Prólogo
(Narra Jack)
Mi pierna se agita de arriba abajo sin que pueda controlarla. El único sonido aislado que percibo es el de las manecillas del reloj avanzando, constantes y duras. El viento que empuja las cortinas del consultorio no es suficiente, me sigo sintiendo atrapado. La doctora Martínez me mira, esperando una respuesta que me niego a otorgarle como en cada cita forzada que agenda para mí.
—Jack, no puedo ayudarte si no hablas conmigo —dice ella, como si no hubiera escuchado esas palabras al menos ochenta y cuatro veces en los últimos años.
—No tengo nada de qué hablar, estoy bien. Estoy aquí únicamente para cumplir con el reglamento.
La mujer acomoda sus gafas y toma nota en su libreta, cómo detesto que hagan eso. Un año después del ataque en Santa Mónica mi padre sugirió que sería buena idea que visitara a alguno de los terapeutas de la base, pero me rehusé. Se preocupa por mí, dijo que dejé de ser yo mismo luego de lo que ocurrió. Meses más tarde, hizo un requerimiento para todos los silentes el asistir a consulta al menos una vez al mes. He visitado a todos los doctores que trabajan en la base y, tal como predije, no me han ayudado. Este es el tercer intento de la doctora Martínez, pero va igual o peor que las dos sesiones anteriores.
—He notado que no tocas el té que te sirvo cuando vienes aquí —señala—. ¿Puedo ofrecerte alguna otra bebida para que te sientas más cómodo?
—No suelo beber nada que no haya sido preparado por mí, pero gracias. —Ella asiente.
—¿Sueles ser desconfiado? —indaga, con claras intenciones de profundizar en el tema, pero yo ya conozco todos los trucos. No va a acorralarme.
—Soy precavido.
—La precaución es una cosa, Jack, pero parece que hay algo más detrás de tu costumbre de mantener a todos a raya. ¿Has notado si esto afecta en tu manera de relacionarte?
—Acostumbro a hacer misiones en solitario.
—No me refiero a las misiones. Ser un Silente es solo una parte de quién eres, yo intento acercarme a ti como individuo. Tal vez es momento de hablar sobre...
—No —corto, tan tajante como el más filoso de mis cuchillos.
—De acuerdo. —Me ofrece una sonrisa—. Tomaremos el tiempo que necesites, podemos hablar de cualquier otra cosa.
—No quiero hablar —sentencio, haciendo mi mejor esfuerzo por no ser mal educado.
—Está bien —concede con paciencia.
Sé que necesito su firma para que hagan válida esta sesión, pero hoy simplemente no es un buen día. Preferiría estar en cualquier lugar antes que aquí, perdiendo mi tiempo. Observo a la doctora ponerse de pie y buscar en un cajón hasta encontrar una libreta tan pequeña que cabría en cualquier bolsillo. Se acerca con ella en mano y me la entrega.
—¿Qué te parece si comenzamos un diario?
—¿Un diario? —pregunto, reacio a la idea. Me toma por un idiota—. ¿Qué se supone que escriba en él?
—Lo que tú quieras. La lista del supermercado, si así lo deseas; eso será suficiente para mí. Aunque también podrías intentar anotar pequeños detalles de tu día, como qué te hace feliz o qué te hace enojar. ¿Qué tal si escribes una receta? Me dijeron que te gusta cocinar.
—Dejé de cocinar hace años.
—¿Por qué?
—Todo lo que preparo se quema. Me sucede cuando... —comienzo a explicar, pero sello mis labios de inmediato al notar lo que pretende. La doctora me dirige otra sonrisa y yo tomo el diario a regañadientes para que me deje ir de una vez.
Así lo hace, tan pronto acepto seguir su método de mierda firma el acta de asistencia y me libera del tormento. Doblo el papel y lo meto a mi bolsillo junto con el diario, dispuesto a olvidar ambas cosas tan pronto sea registrado que he cumplido con mi obligación de sentarme durante una hora en ese incómodo sofá.
Me dirijo al gimnasio para poder entrenar antes de la comida, pero soy interceptado por Troy en el pasillo.
—Tu padre quiere verte —anuncia.
—¿Ahora?
—Ahora.
Suelto un suspiro por el cambio de planes, pero no me queda más que acatar las órdenes. En mi camino a la sala de juntas saludo a varios agentes, antiguos y nuevos compañeros. Varios de ellos ex-sombras que, después del programa de rehabilitación de Anderson, no encontraron una familia que los recibiera y optaron por mejor servir con nosotros. El último incidente por parte de ellos ocurrió hace años, los que pasaron la primera fase encontraron sencillo integrarse con nosotros. Sin embargo, las rivalidades por el pasado siguen creando tensión bajo la mesa. El tiempo definitivamente no ha limado todas las perezas.
Cuando por fin llego a la sala que me ha sido indicada, abro la puerta y encuentro a mi padre sin compañía. Una reunión privada suele significar que quiere tiempo a solas conmigo, técnicamente una segunda sesión terapéutica, pero la expresión en su rostro me hace saber que se trata de un tema delicado. Hace ya casi una década no veía ese gesto, colmado de una angustia genuina.
—¿Todo está bien? —pregunto con notable preocupación mientras me acerco a él.
—Toma asiento, por favor —pide, lo que solo pueden significar malas noticias. Lo obedezco, ansioso por que comience a hablar de una vez—. Cuando hicieron públicos los registros de los Sombra y destruyeron su base madre dijiste que el hombre a cargo, Alí, murió.
—Eso dije, sí.
—¿Y estás totalmente seguro de eso? —Lo miro sin comprender a dónde se dirige la conversación.
—¿Por qué me preguntas esto?
—Solo responde.
—Estaba sedado y encerrado en un recinto subterráneo de un lugar que implosionó minutos más tarde —aclaro con rudeza, un mal hábito que tengo siempre que me obligan a hablar del tema. Más cuando se trata de algo tan obvio como esto—. Claro que estoy seguro.
—¿Revisaste que no hubiese ninguna ruta de escape que pudiera tomar? ¿Quizá una puerta oculta?
—Pues... no. No tuve oportunidad de hacerlo —confieso—. Pero da igual eso, está muerto.
—Tal vez no tanto como creíamos.
—¿De qué hablas?
—Hemos recibido ataques cerca de distintas bases. Lejanos para considerarlos peligrosos, pero frecuentes como para ser una coincidencia. Son una amenaza.
—¿Y por qué no se me informó al respecto?
—Porque hemos encontrado señales sutiles —explica y gira su computadora para mostrarme las evidencias. En cada uno de los lugares afectados está marcado el símbolo de la que fue la agencia de los Sombra, a veces con fuego y otros con pintura, pero ahí está.
—No soy un niño, no tienes que cuidarme de esto —reclamo ofendido y vuelvo a mirar la evidencia—. Podría ser cualquier idiota intentando provocarnos.
—No conseguimos localizar el origen de los ataques ni encontrar testigos, quien esté detrás no es ningún idiota. Revisamos la lista de sospechosos y, después de descartar a aquellos a los que capturaron o de los cuales sí hay registro de un cadáver, él es la única conclusión a la que llegamos. Además, algunos de nuestros proveedores confesaron con miedo haber recibido ofertas en los últimos meses de quien asegura ser él.
Mi mandíbula se tensa, al igual que el resto de los músculos en mi cuerpo. Si esto se trata de una broma es una muy mala. Ese hombre murió, la dosis que le suministré era demasiado alta como para que consiguiera despertar y escapar a tiempo. Debe haber algo que mi padre no esté viendo, una respuesta más sensata que esta.
—Tenemos que traerla aquí.
—¿Traer a quién? —pregunto confundido, pero al comprender lo que propone me pongo de pie como protesta—. Claro que no.
—Si realmente se trata de él, ella lo conoce lo suficiente como para ayudarnos a detener lo que sea que esté planeando.
—¡Llama a Anderson si necesitas a alguien que lo conozca!
—Ya lo hice. Se encuentra indispuesto, no puede ayudarnos ahora. —Mi respiración se vuelve pesada y mis ojos se llenan del resentimiento que he guardado—. Tampoco confío en la chica, pero es la única esperanza que tenemos de evitar una tragedia.
—Ni siquiera sabemos si sigue viva.
—Claro que lo sabemos —confiesa y yo lo miro incrédulo—. Es bastante escurridiza, llegamos a perderla algunos meses, pero la última vez fue vista en España.
—¡Dijiste que no iban a monitorearla!
—Jack, claro que íbamos a monitorearla después de lo que sucedió.
—¿Y qué si está con él? ¿Qué si ella está detrás de esto?
—Es altamente improbable.
—No. —Agito la cabeza a manera de negación.
—Es una orden, agente —indica con firmeza y yo aprieto los puños—. Necesitamos a April Smith con nosotros lo antes posible.
¡Hola, hola!
¿Están dispuestos a aceptar esta nueva misión? Me emociona mucho reescribir esta segunda parte. Para los que ya habían leído la secuela notarán varios cambios... comenzando por el nombre. Me gusta la idea de que vaya a juego con el primer libro.
Pueden ir preguardando este libro en su biblioteca y los mantendré informados sobre cuándo comenzaré a actualizarlo.
Nos leemos pronto.
—Nefelibata
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro