CAPÍTULO 26
—¿Estás segura de que todo va a salir bien?
—Me sorprendes, ¿dónde se quedó la desalmada que era mi compañera? Si mal no recuerdo no le temías a nada. Varias veces te enfrentaste a Roland e incluso de muerte.
—Él tiene pruebas en mi contra de lo que le hice a Gonzalo, si algo sale mal me puede delatar con la policía o puede hacerle daño a Ian.
—Esas pruebas ya no existen —confesó Sofía al tiempo que desviaba la mirada de la carretera.
—¿Cómo?
—Es que no podía decirte porque desde que te recogimos no has dejado de hablar —continuó Oriana—, pero me las arreglé para eliminar toda evidencia que nos implicara. Nada va a salir mal, él confía de nuevo en mí, de lo contrario no estaría en ese motel.
—No sabes el alivio que me escuchar eso. Por cierto, ¿han sabido algo de Trisha? Yo no desde que desarticuló esa banda que pertenecía a Roland. Nos pidió que la mantuviéramos al corriente y no lo estamos haciendo.
—Bianca, capturar a una de las bandas de Roland es fácil, si los chepos no lo hacían era por el trato que tenían, lo heroico es atraparlo a él.
—Olga me ha preguntado por el caso —dijo Sofía—, y le he mentido porque estoy de acuerdo con Oriana, es nuestra vida o la de él.
—¿Quién es Olga?
—Ya te lo había mencionado, Oriana, ese es el verdadero nombre de mi pareja...
Me recliné en el asiento trasero para ser ajena de la nueva conversación de mis amigas. No estaba de ánimos para tolerarla. Mis nervios no me dejaban tranquila.
Estaba a pocas horas de tener frente a frente al hombre que más odiaba y si las cosas salían como las habíamos planeado entonces sería la última vez que lo hiciera.
—Repasemos la jugada —masculló Oriana sacándose las múltiples pulseras de su mano derecha—, yo voy primero y le hago creer que tendremos relaciones sexuales, ustedes calculan el tiempo y entran. Para este momento lo tendré amarrado y podremos torturarlo hasta que muera.
—Lo repito, en teoría suena muy fácil —mofó Sofía ante mi mirada incierta.
—Lo será, conozco los deseos de Roland. Es un pervertido en toda la palabra sé cómo usarlo a nuestro favor.
—¿En serio utilizaremos ácido clorhídrico?
—Solo si es extremo, no sabes lo fácil que fue conseguirlo con la excusa que iba a ser utilizado en la limpieza. Pero necesito que se relajen. Piensen en Lorena y en ustedes mismas. No vamos a acabar con un ser humano.
Asentí y volví a mi posición.
No podía darle más vueltas al asunto, por el bien del mundo ese cerdo asqueroso debía desaparecer.
—Estaciona a un kilómetro de distancia, el dueño de este motel me conoce y no quiero levantar sospechas— ordenó Oriana—. Quédense escondidas entre los arbustos y hagan el conteo con exactitud, nada puede salir mal. Nos vemos luego.
Mi ex compañera bajó del auto y lució su mejor sonrisa, caminó entre el suelo rocoso con tal elegancia y astucia que pareciera como si fuese una pasarela.
Por nuestro lado apagamos el auto e hicimos lo que nos correspondía y detrás de un arbusto que tenía perfecta vista hacia el lugar, de mala muerte, nos sentamos a esperar siendo presas del silencio por varios minutos.
—¿Qué crees que pase con Gonzalo una vez se entere de todo?
—No lo sé, pero tengo miedo. Acabar con Roland significa el fin de la pesadilla para muchas mujeres, pero no la mía. Mi enemigo más grande no es él.
—Oriana tiene razón en lo que nos dijo, al tener a Roland muerto a Gonzalo se le acabaran las armas y tu podrás contarle a Ian todo lo que ha pasado en estos últimos meses, de esa manera ese hombre no podrá obligarte a nada.
—¿Y si no me cree? ¿Y si se enfada porque le he dicho mentiras? Antier me preguntó si sabía algo de la captura de la banda y no le dije la verdad. Él es muy explosivo, puedo perderlo todo si le cuento.
—Si él te ama te va a entender. —Tomó mi mano—. Tú vales mucho y él tiene la suerte de que hayas decidido confiar a pesar de cómo se conocieron. No hay peor mal que el que no se enfrenta.
—Supongo que sí, pero no estoy de todo convencida. Solo faltan dos semanas para la boda y se supone que ese día llegaría Gonzalo.
—Pues no lo hará y si lo hace entonces tú lo enfrentaras con tu verdad.
—¿Qué haremos con Trisha?
—Lo que planeamos, ella no tiene que saber que estamos detrás de esto. No tengas miedo, tú no eres así.
—Creo que ya no sé ni quien soy.
—Eres una mujer valiente y eso es lo que cuenta. Debo confesar que había días en el club donde me preguntaba de quién habías aprendido.
—Quizás de mi papá, no tengo idea. De él jamás tuve quejas, era un hombre impresionante y amaba a mi mamá como ningún hombre lo haría, sin embargo, todo fue una mentira. Él solo era otro depravado como Roland. Pero de mi mamá estoy segura que no, ella siempre fue sumisa.
—No quería que te pusieras así, lo lamento.
Me acomodé en su hombro y cerré los ojos, recordar no era lo que ponía mal, más bien era la angustia de lo incierto. No obstante, para evitar el silencio que se había formado decidí empezar una conversación normal. Estaba cansada de tanta acción y mentiras.
—Hola, querido —saludó Sofía en un tono pícaro—, ¿tienes un cuarto disponible para nosotras?
—Lo siento, hoy no atendemos por inventario.
—No dejaras que andemos solas por estos lados, ¿cierto? —intervine—, lo que pasa es que unos amigos nos quedaron mal y no tenemos como regresar a la ciudad. Haremos una llamada y en menos de dos horas no nos veras.
—Me da mucha pena no ayudarlas, mamacitas, pero se me escapa de la manos. Tengo órdenes superiores.
—¿Y no puedes romper un ratito las reglas? —Sofía pasó su mano alrededor del brazo del tipo, yo hice lo mismo, pero por su mandíbula, este no dudó en soltar una risa ahogada.
—No me la pongan difícil, mejor será que se vayan antes de que se haga más tarde. A pocos kilómetros hay una carretera.
—Solo será un ratito —musité con aparente ingenuidad.
Por su parte Sofía rodeó el escritorio de recibimiento y se puso al lado del sujeto, empezó a recorrer los hombros con sus manos dejando pequeños besos alrededor de su oreja. Este no sabía cómo seguir fuerte ante las tentaciones de mi amiga así que tomo una de sus manos y empezó a besarlas. Había caído.
—¿Entonces nos dejas pasar? Si lo haces, antes de irnos te daremos tu recompensa —dije con un tono de voz melódica.
—¿Ambas? —Asentimos desde nuestro lugar—. Está bien, pero solo un par de horas y por reloj.
—Gracias, te has ganado una buena recompensa al final —declaró mi amiga al momento que bajaba su mano hasta el pantalón del tipo piel canela, una vez detectado su objetivo lo apretó con suavidad, él soltó un gemido que casi me causa risa.
—¿Qué habitación nos darás?
—La cincuenta y ocho, las demás están siendo acondicionadas —respondió con su mirada perenne en los movimientos de mi amiga— es al final de los pasillos a mano izquierda.
—Gracias, no nos olvidaremos de tu paga.
Caminé hacia los pasillos que conducían a las habitaciones con Sofía detrás de mí despidiéndose a modo coqueto del estúpido recepcionista.
—¿Cuál fue el cuarto que dijo Oriana? —preguntó cuándo estábamos a varios metros de distancia de la entrada.
—El último a la derecha, el que tenía en la puerta una perforación de bala.
—¿Sabes dar patadas de hombres o algo así? —indagó la rubia a modo de broma.
—Oriana dijo que mantendría la puerta sin seguro así que no requerirá de mucho esfuerzo. Además dijo que esa puerta tiene sus fallas.
—De acuerdo, entonces cero nervios y cero remordimientos, Bianca. Caminemos rápido.
Eso hicimos y al cabo de algunos minutos ya estábamos frente a la puerta mencionada. El sitio era lo suficientemente grande para que el recepcionista no nos escuchara por lo que no importaba si hacíamos un ruido mayor al abrir la puerta de un solo golpe.
Retrocedí en mis pasos para tomar impulso y extendí la pierna derecha en dirección a la puerta. Gracias a la plataforma de mis zapatos esta se abrió llevándome hacia adelante.
Las escenas se empezaron a reproducir frente a mis ojos de manera muy lenta mientras caía de rodillas al suelo: Roland tendido en una cama con las manos atadas al respaldar, Oriana encima de su cuerpo propiciándole placer y una película de adultos en su escena más candente.
Nuestras miradas se encontraron en el mismo instante y todo morbo de su rostro fue sustituido por uno de mortificación.
Me levanté del suelo con ayuda de Sofía al tiempo que Roland luchaba por soltarse sin dejar de maldecir y pedir explicaciones por nuestra presencia.
Mi amiga no perdió más tiempo y cerró la puerta dejando una silla detrás de ella. Por su parte Oriana se levantó de la cama y mostró un cinturón que reposaba en su mano derecha, con la mirada fija en su verdugo añadió:
—Esta era la sorpresa que te tenía preparada.
—¿Quiero que me sueltes, maldita perra?
—Tranquilo, escorpión —advirtió con su hipnótica voz—, sabes que nunca te haría daño, solo quiero que estés cheque, ¿verdad, niñas?
—En efecto —continuó Sofía—, queremos ser agradecidas por darnos trabajo en tu club. Queremos darte la satisfacción de tenernos en tu cama. No seas egoísta, no solo Lorena u Oriana pueden disfrutar de ti.
—¡Malditas perras, suéltenme ahora mismo!
—No gastes tu energía en esos gritos inservibles. De aquí solo saldrás directo al infierno.
—Déjame pensar que puedo hacer contigo —habló la rubia—, por tantos años había esperado este momento y no lo voy a desaprovechar en conversaciones estúpidas.
Caminó hacia la cama y se sentó a un costado. Oriana se acomodó detrás de ella y sujetó con más ahínco el cinturón. Segundos después lo hizo aterrizar en el cuerpo regordete de Roland.
Un grito agudo hizo eco en la habitación desaliñada. Y la acción se volvió a repetir. Fue entonces que la mirada oscura del jefe me alcanzó y, aún con la certeza de que no podía lastimarme, sentí miedo. El mismo miedo de la primera vez que lo conocí. Y por más que deseé insultarlo las palabras no fluyeron. Verlo a él había trastocado todas mis ideas.
—¡Bianca! —gritó Oriana con desesperación al verme parada en el mismo lugar.
—No puedo —susurré.
—Sabes que no puedes hacer nada en mi contra porque el idiota de tu comprador se muere. Es que hasta en eso resultaste tonta, ¡enamorarte de quien te compró como objeto sexual! Tienes que estar muy necesitada de cariño...
—¡Cállate, engendro! —Sofía lo interrumpió dándole un golpe cerca de los labios. Acto que provocó que este soltara otras groserías más.
—¡Basta! Esto no es un juego, tenemos menos de dos horas para acabar con este miserable. —Oriana se levantó de la cama soltándole otro golpe alrededor de las piernas—. Si nos detenemos a charlar no vamos a lograr nada. A lo que venimos, en mi cartera tengo todos los elementos de tortura, ¿quién empieza?
—Yo —dijo Sofía con determinación levantándose de la cama al instante que Roland se movió y empezó a gritar en señal de auxilio.
Oriana no perdió más tiempo y se apresuró a coger una de las almohadas para quitarle su funda. Al segundo la usó como mordaza para Roland.
Sofía retomó su lugar y con una navaja en mano empezó a hacer cortes en la piel del que una vez fue nuestro mayor miedo. Todo parecía estar sucediendo lejos de mi alcance. Gritos, maldiciones, risas, torturas. Mis dos amigas descargaban su furia justificada sin temor a nada.
Entonces la sangre empezó a manchar las sábanas a medida que las heridas se hicieron más profundas. Roland no estuvo dispuesto a soportar más por lo que empezó a removerse y tan grande fue el esfuerzo que hizo que la cama se desplomó. Ante ese acto me llené de pánico.
Debido a la caída de la cama mis amigas se levantaron del suelo y empezaron a darle patadas al cuerpo, lleno de sangre, de Roland. No podía describir lo que estaba viendo. Parecía una escena de guerra donde el verdugo era víctima del karma.
—¡Bianca! —Gritó Oriana con rabia—. Acaba con él de una vez. ¡Actúa! Te lo debe, a ti más que nadie.
—No, por favor —chilló Roland con el rostro retorcido—, no me asesinen. Les prometo que las libero, pero no lo hagan. ¡No se atrevan!
—¡Bianca, acaba con esto! —Oriana se acercó y se paró delante de mí—. No volveremos a tener una oportunidad así, si nos descubren será nuestra fin. Ya lo hemos torturado suficiente para el poco tiempo que tenemos. Mátalo y cobra venganza por esos dos años, por Lorena, por todas las niñas que están en el club ahora mismo.
—No lo harás, perra, porque te recuerdo a Arturo —intervino—, ese era igual que yo. Déjame libre por su memoria. Además si me matas Gonzalo te buscara hasta por debajo de las piedras.
—¡Cállate! —Exploté en un grito de frustración. Odiaba el recuerdo de mi papá.
Y con la mente nublada por la ira, le quité el arma a Oriana y me acerqué a la cama, me arrodillé en el suelo y no me importó su mirada. En un acto de falsa valentía enterré la navaja en su rostro.
De su ser salió un grito estremecedor que hizo que la mordaza improvisada saliera de sus labios. Sin embargo, no me impactó así como tampoco lo hizo la sangre que recorrió mis manos. La herida que le había dejado no se comparaba con la de mi alma.
—Vamos, Bianca, terminemos con esto. —Sofía me extendió una pistola que no dudé en tomar.
Manipulé el seguro y la apunté hacia el cerebro del hombre que más odiaba y él solo sonrió como en señal de burla. Sabía que no tenía idea de cómo manejarla, pero la rabia que tenía dentro de mí no iba a dar paso a errores. O al menos eso esperaba.
Descansé mi dedo en el gatillo y cuando lo iba a presionar un ruido ajeno y dos gritos agudos me hicieron sobresaltar. La puerta había sido abierta y en ella se encontraban dos sujetos armados.
No nos dieron tiempo a nada. El más alto de los dos se acercó a Oriana en un parpadeo y la noqueó haciendo que se desplomara en el suelo. Antes de que Sofía pudiese reaccionar el grandulón repitió su hazaña.
Roland empezó a reír con más fuerza y en el momento que intenté correr sentí las manos del flacucho sobre mis brazos. Los presionó con fuerza y me arrastró hacia su cuerpo. Sacó la pistola de mi mano y la lanzó hacia el suelo. Estaba atrapada en medio de tres hombres.
—Siempre gano, hija de sesenta mil millones —gruñó Roland desde el baño de la habitación donde limpiaba sus heridas hace más de veinte minutos.
El hombre que me tenía presa de sus brazos me hizo girar para quedar en dirección al jefe. El mismo que caminó hacia mí y que cuando estuvo a escasos metros de distancia me dio una bofetada.
—¿Qué hacemos con ellas, jefe? —preguntó desde un costado el sujeto que había golpeado a mis amigas.
—Dejé el carro a seis kilómetros de aquí, ve en su búsqueda. Te espero y no demores, no quiero levantar sospechas.
—Tú no vas a hacer con nosotras lo mismo que en el pasado.
—¿Qué me lo impide? Por tu ineptitud se van a adelantar los planes y esta misma tarde te irás con Gonzalo mientras me encargo del malparido de tu novio.
—¡Eres un cerdo asqueroso! —grité mientras le escupía en la cara.
Al instante el flacucho presionó mi cuello y alzó mi rostro para que Roland me diera otra bofetada. Lo hizo. Y esta provocó que un hilo de sangre recorriera mis labios y que la respiración me faltase.
Pero ya no estaba asustada, por el contrario, mi instinto de supervivencia había despertado y no estaba dispuesto a perder esta batalla.
Cerré mis ojos, respiré profundo y recordé mis libros policiacos. Era el momento de poner en práctica lo leído y agradecía que mi opresor tuviera el cuerpo escuálido. Me servía para preparar mi defensa.
Bajé la mirada y en apariencia la guardia. Relajé mis músculos y controlé mi respiración. Aproveché el descuido de Roland por vestirse y el de mi opresor por pensar que estaba indefensa.
En rápido movimiento bajé su mano de mi cuello y alineé mi brazo contra el suyo para después darle un golpe en el rostro con su propio codo. Se desplomó hacia el suelo en segundos. Me giré sobre mis tacones y le di una patada en el abdomen.
Roland soltó una maldición de sus labios y volvió a tomar el arma que había dejado sobre una de las sillas. Hice lo mismo con la que estaba en el suelo y la apunté directo a su rostro. Mi mano temblaba. Mi respiración estaba agitada. Sabía que era mi vida o la de él.
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*EXPLICACIÓN DE PALABRAS:
Cheque: Significa "estar bien". (Jerga hondureña)
Chepos: Suele utilizarse indistintamente como equivalente a policía. (Jerga hondureña)
¡Gracias por compartir este vigésimo sexto capítulo conmigo! Un abrazo muy grande desde Ecuador. Y aprovecho para desearles un feliz 2018. ¡Gracias por haber hecho que este año fuese increíble! Mis más grandes bendiciones para cada uno de ustedes.
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