De camino a la entrevista
Se dirigió a la parada del autobús que estaba a una cuadra de su hogar. Iba preocupada y nerviosa.
La parada de buses estaba llena de gente apresurada para llegar a sus trabajos y escuelas... Además el tráfico era horrible; por suerte Fátima iba con mucho tiempo, la oficina donde se iba a presentar abría a las ocho de la mañana; apenas eran las seis y cuarenta.
Tomó el autobús unos minutos después, y por suerte encontró un asiento vacío así que se sentó en el. Al lado de ella había un señor mayor mirando por la ventana. El señor al verla le dedicó media sonrisa, luego se le acercó un poco más sin quitar su mirada. A continuación, al señor se le había formado una gran sonrisa y sus ojos brillaban, era extraño para ella pero decidió ignorar.
Aquel anciano tendría unos cuarenta y cinco años de edad. Éste empezaba a acercarse un poco más de lo debido y para Fátima era frustrante sentir su mirada, no paraba de verla.
—Hola nena, que rico hueles, ¿Dime cómo te llamas? —dijo él.
Ella permanecía en silencio, pues era mejor ignorar.
—¿No me vas a hablar?... Sabes, te puedo dar algo si aceptas venir conmigo —insistió una vez más.
Fátima no podía evitar hacer muecas y poner cara de asco, por suerte vio a un señor adulto de unos sesenta años subiendo al autobús pero nadie le cedía un puesto (hoy día la gente es muy egoísta), Fátima como costumbre se empezó a levantar, pero aquel hombre la tomó del brazo y trató de sentarla, ella se levantó con fuerza y se adelantó a la puerta de salida, el anciano se sentó en el puesto dándole las gracias por darle el asiento.
Aquel hombre entabló conversación con el anciano, Fátima sólo lo ignoró, bajó del autobús en la siguiente parada y decidió esperar otro.
El señor desde el autobús no perdía oportunidad alguna, pues desde la ventana le tiró un beso a Fátima sin borrar la sonrisa de su rostro.
《Es el colmo, ¿Este viejo verde que se cree?》 Pensó y trató de ignorar pero aquel acto le provocó nauseas y a la vez una risita nerviosa por las personas que le vieron hacer aquellas muecas raras ignorando lo que habia sucedido minutos antes de que ella se bajara del autobús.
El próximo autobús demoraría un poco en llegar así que ella tomó asiento, esta vez al lado de una joven.
—Buenos días —dijo Fátima.
Nadie respondió, la gente estaba tan concentrada en sus vidas que no tenían ni tiempo de devolver el saludo.
Fátima llevaba varios minutos esperando en la parada, estaba más que nerviosa y la joven a su lado no paraba de mirarla.
—¡Buenos días Fátima! —dijo su amiga llegando—. Es temprano aún, ¿Porqué te bajaste aqui?, te toca bajar en la parada que da al frente de la empresa... ¿No te lo dije? —continúa hablando algo agitada porque venía corriendo desde su casa pensando que iba tarde.
Ana quería llegar temprano por Fátima, para que conociera el lugar antes que sus compañeros entraran.
—Ana, no sabes lo que me pasó, fue horrible pero luego te cuento —dice Fátima levantándose para darle su puesto.
—¡Oye Ana! —le pregunta la joven que estaba sentada al lado— ¿Esta es Fátima, La que vas a llevar al trabajo? —Ana le sonríe como un sí.— Hola, soy Gabriela, mucho gusto.— extiende su mano para saludar a Fátima.
—Soy Fátima, parece que Ana ya te contó sobre mi.— Le estrecha la mano que Gabriela le tendió antes.
—No exageres, solo hacía amigas por ti, ella es mi compañera, las dos somos de recepción, se que te va a caer bien —dijo Ana feliz.
—Un gusto conocerte, si eres amiga de Ana también lo eres para mi.
—¡Oye, hay algo que me tienes que decir y me lo cuentas ya! —grita exageradamente Gabriela. Ya habían entrado en confianza.
—Nooo, ya no quiero hablar de eso —dice Fátima negando con la cabeza mientras Ana trata de entender de lo que hablan.
—¡Si no quieres hablar del chico guapo del autobús al que veías y luego le hiciste muecas de asco! —soltó una risa de la que Ana se contagió para luego terminar la frase—, chica, déjame decirte que eres bien ruda, era de ojos azules y su sonrisa... Aahh —le reclama Gabriela. Al parecer el tema la había dejado inquieta al presenciarlo minutos antes.
—¡Espera!, ¿Qué chico? Era un viejo de cincuenta o no sé cuántos años que me estaba molestando y fue por eso que me bajé aquí, ¿Y sabes qué es lo peor?... se atreve a tirarme un beso por la ventana, te juro que casi me muero del asco, ¡aaiggh!— Fátima se acordó de la cara de aquel anciano tirándole un beso — 《 Fue ASQUE- ROSO》 pensó en voz alta.
—No, no, yo vi a un tipo muy guapo que estaba detrás de los viejos y se la pasó viéndote desde que bajaste —aclara Gabriela—, y tenía una hermosa sonrisa, créeme que tu risita me hizo creer que te gustaba aquel chico.
—Espera Gabi, ¿Sabías que Fátima no es normal?, jamás se mete con los hombres... Ah y pensar que un tipo guapo la estaba viendo es raro —interrumpe Ana a las dos.
—Ana, cállate... ¿Saben qué?, no sabia que un tipo me estaba viendo y mi risita no era por eso. Detrás del autobús seguía otro auto, iba un señor muy serio y me miró muy atentamente, era...
—¡Qué!, ¡Dime, dime! —exige Ana, pero no recibe respuesta—. Gabi, ella es así, se reía porque otro tipo la vio haciendo esas muecas, y no vio al tipo guapo que tenia en frente de sus narices... Haayyy, tontaaa —Esta vez Ana se burla de Fatima.
—Este era más guapo, lo peor es que era uno de los nuestros, y... me miró como si yo... no sé, dejemos el tema aqui.— Miró a su alrededor para ver si alguien las oía, pero todos parecían ajenos a esa conversación.
—Si Ana, creo que mi nueva amiga Fátima es complicada —dice Gabi mirando su reloj de mano—. Ya deberíamos estar en algún autobús para llegar antes y conocer el lugar, ¿No creen?
—Sip (sí), por eso es que me levanté temprano sacrificando una hora de sueño por mi amiga, por su primer trabajo y por, mmm... No sé, ¡¿Porque nos pagas un café si te dan el trabajo para el próximo lunes?! —propone Ana.
—¡Si!, ahora vámonos, este es nuestro autobús, cuidado y nos quedamos unos diez minutos más esperando otro —dice Fátima apresurandose.
—Pero va lleno, ¡No quiero! - grita Ana como una niña chiquita.
Fátima tomó la mano de Ana y la metió al autobús, luego Gabi las siguió, no quería ir sola.
Aunque las tres iban paradas, iban felices, y en poco tiempo llegaron a su destino, bajaron y cruzaron las calles a la señal.
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