Agreste
—Vamos Plagg, arriba — Reclamó Adrien desde el baño, mientras se cepillaba los dientes.
Al no recibir respuesta se asomó por la puerta entre abierta. Plagg dormía plácidamente sobre su almohada en medio de la cama.
—¡Plagg! ¡Despierta! — Sentenció elevando la voz, frustrado por la falta de importancia que su Kwami le daba a cualquier asunto que no fuera su bendito queso o descansar.
Plagg abrió los ojos repentinamente, asustado.
— ¿Qué? ¿¡Un Akuma!?—
—No, no hay akuma — Tranquilizó Adrien. Se acercó a su pequeño compañero, arrojando una camisa gris oscuro sobre la cama – Arriba compañero, hoy tenemos muchas cosas que hacer.—
Plagg lanzó un suspiro en forma de queja, rodando los ojos con evidente hastío.
—En serio, chico, sino era urgente ¿Por qué carajos simplemente no me pusiste en tu bolsillo? ¿Tenías que despertarme? — Con un exagerado bostezo se desperezó extendiendo los brazos sin intentar levantarse desde su cómoda posición.
— ¿Y perderme lo que sucedió anoche? Volviste tardísimo.—
—Sip — Dijo sin remordimiento, quitando toda la importancia al reclamo.
Plagg se incorporó rápidamente en dirección a la mini heladera donde Adrien siempre guardaba los quesos para madurarlos al punto que más le gustaban a él. En realidad, no tenía hambre. Simplemente estaba huyendo.
—Y ¿no piensas contarme? — Instigó Adrien mientras se abotonaba la camisa, que comenzaba a ceñirse sobre el pecho con cada movimiento de sus dedos.
—Nop – Y arrojó a su boca un enorme trozo, sellándola para evitar tener que decir cualquier nueva palabra. Esta vez, se tomaría más tiempo que el habitual para devorarlo. No quería hablar.
—Ok. — Finalizó Adrien con un suspiro resignado — Definitivamente voy a tener que esperar. –
Plagg rodó los ojos. Sabía que le debía una explicación, Adrien se lo merecía, era el mejor portador que jamás tuvo. Sólo que aún no estaba preparado para hablar. Llevaba tanto tiempo con ese dolor encima, ocultándolo, tratando de enterrarlo con tantas fuerzas, que ya se había hecho carne el silencio y se tornaba tortuoso conversar de ello. Necesitaba digerirlo, asimilarlo. Debía sanar las heridas.
– Adrien, quiero contarte todo. Pero no estoy listo. No aún. – Plagg giró su cabecita para ver a su portador. – No me obligues —
—Plagg, no lo haría. Sé que me lo contarás cuando llegue el momento. — Adrien le sonrió de manera alentadora, intentando transmitirle su apoyo y comprensión. — Tomate el tiempo que necesites. Disculpa si me pongo ansioso.—
—Y no te alarmes si alguna noche despiertas y no estoy. —
— ¿Tiene que ver con...? —
—Sí. — Respondió con una sonrisa enorme en su pequeña carita que hizo que hasta sus ojos verdes neón se iluminaran.
Adrien asintió y volteó para tomar el pantalón de jean claro. Plagg lo observó unos segundos antes de salir disparado, volando hacia él, golpeándolo con un fuerte abrazo a la altura del bíceps.
– ¡Gracias chico! —
—Ey. – Comenzó Adrien de manera dubitativa. La reacción de su Kwami lo descolocó, no era típico de Plagg ese tipo de demostraciones de gratitud, le dio mucha ternura. Realmente ahí había una historia enorme, gigantesca y difícil. El rubio le devolvió el cariño acariciándolo con el dedo pulgar — Eres familia Plagg, y la familia se ayuda. Siempre. —
Una lágrima rodó por el pequeño rostro de Plagg. Se la secó rápidamente al percibirla, antes de que Adrien pudiera percatarse. Ya era suficiente sentimentalismo por la mañana.
— Termina de vestirte, ¿no era que hoy había demasiadas cosas por hacer? — Le decía mientras se dirigía volando hacia la heladera de los quesos nuevamente.
Adrien asintió con una sonrisa y reanudó su tarea. Hoy desayunaría con su padre para ultimar los detalles del almuerzo. Gabriel Agreste era un hombre parco, no iba a demostrar demasiado entusiasmo por las novedades del proyecto. Nunca lo hizo, ¿Por qué lo haría ahora? El sólo hecho de que se lo permitiera llevar a cabo ya lo consideraba como un cambio gigantesco.
Su padre estaba confiando en él. Por más que ya llevara un año rechazando los diseñadores que le proponía, sabía que con Marinette sería diferente. Tenía una corazonada, una enorme que se formó esa tarde en que la vio en el asiento de aquella plaza dibujando.
Desde el último año de la preparatoria, el carácter de Adrien se había vuelto más independiente. Poco a poco comenzó a exigir su espacio, que se escuchara y considerara su opinión. La mansión se había llenado de discusiones. En más de una oportunidad quedaron enfrentados por semanas. Fue la forma que encontró para que su padre admitiera que había crecido.
No fue fácil, pero poco apoco lo consiguió.
Logró que le permitiera concurrir a la universidad moviéndose por sus propios medios. Luego, se ganó la oportunidad de comenzar a participar en las tareas de la empresa, no sólo modelando, sino tomando decisiones en las campañas, en la selección de los modelos de referencia, en las tendencias de las nuevas temporadas. Tuvo errores, sí, pero los supo superar y ganarse lentamente el respeto de Gabriel en ese terreno.
Le siguió la idea de irse a vivir solo, de tener mayor independencia en su día a día. Mostrando su desaprobación en cada momento en que Adrien tocó el tema, Gabriel tuvo que resignarse a que se fuera de la mansión. Porque no se lo estaba pidiendo cuando hablaba con él. Se lo estaba comunicando.
Esa fue la primer vez que Adrien no requirió del permiso de su padre ni le ocultó sus intenciones. Un mes después, se había mudado a su propio departamento en una exclusiva zona de París.
Y fue a por más. Ahora en forma de propuesta comercial. Le planteó a su progenitor y dueño de la firma, abrir una nueva línea.
Él recordaba aquella vez en que se lo contó como si fuera ayer, la mirada dura con la que Gabriel intentó persuadirlo. No se lo hizo fácil, pero él tampoco se rendiría.
Y aquí estaban, el día había llegado. Sabía que después de ese almuerzo muchas cosas cambiarían, y para mejor. Marinette fue un encuentro fortuito, una serie de coincidencias que lo llevaron a ella. El mensaje de Alya, encontrarla esa tarde y que aún continuara en la moda con tanto talento. Fue como si todo se hubiera dado acorde a un plan.
Sonrió sin poder evitarlo. Sí que era un bálsamo su vida profesional. Bueno, profesional en la moda. La otra profesión... ahí las cosas estaban tornándose más peligrosas. No temía por él, en absoluto. Confiaba en su Kwami y en sus habilidades. Pero ella, ella era todo y aún más, más de lo que se permitía considerar. Si algo le sucediera...
—Ya, basta. — Se dijo así mismo, intentando controlar el difícil rumbo hacia donde iban sus pensamientos —Olvida eso.—
—¿Qué? – Preguntó Plagg cuando logró tragar el último trozo de queso.
—Nada, Plagg. Sólo pensaba en voz alta — Se puso el saco y tomó las llaves del auto. – Vamos – Finalizó, abriendo el costado de su abrigo de verano mostrando el bolsillo interior a su Kwami, para que se escondiera ahí por el resto de la jornada.
El día había amanecido gris nuevamente, pero húmedo y pesado. Y mi cabello lo sufría. Iba a tener que pasarme un toque el alisador para civilizar todos los pelitos que se alzaban otorgando un aura oscura a mi cabeza. Mi cabello suele ser pesado y disciplinado la mayor parte del tiempo, pero hoy, justamente hoy, había decidido revelarse.
Por suerte, la mañana había transcurrido sin demasiados problemas. La señorita Bellanger estaba de viaje por lo que pude retirarme antes de mi horario de salida sin tener que dar explicaciones. Realmente no contaba con la energía necesaria para lidiar con ella, es una persona que suele tornarse intensa.
Así que mejor no podían haber salido las cosas. Me otorgaron un respiro a las emociones, considerando la noche que tuve que enfrentar con todas sus terribles novedades.
Y con Chat Noir...aún tenía en mí sus intensos ojos en el momento en que me acorraló en la torre, y su sonrisa ladina que despertó repentinamente algo inesperado. Esa sonrisa, me había paralizado por completo, estremeciendo mi interior de una forma en que no creí que él pudiera provocar.
El sólo recuerdo de ese momento me devolvía todas las sensaciones y se comenzaba a formar en mí una necesidad que... "¿En serio Marinette? ¿¡En serio!?" Era mi gran día y yo pensando en ese gato mujeriego y tonto.
— Estás hermosa Marinette. —
La dulce vocecita de Tikki me despabiló, alejándome de mis pensamientos cada vez más confusos que iban poco a poco descendiendo a un nivel más allá de mi control y que no iban ayudarme en absoluto en lo que restaban del día.
Suspiré y la observé. Allí estaba, mi pequeña Kwami, sentada en el escritorio con sus manitos al frente, siguiendo con una cálida sonrisa en su rostro cada uno de mis rápidos movimientos por toda la habitación, observando cómo me arreglaba para la entrevista.
— Gracias Tikki. — Le dije con total sinceridad deteniendo por unos segundos mi andar. – Pero muero de nervios. —
—Va a estar todo bien Marinette. Eres muy capaz en lo tuyo.—
Le sonreí en respuesta, agradecida por su incondicional apoyo. Iba a agregar algo cuando escuché que mi madre me llamaba desde abajo. Había llegado Adrien. ¿Tan temprano? Faltaban más veinte minutos para el horario que habíamos acordado. Mi corazón se detuvo por un segundo y luego volvió a la vida más acelerado que antes.
—Tikki, metete en el bolso que nos vamos. ¿Mis carpetas...? — Busqué con la mirada frenética por toda la habitación y suspiré de alivio cuando las encontré sobre el escritorio —Ahí están. —
Me di un último y rápido vistazo en el espejo de cuerpo entero de mi habitación. Acomodé algunos cabellos que se había corrido de su lugar y ¡listo!, todo estaba bien. Me sonreí aprobando la selección de mi atuendo. Tomé mis cosas y bajé rápidamente. Allí estaba Adrien, conversando con mamá, esperándome. Se levantó cuando me vio y su cálida sonrisa me hizo sonreír también.
—Perdona que vine antes Marinette. Estaba realizando unas diligencias por aquí cerca. —
—Está bien, no hay problema. Estoy lista. ¡Siempre lista! ¿Vamos? —
Asintió en mi dirección y ambos nos despedimos de mamá. En poco tiempo estábamos dentro del auto, un Audi muy similar al que utilizaba cuando lo llevaban a la escuela, aunque este parecía deportivo. La verdad, no entiendo mucho de autos. Era más chico, de dos asientos, pero confortable. Acomodé mis carpetas en el suelo, frente a mis pies y mi bolso ya que no encontré otro lugar, y me puse el cinturón.
—¿Lista?— Preguntó Adrien en mi dirección.
—Sí. — Respondí inmediatamente, y luego dudé al pensarlo mejor —Bueno, lo mejor que se puede estar – Sonreí nerviosa.
Adrien extendió su mano hacia mí, apretando mi hombro suavemente entre sus largos dedos.
—Relájate. — Animó con una sonrisa —Sé tú misma. Va a estar todo perfecto. —
—Es fácil para ti decirlo. — Retorcí los dedos entre mis manos, el nerviosismo volvió a arremeter en mis entrañas estrechándolas. — No te van a evaluar.. —
—¿En serio me lo dices? — Me interrumpió Adrien echándose a reír. — Mi padre me evalúa todo el tiempo. Que me permitiera presentarle este proyecto quiere decir que va a estar observándome el triple de lo que ya lo hacía. —
—Es tu padre. — Rebatí de nueva cuenta, el estrés aumentando con cada palabra sin que pudiera detenerlo. – En cambio, yo... —
— Tranquila — Me animó nuevamente.
Inhalé profundamente y dejé escapar ruidosamente el aire, en un intento de calmarme. "¡Vamos mujer! ¡Profesionalismo!" Froté enérgicamente mis muslos con las manos y lo miré con una gran sonrisa, intentando enterrar todas mis ansiedades. He tenido que enfrentar peores situaciones salvando Paris, esto debía ser pan comido para mí.
—Tienes razón, estaré bien — Asentí respondiéndole con seguridad — Vámonos.—
Los siguientes quince minutos no hablamos mucho. Adrien atendió una llamada de la empresa y yo me dediqué a repasar en mi cabeza lo que diría al presentar cada diseño, o cómo saludaría al Señor Agreste. Realmente quería dar una buena impresión.
Cuando salí del vehículo, ya dentro del predio seguro de la mansión, me temblaron las piernas al querer comenzar a caminar. ¡Mierda! Malditos nervios otra vez. Pensé que ya tenía esto controlado.
Me detuve unos segundos e inhalé profundo. "¡Vamos Marinette! Tú puedes. Esto no es peor que un akumatizado peligroso" No, no lo era. Pero se sentía igual.
Adrien giró cuando notó que no avanzaba a su velocidad.
— Ey. ¿Qué pasa? —
—Nada. — Sonreí nerviosa. —¿Todo? — Y entrecerré los ojos con algo de vergüenza.
Sentí mis mejillas y orejas arder, seguro que estaban coloradas.
—Espera— Giró acomodándose frente a mí, mirándome con una dulce expresión de comprensión. Me tomó de los hombros y clavó su mirada en mis ojos.
—Tranquila. Eres excelente. Puedes hacer esto. No tengo la menor duda. — Me sonrió y apretó levemente sus dedos sobre los hombros para transmitirme más seguridad.
Ese gesto, las palabras que eligió, la forma en que me miró, simplemente quedé colgada de sus ojos, esos verdes y tranquilos ojos. La manera de alentarme, de transmitirme confianza me transportaron hacia otro lugar, hacia otro momento. Y se sentía tan bien, tan familiar.
Cuando cerró sus largos dedos sobre la piel de mis hombros no pude evitar pensar en él, en Chat Noir, y en ese preciso momento fue como si lo tuviera frente a mí brindándome la seguridad que necesitara para enfrentar un aterrador y nuevo desafío.
Se sintió igual, exactamente igual. Mi corazón comenzó a latir desbocado. La piel bajo su contacto me quemaba. Sentí todo mi interior paralizarse y no lograba entender lo que sucedía. Tuve que pestañear para volver en mí, para regresar al aquí y ahora.
Y allí tomé conciencia de la realidad. No era él. Era Adrien.
—Adrien... gracias. – Suspiré y le sonreí.
Sus esfuerzos me alentaban, me tranquilizaban, habían logrado aliviar los temores suplantándolo por algo más. Una nueva sensación que ardía y me estremecía, y que me aterraba averiguar.
Él asintió pero no me soltó de inmediato. Sólo me observó fijamente por unos segundos más. Creí que iba a agregar algo, pero no lo hizo. Desvió la mirada de repente y se separó de mí, dando un paso hacia atrás, soltándome.
— De nada. — Me respondió con un carraspeo y se llevó una mano detrás de la cabeza, tal como hiciera cuando estábamos en la preparatoria y se sintiera incómodo por algo.
—Después de ti. – Extendió el brazo marcando el camino. Había que continuar.
Comencé a caminar en dirección a la casa. Giré cuando advertí que no me seguía. Estaba al teléfono nuevamente. Con la mano me indicó que continuara. Nathalie me esperaba al final de las escaleras, ella me recibiría. Entraría sola. Sabía que él se nos uniría después. "Tú puedes, tu puedes".
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Cuando Adrien la tomó de los hombros y pudo hacer contacto, verdadero contacto con sus ojos, un escalofrío le recorrió la espalda. Esos profundos, azules y preocupados ojos que se clavaron en los suyos, lo atravesaron. Por un momento la vio a ella, a su Ladybug, fue como tenerla nuevamente en frente, entre sus manos, vulnerable, hermosa.
¿Estaba tan jodido que la veía en Marinette? Ese simple pensamiento lo dejó helado. Por un momento la sintió tan cerca que tuvo que contener el aliento.
El zumbido del teléfono lo devolvió a la realidad. No era ella, no. Por más que su cabeza insistiera en unirlas en una sola persona.
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Ya no sabía qué hacer para matar el tiempo. La entrevista duró poco más de una hora, pero luego de eso Adrien quedó conversando con su padre y yo aquí, en la otra ala de la mansión, esperando. ¿No hubiera sido más simple un "ve, te llamo en un rato"?
No, me pidió que me quedara.
Le había enviado varios mensajes a Alya. Para matar la ansiedad de la espera y mantenerla informada, tal como me lo pidiera esa mañana. Me convenía comentarle algo, así evitaba que armara cualquier loca suposición.
Era muy ingeniosa cuando se lo proponía y le estaba prestando especial atención a mi vida cuando se enteró de que Adrien me había propuesto trabajar para él. Esta mujer. No pude evitar sonreír al recordar nuestra última conversación esa mañana.
Tomé mi móvil y consulté la hora. Habían pasado menos de cinco minutos desde que la asistente de Gabriel Agreste se retirara, pero me parecieron eternos.
Miré en dirección al estudio. Era imposible apreciar algo, dada la distancia. Menos oírlo. Me dejé caer en uno de los sillones que estaban más cerca.
Una de mis piernas se movía impaciente, como si tuviera vida propia y necesitara contención. La acaricié para tranquilizarla.
Inhala, exhala. Y otra vez. "¿Qué estarán hablando tanto?"
Por dentro era una loca histérica corriendo por toda esa habitación.
Pasos. Sí. Escuchaba pasos. Y venían hacia el recinto en la que estaba. Me puse de pie de un salto y mi teléfono voló a medio metro de mí. Lo recogí rápidamente.
—¡Tengo excelentes noticias! — Entró al amplio descanso hablando rápido, con verdadero entusiasmo. —Todo salió muy bien... ¿Marinette?—
—Sí. Se me cayó... – Sonreí nerviosa, acomodando mi ropa cuando logré incorporarme. Dios, casi parecía tener quince años otra vez, a juzgar de cómo me comportaba en presencia de Adrien.
—Tengo que contarte todo. — Miró hacia atrás. — No aquí. Ven conmigo — Me tomó de la mano y me llevó por las escaleras, arriba, hacia lo que parecía ser un enorme dormitorio o escritorio.
—Bien. Ahora estamos solos. — Cerró la puerta. No entendía nada.
Giró y me tomó de los hombros otra vez. En serio, ya entendía menos.
— ¡Estuviste excelente! Eres el quinto diseñador que traigo y nadie, te juro que nadie, y mira que el resto había tenido experiencia en otras casas de alta costura; pero nadie Marinette, sorprendió a mi padre como lo hiciste tú. — Se llevó las manos a la cabeza sonriéndome emocionado. — ¡Eres increíble! Cambiaste su diseño de una forma... ¡Simplemente excelente!—
Me reí con nerviosismo de su entusiasmo. Adrien siempre fue un chico muy medido, pero ese día parecía que tenía frente a mí a una nueva persona. Y la verdad, no me disgustaba.
Me tomé el brazo con mi mano, cruzándolo al frente. Me sentía feliz e incómoda.
—Adrien — Vacilé su nombre tímidamente —¿Qué está sucediendo?— Sentí mi rostro arder hasta las orejas. Debo haber lucido patética.
Me miró y se echó a reír.
— Perdona. Entiendo que fueron muchas cosas juntas. — Hizo un paso hacia atrás alejándose de mí — Lo que pasó es que el lunes comienzas a trabajar aquí. —
Y señaló a la habitación en la que estábamos extendiendo los brazos a sus costados, con las palmas hacia arriba.
Parpadeé confusa. Mi corazón se aceleró, podía sentirlo rebotando alocado en mi pecho y también en mis oídos.
—Con aquí quieres decir a ¿aquí? ¿Aquí, esta habitación? —
—Así es. Ya estuve llamando a los de remodelación. Este va a ser nuestro estudio mientras mi padre te entrene.— El tamaño de su sonrisa aumentó.
—Adrien. — Lo interrumpí. — Tu duermes aquí. —
Además dijo ¿nuestro estudio? Vamos por parte.
—No, yo no vivo más aquí. — Rió nuevamente. — Me mudé a principios de este año a mi propio departamento. En estos días te llevo a conocerlo. —
—Oh. — Tragué saliva obligándome a mí misma a tranquilizarme. —Está bien.—
Realmente necesitaba una conversación urgente con él para ponernos al día.
—Bien, me gustaría aprovechar el amplio ventanal para la luz. La biblioteca no va a molestar y ...—
Miraba en todas direcciones mientras hablaba, estaba proyectando una idea y, al parecer, comunicándomela.
Giré y aprecié que tras de mí se encontraba un amplio sillón. Me acerqué caminando en reversa y me senté lentamente. Él seguía armando su idea en voz alta, hablando rápido, era evidente que le apasionaba lo que estaba haciendo.
La verdad, se me hacía muy difícil seguirlo. En mi cabeza aún resonaba la frase "el lunes comienzas aquí". Wow, trabajar para Agreste, la oportunidad de mi vida. Ni en mil años hubiera considerado esta posibilidad, y ahora estaba frente a mí. Pero ¡qué digo! Estaba en mis manos. Creo que iba a necesitar algo de tiempo para procesarlo.
—Voy a sacar la pista de skate, allí van a ser el sector para que los modelos puedan vestirse. El piano se queda, me sirve para relajarme. Esta zona es perfecta para ....— Giraba sobre sus pies señalando hacia los distintos lugares de su habitación en el que pretendía realizar cambios.
Yo simplemente lo observaba moverse. Simulaba escucharlo asintiendo cada vez que me miraba. Intentaba entender las explicaciones que me brindaba sobre sus planes de remodelación, aunque no lo lograra. Estaba en mi propio proceso interno.
Pero se veía feliz, entusiasmado, distendido. Todo en él irradiaba energía. Y me gustaba verlo así, no iba a interrumpirlo.
Además, debía reconocerlo, la camisa entallada que vestía le lucía de maravillas. Con sus veintiún años estaba tan atractivo como cuando era un crío y me volviera loca. Si no podía entender lo que decía por lo menos disfrutaría de la vista, ¿no?
Así que me limité a seguir con mi mirada sus movimientos y como en cada uno de ellos, la tela de su ajustada camisa, se comprimía más contra el cuerpo resaltando lo que había debajo. Y debajo había mucho más que en la preparatoria. Era evidente que el chico se estaba manteniendo en forma. Cada tanto, pasaba una de sus manos por el cabello para posarla luego sobre la nuca. Y ese movimiento de flexión hinchaba los bíceps que se comprimían contra la tela. ¡Ni que habar de la tensión sobre el pecho!
¡Mierda! No estaba tan atractivo como en la preparatoria, estaba mejor. Ahora se había vuelto... caliente.
—¿Prefieres las mesas paralelas o perpendiculares contra los ventanales? — Me preguntó mirándome.
No advertí que reclamaba mi atención. Sólo podía reparar una y otra vez en lo bien que se veía en esa camisa oscura. Cómo acentuaba sus rasgos y resaltaban sus verdes ojos. Y cuando sonreía, todo en mi parecía rendirse al escalofrío que me atravesaba.
En ese preciso momento caí en la cuenta del terrible parecido que había entre Adrien y Chat Noir. Y con ese simple pensamiento, mi cuerpo se inundó de todas clases de sensaciones quitándome el aliento.
—¡Marinette!— Llamó mi atención levantando la voz.
Su llamado me sacó abruptamente del trance en el que estaba. Pestañeé rápidamente para acomodar mis pensamientos y devolverme a la realidad. "¡¿En serio mujer?! Inhala, exhala. ¡Tranquilízate!"
—Eh, sí, sí. Totalmente de acuerdo. — Respondí velozmente.
Seguido, carraspeé para otorgarme un aire de seriedad y concentración, enderezando mi espalda de inmediato. Pero sentí que hasta el cuello me ardía.
Me miró. Una dulce sonrisa se dibujó en sus labios. Se acercó colocándose en cuclillas frente a mí, para estar a mi altura en pleno contacto conmigo.
—No me estabas escuchando. — Me reprochó inclinando el rostro hacia delante y alzando las cejas.
—¡Si te escuchaba! —Prácticamente le escupí esas palabras con falsa ofensa.
Hizo una mueca apretando los labios y entrecerrando los ojos. Inclinó la cabeza hacia un lado. No me creyó.
Ni yo me creería.
—Tienes razón. — Relajé mis hombros dejándolos caer hacia delante. — Ains...Adrien, me encanta todo esto, pero es que se... se dieron demasiadas cosas juntas y... ¿dijiste que Gabriel Agreste va a entrenarme?—
Asintió sonriéndome.
—Creo que vas a tener que explicarme varias cosas. — Le dije con una expresión de verdadera preocupación.
Él me miró y se echó a reír nuevamente. Se incorporó para luego sentarse a mi lado.
–Cierto, cierto. Todo se dio demasiado rápido, ¿no? — Se inclinó hacia delante apoyando sus codos en las rodillas, acercándose a mí — ¿Recuerdas que te comenté que quería lanzar una nueva línea? —
Asentí. Ahora sí lo estaba siguiendo.
—Bueno, no fue fácil convencerlo, pero lo conseguí. Me pidió ... pedir es una forma de decir. Me "comunicó" que él coordinaría al diseñador del proyecto. La línea debe ser algo nuevo pero que tenga la firma Agreste. Bueno, ¡tú eres el diseñador! —
Me sonrió, una sonrisa inmensa
– Quiere guiarte en tu carrera. Ve mucho potencial en ti. —
—¿Y voy a estar aquí, en la mansión?— Lo miraba preocupada.
—Sí. Él no sale. Así, que hasta que lo dejemos conforme vamos a tener que estar aquí. —
—Vamos... ¿tu padre y yo? No le digas, pero me da un poquito de miedo — Y me reí encogiéndome de hombros.
—No, no. Quédate tranquila, voy a estar contigo todo el tiempo.— Una nueva sonrisa se dibujó en su rostro — Vamos a trabajar lado a lado. —
—Oh —
Abrí grandes los ojos. Eso no lo vi venir.
— Marinette, vamos a hacer grandes cosas juntos.—
Le creía.
Era imposible no hacerlo. Su entusiasmo contagiaba, su energía revitalizaba y no te daban opción a seguirlo.
Sólo esperaba que, como parte de su vestuario diario, no tuviera más camisas como la que llevaba ese día.
Notas de autor
Bueno, bueno, lo hice otra vez. Actualizar rapidito, a eso me refería.
Es que quería llegar aquí cuanto antes porque tengo una sorpresiña que ya se van a enterar. No va a pasar de hoy que lo van a saber. Y no va a pasar de hoy porque...¡no me aguanto!
Muchisimas gracias a todos lo que votaron, y agregaron este fic a sus listas y comentaron. ¡Me encantan los comentarios!
Antes de despedirme, les aviso que a partir de ahora actualizaré más o menos una vez por semana. Como para no comerme tan rápidamente todos los capítulos que tengo listos ya que mi producción anda lentucha últimamente.
Espero que lo sigan disfrutando y, ya saben, cualquier cosa me dejan sus comentarios.
Nos leemos.
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