CAPÍTULO 17
*Narrado por Ian Grand*
—Necesito que canceles todas las citas de estos dos días, no quiero ser interrumpido en ningún sentido.
—Señor, hay muchas contrataciones, usted dio su palabra a los clientes.
—Mis órdenes no se discuten, haz lo que te digo.
Presioné el botón derecho del mouse y cerré la llamada online que estaba manteniendo con mi secretaria, odiaba que me dijeran lo que según tenía que hacer.
Busqué entre los iconos del escritorio el archivo que me había enviado el guardia de seguridad y me dispuse a revisar las grabaciones de los últimos días. El asunto de Bianca me tenía abrumado y no quería que nos fuéramos con ese pendiente.
Por desgracia todo se veía en orden, ¿cómo era posible que un desconocido entrara a mi casa sin ser visto por nadie? La única explicación era la teoría de Bianca. Entonces la pregunta cambiaba, ¿quién me traicionaba?
—Coronel. —Saludé apenas abrió la llamada—. Las nuevas medidas de seguridad ya fueron ejecutadas. ¿Se compromete a redoblar la vigilancia para esta noche?
—Por supuesto, Grand, pero así como quedamos. Los escoltas estarán dispersos alrededor de tu perímetro. No podemos alertar a tus vecinos, sería ilógico que un empresario contara con tanta seguridad, pueden empezar a sospechar a que te dedicas y eso no nos conviene a ninguno de los dos.
—Siempre que nadie más vuelva a entrar a mi casa. La seguridad de mi mujer es primero.
—Cuenta con eso. Tengo a todo mi equipo policiaco cerca de tu casa.
—¿Roland está descartado de los sospechosos?
—Así es, hemos seguido sus pasos y todo está en orden. Él no tiene ni idea de lo que está pasando en tu casa.
—Gracias, Coronel. Puedes revisar tu cuenta ahora mismo, lo acordado ya está depositado.
Finalicé con la llamada y dejé mi teléfono celular a un costado de mi computadora, en ese instante la puerta se abrió. Solo dos personas podían hacer eso sin anunciarse, así que sabía de quien se trataba.
—¿A qué debo el honor de su visita, psicóloga?
—Eres caso perdido, Ian Grand. —Sonrió al tiempo que arreglaba la coleta de su cabello. —Vine porque este fin de semana tengo un viaje de último minuto y no podré cumplir con la cita así que prefiero adelantarla.
—¿Y qué tal si no estaba?
—Los lunes a las diez de la mañana siempre estás aquí, no me vengas con este tipo de acertijos a estas alturas de nuestra amistad.
—Toma asiento, ¿quieres algo de beber?
—Solo una taza de café. Te veo muy animado, ¿de qué me he perdido?
—De muchas cosas. —Me levanté y me dirigí hacia mi pequeña mesa—. Para empezar también tengo un viaje y no es con mujeres extrañas, es con Bianca. Estamos juntos.
—No sé porque no me sorprende esta confesión. Te lo dije desde un principio. La convivencia entre un hombre y una mujer siempre será complicada, solo era cuestión de tiempo.
—No todo es muy fácil. Fui un idiota con ella. —Coloqué la taza sobre el platillo blanco.
—¿Recién te das cuenta?
—Ha sufrido mucho y yo quiero borrar todo ese pasado oscuro que la perturba. Pero ella también tiene sus condiciones para aceptar una relación conmigo como tal.
—Creo imaginar cuáles son esas condiciones. —Extendió las manos para recibir la taza de café.
—Tú sabes que no es fácil salirse de la organización. El narcotráfico no es como el maldito trabajo en el que finjo estar. Jamás me van a dejar que me salga. Soy el jefe del cartel.
—Ian, tú lo has dicho, eres el jefe. Tus órdenes se cumplen, debes dejar ese mundo ahora o después será muy tarde. Después de todo lo que vivió Bianca en ese club no te va aceptar con la vida que le ofreces. Representas lo que ella aborrece.
—He visto como matan a los traicioneros. Somos una mafia organizada aunque no me guste el término. Yo no veo una luz aunque me quiera aferrar a ella.
—Ian, ella no te pide que abandones todo en un solo minuto. Puedes hacerlo paso a paso, vuelvo a repetírtelo, tú no eres como ellos. Entrega tu puesto al segundo en la lista. Busca otra ciudad, haz tu vida de nuevo junto a la mujer que has encontrado y vive de verdad.
— ¿Crees que funcione?
—Estoy segura. Hazlo también por tu padre. Jasón no soportaría tener que visitar a su hijo en la cárcel el día que lo atrapen las autoridades. Le has vendido una vida muy diferente a la que tienes, aduéñate de ella. Por ti, por él, por Bianca, por Felipe.
—¿Y qué pasa si no funciona? ¿Qué pasa si Bianca se da cuenta del monstruo que soy? ¿Qué haré entonces?
—Tú sabes que lo que dices no es verdad. Si tú cambias ella no tendrá motivos para abandonarte, caso contrario si la perderás. Nadie en su sano juicio podría aceptar a un hombre que la daña en todos los sentidos.
—Tengo miedo de que todo esto sea una ilusión de su parte. Ella no conoció el amor y se puede aferrar a cualquier afecto... no lo sé.
—Señor. —Escuché el "toc-toc" de la puerta con timidez. También sabia de quien se trataba.
—Pasa.
Francis bebió su café mientras miraba con discreción a mi empleada. Ella camino hasta la mitad de mi oficina.
—Afuera está el señor Brox, dice que tiene que hablar algo importante con usted.
—Por mí no te preocupes. —Francis se levantó y dejó la taza vacía sobre mi escritorio. —Hablamos a nuestro regreso y piensa muy bien en lo que te dije. Por cierto, esta consulta es cortesía. Nos vemos, Ian.
—Ten un buen viaje, psicóloga.
Esperé que ella saliera para decirle a Dora que hiciera pasar a mi socio. Me levanté y caminé de nuevo hacia la mesita pequeña para tener listo su whisky predilecto.
—Tu empleada me acaba de decir que te vas de la ciudad, ¿acaso es con tu chiquilla desconocida?
—Sí, es con ella, es un viaje corto.
—Quiero conocer a la joyita que tienes bajo tu techo.
—¿Eso es lo que te trae a mi casa?
—No, es una noticia mejor, ¡coronamos, Grand! —dijo con una sonrisa de expectativa—, la puta mercancía llego a los Estados Unidos, ¡somos los reyes del narcotráfico en nuestra zona!
Acompañó sus palabras con las manos elevadas en señal de triunfo, pero lejos de igualar su gesto me llené de pánico.
—¿No te alegra, cabrón? Es lo que siempre quisimos. La organización ya lo sabe y vamos a celebrar como se debe. Docenas de chiquillas nos esperan en la finca. ¡Celebramos hasta el amanecer!
—Si te soy sincero, no me siento feliz en lo más mínimo. —Le extendí la copa y él la recibió con el rostro contrariado.
—¿Qué es lo que te ocurre?
—Siéntate, tenemos que hablar.
—Me asustas, cabrón.
—En los últimos días varios asuntos me han rondado la cabeza y he tomado una decisión. Es el momento de dejar el cartel.
—¿¡Qué estás diciendo!? ¡No me vengas con estas estupideces! —Se levantó—. ¡Eres el líder! ¿Quién te mete esas ideas en la cabeza? ¿¡Es esa prostituta!?
—¡Cuida tus palabras! ¡Que sea la última vez en tu condenada vida que vuelvas a referirte a mi mujer de esa manera!
— ¡Tu mujer! Cabrón, esa es una prostituta, recuerda de donde la sacaste. ¿Cuándo te convertiste en su defensor?
—¡Cállate de una condenada vez! —Golpeé el escritorio—. No tengo porque discutir mis decisiones contigo. ¡Creí que éramos amigos al menos!
—Sabes que esa es una palabra muy grande para nosotros... —Pasó las manos por su rostro para después tomar la copa y beber el último sorbo de licor.
Miró hacia arriba. Maldijo entre dientes. Dejó la copa sobre mi escritorio y volvió a mirarme. No obstante, me mostré impasible en todo momento hacia el hombre veinte años mayor que yo.
—Grand, calmémonos. Tú y yo no vamos a ponernos en contra por estupideces. No puedes venir con este tipo de cosas cuando tú mismo me decías que no debíamos permitir que ninguna chiquilla nos jodiera la vida. ¿Recuerdas? Este es tu mundo, no conoces otro.
Asentí atónito al escucharlo parafrasear.
—El amor no se hizo para personas como nosotros y te lo digo a ciencia cierta. Yo sé más de estas cosas. No renuncies a tu vida solo por una chiquilla que está acostumbrada a tener a muchos hombres. ¿Fue por ella que impediste que elimináramos a los cabrones de la vez pasada?
Asentí.
—Eres uno de los hombres más inteligentes de esta organización. Si estamos donde estamos es por ti y eso a pesar de tu edad. Te ganaste el respeto de todos como siempre quisiste y en honor a eso debes ponerte los pantalones como siempre. Tú eres el dueño de tu destino. No puedes pensar en nadie más que tú porque ese será tu peor error.
—Déjame solo. Ve a celebrar con todos. Ahora tengo muchas que hacer —dije con la mirada en un punto exacto.
—No me voy a ir hasta que me digas que la estupidez que pensaste ya se borró de tu cerebro. Esto no lo puedes volver a repetir o de lo contrario te vuelan la cabeza.
—¡Quiero que te vayas, Brox! ¡Sal de mi condenada presencia!
—De acuerdo, cabrón. Pero no quiero saber de esta conversación. ¡Estamos en la cima! No olvides todo lo que hemos tenido que superar para alcanzar esto, una chiquilla no puede venir a cambiar todo. Ellas solo deben servirnos para un buen chimeo.
Giró sobre sus talones con rapidez y caminó hacia la puerta de salida, antes de retirarse por completo me lanzó una mirada rápida que esquivé. Cuando estuve solo fui por una copa doble de whisky. En menos de una hora había tenido dos teorías contrarrestadas.
—Señor. —El "toc-toc" de la puerta.
—Pasa, Dora.
—El corresponsal del correo vino hace unos minutos. Esta es su correspondencia. ¿Desea algo de beber?
—¿Dónde está Bianca?
—En los jardines. Esta con la computadora. Creo que no debería permitir que navegue en internet. Ella puede delatarlo. —Bajó la mirada.
—No quiero oír un comentario de ese tipo de nuevo, ella puede hacer lo que se le antoje en esta casa. Retírate.
—Con permiso.
Dejé el resto de sobres sobre uno de los sillones y me concentré solo en la carpeta blanca. Era la información de la agencia de viajes. Sonreí de inmediato olvidándome de todo lo vivido minutos atrás. Quería esto con Bianca y nadie me iba a impedir que cumpliera ese deseo.
—¿Ocupada?
—No, solo estaba viendo que hacer. —Alzó la mirada de su computadora con una pequeña sonrisa.
—Te dije que podías ir de comprar o a cualquier sitio. ¿No te apetece?
—No, el sol de la mañana está muy potente. Prefiero quedarme aquí.
—¿Segura? —Me senté a su lado y dejé la carpeta sobre mis piernas.
—Sí, pero gracias por la oferta. ¿Sucede algo? Adela me dijo que estabas con uno de tus socios.
—Nada de qué preocuparse, solo ajustaba algunas cuentas con él.
—Ian, cuando te dije que dejaras tu doble vida lo dije en serio. No quiero que sigas en algo que a la larga te va a matar.
—Yo también hablaba en serio, Bianca. —Acerqué mi mano a la de ella—. Tú entiendes lo que es este negocio, yo no puedo dejarlo de la noche a la mañana. Tengo personas que dependen de mí y esta es mi organización... es mi mundo.
—Ningún narcotraficante llega a viejo. Si no lo matan los mismos socios entonces lo encuentra la policía. No podrás esconderte tras el escritorio de tu despacho por siempre. Piensa en ti, en tu papá... en mí.
—Últimamente pienso mucho en ti. Tanto es así que... —Tomé la carpeta como un recurso de no seguir con el tema—. Deseo que hagamos esto juntos.
La recibió con una mirada de desconfianza y la abrió enseguida. Una nueva sonrisa se dibujó en su rostro al descubrir de lo se trataba.
—¿Quieres que vayamos a un centro turístico en Chile?
—Sí, el fin de semana te dije que quería borrar todo tu tormento y quiero empezar por aquí. Quiero que conozcas el mundo que te negaron. Míralo como un viaje reemplazo al que tenías con Annie solo que con mayor aventura.
—No sé qué decirte. No sabía que te gustaban los deportes extremos.
—Me gustan y ese es el lugar perfecto para practicar ese en especial. Por eso lo escogí.
—Pero tengo una condición.
—¿Cuál será?
—No quiero que viajemos en tus aviones, ni que disfrutemos de ese dinero que viene de las drogas. Si nos vamos a ir a Chile entonces vamos a hacerlo como dos personas normales.
—Te prometo que voy a hacer todo lo que está en mis manos para cambiar mi vida. No será fácil lo que viene, pero estoy dispuesto a enfrentarlo si es contigo, solo dame un poco de tiempo para organizarme. Te lo repito no es fácil.
—Yo sé que no es fácil, por eso estoy dispuesta a darte todo mi apoyo. —Envolvió nuestras manos con fuerza—. ¿Cuándo nos vamos?
—Esta misma noche, aunque no contaba con tu condición. Tengo que reservar los boletos en una línea comercial. Te prometo que vas a amar esta aventura.
Me acerqué a ella para poder darle un beso en los labios, pero antes de completar el propósito un olor familiar me detuvo.
—¿Pasa algo?
— ¿Estuviste fumando?
—Sí, lo siento, lo necesitaba. Todo este asunto de la seguridad me tiene muy nerviosa.
—Bianca, te he dicho que odio que lo hagas. No soporto ese olor viniendo de ti. ¿Tan difícil es entenderlo?
—¿De mí no lo soportas? —Descanso sus manos sobre la mesa con fuerza—. Pero si te gusta drogarte en esas fiestas hasta más no poder. ¡No seas descarado!
—Si te digo las cosas es por tu bien. No quiero que sigas haciéndole daño a tu cuerpo y que encima me quieras hacer pasar por ingenuo.
—Señor Grand. —Esta vez era Adela la que nos miraba a unos cuatro metros de distancia. —Su papá está en la entrada de la casa y viene acompañado de una señorita.
Cerré los ojos y me recliné hacia mi asiento. Agradecí en mis pensamientos la interrupción de mi empleada o de lo contrario esa conversación hubiera terminado mal. Para variar.
—Hazlo pasar.
—No sabía que él vendría —dijo Bianca en un tono suave.
—Yo tampoco, al parecer se le volvieron costumbre las visitas sorpresas. —Bromeé con la intención de calmar las cosas entre los dos.
—Está claro que la costumbre de pelear no se va a diluir con facilidad.
—Eso es porque tú lo complicas todo. —Sonreí.
—Es más fácil culpar a otros —refutó con una sonrisa dulce—, esta es la primera vez que vamos a ver a tu papá sin fingir que somos novios. Parece un sueño todavía.
—Sabía que no te ibas a derretir a mis encantos.
—Eres un idiota engreído.
—No le des vueltas al asunto. Yo estoy feliz de que seas tú la mujer que logró traspasar mis barreras. Estoy consciente de que nuestra vida no está en las mejores referencias, sin embargo, lucharemos por esto que estamos sintiendo. No dejes que tus dudas te ganen.
—De acuerdo. Lo primero es trabajar en tu impaciencia. Sueles ser muy explosivo.
—Buenos días, jóvenes. Espero no ser inoportuno.
Giramos la mirada hacia mi padre, sin embargo, mi risa desapareció al ver la compañía con la que llegaba.
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¡Gracias por compartir este decimoséptimo capitulo conmigo! Disculpen la demora en actualización, pero había tenido problemas con la app.
Por cierto, aprovecho el espacio para expresar mi solidaridad con todos los países afectados por el paso de los huracanes, la tierra esta pidiendo ayuda (puede sonar muy cliché), sin embargo, es así, hagamos conciencia de nuestras acciones. Mi solidaridad enorme también con México, fuerza, que todos estamos con ustedes. Mis mas grandes bendiciones para todos ustedes.
Un abrazo muy grande desde Ecuador.
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