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CAPÍTULO 23

Bajé a toda prisa las escaleras para llegar a la primera planta. Me cercioré de que Ian no estuviera cerca y salí de la casa ante la mirada de los guardias; a medida que me aproximaba a la camioneta la conversación de los hombres se hacía más clara, pero era lo último que me importaba.

Cuando los metros de distancia entre ese tipo y yo eran mínimos se percató de mi presencia y su sonrisa se borró mirándome con incredulidad. Me crucé de brazos sin dar un paso más hasta que sus acompañantes se dieron la vuelta para saber la razón del porqué la conversación se había interrumpido.

Me sentía abrumada por las extrañas coincidencias de la vida, mas no lo demostré en ningún movimiento o gesto de mi cuerpo. Eso podía convertirse en un paso en falso.

—¿Qué te sucede, Brox? —indagó uno de ellos.

—Nada, sigan con el tema, ya regreso.

Se abrió paso en el círculo de sus amigos y ellos no dejaron de quitarme la mirada. No me conocían en lo absoluto y era lógica su intriga.

—¿Qué demonios haces aquí? ¿Dónde está tu jefe? —Hizo la pregunta sin dejar de mirar hacia los alrededores.

—¿¡Qué representas en la vida de Ian!? —cuestioné movida por los impulsos de mis sentimientos negativos.

—Baja la voz. —Sostuvo mi brazo percatándose de que sus amigos ya no nos miraran—. No sé qué haces en esta casa. No hemos llamado a ninguna chiquilla. ¿Qué pretendes?

—¿Quién eres y qué haces aquí?

—¡Brox! —La voz de Ian hizo que el asqueroso me soltara y sonriera como si no ocurriera nada—. Veo que al fin la conociste. —Los demás hombres volvieron a prestarnos atención—. Señores, esta es mi mujer —dijo con orgullo al tiempo que descansaba su mano sobre mi cintura.

—¡No me digas que esta es Bianca!

El horror se reflejó en el rostro de Brox y caminó varios pasos hacia atrás.

—Por supuesto y pronto se convertirá en mi esposa.

—¡Felicidades, patrón! —exclamó uno de los presentes.

—Tiene muy buen gusto —aseveró otro de ellos.

—Esto no puede ser, cabrón.

—Something happens, Brox?

—Lo que sucede es que esta rata fue uno de los mejores clientes del club y también el primer hombre que estuvo en mi cama—dije sin ningún pudor.

Y como si de una bomba se tratase todos los murmullos cesaron de manera inmediata. Ian me soltó y noté en su rostro la misma expresión que tenía Brox, sumando también la rabia y la ironía.

Pero lejos de prestarle atención, a mi mente vinieron de golpe todos los recuerdos de esa maldita noche:

«—Hola, preciosa. ¿Por qué tan sola? Me gustan sin estrenar, vamos a mi cuarto.

—Te suplico que no me hagas nada.

—¿Lo dices en serio? Eso no te lo voy a cumplir, mejor has lo que sabes hacer.

—Suéltame, no voy a permitir que me lastimes, ¿te gustaría que le hicieran esto a tu hija? Porque de seguro debes tener un hogar al que le juras lealtad.

—No te atrevas a nombrar a mi familia que no eres igual que ellas. —Me soltó el brazo—. Se acabaron las consideraciones, pague por una prostituta y la voy a disfrutar. —Sin esperar más se puso encima de mí y empezó a besarme con brusquedad.»

—¡Quiero que todos ustedes se larguen ahora mismo de mi casa! —gritó Ian haciéndome volver al presente con una sensación de miedo e impotencia.

—Cabrón, yo te puedo explicar lo que acaba de decir esta puta, está hablando del pasado. Solo me sirvió una vez y recuerda que te lo comenté, te dije que era la peor chiquilla que podía existir, ni siquiera sabía lo que era un buen chimeo...

—¡Te callas de una condenada vez! ¡A mi mujer la respetas, borrico!

Terminó su frase y lo siguiente que escuché fue el sonido de su puño impactando en el rostro del que fuera su socio. Por lo que este cayó al suelo con la mandíbula ensangrentada.

Enseguida algunos guardias se acercaron, no obstante Ian les enfatizó que se marchasen y ellos no dudaron en obedecer.

La acción volvió a repetirse frente a mis ojos. La cólera que desataba de cada movimiento del cuerpo de mi prometido me había dejado sin palabras. Además de que los sonidos que dejaban en el aire esas patadas me causan un placer mortificante.

Sabía que se las merecía y no iba a hacer nada porque se detuvieran. Ese gusto me asustaba un poco, pero no era momento de reflexionar.

—¡Para, animal! —balbuceó Brox en un tono seco que me hizo poner atenta.

—Shut up!!

Ian se inclinó para darle otro golpe alrededor de su cabeza, sin embargo Brox no lo permitió. En lugar se dio media suelta sobre el césped —que ya estaba manchando de sangre— y estiró su pierna derecha para desestabilizarlo.

Su cometido se logró y aprovechó ese descuido para darle un porrazo en todo el rostro, él se cayó al suelo por la sorpresa y este no dudó en hacer uso de su fuerza.

Entonces llamé a los guardias para que los separaran. No podía permitir que él saliera lastimado.

—¡Quiero que te largues de esta casa y no te atrevas a volver nunca más! ¡Tus días en mi organización se acabaron, maldito borrico! —bramó con la respiración acelerada cuando Brox ya estaba a metros de distancia.

—¡No puedes cambiar nuestra amistad por una chiquilla! La noche que se me entregó lo hizo con placer, tanto que ni me ha superado. ¡La defiendes en vano! —masculló mientras se retorcía en los brazos de los guardias.

—¡Vete al infierno ahora mismo! —Soltó el último grito cuando ya estuvo de pie, la sangre rodaba por su rostro, pero a él parecía no importarle.

Los guardias tomaron como orden las palabras de Ian y empezaron a caminar con Brox arrastrándose, pero antes de estar lo suficientemente lejos soltó:

—¡Esto no se va a quedar así, cabrón! ¡Por mi madre que me pagarás esta humillación!

—¡Que te calles! ¡Bótenlo de mi casa como el berzota que es!

No sabía cómo actuar o qué decir, la tensión era indescriptible. Me daba horror el pensar que si me acercaba a Ian me despreciaría. No estaba segura de como estuviera procesando todo lo ocurrido.

Así que no fue hasta que las puertas de la casa se cerraron que caminé hacia él y lo abracé por detrás. Sentí como dejaba ir un peso de su cuerpo y enseguida posó su mano sobre la mía.

Nos quedamos así por breves instantes, su respiración debía volver a la normalidad así como su corazón agitado.

Lo tomé por el brazo y lo obligué a que me mirara. Me dio pavor notar el odio que sus ojos reflejan ya que simulaban traspasarme el alma, sin embargo, entendí que no estaba así por mí cuando añadió:

—Me llena de impotencia saber que ese maldito fue el que te ultrajó. Cuando me lo contaste me partiste el alma y ahora que veo que esa figura tiene rostro no sabes cómo quisiera mandarlo al mismo infierno. ¡Es que merece morir! ¿Cómo esta inmundicia de mundo puede ser tan pequeña?

Moví la cabeza en señal afirmativa con la mirada inquieta. La sensación de placer poco a poco iba desapareciendo para darle paso al remordimiento.

—Él no te va a molestar nunca más. Lamento que hayas tenido que presenciar todo este espectáculo —continuó ante mi silencio.

—Basta, Ian. Ese cerdo asqueroso no representa ni una cuarta parte de mi sufrimiento, ya suficiente con lo que hiciste. Me causó un impacto muy fuerte verlo aquí y saber que era de él de quien siempre hablabas, pero ya pasó. Solo fue un trastorno momentáneo. Necesito que te tranquilices.

Pasé mi mano por su rostro y el hizo una mueca de dolor. El lugar donde Brox le había dado el golpe estaba empezaba a hincharse.

—No, no es suficiente —continuó— lo borraré del mapa. Nunca más en su condenada vida vera un céntimo de la droga, ni de ningún negocio más.

—Vamos a la casa, tengo que ayudarte con ese moretón.

—Perdóname —dijo con un suspiro largo—, es que aún no concibo por todo lo que has pasado, eras tan indefensa y ese berzota te lastimó sin importarle nada. ¿Estás bien?

—Lo estoy, ¿tú estás bien? Me dio espanto cuando vi que Brox tomaba el control de la situación.

—Yo estoy bien, este tipo de situaciones no son nuevas para mí. Si tan solo supieras los golpes que he tenido que enfrentar. De no haber sido por ese pequeño descuido en este mismo instante estaría muerto.

Afirmé con un nudo en mi garganta que impedía que las palabras fluyeran.

—Algo te sucede. —Tomó mis manos y evaluó mi mirada—. Algo pasa contigo y no es por lo de Brox que te encuentras así, desde que llegamos de Chile no estás bien, dime que es lo que te atormenta. ¿Acaso las pesadillas? ¿Volviste a saber de ese hombre que te acosa? ¿La seguridad volvió a ser burlada? ¿Roland te contactó?

—No, nada de eso, el capitán de la policía ha hecho un buen trabajo. —Bajé la mirada—. Solo me siento abrumada con todo lo que sucede. No estaba acostumbrada a tantas emociones por un día. Solo abrázame y dejemos las palabras a un lado.


Al cabo de unos minutos volvimos a la casa, llamé a Dora y le pedí el botiquín de primeros auxilios, para ser sincera no tenía experiencia en el tema, pero Ian sí, así que con su ayuda empecé a curar su rostro. Todo ese tiempo ambos estuvimos en silencio.

Cuando terminé me insistió en lo que dejara solo así que sin más remedio me tocó aceptar. Abandoné la sala y me fui a la habitación. Me deshice de la ropa y deambulé hacia baño.

Una vez dentro de ese espacio frío varias lágrimas se escaparon de mis ojos, me encerré en la ducha y dejé que el agua recorriera mi cuerpo sin consideración a que se gastase en vano.

Todo se veía muy turbio a mí alrededor, no sabía cómo sería el fin. Estaba Roland, la muerte de Lorena, Gonzalo, Trisha, la confesión de Sofía, el cambio de Oriana, la situación de Ian, la pelea con Brox, mi vida misma; sentía que era demasiado y quería gritar hasta quedarme sin voz. Eso era lo que me hacía falta: un grito de liberación.

Por eso antes de reunirme de nuevo con Ian me fumé un cigarrillo, lo hice apoyada a la pared mientras mis dedos presionaban con fuerza mi piel húmeda.

Quería de una u otra manera sacar el dolor de mí ser. Comprendía que estaba muy dañada y que me estaba aferrando a cualquier muestra de amor con tal de no desarmarme por completo en una guerra que aún no había terminado.

Y entonces las palabras de Trisha retumbaron en mi mente: «En ese club te dedicaste a hacer sufrir a cada hombre que estaba en tu cama y de la noche a la mañana llega uno y te saca de ahí a cambio de un precio y ahora sientes amor por él.» Solté una risa irónica ante mi propia estupidez.

Esa noche volvieron las pesadillas de manera más abrumadora –como si fuese posible– todos mis enemigos se mezclaban en un mismo momento y la sangre no quedaba a un lado. En esa pesadilla era tan indefensa como en la vida misma, podía decir que era una de las peores noches dentro de esa casa.


— ¿Ya te vas? —Me detuve en el medio de la escalera enlazando mis manos; él me miro desde la mesa donde ordenaba su portafolio.

—Sí, tengo una conversación con el alcalde. Va a mandar a unos policías de frontera a escoltar la mercancía que va por el rio. Se supone que lo iba a hacer el condenado de Brox, pero mientras arreglo ese asunto tengo que ir yo. No confió en nadie más para eso.

—Me puedes dar el número de Francis.

—¿De verdad?

—Sí, siento que si no hablo con alguien experto en el tema voy a terminar loca.

—¿Seguro todo está bien? —Llegó hacia mí ya que había terminado de bajar todas las escaleras.

—Sí, solo decidí hacerte caso.

—El número está en mi oficina, llámala y pídele que venga. Estaré aquí por la tarde, solo pasaré un rato en el despacho porque llegaran unos nuevos clientes, además no quiero dejarte sola mucho tiempo. A veces me canso de toda la farsa.

—Sabes que podemos acabar con todo eso.

—Un año, cielo. En un año todo quedara atrás.

—Cuídate mucho, por favor. No quiero que te pase nada malo. Ayer Brox me dejo preocupada, se fue muy enojado. Él no se va a quedar de brazos cruzados al saber que lo sacas del negocio. Y no me deja tranquila lo que pasó con tu auto.

—Quien debe cuidarse eres tú y sobretodo tranquilizarte. Me di cuenta de que anoche no pudiste dormir. Olvida lo del auto, tuvo que haber sido una tontería. —Se acercó y dejó un suave beso en mis labios—. I love you.

—Eres encantador.

Lo abracé por unos instantes y luego de otro beso igual de dulce salió de la casa. Me quedé recostada en el barandal de la escalera por un tiempo inexacto, miré todo lo que rodeaba y bufé inconscientemente. ¿Cómo la vida de una simple universitaria podía dar un giro catastrófico?

«Bien hecho, papá. Librándome de tanto mal y mira donde terminé. Todo este infierno te lo debo a ti aunque también te debo estos pequeños instantes de felicidad. A ver si permites que duren.»

Me dirigí a la oficina, cerré la puerta y me puse en la labor de buscar el número de Francis en la agenda de contacto. Cuando lo tuve entre mis manos, tomé el teléfono del pedestal y lo marqué. Estaba nerviosa ante esa decisión, pero si no me desahogaba con alguien iba a terminar muy mal.

—Ian Grand, que sorpresa saber de ti, hace varios días que intento contactarte y no he tenido suerte, de seguro algo paso para que me estés devolviendo la llamada.

—Hola, lamento decir que no soy Ian —dije con una sonrisa nerviosa—, soy Bianca Valladares.

—¿Bianca? Esto es un milagro, ¿de verdad eres tú? —Podía notar la sorpresa en su tono de voz.

—Sí, disculpa por llamar, es que me gustaría conversar contigo.

—¿Sucedió algo con Ian?

—No, no tienes por qué preocuparte, te llamo porque deseo tener una consulta contigo. Hay muchas cosas que están pasando y necesito alguien de confianza.

—Será un placer, dame media hora y estaré contigo.

—Te espero.

Solté el teléfono sobre el escritorio con un sabor extraño en mi interior. Para mí era difícil hablar de todo lo que había vivido y seguía viviendo, pero sabía que estaba en un punto extremo y reprimir lo que sentía ya no seguía siendo una opción.

Salí de la oficina con dirección a la cocina, solicité a Adela que preparara unos bocaditos para la visita y también que la hiciera subir a mi antigua habitación cuando esta llegara, ella con su usual amabilidad acepto.

Una vez en la segunda planta fui directo hacia allá, sin embargo en el instante que entré me arrepentí. En ese espacio estaban tormentosos recuerdos, mismo que debía enfrentar.

Respiré hondo y caminé hacia uno de los cajones en busca de aquella nota que había recibido semanas atrás de Gonzalo. Cuando la tuve en mi poder la destrocé. No quería nada tangible que me recordara aún más a ese cerdo.

Minutos después fui hasta el tocador y me arreglé un poco, aún andaba en pijama y con mi cabello en una trenza, la deshice y lo llevé a un costado de mi hombro, debido al peinado tenía algunas ondulaciones en las puntas.

Miré mi rostro y me sonreí, pocas veces lo hacía. Durante dos años había pasado odiándome por tener una belleza que se había convertido en una maldición, no obstante, en esos segundos admiraba esa ingenuidad que poco a poco empezaba revivir. El sentimiento que estaba dentro de mí era lo que se reflejaba en el espejo.

—Señorita Bianca —llamó Adela al otro lado de la puerta.

—Pasa.

Me levanté del tocador y al momento que la puerta se abrió dejó ver a las dos mujeres. Era la primera vez que tenia de frente a Francis y era guapa. Su cabello rubio le llegaba hasta el final de su rostro y la piel blanca en conjunto con los ojos claros le daba a su sonrisa una armonía total. Trasmitía paz con su sola presencia.


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*SIGNIFICADO DE LAS PALABRAS EN INGLES*

Something happens? - ¿Sucede algo?

Shut up! - ¡Cállate!

I love you - Te amo

¡Gracias por compartir este vigésimo tercer capitulo conmigo! Si le gusto dejen su voto y su comentario, me encanta leerlos. Además de que este capitulo esta lleno de acción con esa pelea inesperada entre los socios. ¿Qué les parece el accionar de Ian y de Bianca?

Pd: El capitulo no pudo ser subido ayer porque tuve muchas ocupaciones. Mil disculpas y gracias por la compresión.

Por cierto, el día martes subí una nota donde les explicaba que si alrededor de los capítulos publicados se encontraban con ciertos errores ortográficos no se preocuparan. Este borrador ya esta siendo editado como se amerita para ser subido una vez terminé.

Un abrazo muy grande desde Ecuador.

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