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1.


Había un niño muy callado en tu clase, siempre estaba en la esquina del salón, sin ningún tipo de expresión en su cara, mantenía su cabeza gacha, observando su cuaderno y copiando en silencio, no molestaba a nadie, tampoco es como si alguien notará su existencia. O, bueno, tú si lo hacías; todo el tiempo lo mirabas, su cabello bien peinado, sus ojos un poco rasgados, con ese color carmesí tan exótico, te causaba intriga el menor.

El nombre del niño es Chara, nunca se junta con nadie, es considerado uno de los más aplicados y inteligentes del curso, pasa desapercibido y no le cae mal a nadie, según algunos niños él es raro por su silencio y el hecho de que ignore lo que algunas personas que tratan de acercarse a él, o plantear alguna conversación, no ayuda mucho a que estos rumores se disuelvan. Obviamente tú estabas al tanto de esto, pero no le diste muchas vueltas al asunto, después de todo él es solo un niño más como tú.

En el receso, Chara se quedó dentro del aula, no salió, evitó el regaño de la profesora fingiendo que iba para el baño, así podía aprovechar la oportunidad y entrar. Descubriste su plan porque tuviste que volver, ya que por culpa de estar despistado se te olvido tu merienda.

—¿Ah?—miraste al castaño, que leía un libro.—¿Chara?, ¿qué haces aquí solo?

No hubo repuesta, te esperabas eso de alguna manera. Suspiraste y te acercaste a él, curioso e inocente como cualquier otro menor de unos 10 más o menos. Chara leía un libro de anatomía humana, alzaste una ceja, confundido, no entendías el porqué lo hacía realmente.

—¿Porqué lees eso?—te sentaste a su lado.—¿Qué hay de bueno en eso?

—Lo hago porque quiero saber más.—contestó, algo sarcástico.

—Oh, si, si. Pero, bro, ver todos esos órganos y penes de esos dibujos, ¿eso no te quita el apetito?—decías mientras tomabas tu sandwich de jamón.—A mi me pasaría eso.—terminaste con tu boca llena de comida.

—No tengo comida.

—Uh, por eso no saliste.

—No, sólo quería leer en paz.

—¡Pero si haya afuera hay un bonito sol!, y están los demás para jugar.

—No me interesa.

Tragaste el trozo de pan, bebiste un poco de jugo. Suspiraste.

—Toma,—partiste el pan por la mitad.—¡alimentate!, está bueno, es de jamón y tiene lechuga, tomate, y otras cosas más que mamá le hecha para que sepa bueno.

Chara se quedó mirando por unos segundos la mitad del pan.

—No te lo pedí.—dijo, mostrando frialdad y al vez confusión por tu acción.

Una sonrisa se dibujo en tus labios.

—Vamos, solo tomalo, cortesía mía.—exclamaste.—Cometelo, no vayas a morirte de hambre.

El castaño no cuestionó ni una sola vez más, lo tomó y comenzó a comer.

—Oye, ahora que lo pienso, ¿porqué lees un libro de anatomía avanzada?

Chara no contestó.

—Dime, no me dejes esperando, por favor.—insistias.

—Quiero ser doctor.—contestó en voz baja.

—Oh, vaya.—expresaste.—¡Seguro que lo lograrás!—Chara te miró.—Digo, eres muy inteligente. ¡Ya sé!, cuando me enferme, mejor te llamaré a tí para que me cures.

El castaño se sonrojo levemente.

—No digas tonterías, no tengo esa capacidad todavía.—dijo.—Eso solo sucederá en algunos años.

—Entonces esperaré por ese día.

Por alguna extraña razón, tus palabras querían hacerlo sonreír, pero se sentía incómodo para él hacerlo, así que lo evitó.

—¡Ah, Chara!, ¿me podrías ayudar en mi tarea?

—¿Qué?

—¡Eres muy listo!, tal vez tú puedas enseñarme algunas cosas. No entiendo la tarea.

Chara cerró sus ojos, un poco nervioso. Metió su mano en su mochila y te pasó su cuaderno.

—Me imagino que hablas de la tarea de matemáticas.—asentiste.—Llévate mi cuaderno, puedes copiarla.

—¡Oh, genial!—te sonrojaste.—¡Muchas gracias, amigo!

¿A-amigo?—pensó nervioso.

—Joder, Chara.—tus ojos brillaron.—¡Eres el mejor!

—No digas tonterías.

—¡Pero si es cierto!, tienes toda esa basura de números bien hecha.

—Solo tienes que enfocarte y listo.

—¿Enfocarte?

—¿No sabes que significa?—negaste con la cabeza.—Bueno, en otras palabras que te concentres más en la clase. Te la pasas durmiendo.

—¿Cómo sabes eso?—preguntaste.—¿Me has estado mirando?

—Si, tú siempre me estás mirando. Y deja de hacerlo, es incomodo.—expreso.—El cuaderno me lo devuelves mañana, ¿ok?

—¡Bien!—te sobresaltaste.—Ah, ¿no es mejor que vaya a tu casa?

Ahí la cara de Chara cambio un poco, es como si hubiera palidecido.

—M-mejor entregamelo mañana.—dijo en voz baja.

—Bueno, si tú dices.—susurraste.—¿Te gustan los videojuegos?

—... Nunca he jugado a uno.

—¡¿Enserio?!, un día de estos debes venís a mi casa, tengo call of duty y otro juegos.

—Tal vez lo haga.

—¡Genial!, ¿es una promesa?

La mostraste el meñique, el lo apreto con el suyo.

—Ok.













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