17. Las hormonas de un hombre mandan más que su moral, xoxo.
Casi me atraganto al escuchar su voz seguida de un intenso chirriar de neumáticos. La imagen que doy cuando miro a Byron debe de ser patética; tengo el pulgar metido en la boca y los ojos desorbitados por el susto. Él, sin embargo, parece no haberse dado cuenta de mi reacción porque está demasiado cabreado sentando al volante de su coche.
No esperaba que fuese a buscarme a casa de mi tía, pero por la expresión colérica de su perfecta cara... Entiendo que lo ha hecho y que se ha cabreado al ver que ya me había ido.
Pues que le den. A mí también me cabrean muchas cosas. Que intentase besarme, por ejemplo. Bueno, no, pero no pienso decirle eso ni de coña.
Me encojo de hombros y vuelvo la cara hacia la calle mientras retomo mis pasos. Lo oigo bufar por lo bajo, y el motor de su coche sigue ronroneando a mi lado. Hago todo lo posible por no mirar, pero veo el morro negro de su coche por el rabillo del ojo.
¿Me está siguiendo al ritmo de mis pasos? ¡No me jodas!
- Sube - ordena. Niego con la cabeza. - Amber, no seas cría y sube al puto coche.
No sé si ha sido su tono, la absurda idea de que se crea con derecho a darme órdenes, o el hecho de que me llame cría, pero me detengo en seco y lo fulmino con la mirada. Byron frena de golpe, se estira hacia el asiento del copiloto y me abre la puerta. El coche que viene detrás de él se ve obligado a parar en seco, desvía el vehículo hacia el carril contrario y da un bocinazo para increpar a Byron.
- Sube - ordena de nuevo, obviando la molestia causada. Eso me saca de mis casillas.
¡Cómo! ¿Cómo se atreve si quiera a dirigirme la palabra? ¿Cómo se atreve a mirarme ahora, después de haberme hecho ayer un vacío inmenso en el centro comercial durante toda la tarde, y arrastrar a Nelson consigo?
Me sorprendo a mí misma sintiendo el dolor de su indiferencia como algo demasiado personal, como si no estuviese ya suficientemente acostumbrada. Y el recuerdo de haber oído cómo me llamaba morenita antes de intentar besarme para después pasar de mí, enciende mi rabia de forma exagerada.
- ¡No me sale de las narices! - escupo. Múltiples bocinas resuenan en señal de protesta ante el caos que organiza Byron ahí parado. - ¿Tú quién coño te crees que eres? ¡¿El puto amo?! ¡No puedes intentar besarme y luego hacer como si nada! - grito como una loca.
Byron me mira boquiabierto, ojiplático, pero no dice nada porque creo que ni siquiera él, conociéndome como me conoce, estuviese preparado para mi reacción desmesurada. Yo tampoco, la verdad. Pero creo que puedo fingir que el dolor que me ha movido a reaccionar así, es solo porque me ha tratado como si fuese una más de entre las tantas chicas con las que se acuesta. No me lo creo ni yo, así que remato mi griterío haciéndoselo creer a él.
- No quiero que me beses, joder. ¿Sabes cuántas bocas has besado? ¡¿Y si me contagias alguna mierda?!- suelto toda mi rabia en palabras y acusaciones hirientes, lo sé. Pero es la única forma que tengo de corregir lo que he dejado entre ver hace un segundo. El dolor de mi indignación por lo que casi pasa, es algo que solo puedo saber yo. - Que me lleve bien con Abby no significa que tú tengas el camino libre conmigo, Byron. Yo no soy como las demás. No mandes al angelito rubio para allanar el camino a tu cama - advierto y acuso al mismo tiempo.
Bocinas y más bocinas increpan a Byron. Incluso uno de los conductores lo insulta al esquivar su coche. Pero él sigue impasible ante los demás, no deja de mirarme y su mirada se vuelve cada vez más y más fría. He sido testigo de cómo ha pasado de la sorpresa al desconcierto, después a la rabia, y ahora... ¿A la calma? No lo sé, no puedo estar segura del todo, pero juraría que no le sorprende escuchar mi acusación. Seguro que más de una le ha echado en cara que utilizar a Abby para ligar es una táctica muy asquerosa.
Suspiro de forma sonora, asqueada, pero su voz se mantiene firme cuando dice:
- Sube de una vez, Amber. Solo fue un puto beso, y ni siquiera te lo di. Ah, pero yo sí me llevé un sopapo en la cara - apostilla. Lo fulmino, a lo que él responde sacudiendo la cabeza suavemente. Cuando me mira de nuevo, promete-: No volveré a intentarlo, ¿vale? Y no vuelvas a decir eso de Abby. Es mi hermana y es una niña, no un cebo, joder - con esto último, añade una mueca de puro asco que me convence de que, tal vez, estoy confundida respecto a la acusación sobre Abby.
Lo miro un segundo, cabreada mientras asumo lo que acaba de prometerme. No sé por qué, pero que diga que no lo volverá a hacer como si él mismo admitiera que fue un error, me duele. Aun así, mi sentido común es consciente de que es lo mejor.
- ¡Sube ya, petarda! - grita un conductor que pasa a toda mecha por al lado de Byron. Byron da un puñetazo al volante haciendo sonar el claxon.
- Será capullo - masculla entre dientes. Me mira y bufa. - Sube antes de que me multen por obstruir el tráfico y a ti te insulten otra vez, ¿quieres? No me apetece romperme la cara con nadie de buena mañana.
Sigo quieta, firme y manteniendo mi postura. Entonces Byron lleva la mano hacia algún lugar del salpicadero, y señalando con el dedo hacia a lo que quiera que señale, añade:
- Tu cabreo va a conseguir que lleguemos tarde.
Mierda. Consigo tragarme un momento mi orgullo y miro la hora en mi iPhone. ¡Me cago en todo! ¡Tiene razón!
A regañadientes, me deslizo en el asiento del copiloto y, mientras me abrocho el cinturón, le dedico la mirada más severa que puedo.
- Como vuelvas a intentarlo, te arranco la cabeza - amenazo, lo que a él le provoca una risa de suficiencia.
Gira el volante y se mezcla entre el tráfico. Al cabo de dos minutos, contesta:
- Tranquila, todos cometemos errores.
Pienso salir del coche, aunque esté en movimiento. Esto es muy humillante. Llevo la mano a la manilla, decidida a saltar y rodar por la carretera si hace falta. Pero, para mí desgracia, ésta no cede. ¿Pero qué? La sonrisa macabra de Byron me hace saber que ha puesto el seguro a las puertas. ¡Cabrón!
- No me mal interpretes, Amber. Solo digo que eres la prima de mi mejor amigo y aún eres muy joven - intenta explicarse, pero sus palabras anteriores han abierto una herida y esto solo es un poco más de sal sobre ella. Escuece.
- ¿Me estás llamando niñata? - gruño.
Byron suelta una carcajada y niega con la cabeza.
- No. Solo te estoy diciendo que con el tiempo aprenderás que no todos los besos que te den, o des, serán dignos de hacer un drama. Un beso es un beso, Amber. Nada más. La gente se los da a diario.
Y con su explicación, Byron se queda más pancho que ancho y conduce en silencio mientras yo me carcomo interiormente por haber sido tan ingenua de haberme permitido sentir tanto revuelo solo por un puñetero intento de beso.
Byron tiene razón. No tengo que darle importancia. No. Además, mamá siempre me enseñó que un hombre no puede controlar tus sentimientos. No puedo perder la cabeza por "el primero" y menos aún, por un beso. Mamá siempre me ha dicho que enamorarse es precioso, pero que no puedo creer que solo tendré un hombre en la vida y que, lo más probable, es que el primero que entre en mi vida, no venga para quedarse.
Hasta ahora lo he tenido siempre claro. Y así va a seguir. Byron no puede ser más que un amor platónico. Algo que solo yo sigo guardando.
Salgo de mi última clase como un huracán; estoy estresada. Llevo un día de mierda y tengo un montón de trabajos que entregar a fin de mes.
Cuando llego a Holly's y veo a Liam sentado en la que ya se ha convertido en nuestra mesa habitual, la camarera de siempre, Eva, justo está dejando nuestros batidos sobre la mesa. Le doy las gracias mientras tomo asiento. Su cálida sonrisa me tranquiliza un poco. Me recuerda a la que mamá tenía para mí siempre que me veía estresada. Pero mamá no está aquí, y a pesar de la sonrisa de Eva, al que le voy a contar mis penas es a Liam.
En cuanto se larga a seguir con su trabajo, Liam no pierde el tiempo. Me mira con aire divertido, como un periodista chismoso ante un cotilleo suculento. Está claro que si está estudiando esa carrera es porque le gusta y se le da genial.
- El quarterback, xoxo - me dice como si no lo supiera. - ¡El mismísimo quarterback! - alza la voz en un tono demasiado entusiasmado. Lo hago callar dándole un manotazo en el hombro, pero buena parte de la cafetería ya nos está mirando.
- Joder Liam, ¿por qué no lo retwitteas para que se entere el resto del campus? - protesto.
Liam se encoge un segundo, pero después entiende que tengo razón.
- Los siento xoxo, pero es que esto es de lo mejorcito. ¡Le hiciste la cobra! - Frunzo el ceño sin entender muy bien a qué se refiere. - Por lo que vi y lo poco que sé, creo que tengo ya una muy buena base para saber que esto promete. - Danza las cejas de forma pícara. Entrelaza los dedos sobre la mesa como todo un profesional en plena entrevista, y me anima a que le cuente todo lo que yo aseguré que le quería aclarar.
Lo resumo brevemente, haciendo hincapié en cada ocasión en la que menciono que Byron me odia desde que vio mi diario, hasta la conversación de hoy en la que ha asegurado que fue un error, y que yo coincido.
Cuanto termino toda la historia, Liam sonríe de oreja a oreja y me mira como si la tonta de esta historia fuese yo.
- Qué - espeto, me siento atacada con esos ojitos que pone.
- Nada - ensancha su sonrisa y se encoge de hombros. Lleva la mano hacia su batido y le da el primer sorbo desde que he empezado a hablar. Eso sí, no borra la sonrisa en ningún momento.
Algo se me escapa.
- Liam - advierto.
Liam suelta una risita tonta y después suspira.
- Ains, xoxo. Byron tiene razón: no sabes nada de la verdad. - Lo miro incrédula. No me puedo creer que haya dicho eso cuando sé que ha estado pendiente de mis palabras en todo momento. ¿Se le ha escapado algún detalle importante? Seguro que sí. Si no, no me lo explico. - Xoxo, a ver si lo he entendido bien... Me acabas de contar que Byron era un angelito contigo, que tú te enamoraste de él siendo una niña y lo confesaste todo inocentemente en tu diario. El capullo de tu primo se lo enseñó y después empezó a odiarte, te hablaba mal y hacía que te quedases sin amigos cada vez que conseguías uno. Después, intenta besarte, le haces la cobra, hace como si nada y le resta importancia diciendo que fue un error después de que tú le amenazaras con arrancarle la cabeza si volvía a hacerlo.
- Exacto. - Me siento todavía más indignada cuando descubro que no se le ha escapado detalle. Liam suspira y yo sorbo por la pajita de mi batido, aplacando la necesidad de gritarle que borre esa sonrisa tonta de la cara.
- Es más que evidente, nena: le gustas. - Me atraganto. Cuando toso, todo el batido que contenía en los carrillos vuelve a verterse en la copa haciéndolo burbujear de una manera repugnante.
- Pero ¿qué? ¿Tú qué clase de droga chunga fumas, Liam? No has entendido nada, ¿no?
Liam rompe a reír y yo lo dejo hacer. Entre tanto, barajo seriamente la posibilidad de pedirle el número de su camello y empezar a consumir esa droga también. Tiene que ser un flipe.
- Xoxo, a ver, ¿no te das cuenta de que Byron está acostumbrado a que todas quieran estar con él, a que se rindan a sus pies? - asiento, en eso estoy de acuerdo. - Estuviste loquita por él en su momento, cuando erais unos simples niños. Pero ahora que él ya es un hombre hecho y derecho, o, mejor dicho, muy bien hecho, y tú eres una mujer preciosa con un cuerpo de infarto... tú pasas de él - asiento de nuevo, obviando el comentario que ha hecho sobre mi físico y tragándome las ganas de confesar que el físico de Byron no se me pasa tan desapercibido como él cree.
- Y ¿eso que tiene que ver? - De verdad que no veo la lógica en todo esto.
- Joder - se troncha de risa- ¡Que tú eres el único pivón que se le resiste, nena! Está loquito por ti. Lo vi en cómo te agarraba en ese callejón. - Aunque gracias a Dios no lo dice chillando, habla como si la emoción que siente fuese superior a sus fuerzas. - Xoxo, si yo no hubiese aparecido, o lo hubiera hecho un poco más tarde, te aseguro que hubiera conseguido meterte la lengua... Y algo más.
No me atraganto, directamente escupo. Toso como una enferma agonizante mientras intento sacar de mi cabeza la imagen que Liam acaba de recitar. Cuando consigo volver a ser capaz de hablar y respirar al mismo tiempo, cojo todo el aire que puedo y lo expulso de forma sonora.
- Estás fatal de lo tuyo - aseguro. - Además, te recuerdo que él mismo ha dicho que fue un error y yo pienso lo mismo.
-¿Qué? - se hace el ofendido, descaradamente. Como ve que no reculo ante mi palabra, sacude la cabeza e insiste en su teoría. - Tía, ¿no lo ves? ¡Es evidente! ¿Por qué se comportó así en su día? No lo sé. Lo que sí sé es que ahora le gustas; al menos lo suficiente como para querer llevarte a la cama. Casi te come en ese callejón.
Que Liam asegure haber visto el ansia hambrienta que a mí me pareció ver en sus ojos, no sé si me gusta, o me asusta, la verdad. Supongo que ambas. Y por eso, me sorprendo a mí misma preguntando:
- ¿Y qué propones que haga? - No me puedo creer que lo haya dicho en voz alta. Me doy un sopapo mental por ello.
Liam da una palmada de pura satisfacción y se inclina apoyando los codos sobre la mesa.
-Si yo fuese tú, me lo tiraba. Me lo tiraba y después... A otra cosa mariposa.
- ¿Me estás diciendo que me acueste con Byron después de todo lo que te he dicho que me ha hecho? - No salgo de mi asombro.
La cara de Liam se tuerce en un gesto de pura frustración. Pone los ojos en blanco y después resopla haciendo vibrar sus labios y mejillas regordetas.
- ¿Sigues sintiendo algo por él? - cuestiona. A lo que yo lanzo una negativa que sale de mis labios demasiado rápido y contundente. - ¿Y no te gusta físicamente?
- ¿Qué? Joder, claro que sí. Está como un queso. - Lo admito porque mentir en eso sería totalmente estúpido. Cualquier chica con ojos en la cara se quedaría babeando a su paso. Incluso mi tía, claro, que ya me lo dijo el otro día.
- Pues entonces no hay problema: te lo tiras, lo disfrutas, y... Bye, bye, baby. Así sentirá el sabor de sus jugadas sucias en sus carnes.
No puedo negarlo. Si me paro a pensar como piensa Liam, lo veo un plan de lo más ingenioso. Al fin y al cabo, es algo similar a lo que he estado haciendo hasta ahora: disfrutar y luego largarme sin ningún tipo de atadura o sentimiento. Igual que hice con Tobías aquella noche. Sin embargo, no creo que con Byron se pueda dar ese caso. Nos odiamos mutuamente, aunque yo albergue cierto amor por él que no pienso demostrar.
- No. Además, él ha estado con muchas chicas - empiezo a decir, a lo que Liam me interrumpe informándome de algo más que obvio.
- Hay preservativos, xoxo. - se encoge de hombros como si esa excusa no le sirviera de nada.
- Lo sé - resoplo y me preparo para la que voy a confesarle. Es un miedo que acabo de descubrir en mí y que me molesta un poquito. - Lo que quiero decir es que él tiene experiencia y, lo más seguro, es que las chicas con las que se acuesta también. - Liam frunce el ceño, pensativo, perdido en mis palabras y en revelar su significado. - Soy virgen, Liam.
Mi amigo el simpático, abre los ojos de par en par, incrédulo. Como si no creyese que alguien como yo no pudiera mantenerse casta y pura. Y, ojo, que tampoco es eso lo que pretendo que crea, porque no lo soy.
- No me mires así - protesto en una risa. - No estoy diciendo que sea una monja o que quiera mantenerme pura hasta el matrimonio - me río. - Mi madre siempre me ha dicho que el sexo no tiene nada que ver con el amor y que mi primera vez no tiene que ser con el hombre de mi vida. Tampoco lo fue para ella, vaya - aclaro entre risas mientras me señalo a mí misma. Es evidente que mamá siempre, aunque sutilmente, me ha dejado claro que ella nunca estuvo enamorada del hombre que me engendró. - Pero siempre me ha dicho que será cuando yo lo decida y este preparada. Además, que sea virgen no quiere decir que no haya tenido mis momentos - danzo las cejas para que Liam entienda que, aunque mi himen sigue intacto, ya he disfrutado del placer de más de un orgasmo.
Se relaja visiblemente. De hecho, ni siquiera disimula cuando suelta un sonoro suspiro de alivio y se desinfla en la silla.
- Me habías asustado xoxo - ríe nervioso. Se lleva la pajita de su batido a la boca y da un buen trago antes de seguir hablando. - Creo que entonces es mejor todavía. Quiero decir, ¿qué mejor manera que perder la virginidad que con alguien a quien ya conoces? Él es un mujeriego, créeme, no le supondrá un esfuerzo.
Vale, su idea no es mala. Pero sigo sin verlo del todo claro.
- Byron me odia y ha asegurado que fue un error. No va a querer volver a intentar tocarme, y menos de esa manera.
- ¡Ja! Las hormonas de un hombre mandan más que su moral, xoxo. Créeme, él ha usado esa excusa solo porque tú le has rechazado. Si tú te muestras receptiva, él se llevará un orgasmo, sí, pero tú te llevarás un orgasmo y la dicha de haberte estrenado en el mundo del sexo con ese Adonis.
Joder... No sé si Liam está estudiando la carrera correcta. Yo más que de periodista, lo veo siendo uno de los comerciales más peligrosos del mundo entero. ¡Es capaz de venderte a tu propia madre!
- Es imposible, Liam.
- No, no lo es. Lo conseguirás de la manera más ancestral, primitiva y animal del mundo. Eso sí, efectiva como ninguna. Eres un pivón, nena. Tú en ti misma eres un arma de seducción. Sólo tienes que pavonearte, lucir tu cuerpo, y dejar que sus hormonas actúen por sí solas. Créeme, en cuanto vea que algún otro se te acerca sin que él te haya echado el guante... Se tragará su absurda excusa de "fue un error" y marcará territorio como una bestia.
- Acabas de hacer que parezcamos animales. - Me río ante su manera de explicar todo esto. Él se ríe conmigo, pero afirma:
- Es que es lo que somos, xoxo. Somos animales con el don de disfrutar del sexo. ¿Por qué no hacerlo? Además, mi plan es efectivo. ¿Por qué crees que Michael me odia tanto? - dice refiriéndose al tipo que le tiró los libros el día que lo conocí en esta misma cafetería.
- Espera... ¿qué? - creo que estoy sacando las cosas de contexto y que Liam no está insinuando lo que yo creo.
-Exacto. El año pasado yo ya me olía algo, y a finales de curso, lo confirmé. ¿Quieres que te cuente cómo me puso contra la pared del....?
- No por dios - alzo las manos en alto y cierro los ojos. Tengo que borrar ahora mismo la imagen que se me ha venido a la mente. ¡Joder, es muy íntima! ¡Y Liam es mi amigo!
Liam se carcajea de mi reacción.
- Ains... Lo que a Michael le pasa es que es un gay frustrado. Aún no ha salido del armario públicamente, pero sí conmigo. Supongo que yo soy la versión personificada, la prueba de lo que realmente le gusta y quiere ocultar al mundo.
Miro a Liam y no puedo evitar recordar lo mal que lo trató el día que lo conocí. En cómo le llamó palomita para reírse de él con sus amigos, y después le puso la zancadilla haciendo que media cafetería se riera de él.
- Joder...- me muero de rabia. - No me puedo creer que te odie por eso. Tiene que ser terrible para ti aguantar sus gilipolleces solo porque él no tiene valor de salir a la luz.
- Ah, no, para nada. Hace tiempo que le mandé a la mierda. - sonríe satisfecho, y de forma muy, pero que muy coqueta, apoya un codo sobre la mesa y se toquetea el lóbulo de la oreja. - Más terrible tiene que ser para él ver mi culo a diario y no tener el valor de tocarlo.
¡Toma ya! Ya quisiera yo tener la seguridad que tiene Liam. Me deja muerta, la verdad.
- Eres tremendo - lo alabo.
- Lo sé - ríe. - Así que, nena, relájate, deja que tus armas actúen por si solas, y llévate el orgasmo de tu vida con ese dios griego.
Ains, Liam, Liam, Liam... Qué fácil lo ves todo. Pero, por alguna razón, la idea de que Byron sea "mi primero", no me parece tan descabellada. Es más, es una idea perfecta.
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