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CAPÍTULO 20

DÍAS DESPUÉS

—¿A dónde va la señorita? —preguntó Dora al verme caminar hacia la puerta.

—¿Desde cuándo debo darte explicaciones de mis actos?

—Usted sabe que siempre debe rendir cuenta de sus actos. El señor Grand nos tiene bajo estrictas condiciones en cuanto a usted se trata.

—No estás en la posición de saberlo, ni yo de decírtelo, pero las cosas han cambiado. —Le sonreí cruzándome de brazos—. Ian y yo tenemos otro tipo de acuerdo o caso contrario no nos hubiéramos ido de viaje. Nos vemos después.

Abrí la puerta y enseguida los guardias me observaron, asintieron con la cabeza y volvieron su vista al frente. Esa sensación de libertad no tenía palabras, sin embargo, lejos de querer escaparme, tenía otros propósitos y debía empezar a cumplirlos.

Subí al auto, y después de dejar la cartera en el asiento de al lado, lo encendí, debía confesar que estaba muy nerviosa, pero también decidida. Esperé a que las rejas que cuidaban de la infraestructura se abrieran y salí de la casa.

El teléfono que tenía dentro de la cartera me hizo brincar del susto, no me acostumbraba a ese aparato, no después de no usarlo por más de dos años, no obstante en nuestro viaje Ian había insistido en que debía tener uno para estar comunicados.

—¿Sofía? —susurré a través de la línea sin alejar la vista de la carretera—. ¿Eres tú?

—Sí, acabo de salir de casa de mi cliente. Te veo en diez.

El intermitente de la llamada se hizo presente por lo que dejé el teléfono sobre mis piernas y pisé el acelerador del auto.

Una vez en el estacionamiento caminé con prisa hacia el bar. Desconocía la zona y no quería arriesgarme a nada, con la amenaza de Gonzalo en mi mente apenas podía concentrarme. La vida quisiera y no me hubiera seguido o caso contrario todo esto sería en vano.

—Bianca, gracias al cielo. —Sofía tomó mi mano en el segundo que estuve dentro del lugar—. Temía que te perdieras. He solicitado un cuarto, vamos hacia el fondo, estaremos más seguras. —Le hizo señas a uno de los sujetos que trabajan ahí y este entendió de inmediato.

Me dejé guiar por mi amiga al tiempo que tapaba mi rostro con la bufanda que llevaba. Había decenas de personas en ese lugar, la mayoría hombres, y mi paranoia me hacía pensar que uno de ellos podía ser cómplice de Gonzalo. Sin embargo, no podía tener tan mala suerte.

Bajamos unos diminutas escaleras y al llegar al fondo del bar el mismo sujeto que había mirado a Sofía nos esperaba con la puerta abierta, ambas le agradecimos con la mirada para después entrar.

—Ella es la amiga de la que te platiqué, es agente de la policía y está dispuesta a ayudarnos —aclaró con la mano extendida hacia la persona que estaba de pie al lado de la cama.

—Hola, Bianca, estoy al tanto de lo que han vivido y estoy dispuesta a colaborar en todo lo que sea necesario para encarcelar a Roland.

—No me dijiste que ella también estaría aquí.

—Sabía que si te decía la verdad no ibas a querer aceptar, pero debes confiar en mí y en Trisha, ella es prima de una... uno de mis clientes.

—No entiendo. ¿Qué es lo que está pasando, Sofí?

—La vez que nos vimos en el parque te dije que estaba con una persona, ella es buena y quiere ayudarnos entonces me contactó con su prima. Por favor, no tenemos mucho tiempo. Es hora de ponernos al corriente de lo que vamos hacer.

—De acuerdo. —Miré con nerviosismo a la agente, pero ella me regaló una sonrisa que trasmitió confianza—. ¿Cómo conoces este sitio? —Me senté en la cama y observé todo a mí alrededor. Parecía una versión barata de las habitaciones de Roland.

—Varias noches los clientes me traen aquí. —Se dejó caer en el sillón lateral—. Hay algunos que tienen ciertos gustos por los tríos. Pero aquí estamos seguras, el de la puerta es mi amigo o algo parecido.

—Gracias por acceder a verme.

—Sabes que lo haría siempre, eres como mi hermana, a ambas nos tocó vivir este infierno de vida... quiero que me expliques todo y sabes a lo que me refiero. —Descansó sus manos alrededor de sus rodillas con la mirada triste.

—Pero no quiero que esto traiga consecuencias. —Me dirigí a la oficial—. Lo que yo voy a decir quiero que lo escuche como civil, mas no como policía.

—No me tengas miedo, si hay algo de lo que te arrepientas solo dilo. Yo no voy a hacer nada para perjudicarte, todo lo contrario, ustedes aquí en toda historia son las víctimas.

—Gonzalo no solo me secuestró sino que también asesinó a mis padres. —Volví a fijar la atención en mi amiga. —Ese día le juré venganza y no paré de buscarlo en los dos años que estuve con Roland. Cuando lo vi en el club supe que el momento había llegado y no me detuve ante nada.

—¿Por qué no nos dijiste nada? Entre las tres...

—Lorena no lo reconocía, no tenía caso que las arrastrará conmigo, era mi deuda y por lo tanto debía cobrarla.

—¿Tú fuiste q-quien planeó su muerte? —habló con cierto titubeo.

—Sí, con la ayuda de Oriana, ¿recuerdas que en alguna ocasión ella nos dijo que existía un veneno para acabar con la vida de alguien sin dejar rastros?

Asintió mientras las pupilas de sus ojos se dilataban un poco.

—Lo utilice, pero algo salió mal. Roland pudo salvarle la vida a esa rata y fue por eso que me entregó a Ian, aunque esto último lo supe por Gonzalo. Se atrevió a burlarse de mí con esa confesión.

—No puedo creer que hayas pasado por todo eso tú sola, ahora comprendo el porqué de tus pesadillas constantes los últimos días.

—No era justo que las involucrara, además ya pasó.

—Los hombres como ellos solo nos obligan a cometer esos actos —reconoció Trisha—, ningún juez en su sano juicio podría culparte por eso. Si ellos son capaces de asesinarnos podemos hacer lo mismo.

—Volviendo a Gonzalo, ¿quieres decir que ya lo viste? —continuó Sofía.

—Sí, hace cinco días volví de un viaje que organizó Ian y él me estaba esperando en la casa. Lo que pasa es que esa es otra historia. Desde hace varias semanas empezó esta especie de acoso, al principio pensaba que eran mis pesadillas o mi imaginación, después las cosas se volvieron más turbias y supe que se trataba de alguien real.

—¿Y qué es lo que quiere ahora ese engendro?

—Al parecer tiene deudas pendientes con Ian y desconozco el origen de esa discordia, pero el hecho de que él haya ido al club no fue coincidencia, todo fue una estrategia de Roland y Gonzalo y las cosas se volvieron mejores para ellos cuando este se obsesionó conmigo.

—Sigo sin entender en que te involucra todo esto a ti, por teléfono me dijiste que eres la única que puede salvar a Ian.

—Salvarlo de cierta manera, Gonzalo quiere que enamoré a Ian y que el día de la boda lo dejé, de no hacerlo entonces él acabará con su vida, pero si lo hago lo dejará vivo aunque desdichado, pero la cuestión no es solo el amor, va más allá, involucra los negocios, a su padre, en fin desdichado al punto de querer acabar con su vida.

—¿Pero en qué momento tú aceptas casarte con Ian Grand? —Pasó las manos por su cabello en señal de frustración—. La última vez que te vi tú lo odiabas. ¡Qué ponchera, lady!

—El día que Ian me sacó del club fue con ese objetivo, su padre le había impuesto una condición para heredarlo, él vio en mí a la candidata perfecta. Sin embargo, con el tiempo las cosas cambiaron. Es un ser humano lleno de miedos que solo necesita una luz de esperanza para salvarse y eso es lo que quiere impedir Gonzalo, por eso necesito tu ayuda.

—¿Te enamoraste de él?

—Yo no sé muy bien lo que es el amor, pero siento algo muy fuerte por Ian y quiero jugar todas mis cartas para poder salvarlo. Ya ha pasado por mucho y no me gustaría contribuir en su desgracia. Por eso tengo que hacer las cosas antes de que se efectué esa boda.

—Disculpa, ¿a qué se dedica ese tal Ian? ¿Hablamos acaso del asesor financiero?

—Si, a eso se dedica —hablé con una seguridad fingida—, lo conocí en el club y al poco tiempo me sacó de ahí, él no tiene idea de nada de esto, no quiero involucrarlo.

—Vaya que los hombres no terminan de sorprendernos, quien diría que un asesor de finanzas estaría involucrado con tratantes de blancas y narcotraficantes.

—Él no está involucrado, solo son coincidencias de la vida. Hasta donde sé con Gonzalo se conocen porque estudiaron juntos.

«Una mentira tras otra con tal de salvarlo.»

—¿Qué quieres que haga? —intervino la rubia dándose cuenta de que no iba a confesar la verdad de Ian.

—Quiero saber todo de esa rata. Roland debe tener información, sé que es muy arriesgado, pero si no fuera de vida o muerte no te lo estaría pidiendo.

Se levantó del sillón y se arrodilló frente a mí con la mirada entristecida para añadir:

—Cuenta con eso, una de nosotras merece ser feliz y si tú lo eres con Ian entonces te voy a ayudar para que eso no acabe, además de que ese par de engendros nos deben mucho.

—Ian me hace feliz y no quiero que sufra más, por eso debo detener a Gonzalo, tengo dos meses para hacerlo.

—Te voy a ayudar a que acabes con ese engendro de una vez por todas —Llevó sus dedos a mi rostro con una sonrisa pequeña.

—No solo a que acabes con Gonzalo —intervino Trisha—, sino también con Roland y ya sé lo que podemos hacer. Pero necesitamos estar las tres en la misma sincronía, no quiero que se me oculté nada. Vamos a limpiar a la sociedad de rufianes como esos.

—¿Y qué es lo que tienes en mente?

—Sofía me contó que Roland siempre les pide interrogar a los clientes con el fin de obtener provecho, cada una tiene información valiosa de ellos, si los encontramos los podemos amenazar con decir todo si ellos no lo delatan.

—Es cierto, pero puede ser muy complicado. Ellos pueden contactar a Roland y decirle todo. Nosotros saldríamos perjudicadas.

—No tendrán tiempo de hacerlo, soy una profesional en el tema y solo necesito la información necesaria para ejecutar la operación. Reclutaré a mi mejor oficial para que me ayude. No voy a permitir que más mujeres sufran el abuso de esos rufianes.

—Gracias, mil veces gracias. —Me levanté de la cama y abracé a la mujer, de más o menos cuarenta y cinco años, sin pedirle permiso. Cada vez la luz se hacía más grande.

—Parece que la tormenta tiene fin. —Sofía posó su mano en mi cintura y apoyó su cabeza en mi hombro cuando me separé del abrazo de Trisha.

—Parece que sí, ahora si dime cómo está todo con Lorena.

—Un poco complicado... ella ciertas noches se acuesta con Roland.

— ¿¡Qué!?

—Sí, casi no habla conmigo, se ha aislado, además hace pocos días nos cambiaron de cuarto, estoy con una chica nueva y ella comparte con Oriana.

—No podemos dejarla así. Tal vez está pasando por algo grave.

—Lo he intentado, pero no se deja ayudar, de todas maneras no me daré por vencida. —Hizo una mueca con sus labios y se incorporó—. Tenemos que irnos sino queremos que nadie sospeché. Una vez este en el club voy a investigar todo, deberás estar pendiente de mi llamada, sabes que no podemos utilizar los teléfonos fijos y voy a burlar a la seguridad.

—Descuida, así lo haré.

Nos juntamos en un abrazo apretado para después salir de esa habitación. Afuera nos esperaba el sujeto que se conformó con un beso por parte de mi amiga por el favor hecho. Nos fuimos con el mismo cuidado con el que entramos.

Ya en el estacionamiento procuré que nadie estuviera alrededor, entré al auto y salí de inmediato del sitio con una felicidad abrasadora. Si Gonzalo me tenía vigilada al menos lo había burlado por una ocasión y eso se lo debía a los vidrios polarizados.


—¿Dónde estabas? —Su voz me hizo detener antes de que llegara al sillón de la sala.

—Hola, fui a despejar mi mente un poco, no quería estar sola en casa —respondí con una sonrisa que estaba lejos de sentir.

—El hecho de que te haya dado libertad para salir no significa que debes abusar. Te di ese teléfono para que respondieras mis llamadas y ni siquiera eso hiciste.

—¿Estoy escuchando bien? ¿Desde cuándo cambiaron los términos en esta relación? Además ni siquiera escuché esas llamadas.

—¡No ha cambiado nada! No quiero que abuses de mi confianza, no sé qué sales a hacer o con quien...

—No te detengas, termina la oración y demuestra que sigues siendo el mismo de siempre. Yo sabía que apenas estuviéramos de regreso el caballero romántico iba a desaparecer —repliqué.

—No cambies el rumbo de esta discusión.

—No cambio nada, él único que cambia eres tú, no puedo creer que me tengas desconfianza después de todo lo que pasamos.

—Me impacienta el no saber dónde estás, no quiero que te pasa nada malo y me aterra la idea de que me dejes... no me imagino que haría si un día decides marcharte.

Llevé mis manos a mi boca y solté un suspiro. Respiré despacio para relajarme. Con los ánimos que tenía lo que menos deseaba era una discusión absurda.

—Yo no quiero irme, pero no me gusta que tomes esta actitud. Yo no escogí mi pasado y no puedes reprocharme por eso, creí que con lo que te había contado esa desconfianza estaba superada, pero en un hombre como tú eso no será fácil de olvidar y no creo que lleguemos a ningún lado.

—Bianca, es que no quiero que te pase nada. Aún no se sabe quién es tu acosado y el hecho de que alguien te quiera lastimar me hace pensar lo peor. Yo no quise decir nada más.

—No quiero hablar ahora.

Di media vuelta y caminé hacia las escaleras con la mirada en el suelo. Al parecer para un hombre como él iba a ser muy complicado confiar en una mujer como yo.


—Cielo, tenemos que hablar, abre la puerta —pidió al tiempo que golpeaba.

—Quiero estar sola, no es conveniente hablar ahora.

—¿Así es como quieres llevar las cosas?

—Así es como las quieres llevar tú.

—Estoy consciente de que cometí un error, pero Dora me dijo que habías salido sin los guardaespaldas. Tú sabes que allá fuera no es seguro, lo hago por tu bien, abre la puerta. —Volvió a golpear.

—Tú no te referías a eso cuando me reclamaste en la sala. —Me apoyé en el respaldar de mi asiento—. Sabía que ibas a decir que de seguro estaba con otro hombre, solo déjame.

—Pensé que eras más madura y que habías dejado a un lado tu impulsividad.

Antes de poder responder escuché sus pasos alejarse en dirección contraria.

Solté mi cabello en un acto de frustración y me levanté de la cama. Corrí hacia el baño en busca de un cigarrillo. Necesitaba relajarme.

« ¿Podremos ser felices en medio de tanta desconfianza? », medité mientras me miraba al espejo.


Con cierto pesar dejé mis pensamientos a un lado cuando terminé de fumar el cigarrillo. No era momento de sentimentalismo y tampoco quería dejar que ellos me ganaran. Estaba decidida a hacer algo por la persona que, de cierta manera, me salvaba de la oscuridad a pesar de que un futuro entre ambos no existiese.

Volví a la cama y retomé la investigación para cumplir con Trisha. Antes de mi boda Roland debía estar en la cárcel y de Gonzalo me encargaría personalmente.

—Señorita, ¿va a cenar? —preguntó Adela a un lado de la puerta.

—Sí, enseguida bajo, ¿sabes si Ian está en la casa?

—Salió hace más de dos horas con la señorita Aurora.

—¿¡Se fue solo así!? —Cerré la computadora de golpe—. ¿Dijo a qué hora vendría?

—A él no le gusta dar explicación, señorita.

—Gracias, Adela, enseguida bajo. —La puerta se volvió a cerrar y experimenté la misma sensación que tuve el día que Ian armó esa fiesta para darme celos, ¿sería posible que fuera tan infantil?

Busqué mi cartera alrededor de la habitación y cuando la encontré saqué el teléfono. Era cierto lo que había dicho Ian, tenía varias llamadas de su parte. Presioné el botón táctil de llamada y me senté en el sillón individual contiguo a la puerta en espera de que respondiera. El coraje me quería ganar la batalla.

―Hola.

—Tienes treinta minutos para estar aquí y dejar a esa desabrida pelirroja de sonrisa ancha.

—¿Es una orden?

—Sí, no me gusta saber que estas con esa mujer siendo mi prometido.

—¿Se te pasó el ataque infantil?

—Eso lo hablamos acá, porque el único infantil e inmaduro en esta relación eres tú.

— I 'm going, miss.

Oí su sonrisa de arrogancia y terminé con la llamada. Aún en medio de una nueva tormenta él sabía cómo quitarle peso a la situación. Deseaba que todo saliera bien. Quería ser feliz con mi idiota favorito.


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*SIGNIFICADO DE LAS PALABRAS EN INGLES*

I 'm going, miss - Ya voy, señorita 

¡Gracias por compartir este vigésimo capitulo conmigo! Recuerden que si les gusto entonces pueden dejar sus comentarios, sus votos y compartir con sus amigos. Me hace muy feliz leerlos.

¡Feliz fin de semana, mis chicos! Disfruten con su familia y mil bendiciones. Un abrazo muy grande desde Ecuador.

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