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Capítulo Quince: Maniobra Evasiva

John no se separa de su amigo, quien se mantiene recargado sobre el cadáver de su padre. El silencio es abrasador, únicamente interrumpido un par de veces por la respiración pesada de Jack y el sonido de las turbinas. Pasan apenas un par de minutos, pero yo necesito desesperadamente alejarme. Paula es una mejor compañía que yo para ellos pues, después de todo, ella sí es su amiga. Lo más sensato es relevarla en la cabina. Mis pies se mueven en esa dirección, pero apenas doy el primer paso la mano de John intercepta mi brazo con brusquedad.

—No te atrevas a decírselo —ordena, pero es realmente idiota si piensa que voy a obedecerlo.

—Tarde o temprano se dará cuenta de que no está en el avión.

—Será tarde, cuando consigamos aterrizar en un lugar seguro. —Me suelto de su agarre molesta, sin ánimos de escucharlo. Él fue quien la dejó atrás, él debería dar la cara y confesar lo que hizo.

—John tiene razón, April —interviene Jack, a pesar de su dolor—. Si se lo dices ahora dará media vuelta y nos llevará a una muerte segura. No podemos arriesgarnos.

—Pero...

—Smith, —interrumpe, con una dureza que raya en la desesperación, mientras su mirada por fin vuelve a alzarse hasta juntarse con la mía— por favor.

Aprieto los labios, odiándolo por pedírmelo cuando las lágrimas en sus ojos siguen frescas. No me atrevo a discutir con él en una situación como esta. Jamás podría negarle algo si me mira de esa manera. Ocultarle a Roland el hecho de que Aria no está abordo es algo con lo que en definitiva no me siento cómoda, incluso podría considerarse traición hacia la amistad que hemos construido en estas semanas. Sin embargo, ¿qué otra opción tengo? Sé tan bien como ellos que ella es su prioridad y que no le importaría arriesgar nuestra integridad por la mínima oportunidad de salvarla.

Me trago las dudas por el bien de la tripulación y asiento antes de continuar mi camino. Abro la puerta de la cabina cuando por fin hemos alcanzado la altura necesaria, el avión ahora está en posición horizontal. Encuentro a Paula y a Roland revisando que todo esté en orden mientras revisan un mapa para encontrar la mejor ruta. Me fijo en el transpondedor, notando que no lo han colocado en modo pasivo. Alargo mi brazo hasta cambiarlo, pues de no hacerlo Brian podrá encontrarnos aún en el aire.

Era... es un piloto excepcional. La aviación lo hizo destacar en sus misiones. Conoce todo sobre aerodinámica, aeronáutica y meteorología.

Aún no me acostumbro a volver a hablar de él en presente.

—¿Qué haces? —pregunta Paula.

—Así podemos recibir datos de otras aeronaves, pero no enviaremos información de nuestra ubicación —explico—. John me pidió que yo fuera el copiloto. Te necesitan allá atrás.

—Puedes decirle a ese idiota que no necesito que siga cuestionando mi manera de volar un...

—Pau —interrumpo—, en serio te necesitan allá atrás.

Ella comprende la mirada que le lanzo, por lo que se quita la diadema y me cede su asiento casi de inmediato. Tomo su lugar apenas sale de la cabina, dándole una segunda revisión a los controles, apagando las luces exteriores y comenzando a estudiar el último reporte del tráfico aéreo. Estar en el aire sin permiso nos expone a colisionar en cualquier instante si no somos cuidadosos, no estamos en el radar de otras naves ni contamos con alguien que nos guíe desde tierra. La mejor opción para evitar un accidente es volar a una altitud fuera de las rutas comerciales, por debajo de los diez mil pies o por encima de los cuarenta mil, pero eso nos costaría energía que no tenemos.

—¿Crees que podamos llegar a México? —pregunto, evitando que Roland pueda cuestionar cualquier cosa sobre lo que sucede allá atrás. La nave es apenas lo suficientemente grande como para hacer un viaje tan largo y por los niveles del combustible sé que no se concluyeron los preparativos. Roland ladea la cabeza, dudando que sea la mejor opción y preguntándome por qué quiero llegar hasta América—. Brian está ahí, tenemos que encontrarlo. ¿Esta nave tiene acceso a la zona de carga?

Roland asiente.

Espero pacientemente a que estemos sobrevolando el mar. Cuando la única vista es un extenso azul tomo el micrófono del capitán para pedirle al resto del equipo que se deshagan de tanto peso como les sea posible ahora que es menos probable dañar a alguien. La zona de equipaje debe estar repleta de herramientas que iban a ayudar a los agentes en la misión de Bogotá. Herramientas pesadas que nos pueden dar unas horas más de viaje de ser liberadas. Roland asegura ser capaz de estabilizar el avión a pesar de los cambios en el centro de gravedad y no nos queda más opción que confiar en él.

—Era nuestro plan —explico cuando Roland pregunta cómo sé que encontraremos a Brian en México—. Una tontería, en realidad, por eso no lo comprendí a la primera.. Por eso y porque creí que él estaba muerto, claro... Carajo, realmente creí que lo había matado.

Usar a Brian como castigo ante la más pequeña equivocación era la estrategia favorita de Alí para mantenerme a raya. Era efectivo, eso no lo niego. Si mi trabajo fue impecable durante años fue en parte por el terror que me causaba lo que pudieran llegar a hacerle a la única persona, además de mi superior, que me importaba en la base o fuera de ella. Ese día, cuando creamos nuestro plan de escape en un tonto intento de distraer a Zeta del dolor, teníamos apenas catorce y quince años.

Alí había regresado de una misión que no salió bien. Los detalles son algo borrosos en mi memoria, pero estaba realmente irritable por haber perdido una considerable suma de dinero gracias a un novato que no disparó a tiempo. Brian y yo nos encontrábamos en formación durante el informe cuando una abeja se posó sobre su cuello. Fue un movimiento, tan simple como agitar menos de segundos mi mano cerca de él para que el insecto saliera volando. Ese gesto fue suficiente para desatar la ira de nuestro líder, quien lo tomó como una falta de respeto imperdonable.

Brian pasó toda la noche arrodillado, con los brazos sujetados en lo alto para dejarlo en una posición inclinada que exponía su espalda. Durante ocho horas soportó el golpe de agua fría en su piel, una tortura física y mental que en definitiva no merecía. Él aún no tenía un umbral de dolor alto y, aunque lo hubiera tenido, fue expuesto a una técnica traumática tanto a nivel físico como psicológico.

Ortega era experto en llevar el cuerpo humano al límite sin causar un daño permanente. La baja temperatura del agua lo llevó al borde de la hipotermia, con temblores involuntarios que no podía controlar. Le permitían descansar únicamente cuando iba a quedar inconsciente, dejándolo respirar por escasos minutos para luego continuar con la misma intensidad. Terminó desorientado y exhausto. El constante impacto dejó en su piel hematomas e inflamación, durmió boca abajo durante semanas apenas pudiendo conciliar algunas horas de sueño.

Luego de unos días me crucé con él en el comedor. Me senté a su lado solo porque Alí había recuperado su buen humor y le ofrecí mi barrita de fresa de la semana, un verdadero tesoro, a manera de disculpa. Se veía adolorido, realizar cualquier movimiento era un martirio. Yo llevaba muchos más años en la base, yo ya estaba acostumbrada a cómo funcionaban las cosas y mi entrenamiento cognitivo conductual había finalizado exitosamente. Él aún no estaba completamente moldeado, aún se permitía fantasear sobre salir de la base y recuperar su antigua vida.

—¿A dónde irías? —preguntó—. Si pudieras irte de aquí.

—Jamás intentaría irme de aquí —aseguré, cegada ante las ideas que habían sembrado en mí.

—Por favor, solo si no tuvieras opción. Debes tener un plan en caso de una catástrofe. ¿Qué nombre usarías si tuvieras que crear una nueva identidad?

—¿Por qué haces preguntas tan estúpidas? —Brian se encogió de hombros, o al menos eso pareció con los escasos movimientos que podía realizar.

—Me ayudan a distraerme —confiesa—. Así que, si contestas, sería realmente asombroso.

—Usaría un nombre común.

—¿Cómo cuál?

—¿Anna...? —respondí, sin ánimo de seguir su juego y sin mucha imaginación tampoco.

—Qué aburrido —contestó, con esa carismática forma de ser que lo caracterizaba—. Yo elegiría algo más original. Algo como... Félix.

—Es el nombre más estúpido que he escuchado alguna vez en mi vida. —Una risa estuvo a punto de escapar de mis labios, lo cuál lo animó a seguir.

—Félix Weber —complementó sonriendo—. Y me iría a México.

—Hay cientos de lugares mejores para esconderse, lugares más seguros.

—Sí, pero me gusta su comida. Es un país corrupto, con suficiente dinero estoy seguro de que conseguiría vivir muy bien.

—Te deseo mucha suerte.

—¿De qué hablas? Tú vienes conmigo.

—Sobre mi cadáver —respondí tajante, terminando la última porción de pollo y arroz a la que no tuvieron ni siquiera la decencia de ponerle un poco de sal—. No creo que tu plan vaya bien con mi estilo de vida.

—Nos haremos pasar por un matrimonio, Anna y Félix Weber. —Esa estupidez sí consiguió sacarme una sonrisa, la cual tuve que ocultar con mi mano antes de que alguien la reportara.

—A veces, cuando te veo superar las pruebas del taller de Criptografía y Desencriptación, incluso creo que eres inteligente. Pero luego dices idioteces como esa y se me pasa. —Él también tuvo que encubrir una risa.

—¿Entonces es un trato?

—¿Aceptar tu propuesta de matrimonio?

—Agente A, ¿quieres casarte conmigo en unos.... Diez años?

—Si alguien te escucha decir esas idioteces te asesinaran. —Él volvió a reír.

—¿Entonces?

—Sí, Brian —respondí, solo para concluir con el tema—. En caso de una catástrofe en la que ya no exista la organización y no tenga más opción que huir contigo a México, fingiremos ser esposos allí.

—Está hecho.

En ese momento jamás habría cabido si quiera la posibilidad de que la catástrofe que destruiría la organización sería yo. De hecho, tenía tanta confianza en Alí que mis cálculos sobre la probabilidad de que el plan improvisado de Brian tuviera que ser puesto en marcha eran nulas. Le explico eso a Roland, quien me escucha atentamente mientras le relato el recuerdo y unas cuantas anécdotas más.

—Supongo que estamos a mano —respondo con duda cuando me pregunta si lo perdonaría después de lo que hizo—. Necesito reunirme con él, saber qué clase de persona es ahora que no existen los Sombra.

—Intenta alzar su vieja organización de nuevo, atacó la base y por su culpa mi padre está muerto. ¿Tú qué clase de persona crees que es? —interrumpe Jack, quién no sé desde cuándo está parado detrás de nosotros—. Ya soltamos todo el equipaje que podíamos, ¿cuánto combustible queda y en cuánto tiempo llegaremos?

—Sin contratiempos, tal vez podamos aterrizar a salvo en unas seis horas —contesto—. Eso si Roland consigue mantenerse en la ruta.

Roland alza un pulgar y le dirige una media sonrisa, indicándole que tiene todo bajo control. Jack asiente con seriedad, pero agradeciéndole el hecho de pilotar durante todo el viaje. Afortunadamente es un excelente piloto, pues esa excusa lo mantiene al mando y no atrás, en donde perdería la cabeza. Ya vamos a más de medio camino, y aún así sé que no dudaría en dar la media vuelta. De hecho, estoy segura que tan pronto toquemos tierra él buscará la manera de volver a España por Aria.

No va a perdonarme por esto.

—April, ve atrás. John será el copiloto.

—¿Por qué? Estoy haciendo un buen trabajo.

—No dije que no, dije que John será el copiloto —ordena. Cruzo miradas con Roland, pues realmente hacemos un excelente equipo y no es lógico que me mande atrás. Jack nota de inmediato nuestra confusión y suspira—. Tobby parece asustado por la turbulencia, supuse que querrías estar con él.

Tobby no suele asustarse fácilmente, sin embargo, opto por no discutir con Mathews. Roland nota que no daré batalla y rodea los ojos disgustado, volviendo la vista al frente. John no es su persona favorita luego de la manera en la que se dirigió a Aria cuando el ataque inició. En el momento en que Bush entra en la cabina, suelto un suspiro y le entrego la diadema, regresando a la parte parte trasera a regañadientes.

Busco a Tobby en los asientos hasta encontrarlo enroscado en uno de ellos. No parece asustado, ni siquiera está inquieto. En realidad, está dormido. La única molestia que podría estar causando es la de llenar el asiento de su baba. Miro a Jack con una ceja en alto, pero se limita a encogerse de hombros para quitarle importancia al asunto.

—Cuando lo vi estaba llorando —asegura, pasando de largo hasta acomodarse sin ánimo en uno de los asientos.

Dirijo la vista discretamente hacia la mancha de sangre en los asientos, notando que el cuerpo de Mark ya no está. Ahora en las butacas se encuentra el equipo de emergencia en caso de una catástrofe, mochilas que deben contener raciones de comida deshidratada, refugio y unas cuantas herramientas de supervivencia. Aprieto los labios y decido dirigirme a uno de los asientos que está frente a Paula para obtener respuestas. Ella está admirando el paisaje, con los pies sobre la pequeña mesa entre los lugares.

—¿Ustedes lo...?

—¿Lo arrojamos? —niega—. Está en uno de los armarios, John y yo lo cubrimos con una manta.

Yo asiento.

—Fue una pregunta estúpida —afirmo al comprender la crueldad de la idea.

—No, también cruzó mi mente —admite, ofreciéndome unas nueces que acepto sin dudarlo—. ¿Cómo tomó Roland lo de Aria?

—No se lo dije, Jack me pidió que no lo hiciera. —Ella parece sorprendida y yo suelto un suspiro, sobando el puente de mi nariz con los dedos—. Necesitamos que Roland mantenga la ruta y si se entera ahora perderá la cabeza.

—No tienes que darme explicaciones, April. Es solo que creí que eran cercanos.

—Ya me siento bastante mal, Pau —admito y ella asiente, metiendo un par de nueces más en su boca mientras medita lo que dije.

—No puede creer que te fuera a sacar de ahí. —Alzo una ceja.

—¿De qué hablas?

—Te escuchó hablando con él, riéndote —admite, bajando el tono de su voz mientras regresa la vista a la ventana—. La verdad es que pedirle a John que tomara tu lugar como copiloto fue algo bastante patético.

—Te imaginas cosas —respondo—. Lo que afirmas es ridículo.

—Sí, debo haberme confundido —admite, quitándole importancia al asunto y acomodándose para tomar una siesta como si no acabara de soltarme una idea que rebotará en mi cabeza durante horas.

—Sigue odiándome —afirmo—. Y así va a ser siempre.

—Ya te lo dije, debo haberme confundido.

Cierra los ojos, poniéndole fin a la conversación. La miro con un dejo de frustración y me mantengo escéptica, negándome a que la idea cobre fuerza en mi mente. Pensar en que Jack sienta celos es para mí simplemente imposible, sobretodo si esos celos los provoco yo. Lo observo un segundo, aceptando que durante estos años ha cambiado tanto como yo. Recarga su mejilla en su puño completamente derrotado, detesto ya no ver el brillo en sus ojos. Su expresión es más dura que hace ocho años y sonríe con mucha menos frecuencia. La realidad es que no lo conozco.

Silbo con discreción para llamar la atención de Tobby, quien de inmediato alza la cabeza para buscarme. Le indico con la cabeza el asiento del Silente y él se levanta para llegar hasta ahí. Se sube a su lado, provocando que Matthews se sobresalte cuando coloca su hocico sobre sus piernas. La bola de pelos no le pide permiso, simplemente se queda ahí con él, resultando más empático que muchas personas con las que me he cruzado. Jack no tarda en relajarse, comenzando a acariciar su cabeza.

Es la única manera en la que puedo apoyarlo en estos momentos, darle un poco de consuelo, aunque creo que funcionó. Decido buscar una posición cómoda para descansar un rato. Al aterrizar nos esperan días muy pesados.

Me despierto debido a un brusco movimiento que me saca de mi asiento y provoca que me estrelle contra el que estaba delante. El avión se inclina de manera pronunciada, ganando velocidad y obligándome a aferrarme al reposabrazos para no terminar del otro lado de la nave al arrastrarme por el suelo. Paula, quien si abrochó su cinturón, se esfuerza por mirar por la ventana.

—Misiles... —susurra—. ¡Hay misiles! ¡Localizaron nuestra ruta!

Ahora sí que escucho a Tobby llorar mientras los movimientos provocan que las mochilas de emergencia lo golpeen una y otra vez. Trato de llegar hasta él, pero no consigo recuperar el equilibrio. Alcanzo a ver el humo de un misil y de inmediato el avión se inclina en un ángulo que parece imposible. El estómago me da un vuelco mientras descendemos, como si alguien hubiera soltado el piso debajo de mí. Me deslizo hacia un costado, chocando contra una fila de asientos. Un dolor punzante se extiende en mi hombro.

Antes de conseguir incorporarme damos otro violento giro. Mi cuerpo es lanzado, como si se tratara de una muñeca de trapo. Mi cabeza choca contra el vidrio de la ventana, dejándome aturdida. Al abrir los ojos noto que han soltado bengalas para desviar a los misiles, que cambian su dirección hasta estallar contra ellas. Uno no cae en la trampa y pasa peligrosamente cerca, lo que provoca que la gravedad vuelva a cambiar.

Pierdo la cuenta de los giros que damos, y no sé cómo vuelvo a terminar en el suelo. La luz de la nave parpadea cuando el estruendo de una explosión reverbera a través del fuselaje. El avión tiembla con fuerza, dejándome completamente desorientada.

Logros aferrarme a la barra de apoyo cerca del pasillo. Mis dedos se envuelven a su alrededor con fuerza mientras el resto de mi cuerpo sigue golpeándose. Trato de doblar los codos para encontrar una mejor posición, pero no lo consigo.

Nuevamente, giramos. El movimiento me arranca del metal y provoca que me deslice por el suelo. Mi cabeza se dirige hasta una esquina afilada. Espero el golpe, pero antes de que llegue Jack consigue alcanzarme y sostenerme del brazo. Se queja por el esfuerzo, pero consigue subirme hasta el asiento con él. No puedo alcanzar el cinturón de al lado, por lo que se limita a rodearme con toda la fuerza que tiene, apretando mi cintura cuando el avión realiza una maniobra en espiral.

Mis ojos recorren la nave en busca de Tobby, pero no consigo encontrarlo. El sonido de la explosion de los misiles tampoco me permite escucharlo. Mi respiración es errática y mi corazón amenaza con salirse de mi pecho. Mi cuerpo está magullado y mi mente completamente abrumada. Cierro los ojos al comprender que no puedo hacer mucho más que esperar a que Roland nos saque de esto.

Cada sacudida y cada detonación amenazan con que el siguiente instante sea el último. Trato de recuperar el control de mi respiración, aferrándome a lo único que puedo. Mis manos sujetan los brazos de Jack, rogándole en silencio que no me suelte y encontrando un refugio en mi mente al sentir como de alguna forma consigue  apretarme más contra él.

Pierdo la noción del tiempo, sin embargo, después de un rato las maniobras cesan. Los misiles son neutralizados y por un instante siento el alivio recorrer mi cuerpo, pero ese instante no dura demasiado.

El avión comienza a descender, pero esta vez no es una maniobra, nos estamos quedando sin combustible. La caída se siente pesada, y escuchar los motores tosiendo es un sonido que nunca quieres oír a mitad de un vuelo. Roland consigue estabilizar la nave nuevamente, colocándola en una posición que le permitirá planear.
John utiliza el micrófono del piloto para ordenarnos colocarnos los paracaídas, saltar es la única oportunidad que tenemos para sobrevivir. Me pongo de pie con dificultad, consciente de que no tenemos más que unos minutos antes de estrellarnos. Paula toma un paracaídas y luego le lanza otro a Jack. Yo no encuentro más que mochilas de supervivencia y no consigo hallar a Tobby. Las alarmas del avión indicando una falla hacen imposible todo intento de búsqueda.

Nuestro piloto y copiloto no tardan en unírsenos, preparándose para saltar también. Paula abre la puerta del avión, llenando el lugar con un viento helado que nos golpea a todos. Roland recorre a los pasajeros, notando de inmediato que falta su hermanastra. Me mira en pánico, preguntándome con señas si ella ya saltó. Me obligó a negar, disculpándome a lo lejos y observando en su semblante cómo lo he decepcionado.

Necesito concentrarme, deben quedar solo segundos antes de que el salto no sea seguro. No tengo un paracaídas aún y no pienso abandonar el avión sin mi Tobby, sin embargo, no consigo evitar que Jack me asegure a su arnés para jalarme con él hasta el borde.

—¡No! —pido, pero el sonido es tan alto que dudo que consiga oírme—. ¡Espera! ¡Falta Tobby!

No obtengo respuesta. Sin pensárselo dos veces, salta al vacío conmigo.

Hola, hola.

Muchas gracias por la paciencia con la publicación de los capítulos y por no desertar en esta misión. Realmente espero que lo sigan disfrutando. Un adelantado "Feliz navidad, inundo animal. Y prospero año nuevo" para todos ustedes.

Nos leemos pronto.

—Nefelibata

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