Capítulo 3.- Seguir a las personas se llama acoso
Cuando vuelvo a abrir los ojos, ya estoy mucho mejor y lista para mi jornada que se aproxima. Me pongo manos a la obra y bajo al restaurante para iniciar a cocinar el menú de hoy.
Sí, vivo en un pequeño departamento que está arriba del restaurante, esto es genial. Espero todo salga bien, estoy muy ansiosa y esperanzada.
Un rato más tarde, ya estoy en la cocina, y llega mi amigo Joel quien se encargará de ayudarme con los alimentos. Ya solo faltan Kayleen y Marcus. Él estará en la caja registradora y ella será la mesera. Ellos son mi equipo de trabajo, somos pocos pero nos las arreglaremos para que todo salga bien.
El restaurante abrirá a las cinco de la tarde, empiezo a preocuparme porque son las cuatro y media y todavía no ha llegado Kayleen, ella es la única que falta. Me desespero, ya no puedo más y le hablo por teléfono; me contesta al primer tono:
—¡Brianna! Mi amiga, la más hermosa, la más bonita.
—¡¿Qué hiciste Kayleen?!
Esta mujer está matándome y si no me mata ella lo haré yo, por dejarme plantada. Nada bueno puedo esperar de ella, cuando empieza a saludarme diciéndome que soy la más bonita. Eso solo significa que lo que va a decirme no me va a gustar.
—Ohhh amiga, Josh me invitó a salir con él de viaje, regreso en tres días —su vocecita inocente no la va a salvar—. No te enojes conmigo.
—¡¿Qué?! —Le grito por teléfono y quisiera poder pasar mis manos entre la línea telefónica para ahorcarla— ¡Abro el restaurante en unos minutos y tú no vienes! ¡¿De dónde piensas que voy a sacar una mesera?! ¿Por arte de magia o qué?
Esta mujercita loca piensa que soy pariente de brujos o que tengo poderes sobrenaturales ¡No puede hacerme esto justamente hoy!
—Tranquila Bri, relájate. Te envié a una amiga mía, ella es mejor que yo.
—¿Cómo? Explícame porque no te entiendo.
Mi amiga suspira en el teléfono porque le dejé de gritar, tengo que calmarme, después de todo, tengo que solucionar todo problema que se presente, si quiero ser una persona exitosa no me puedo dejar vencer al primer problema que tenga.
—Sí, te envié a una amiga mía. De hecho ella necesita el trabajo más que yo. Ella vivía con una prima suya quien es su única familia y que recién se casó hace un par de semanas. Discutieron porque el marido de su prima es un patán y se lo dijo a su prima, pero no le agradó escuchar aquello, así que le pidió que se fuera de su casa. Por lo tanto se quedó sin nada y necesita con urgencia un trabajo para poder pagar una renta decente.
—Eso es muy triste, ¿y dónde se está quedando ahora?
—La dejé en mi casa.
—Bien, en ese caso tiene el trabajo.
No la conozco y ya me siento mal por la chica, sé muy bien lo que es quedarse sin un lugar dónde vivir y sin apoyo, lo he vivido en algún momento de mi vida, así que si puedo ayudar, lo haré; por lo menos no tendré que conseguir poderes sobrenaturales para conseguir quien me ayude a atender las mesas mágicamente.
—¡Sí!
Chilla mi amiga emocionada y ya me la puedo imaginar brincando. Así la quiero, no tiene remedio y menos remedio tengo yo por quererla así como ella es.
—Pero tú me debes una muy grande.
Le informo para que no piense que me olvidaré tan fácil de que me dejó más plantada que maceta vieja.
—Te lo compensaré, prometido.
Me dice y más le vale cumpla su palabra.
—Bien, ya tengo que irme —en ese momento escucho la campana de la puerta, alguien ha entrado y yo estoy en la cocina, comienzo a caminar hacia la entrada— Creo que tu amiga ya llegó.
—Vale, luego me cuentas como te fue. Te quiero, chao.
Mi amiga se despide de mí y cuelga la llamada. Guardo mi celular en mi bolsillo derecho y empujo la puerta de la cocina y me detengo cuando escucho que me dicen:
—¡De nuevo, tú!
—¡Seguir a las personas se le llama acoso! —Replico de inmediato.
Bien, me siento indefensa, creo que esta maniática me ha seguido y viene a matarme; según mis cálculos matemáticos, mis probabilidades de sobrevivir a un enfrentamiento contra ella no son buenas, así que pienso en salir corriendo lejos de aquí, pero mis piernas tiemblan contradiciendo mis deseos de defenderme.
—¿Yo, te acoso? —Me responde y yo creo que ya ofendí a esta mujer loca y bipolar— ¡¿Cómo puedo acosarte si eres tú quien se la pasa arruinando mi vida?!
Débora me acusa cuando la que ha sido agresiva conmigo desde un principio ha sido ella. Miro hacia un lado y veo cómo Joel y Marcus ríen de mí; uno de ellos me guiña un ojo y como cómplices entre risas se van a la cocina. Estúpidos, me van a dejar morir sola aquí.
Un momento, ¡Yo no le arruino la vida!
—Yo no arruino tu vida —repito a viva voz, esta chica solo me hace enojar—. Tú eres una loca agresiva que anda por ahí acusando a la gente sin razón alguna.
—Mira niña, no tengo porqué perder el tiempo contigo cuando tengo cosas más importantes que hacer. Déjame en paz.
—La que no me deja en paz eres tú —ruedo los ojos en hastío— te aseguro que yo no tengo la culpa de que te levantes cada mañana con ganas de patear el trasero de todo el que pasa cerca de ti, algunas personas tenemos vidas privadas que atender.
—Solo vine a ver a Brianna, no me hagas perder mi tiempo.
—¿Viniste a verm...me? —tartamudeo mientras caigo en cuenta de lo que ha pasado— ¿Tú eres la amiga de Kayleen?
Ella está tan sorprendida como yo, sus ojos negros se abren en grande al igual que su boca, le toma un momento reponerse para hablar de nuevo.
—No me jodas. No me digas que tú eres Brianna.
—Yo soy Brianna —digo mientras me cruzo de brazos, esta chica me enoja tanto—. Este es mi pequeño restaurante.
—A la mierda con esto entonces —me responde y se da la vuelta para irse—. Si hubiera sabido que se trataba de ti, ni siquiera me hubiera molestado en poner un pie en este lugar.
—¡Espera! —Le pido mientras corro hacia ella, quien se gira a verme con molestia—. No puedo conseguir quien me ayude a atender las mesas en estos pocos minutos, ya casi voy a abrir.
—Ese no es mi problema, ¿verdad? —Responde enarcando una ceja y me mira con un gesto de "muérete y mejor si es pronto".
—Por favor, no te vayas —Débora quiere irse y la tomo por el brazo izquierdo, de verdad que no puedo creer que le esté suplicando. Rápidamente ella me empuja y choco con la pared. Sin embargo, mi mano sigue en su brazo, pero ella tiene ahora su mano derecha en mi garganta asfixiándome, su delgado cuerpo casi sobre mí, presionándome contra el frío concreto.
—Nunca, me pongas una mano encima si no estás dispuesta a soportar las consecuencias —sus labios esponjosos, barnizados en un tono rojo oscuro, casi negro, están muy cerca de mi rostro.
¿Y por qué rayos estoy viendo sus labios y no sus ojos? ¿Por qué no la he empujado lejos?, hasta Narnia por ejemplo.
—Suel...tame... —Digo cuando recuerdo que ella no me deja respirar.
Débora por su parte, muerde su labio inferior mientras lo piensa y su gótica sonrisa hace que mi estómago sienta algo extraño que no identifico y mi corazón late como un maniático sobrecargado de cafeína y dopamina, su perfume golpea mi nariz y siento un deseo muy grande por... ¿Qué idioteces estoy pensando?
—¡Suéltame! —Al fin la empujo un poco, soltándome de su agarre. Débora está tan loca que ya hasta me confunde las neuronas, lo peor es que ella se ríe de mí y yo de seguro estoy roja de mi rostro, cuando me sonrojo, mi piel se pone caliente y rojiza hasta las orejas.
—Eres tan cobarde, ¿Qué? ¿Pensaste que iba a golpearte?
Me dice mientras se sigue burlando de mí, es el colmo que me haga esa pregunta cuando todo lo que ha hecho es aterrorizarme. Si llego a necesitar terapia, la culparé a ella definitivamente.
—Pues sí. Siempre andas amenazándome —paso la mano por mi cuello, acomodo un poco mi cabello castaño detrás de mis orejas, mis manos tiemblan pero hago un esfuerzo porque mi voz se escuche firme—. Creo que tienes muchos problemas mentales.
Débora rueda los ojos y se cruza de brazos antes de volver a hablarme.
—A ver niña, promete que me pagarás y me quedaré a trabajar contigo.
—No me digas niña y, ¿qué te hace pensar que no voy a pagarte?
—De ti, puedo esperarlo todo —Débora me habla de una forma que me irrita y me retuerce las tripas, y yo, como un adulto responsable y maduro, pataleo en el suelo y no me importa que parezca un berrinche mío, involuntariamente hago un puchero mientras enfurruñada grito:
—¡Voy a matar a Kayleen cuando regrese! ¡Y para que lo sepas, te odio!
Me hierve la sangre de coraje, si ella no me soporta yo tampoco. Mejor me doy la vuelta para ir a la cocina.
—¡Y es recíproco, no te soporto! —Fue lo único que me dijo. Esta será una larga jornada.
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