Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

CAPÍTULO 29


—Quiero que esto lo tengas tú.

—¿Estás seguro?

—Eres la felicidad de mi hijo, por ti él volvió a ser el Ian de años atrás. Mi patrimonio está a salvo en manos de ambos.

—Me halaga, pero aceptar la empresa es demasiado.

—Tómalo como un regalo de bodas. Ian me comentó que estudiaste ingeniera en sistemas y que ya no estás trabajando. Mi negocio trata de eso. Eres la indicada.

—Jasón, yo...

—No se diga más. —Extendió el documento—. Estas al frente de este negocio y sé que lo sacaras adelante con el apoyo de Ian. No lo desprecies.

—Perdón por la interrupción, señorita Valladares —dijo Carmen en el marco de entrada a la sala—, mi trabajo ha terminado. Todo está listo para la boda.

—El gran día es mañana. —Jasón sonrió orgulloso—. El tiempo se nos va de las manos en un abrir y cerrar de ojos. Parece que fue ayer cuando mi hijo organizó la fiesta donde conocí a su prometida —recordó con la mirada en mi planificadora de bodas.

—Hacen una pareja estupenda. Ha sido un placer trabajar con ustedes.

—Lo mismo digo, Carmen. Gracias por todo. —Saqué el cheque de mi bolsillo—. Nos vemos mañana.

—Estaré aquí a la hora acordada para verificar detalles. Tengan una excelente tarde.

Se despidió con un beso en la mejilla para ambos y, después de tomar su agenda de trabajo, dio media vuelta en dirección a la salida.

—Esa joven ha hecho un trabajo excepcional. No creo que alguien pueda superarlo. La casa reluce con todos los detalles para la ceremonia. Aún no sé cómo hiciste para convencer a Ian de efectuar la boda aquí.

—Todo quedo perfecto para una boda perfecta. — La tristeza me volvió a embargar al terminar la frase. ¿Podría conservar la esperanza de un milagro?

—Para una pareja perfecta —intervino Ian a un costado y posó su mano en mi cintura. De inmediato le regalé una sonrisa.

—Los dejo descansar, jóvenes, mañana será un día ajetreado para ambos —dijo al momento que abotonaba su chaqueta—, que pasen una buena noche.

—Hasta mañana, Jasón y gracias de nuevo.

Me despedí de él con un abrazo y después de un apretón de manos con su hijo salió de nuestro campo de visión.

—¿Lista para celebrar tu última noche de soltera? —preguntó Ian con una mirada seductora.

Extendí mis manos hacia las suyas y las tomé. Las llevé a mi cintura mientras dejé las mías alrededor de su cuello.

—Gracias por aprender a quererme a pesar de tener todo en nuestra contra...

Tuve que detenerme por el nudo que tenía en la garganta. Mi mirada ya estaba cristalizada por lo que la bajé. No podía con las despedidas. Y aunque él no lo supiera esta era la nuestra.

—Cielo, no sabía que la situación te pusiera sentimental. —Acarició mi cabello con una mirada tierna—. Te hace ver linda e indefensa, aunque sé que esto último no lo eres. Las gracias te las doy yo. Te amo, Bianca Valladares.

Me dio un beso lento y después subimos a la habitación envueltos en un abrazo.

Una vez estuvimos dentro de la protección de las cuatro paredes no esperé más para volver a sentir sus labios sobre los míos.

Me fundí en un beso necesitado. En un último beso. En un último instante entre sus caricias. Refugiada entre sus brazos me sentí plena. Su piel contra la mía era todo lo que necesitaba para recordarlo por siempre.

—Señor Grand —llamaron a la puerta—, lo necesitan con urgencia.

Me separé de sus labios con la preocupación intacta por el tono de voz de Adela. Él también lo notó aunque no me soltó de su abrazo para preguntar:

—¿Qué sucede?

—Sus socios lo necesitan —contestó desde el otro lado—, dicen que es muy importante su presencia.

—Espero que de verdad lo sea —susurró para después darme un beso en los labios—, iré a ver qué es lo que pasa. Espero no tardar. Odio que me interrumpan en momentos importantes.

—Si es necesario bajo contigo.

—No, prefiero que me esperes aquí. No sé lo que deseen esos berzotas. Te amo.

Me dio un último beso y arregló su camisa para después salir de la habitación en compañía de Adela.

Caminé hacia el espejo y me apoyé sobre el tocador. Bajé la mirada y dejé que las lágrimas corrieran. Me sentía cobarde e impotente. Y sabía que no era la mejor decisión de mi vida, sin embargo, había dos seres humanos en peligro y no iba a arriesgarlos.


—Pensé que nunca terminarías de bañarte. —La voz me heló la sangre—. Aunque, siempre vale la pena esperar por ti, flaquita.

Volteé y me encontré con Gonzalo en la puerta de la habitación.

—¿Qué quieres ahora? —pregunté al tiempo que llevé las manos alrededor de mi cuerpo por la toalla.

—Dos cosas. —Empezó a caminar hacia mí—. La primera es recordarte que te quedan horas para vivir tu sueño y la segunda a ti.

—Eres un enfermo.

—Por ti, flaquita. —Recorrió mi cuerpo con su mirada negra.

—¿Quién es tu cómplice? —Susurré—. ¿Cómo es posible que entres en esta casa sin ser visto?

—Mañana te lo contaré todo. No eres la única que puede tener influencias. —Trató de tocarme, pero lo aparté de inmediato.

—Lárgate de mi presencia. Mañana haré lo que me has pedido. ¡No me tortures más!

—No quiero torturarte, lo único que quiero es estar más tiempo con mi futura esposa.

—Nunca seré tuya, rata asquerosa y créeme que haré tus días un infierno. Como enemiga puedo ser letal —gruñí.

—No me amenaces, puedo hacerte conocer el mismo infierno aquí en tierra. —Su mano se deslizó entre la mía y la tomó con fuerza.

—No creo que nada pueda sorprenderme.

—Créeme que sí. —Me jaló hacia él—. Esta noche por lo pronto serás mía —amenazó.

—Eso nunca. Te recuerdo que aún estoy en casa de Ian y puedo gritar con todas mis fuerzas. No me conoces lo suficiente. —Intenté soltar mi mano de la suya, sin embargo, no lo logré.

—Eso no lo harás porque sabes que le puedo hacer daño y que no me temblará la mano. Ahora te tengo así te guste o no.

Soltó mis manos, pero lejos de dejarme, lo que hizo fue empujarme hacia la cama y lanzarse encima de mí. Todo sucedió tan rápido que mis brazos quedaron atrapados debajo de su pesado cuerpo.

—Suéltame, por favor.

—Nunca me ha gustado complacer a las chingonas mujeres y cuando cometí el error contigo nada salió bien. No supliques en vano. Te voy a hacer mía y nada me quitará ese placer —afirmó al tiempo que se movió con brusquedad sobre mí.

—Ni en la cama sirves —contrataqué en un intento de herir su ego y bajar su guardia.

No obstante, lo que logré fue que la palma de su mano aterrizara en mi rostro de manera grotesca. Y antes de que pudiera gritarle lo que merecía, su otra mano arrancó mi toalla.

Forcejeé. Pataleé. Golpeé. Y por unos segundos sirvió mi intento. Pero, cuando intenté ponerme de pie una nueva figura me hizo detener.

—¡Agárrala! —ordenó Gonzalo.

El desconocido tomó mis manos y obligó a que me levantara. No era tan fuerte. Sin embargo, antes de intentar un nuevo movimiento el moreno me sostuvo por la cintura y entre los dos me llevaron a la cama.

Su ayudante cubrió mi boca con una tela al tiempo que Gonzalo amarró mis manos al respaldar de la cama. Estaba perdida entre esas dos personas e Ian no daba señales de vida.

—Así te quería tener. —Se acercó a mis labios con una mirada de deleite—. Y no te voy a dejar escapar, flaquita.

Terminó de hablar y pude sentir como desabrochaba su pantalón debajo de mi vientre. La persona que lo ayudaba se quedó a un costado de la cama. No hizo nada. Nadie iba a hacer nada. Gonzalo había ganado al adueñarse de mi cuerpo.

El alma se me destrozó como efecto inmediato. El dolor vivido hace meses volvió como un huracán dispuesto a arrasar con todo a su paso y con él todas las pesadillas. Estaba otra vez en el infierno y quemándome con mayor rapidez.

—Excitante —voceó con una risa cuando se levantó de la cama. —Desátala, no podemos estar más tiempo en este lugar o se arruinaran los planes.

La persona delgada se acercó a la cama y empezó a acatar la orden. Gonzalo por su parte corrió hacia la ventana balbuceando una despedida morbosa. Tenía ganas de matarlo, pero mis fuerzas físicas se habían marchado.

Su cómplice, al verse solo, no me desató totalmente y por el contrario se fugó por la misma ventana que lo había hecho el moreno. Terminé con la maniobra y me enredé en las sábanas con lágrimas a flor de piel. Me sentía sucia.

« ¿Dónde mierda te metiste, Ian? Gonzalo volvió a destruirme y no hiciste nada para impedirlo.»


—Bianca, cielo. —Escuché su voz a la distancia—. ¿Estas dormida? No era mi intención demorar, pero si surgió un problema grave en la organización...

Me moví debajo de las sábanas sin abrir los ojos. Sentí sus manos recorrer mi cuerpo y emití un gemido de ensoñación que estaba lejos de sentir para luego añadir:

—Descuida, solo quiero dormir, es tarde.

—Cielo, no quiero que te enojes. Quería subir a avisarte, sin embargo, las horas pasaron de inmediato. Me doy un baño y me acuesto contigo.

Su mano se detuvo en mi abdomen y lo primero que sentí fue un rechazo espontáneo.

—¡Déjame dormir, Ian! Estoy cansada.

—Cielo, no pensé...

—¿Qué parte no entiendes? Son más de la una de la mañana —dije envuelta en las sábanas por completo.

—¿Sucede algo, Bianca?

—¿Sabes qué? —Me volteé y lo miré—. Estoy cansada. Han sido días estresantes y solo te pido unas horas de sueños, pero hasta eso es imposible contigo. —Me levanté de la cama—. Me voy a mi antigua habitación.

—¿Esto no es por haberme demorado más de la cuenta? —indagó al tiempo que también se levantó de la cama.

—Es lo que menos me importa ahora. Buenas noches.

Cubrí mi cuerpo desnudo con la sábana y sin esperar más preguntas salí de esas cuatro paredes que tanto disfrutaba compartir con él. Pero que a su vez se habían convertido en un arma de doble filo.

Cuando estuve en mi habitación puse seguro a la puerta y me dejé caer en el suelo con rabia, dolor e impotencia. Me dolía la vida. Me dolían los sueños. Me dolía la felicidad.

—Bianca, ábreme. —Sus golpes en la puerta mostraban el enojo que tenía.

Sin embargo, no me importó. Me abracé con fuerza mientras dejaba que mi dolor se manifestara a través de lágrimas de sal.

No quería hablar con nadie. No quería verlo a él. Quería que la mierda de infierno llegará a su fin.


—Señorita, ¿puedo entrar? —Escuché la voz de Dora como si fuese un susurro.

Abrí mis ojos y me encontré con la penumbra de la habitación. La cabeza parecía que me iba a estallar en cualquier momento y el frío de la mañana no hacia un despertar agradable.

Por lo tanto, me apoderé de unos minutos para asimilar mi situación. Me levanté del suelo y permití la entrada.

—El señor Grand pregunta por usted, se encuentra en el cuarto principal. Anoche no durmió.

—Gracias —musité.

—Con permiso. —Salió de la habitación y antes de que cerrara la puerta Ian entró.

—Buenos días —dijo con una mirada impenetrable.

—Buenos días, Ian.

Volteé sobre mis talones y caminé hacia la ventana. De inmediato me encontré con toda la organización final de la boda. Me sentí miserable y mi mirada volvió a cristalizarse.

—¿Por qué no te pusiste la pijama? ¿Dormiste toda la noche envuelta en esa sábana? Bianca, cielo, dime qué es lo que sucede. No entiendo esta actitud. Si hice algo...

—No es eso. Lo que pasa es que tenemos que hablar. —Volteé y me encontré con su mirada apagada.

—¿Sobre qué? En pocas horas serás mi esposa. ¿Eso es lo que te pone nerviosa?

—No es eso, es otra cosa.

Bajé la mirada y respiré profundo. Debía adueñarme de la Bianca del pasado si quería que las cosas salieran bien.

—Te escucho, tengo todo el tiempo para mi esposa.

—No hay boda, no me voy a casar contigo.

—¿Qué? —Su rostro se desfiguró en una mueca—. ¿Es una broma?

—No lo es, no te amo. ¿No te das cuenta de que todo ha sido un teatro? —Reí.

—No, no es verdad, tú me has confiado demasiadas cosas y hemos hecho planes para nuestro futuro. Te he visto en momentos vulnerables y eso no se puede fingir —afirmó con una mirada triste.

—No seas ingenuo, yo no puedo sentir cariño por nadie. Una chica de la vida fácil no se enamora porque esta seca por dentro. No te creas tan especial para mí.

—¿¡Por qué me dices esto justo ahora!?

—Porque eso era lo que buscaba. —Retrocedí unos pasos—. Quería que sufrieras por amor, por el amor de una prepago. Fue fácil enamorarte y meterme en tu piel. Te lo dije cuando me compraste. Toda esta actuación fue parte de mi plan para que sufrieras. Todo lo calculé paso a paso para que no me descubrieras.

—¿Alguien te obliga a que me digas esto? Anoche me dijiste muchas cosas. ¡Te exijo la verdad!

—Los hombres son igual de manipulables que los niños. Solo basta con fingir para que ustedes crean todo. A mí me convirtieron en lo que soy y tú fuiste parte de ese proceso. No me creas estúpida para enamorarme de quien me siguió privando de la libertad en una jaula de oro. No me podría enamorar de un asesino corrupto.

Al terminar mi frase llena de mentiras, su mirada y su actitud cambio por completo. Y el hombre al que le había entregado lo mejor de mi desapareció. Frente a mis ojos volvió a estar Ian Grand, el del inicio de mi pesadilla.

—Sabía que eras una condenada perra y a pesar de eso te quise dar la oportunidad de demostrarme lo contrario y me enamoré de ti, ¡maldita sea! —Golpeó el tocador.

—No te pedí ninguna oportunidad. Solo mira a tu alrededor, ¿crees que de verdad me iba a casar contigo cuando puedo tener al hombre que se me dé la gana? No me hagas reír. Creí que eras más inteligente.

Su mano se aferró a mi brazo y forcejeó arrastrándome hacia su cuerpo.

—No te haces una idea de cuánto te empiezo a despreciar. Te juro que esto no se va a quedar así. Yo me encargaré de que pagues por lo que me estás haciendo. Te mereces todo lo que te ha pasado aunque ya ni siquiera puedo estar seguro si sea cierta o no esa historia. Deberías estar acompañando al borrico de tu jefe en el infierno.

«Cómo refutar tus palabras. Cómo decirte que todo es por la maldita venganza de Gonzalo. Cómo decir que te amo. Cómo decirte que me muero por dentro y necesito que me vuelvas a salvar.»

—Ian, yo... Yo si te...

—Cállate. —Me empujó hacia un costado—.No te creas la ganadora en este juego. En mi vida no eres indispensable. El condenado amor se esfuma así como aparece. Y una condenada prepago no me a vencer con un estúpido juego sin lógica. No vales ni siquiera lo que pagué.

—Me amas —dije entre lágrimas—, me amas.

—Por ahora, pero voy a terminar despreciándote como lo mereces. Jamás tuve que dejarme arrastrar por ti. Me doy cuenta de que confié en ti más de lo que merecías.

Cruzó por mi lado y salió de la habitación con toda la rabia visible en su rostro. Lo había destrozado y me sentía miserable. El amor dolía. La vida dolía. Y los finales dolían.


**************************************************************************************

¡Gracias por compartir este vigésimo noveno capítulo conmigo! Y no están viendo doble, por ser un día especial y por la paciencia, les traigo otro capítulo de regalo. Un abrazo muy grande desde Ecuador. Mis más grandes bendiciones para cada uno de ustedes.

***************************************************************************************

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro