún no ha terminado.

- ¿Qué te parece si primero cenamos y después limpiamos?

- Oh, por favor. Me encantaría. Tengo un agujero en el estómago - agradezco

- Eso es el ombligo, nena - bromea, y yo rio en respuesta.

Trabajar con Giselle es una maravilla. Es excelente compañera, amiga y persona. No me extraña que Paulo esté enamorado de ella. Giselle es esa clase de personas que todo el mundo querría tener en su vida.

Hablando de Paulo... Le saludo con una sonrisa cuando le veo entrar por la puerta y el me indica silencio con el dedo índice en sus labios. Se acerca sigilosamente a su futura mujer, que está de espaldas, y la abraza provocándole un respingo por el susto.

- ¡Has vuelto! - chilla emocionada. Salta sobre sus brazos igual que una niña pequeña y se funden en un beso apasionado. -Dime que no volverás a irte.

- Lo siento preciosa. Pero mañana tengo salir otra vez.

¿Otra vez? Madre mía. He perdido la cuenta de los viajes que está haciendo Paulo últimamente. Debe de tener muchos negocios y muy desperdigados por el mundo. Giselle le hace un puchero, pero él le mordisquea el labio y ella le da un beso.

Giro la cabeza al tiempo que oigo la puerta abrirse, encontrándome con Byron que viene a buscarme. Se me ha olvidado decirle que hoy saldré tarde, así que tendrá que esperar por aquí sentado en alguna parte, o ayudarnos a limpiar. Escoge ayudarnos a limpiar, aunque en realidad no le da tiempo mucho porque, nada más recoger los vasos de una de las mesas mas cercanas a la mesa de billar, se queda clavado en el sitio, tenso, mirando hacia los 5 hombres que acaban de entrar por la puerta.

- Lo siento mucho, chicos, está cerrado - anuncio educadamente. Subiendo una de las sillas a la mesa

Cuatro de ellos siguen mirando a Byron, y lo hacen con un gesto asesino que hace que se me pongan los pelos de punto. El quinto hombre me mira, y este, lo hace de una forma tan asquerosa que me entran ganas de vomitar. Sus ojos me recorren de pies a cabeza, con un deseo que me provoca una arcada mental.

- Aquí lo único que se cierra es tu bocaza -me dice con superioridad.

- ¡¿Disculpa?!

Sé que debería callarme, pero no puedo. No tienen pinta de ladrones, más bien parecen los típicos hombres cerveros de taberna con barriguita asomando por debajo de la camisa. Pero, ¿quien sabe? Las apariencias engañan. Aún así, me acerco todo lo que puedo a ellos, justo hasta que Byron me agarra del brazo y me empuja tras de sí, gritándoles unos cuantos improperios. Ellos se ríen, y aunque yo sigo llamándoles de todo por ser tan groseros, Byron no dice ni hace nada. Solo se queda hay, delante de mí. Aegurandosyde ser un muro que ellos no puedan traspasar

-Que es este grite ... - la voz de Giselle se interrumpe al salir de la cocina y ver a esos tipos. Pero no se asusta ni hace preguntas. Si no todo lo contrario. Se pone seria, muy seria, se coloca juntos a mí y les mira con cara asesina. - Paulo, tienes visita.

¿Qué narices me estoy perdiendo?

Miro a unos y a otros, desconcertada. Lo único que entiendo es que ni a Byron ni ha Giselle les gusta está vista indeseada. Sobre todo a Byron, que debe de saber algo que yo no, y me sujeta con fuerza detrás de él. Me está haciendo un poco de daño en el brazo, aunque no se lo tengo en cuenta porque no lo hace queriendo. Está tan centrado en ellos que ...

- A qué debo este honor - Paulo se acerca a nosotros y se sienta en una de las mesas. Tiene una pose autoritaria, imperturbable. Y no ha disimulado en lo más mínimo el sarcasmo impreso en sus palabras.

- Habéis actuado en nuestro territorio - anuncia uno de ellos.

Paulo rie echando el aire por la nariz, chulesco, aunque sin perder su elegancia y su actitud imponente.

-Atacasteis a uno de mis chicos en mi propio territorio - rebate él.

Por un momento, me siento perdida en la conversación. Solo por un momento, sí, porque mi cerebro no tarda en sumar dos mas dos y atar cabos: Nelson, Poison, Paulo...

No puede ser.

Se me abren los ojos como platos, a la vez que siento a Byron gruñir por lo bajo, cuando veo que uno de los tipos se aparta ligeramente la camisa de la cinturilla y deja a la vista una pistola. Se me escapa un gritito involuntario, lo que hace que los cinco hombres se fijen en mí.

- Veo que tenéis una chica nueva en Poison...

Me remuevo inquieta. Quiero decirles que no, que se están confundiendo y que yo me acabo de enterar que Paulo está metido en esa banda. Quiero gritar que Byron y yo no tenemos nada que ver con esa reyerta que tienen entre ellos, pero, para mi sorpresa, habla Paulo antes de que yo pueda encontrar mi voz:

- Tengo entendido que pillasteis a Nelson porque ibais buscándole a ella - las palabras de Paulo hacen que el tipejo que se ha dirigido a él al principio, asienta con la cabeza

- La vimos en la playa: no está marcada.

- Es una Poison, olvidaros de tocarla un pelo si quiera.

Espera, ¡¿qué?!

Miro a Byron, quién evita mi mirada a toda costa. Y Giselle, por alguna razón que me niego a entender, me dedica una sonrisa de disculpa.

- Qué narices esta diciendo, Byron - exijo saber en tono bajo. Aún así, sé que me ha oído porque noto sus nervios. - Byron.

- Todo tiene una explicación. Te lo juro. Pero ahora no es el momento, nena - musita, mirándome por un segundo.

Más le vale que la tenga. Porque como sea verdad la suposición a la que ha llegado mi mente, aquí puede arder Troya

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