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CAPÍTULO 9


—¿Cuánto llevas aquí?

—Un poco más de media hora, no lo sé con exactitud, ¿algún problema con eso?

—¿Qué haces?

—No se puede hacer mucho si las páginas de Internet están restringidas —dije sin una pizca de emoción para luego cerrar la computadora portátil—, ¿algo más?

—You are detestable, did you know that?

—No puedo serlo más que tú, idiota.

—Será que en algún momento me regalarás una conversación decente.

—No, yo no soy masoquista para pretender ser amiga del hombre que me tiene encerrada en su casa para fingir ante el mundo que tanto desprecia.

—Estas mucho mejor que con Roland.

—¿Qué te lo hace pensar? Nada en este lugar es diferente al club de ese cerdo. Llevo tres días aquí y han sido el mismo infierno, solo que más reducido.

—¿Te molestan las fiestas que he organizado?

—Por supuesto que me molestan esas fiestas, me las conozco todas, la mayoría de esos hombres que vienen aquí también iban allá. Tienen las mismas costumbres: drogarse, emborracharse y negociar mientras las mujeres los veneran, ¿esa clase de vida pretendes llevar hasta el final? —cuestioné con ira al tiempo que me levantaba del asiento—, jamás pretendas que seré tu amiga. De la manera en la que me has tratado te has ganado mi desprecio y dudo que las cosas cambien, solo te importa lo que te suceda a ti.

Caminé hacia la casa en un estado de frustración emocional. No solo por la conversación con Ian más bien por no haber podido encontrar a Annie a través de internet. Ella era mi pasaporte a la libertad, o al menos eso quería creer, sin embargo, no era mucho lo que podía lograr con todas las restricciones que había descubierto.

El teléfono fijo empezó a sonar antes de que subiera las escaleras, miré a todos lados en busca de las empleadas, sin embargo, no había nadie. Me acerqué al aparato y sin darle vueltas al asunto lo descolgué:

Buenas tardes, necesito hablar con Ian Grand —exigió una voz hostil que podía reconocer a la perfección.

—Buenas tardes —saludé con una mano sobre mis labios para evitar ser reconocida—, ¿para qué desea hablar con él?

—Dejé de ser tan entrometida y limítese a cumplir órdenes, necesito hablar con Ian Grand.

—¿¡Qué crees que estás haciendo!? —Escuchar su voz a mis espaldas era aún peor que escuchar la voz del otro lado del teléfono.

—Enseguida se lo comunico —respondí y de inmediato dejé el aparato a un costado de la mesa.

Ian se acercó dirigiéndome una mirada de reproche, sin embargo, antes de que dijera algo que me delatará me alejé de su presencia. Corrí hacia mi habitación y cuando estuve en ella le puse seguro a la puerta. Me senté en el sillón y descolgué mi aparato telefónico. Necesitaba escuchar esa conversación.

Es complicada aunque sabe comportarse cuando es debido.

—¿Lo dices para protegerla?

—No tengo motivos para hacerlo, digo la verdad. Por otra parte debo confesar que me sorprende tu llamada, ¿tendré que acostumbrarme a ellas?

—No lo creo, esta vez me ganó la curiosidad. Digamos que era conflictiva y no me gustaría enterarme que te hace pasar malos ratos.

—Roland, a mujeres como ella es cuestión de domarlas, no es nada extraordinaria, es solo una prostituta hermosa que vuelve loco a los hombres, de ahí no posee más belleza. Su presencia en mi vida tiene fines muy bien pensados, no hay nada más después de eso.

—Me dejas más tranquilo, de todos modos no dudes en avisarme si te hace algún desaire, está acostumbrada a hacer lo que desea.

—Despreocúpate, tengo que colgar, hay varios asuntos que atender.

—No te quito más el tiempo y no te olvides que si deseas alguna mujer diferente para pasar la noche mi club está a las órdenes.

—We'll be in touch.

El sonido intermitente del teléfono se hizo presente y lo dejé de nuevo en su lugar, descansé la cabeza en el respaldar del sillón con la mirada en el techo, « ¿cuál sería el fin de todo esto? », pensé con la certeza de no tener respuesta.

Quería llorar y hablar con alguien que me entendiera, necesitaba palabras de aliento, pedía a gritos una persona que fuera mi norte y que me hiciera sentir en casa, sin embargo, sabía que era un ideal que no tendría.


Y así avanzaron los días, empecé a adaptarme a mi nueva vida y a las nuevas rutinas, las fiestas eran parte de ellas así como también las chicas que animaban los deseos carnales de los invitados y mientras todo eso sucedía yo me quedaba en la habitación custodiaba por un guardia.

Sin embargo, eso no impedía que ideara planes para escapar de ese lugar aunque ninguno era el más acertado. Pero al menos era mejor que nada. Por otro lado, en los días que habían transcurrido poco o nada hablaba con Ian. Nuestras personalidades lograban que termináramos en discusión. Y por eso lo evitaba.


—Te busqué por toda la casa.

—Pues ya me encontraste.

—Todos se han ido, es hora de ir a descansar.

—¿Hasta cuándo?

—¿Disculpa?

—Hasta cuando estaré aquí, no entiendo lo que hago bajo este techo. El día que llegué me dijiste que me querías para tus fines económicos, pero desde entonces no hablamos del tema y el tiempo pasa. No sé a dónde vamos, me limitó a adaptarme, sin embargo, no me es suficiente, ni justo.

—La persona a la cual me interesa convencer de nuestro trato no está aquí y mientras llega toca seguir la vida como es costumbre. Yo no tengo problema, tengo mil ocupaciones al día que apenas me alcanza para pensar en lo de nosotros.

—No me vas a ofender como lo acostumbras a hacer, yo también quiero una vida, pero tú me la arrebatas todos los días, así que no te quejes.

—Estoy de buen humor, no quiero pelear contigo esta noche, ¿te parece si vamos a comer? Así sales de tu rutina tan incómoda.

—Deja de burlarte. —Crucé mis manos alrededor de mi cuerpo—. Y no, no quiero salir a comer contigo, no quiero hacer nada contigo, tu sola presencia me molesta, creo que te lo he dejado muy en claro.

—Yo quería ser amable —añadió con una sonrisa—, pero si así lo deseas está bien, después no digas que te tengo prisionera.

—Una cena no cambia la condición en la que me tienes aquí.

—¿Estas segura de eso? Podríamos divertirnos...

—No voy a soportarte —interrumpí su palabrería—, buenas noches.

Dejé la computadora sobre el escritorio para salir de la biblioteca, pero cuando pasé por su lado me detuvo con su mano sobre mi brazo.

—¿Qué pasa ahora?

—Lets go to the room.

—¿Qué?

—Sé que me entiendes.

—No lo dije en sentido literal, idiota, solo me sorprendió.

—No veo porque, no es la primera vez.

—Me siento mal, no voy a ceder a tus caprichos.

—No quiero que se te olvidé tu lugar en esta casa. —Acercó su boca a la mía sin dejar de mirarme—. Cumples las mismas obligaciones que en el club, solo que ahora es servicio personalizado, pago por ti y me cumples, así de fácil.

—Vienes de acostarte con otra mujer, ¿no es suficiente?

—It is not.

—Antes que todo suéltame. —Lo hizo sin borrar su sonrisa—. Dame unos minutos, te espero allá.

Salí de la biblioteca con una incertidumbre dentro de mí ser, pensaba que no tendría que soportarlo más por esa noche. Me había equivocado.

Con pasos inseguros caminé hacia uno de las habitaciones de huéspedes donde manteníamos esos encuentros esporádicos. Y si, las habitaciones personales se respetaban, era algo que agradecía.

Cuando estuve en ella fui hacia al baño y en los estantes busqué un cigarrillo, lo encendí y rocié perfume en el ambiente para no ser descubierta. Debía relajarme de la única manera que conocía.

Escuché la puerta abrirse y de manera rápida lancé la colilla del cigarrillo al retrete para después bajar la válvula, cepillé mis dientes y me rocié de nuevo con el perfume. Hora de actuar. Abrí la puerta y su mirada me encontró, no obstante la esquivé.

—¿Cuándo me permitirás desvestirte en medio de caricias y besos? —preguntó con una sonrisa irónica que me hizo odiarlo más. Le había dejado claro que esa regla no se rompía.

—El día que vuelvas a nacer y te conviertas en un caballero.

—Eres hermosa, no me cansaría de decírtelo —comentó mientras se acercaba y por instinto caminé hacia atrás. Éramos incompatibles y su cercanía me provocaba una sensación desconocida que no me gustaba.

—Esa ha sido mi mayor maldición —lamenté con la mirada en la pared. Pasé las manos por los tirantes de mi vestido y los bajé, enseguida este se deslizo por mi cuerpo y terminó en el suelo. No me incomodaba.

—Creo que en estos momentos es que te siento más indefensa que nunca. —Detuvo su mano en mi mejilla con la mirada quieta en mis labios, mi respiración de pronto se volvió entrecortada. No esperaba esta de jugada.

—¿Qué quieres conseguir con esto? Acabemos de una vez con el teatro, quieres sexo, no lo compliques más.

Hui de su mirada y me deshice de su camisa polo, él espero a que esta estuviera en el suelo para sujetarme por la cintura con una fuerza considerable. Así nos quedamos por breves segundos.

Acercó sus labios a los míos y me besó con arrogancia. No estaba dispuesta a soportarlo. Lo empujé para que me soltará y lejos de enfurecerse empezó a sonreír. No sabía que buscaba, pero no quería averiguarlo.

Volvió a acercarse y me llevó hacia la cama, después de eso no hubo nada diferente, se convirtió en el mismo hombre que trataba de conocer.

Me limité a complacerlo con la inquietud latente de su anterior comportamiento, pero no era el momento de pensamientos, era el momento de fingir que lograba un orgasmo que estaba a kilómetros luz de experimentar solo para su satisfacción personal.

Cuando estuvo complacido se acostó a mi lado con la respiración pesada, yo me giré hacia un costado para evitar el contacto visual. Después de cada encuentro se sentía un vacío enorme, porque no era como en el club que se pagaba por placer y después todo acababa, acá tenía que convivir con él y soportar sus cambios de humor. Más bien era como prostituir el alma.

—¿Te vas a quedar aquí?

—No, iré a mi habitación después.

—Tú yo podríamos llevarnos muy bien, no sé porque intentas que siempre nos peleemos.

—Deja la hipocresía a un lado. —Enarqué mis cejas ante su burla—. Ambos sabemos cuánto me desprecias.

—Tú no lo entiendes. —Recogió su camisa del suelo.

—Tienes razón, no lo entiendo, no entiendo cómo eres capaz de acostarte con la mujer que tanto odias y de la cual te avergüenzas y no entiendo como a esa misma mujer le pides algo más y no entiendo cómo es que tú entiendes tu manera de ser.

—Quizás si me conocieras.

—Nunca me lo has permitido, además me lo has dejado claro, no hay nada que nos una aparte de esto y de tu negocio.

—¿Por qué guardas tanto rencor? —Se sentó a mi lado en la cama y esa acción me descolocó por la sorpresa. — ¿Qué es lo que te atormenta? No lo tomes a mal, pero he escuchado tus gritos en las madrugadas, ¿de qué tratan esas pesadillas?

—¿Ahora me espías? Nuestras habitaciones están a metros de distancia, es imposible que me escuches, además son temas que no te interesan.

—Si me interesa, quiero saber qué es lo que pasa dentro de ti.

—No quieras cruzar los límites, no sé si tengas algún problema de personalidad o sea tu naturaleza, pero no pretendas que te convierta en mi paño de lágrimas después de lo que estamos viviendo. No eres mi amigo, no eres mi confidente, solo eres un asqueroso cerdo que me está destruyendo la vida, jamás podré verte de otra manera.

—Ni siquiera sé porque me preocupó por ti, no te conozco y no se a lo que estés acostumbrada, de seguro todo es un teatro. —Se levantó de la cama sin volverme a mirar. — Las mujeres como tú no pueden aspirar a que hombres como yo la tomen en serio.

—¿Hombres como tú? No eres mejor que yo.

—Tengo una vida próspera y una padre que siempre me espera, amigos, conocidos, seguidores y también tengo un negocio que me apasiona como no tienes idea en el cual soy el rey y todos me deben respeto, ¿qué más puedo pedirle a esta vida?

—El narcotráfico solo es un sucio negocio que acaba con la vida de miles de inocentes, eres poca cosa aunque te creas de más y lo peor es que ni tú mismo te crees lo que acabas de decirme. Los hombres que de verdad valen la pena están a millones de distancia de nosotros, ni siquiera te puedes comparar con ellos, eres un criminal de doble moral.

—Cállate de una maldita vez antes de que...

—¿De pegarme? Solo eso te falta. —Me levanté de la cama y sostuve su mirada, estaba lleno de rabia al igual que yo, pero eso no me iba a detener.

—Te dije que te callaras.

—Aquí estoy si tienes ganas de hacerlo, pero eso no va a cambiar las cosas, no tienes nada, tu padre se sentiría miserable al saber la clase de hijo que tiene al igual que tus seguidores y el negocio del que hablas solo es temporal. El narcotráfico es infame así como tú y el día que alguien tenga más poder te dejarán a un lado y no serás más que un vil perro sirviente del nuevo jefe y quizás acabado y solo.

No pude descifrar el gesto que hizo, mas estaba segura de que mis palabras le habían pesado y lo comprobé al ver como bajaba la miraba y cerraba los puños con fuerza. Quería decirle más cosas, sin embargo, volvió a penetrarme con sus ojos negros y preferí callar.

—No sabes lo que dices. —Dio media vuelta y salió de la habitacion.

Me senté en la cama de nuevo con una sonrisa en mis labios, había dado en el punto de su conciencia y se sentía muy bien. Después de tantas humillaciones recibía lo que se merecía. Al menos en algo podía desquitarme aunque no era del todo grato.

Dejé esa habitación al cabo de media hora, caminé muy despacio hacia la segunda planta y una vez en mi espacio me fui a dar un baño.

Cada vez que él tocaba mi cuerpo me sentía sucia, era como un estado emocional, sentía de alguna manera que con cada tacto traicionaba al amor de mi vida, a ese que no iba a conocer, pero que quizás me esperaba en algún sitio. 


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*SIGNIFICADO DE LAS PALABRAS EN INGLES*

You are detestable, did you know that? - Eres detestable, ¿lo sabias?

We'll be in touch - Estaremos en contacto.

Lets go to the room - Vamos al cuarto.  

It is not - No lo es.

¡Gracias por compartir este noveno capitulo conmigo! Si le gusto dejen su voto y su comentario, me encanta leerlos. ¡Feliz inicio de semana!

Un abrazo muy grande desde Ecuador.

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