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Capítulo doce: Limbo

(Narra Brian / misma noche del incidente en SAMOHI)

Me despierto de golpe, no sé en dónde estoy o qué fue lo que pasó. El aire entra a mis pulmones como un golpe, arrastrando un dolor persistente consigo que amenaza con consumir las pocas fuerzas que tengo. Apenas puedo abrir los ojos, la luz es abrasadora comparada con la oscuridad de la cual emerjo. Estoy desorientado, anhelando la seguridad de la inconciencia nuevamente. Lo último que recuerdo es estar peleando con April, no conseguía hacerla a entrar en razón y yo... yo tenía un arma.

¿Realmente iba a dispararle? No, esa idea suena imposible.

El arma que portaba se la quité a ella, pero creo que tenía más bajo esa chaqueta. ¿Se atrevió a dispararme? No, mi April jamás me haría eso. Debe ser un error, tal vez apuntaba a alguien detrás de mí y falló el tiro.

Ella nunca falla un tiro.

Cierro lo ojos con fuerza, tratando de ordenar los confusos recuerdos. Nada parece real en estos momentos. Los latidos de mi corazón nunca habían sido tan dolorosos, golpean mi pecho junto con una presión ardiente. Puedo sentir cómo cada órgano de mi cuerpo está en funcionamiento lo cual, aunque creo que es una buena señal, en estos momentos me parece sumamente incómodo. Cada respiración es agónica. Los sonidos a mi alrededor son lejanos y confusos, no me dan ninguna señal de en dónde estoy o si hay alguien más conmigo.

Consigo mover mis manos, sintiéndolas pasadas y entumidas. Un hormigueo recorre mis piernas y mis brazos, repartiendo lo que simulan pequeñas descargas eléctricas a lo largo de mis músculos. Palpo mi cara, notando el oxígeno en mi nariz y boca. También examino mis brazos, encontrándome con lo que supongo es una sonda. Comienzo a perder la calma cuando mis ojos por fin se acostumbran a la brillante habitación y me revelan un escenario para nada favorecedor. Estoy en un hospital público, espero por mi bien que no hayan tomado mis huellas o mi ADN.

—Ay, por Dios. ¡Estás vivo! —La voz de un hombre llama de inmediato mi atención.

Lo conozco, es el sujeto que vive al lado de la casa que me proporcionó la agencia para la misión. Registré su hogar apenas llegamos, también redacté su expediente. Está divorciado, sus dos hijas lo visitan cada tres semanas y no ha tenido suerte encontrando una nueva pareja. Entre semana da una caminata de treinta minutos por el vecindario, se detiene a comprar un café en Philz Coffe y sale a trabajar. Su vida es poco interesante, al igual que las escasas conversaciones que he compartido con él. ¿Por qué carajo está aquí? Trato de quitarme el oxígeno para preguntárselo, desesperado por entender qué mierda sucede, pero él me detiene.

—Tranquilo, ya apreté el botón de ayuda. La doctora llegará en cualquier momento —asegura, deteniendo mis torpes movimientos para impedir que me lastime—. Dijeron que es un milagro que estés vivo. Escuché los disparos cuando volvía a casa, llamé de inmediato a una ambulancia y a la policía. Están buscando a la responsable, les di un retrato hablado de ella. Oh, y tu novia... —niega, con lágrimas en los ojos, como si lo que estuviera contándome se tratara de una película trágica—. Como lo siento, no pudieron salvarla.

¿Mi novia? Ah, habla de Marie. Así se la presenté cuando lo encontramos sacando la basura. ¿En dónde está ella? Pasamos la noche juntos y creo que le disparé... sí, tenía ordenes de asesinarla y así lo hice, es poco relevante. Los recuerdos comienzan a esclarecerse, aunque no del todo. Me niego a creer que las imágenes que reproduce mi mente sean ciertas.

Maldición, ¿mencionó un retrato hablado de April? Eso no es bueno, la vio en la escena del crimen. Alí estará furioso con ella y últimamente eso es más frecuente de lo que es prudente. ¿Él será el único testigo? Tal vez si lo asesino aquí y ahora ella esté a salvo. Si tan solo consiguiera sentir los dedos de mis pies ya estaría sobre de él.

Me niego a creer que realmente sea una desertora, una traidora... matarla a ella también comienza a sonar como la única opción, pero no quiero hacerlo.

Oh. La memoria ahora me resulta congruente.

Sí, eso sucedió. Matarla me pareció la única opción lógica e iba a dispararle, pero ella lo hizo primero en defensa propia. Mi mirada se dirige por un instante hacia el reloj del tipo que está conmigo. Cuando April abrió la puerta yo estaba haciendo el desayuno y ahora es de noche, lo que significa que he estado fuera de combate por lo menos un día.

Carajo, esto no es bueno. Tengo que salir de aquí lo antes posible.

Observo a la dichosa doctora entrar en la habitación, revisando mi expediente y aproximándose hacia mí con una expresión de calma bastante hipócrita. El sonido de las maquinas a mi alrededor delatan que la situación es todo menos alentadora.

—Despertaste antes de lo esperado. Eso es un buen signo —dice, comenzando a examinarme. No es hasta que su mano baja a mi pecho que observo por primera vez la herida. Mierda, esto realmente está pasando—. ¿Recuerdas tu nombre? —Niego, a pesar de que sé perfectamente quién soy—. Está bien, no quiero que te preocupes por eso ahora. Voy a explicarte la situación, ¿sí? Recibiste un disparo en el pecho y tuvimos que realizar una intervención de emergencia para estabilizarte, controlar el sangrado y reparar el daño interno. Afortunadamente la bala no alcanzó órganos vitales, sin embargo, pasó cerca de la pleura, el tejido que rodea los pulmones. Esto significa que el riesgo de complicaciones, como un colapso pulmonar, aun persiste.

Vuelvo a cerrar los ojos ante esa noticia, tratando de asimilar la situación. Creo que esta vez exageraste un poco, April. Hago un esfuerzo para mover mis manos, tratando de pedir que me den mi celular. Puede que me haya disparado, pero ella es a la única que puedo llamar en una situación como esta.

—Lo lamento, el uso de dispositivos móviles está restringido porque estos pueden interferir con el equipo médico de monitoreo y soporte vital, como los monitores cardíacos o ventiladores —explica la doctora—. Concéntrate en descansar, tan pronto estés mejor la policía querrá hacerte unas pregunta. Señor Evans, usted ya no puede estar aquí. Los enfermeros se harán cargo durante la noche.

Mi vecino se pone de pie, recogiendo sus cosas.

—Si quieres, puedo quedarme en el pasillo —ofrece, pero niego, tratando de parecer más agotado que grosero.

Él y la doctora por fin me dejan solo, tirando de la cortina para cerrarla. Al hacerlo, el lado contrario del que jalaron se recorre, liberando un espacio que me permite ver a través de una ventana una pequeña televisión en el pasillo, justo enfrente de la enfermera en turno. Debo estar en una sala compartida, lo cual facilitará el poder salir de este lugar, pero aún hay demasiadas personas. Debo esperar a que la mayoría salga de aquí, pues no seré lo suficientemente rápido para evitar a los guardias si es que llegan a perseguirme.

Trato de mantenerme despierto tanto tiempo como me es posible, pero pierdo la batalla. Mantener los ojos abiertos se vuelve utópico y vuelvo a caer en un sueño profundo.

Despierto nuevamente sobresaltado, esperando que todo haya sido un mal sueño, pero no es así. Sigo en el hospital, con ese molesto sonido de las maquinas rompiendo con el silencio de la noche mientras registran mi pulso y presión arterial. Giro mi cabeza para tratar de ver por el espacio entre la cortina y la pared el reloj que cuelga en la recepción. Maldigo para mis adentros cuando veo que son pasadas las tres de la madrugada. Si pierdo más tiempo soy hombre muerto.

Tan rápido como la herida me lo permite, consigo incorporarme. Es inevitable que una expresión de dolor se forme en mi rostro, aún con los medicamentos que me han suministrado para controlarlo. Tomo el oxigeno y lo retiro con sumo cuidado, aliviado al notar que puedo respirar por mi cuenta. No hago ruido ni ningún movimiento brusco que llame la atención. Examino mis opciones, sé que en el momento en el que el monitor de signos vitales deje de detectarme se activarán las alertas. Necesito una distracción.

Con la respiración irregular, pongo mis pies descalzos en el frio suelo de baldosas, jalando de los tubos del suero y del sensor de mi dedo para ver qué tan lejos puedo avanzar sin desconectarlos. Afortunadamente, alcanzo la cama de la paciente más cercana. Es una señora bastante mayor, con piel arrugada y cabello canoso. Yace plácidamente dormida... o inconsciente. Es difícil encontrar las diferencias en su estado. Está conectada a un ventilador mecánico que le permite seguir respirando, lo cual me parece una oportunidad perfecta para desviar la atención.

Me apoyo contra la pared, la bata azul pálida que se abre por la espalda apenas alcanza a cubrirme. Estiro mi brazo tanto como puedo hasta alcanzar el cable del ventilador. Una vez que mis dedos consiguen aferrarse a él, tiro hasta desconectarlo de la corriente. Las alarmas se activan de inmediato, alertando a los enfermeros en turno de un problema con la paciente en la cama a mi lado. Consigo esconderme detrás de mis cortinas antes de que cualquiera consiga verme, apresurándome a retirar el suero y a deshacerme de cada uno de los dispositivos conectados a mi cuerpo. Las alertas que estos mandan se confunden fácilmente con la que activé previamente.

Alcanzo la puerta que los enfermeros dejaron entreabierta y salgo con pasos torpes hasta el pasillo. Me apoyo de la pared para mantener el equilibrio, concentrándome para no ser controlado por el dolor creciente en mi pecho. Noto que uno de los enfermeros ha dejado su celular desbloqueado en una mesa y no dudo en tomarlo. Por más que me cueste admitirlo, voy a necesitar pedir ayuda. Busco el cartel de SALIDA, encontrándolo en la esquina del corredor. Decido moverme hasta esa puerta antes de que alguien note mi ausencia.

Abro la puerta de las escaleras de emergencia, rogando por no tener que descender demasiados pisos. Siento como el sudor corre por mi frente mientras me apoyo en la barandilla. Cada escalón provoca un dolor agudo en la herida, pero no puedo darme el lujo de detenerme. Avanzo tanto como puedo, pero finalmente mi cuerpo me pide una pausa.

Mis rodillas se doblan y con máximo cuidado me deslizo por la pared hasta estar sentado. Parpadeo un par de veces para esclarecer mi vista, intentando encontrar el teclado en el celular que robé. Digito con detenimiento cada número hasta llamar a April, rogando internamente porque conteste. La línea suena, pero no obtengo una respuesta. Trato un par de veces más, asegurándome de no haberme equivocado en la marcación, sin embargo, con cada intento el resultado es el mismo y comienzo a preocuparme. Solo espero que esas locas ideas que tenía no la hayan metido en problemas con Alí.

Alcanzo a ver en la parte superior del dispositivo cómo entra un mensaje genérico de noticias que usualmente ignoraría, sin embargo, algo en él llama mi atención. Al entrar al enlace me encuentro con un noticiero amarillista, más enfocado en teorías conspirativas que en eventos reales, pero el encabezado principal "Expuesto a Nivel Global: Miles de Agentes Secretos y Crímenes de una Organización Revelados" no es algo que pueda pasar por alto. Dudo de la veracidad del escrito por lo que decido cambiar a otra página. Mi cara palidece cuando noto que la sección está repleta de apartados similares.

—Ay, carajo —mascullo para mí mismo—. April, espero que no tengas que ver con esto...

Procedo a abrir el reporte más confiable que encuentro, y lo que leo no es para nada alentador. Hay imágenes de lo que antes era la base destruida, irreconocible. No queda un solo bloque de cemento en pie.

"En una filtración sin precedentes, los nombres e identidades de miles de agentes secretos vinculados a una organización internacional han sido liberados al público junto con una serie de documentos que detallan supuestas actividades criminales. La información, distribuida en una plataforma de denuncias anónima, está generando conmoción a nivel mundial y una crisis en los servicios de inteligencia de múltiples naciones."

Quien haya sido el responsable no solo hizo estallar nuestro hogar, si no que se encargó de jodernos a todos. Encuentro las fotos de nuestros compañeros, agentes con los que trabajé durante años ahora expuestos a merced de la ley. Mis ojos no dan crédito a lo que veo, pues solo alguien con los permisos suficientes podría haber causado algo tan grande como esto. Sé que April estuvo involucrada en esto de una u otra forma.

"Según los documentos, la organización—conocida por operar en las sombras durante décadas—llevó a cabo una serie de operaciones que incluyen la eliminación de líderes políticos, hackeos masivos a sistemas financieros y sanitarios, y ataques cibernéticos que habrían costado la vida de miles de personas en incidentes disfrazados de accidentes naturales o terroristas. Los informes también describen con detalle los métodos de entrenamiento, las jerarquías de poder y los contactos de alto nivel que la organización tenía en gobiernos de todo el mundo."

Esto no puede estar pasando. Niego con incredulidad mientras que el dolor en mi pecho se vuelve cada vez más insoportable. Si de por si respirar ya era un trabajo difícil, ahora lo es mucho más. La impotencia se apodera de mi cuerpo, al igual que una furia desmedida contra el imbécil de Jack Mathews.

De no ser por él nada de esto hubiera pasado. April jamás se habría atrevido a desobedecer las ordenes de nuestros superiores de no ser por las estúpidas ideas que él metió en su cabeza. La tarea habría sido concluida sin problemas y ellos estarían acabados. Todo es su culpa, la manipuló e incluso consiguió ponerla en mi contra. Ella jamás se hubiera atrevido a dispararme de no ser por esta estúpida misión, habría dado su vida antes de ponerme en riesgo.

"Varios gobiernos han emitido declaraciones urgentes, algunos confirmando que están investigando la autenticidad de la información, mientras que otros niegan cualquier relación con las actividades criminales descritas en los documentos. Países en Europa y Asia están evaluando las medidas necesarias para proteger a sus ciudadanos de posibles represalias y asegurar la integridad de sus operaciones de inteligencia."

Sigo esculcando entre las fotografías con temor hasta que encuentro la mía junto con mi expediente. Cada uno de los crímenes en los que estuve involucrado ahora es de conocimiento público, lo cual me vuelve un fugitivo a nivel mundial. Tengo que salir de este hospital lo antes posible.

No sé si April está viva o no, pero es poco probable que responda mis llamadas ahora por el bien de ambos. Si tiene su celular y contesta, solo conseguiré delatar su ubicación. Debemos escondernos y, de preferencia, irnos del país.

Como puedo, vuelvo a ponerme en pie con ayuda del barandal de las escaleras. Tratando de hacer el menor esfuerzo posible, me obligo a descender un par de pisos más hasta llegar al estacionamiento. Me oculto de los guardias en turno, quienes afortunadamente parecen más interesados en su celular que en su trabajo. Mi mirada recorre el lugar hasta dar con la caja en donde el Valet Parking guarda las llaves de los autos que dejan a su cuidado.

Me acerco con cautela a la oficina, en donde los jóvenes están riéndose y compartiendo anécdotas, completamente despreocupados. Abro la caja sin hacer ruido y tomo las primeras llaves que encuentro para alejarme tan pronto están en mi poder. Presiono el botón que quita los seguros rogando porque el coche no esté demasiado lejos. Después de algunos intentos por fin veo unas luces parpadear.

Alcanzo mi objetivo agotado. Me coloco el cinturón, notando al cruzarlo sobre mi pecho que estoy sangrando. Suelto un quejido y tengo que retirarlo, pues el solo roce me provoca un dolor insoportable. Trato de respirar tan profundo como la herida me lo permite, consciente de que los medicamentos comienzan a perder efecto. No puedo ir a ningún otro hospital para ser atendido ahora que mi rostro está en las noticias, y al parecer ya no tengo una base a la cual regresar o refuerzos que poder solicitar.

Solo se me ocurre una persona que podría ayudarme, pero no estoy seguro de que quiera brindarme su apoyo o de que si quiera crea la historia que voy a contarle.

Enciendo el auto, saliendo del estacionamiento del hospital con prisa para que nadie pueda detenerme. Manejo tan rápido como me es posible, consciente de que mi estado es delicado y cualquier golpe o accidente me costarían la vida. A estas horas las calles están mayormente vacías, lo que me permite llegar hasta el hogar de Harrison Gray en menos tiempo del que esperaba.

Estaciono el auto sin cuidado justo enfrente del conjunto de remolques. Presiono la herida al bajar del auto, arrastrando mis pies hasta el lugar correcto. Las luces están apagadas, el pasto húmedo sobre el que se encuentran las casa rodante roza mis piel. Consigo llegar a la puerta y golpearla, rogando porque conteste. A los pocos segundos, desesperado por no obtener respuesta, vuelvo a intentarlo, cada vez más insistente hasta que por fin la luz del interior se enciente.

Harrison Gray, de por si ya confundido porque alguien acuda a él durante la madrugada, muestra aún más conmoción cuando me ve en la bata de hospital y con una herida que comienza a extenderse. Lo aparto sin esperar a que me de permiso de pasar, alcanzando el sofá para recostarme en él.

—Por Dios, ¿qué...? —pregunta, con los ojos bien abiertos—. ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Qué te pasó?

—Mi amiga y yo... —comienzo a explicar, con la respiración agitada y el dolor esparciéndose por mi cuerpo—. Lo ayudamos hace unos meses a limpiar este lugar.

—Sí, eso lo recuerdo —contesta, sin comprender lo que significa mi presencia.

—Usted es químico farmacéutico, con maestría en Inmunología y certificación en farmacia hospitalaria. —Con cada palabra que sale de mi boca su rostro muestra más confusión—. Usted sabe cómo detener el sangrado.

Investigué su pasado. Era una persona destacada en su profesión hasta el día de mi desaparición, cuando su vida comenzó a ir en declive. Descuidó su trabajo y utilizó todos sus recursos para poder encontrarme, sin saber que competía con un monstruo invencible. No consiguió recuperarse, jamás estuvo mentalmente estable para regresar a su profesión. Simplemente se dio por vencido.

—Voy a llamar a una ambulancia, ellos sabrán...

—Papá... —interrumpo al fin—. Por favor, necesito tu ayuda.

Los ojos de Harrison se pintan con esperanza y de inmediato cuelga el teléfono cuando lo llamo por ese nombre. No tengo suficiente fuerza para darle las explicaciones necesarias para que crea en mi palabra. Su mirada se alterna entre las fotografías de su estantería y mi rostro, encontrando las similitudes, pero reacio a creer por completo que estoy frente a él después de casi una década. Se acerca con cautela, tomando con cuidado la baja que me cubre y bajándola hasta conseguir ver la herida de mi pecho. Sé que también está buscando la marca de nacimiento que hay sobre mi hombro, una mancha roja que lo hace creer en mi palabra.

—Iré por paños limpios, hay que detener el sangrado.

Así lo hace. Con materiales improvisador consigue estabilizarme, proporcionándome también analgésicos y antiinflamatorios que ayudan a reducir un poco el dolor. Inmoviliza la zona del pecho para evitar que la herida vuelva a abrirse. también se mantiene al tanto de mi respiración para asegurarse de que no haya ninguna complicación pulmonar. Sé que la atención que él puede ofrecerme no es ni de cerca tan avanzada como la que encontraría en un hospital, pero sus conocimientos deberán ser suficientes para recuperarme parcialmente.

Necesito tener suficientes fuerzas para llegar a México. Ese era nuestro plan si algo llegaba a salir mal. Si April está viva, sabrá en dónde encontrarme.

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