16. Érase una vez, un amante hechizado.
PARTE VI:
ÚLTIMA.
Érase una vez, un amante hechizado, que vivía en un castillo encantado, aguardando por la salvación del amor de su príncipe predestinado.
2000.
Los recuerdos del alma tu padre, que habitaban dentro de Miyeon, se durmieron para siempre tras recibir la respuesta que siempre había querido oír. Miyeon no tuvo más pesadillas desde entonces y aunque no olvidó aquellos horribles recuerdos, sí fue olvidando el daño que aquello le había provocado a su abuelo.
Regresa a casa muchas veces y se encarga de que siempre esté limpia. Suele enviar cartas con frecuencia desde Estados Unidos contándonos cómo le va en su carrera musical y acerca de los cientos de premios que ha ganado hasta entonces. Con el progreso de la sociedad y los avances tecnológicos, sé cuándo enviará algún sobre con alguna nota o alguna fotografía. Suelo esperar noticias suyas durante los atardeceres, sentado en los escalones donde tantas veces nos hemos besado y contemplado el cielo. La espera dura un atardecer o dos, a veces un poco más, pero mi alma se alegra de ver a los mensajeros llegar y me provoca especial gracia verlos gesticular confundidos; imagino que piensan lo raro que es entregar cartas a una casa vacía.
Hace unos meses, Miyeon cumplió treinta y un años. Se ha casado con un buen hombre que conoció aquí, en Corea del sur (he aprendido que ya no se llama Joseon el país donde morí, ¿estás orgulloso de mí? ¿De qué ya no parezca un hombre del siglo pasado que habla y se viste como tu padre? Espero que sí, mi amor...) A veces recuerdo nuestro primer encuentro, sobre lo que dijiste acerca de mi manera de vestir y de hablar, por eso he intentado actualizarme y estar tan al tanto como puedo del mundo en el que continúo existiendo.
De vez en cuando, Miyeon trae a sus amigas a casa. Ensayan y componen. Cuando ellas no están, la ayudo yo. Le platico de París, de mis buenos recuerdos cuando vivía allí, de cuánto añoro a mi madre, a mi padre y a mi mejor amigo Marcielle. Nos consuela saber sobre el dolor que compartimos; ella te perdió y perdió a su madre, yo perdí a todos los que amaba en vida y, tras la muerte, también te perdí a ti. Pero cuando ella me hace falta, Youngyi está a mi lado; ella también es alguien que sufre. En la soledad de la fría muerte, sufrimos los dos.
Mi querido Jungkook, te preguntarás, ¿qué hace un fantasma de casi cien años de existencia que todavía habita su propia tumba? Quiero contestar a esa pregunta sin sonar aburrido, pero lo cierto es que ya no tengo imaginación para inventar algo extraordinario.
Durante los últimos veinticinco años en los que he existido después de ti, tú aún habitas en mi corazón. Te añoro cada día, pero he dejado de llorar por tu partida. Te prometí que no lloraría tu muerte porque pensé que podríamos habernos ido los dos y nacer con la esperanza de volver a amarnos, sin embargo, tú y yo sabemos que no ha ocurrido así. Quedarme atrás ha sido doloroso, pero he sabido convivir con el dolor. Te sigo amando. Sigo siendo tu enamorado esperanzado de volver a amarte, porque tu hija me ha prometido que me ayudaría a liberarme de esta prisión.
Y mientras aguardo por ese momento, paso mis días jugando con Youngyi. Lo que más le gusta jugar, son los juegos infantiles. No me molesta, siempre he tenido una debilidad emocional por los niños y tras conocer su historia; tras conocerla mejor, me he dado cuenta de que sigue siendo una niña que tuvo que crecer para poder defenderse del dolor que tu abuelo le infligió. La inocencia se le fue arrebatada, así que me he prometido que la ayudaría a recuperar aquel fragmento tan importante de su alma para que fuera feliz.
Los años le han enseñado a alterar su apariencia física, así que su alma adopta la forma de una niña la mayor parte del tiempo. ¿Quién ha dicho que la muerte no puede ser una nueva oportunidad para vivir? Youngyi ha vuelto a su infancia. Ha vuelto a aquel momento en el que su vida no era una tortura.
Existir ha dejado de ser pesado, aunque todavía duele la soledad, el tiempo, quizás, sí sea capaz de curar las heridas aunque no haga desaparecer las cicatrices.
Salgo todas las tardes y me siento en los escalones. Miro al cielo y me pregunto cómo es tu existencia en el Más Allá; si todavía me recuerdas, si todavía me amas... Si aquella promesa que me hiciste aquella noche en la que hicimos el amor, justo antes de que el mar te arrebatara de mí, todavía sigue en pie... Porque queda muy poco, Marcielle, para que se cumplan cien años desde que me prometiste que me amarías un siglo entero.
El tiempo me ha ayudado a reflexionar y aunque contradictoriamente a lo que se cree, no he olvidado, sino que sigo recordando. Recuerdo lo que me dijiste aquella noche antes de morir; recuerdo que dijiste que te colarías en mi casa mientras estuviera pintando y que te amaría a morir entonces.
Tuviste razón.
Volviste y aunque no te reconocí, me enamoré de ti. Sí sentí lo que yo te hice sentir cuando dije que no podía amarte frente a la torre Eiffel roja. Tu abandono me dolió, pero supongo que así debiste haberte sentido cuando estaba con cualquiera, menos contigo.
Volviste y me dijiste tu nombre. Yo sentí que lo había oído en otra parte; en otra vida, quizás en otra época, pero no podía recordar. Hoy sé, por fin, que el nombre que escogiste para que pudiera reconocerte, suena igual al que amé verdaderamente años atrás; después de mi muerte.
Mi querido Jungkook. Mi amado Jeongguk.
Por no haber sabido valorar nuestro tiempo juntos, ahora te necesito en la eternidad. Por no quererte cuando estabas, ahora te amo cuando no estás.
2001.
Es febrero del año 2001, Jungkook, y han pasado veintisiete años de tu muerte.
Miyeon ha vuelto a casa con su marido, se llama Park Yeonjoo. Ha tenido a su primer hijo, es un jovencito adorable, muy fuerte y saludable. Es amado por sus padres tal y como te habría gustado. El odio y la culpa han desaparecido, has podido romper aquel rencor y sanado el alma de tu padre. Sigo estando tan orgulloso de ti.
También he podido conocer a ese hombre llamado Park Jimin, el abuelo del niño. Ha sido un padre para Miyeon, al igual que Namjoon. Sana y Haein han venido a conocer al bebé también. La familia se ha reunido nuevamente en casa y Youngyi piensa que este hogar nunca había sido tan acogedor.
Conversando con Miyeon durante largas noches, me ha contado que finalmente el cuerpo de Min Yoongi ha sido recuperado y traído desde Vietnam. Tal y como querías, su sepultura yace contigo. A tu lado.
Miyeon me comentó que también trajo los restos de su madre y os volvió a reunir.
Ha crecido bien, Jungkook; Miyeon es una chica tan buena y responsable. Su vida es próspera y está rodeada de amor. Me ha confesado que todavía te extraña y que sigue viendo aquella grabación que le dejaste todos los días.
Es una mujer ocupada, pero no te preocupes por eso, porque aunque ama su trabajo y ama escribir canciones y componer con todo su corazón, ama más a sus amigas y es devota a su familia.
Quisiera poder contarte más, pero solo puedo hablar de lo que sé. Miyeon todavía te escribe diarios hablándote sobre cómo es su vida, por lo tanto, no temas no saber de la vida de tu hija. Para ella siempre has estado presente en sus letras, en su música y en su familia. Para mí, que solamente puedo verte si cierro los ojos o levanto la cabeza, siempre serás el cielo que todavía no logro alcanzar.
Pero es una promesa que yo te alcanzaré esta vez y te amaré. Solamente espérame, un poco más, solo un poco más... Soy consciente de que la última vez has tardado treinta y cuatro años en volver a nacer, pero esta vez seré yo quien te busque si no regresas a mí... Porque eres mi cielo; eres mi paraíso.
Nuestras almas volverán a encontrarse. Volveremos a cantar juntos.
2002.
Han pasado veintiocho años desde tu muerte, Jungkook.
Te echo de menos todos los días. Extraño tu calor, el sabor de tus labios, la suavidad de tu piel y la caricia que tu amor le daba a mi alma.
Deseo tanto que estés aquí, que vuelvas conmigo, pero te prometí que te esperaría; que sería paciente hasta encontrarte de nuevo. Recuerdo tus palabras todavía y aquella respuesta que me diste cuando vivíamos nuestro amor; cuando me conquistaste y enamoraste como dijiste que lo harías. Creí haberlo entendido entonces, "el mejor amor de todos es aquel que salva", y me has salvado. Lo sé. He vuelto a amar y sentirme vivo, a pesar de que ya no estés ni te hayas vuelto eterno en este mundo a mi lado, eres eterno en los recuerdos de mi alma y en el corazón que ya no tengo, pero que sigue siendo parte de mí. No obstante, aún no comprendo de qué otra forma más puede salvarme el amor.
Sigo amando y amándote. Sigo amando los atardeceres, las flores, la música, la amistad que me une a todos los vestigios que tengo de ti; sigo amando el mar aunque ya no pise la playa y el agua te haya llevado consigo en vez de llevarnos a los dos.
El tiempo sigue pasando y tengo miedo de que no haya sanado, de que la salvación que el amor puede otorgarme, no sea suficiente para que abandone este infierno. Tengo miedo de que vuelvas a nacer y el destino no te guíe hasta mí porque sigo muerto y tu corazón pertenezca a otro hombre o a otra mujer.
Siempre tengo esta conversación con el cielo antes de que el sol se ponga porque tengo la esperanza de que estarás oyendo únicamente si te hablo al atardecer. Siempre le digo a las nubes, a los rayos del sol y al astro rey que te haga llegar mi súplica; mi petición de que puedas darme una oportunidad; de que me esperes, solo un poco más, y que aunque llegue tarde a tu nueva vida, que por favor, no tengas a alguien más esperando por ti.
Le he pedido al destino eso cada día del año, cada día de invierno, de primavera, verano y otoño.
Este año ha sido un año más sin ti. Otro año esperándote. Me prometiste que volverías y yo te creo. Siempre creeré en ti.
2003.
A casi veintinueve años después de ti, el mundo sigue cambiando. A pesar de que no lo veo debido al mar de árboles que se extiende en mi horizonte, las cartas de Miyeon me cuentan cómo ha cambiado y sigue cambiando. Hace unos días, me dijo que había localizado en Francia a alguien que podría ser un familiar. El apellido de mi madre no desapareció, después de todo, y aunque quisiera ir a visitar su tumba, sé que ya no puedo. Simplemente, espero que no se haya sentido sola durante estos casi cien años.
Miyeon, por su parte, me ha mandado otro sobre con una carta y una fotografía, a cambio de que yo escribiera una para mi madre y para ti. Por supuesto, ella no sabe que alguna vez tu nombre ha sido Marcielle y tus ojos eran azules como el cielo; como el mar o como el zafiro, sin embargo, me prometió que leería mis sentimientos frente a tu tumba, los cuales escribí con la sangre de mi corazón.
«Cielo. Mi cielo. Has sido tú. Siempre has sido tú a quien he amado toda mi vida y lo que resta de mi muerte.
Lamento no haberte visto antes y no haberte oído entonces, si al menos hubiera aceptado tu corazón aquella noche, bajo la luna llena que me vio morir un año después de ti, frente a la roja torre Eiffel que ya no es roja, probablemente me habría enamorado de ti como estaba destinado a suceder. Tengo la certeza de que habríamos vivido más que eso y nuestro tiempo habría sido mayor al que tuvimos en esas dos vidas tuyas en las que me has amado.
Me has encontrado después, pero no pude reconocerte hasta ahora y te amo más que nunca en este tiempo en el que ya no estás. Mi dulce cielo, mi querido Jungkook. Sigo esperándote llegar cada atardecer. La esperanza de volverte a ver no ha desaparecido en mí. Te extraño, te echo tanto en falta que podría morir miles de veces antes de olvidarte, pero creo en que retornarás a mí y me encontrarás como lo has hecho siempre; como me has encontrado cuando abandoné París por Bordeaux; cuando abandoné Bordeaux por Viena; cuando dejé Viena por Steyr y Steyr por Joseon. Siempre has sabido hallarme.
Vuelve, por favor. Como vuelven las estaciones todos los años; como florecen las flores y brotan las hojas verdes en primavera; como vuelve el calor y la frescura del mar en la playa en verano; de la misma manera que caen las hojas en otoño y como la nieve que cubre la pradera en invierno.
¿Sabes? Nunca he querido ser como Tommaso y Miguel Ángel, porque ese amor estaba prohibido y jamás pudo ser. Sin embargo, al final eso fue lo que fuimos.
Vuelve y toca el piano para mí. Haz que me enamore de ese instrumento de nuevo únicamente porque me recuerda a ti. Haz que ame la vida nuevamente solo porque mi vida eres tú. Vuelve a ser mi inspiración; mi arrebatado de pasión; mi musa y mi númen. Mi vida entera, mi amor infinito como el cielo, porque el cielo eres tú.
Te reconoceré esta vez y te diré que te amo. Pero vuelve.»
Después de esa carta, recibí una respuesta de Miyeon. Ella leyó mis palabras frente a tu tumba conmemorativa allá en París. Habló con los descendientes de tu familia y ellos le dijeron que la tumba estaba vacía porque no pudieron rescatar tu cuerpo del mar. Sin embargo, la tumba de mi madre seguía allí, intacta, porque aquella había sido tu última voluntad antes de zarpar.
Gracias por proteger el cuerpo de mi madre y honrar su memoria.
Aunque no esperaba que alguien de mi familia en París mostrara interés por mí después de darnos la espalda, dolió saber que rechazaron honrar mi memoria como parte de la familia incluso tras saber cómo partí de este mundo.
Miyeon se disculpó por ello como si tuviera la culpa. Es una chica de corazón muy amable, ¿no crees? Para compensarlo, me mandó fotos de París. La ciudad ha cambiado mucho, la torre luce incluso más bonita que cuando era roja. Me dijo que era el atractivo turístico más popular del país y eso me dejó sorprendido, ¿realmente a los extranjeros les parece bonita esa torre de radiodifusión? Bueno, debe haber tenido alguna mejora porque los franceses de mi tiempo la detestaban, aunque a mí, realmente, nunca me importó.
La voz de tu hija es preciosa, al igual que la tuya. La canción que compusiste y escribiste para ella fue regrabada con su voz, aunque no la publicó como un sencillo ni pertenece a ningún álbum de estudio, un día vino y trajo consigo un vinilo con esa única canción. La suelo escuchar casi todos los días mientras recuerdo los momentos que pasamos juntos y en los que pudimos ser una familia. Ella, tú y yo... Porque cuando me dijiste que quería que fuera hija mía también, me puse muy feliz.
Sé que Miyeon no me ve como a un padre, sino como a un amigo y su alma me estima como se estima a un viejo amor, sin embargo, ella para mí es como una hija y a mi hija le deseo todo lo mejor de este mundo; aun si ya tiene un marido que la ama y dos hijos sanos y está rodeada de familia, amigos y admiradores que la aman, sigo deseándole todo lo mejor porque se merece una buena vida. No. Se merece la mejor vida.
Dos mil cuatro se acerca cada vez más. Desearía saber si mi libertad está más cerca que lejos, o si el centenario de mi muerte llegará antes de que yo comprenda cuál es el amor que va a salvarme de verdad.
2004.
Miyeon llegó nuevamente a casa durante el verano. Cargaba con un miembro más de la familia, mientras su marido, el amable Yeonjoo, cargaba con el precioso bebé de casi un año ya y el hijo mayor correteaba por la casa recordándome a ella cuando vino aquí por primera vez.
Me enseñó a su hija, una adorable y risueña niña. Youngyi está encantada con los niños que han venido a jugar. Quizás la infancia recuperada la ha vuelto traviesa, pues le encanta hacerle bromas al padre de los niños con el hijo mayor que ya ha cumplido cuatro años.
Me ha dicho que estaba de vacaciones en Corea del sur, sus compañeras de grupo recorrían Seúl mientras ella y yo nos sentamos en el porche para charlar. Amamantaba a la niña cuando me dijo, con una sonrisa: — He localizado a la familia de tu padre.
Sentí unas emociones más vivas y resplandecientes cuando la oí decir aquello. Sentí tanto, como cuando te vi y me enamoré de ti. Si tuviera un cuerpo, probablemente se me habría acelerado el corazón y habría roto en llanto.
— ¿Cómo? — le pregunté.
— Tu otra familia se encuentra en Daegu. Si aceptas, podemos ir a hacerles una visita.
Me cubrí el rostro al no poder contener mi llanto. Sentí que me liberaba de un gran peso. La calidez del verano, el sonido de las cigarras y las aves me devolvieron un poco de la paz que perdí; incluso el dolor se aligeró y aunque no podía respirar, sentí como si hubiera vuelto a hacerlo.
— Muchas gracias, Miyeon-ah — sollocé al tomarla de la mano —. Gracias... por todo, muchas gracias. No sabes cuán feliz me hace saber que mi padre pudo seguir adelante sin mí...
Acarició mi rostro y me miró con afecto. Creí verte a ti cuando su mirada se encontró con la mía. Me dijo que guardara mis lágrimas cuando estuviera allí con ellos.
⊰✽⊱
— Seguramente tenga hermanos y hermanas, sobrinos y sobrinas... — comenté entusiasmado, aunque Youngyi seguía abrazándome con fuerza y lloraba — ¿Acaso no estás feliz por mí? ¿No estás feliz porque veré a mi familia? — le pregunté, pero no con la intención de regañarla, sino con un tono calmado para que pudiera comprenderme.
— Sí, lo estoy... — sollozó — Es solo que... Aunque quiero que seas feliz, tengo miedo de que me dejes sola aquí. No me abandones, Taehyung, por favor...
— No voy a abandonarte, Youngyi — le dije separándola lentamente de mí para ponerme a su altura, puesto que había vuelto a ser una niña —. Eres la persona con la que más tiempo he pasado y te quiero mucho. Eres mi mejor amiga, no iré a ninguna parte sin ti.
— No quiero que vuelvas, pero tampoco quiero que me abandones — sollozó de nuevo — ¿Por qué tiene que ser así? Ni siquiera yo comprendo lo que me pasa.
— Entiendo lo que quieres decir — le decía mientras oía el sonido del exterior. Miyeon se despedía de su marido, quien se quedaba a cargo de los niños —. Mi buena amiga, volveré. Confía en mí.
Youngyi asintió y la dejé en el desván. Me miró conteniendo el llanto y se despidió de mí con la mano. En noventa y ocho años, aquella fue la primera vez que pude, no solo salir de la casa, sino salir de aquel bosque, de aquella colina y bajar al pueblo en el asiento de copiloto, al lado de Miyeon.
Todo ha cambiado desde la última vez que tuve un paseo con Jungseok.
— ¿Recuerdas? — le dije a su alma mientras observaba el cielo azul y el mar — La última vez que bajamos juntos a la playa aquí, pensabas que el agua estaría helada.
Miyeon sonrió.
— Lo recuerdo. Ahora, como es verano, debe estar fresca.
— Ojalá pudiera sentir el agua — murmuré.
Cuando llegamos al muelle, la brisa marina levantaba con delicadeza el pelo de Miyeon. Yo la sentí, un poco. De no ser por el sonido de las olas que chocaban contra las rocas cercanas al muelle, me habría entristecido, pero eso fue una grata distracción.
Miyeon era dueña de un yate al cual subí cuando me dijo que lo hiciera. Me comentó que llegaríamos a la península en dos horas y al anochecer estaríamos en Daegu. Durante el viaje, al menos mientras estaba en público, tuve que abstenerme de dirigirle la palabra, aunque fallé en el intento un par de veces, sin embargo, cuando llegamos al hotel cerca del anochecer, pudimos tener una charla habitual sobre ciertas cosas que nos gusta hablar; ya sea de los niños, de su trabajo o de ti. Miyeon adora hablar de ti, le gusta que le cuente todo lo que sé acerca de ti y de las cosas que olvidó cuando era una niña y vivió en el castillo encantado mientras tú estabas. Después se durmió.
Y mientras dormía, la arropé un par de veces. Aun siendo ya una adulta de treinta y tantos años, seguía teniendo esa manía de dormir como si alguien le hubiera hecho un exorcismo.
Mientras tu hija dormía, yo miraba hacia el oscuro cielo nocturno. Había luna nueva aquella noche y las estrellas se veían preciosas. Pensé en ti como de costumbre, preguntándome si habías vuelto a nacer; si en ese momento eras un pequeño niño, o quizás un adolescente o puede que ya fueras un adulto que se había casado de nuevo y no podía recordarme. Y pensar en todas esas posibilidades, hería mi alma porque temía llegar tarde y perderte para siempre.
Observé el cielo hasta que amaneció y me quedé observando las nubes. Las vi tropenzándose unas con otras; besándose y fusionándose. Algunas dejaban de existir cuando el viento soplaba, y después de unas de claridad, Miyeon despertó. Me dijo que tomaría un baño, que bajaría a la cafetería a desayunar y luego volvería para retomar el camino a casa de mi padre.
La esperé mientras estaba sentado en la silla de la esquina, pacientemente pero muriendo de los nervios por conocer a los que me sucedieron como hijo, como tío, como familia cuando morí. Cuando Miyeon volvió, me levanté de un respingo sin poder ocultar mi emoción.
Miyeon me dijo que la siguiera y lo hice. Bajamos las escaleras, salimos del hotel y nos subimos al coche. El viaje no duró demasiado, pero Miyeon decidió poner una canción mientras viajábamos. Incluso las canciones han cambiado.
Nos bajamos y caminamos por una calle que me recordaba a Joseon. Las casas seguían siendo de ese periodo, pero estaban modernizadas. Vi a niños correteando y jugando en la calle, a mujeres conversando con otras mujeres mientras tomaban el té, cargaban a sus bebés a la espalda o simplemente yacían sentadas con sus maridos en el exterior. También vi a hombres trabajando; plantando flores, carteros que pasaban por mi lado y hermanos mayores con sus hermanos menores.
Finalmente nos detuvimos frente a una gran casa, con árboles y plantas bien cuidadas, que tenía una fuente en medio del jardín. El camino que recorrí al lado de Miyeon era de piedra; era como un adorno. Había farolas que adornaban las ventanas de los pisos superiores y el ambiente era muy tradicional.
— Es una posada — dijo Miyeon —. Tu padre se ganó la vida dirigiendo esta casa de huéspedes y ha quedado a cargo de tus hermanos después de que falleciera.
— ¿Mis hermanos aún viven?
— Sí, dos de ellos. Tu padre tuvo cinco hijos; dos mujeres y tres hombres.
Sonreí mientras caminaba.
— Siempre he querido tener hermanos menores — murmuré.
Miyeon habló con una mujer cuando ingresamos. Parecía conocerla, le dijo que había contactado con anterioridad para hablar acerca de mí. La muchacha nos guió hacia el patio trasero y después se arrodilló frente a una habitación y nos anunció.
— Pasad — oí la voz de una señora mayor.
La muchacha se retiró en silencio y Miyeon se sacó los zapatos antes de entrar.
— ¿Qué se le ofrece? — preguntó la mujer dirigiéndose a Miyeon. Era mayor, tenía canas, pero su piel no presentaba demasiadas arrugas. No podía imaginar una edad que más o menos sonara acertada.
Miyeon se inclinó hacia ella con respeto y de su bolso sacó algunas cosas que me pertenecían, la cual era una fotografía muy antigua. La única que existía de mí; era la prueba de que alguna vez existí.
—Hace mucho tiempo, hace casi un siglo, un hombre llamado Kim Taehyung conoció a mi abuelo — se tomó un tiempo antes de continuar —. Se hicieron buenos amigos, pero... Kim Taehyung fue asesinado. Ha pasado mucho tiempo desde entonces, pero, antes de morir, mi abuelo logró encontrar su cuerpo y darle sepultura. Taehyung no tenía a nadie más en este país que a su padre, del que se separó y no volvió a ver... El padre de Taehyung era Kim Kiyun, su abuelo... Me temo.
La mirada de aquella mujer cambió drásticamente. Pasó de ser indiferente pero gentil, a la de una persona que encontró aquello que más amaba y había perdido.
— Usted... ¿Puede ser...? — se cubrió la boca y sollozó — ¿Kim Taehyung?
— Sí, Kim Taehyung. Nacido en Francia en 1886. Llegó a Joseon en 1906 para empezar una nueva vida al lado de su padre.
— Nuestro... Nuestro Taehyung... — murmuró con temblor en su voz. Extendió su mano para tomar mi fotografía, yo, sin embargo, no pude evitar que me consumieran los sentimientos — ¡Oh, de verdad es él! — sollozó abrazando la fotografía.
Miyeon se sorprendió tanto como yo, pero mi mente se nubló al darme cuenta de que, probablemente, mi padre jamás me hubiera olvidado y si ella, mi sobrina, sabía algo de mí, es porque mi padre les contó sobre mí.
Se incorporó del suelo, Miyeon la ayudó y la acompañó hacia una habitación contigua a la suya. Las seguí mientras mis lágrimas nublaban mi vista y, entonces, cuando se abrió la puerta, vi el gran altar que estaba delante de mis ojos. Había incienso y flores, fotografías fúnebres, la más grande y la que se encontraba en el centro, era una fotografía de mi padre en la cual lucía mayor, viejo. Un abuelo y, al lado de su retrato, había una fotografía mía y otra de mi madre.
— Mi abuelo siempre hablaba de su hijo mayor, del tío Taehyung. Decía que le había encomendado su cuidado a su mejor amigo, pero que desapareció... Aunque ese amigo le dijo que le había robado y huido, él no le creyó. Decía que Taehyung nunca haría eso — contaba con una sonrisa —. Compró este terreno con el poco dinero que tenía y abrió una posada. Dejaba las farolas encendidas durante toda la noche y la puerta abierta durante el día; decía que eso ayudaría a Taehyung a encontrar el camino de vuelta a casa. Mi abuelo nunca dejó de buscarlo... Incluso antes de morir, le encomendó la misión a mi padre de hallarlo, pero mi padre murió sin poder encontrarlo. Como es evidente, los años nos dieron la respuesta que buscábamos: que quizás hubiera muerto hace mucho tiempo, así que desistimos de la idea de encontrar su cuerpo.
— Lo siento mucho...
— A mi abuelo no le habría gustado que la memoria de su amado hijo mayor muriera, por eso siempre mantenemos su fotografía en el altar. Su primera esposa también yace a su lado, junto a todos los miembros de nuestra familia que han fallecido.
Miyeon se secó las lágrimas. Mi sobrina la abrazó y le agradeció haberme devuelto a casa y mientras conversaban sobre recuperar mis restos, yo caí de rodillas frente al altar de mi padre y lloré de manera inconsolable. Me sentí avergonzado de estar frente a mi padre de nuevo, pues le amaba y había olvidado su rostro cuando él jamás olvidó el mío.
— Perdón, padre... ¡Perdón, perdón, perdón!
Oh, el corazón me dolía tanto... Tanto que mi alma no podía soportar la herida que me causaba haber oído todo lo que él hizo por mí mientras esperaba su regreso. Tuve aquel sentimiento de culpa y ganas desesperadas de retroceder en el tiempo y tratar de convencerle de ir con él.
Mi pobre padre, que estuvo tantos años sin hallar respuestas de su hijo; sin saber que estaba muerto en un frío y oscuro sótano y del que aguardaba su regreso.
— Perdón, papá... — sollocé — Perdón por llegar tarde, pero... Ya estoy en casa.
⊰✽⊱
2005.
Creo que nunca me había sentido tan solo. Las estaciones de este año han pasado con una lentitud tan desgarradora; con un sonido tan mudo y una sensación tan solitaria.
Nunca me había puesto a pensar en todo lo que hice cuando estaba vivo. No tuve una vida digna; no pude salvar a mi madre y no me di cuenta de que estaba enamorado de ti en ese momento. Aquella costumbre de ser una buena persona; amable, gentil, generosa y honesta, me alejó de ti en primer lugar... Si tan solo hubiera sido un poco egoísta y haber aceptado huir contigo hacia el fin del mundo, sin preocuparme sobre tu matrimonio concertado, quizás ambos habríamos vivido una buena vida juntos. Pero teníamos cadenas que nos ataban y ahora que lo pienso, todo el dolor por el que he pasado; todas las heridas que he soportado, no han servido de nada.
Cuando te perdí, me perdí.
Estaba enamorado de ti, Jungkook, incluso antes de conocerte. Te amaba antes de que hubieras nacido. Mi alma te anhelaba como anhelaba verte volver del mar en un atardecer cualquiera. Te amaba tanto y tan confusa fue mi manera de quererte, que amé a otra alma para olvidar el vacío que la tuya me había provocado y, al final, morí.
Morí en un país al que no pertenecía, completamente solo. Morí en una oscuridad horrible y me quedé atrapado en esta pesadilla.
Quizás esto es lo que merezco por haber vendido mi cuerpo; por no hallar otra manera de salvar el alma insalvable de mi madre. Si tan solo no hubiera ido a casa de la señora Agatha aquel día, probablemente no estaría siendo castigado por esto. Quizás mi última oportunidad de amarte haya sido la última vez que te vi, pero no te dije que te amaba las veces suficientes.
Mi Jungkook. Mi querido Jungkook, ¿cuándo volverás? Necesito ser salvado de nuevo; ser salvado por mi amor verdadero. Necesito que me abrigues con tu cuerpo y me beses hasta que olvide esta pesadilla. Hasta que el dolor y la insuficiencia me abandonen finalmente.
Quisiera que volvieras. Que volvieras a mi lado como vuelve todo en esta vida, por que... Si todo vuelve, Jungkook, ¿cuándo volverás tú? Porque, volverás, ¿no es así?
En este año, el número noventa y nueve de mi muerte, he estado pensando en ti. Te he extrañado y he llorado tu ausencia como nunca antes había llorado. Creí que había aceptado tu descanso y podría esperar pacientemente, sin embargo, estoy cansado de esperar.
2006.
Miyeon tuvo a su cuarto hijo hace unos meses, en septiembre, en mi aniversario de muerte número cien. Hoy es veintinueve de diciembre y nieva como si no hubiera límites.
El cielo permanece blanco. Los cristales de la ventana se han cubierto de escarcha, pero eso no me molesta a la hora de observar más allá en el horizonte a pesar de que solo hay nieve y más nieve. Me pierdo en mis propios pensamientos; me pierdo pensando en ti. Me pierdo extrañándote. Me pierdo amándote.
La casa nunca había sido tan inmensa y silenciosa. Siento que se ha vuelto fría y oscura, ¿o puede que solamente sea yo quien la percibe de esta manera?
La mancha que mi cadáver dejó en el suelo del sótano también ha desaparecido con el tiempo. Quizás eso sea algo bueno. Ha pasado tanto tiempo y he pasado por tanto dolor, que habitar mi propia tumba, al lado de otro fantasma centenario, ya no me molesta. Aunque a veces, Youngyi y yo, nos preguntamos si el bastardo de nuestro asesino sigue ardiendo en el infierno, o si tuvo más suerte que nosotros y ha vuelto a vivir una nueva vida.
Aquel veintinueve de diciembre, mientras jugaba con Youngyi, Miyeon volvió a casa. La recibimos con un abrazo, con el afecto que siempre le hemos dado y conversamos un poco sobre su familia. A Youngyi le encanta saber de sus tataranietos y a mí me gusta saber cómo le va a ella. Como broma, dijo que no piensa tener más hijos y que necesitaba unas vacaciones en una isla tropical sin niños, al menos durante un día.
Conversamos durante todo el día, hasta que oscureció. Miró su reloj y sonrió al dirigirme la mirada.
— Taehyung — me dijo, yo la observé esperando oír lo que tuviera que decirme —, quiero llevarte a un sitio.
— ¿A dónde? — le pregunté con curiosidad.
— A un museo — respondió con una sonrisa —. Mi abuelo y mi padre tenían el mismo sueño, pero no lograron cumplirlo, sin embargo, con ayuda de mi madre, he podido lograrlo.
— ¿Y qué... es? — murmuré, no obstante, Youngyi se levantó del suelo y sus ojos se llenaron de lágrimas — ¿Qué te pasa, Youngyi?
— Yo... Es que...
— Estaré esperándote en el coche, Taehyung — me dijo antes de dejarnos a solas —. La nieve no supone un problema ahora, y podemos ir a Seúl en menos de dos horas.
— Bien... — respondí, pero me preocupaba Youngyi, quien me abrazó repentinamente — ¿Estás bien? ¿Te ocurre algo? ¿Te preocupa algo? — le pregunté, sin embargo, ella no me respondía... Su actitud me recordó a la de la última vez, así que la abracé con fuerza y cerré los ojos — Está bien si no quieres que vaya, me quedaré aquí contigo.
Ella se separó de mí y cuando abrí mis ojos, noté que su apariencia había cambiado. Creció y se veía de la misma manera que cuando murió; una mujer mayor, madura y esbelta. Quise secar sus lágrimas pero ella se me adelantó.
— No, no quiero que te quedes conmigo — me dijo —. Me has prometido que volverías la última vez y así ha sido, no puedo obligarte a quedarte a mi lado cada vez que vayas a irte. ¿Cómo podría hacerlo? Si después de todo, yo te condené a esto.
Negué con la cabeza.
— No, no, Youngyi... Ni siquiera pienses en eso. Ya te he dicho que tú no me has matado.
Sonrió con melancolía y me recordó a mi madre, en sus últimos momentos, en aquel instante.
— Gracias por haberme perdonado, Taehyung-ah... Gracias por haber dejado que te cuidara. Gracias por haber cuidado de mí, por jugar conmigo y por aceptarme cuando quise recuperar mi infancia... Gracias por ser mi amigo, aunque nunca me lo he merecido.
— ¡Youngyi! Si me dices esto... — perdí el control de mis lágrimas — parecerá que nos estamos despidiendo.
— Quizás lo sea. Quizás salgas por esa puerta y no vuelva a verte — me abrazó de nuevo y me dio un beso en la mejilla —, por eso quiero que te vayas esta vez y no pienses en mí, ni en volver. Quiero que vayas y descanses, finalmente, en paz.
— Youngyi...
— Taehyung, adiós...
— ¡Volveré!
— Oh... — sonrió — Ambos sabemos que no volverás.
Aquella noche me despedí de mi mejor amiga, con la que estuve durante cien años. Salí de aquella casa y me subí al coche de Miyeon mientras lloraba y veía la silueta de Youngyi asomada en la ventana. Deseaba que ella también pudiera marcharse algún día... Pero jamás lo hizo.
Youngyi permaneció encerrada en la niebla, durante mucho tiempo — quizás eternamente — lamentándose la muerte de su único hijo. Como nunca pudo perdonarse a sí misma y Jeon Jungseok ya no existía para perdonarla, Youngyi nunca halló paz.
Yo seguí aquella noche a Miyeon hasta el yate. El muelle estaba cubierto de nieve, pero el mar estaba en una calma extraña. Subió al yate con mucho cuidado porque estaba resbaladizo y después, lo último que vi al darme vuelta, fue la isla en la que existí más tiempo que en mi propia casa; que en París, Bordeaux o Viena. La silueta se fue perdiendo en la niebla ligera. La luna alumbraba con sutileza y las estrellas se escondían detrás de las nubes.
— Por alguna extraña razón — susurré —, la luna hoy está... tan hermosa.
— Tienes razón — contestó Miyeon con una sonrisa.
Durante el viaje, aunque no conversamos demasiado, el silencio no fue incómodo. Miyeon conducía el yate hasta el puerto de Incheon. Atravesamos el mar, sobre la marea alta. Atravesamos la niebla y llegamos al muelle de la península. A diferencia de Jawol-ri, la isla donde se encontraba el castillo encantado, en el puerto de Incheon había gente que desembarcaba de cruceros, de otros yates más grandes que del de Miyeon y donde se reunía una gran multitud de personas a unos metros debido a una feria.
Mientras nos dirigíamos hacia el coche de Miyeon, mucha gente la detuvo y le pidió autógrafos. Me gustó verla interactuar con la gente, saber que muchas personas la amaban y que ella era amable y humilde con los demás.
Una vez que logramos subirnos al coche, donde la esperaba un chófer, Miyeon encendió la radio. Por alguna razón, aquella vez no habían sonado canciones nacionales, sino que comenzó a sonar una canción extranjera. Le dije que me gustaba esa canción, ella me contestó — ignorando a su chófer — que la canción se llamaba Stop crying your heart de un grupo llamado Oasis.
Oí la canción mientras íbamos de camino al museo. No podía siquiera imaginarme qué es lo que me aguardaba allí, pero la canción me sumergió en un estado de calma y nostalgia que se desenvolvió y concluyó en una sonrisa cuando volvió a nevar.
Me gustaba observar el nuevo mundo. Los coches, las luces de los edificios y los rascacielos. Las pantallas publicitarias, a la gente caminando y haciendo una vida normal. Me gustaba oír el sonido del tren, los distintos géneros musicales mezclados en la multitud y la risa de las personas vivas. Todo eso, simplemente, me hacía desear ser uno de ellos. Estar vivo, nuevamente.
— Hemos llegado — Me avisó Miyeon.
Bajé del coche sin siquiera abrir la puerta. Ella me miró con una sonrisa.
El edificio que tenía delante era inmenso y moderno, tan lujoso que no podría describirlo exactamente con palabras. Colgaba un cartel enorme que casi abarcaba todo el muro. Anunciaba una exposición especial acerca de un artista cuyo nombre se había perdido en la historia.
La sola idea en mi imaginación sobre aquel texto, me emocionó y me inquietó de sobremanera. Miré a Miyeon, quien no había borrado su sonrisa del rostro. Quise preguntarle qué significaba todo eso, pero las palabras no abandonaron mis labios.
— ¿Quieres entrar? — me tendió la mano —. Hagámoslo juntos.
Y yo cedí. Tomé la mano de tu hija y caminé atravesando aquella multitud de personas que aguardaban por entrar. El ambiente dentro del edificio me golpeó como una oleada de recuerdos.
— Este museo guarda la historia de nuestro país, pero hoy, esta noche, todo se ha guardado en otro sitio porque se debía exponer el arte póstumo de un artista al que todo el mundo finalmente conoce.
Y entonces, fue ahí, Jungkook, cuando volviste a mí.
El arte volvió. Todo lo que me pertenecía estaba delante de mis ojos. Todas las pinturas que estuviste restaurando durante el último tiempo de tu vida, vino a mí. Tu amor nuevamente me llegó al alma. Aun si ya no tenía cuerpo, reviví las sensaciones que el tuyo me hizo sentir.
Mi corazón se llenó de dicha. Mi alma lloró finalmente... de felicidad.
Todos mis cuadros; todas mis pinturas, incluso por las que había muerto. Vi a Jungseok y también te vi a ti y a Yoongi en una pared.
Miyeon me explicó que hasta mis poemas fueron publicados y vi un libro en una vitrina que contenía la primera carta de amor que te había escrito.
— La gente, no, el mundo... El mundo te ama, Kim Taehyung — me dijo Miyeon. Volteé a verla anonadado, aún sin palabras que decir —. Desde su apertura, ninguna otra exposición ha podido atraer a tantas personas como tus obras.
Mientras la oía, seguí observando el trabajo de mi vida. Todo lo por lo que sufrí; a todos a quienes amé y entonces, al acercarme al primer retrato que pinté de ti, Jungkook, me di cuenta de que te había pintado los ojos de color azul. Que no fue el único retrato tuyo al que le pinté los ojos de aquel color.
Mi amor. Mi eterno amor. La esencia de mi existencia. Nunca te olvidé, simplemente, no pude recordarte, pero plasmé mi memoria en tus ojos y en ellos pude hallar la paz.
— Hace poco salió un artículo acerca de tus pinturas. La opinión popular y la académica es la misma; que en tus trazos, en el uso de tus colores, se encuentran los más auténticos sentimientos de amor. Que únicamente mirando las pinturas de tus amantes, puede sentirse la pasión que sentías hacia ellos... — suspiró — Aunque en este tiempo tampoco los hombres pueden amarase con libertad, el hecho de que fueras rescatado del pasado y descubierto por la sociedad ahora, ha llenado de valor a hombres y mujeres homosexuales para luchar por el amor. Porque tú eres un símbolo de amor, Kim Taehyung... Porque aunque todavía existan otros Jeon Hanyeol en el mundo, la gente ha sabido amar a personas como mi padre, mi abuelo y como tú... Gracias a ti. A tu arte. A tus palabras. A tu corazón.
Y entonces, tras cien años acompañado de la idea de que mi vida había sido en vano; de que mi arte y mis sentimientos jamás podrían ser apreciados por los demás. Cien años creyendo que había muerto de una manera tan silenciosa y solitaria y existiendo con un dolor que ni siquiera tú podías curar, por fin comprendí que el amor sí podía salvar. Que el mejor amor de todos era el que yo podía darme al perdonarme; al aceptar que no fue culpa mía perder a mi madre. Comprendí, finalmente, que la vida no te había arrebatado de mí simplemente por el hecho de amarte y que no era el monstruo que llevó a tu padre al suicidio.
Porque yo era una víctima más.
— Te has convertido en el artista más influyente de esta época y probablemente, a lo largo de la historia del arte, seas uno de los grandes maestros. Puedes estar orgulloso de ti mismo — me dijo Miyeon poniéndose a mi altura cuando me arrodillé delante de tu retrato.
Lloré. Lloré, pero no sentí dolor, sino alivio. Calma. Una calidez que había olvidado que existía... Porque supe en ese momento, que todo el amor que yo había dado a los demás, también me merecía. Merecía mi propio amor.
— Gracias... — murmuré — Gracias por todo lo que has hecho por mí. Gracias, infinita y eternamente gracias por haberme amado, en esta vida y en la anterior. Gracias, gracias, gracias, gracias... Por amarme y mantener tu promesa, gracias.
La abracé, pero Miyeon no dijo ni una sola palabra. Me llené de su calor, de su luz... Eso es, su luz... Luz. Había luz.
Me aparté de ella y observé hacia la luz que repentinamente apareció. No sabía de dónde provenía, pero parecía absorber todo mi dolor y me llenó de calma. Aquella luz me llamaba y el sonido de su voz era familiar.
Sonreí al mirar a Miyeon, ella se secó las lágrimas.
— Miyeon-ah... Ahora es momento de que me vaya.
Asintió alegremente.
— Mi señor... — se inclinó hacia mí y yo sonreí al sentir la presencia de Jungseok durante un segundo, cuando Miyeon me miró.
Después, caminé hacia la luz, de donde quiera que viniera... Caminé siguiendo aquella voz que me llamaba y mientras más me acercaba, más me daba cuenta de que esa voz te pertenecía, Jungkook.
De que, finalmente, habías vuelto a mí.
Cuando la luz me absorbió por completo, solo existíamos tú y yo en la blanca eternidad. Me miraste con una sonrisa y extendiste tu mano para que la tomara y yo no dudé en hacerlo de nuevo, con la esperanza de que esta vez pudiéramos zarpar juntos hacia el mar.
No hizo falta preguntar si habías escogido esperarme hasta que por fin viera la luz porque era un hecho.
— Has vuelto, por fin — te dije con trémula voz, llorando.
— Me has llamado.
Y no soporté ni un segundo más lejos de tu cuerpo. Corrí hacia ti como siempre imaginé adentrarme al mar si veía el barco, o como habría corrido hacia ti cuando hubieras vuelto de la guerra o como juré abrazarte y amarte si algún día volvieses a mí y volvías a llamarme maestro.
Cien años después de mi muerte, por fin he encontrado la paz. El amor me ha salvado. Te abracé y nuestras almas se disolvieron y se convirtieron en luz, pero antes de que despareciéramos del mundo...
— J'taime — te dije y mi hechizo se rompió.
Fin.
Finalmente hemos llegado al final de la historia, aunque falta el epílogo todavía. Estoy tan emocionada, pero mi nota especial la dejaré para la siguiente y última actualización.
Gracias por leer esta historia y espero que el final haya sido de vuestro agrado. Probablemente mucha gente la habrá abandonado porque la pareja principal no tuvo muchos momentos al principio o porque la lectura era larga y pesada, sin embargo, espero que en el futuro puedan darle una segunda oportunidad.
Hace unas semanas me nominaron en unos premios de esta pareja. Estoy muy conmovida, pues nunca antes lo habían hecho. Gracias por todo el aprecio, significa mucho para mí... Y aunque no gane por los motivos que he dicho antes, infinitamente gracias por considerar que esta historia es digna de participar.
Ahora os hago una pregunta, la de si os ha gustado el final. Quién ha sido vuestro personaje favorito. Cuál ha sido vuestro capítulo o arco favorito. Cuál ha sido vuestra interacción favorita...
Quisiera saber si estáis de acuerdo con el desarrollo de los personajes. La opinión que tengáis, siempre que sea constructiva, me ayudará para mejorar en el futuro.
Si tenéis alguna pregunta, podéis hacérmela.
Nos leemos en la siguiente actualización. 💗✨️
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