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13. Pero será zo... Espera, ¿qué?

Liam: «Por supuesto que voy xoxo. Quedamos en el aparcamiento.»

Sonrío al leer el mensaje de Liam.

Hoy hace un día estupendo. Ya desde por la mañana el calor que desprende el sol mañanero es una delicia. Anoche, después de que mi tía llegase a casa del trabajo, volvió supercontenta porque Shavanna le había propuesto pasar el día en la playa.

Evidentemente, mi tía me convenció para ir con ellas y la pequeña Abby. Y yo... Bueno, yo aproveché para invitar a Liam.

Así que aquí estoy, con un vestido veraniego de estampado floral, unas sandalias blancas y mi bolsa de playa. Remato mi look con un moño alto desordenado, y agarro una pistola de agua de la antigua habitación de Allan. Seguro que a Abby le encanta este cacharro.

En cuanto mi tía detiene el coche frente a la casa de los Cox, no puedo evitar ponerme nerviosa por si veo a Byron. Ayer me envalentonó la rabia, y aunque sé que querrá tomar represalias, ahora mismo no estoy preparada para un segundo asalto. Mejor lo dejo para después del partido, que seguro que aprovecha para fastidiarme y devolverme mi arrebato de ayer.

— ¡Amber! — chilla Abby nada más salir por la puerta, corriendo como un huracán hacia nosotras.

He decidido esperar fuera del monovolumen para poder cogerla en brazos en cuanto saltara sobre mí, como hace siempre. Aunque he disimulado lo mejor posible, a la pequeña no se le pasa por alto que mantengo un brazo oculto tras la espalda. Esconde la cabecita en el hueco de mi cuello y frota la cara contra mi piel. Sé que es muy lista, me lo ha demostrado estos días. Así que sé de sobra que lo que está intentado es ver qué es lo que escondo tras la espalda.

Menuda pájara está hecha.

Le rodeo con ambos brazos, evitando que vea lo que tengo en la mano. Cuando se da cuenta de que mi brazo ahora se esconde tras su espalda, se aparta suavemente de mi cuello y me mira con esos ojitos claros llenos de curiosidad. Se lleva su pequeño índice a los labios, y con toda la vergüenza del mundo, pregunta:

— ¿Qué tienes ahí? — no respondo, sin embargo, sonrío y danzo las cejas, provocándole — Es... ¿Es para mí? — su vergüenza me enternece.

— ¡Ay la virgen! — estalla en risas una voz femenina.

Aparto la vista de Abby y veo que tras ella sale Shavanna de la casa. En cuanto se acerca a nosotras, me doy cuenta de que está tan guapa como siempre; con su pelo rubio oscuro y brillante reluciendo al viento, sus ojos azules llenos de vida, y ese cuerpo de modelo de Victoria Secret envuelto en un vestido blanco de verano. Es como la versión femenina de Byron. O, mejor dicho, Byron es una versión joven y masculina de ella.

— Cuánto tiempo sin verte cariño. Me alegro mucho de que estés aquí — me saluda con un abrazo en el que envuelve a Abby también.

— Igualmente — sonrío de oreja a oreja, disfrutando del cariño y aprecio de alguien que, a pesar de ser la madre del tío más tonto del planeta, es una de las mejores amigas de mi madre y de mi tía.

— Estás tan preciosa cómo siempre — me besa la mejilla, y cuando se separa y desvía la mirada hacia lo que oculto tras la espalda de Abby, suelta una carcajada. — Ya veo cómo controlas al monstruito.

En ese momento, Abby se revuelve entre mis brazos y consigue ver la pistola de agua que pretendía esconderle.

— ¡Toma ya! — grita eufórica. Me la arranca de las manos y patalea hasta que la bajo al suelo y puede ser libre de...

Ah, sí, disparar nuestras cabezas durante todo el camino a Santa Mónica. ¿Para qué se la habré dado antes de llegar a la playa? Joder, solo se me ocurre a mí. Menos mal que la pistola no tiene agua (por el momento) y que sólo nos dispara aire.

En cuanto diviso el aparcamiento a lo lejos, saco el iPhone de la mochila para llamar a Liam y avisarle de que ya estamos aquí. Pero en cuanto la pantalla del historial de llamadas aparece frente a mis narices, me quedo estática.

¿Cómo coño...?

Me cuesta unos segundos entender lo que veo. Y, para ser honesta, no me gusta una mierda. En la sección de llamadas enviadas, aparece la falsa información de que yo llamé a Byron la madrugada del viernes. ¡Eso es mentira! Por aquel entonces yo ni siquiera tenía su número, ni él el mi...

¡Pero será rastrero! Ahora sé cómo consiguió mi número. ¡Se llamó a sí mismo desde mi móvil! Ni siquiera ha tenido la decencia de pedírmelo. ¿Y si yo no quería dárselo? ¿¡Eh!?

— ¡Pium! ¡Pium! — La voz de Abby fingiendo dispararme a la cabeza me devuelve a la realidad.

Me tomo un segundo en tranquilizarme y posponer mi mala leche para cuando vea a su hermano. Ahora no es momento de montar en cólera. No cuando tengo a su madre y mi tía parloteando y riendo en los asientos delanteros, y su hermana juguetea feliz a mi lado. Pero, oye, Byron me las va a pagar. Eso seguro.

Decido hacer lo que tenía en mente y llamar a Liam. Quedamos con él junto al primer puesto de helados que hay cerca del aparcamiento, y nos dirigimos todos juntos hacia el primer metro cuadrado de arena que vemos libre.

La playa está a rebosar; infestada en toallas y sombrillas de todos los colores. Creo que, si pudiese verla ahora mismo desde una buena altura, se vería como algo similar a un campo de setas de diversos colores.

Abby no pierde el tiempo. En cuanto se percata de que Liam viene con nosotras, lo acepta enviándole un disparo con su juguete, alias: "la pistola de las narices".

Por suerte para ella, Liam parece ser tanto o más infantil que ella, y corretean juntos por la orilla mientras él finge morir cuando el chorro de agua impacta en su cara. Así que me quedo tranquila tumbada en mi toalla, mientras mantengo un auricular puesto en la oreja que más cerca tengo de las dos marujas de mi izquierda. No me gusta escuchar música en la playa, prefiero tener los oídos bien alerta por si algún balón extraviado viene en mi dirección. Pero es que tía Grace y Shavanna hablan tanto, tanto, tantísimo, que, si no echo mano de música, creo que voy a enloquecer.

— Oye... ¿Y qué tal va lo de Roger? ¿Has vuelto a saber de él? ¿Ha vuelto a intentar algo? — que mi tía mencione al padre de Byron en tono casi confidencial hace que, muy disimuladamente, lleve mi mano hacia el iPhone y pause la voz de Lady Gaga, que retumba en mi oído.

— Buf, fatal — resopla Shavanna.

— ¡No! — exclama mi tía, escandalizada. Siento cómo gira sobre sí y mira en mi dirección. Disimulo lo mejor que puedo y muevo ligeramente la cabeza como si siguiese el ritmo de una buena canción. — Dime que no volvió y te puso la mano encima.

«¡¿Cómo?!»

— No, tranquila. Es solo que ayer pasó por el taller de Bob exigiendo poder ver a Abby.

— ¿Y qué hizo Byron? ¿Volvieron a pegarse?

«Espera, ¿que si Byron qué?»

Siento la imperiosa necesidad de levantarme de un brinco y ver y escuchar con toda claridad. Pero sé que si lo hago se callarán y no me contarán nada. Absolutamente nada. Así que me muerdo la lengua, aprieto los puños y me mantengo rígida en la toalla.

— No. Por suerte Byron no estaba allí y Bob consiguió escurrir el bulto — agradece Shavanna. Suelta un suspiro frustrado y con voz ahogada pregunta — : ¿Cuándo acabara esto, Grace? ¿Cuándo?

Tía Grace chasquea la lengua en un gesto lastimero y dice:

— Cuando denuncies, cariño. Cuando denuncies.

— Sabes que no puedo hacerlo. Byron tomó una decisión para protegernos. Y aunque no fue la mejor opción, al menos nos ha mantenido a salvo.

Vale, ya está. No puedo seguir oyendo esto más. Creo que ya me estoy haciendo una idea de por qué los padres de Byron se separaron y no permiten que Abby lo vea. Y para ser sincera, la idea que me estoy haciendo no me hace ninguna gracia. Las palabras maltrato y violencia de género duelen incluso en la intimidad de mi mente.

Solo espero, que las cicatrices que le he visto a Byron no vengan del mismo sitio.

Tía Grace y Shavanna cambian de tema y pasan a uno más alegre. Creo que han decidido no seguir amargándose la tarde con eso. Hacen bien, y lo agradezco porque hasta yo me estaba poniendo de mala leche con solo imaginar lo que tuvieron que vivir en casa.

Las dejo parlotear y, en cuanto me siento demasiado asfixiada tras exponer mi piel al sol durante un rato, y ya no hay peligro de que crean que me levanto porque las he oído hablar, me deslizo hasta la orilla y me uno a Abby y Liam.

Llevamos más de medio día en la playa, Abby está agotada y yo me he quemado un poco la espalda. Me he dado cuenta cuando Liam y yo hemos decidido ir a una de las heladerías y me he puesto el vestido.

— Te dije que te echaras crema, xoxo — me reprende, mientras yo me quejo al sentir el roce de los tirantes del vestido sobre la piel de mis hombros.

— Sí, lo sé. Pero es que si ya de por sí mi piel es morena... No debería de haberme quemado tanto, ¿no?

Liam me lanza una mirada incrédula, supongo que a la espera de que corrija mi hipótesis. Como no lo hago, repone:

— ¡Eso es mentira! ¿Se puede saber de dónde sacas eso? — no me deja responder. Alza la mano en alto y prosigue —: Y aunque así fuera, tú no eres tan morena. O sea, sí, tienes un bronceado precioso, pero es suave y sutil. ¿Tienes descendencia latina? — pregunta de golpe.

Barajo la opción de decirle alguna mentira para no tener que explicar lo que le explico a todo el mundo. Pero, pensándolo bien, estoy tan agotada que no tengo ganas de inventarme nada ni posponer la verdad. Además, es mi amigo y tarde o temprano lo descubrirá, ¿no?

— Mi madre es como mi tía pero en pelirroja — digo señalando a la mujer blanca y rubia que, a pocos metros de nosotros, yace inconsciente sobre la toalla. Creo que se ha quedado dormida. Miro a Liam, armándome de paciencia mientras me preparo para ver la expresión lastimera que siempre me lanza todo el mundo tras escuchar lo que digo a continuación —: ¿Qué si tengo origen latino, africano, o chino? Ni idea. Del capullo que me engendró no sé nada; se largó en cuanto se enteró de mi llegada.

Liam ahoga un grito de horror, y yo, después de lo que me acabo de enterar sobre el señor Roger Cox, no puedo estar más agradecida de no tener padre. ¿Y si hubiera sido tan cabrón como él? Contra todo pronóstico, en lugar de mirarme con cara de "pobre chica sin padre", sin saber que ahora mismo me siento más que afortunada por ello, Liam frunce el ceño y bufa:

— ¡Menudo gilipollas! — me río, totalmente de acuerdo con él —  Tu madre es toda una luchadora. Seguro que ambas habéis ganado calidad de vida lejos de ese petardo — Frunce los labios y asiente para sí mismo con dureza — Además, seguro que no era africano ni chino. Por tu color suave... — se lleva un dedo al mentón, pensativo — Latino, o mulato — Me río ante su conjetura. ¡Ni que fuera un experto en razas! — Ahora bien...— se pone serio, frunce el ceño y su piel paliducha se enrojece desde el cuello hasta las mejillas. — Es un capullo sea de dónde sea — sentencia.

Uf, menudo es Liam. No sé cómo lo hace, pero presiento que se lleva todo a un terreno muy personal. Seguro que, si le cuento que a los diez años perdí a mi canario Zazu, lloraría su pérdida.

Sonrío mientras lo veo remover la cucharilla de su helado, pensativo, absorto en la indignación que le provoca saber que "mi padre" se dio a la fuga. No puedo estar más agradecida. Conocer a Liam e iniciar una amistad con él ha sido un regalo del universo. Un regalo que no pienso perder. No. Ni hablar. Liam es mi primer y único amigo en Los Ángeles, y no pienso permitir que el sin vergüenza de Byron lo aleje de mí como hizo con el resto de la gente que quise conocer. Puede que ahora que sé lo de su padre, entienda parte de su mal comportamiento. Pero que lo entienda no quiere decir que vaya a asumir que siga tratándome como si yo tuviera la culpa.

«— A nadie que crea que te hace bien.»

Las palabras de Byron resuenan en mi cabeza, zumbando y rememorando la conversación que tuvimos ayer por la noche. Aún me cuesta creer que me dijera aquello, pero creo que ahora entiendo la razón por la que lo dijo. Espera, no. ¿Cómo puede ser tan hipócrita? Pero si el que me hace daño es él.

— Oye  — Liam me da un golpecito en la mano. Lo miro y veo que está centrado en algún punto tras de mí — ¿Ese no es Byron?

Creo recordar que Abby ha mencionado en el coche que Byron era aburrido porque hoy tenía que trabajar con su tío Bob. Así que no, no creo que sea él. Aun así, la curiosidad me obliga a girar sobre la silla y, ¡Tachan! Ahí está Byron, sentado en una mesa mientras disfruta de un helado y en compañía de... ¿una chica?

Sí, es una chica. Una chica pelirroja y muy guapa, atractiva y con unos ojazos verdes que deslumbran hasta aquí. Veo cómo se ríen de algo que le ha dicho él, y ella, con toda su coquetería, le acaricia el brazo que más a mano tiene.

«Pero será zo... Espera, ¿qué?»

No quiero sentir esa punzada que me atraviesa el vientre. Tampoco la bola que me bloquea la boca del estómago. Y, para qué mentir, tampoco quiero la rabia que me está obligando a cerrar los puños como una desquiciada. Pero sí, la reacción de mi cuerpo está aquí, presente y evidente ante los ojos desorbitados de Liam mientras se percata de todo.

«No es tuyo, Amber. Byron no es tuyo» Le recuerdo a mi yo celosa.

Desvío la mirada hacia Liam y respiro hondo. Intento relajarme, de verdad, quiero olvidar que Byron está aquí y que está con otra. Otra, a la que, a diferencia de mí, trata bien y hasta le hace reír. Pero no puedo. No puedo negar que acabo de ver ante mis narices al Byron bueno y risueño del que me encoñé de niña. Ese mismo que cambió tras enterarse de mis sentimientos.

— ¿Quieres que nos vayamos? — ofrece Liam.

— Cagando hostias.

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