Capítulo 2.- Tú, de nuevo
Al día siguiente ya estoy más tranquila, encontré una vieja libreta con recetas geniales entre mis cosas y ya tengo una lista de todo lo que voy a necesitar. Hoy es mi primer día, no creo que lleguen muchos comensales, pero me esforzaré porque todo tenga un sabor delicioso.
Vine al supermercado, estoy por los tomates, he llenado dos bolsas con ellos, son algo pesadas, pero aquí voy pujando. No sé por qué no tengo músculos... Ahh sí, porque soy una flacucha de muy baja estatura; lo bueno es que dicen que las mejores cosas vienen en porciones chiquitas, ¿no?
Camino muy contenta entre mis pensamientos y de pronto siento que algo choca con mi brazo izquierdo.
¡Rayos, me dolió! Y para colmo, acabo de tirar una torre de pequeñas cajas de pastas, mi rostro comienza a sentirse caliente, he hecho un desastre en el suelo.
-¡Ohhh lo siento tanto! ¡Perdón, perdón!
Me disculpo con la primera empleada que encuentro y que viene caminando hacia mí y trae en su ropa un gafete que dice "Gerente". Espero y me perdone, porque lo último que necesito, es que me prohíban la entrada a mi supermercado favorito.
-¿Qué ha pasado? -Me pregunta en tono muy amable, eso me alivia, por lo menos ahora sé que no encontraré mañana un letrero con mi fotografía que diga "Se busca tira pastas peligrosa" o algo así.
-Yo venía caminando y tropecé con las cajas ¡Lo siento tanto, no las vi!
De verdad que me muero de vergüenza en este momento, no sé porque nunca me fijo por donde voy caminando, tengo que dejar de vivir en la luna definitivamente.
La mujer toma una pequeña radio en su mano y presiona un botón.
-Que venga alguien de limpieza al pasillo siete -dice muy tranquilamente y luego me mira a mí-. No se preocupe, ya viene alguien a recogerlo todo.
Me sonríe amablemente y respiro hondo, mi cara debe de estar roja, me siento muy incómoda y miro al suelo por un breve momento, luego alzo la mirada al escuchar aquella voz que me asustó ayer.
-Me dijeron que me necesitaban en este pasillo -dice mi nueva enemiga, ya reconocería su voz hasta en mis pesadillas.
Mis ojos café se abren en grande por la sorpresa y pronto me encuentro con aquellos ojos negros tan intensos y salvajes, es la misma chica neurótica de ayer.
-Sí, Débora. Necesito que acomodes nuevamente todo esto por favor.
La gerente señala el desastre que acabo de hacer. Trago saliva al ver el odio ardiente con el que me mira esta chica, jamás nadie me ha mirado así y no creo que sea justo que ella lo haga cuando ni siquiera me conoce.
-Ella lo tiró todo -responde ella a la gerente, sin dejar de mirarme y con ese tono agresivo que es tan irritante; ya no sé si siento vergüenza o enojo en este momento, pero mi corazón empieza a latir acelerado dentro de mi pecho.
-Eso no es importante Débora. Lo que importa es que obedezcas la indicación que te he dado -replica la gerente, pero a esta chica nada le intimida, furiosa camina hacia mí y mis piernas no me responden para salir huyendo. Me quedo quieta cual estatua, además, todavía estoy cargando mis preciosos tomates, no puedo dejarlos caer.
-Tú... -la tal Débora aprieta mis hombros e invade mi espacio personal, debo decir que para tener los dedos delgados y larguiruchos, tiene mucha fuerza-. Otra vez tú.
Su rostro queda a centímetros del mío y ahora sí que me siento intimidada, creo que ella tiene mucho coraje por dentro. Necesita una camisa de fuerza que contenga toda esa ira interna que se le nota a kilómetros de distancia, ojalá y la gerente tenga una guardada por aquí, porque si no, tendrá que limpiar una masacre en el pasillo.
-Yo... este... -tartamudeo como si el valor se me hubiera caído a los pies- fue un accidente, lo prometo que no fue intencional.
Mi voz no puede fingir fuerza y sale temblorosa, odio ser tan cobarde, pero ¿cómo no serlo? Esta chica es enorme y su furia no la hace menos amenazante.
-¡Débora! -La gerente alza la voz. Hasta que se digna hacer algo, ya se estaba tardando en reaccionar, creo que ya se dio cuenta de que si no me ayuda, esta chica me hará puré junto con mis bellos tomates- ¡Suelta a la chica! ¡Es una orden!
A mí me comió la lengua el ratón, no puedo decir ni "Pío". Lo único bueno, es que la tal Débora me suelta, aunque fue bruscamente y casi suelto todo lo que traigo en las manos.
-¡No voy a limpiar nada que ésta tipa haya ensuciado! -Para mi asombro, Débora alza la voz y se quita un chaleco azul que traía puesto, lo cual supongo que es su uniforme y lo arroja al suelo- ¡Primero, renuncio!
La gerente ya no responde nada, creo que está igual de sorprendida que yo, y el enfado de esta chica no tiene fin, sigue despotricando contra mí.
-Espero que ya estés contenta, por tu culpa perdí mi trabajo con la anciana y ahora aquí -sonríe con sarcasmo mientras me sigue mirando a los ojos- ¿Pero sabes algo?
Me pregunta como si yo pudiera responderle, solo sé que ella realmente me odia y esto ya no me está gustando para nada. Tengo muchas cosas que hacer como para tener que lidiar con esto.
Lo más inteligente que se me ocurre hacer para darle una respuesta, es negar con la cabeza al mismo tiempo que trago saliva y un escalofrío pasa por mi cuerpo. No es miedo, es precaución. Por si acaso volteo con la mirada buscando dónde está la salida de emergencia.
-No tengo dinero, no tengo trabajo, no tengo nada, pero aun así, ninguna estúpida como tú va a pasar sobre mí, nunca -Después de decirme aquellas palabras, Débora me hace una seña obscena con el dedo medio de su mano izquierda y se da la vuelta.
Sorprendida abro mi boca, como si se me fuera a caer la mandíbula, eso me ofende en extremo y sin razonar lo que hago, introduzco mi mano en la bolsa que sostengo; tomo un tomate y se lo arrojo a la amargada golpeándola en la cabeza.
-¡La estúpida eres tú, por pensar que hago algo en tu contra como si me resultaras importante! -No sé si soy valiente o muy mensa, pero lo hecho, hecho está.
Ella gira en redondo mientras pasa la mano por su cabello negro, largo y lacio, se ha manchado con un poco del tomate que impacté en su cráneo.
-Ahora sí que no te la acabas -Débora comienza a caminar hacia mí.
Tan valiente como puedo, cierro mis ojos esperando la muerte...
-¡No vas a golpear a los clientes! -La gerente se convierte en mi heroína y al abrir los ojos veo que sostiene a Débora de un brazo para evitar que llegue hasta mí e insiste en detenerla- ¡Vete Débora o llamaré a seguridad para que te saque de aquí!
-Esto no se ha terminado, desgraciada. Me las vas a pagar -Débora me señala mientras me amenaza y se da la vuelta para irse.
Respiro hasta que la veo alejarse de mí y me disculpo con la gerente por haberle causado problemas con una de sus empleadas.
Una hora después estoy en mi departamento, la compra que traje fue cortesía de la gerente por el mal rato que pasé. Me siento triste y a la vez enojada, nunca nadie me había odiado así y al mismo tiempo nadie me había hecho enojar tan fácil.
Suspiro cansada y voy a mi cama, quiero descansar un rato. Esa chica me quitó mi paz interior, pero lo solucionaré con un sueñito reparador.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro