La voz de Superno: el origen del equilibrio y el destino

Desde los confines del cosmos, donde el Espacio abraza al Planeta Tierra en su danza eterna, nació Superno, un ser místico, hijo del equilibrio y la creación. Su existencia no es solo la de un observador, sino la de un creador: el arquitecto de la vida sobrenatural sobre la tierra. Su propósito, sin embargo, nunca estuvo exento de desafíos. 

Yin, una diosa menor creada para custodiar el equilibrio del "yin", vagaba por el mundo con la libertad etérea de un espíritu que no debía involucrarse profundamente en la vida humana. Pero incluso los dioses menores pueden sucumbir al destino. Durante la primera gran guerra que desgarró la tierra, una madre, enfrentando la inminente pérdida de su vida, suplicó a Yin que protegiera a su hijo, Elias, un niño de diez años con ojos celestes y un alma tan pura que tocó las fibras más profundas de la diosa. Yin, egoísta por primera vez en su existencia, aceptó. 

Con el tiempo, el vínculo entre Elias y Yin se fortaleció. Al llegar a la adultez, Elias, ahora un joven de dieciocho años, se enamoró de su protectora, y ella, quebrantando sus principios, le correspondió. Su amor, aunque puro, era inaceptable para los dioses mayores, quienes intervinieron para erradicarlo. Elias fue sacrificado, muriendo a manos de la misma diosa que lo amaba. Devastada por el dolor, Yin se negó a aceptar a su pareja destinada, Yang, y se quitó la vida frente a él, rompiendo el equilibrio que ella misma representaba. 

El suicidio de Yin y la muerte de Yang por pena, años después, dejaron una profunda marca en el equilibrio de la creación. Al despertar de su sueño reparador, Superno descubrió la tragedia que los dioses mayores habían permitido. Enfurecido, cortó los lazos entre los dioses mayores y sus hijos, pero el daño ya estaba hecho. El equilibrio del Yin y el Yang, junto con la pureza de Elias, estaba roto. 

Con su inmenso poder, Superno decidió otorgarles una segunda vida. Su objetivo era reparar el daño y demostrar que incluso las almas marcadas por el dolor podían encontrar redención. En esta segunda oportunidad, Yin y Yang fueron unidos en un solo cuerpo, encarnados como Leongina Ginonix, un ser hermafrodita, símbolo perfecto de su dualidad. Elias renació como Elay Skene, un omega en un mundo de lobos y jerarquías. 

Superno tejió los hilos del destino con precisión divina. Leongina, destinada a liderar como Alfa de la manada Ginonix, encontró su camino hacia Isabella Swan, gracias a la intervención de la Diosa Luna. Mientras tanto, Elay, en su segunda vida, fue enlazado con Jacob Black, su verdadero compañero. Superno observaba desde su trono eterno, aguardando los resultados de su diseño. 

El propósito de esta segunda vida era más que una simple redención. Superno deseaba algo más: experimentar la vida terrenal como un ser físico, conectado al planeta que amaba y al cosmos que le dio forma. Para lograrlo, necesitaba que sus piezas más importantes, Leongina y Elay, completaran sus caminos y se sacrificaran por su creador. Solo entonces, Superno podría descender al mundo, no como un ente superior, sino como un árbol viviente, enlazando su esencia con la Madre Tierra. 

Y así, la historia comienza, tejida por las manos de un creador que busca no solo reparar el equilibrio, sino también descubrir si su deseo más profundo puede hacerse realidad.