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CAPÍTULO 12

—Espérame aquí, iré a hablar con los guardias. —Apoyó las manos sobre mis hombros con la mirada fija.

—No demores —pedí, sin pensar en el peso de mi frase.

—No lo haré —respondió con una sonrisa para después salir de la habitación.

Observé todo lo que me rodeaba con cierta duda, la casa estaba muy bien custodiada por lo que resultaba casi imposible que una persona entrara sin ser visto, pero sabía que lo habían hecho. No podía estar imaginándolo todo.

—Ya están revisando la casa. —Escuché su voz a los pocos minutos y volteé con emoción al tenerlo de nuevo cerca de mí—. Podemos volver a dormir, todos estarán al pendiente y me avisaran si ven algo extraño, ellos saben cómo actuar.

—Gracias por creerme.

— ¿Y cómo no hacerlo si estas en un estado de shock?

—Fue... fue horrible, puedo sentir todavía las manos de ese hombre sobre mi cuerpo.

—Por favor, no pienses más en eso —imploró a medida que se acercaba—, no quiero que te atormentes, no te va a pasar nada mientras yo esté aquí, si alguien entró a esta casa entonces lo buscaré y acabaré con él. Lo prometo.

—Ya no hablemos de eso. —Uní mis manos con cierta inseguridad ante sus palabras—. Quiero tratar de dormir, iré a una de las habitaciones, será... posible que le digas a alguien que cuidé la entrada.

—Tú de aquí no te vas, no voy a dejarte sola, dormirás conmigo.

—Yo no creo que sea conveniente.

—No lo vamos a discutir, ni loco te dejaría, solo mírate, estas temblando y tu rostro esta pálido, no temas estar conmigo.

Deslizó un dedo por mi mejilla lo que provocó que lo mirara con los pensamientos descoordinados, « ¿cómo tenía que interpretar todo el cambio de actitud que experimentábamos? »

—Dormiré... dormiré en el sofá.

—No, duerme en mi cama, si no quieres que yo esté al lado puedo dormir en el sofá.

Su mirada parecía atravesar mi alma y aunque sabía que su proposición era absurda por las noches en las que nos habíamos acostado sentía tranquilidad de la misma, porque de cierta manera me demostraba que para él ya no solo era la mujer que había comprado.

—¿Puedes dormir conmigo? —pregunté al cabo de unos segundos. Era lógico que aún no pensaba con claridad, pero con tantas emociones juntas sentía que alguien se preocupaba por mi después de tanto tiempo.

—¿Estas segura? No quiero que te sientas comprometida a nada.

—Sí, no quiero estar sola, por favor.

—No lo estarás.

Llevó su mano a mi cintura para hacerme caminar hacia la cama, jamás se me ocurrió vivir una situación semejante con él, pero por extraño que pareciera se estaba comportando a la altura.

—Tienes que tratar de pensar en otra cosa para relajar tu mente, no quiero verte así.

Asentí con una pequeña sonrisa mientras me sentaba en el lado derecho de la cama, Ian ocupó el otro lado sin dejar de mirarme. Se sentía incómodo de cierta manera, pero más por el hecho de no saber qué hacer ante él.

—No le des muchas vueltas al asunto —dijo como si me expresión delatará todos mis pensamientos—, quiero ser tu apoyo, no hay segundas intenciones. —Tomó mi mano que descansaba sobre mi vientre. —Te ayudaré a dormir, solo recuéstate en mí. —Sonrió ante mi mirada—. Vi en un documental que el ser humano se relaja más cuando se siente protegido, solo quiero abrazarte hasta que ese miedo desaparezca.

—No sabía que veías documentales. —Sonreí con gracia y él asintió con la cabeza.

Me acomodé a su lado y quedé sobre su cuerpo desnudo, él empezó a acariciar mi cabello y me sentí segura como por inercia.

—Quizás este sea el momento perfecto para empezar a conocernos, no sé nada de tu vida y, aunque sé que en parte es por mi culpa, me gustaría saber más de ti, de tu pasado, de tu familia, de tus sueños...

—No creo que sea el momento perfecto... No...

—Descuida, no quiero obligarte a nada, lamento que tengas que pasar por este tipo de situaciones, quiero que confíes en mí o al menos en alguien. Quizás puedas contemplar la idea de hablarle a alguien más sobre todo esto si así te sientes más cómoda.

—No sé a lo que te refieres.

—Yo he pasado por muchas cosas que no son fáciles de asimilar para cualquier persona y por mucho tiempo me rehusé a recibir ayuda, pero entendí que era necesario y Francis es una gran psicóloga, a ella le debo mi salud emocional. Quizás deberías tener una conversación de mujer a mujer y contarle todos tus miedos.

—No es fácil hablar de ciertas cosas.

—No tienes que decírmelo, yo te entiendo mejor que nadie, pero lo digo por tu bien, sé que esto no es la primera vez, no quiero que te pase nada por ser presa del pánico.

—Lo pensaré, gracias por la sugerencia.

—Además no quiero que la gente piense que me casé con una loca —bromeó.

—Quizás sea lo mejor, solo una loca podría fijarse en ti, además de que tú no eres tan cuerdo que se diga.

Para mi sorpresa soltó una carcajada al tiempo que dejó un beso sobre mi frente, era la primera vez que lo escuchaba reír y me gustó por lo que me uní a él, me acurrucó más a su cuerpo como si nos tratásemos de viejos amigos.

Si esa situación me la hubieran descrito un mes atrás la habría tomado como una burla, sin embargo, estábamos en medio de tanta complicidad emocional que me dejé dormir sin darme cuenta.


La alarma empezó a sonar a lo lejos, era muy extraño, no recordaba usar reloj despertador, pero no le atribuía ningún otro origen a ese sonido, me removí sobre la cama y con pereza empecé a abrir mis ojos, entonces todo cobró sentido.

No estaba en mi habitación y lo que sonaba no era mi reloj, era el de él, a un costado del velador. Me recliné para apagarlo sin terminar de entender lo que estaba viviendo, de verdad había dormido con Ian Grand sin ser necesario el tener sexo.

—Señorita, ¿puedo pasar? —La voz de Dora se escuchó al otro lado de la puerta.

—Por supuesto, adelante.

—Buenos días, iba a dejar el desayuno en su cuarto, sin embargo, Adela me dijo que no había pasado la noche ahí. ¿Cómo amaneció?

—Muy... muy bien —balbuceé por el nerviosismo que aún era parte de mí ser—, gracias, por cierto ¿dónde está Ian?

—En su oficina, él se levanta muy temprano.

—¿Descubrieron a alguien anoche?

—No encontraron nada, era imposible que alguien hubiera entrado aquí, señorita.

—Yo sé que lo viví. —Saqué las sábanas de mi cuerpo y me levanté de la cama ante su mirada de expectativa—. Me gustaría cambiarme de ropa antes de comer, ¿me ayudas?

—Su cuarto no es este, por lo que aquí no hay ropa suya.

—Puedes ir a ver mi ropa y traérmela, a esa ayuda me refiero —hablé tratando de sonar amable ante su evidente sensibilidad, después de darme una mirada que no me agrado del todo salió de la habitación.


Al cabo de una hora ya estaba en la sala, había intentado hablar con Ian, pero me había sido imposible, mantenía una reunión vía telefónica con los falsos empresarios, Al parecer todo había vuelto a la normalidad sin remedio.

—Buenos días, ¿cómo estás, Bianca? —saludó Jasón en la puerta de entrada.

—Hola, buen día, ¿cómo así tan temprano por aquí?

—He venido a invitarte a ti y a Ian a un desayuno formal con mis amigos —reveló dándome un beso en la mejilla.

—No sabía nada de eso, pero gracias.

—De hecho eres la primera en saberlo, el motivo es que quiero que todos conozcan de tu existencia.

—Padre. —Ian salió de la oficina antes de que pudiera contestar—. Me han dicho que has venido, ¿a qué debo el honor?

—Que tu novia te lo diga, acabo de comentárselo.

—Lo que pasa es que Jasón ha venido a invitarnos a un desayuno donde anunciará nuestro compromiso a sus amigos.

—¿Por qué no me consultaste de esto ayer? —preguntó al tiempo que tomaba mi mano.

—Lo he planeado todo hoy, así que los espero, salimos en media hora y no acepto un no por respuesta —concluyó con una sonrisa radiante para después tomar el periódico en una postura muy cómoda.

—No sabía nada —susurró a modo de explicación.

—Lo sé, descuida, iré a cambiarme.

—Espera. —Me detuvo y posó su mano en mi cintura—. Anoche nadie entró a la casa, solo fue una pesadilla, ¿estás más tranquila?

Mordí mi labio al terminar de escucharlo, era imposible esa respuesta, pero no el momento para discutir así que decidí no hacerlo.

—Disculpa si ocasioné algún inconveniente.

—¿Ya vieron las noticias? —Jasón preguntó con un tono de voz diferente.

—¿Sucede algo acaso?

—Nada malo aunque si es sorprendente. —Se levantó mostrándonos el periódico. —Anoche desarticularon a una banda de trata de blancas...

—¿Qué tiene eso de sorprendente? Es algo que pasa todos los días.

—Lo que pasa que sus jefes no eran cualquier tipo de delincuentes. —Mostró la foto, no obstante no reconocí a nadie—. Se trataba de altos empresarios del vecino país, usaban sus negocios como tapadera de sus verdaderos intereses.

Entonces fue en ese instante en el que el rostro de Ian cambio por completo y le quitó el rotativo a Jasón. Pude notar el nerviosismo del que estaba siendo parte. Y si yo no había podido reconocer a nadie de esa fotografía estaba casi segura que él si lo había hecho.

Sin embargo, preferí no intervenir y sin que se dieran cuenta salí de la sala con dirección a mi habitación. De cierta manera esa noticia me alegraba. Al menos la justicia existía. No obstante esos pensamientos se tuvieron al llegar a mi puerta.

Respiré despacio y no dejé que el pánico le ganara a la cordura. Entré a la habitación y todo se veía normal. Cerré la puerta y caminé despacio con la mirada atenta, llegué a la butaca del tocador y mi reflejo me saludó.

Me sorprendí. Ya no lucía como Lola, María, Sirrina, Magdalena o Lucy que eran capaces de todo e incluso de matar. Ya no era ninguna de esas personalidades frías que había inventado. Más bien la que me miraba al espejo era una joven asustada y llena de miedos, sin brillo en sus ojos y sin maquillaje que cubriera el dolor. Mi propio reflejo me asustaba.

Pero entonces un papel captó mi atención. Me levanté con dirección al individual y lo tomé. Sabía que no me pertenecía. Lo desdoblé y mis manos empezaron a temblar cuando leí su contenido: "No te has librado de mí, zorra de mil nombres".

Llevé las manos a mis labios muerta del miedo, era claro que se trataba de una amenaza y que el pasado estaba volviendo de manera irremediable. Lo que desconocía era de quien se trataba. Mi único enemigo estaba muerto y los fantasmas no podían dejar notas así.

No obstante no podía comentárselo a nadie, ya había pasado por loca y ahora debía resolver el asunto por mis propios medios al menos de que fuera una broma, lo cual tenía cero posibilidades.


—Buenos días, Adela, ¿me podrías decir dónde está la habitación de las cámaras de seguridad?

—Buenos días, señorita Valladares, ¿por qué la pregunta?

—Anoche pasaron algunas cosas raras y quiero comprobar algo.

—Señorita, anoche nadie durmió, los guardias revisaron toda la casa y sus alrededores y no descubrieron nada. Quizás todo sea una crisis de nervios.

—Adela, yo sé lo que vi —dije al tiempo que tomaba sus manos en un acto de confianza—, no estoy loca, ni mucho menos quiero llamar la atención, solo dime lo que te pido.

—¿Segura que no tiene enemigos?

—No podría saberlo.

—El cuarto de cámaras está al otro lado de la casa, solo debe decirle al guardia que el señor Grand la autorizó.

—Muchas gracias, Adela. —Me solté de sus manos con una sonrisa y me alejé de la cocina en dirección a los jardines.

—Buenos días, señorita, ¿la puedo ayudar en algo? —preguntó el guardia al abrir la puerta de la pequeña habitación.

—Sí, me gustaría revisar las cintas de seguridad de anoche, sé que el señor Grand ya lo hizo, pero me gustaría contemplar una posibilidad que me ronda la cabeza.

—Con mucho gusto.

Se hizo a un lado para que yo pasara, me cedió su lugar frente a la computadora y después de unos movimientos sobre el teclado aparecieron las últimas grabaciones. Entonces mis sospechas resultaron acertadas.

—¿Qué pasa con estas cámaras de seguridad? —Señalé con mis dedos los dos recuadros del costado.

—Esas cámaras pertenecen al lado este de la casa, se desactivan todos los días a las once de la noche. Ahí solo están los utensilios de limpieza.

—Muchas gracias por su ayuda, que tenga un excelente día.

Me levanté de la silla y salí de la minúscula habitación con la certeza de que la persona que había entrado a la casa la conocía a la perfección o al menos tenía un cómplice. Más que nunca estuve segura de que no era mi imaginación y por lo tanto no podía dejar la situación sin más.

—Bianca.

—Ian, tengo que decirte algo.

—¿Qué hacías aquí? Antes que me respondas quería decirte que estaremos con mi padre solo un rato. Tengo una reunión a la que no puedo faltar.

—¿Reunión de qué tipo?

—Mis socios la organizan porque tenemos algunas cosas que aclarar con los proveedores minoristas, pero eso no es todo, después hay una fiesta para celebrar el cierre de un nuevo negocio, las últimas rutas para llevar la mercancía resultaron un éxito.

—Supongo que celebrarán como siempre acostumbran, con mujeres.

—¿Celos?

—Más bien indignación, cuando pienso que es posible que exista un poquito de humanidad en ti llegas a hacerme aterrizar con la realidad. Es imposible que sigas acostándote con mujeres por dinero a pesar de todo lo que yo he vivido y eso que decías no pagar por placer.

—Bianca, no generalices, en primera yo no me acuesto por dinero con nadie, son mis socios quienes contratan a estas mujeres y las llevan y en segunda tú no sabes nada de la vida de ellas.

—No necesito saberla, ninguna mujer merece acostarse con nadie por obligación.

—No vamos a discutir de esto ahora, no sé porque siempre nuestras conversaciones terminan así, mejor háblame de lo que te inquietaba.

—Olvídalo, vamos a seguir con la farsa.

Caminé por su lado no sin antes blanquearle los ojos. La decepción había ganado la partida.


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*FOTOGRAFÍA REFERENCIAL DE LOS PERSONAJES QUE INTERPRETAN A JASÓN, DORA, BIANCA E IAN.*

¡Gracias por compartir este duodécimo capitulo conmigo! Gracias por todos los comentarios, por sus votos, por compartir mi historia con sus amigos, no saben lo feliz que me hacen y me animan a continuar con esta pasión. ¡Feliz sábado!

Un abrazo muy grande desde Ecuador.

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