Capítulo diecisiete: Travesía
Una vez que estuve sola no tuve demasiado tiempo para pensar en qué hacer. Me encontraba sin apoyo, sin opciones y sin recursos a la mitad de un bosque. Exponer la ubicación de cada una de nuestras bases, las identidades de los agentes y los crímenes de la organización no es algo que haya pasado desapercibido. Los gobiernos no tuvieron oportunidad de crear una cortina de humo para distraer la atención de los civiles, lo cual los puso furiosos. Cada detalle salió a la luz a nivel global, por lo que las autoridades no tardaron en llegar al lugar de la implosión para investigar y para bloquear todas las salidas posibles.
Los primeros meses no tuve más opción que resguardarme en el bosque que rodeaba la base madre, y no fui la única. El resto de los agentes que huyeron de la implosión también trataron de ocultarse, sin embargo, eran de niveles muy bajos como para poder sobrevivir por su cuenta. Encontraba cadáveres con el uniforme de los sombra cada par de kilómetros u observaba como los capturaban para interrogarlos. Intenté acercarme a ellos para ayudarlos, pero todos sabían quién era yo y, con justa razón, no confiaban en mí. Ese bosque se convirtió en un campo de guerra.
Esperé a que las cosas se calmaran. De cualquier forma, era demasiado peligroso cruzar la frontera de inmediato cuando mi identidad y mis crímenes eran de conocimiento público. La falta de alimento y agua potable me obligaron a poner en práctica todas las técnicas de supervivencia que alguna vez me enseñaron. Casi pierdo la batalla por deshidratación un par de veces, cazar se volvía cada vez más complicado considerando que llamé la atención de varios depredadores. No solo debía preocuparme por mi bienestar, pues tenía un cachorro conmigo que complicaba un tanto más las cosas.
—No te creo —habla Jack.
—Lo juro, era un oso negro.
—No habrías sobrevivido.
—A pesar de mi condición actual, te recuerdo que antes yo era muy buena —respondo, separándome solo un poco de él para abrir la tela del saco de dormir y mostrarle una cicatriz que adorna mi pierna—. Tratarla solo con ayuda de la naturaleza no fue fácil, por eso se ve tan mal.
Mathews examina mi piel dañada, tocándola con las yemas de sus dedos un instante. Solo es hasta que el frío nos interrumpe que vuelve a cerrar el saco, pero sin apartarse de mi lado, usando como excusa las bajas temperaturas. Cuando estamos tan cómodos como se puede estar en una cueva húmeda y helada, le cuento cómo un día un policía se separó de su grupo al realizar el patrullaje. Tomé mi oportunidad al verlo sin refuerzos.
El tiempo había pasado y las cosas se habían calmado, por lo que ya no había tantos guardias que custodiaran el bosque. Lo intercepté, su entrenamiento era por mucho inferior al mío aun en mi condición precaria. Lo dejé inconsciente, me puse su uniforme y como un milagro logré pasar desapercibida hasta salir del perímetro de vigilancia. Tuve que robar una patrulla, un error necesario para poder volver a la civilización.
Conocía a muchas personas que podían ayudarme a salir del país gracias a los contactos de los Sombra, pero estaba segura de que no querrían relacionarse conmigo. Tuve que recurrir al robo para obtener los recursos necesarios, nadie me haría un favor por la bondad de su corazón. Me costó varias amenazas, utilizaba sus secretos como otra moneda de cambio. Sobreviví a cinco intentos de asesinato, yo no podía ofrecer más dinero que la recompensa que habían puesto por mi cabeza y me lo dejaron muy claro. Hice de todo para poder conseguir una identificación falsa que me permitiera tomar un vuelo para salir del país, diez meses después del incidente lo conseguí.
El avión que abordé me llevó a Bangkok, en Tailandia. El caos de la ciudad me ayudó a mezclarme, era muy sencillo desaparecer entre las multitudes. Ahí mantuve un perfil bajo, encontré un trabajo temporal enseñando idiomas en comunidades locales de áreas urbanas desfavorecidas. Una mujer mayor me acogió en su casa después de unos meses, cuando me vio tratando de convencer al dueño de un hostal de aceptar menos dinero por la noche. Hicimos un trato, yo la ayudaría con las tareas que ella ya no podía completar por su avanzada edad y ella me daría refugio y comida.
—Su nombre era Lalana —digo, recordándola con dolor y cariño. Era la mujer más dulce que he conocido—. De ella es el anillo azul que guardo, fue un obsequio.
—¿Qué le pasó?
—La envenenaron.
Fue una época tranquila hasta que consiguieron seguirme la pista. Exagentes, quienes tampoco podían arriesgarse a llamar la atención, contrataron a un cazarrecompensas de baja reputación para que hiciera el trabajo sucio por ellos. No querían algo aparatoso, se le solicitó una muerte rápida. Pusieron cianuro en la comida, sin embargo, Lalana tuvo la mala suerte de probarla antes que yo. No pude ayudarla, la encontré cuando ya era muy tarde. Supe que mi posición había sido comprometida por lo que, después de interrogar al maldito que la mató, me puse en movimiento. Con ayuda de un Hacker local pude cambiar mi identidad y huir otra vez.
—¿Lo mataste?
—No —respondo, con un amargo sabor de boca—. Pero sí quería hacerlo.
Decidí que tenía que esconderme en un lugar más tranquilo, necesitaba descansar de los espacios aglomerados. El condado de Donegal, en Irlanda, es uno de los sitios más hermosos en los que he estado. Los paisajes rurales son preciosos, las personas allí son realmente amables. Trabajé en una granja, en donde me permitían quedarme y me proporcionaban alimento.
—¿Ahí lo conociste...? —La pregunta de Jack me toma desprevenida—. La fotografía que estaba entre tus cosas era de un irlandés, ¿no es así?
—Su nombre es Cillian, era el dueño de la granja.
—Mmm... —comenta, analizando mis palabras con calma—. ¿Y qué lo hizo tan especial como para terminar entre tus recuerdos?
Me debato un instante en si debo contárselo o no aun cuando soy consciente de que no hay razón para no hacerlo.
Cillian y yo nos volvimos cercanos, demasiado. El resto de los trabajadores tenían que volver a sus casas los fines de semana, pero yo no tenía ningún otro sitio a donde ir. Él notó que no salía en mi tiempo libre y fue lo suficientemente considerado como para invitarme a visitar la ciudad a su lado. Una cita llevó a la otra, en lugar de cenar en mi habitación me invitaba a hacerlo con él. Disfrutaba su compañía, llegué a quererlo, pero nunca pude ser sincera con él. Ni siquiera sabía mi verdadero nombre.
Tenía miedo de arruinarlo, de perder la vida tranquila que estaba construyendo. Quería empezar de cero, tuve la esperanza de que podía olvidar completamente el pasado. Creí que podía fingir, que si lo hacía con suficientes fuerzas lo haría mi realidad. Traté de vivir una cómoda mentira aún cuando sabía que esa rutina no encajaba conmigo.
Por dos años creí que había encontrado un lugar en el cual estar en paz, en el cual incluso ser medianamente feliz. Pensé que no tendría necesidad de huir nuevamente si mantenía un perfil bajo, pero fui muy ingenua. Uno de los trabajadores me descubrió, logró encontrar mi rostro en uno de esos sitios de teorías conspiranoicas que surgieron luego de que expusiera los archivos. Amenazó con contarle a Cillian quién era si no le daba una suma enorme de dinero, la cual solo podría conseguir si tomaba todos los fondos de la granja.
—Le dije que no lo haría —susurro, con el peso de no haber tomado decisiones acertadas a tiempo. Esa misma mañana había decidido dejar el país de cualquier manera y, de haberlo hecho antes, las cosas habrían sido mejores—. Intentó someterme, no creyó que podría vencerlo. Te juro que no quería hacerle daño, fue un accidente. Se tropezó durante el forcejeo y el rastrillo del heno terminó en su cabeza.
Jack me observa tranquilo, sin juzgarme mientras echa más virutas a la fogata para que la llama nos caliente un par más de horas. Cuando regresa a mi lado se recuesta frente a mí para seguir escuchándome con atención. Mis manos me sirven como almohada y él extiende la suya para quitar un mechón de cabello que amenazaba con caer sobre mis ojos. Antes de apartarse da una suave caricia a mi mejilla, lo cual me anima a seguir hablando.
—Tuve un ataque de pánico al ver el cadáver y el charco de sangre —explico—. Escondí el cuerpo en el granero y pospuse mi partida para resolverlo. Para cuando comprendí lo estúpida que había sido esa idea, simplemente ya era muy tarde.
La familia del trabajador lo reportó como desaparecido. Todos sabían que trabajaba en la granja, por lo que unos días más tarde las autoridades tocaron a la puerta con una orden para inspeccionar el lugar en busca de pistas. No tuve tiempo de deshacerme el cuerpo o de encontrar un mejor lugar para ponerlo. Cillian los dejó entrar, estaba dispuesto a cooperar con ellos. Tan pronto vi a los uniformados supe que tenía que huir. A él lo arrestaron al encontrar el cadáver y, cuando descubrieron fotos de nosotros en algunos de los portarretratos, imaginaron que me estaba ayudando. Fue procesado y llevado a prisión por conspiración.
—No pude ayudarlo, lo mejor que podía hacer por él era alejarme tanto como fuese posible para que dejaran de vincularnos. Con suerte encontraron mis huellas en el arma homicida y lo dejaron libre. Cuando intenté buscarlo con tu base de datos no encontré nada, asumo que fue resguardado con algún programa de protección a testigos.
—¿Por qué habías decidido irte de ahí si estabas tan cómoda? —Tuerzo la boca.
—Encontré un anillo de compromiso entre sus cosas —suelto, y los ojos de Jack se abren en sorpresa. En definitiva no era la respuesta que esperaba—. Entendí al daño que le estaba haciendo, lo lejos que había llegado la mentira. Lo quería, lo suficiente como para abandonarlo antes de que cometiera el peor error de su vida.
La muerte de Lalana y el arresto de Cillian fueron suficientes para comprender que, por más tentador que fuese aceptar la ayuda de extraños, lo único que eso traería para ellos era desgracia. Hui nuevamente, esta vez a Brasil.
No supe administrar mis recursos. En el bosque al menos podía intentar cazar, pero en las calles no tenía nada. Viví en las avenidas, pues me negaba a robar o a hacer daño a otros para conseguir algo extra de dinero. Realizaba trabajos ocasionales y mendigaba comida hasta que encontré uno de los refugios. No podía quedarme, no quería arriesgarme a que alguien más saliera herido. Realizaba unas cuantas horas de trabajo y luego me iba, no pisaba dos veces el mismo lugar. Aun así, no tardaron en encontrarme y tuve varios enfrentamientos que terminaron en desgracias.
Las heridas por las peleas, la falta de una buena alimentación y el constante estrés provocaron que mi cuerpo colapsara. Contraje enfermedades e infecciones, definitivamente ha sido la vez que más hondo he llegado. Cada fibra de mi cuerpo me pedía rendirme, pero eso no es algo que vaya muy bien conmigo.
Conocí a un camionero que me ayudó a cruzar la frontera hacia Paraguay. Ahí tomé un pasaje clandestino y conseguí llegar a Marruecos. En el viaje hice algunos contactos, gente de barrios marginales que me ayudaron a comprar documentos falsos. Viajé en un barco, un carguero viejo y oxidado con cubiertas abarrotadas de mercancías y un pequeño espacio reservado para pasajeros ilegales como yo. Todos éramos muy desconfiados, el ambiente era bastante tenso y el espacio pequeño y oscuro.
—¿Cómo hiciste todo eso con Tobby?
—Sin él no habría podido lograrlo —aseguro—. A veces, las palomas que él lograba atrapar eran nuestro único alimento.
Encontrar trabajo una vez que tocamos puerto fue imposible, sin embargo, sabía que no podía volver a las calles. No estoy orgullosa, pero cuando las personas que conocí en el viaje me ofrecieron empleo, no tuve más opción que infiltrarme en el mercado negro. Era mensajera, ya no tenía fuerza física, pero mis habilidades para ese puesto eran excepcionales. Entregaba mensajes y paquetes sin ser detectada. Las cajas siempre estaban selladas, pues la regla básica era no hacer preguntas.
No estaba cómoda, sentía que estaba volviendo a donde empecé y de donde tanto trabajo me costó salir. Sabía que, aunque no estuviera causando daño directamente y las balas perdidas eran una gota en el océano comparado con lo que llegué a ser con los Sombra, era parte de algo que estaba mal. No podía dejarlos tan fácilmente, realmente necesitaba comer. Traté de hacer mi parte, modifiqué envíos de explosivos para sabotearlos y que no funcionaran correctamente. Filtré información con autoridades de manera anónima para que capturaran a las personas involucradas. No duré mucho, terminaron descubriéndome y eso me ganó más enemigos de los que de por sí ya tenía.
—Recibí la peor paliza de mi vida —digo—. Por ellos tengo la cicatriz en la espalda y en el pecho, apenas conseguí salir con vida.
Como sospechaba que mis movimientos ya no estaban pasando desapercibidos, tomé una buena suma de su dinero del jefe, lo que me permitió huir y vivir decentemente por un tiempo. Compré mi lugar en un grupo de migrantes que pretendían llegar a España, en una red de apoyo para mujeres. Así logré llegar a Madrid, en donde pude esconderme sin necesidad de un trabajo. Administré mejor el dinero, con tanto cuidado como pude e invirtiéndolo para ganar un poco más siempre que podía. Me quedé en los lugares más baratos y comí la comida más simple. Tomaba baños solo cuando los moteles parecían lo suficientemente seguros como para bajar la guardia y conseguí ropa que me hacía pasar desapercibida. Todo estaba incluso bien hasta que empezaron a perseguirme.
Fue distinto, sentía que estaba en un peligro diferente. Estaba segura de que no se trataba del gobierno y antes, si me encontraba con un exagente, tarde o temprano lograba que perdieran mi rastro. Cuando Brian empezó a perseguirme no importó cuánto me esforzara por escapar o me mantuviera en movimiento, siempre aparecía otro de sus hombres en mi puerta para intentar capturarme. Ahora sé que es porque tiene los recursos suficientes para seguirme la pista hasta el último rincón del mundo.
—Luego llegaste tú y, bueno... sabes el resto de la historia.
Jack se queda en silencio unos instantes. Noto en su mirada un dejo de dolor, como si una parte de él se arrepintiera de no haberme permitido acompañarlo. Sé que habría sido buena para sus tropas, sé que hubiera aportado mucho y habría estado más segura con los Silentes, pero a pesar de ese sentimiento, creo que ambos estamos de acuerdo en que me lo merecía. Lalana y Cillian fueron regalos que no merecía. Mis días en las calles, en el mercado negro y huyendo de intentos de asesinato fueron un castigo incluso piadoso. Sé que, de haberme encontrado las autoridades, enfrentaría cargos que llevarían indiscutiblemente a la pena de muerte.
—No estuvo tan mal —miento calmada, solo para restarle importancia—. Tuve tiempo para reflexionar y conocerme.
—Como un retiro espiritual. —Me río
—Sí, algo como eso —respondo, pero a pesar de su mal chiste noto en su rostro un toque de enojo que no consigo interpretar—. Es tu turno.
—Mi historia es mucho menos interesante que la tuya.
—No importa. —Jack resopla, mirando al techo y tratando de encontrar en su mente algo que valga la pena decir. Su expresión me deja claro lo insatisfecho que está con su estilo de vida.
—Hice lo que mi padre quería, dediqué mi vida por completo a los Silentes —dice—. Dejé de cocinar, me alejé de cualquiera que no estuviera relacionado con la organización de alguna manera y me esforcé para no volver a decepcionarlo.
La vida de un Silente, aun considerando los riesgos a los que están expuestos, no es nada despreciable para alguien que disfruta del trabajo de campo. Yo puedo encontrar pasión en mis talentos de agente, sin embargo, sé que a Jack le encantaba tener un balance entre su vida personal y la empresa familiar. Él nunca quiso que se volviera su único espacio. Disfruta hasta cierto punto de lo que hace, saber que contribuye a un cambio es lo que lo mantiene cuerdo, pero por cómo se expresa de su vida no parece sentir que esté completa.
Los eventos de los últimos años los narra sin mucho ánimo. Entiendo por completo que no haya respondido a mi llamado cuando presioné el brazalete ya que, además de lo obvio, él mismo estaba pasando por bastante. Me cuenta que, una vez que el programa de rehabilitación e integración de lo ex-sombra concluyó para el primer grupo, John decidió dejar Santa Mónica con ellos para una misión en Rusia. Se quedó ahí durante tres años, aislándose y tratando de superar el fallecimiento de Ian.
—No tuve cartas o noticias de él durante ese tiempo —explica—. Mi padre me aseguraba que estaba vivo, pero solo estuve seguro de eso cuando llegó un sobre con una petición suya para solicitar su primer asenso. La verdad es que, aunque ahora estamos bien, nunca volvió a ser lo mismo entre nosotros.
Esperaba que luego de que Mathews tuviera que admitir que se equivocó acerca de mí, las cosas entre ellos volvieran a ser como antes. Parece que me equivoqué y que las perezas nunca quedaron del todo limadas. Jack me cuenta que en el tiempo en que Bush no estuvo se volvió cercano a Paula, pues con ella compartía misiones y convivía en la base. Ella también es quien ahora los mantiene unidos a él y a John, como si su amistad no pudiera funcionar sin una tercera persona para actuar de mediador.
—Pau me cae bien —admito, y soy sincera—. Me alegra que sean cercanos.
Paula siempre me ha tratado bien, y esa hamburguesa que consiguió para mí después de la paliza fue literalmente gloriosa. No miento cuando digo que me alegra que su relación sea estrecha, pero sí lo haría si dijera que no me da un poco de celos el hecho de que ella haya podido tener lo que yo deseaba. Supongo que el hecho de haber sido la principal cómplice de Anderson en la rebelión le da ciertos privilegios, como ser equipo con el hijo del mismísimo Mark Mathews o haber obtenido un puesto importante con los Silenes a pesar de que para los ex-sombra eso es una tarea casi imposible.
Jack me habla de algunas de las misiones que han compartido y de cómo una vez ella le salvó la vida. Después de seis años prestando sus servicios con los Silentes, Pau se convirtió en un Agente Especial, operativos de alto nivel con experiencia en misiones encubiertas y de alto riesgo. Tiene ese puesto bien merecido y está buscando su ascenso a jefa del departamento. Mathews la admira, lo noto por el tono que usa al hablar de ella.
—Le gusta John —aclara Jack al ver mi expresión cargada de envidia, la cual al parecer no fue tan discreta como esperaba—. Aunque no entiendo bien porqué, siempre están peleando.
—Tal vez es justo por eso —digo, tratando de ignorar el hecho de que esa información me ha aliviado—. ¿Y John está...?
—¿Interesado? —complementa un tanto divertido—. Pau y yo hemos tratado de averiguarlo durante años, pero es bastante confuso.
—Puedo intentar preguntarle yo —bromeo, pues ambos sabemos que John me mandaría directo a la mierda si intento tocar un tema como ese con él.
—No, por favor —responde riendo—. No le digas a nadie que te conté esto, mucho menos a ellos dos.
—Soy una tumba —aseguro.
Él me sonríe ligeramente, sin embargo, el gesto desaparece con la misma rapidez que llega. Se acomoda para mirar el techo como un intento de frenar la conversación, pero yo me niego a que eso ocurra. Quiero indagar un poco más, los detalles de su vida en estos momentos se sienten como el mismo oxigeno y él amenaza con no darme más de ellos. Abro la boca, pero mis dientes atrapan mi lengua antes de que pueda articular palabras. No es prudente.
—Todas mis relaciones de los últimos años han fracasado estrepitosamente —menciona y, aunque lo ha hecho antes de que yo pierda la cordura, no es lo que quería escuchar.
—Eso no es de mi incumbencia.
—No, no lo es —secunda—. Pero, si te soy sincero, me molesta el hecho de que tú incluso estuviste comprometida y yo simplemente no pude avanzar.
—No estuve comprometida —aclaro, pero él resopla.
—No lograba confiar en nadie. Pensaba que todos iban a traicionarme o que tenían intenciones ocultas. Thalia de finanzas fue mi relación más larga, duró seis meses y me votó cuando la acusé de estar espiándome porque tenía acceso a mi información... lo cual era parte de su trabajo.
—Realmente lo siento.
—No, no es mi intención culparte. Supongo que, de haber cooperado en las sesiones de terapia, habría podido trabajarlo —asegura y vuelve a mirarme—. ¿Habrías aceptado? De no haber tenido que huir.
—¿Qué?
—Casarte. —Lo miro, y se arrepiente de inmediato de haber preguntado.
—Lo lamento, eso estuvo fuera de lugar.
—No, no hubiera aceptado —admito, pero lo único que consigo es que su rostro adquiera dureza.
—Eso no debería hacerme sentir mejor —menciona, luego de un par de segundos analizando mis palabras.
—No, a mi tampoco debería aliviarme que no te guste Paula.
—Ni yo tenía por qué aclarártelo —responde—. Al menos me tragué la pregunta sobré tu relación con Roland.
—Roland y yo...
—No te pregunté. —interrumpe despreocupado, como si realmente no le interesara. Lo observo un par de segundos y luego opto por también mirar al techo.
—Yo me guardé el secreto de que, después de ti, ninguna relación se siente del todo bien.
La quijada de Jack se tensa y yo temo haberlo hecho enojar hasta que su mirada por fin vuelve a encontrarse con la mía. Sus ojos azules reflejan el fuego de la pequeña fogata perfectamente, pero el calor no parece provenir únicamente de las virutas de madera consumiéndose. Toma un profundo respiro antes de pronunciar sus siguientes palabras.
—Sí, habría sido bastante imprudente mencionarlo.
No sé en qué momento nos hemos acercado tanto, definitivamente más de lo que es prudente. Sus labios están solo a unos centímetros de mi boca y yo no puedo hacer más que alternar mi vista entre ellos y sus ojos. Nuestra respiración de alguna forma se mantiene calmada, pero esta presente el nerviosismo de una mala decisión a punto de ser tomada. Ambos sabemos que es una pésima idea, pero ya nos hemos aferrado a ella.
Cualquier pensamiento coherente se esfuma al sentir su mano subir por mi pierna hasta mi cintura, únicamente para aferrarse a ella y atraerme un poco más a su cuerpo. Mis manos sostienen su pecho a través de la chamarra, cosa que no parece molestarle en lo absoluto. Todo se siente bien en estos instantes y, sin embargo, mi cabeza se echa hacia atrás cuando Jack se acerca.
—No —me obligo a pronunciar, desorientando por completo a Mathews y sacándolo del transe.
No puedo repetir los mismos errores, no con él. La primera vez que lo besé fue después del ataque al refugio, cuando estaba vulnerable. Brian me felicitó por haberlo hecho, por haberme aprovechado de esa situación para ganarme su cariño. Por más que desee tenerlo cerca en estos momentos, no puedo hacerlo. Ni siquiera sabiendo que es muy probable que no vuelva a tener una oportunidad similar a esta.
—Lo lamento —continúo, cerrando los ojos un instante y odiándome a mí misma por frenarlo.
Jack esboza una sonrisa. Sigo a escasos milímetros de su boca, rechazándolo cuando lo único quiero es tenerlo cerca, y el muy idiota solo sonríe. Después de meditarlo mejor desgraciadamente él también recupera la cordura, teniendo muy en claro que nada que nos involucre a ambos puede terminar bien. Él se limita a asentir, tomando el costado de mi cara en su mano para depositar un beso en mi frente. Aprieto mis labios como señal de rendición, pero a pesar de haber tomado una decisión final ninguno se aparta.
Mis dedos suben por su chamarra hasta su cuello con cautela y mi frente se acomoda en su pecho. Jack también se acomoda, pasando su brazo a mi alrededor. Me envuelve en un cálido abrazo con la fuerza adecuada para volver a crear un espacio seguro en el que podría apostar que nunca nadie podría hacerme daño. Nuestros cuerpos encajan en una posición prácticamente perfecta, tan cómoda que podría quedarme así durante horas.
—En la mañana puedes volver a odiarme —propongo.
—Bien —acepta.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro