1. Érase una vez, un castillo encantado.
PARTE I.
Érase una vez, un joven que vivía en la soledad, que no recordaba cuánto tiempo, o desde cuándo había estado viviendo en ese lugar y que nunca antes se había preguntado si ese sentimiento era cálido como los besos del sol o frío como el abrazo de la nieve. Aunque sí sabía que, de vez en cuando, podía sentir la compañía del melancólico sonido de la lluvia.
Vivía en una casa enorme, en una mansión que parecía un castillo. Era tan grande que había espacio para centenares de personas en una sola habitación. Tenía siete dormitorios, siete baños, tres salas, dos comedores y dos cocinas. La apariencia por dentro parecía antiquísima. Tenía un candelabro en el vestíbulo y unas largas escaleras frente a la puerta. La mayoría de los muebles eran reliquias de una época no muy lejana que estaban cubiertas con sábanas blancas que amortiguaban el polvo.
La casa siempre parecía deshabitada, como si estuviese abandonada durante muchos años... Y es que quien vivía allí, no se preocupaba por las tareas domésticas, porque a veces sentía que el tiempo no pasaba de la misma manera en su casa que en el mundo exterior, pero sí era perceptible lo que sentía por su arte y su poesía.
La soledad era tan vasta que cada rastro de polvo u hojas secas que se colaban, debido al viento, por las ventanas significaban compañía para el único huésped de la mansión, Kim Taehyung.
Kim Taehyung era un artista romántico, tan o más romántico que el propio romanticismo. Sus poemas estaban llenos de desgracias amorosas y sus lienzos retrataban el más sublime sufrimiento que significaba amar. Sobre todo amar lo no correspondido; lo no predestinado y lo imposible. Taehyung también creía que era bello morir por amor; que no había algo más noble, trágico y sincero que sacrificarse por quien se amaba. Así que su lúgubre hogar no solo lucía de aquella manera por dentro, sino también por fuera, la maleza y los helechos parecían engullir las paredes externas de la mansión. A Taehyung le gustaba observar con detalle cada hoja pegada a los ladrillos ennegrecidos de la casa y el alféizar de su ventana, mientras su horizonte se extendía más allá de la densa niebla y observaba las siluetas de las lápidas y las esculturas funerarias que había en su jardín.
El joven vivía solo y se sentía solo, tanto que a veces temía olvidar hablar, por lo que cantaba canciones y recitaba sus poemas en voz alta ayudándose del eco que habitaba con él. A pesar de que nunca salía al jardín de su casa o bajaba al pueblo, le gustaba vestirse bien. Le gustaba vestirse como un caballero y peinar su oscuro cabello hacia atrás. A veces se vestía como si fuera a un recital de música clásica para pintar sus cuadros en el desván o escribir sus siniestras historias románticas en el estudio porque sentirse inmerso en sus pasiones hacía que el tiempo avanzara más rápido sin que se diera cuenta.
Taehyung llevaba tanto tiempo en esa casa que había olvidado cuánto tiempo había pasado desde entonces; desde la última vez que sintió... algo.
Un día como cualquier otro, cuando la niebla era tan densa que cubría las siluetas de las lápidas del jardín, el cielo se ponía a merced de una tormenta y en la casa habitaba el más ruidoso silencio, y Taehyung se encontraba en su estudio, con la paleta en la mano y el óleo sobre ella pensando en cómo comenzar a pintar uno de sus tantos lienzos, un joven se asomó por la puerta.
Taehyung se sorprendió al verlo. Vivía solo y nunca recibía visitas. Cuando sus miradas se cruzaron, rápidamente bajó sus materiales a un lado, sobre una pequeña mesa, y se levantó de su asiento.
— ¿Quién eres?
— ¿Quién eres tú?
— Yo soy Taehyung — respondió al acercarse al chico, que lo veía a los ojos con una mirada curiosa — ¿Y tú?
— Me llamo Jungkook.
— ¿Jungkook? Es un nombre interesante — contestó dedicándole una sonrisa.
— Muchas gracias.
Tras conocerse, surgió un silencio que, si bien no fue incómodo, resultó ser curioso y con una melodía nostálgica que se movió junto al aire que respiraban.
El señor Kim, quien era un artista, solía gesticular bastante con sus dedos al observar su próxima obra de arte o tras descubrir una nueva e inminente fuente de inspiración. La belleza de Jungkook era las dos cosas al mismo tiempo, así que él se aproximó a su rostro tanto como pudo, aun si el joven se echó hacia atrás cuando el artista se arrimó a él.
Había algo inexplicable oculto tras sus iris marrones, quizás también sobre sus labios colorados y sus mejillas teñidas del más inocente carmín. Taehyung se había obsesionado con su rostro, y lo quería... Y se lo hizo saber.
— Te quiero... — murmuró muy cerca de su boca, observando cómo sus pestañas bailaron debido a su cándido desentendimiento.
Las pinturas de Taehyung plasmaban todas sus confusas emociones, sin embargo, se sentía como un cuerpo vacío, sin corazón y sin alma; alguien que había olvidado cómo sentir después de vivir tanto tiempo entre la niebla. Por eso, sus cuadros eran sombríos, de tonalidades grises donde el protagonismo se lo llevaba la niebla que había fuera.
— ¿Cómo has entrado aquí? — le preguntó Taehyung a Jungkook.
— Vivo aquí.
Taehyung esbozó una sonrisa.
— Eso no es verdad, soy yo quien vive aquí. Eres un intruso.
— Acabo de llegar... Hace dos atardeceres.
— ¿Hace dos atardeceres? — soltó una burlesca pero afable risa sintiendo una extraña familiaridad con aquella frase — Entonces te habría visto llegar.
— Pero no lo has hecho. Para alguien que vive aquí, ¿no serás tú el intruso?
Taehyung se cruzó de brazos. Lo miró desde la punta de sus pies hasta la de su cabeza.
— Llevas prendas extrañas, ¿eres extranjero?Jungkook se encogió de hombros.
— Creo que eres tú quien viste de manera extraña, quizás algo... anticuado. Como mi padre cuando era joven.
— ¿Tu padre? — alzó las cejas — Pues tu padre tiene buenos gustos. Tu vestimenta me parece vulgar, no es acorde a cómo debe vestir un caballero.
— No soy un caballero. Solo soy Jeon Jungkook, el joven que vive aquí, al cual no has visto llegar hace dos atardeceres.
Taehyung volvió a reírse, aquella expresión le parecía tan dramática; algo que él escribiría en sus tantas tragicomedias románticas. Cerró la mano izquierda en un puño cerca de su boca y carraspeó antes de volver a dirigirse hacia él.
— Llevo viviendo aquí desde siempre, así que esta casa me pertenece.
— ¿Cuándo es desde siempre?
Y he ahí, la única pregunta que Taehyung no podía responder.
— Desde siempre es desde siempre. Antes de que tú llegaras, desde luego.
— Eso es una obviedad.
Jungkook aligeró su conformidad y entró al estudio dando dos pasos hacia el frente. El ambiente en el interior era más frío que en el pasillo donde estaba antes, pero no se fijó en ello especialmente, sino en las obras de Taehyung; en sus lienzos y sus libretas apiladas en una parte de la habitación; todo estaba cubierto de polvo y de telarañas.
— Ahora entiendo tu gusto estético — dijo Jungkook mientras observaba las pinturas y tomaba una de las libretas en sus manos —. Tienes un alma vieja, ¿eres un artista o un soñador?
— Evidentemente, soy un artista.
Sopló con suavidad la cubierta de la libreta para liberarla de las telarañas. Las hojas olían a humedad y guardaban polvo en sus superficies.
— Todo lo que escribes es tan trágico y lo que pintas tan lúgubre... Pero sigue siendo hermoso, ¿eres un artista consumido por la depresión o algo así?
— No, todo lo contrario, soy un romántico — explicó acercando la punta de sus dedos hacia su rostro para llamar su atención. Jungkook lo miró nuevamente, sus ojos eran oscuros, como orbes que soportaban el universo en su interior —. El amor debe ser trágico para que sea amor. Algo que no duele, no puede ser real, ¿sabes tú qué amores son reales? Los sacrificios lo son y las pérdidas también. Sabes que amas algo o a alguien cuando se te escapa de las manos como el agua o los copos de nieve. El temor y la desesperación son reales, solo cuando sufres sabes con certeza de que estás vivo.
— ¿Y tú? ¿Sufres? — le preguntó tras observar sus lienzos pintados de niebla y paisajes oscuros — ¿Tú... amas?
— De momento no, pero lo hice una vez.
— ¿Y qué pasó?— Perdí a mi amor — respondió con naturalidad —, por eso trato de recrear ese sentimiento cuando pinto o escribo, pero ha pasado un tiempo desde que siento que soy un cuerpo vacío.
— Conozco ese sentimiento, se llama soledad.
— Exactamente, mi querido Jungkook. Me he sentido solo desde siempre; tanto que no recuerdo cuándo comenzó este sentimiento, pero supongo que, de la misma manera que no se puede prever el amor, tampoco se puede adivinar el momento exacto en el que la tristeza inmensa inicia... Pero, claro, ahora he verificado que dos de esas afirmaciones son inexactas.
— ¿Cuál de ellas?
— Creía, antes de conocerte, que no podía preverse el amor o escoger de quién enamorarse; a pesar de que creo en el destino y en el amor a primera vista, jamás había creído que pudiera escoger a quien amar.
— Discrepo, el corazón no sabe de condiciones.
— Lo sé, querido Jungkook — lo miró fijamente, con una sonrisa encantadora que Jungkook no pudo evitar admirar —. Pero quizás mi soledad me está condicionando en este momento.
— ¿Qué quieres decir?
— Tú, querido Jungkook — lo señaló con delicadeza, sus manos parecían danzar suavemente como el rocío sobre las hojas al alba —; tú serás mi nuevo amor.
— ¿Qué? — preguntó abriendo los ojos con exuberante sorpresa, como si la incredulidad no le dejara mirar a ninguna otra parte que no fueran las pupilas de Taehyung.
— Quiero enamorarme de ti. Eres tan bello y me inspiras, quizás si logro amarte, podría volver a pintar paisajes y escribir poemas dignos de una persona viva.
— Ya veo, piensas utilizarme.
— Será el precio que debes pagar por dormir bajo mi techo. Si me ayudas, yo te ayudo. El castillo será tuyo, mientras tú seas mío.
— No sé yo si el trato sea justo, quizás no lo comprenda... Cuando hablas de enamorarte de mí, ¿a qué te refieres realmente? ¿Me quieres pintar en tus cuadros y escribir tragedias sobre mi persona en tus libretas?
— Es exactamente lo que quiero hacer... Quiero hacer de ti mi númen.
— Uhm... — Jungkook torció la boca y miró hacia el techo, hacia cada esquina superior, pensativo...
— Jamás he sido el númen de nadie, aunque he tenido varias musas.
— Oh, querido Jungkook... — sonrió lleno de dicha — Es una experiencia inolvidable y única; inspirar a alguien hace que te enamores del arte.
— Ya... ¿Y dicho arte eres tú? ¿Eso es lo que quieres decir?
— No, amor mío, el arte eres tú.
Jungkook no supo qué responder; quizás el torbellino de contestaciones en su mente se había hecho vasto y confuso.
— Noto en tus ojos, querido Jungkook, una gran tristeza similar a la niebla del jardín. De haber llegado aquí hace dos atardeceres, habrás sentido la melancolía del aire que respiramos tú y yo. Te siento; sé reconocer a alguien tan abatido como yo.
— Tienes razón, puede que no me quiera y por eso tampoco me siento vivo. Aunque no sabré plasmar mi dicha porque no soy bueno en nada, no como tú, que sabrías plasmar las emociones en pintura y letras.
— Oh... Querido Jungkook, hay muchas maneras de saber cómo sentirse completo ¿Te revelo una de ellas?— Si eres tan amable...
— Amar, mi querido Jungkook, la respuesta es amar. Enamorarse es sentirse vivo; amar es volver a la vida.
— Pero no sé amar. Nunca me he enamorado, ¿cómo sabré que estoy amando si nunca lo he hecho? Al menos tú, que me has dicho que no recuerdas cómo se sentía, cuando vuelvas a hacerlo, lo sabrás.
— Ahora lo estoy sabiendo.
— ¿Cómo?
— Porque te miro y eres hermoso. Te veo y te deseo. Eres como una escultura divina que ha cobrado vida, cada parte de tu rostro es perfecto y tu boca me inspira a escribir miles de poemas trágicos en tu nombre... Siento que te conozco aun sin conocerte, como si ya te hubiera amado, quizás en otra vida o puede que esté destinado a perder la cabeza por ti, querido númen.
— Eso ha sido... sorprendente.
— Es amor a primera vista, querido Jungkook, ¿acaso no lo conoces? Desde que te he visto, supe que debía entregarte mi esencia a través de nuestras primeras palabras intercambiadas.
Jungkook suspiró. Apretó con fuerza la libreta.
— Vaya, sabes hablar muy bien... — susurró — Está bien, aceptaré ser el protagonista de todas tus piezas de arte. Pero solo porque estoy aburrido, aunque no te prometo nada sobre el asunto de "enamorarme de ti".
— ¿Y por qué no?
— No creo que sea capaz de hacerlo. Nunca me he sentido así, como ya te he dicho.
— ¡Ay, querido Jungkook! No puedes enamorarte de nadie si no te dejas querer. Para amar... Debes dejarte amar para aprender a amar.
— Quizás esté roto.
— Entonces yo te arreglo, querido Jungkook... Soy un artista, ¿recuerdas? No hay nada que escape de mi creatividad — dijo dándose toquecitos en la cabeza con el dedo índice de su mano derecha.
— Buena suerte.
— Gracias, querido Jungkook, pero la belleza es todo lo que necesito — dijo al voltearse y volver junto al caballete y recoger uno de sus pinceles. El lienzo estaba en blanco, paciente pero ansioso de recibir el primer trazo. Sin embargo, cuando Taehyung se volvió hacia Jungkook para observarlo nuevamente, el joven había desaparecido — ¿Jungkook?
Hubo un silencio inmenso en la habitación. Por más que Taehyung buscara a su númen con la mirada y saliera al pasillo o clamara su nombre ayudándose del eco que habitaba en la casa, Jungkook no apareció. Taehyung bajó las escaleras, desde el desván hacia el penúltimo piso superior de la mansión; lo buscó en cada alcoba y baño; debajo de las camas y detrás de cada puerta, pero no lo halló. Bajó, seguidamente, al primer piso de la casa e hizo lo mismo pero no había rastro, sin embargo, al bajar a la planta baja de la mansión e ingresar a la sala llena de muebles cubiertos con sábanas, Taehyung oyó un cuchicheo.
— ¿Hola? ¿Jungkook? — lo llamó esperando respuesta alguna, pero las voces se multiplicaron y los susurros eran incomprensibles.
La puerta se cerró de repente, el ruido fue estrepitoso y Taehyung dio un respingo al voltear. Las voces provenían de seres invisibles que se movían de un lado a otro, por lo que tuvo que tomar cada sábana de los muebles y descubrir cada uno de ellos en busca de más intrusos, pero no halló nada. La habitación, la casa entera, se encontraba vacía.
Taehyung recordó a Jungkook, que había aparecido de repente y se había marchado tan inusualmente como llegó. Era conocedor de que la casa era grande y lucía lúgubre, y que el cementerio del jardín albergaba fantasmas a los que oía de vez en cuando, pero ninguno se había colado en su casa antes.
Se había enamorado de un fantasma; se había sentido inspirado por un muerto ¿Será que Jungkook también sabría que no estaba vivo?
⊰✽⊱
El tiempo había transcurrido desde entonces, aunque no para Taehyung, quien se sumió en sus deseos de retratar el rostro de Jungkook al más mínimo detalle sobre su lienzo. Pero a pesar de cada delicado trazo y cada pincelada amorosa, no podía plasmar con exactitud la condenada belleza del muchacho.
Día y noche se había pasado encerrado en el desván, el cual consideraba su taller. No había dormido lo suficiente, ¿el porqué? Pues porque, a pesar de ser un artista romántico y amante de las tragedias luctuosas y apasionadas, uno de sus grandes temores era conciliar el sueño.
Cuando dormía, se sentía fuera de su cuerpo, sin poder controlar lo que pasaba mientras se sumía en los brazos de Morfeo, porque cuando despertaba, se encontraba en la más profunda oscuridad del sótano... La única parte del castillo que odiaba y temía.
De la mezcla del carmín y una gota del blanco titanio, logró recrear el color de los labios de Jungkook; pero como bien sabía, las tonalidades reales, a pesar de parecer un color uniforme — quizás a veces más oscuro que otro —, no significaba que a la hora representarlo en el lienzo, obtendría el mismo resultado. A pesar de que lo había visto solo una vez, Taehyung había guardado en su memoria la belleza de Jungkook como el mayor de los tesoros, aun así, era la primera vez que su corazón sufría al no poder recrear su apolíneo gesto detalle a detalle.
Lo necesitaba enfrente. Necesitaba verlo tan cerca como pudiera, o mejor aún, anhelaba observarlo eternamente si le fuera posible.
Y así fue como alguna divinidad piadosa, que vivía sobre los cielos, oyó sus súplicas.
Taehyung escuchó el correteo de un par de infantes en el pasillo. Este fenómeno se había manifestado un total de tres veces desde que había visto a Jungkook, pero a Taehyung no le molestaba. Eran fantasmas inofensivos, pensaba que provenían de las tumbas que tenía en el jardín, aunque no sabía por qué hasta ese momento, no se habían manifestado.
Cualquier otra persona viviría con el temor en el cuerpo tras ver y oír las puertas cerrándose de la nada, o después de oír la risa de unos niños o los cuchicheos de varias personas a la vez durante unos segundos sin verlos realmente, pero a Taehyung no le molestaba. Él era alguien a quien le fascinaba la idea de convivir con seres paranormales porque representaban una de sus tantas pasiones y amores.
Salió del desván, donde se encontraba su estudio, y observó a lo largo del pasillo recordando que en aquel último piso de la casa no habían más habitaciones. Se asomó viendo el abismo y visualizó a Jungkook sentado en el rellano. Una sonrisa se dibujó en su rostro e iluminó su semblante. Lo miró del mismo modo que una delgada y ordinaria hierba observa a una magnífica rosa en medio de un campo arrasado por el fuego.
— ¡Jungkook, amor mío! — lo llamó, el aludido se giró para verlo. Taehyung bajó los escalones con mucha prisa hasta llegar a él — ¿Dónde te habías metido? He estado aguardando por ti pacientemente desde que te fuiste.
— No me he ido a ninguna parte — contestó.
— ¿Cómo que no? Desapareciste cuando te di la espalda, eso es de mala educación.
Taehyung observó su rostro lleno de confusión, pero el joven no mencionó nada al respecto.— Ven, querido Jungkook, ¡sígueme! Tenemos mucho que hacer.
— ¿Qué tengo que hacer? — preguntó con mucha curiosidad mientras lo seguía subiendo los escalones.
— Debes enamorarme.
⊰✽⊱
Taehyung había obligado al joven Jungkook a sentarse en un taburete frente a él y su lienzo. El boceto de la pintura no era preciso, pero era lo normal, aunque a Taehyung le había costado mucho dibujar a su númen tras solo haberlo visto una vez. Ahora que ya lo tenía a la vista, los trazos fueron más correctos y por fin los manchones del óleo iban tomando la forma correcta, con sus sombras que realizaban volúmenes sobre su cuadro.
Solo le había pedido que se quedara quieto el tiempo que tome el retrato, prometiéndole que realmente no se tardaba nada. Jungkook estaba aburrido y sentarse durante una hora o dos en el completo silencio, le resultaba aún más aburrido, pero, de vez en cuando, se distraía al ver al artista mirarlo cada vez que necesitaba verificar minuciosamente cada detalle. Cuando Jungkook se aburría trataba de mantener la concentración en cualquier cosa y esa vez se fijó en los ojos de Taehyung; en esos que eran tan marrones como la tierra húmeda del bosque, pero al mismo tiempo eran penetrantes, soberanos y pardos como los de un tigre. Las miradas eran breves, cada treinta segundos, fugaces como la luz de una estrella muerta, pero Jungkook se sintió inmerso en aquel ambiente donde el único sonido era su propia respiración y el trazo del pelo de los pinceles sobre la rugosidad de la tela tensa sobre el bastidor.
De un momento a otro, Jungkook arrugó la tela de las rodillas de su pantalón mientras en la piel de sus mejillas se expandía el dulce color rojo, tan rojo como los pétalos de una rosa. Taehyung sonrió al verlo sonrojado y Jungkook lo notó, aunque no sabía por qué lo había hecho, hasta que se palpó el rostro y sintió el calor de su cuerpo.
— ¿Ya has terminado?
— Aún no, pero puedes acercarte a ver. Me vendría bien tu opinión.
Jungkook se levantó del taburete y se aproximó al pintor, la primera impresión de su retrato lo dejó sorprendido.
— Vaya... — murmuró. Los trazos eran delicados y el pigmento apasionado; las mezclas que daban nuevos tonos se incorporaban a la perfección en su piel retratada. Aunque supiera que era una pintura y no una fotografía, sus ojos parecían albergar más vida que él mismo — Pensé que eras un chiflado pero realmente tienes talento.
Taehyung enarcó una ceja y lo miró con la ofensa escrita en sus ojos, a lo que Jungkook respondió con una sonrisa.
— Debe secarse, no tardará mucho.
— Hay mucha vida en tu pintura — dijo Jungkook —, mis ojos no brillan de esa manera. Normalmente, la mayor parte del tiempo me siento vacío pero a quien veo dibujado, a pesar de que tiene mis ojos, no soy yo.
— Es alguien a quien puedes aspirar ser.
— ¿De verdad crees que el amor nos hace sentir vivos?
— Sí. Las emociones lo hacen, el amor despierta las más genuinas emociones, alguna de ellas causan dolor y he ahí... la prueba más auténtica de lo que es sentirse vivo.
— El dolor... — murmuró Jungkook para sí mismo — Pero, si yo me pincho el dedo con la punta de una aguja o trastabillo contra los escalones de las escaleras y me hago daño, sentiré dolor ¿No es acaso lo mismo?
— No, querido Jungkook — respondió el artista al inclinarse hacia él, quien había elegido volver a tomar asiento en el enano taburete —, el amor es otro tipo de dolor.
— Otro tipo de dolor... — se quedó pensativo — ¿Y cómo es ese dolor? ¿Podrías explicarlo?
— Podría, querido Jungkook, pero no con las palabras salidas de mi boca sino con las escritas con mi mano o trazadas con mi pincel. Para un artista, que vive de la emoción, los sentimientos y la más sensible expresión, es más fácil desenvolvernos en nuestro ámbito para lograr desahogarnos.
— Ya veo, entonces escribe un poema.
Taehyung señaló las libretas polvorientas con la mano.
— Ya están escritas, querido Jungkook. Solo debes escoger una libreta y verás mi dolor impreso en cada una de sus hojas.
Jungkook no respondió, aunque levantarse e ir a tomar otra libreta, soplar suavemente para librarse de polvo y leer las primeras páginas, habían supuesto la mejor de las respuestas para el artista.
Antes de que el joven fantasma cogiera una de las libretas, el poeta detuvo su mano asiendo su muñeca.
— Te has llevado una libreta antes, ¿no es así?
— Sí, pero la devolví.
— Mentira, te habría visto hacerlo.
Jungkook señaló la libreta que se había llevado, y que resaltaba entre las demás por verse impoluta. Taehyung también la vio, sobre las demás pero no recordaba haberlo visto ingresar al estudio desde la última vez que lo vio.
— Bueno... Pues no has mentido, ¿cuándo la has traído?
— Hace unos días. No estabas aquí cuando ingresé
.— Oh... Debí quedarme dormido entonces — dijo con una sonrisa amable aunque era improbable, pero no quería que supiera, al menos no de aquella manera, que era un fantasma —, bueno, te dejo leer mi dolor esta vez. Cuídala bien, la libreta es como una caja de Pandora y mis sentimientos quienes ansían abandonarla.
— La cuidaré, es una promesa.
— No hagas promesas que no sabes si vas a cumplir. Por supuesto, preferiría que me devolvieras la libreta intacta, pero si ocurre algún percance, pues... Bueno, sé que habrás hecho lo que has podido.
Jungkook correspondió sus deseos con un gesto alegre. Sin embargo, cuando Taehyung volvió a darle la espalda para continuar con el lienzo, Jungkook volvió a desaparecer.
⊰✽⊱
Con la pluma entre sus dedos y la libreta abierta frente a él, Taehyung volvió a sentir una incesante soledad que lo abrasaba desde dentro, pero el calor que sentía era, irónicamente, frío. La soledad era fría.
Desde que había visto a Jungkook, no dejó de pensar en él. Cada segundo de su existencia le pertenecía; cada suspiro y pensamiento le correspondía, por eso, Taehyung decidió escribir nuevamente, pero a diferencia de las veces anteriores a su llegada, esa vez decidió que sería... distinto. Se inspiraría en él, claro, y cuando lo volviera a ver, probablemente le regalaría su poema.
A pesar de que se guiaba por su propia filosofía sobre amar y sufrir para existir, sabía perfectamente que el amor no dolía desde el principio porque habían etapas.
Cuando él se enamoró por primera vez, su mundo se sumió en una cálida burbuja donde solo existían los colores brillantes; las mariposas en vez de cuervos y cielos románticos antes que niebla.
Aunque no recordaba cómo había surgido, ni de quién se había enamorado, quería volver a sentir la idílica sensación. Quería volver a soñar despierto, y si el sufrimiento llegaba tarde o temprano, al menos que la caída fuera lo suficientemente dolorosa para que pudiera decir que había amado de verdad.
Con Jungkook sentía una conexión inexplicable, su rostro le trajo un recuerdo a su cuerpo y a su corazón que no sabía que había olvidado. El amor había surgido como una chispa en medio de una tormenta de invierno y se sintió atraído hacia él y hacia sus ojos como lo es una estrella a un agujero negro para ser devorada. Fueron tan solo unos pocos segundos para que su corazón volviera a latir como un recordatorio de que él también podría volver a vivir.
Sin embargo, había algo que le molestaba un poco. Jungkook aparecía y desaparecía cuando quería, no tenía idea de cuánto tiempo le quedaba cada vez que le veía, por eso, se esforzaba demasiado en retener hasta el más minúsculo detalle de su rostro en su cabeza, de esa manera, tan solo tras cerrar los ojos, podía verlo en la oscuridad.
Taehyung quería escribir, por ello, cerró los ojos y visualizó la mirada de Jungkook, luego su nariz, sus labios, su cabello y sus manos mientras la pluma trazaba las primeras letras que conformaron el primer verso del poema.
Entonces, oyó el sonido del piano.
Nadie lo había tocado hasta entonces, Taehyung no recordaba desde cuándo estaba en la casa. Como nunca lo había tocado, a veces no se percataba de que existía tal instrumento en algún rincón de la mansión. El castillo era grande, inmenso, y había sitios por donde Taehyung no pasaba, pero sabía perfectamente dónde se encontraba cada cosa.
Bajó las escaleras que lo condujeron al vestíbulo. Frente a la escalinata de mármol cubierto de polvo, se quedó pensativo mientras la canción lo envolvía entero y el eco, que la llevaba a cada escondrijo del castillo, también supo guiarlo hasta la habitación donde, al abrir la puerta que chilló debido a su antigüedad, encontró a Jungkook nuevamente.
Se aproximó a paso lento, cada pisada resonó tras la melodía del cordal avisando al pianista de que su artista estaba covergiendo hacia él.
Jungkook levantó un poco la mirada y sonrió, mas no se distrajo demasiado. Su vista se mantuvo clavada en el atril, donde reposaban sus partituras.
El piano era negro, una antigüedad preciosa. Taehyung lo recordaba con una sábana blanca por encima que lo protegía del polvo, de ahí que el teclado estuviera impoluto. La tapa estaba levantada y era sostenida por el soporte, de modo que el joven artista pudo observar las cuerdas y el bastidor en su interior, pero eso no era lo que le interesaba. Los dedos de Jungkook se movían con tanta elegancia, de manera rápida pero su destreza no parecía forzada porque sus dedos fluían como las aguas de un río o el viento en primavera. Jungkook parecía hacerse uno con la música, y eso le había sorprendido porque le había dicho que no era bueno en "nada" y que no podría plasmar el amor de una forma tan hermosa como Taehyung lo hacía a través de la pintura y la escritura.
Taehyung aguardó paciente, una vez que Jungkook concluyó con su sonata, volvió a dirigirle la mirada, pero esta vez no se dirigió hacia los pentagramas para continuar tocando.
— Eso ha sido precioso — comentó el artista aproximándose más hacia él.
— ¿En serio lo crees?
— Sí, lo creo. Ha sonado a amor. — le dijo al tomar asiento a su lado en el banquillo.
— No ha sido amor, solo música. Cuando haces algo en nombre del amor, debe ser sincero.
— ¿Entonces lo que has tocado no ha sido sincero?
— No he sentido la música.
— ¿Ah, sí? Qué raro, yo la he sentido — mencionó con una sonrisa, más tarde se dispuso a presionar varias teclas del piano que crearon una agradable melodía, a pesar de que no supiera tocar el piano, tras ver a Jungkook pudo memorizar los sonidos y el orden de las teclas.
— No sabía que pudieras tocar el piano — le dijo Jungkook mientras le observaba interpretar una leve pero preciosa melodía —, tienes las manos de oro.
— Y es verdad que no sé, he aprendido viéndote y oyéndote.
— ¿Cómo dices? — abrió sus ojos sorprendido — Vaya, tienes un oído impresionante. A mí me costó una eternidad aprender la canción que acabas de escuchar.
— Entonces ha valido la pena, ¿no? Porque la interpretación ha sido preciosa.
— Me parece que eres el único que piensa así. A mi padre no le parece suficiente.
— ¿Disculpa?
— Mi padre también era un artista, pero a mi abuelo no le gustaba que lo fuera. Esperaba que se convirtiera en abogado, matemático o médico. Algo que fuera útil.
— El arte es útil.
— No lo era para mi abuelo, por eso, mi padre intenta proyectar todos sus deseos en mí. Espera que me convierta en lo que él no pudo... A pesar de que mi sueño no sea tocar el piano.
— Entonces... ¿Qué es lo que te apasiona?
— La ciencia. Las estrellas. Los mundos... El cosmos... Pero ya es tarde para eso.
Taehyung bajó la mirada hacia el teclado y volvió a tocar un par de teclas, el silencio siguió presente un par de minutos, los suficientes como para que Jungkook comprendiera que Taehyung no sabía tocar más de aquellas cinco notas.
Jungkook no esperaba recibir aliento, ni mucho menos consuelo. Taehyung parecía bueno escuchando y su compañía le hacía bien porque se sentía bastante solo, al menos hasta que veía a Taehyung porque, de alguna manera, sabía que el artista podía comprender sus sentimientos.
Decidió, entonces, complementar la melodía del artista con otra más elaborada por mano propia. Le indicó que tocara unas notas cercanas a un ritmo específico, también le comentó el nombre de dichas notas para que se fuera familiarizando. Taehyung era muy inteligente, comprendió todo al pie de la letra en el primer instante. Al principio, solo era una melodía sostenidad que se intercalaba en notas cercanas mientras las manos de Jungkook recorrían cada rincón del piano; más tarde le indicó las siguientes notas, el ritmo y las pausas. Taehyung pensaba que era un buen profesor y Jungkook se dio cuenta de que el artista realmente tenía la capacidad de convertir en esperanza todo cuanto tocara.
Los dedos de Taehyung se movían con tanta agilidad, eran capaces de seguirle el ritmo a los de Jungkook y, sin percatarse de ellos, ingresaron dentro de una burbuja que los dejó en una perfecta y maravillosa sincronía. Jungkook no sabía escribir poemas, mucho menos sabía pintar los atardeceres más bellos, y aunque pensaba que no era lo suficientemente bueno tocando el piano porque no lo amaba, tras juntarse con Taehyung, pudo ver un pequeño vistazo de lo que era, o podría ser, el amor de verdad.
Fue como si se hubiera colado una corriente de ligero y suave viento que lo envolvía, pues la música parecía cobrar auténtica vida. Las pausas eran magistrales y, de un momento a otro, dejó de leer las partituras. Guiaba a Taehyung como quien guía a su amante hacia la inmersión de un cálido y eterno recuerdo; como quien guía a un enamorado hacia las nubes y lo deja flotando.
Jungkook jamás había sonreído mientras tocaba el piano, pero esa vez lo hizo. Tras cerrar los ojos, su sonrisa nació como lo hacen las flores desde un capullo. Taehyung lo observaba de vez en cuando, su rostro se veía tranquilo y sus manos dejaron de estar tensas y fluyeron como la música que estaban tocando. Taehyung también sonrió al sentirse pleno, por primera vez, tras solo conocer el terrible vacío.
La canción había llegado a su punto más alto, fue cuando los sentimientos surgieron de verdad.
Entonces no lo comprendió de inmediato, pero su pecho enardecía contento y su corazón latía con más fuerza cada vez que observaba al artista. Se dio cuenta de que sus ojos eran de un color pardo tan sublime y de que su mirada era seductora pero al mismo tiempo tranquila, quizás romántica, y brillaba de una manera tan especial. Se fijó en su boca, en su sonrisa y el color de sus labios; en el negro de su pelo y la suavidad de su piel. Se fijó en sus largos dedos que presionaban el teclado; tenía una mano bellísima, pero no le extrañó, después de todo, era como el rey Midas; no convertía en oro todo lo que tocaba, sino en arte.
Tras una breve pausa, justo antes de concluir la pieza musical, Jungkook y Taehyung se miraron a los ojos. Entonces, Taehyung descubrió que habían más detalles de su rostro que se le habían escapado porque cada vez que lo observaba, veía y sentía algo nuevo.
Hubo una especie de atracción. Mutua atracción. Taehyung no despegaba la vista de los labios de Jungkook, de la misma manera que Jungkook no podía dejar de ver su boca. Iban a besarse, estaban a punto.
La chispa había vuelto a surgir como si se tratara de combustión espontánea. Surgió en el corazón de Taehyung, y tan pronto como lo sintió, su cuerpo fue cobrando vida y calor. Cerró los ojos, eufórico e impaciente de probar los labios de su númen, pero el pequeño error de Jungkook los obligó a separarse.
Había tocado la tecla que no era y la melodía se desafinó.
— Oh...
Tras su breve expresión, la puerta fue abierta con mucha violencia. Había sido la primera vez que Taehyung se sobresaltaba. Sabía que no había la corriente de aire necesaria para empujar dichas puertas con aquella brutalidad, pero no vio que nadie estuviera al otro lado.
— Tengo que irme, mi padre está aquí.
— ¿Qué? ¡Espera, Jung-...! — en cuanto se volteó, el joven había vuelto a desaparecer.
Taehyung suspiró y masajeó sus sienes, estaba empezando a detestar que desapareciera de la misma forma cada vez que se encontraban.
⊰✽⊱
Jungkook había aparecido en la vida de Taehyung hacía dos semanas, pero era extraño porque sentía que había sido más tiempo.
Había aparecido un par de veces más después de la escena del piano, sobre todo para estimular artísticamente a Taehyung con el poema que estaba escribiendo y que, cuando concluyera, se lo regalaría.
La conexión que tenía con Jungkook, aquella sensación de que lo conocía hace bastante tiempo, era inaudita. Habían tantas cosas de él que Taehyung no podía comprender del todo, pero dudar de que era su amor predestinado, no era una de esas cosas. Quizás estaba demasiado desesperado, a tal punto de que no se daba cuenta, por enamorarse nuevamente; por sentir que estaba vivo, que estaba confundiéndose y en verdad no amaba a Jungkook, sino que amaba la idea que tenía de él. Amaba que fuera hermoso y que fuera el protagonista de todas sus composiciones y pinturas.
Cuando la niebla se había condensado en el exterior de tal manera que parecía estar varado en medio de la nada, Jungkook volvió a aparecer. Taehyung se encontraba apoyado sobre el alféizar de la ventana, mirando el exterior y tomando la niebla entre sus dedos, pero al igual que el amor, esta también se escapaba de sus manos.
Jungkook observó a Taehyung con una sonrisa, ya que por más que sus encuentros podían contarse con los dedos de una mano, se sentía grato de observarlo. Taehyung era hermoso, era apuesto y vestía de una manera elegante; eso siempre le hacía verle desde la punta de los pies hasta la punta del cabello.
Taehyung vestía una camisa blanca y holgada, Jungkook podía notar la silueta de su cuerpo a través de la fina tela de lino. El botón del cuello estaba abrochado y doblado al estilo boylston. No llevaba un chaleco encima como otras veces, sino que tenía tirantes negros de cuero marroquí y vestía un pantalón marrón.
— Querido Jungkook, buenos días.
— Buenos días, maestro.
— ¿Maestro? — Taehyung enarcó una ceja — ¿A qué se debe este trato?
— Eres un artista, y yo un novato. Es así como se les llama a los artistas, ¿me equivoco?
— No te equivocas. Me halagas.
Jungkook sonrió mostrándose tímido, aunque Taehyung no lo estaba mirando en ese momento. Taehyung tenía las manos sobre el borde horizontal de la ventana y Jungkook quiso tocarlo, estuvo a punto de tocarlo...
— Querido Jungkook, ¿quieres posar para mí?
— Va-vale...— Acompáñame, entonces.
Lo siguió sin preguntar demasiado, las suelas de sus zapatos resonaban con cada pisada que daba. Jungkook lo siguió hasta una parte de la casa que su padre le dijo que evitara a toda costa, por lo que se quedó inmóvil en medio del pasillo. Al percatarse de ello, Taehyung se detuvo y lo miró.
— ¿Ocurre algo?
— ¿Qué hay ahí? Mi padre no me deja ingresar a esa habitación.
— Es mi dormitorio — contestó.
Jungkook no dijo nada al respecto, el rostro de Taehyung le inspiraba confianza, por lo que le siguió hacia el interior. La alcoba era grande, con mucho espacio, aunque no tenía demasiados muebles; tan solo un lecho en el que cabían tres personas, aproximadamente, un armario enorme y un sutil escritorio cerca de la ventana cortinada cubierta de polvo. El dormitorio parecía abandonado, hasta las sábanas parecían sucias y antiguas.
Taehyung sacó ropa del armario y se la entregó a Jungkook.
— Traeré mis materiales, por favor, vístete con esto.
Tras dejar la habitación, Jungkook se dispuso a mirar cada rincón de ella. Su padre no estaba en la casa, ni sus hermanos o su madre, estaba a solas con Taehyung y eso hizo que su corazón latiera con mucha intensidad. Había telarañas en el techo, polvo sobre las almohadas, los cojines y las sábanas. También el suelo estaba sucio, muy dejado y la madera crujía bajo sus pies. Jungkook dejó las prendas sobre la cama. El armario se encontraba abierto, Taehyung tenía mucha ropa elegante que le daba ese toque victoriano y artístico que le fascinaba.
Comenzó desvistiéndose y dejando su ropa sobre las sábanas aun si estaban polvorientas. Se dispuso a ponerse la camisa blanca y se abrochó el botón del cuello, así como la de las mangas. Vistió el resto con un pantalón negro, una faja del mismo color y por encima, un chaleco tan rojo y brillante como la sangre, al igual que la chaqueta de cola larga y ceñida a su cuerpo, cuyos botones eran dorados. Jungkook se observó en el espejo y no se reconoció.
Cuando Taehyung volvió a la habitación con sus materiales y vio a Jungkook vestido con su ropa, sintió que un recuerdo, transformado en un doloroso sentimiento, lo abatió golpeándolo por dentro. Se quedó boquiabierto, admirándolo; enamorándose de nuevo... Tanta fue su emoción, que se le escapó una lágrima.
— Maestro... ¿Está usted bien...? — preguntó preocupado al verlo con la mirada enrojecida.
— Sí, lo estoy... — respondió no muy convencido — ¿Podrías ayudarme con esto? Por favor.
— Por supuesto.
Jungkook cogió el lienzo desde el bastidor con una mano y con la otra sostuvo el caballete. Taehyung le indicó que lo colocara frente a la cama, mientras él acomodaba sus materiales alrededor. Tomó la silla del escritorio y le dijo a Jungkook que se recostara en la cama con los cuatro primeros botones de la camisa desabrochados y lo mirara como un león mira a su presa. Jungkook le obedeció; se subió sobre el colchón, se desabotonó la camisa y se tumbó sobre los cojines y el respaldo de la cama. Taehyung le pidió que inclinara ligeramente su cabeza hacia la izquierda y que mantuviera la mirada en él con los ojos relajados.
Taehyung se aproximó nuevamente, se subió a la cama y sobre él a horcajadas. Tomó su barbilla y su cabeza para acomodarlo a su gusto; acomodó su cabello castaño y separó sus labios con sus dedos; el roce de su piel contra su boca estremeció al númen, quien lo miró con ojos de cordero hambriento mientras luchaba con el gesto de morderse los labios al tener a su maestro, tan cerca de él.
Jungkook no conocía a nadie más, ni siquiera podía salir de la mansión y Taehyung era con el único que podía dialogar, el único que podía comprenderle y, sobre todo, él único que lo hacía sentirse así. Quizás no fueron habladurías ni cuentos de hadas; quizás... Jungkook sí podría llegar a enamorarse del maestro.
Taehyung empezó trazando las primeras líneas para preparar la estructura y la proporción del cuadro. Esta vez no utilizaría acuarelas porque habían demasiados detalles que debían ser corregidos cada cierto tiempo, por eso, había optado por el óleo.
Jungkook, nuevamente, volvió a fijarse en su mirada concentrada. En sus ojos pardos tan bellos y en el sonido de sus trazos, que eran veloces y, sin duda alguna, excepcionales. Tras tener el primer boceto, Taehyung fue armando su paleta de colores utilizando solo cuatro tonos.
Primero comenzó perfeccionando los rasgos de Jungkook, sus facciones y las profundidades de su rostro; las sombras y las luces. Más tarde le dio forma a su cabellera y brillo a sus ojos. Con un pincel de fino pelo, le dibujó pestañas y después fue pintando manchas grisáceas y celestes con pequeños toques de blanco para dibujar las muñecas de la camisa junto a la piel descubierta de su pecho. Pintó de manera delicada sus dedos, la forma en la que su mano estaba acomodada; tonos salmones para las transiciones, y verdosos para las sombras. Al final comenzó con el escarlata de su abrigo y su chaleco, con naranja, marrón y amarillo para los botones dorados y colores tierra oscuros con pequeñas manchas de negro marfil para dibujar la faja y el pantalón.
— Maestro, ¿puedo preguntar una cosa?
— Lo que quieras, querido Jungkook.
— ¿Se siente desesperado por... amar?
Taehyung se detuvo en medio de los trazos borgoña de las sábanas de la cama.
— Sé más preciso, por favor.
— Para usted, amar es sentirse vivo. Entonces, no importa lo que pase o cuál sea la realidad del mundo en el que estamos, ¿de verdad estaría dispuesto a hacer cualquier cosa para sentirse... vivo? ¿Para... amar?
— ¿A qué te refieres? — preguntó tras volver a pintar.
— ¿Cree usted que los muertos pueden amar? ¿Pueden llegar a sentirse vivos?
Taehyung comprendió a lo que se estaba refiriendo y sintió tanta lástima por él.
Presionó con fuerza la mandíbula y expulsó un suspiro silencioso antes de dirigirle la palabra.
— A pesar de que no eres un experto en el amor, querido Jungkook; a pesar de no haberte enamorado antes, ¿crees que puedes llegar a amar? Todos deberían poder hacerlo, hasta un fantasma... ¿Por qué alguien creería que tiene el derecho de negarle el amor a otro alguien? ¿De sentirse vivo? A pesar de que ya no lo estén... Hay personas vivas que se sienten muertas, ¿por qué una persona muerta no podría sentirse viva?
Jungkook sonrió aliviado, aunque sus ojos se habían cubierto de lágrimas.
— Tiene usted razón, maestro, los muertos también deberían poder ser felices.
⊰✽⊱
Tras la última vez, hubieron otras veces.
La niebla seguía existiendo en el exterior como el aire que respiraba, pero Taehyung se había estado sintiendo más ligero. Desde que Jungkook aparecía más a menudo, pudo lograr concluir varios lienzos utilizando al joven como modelo. Quizás había sido el resultado de la promesa que le hizo cuando lo conoció, pero con cada trazo que daba y dibujaba su cuerpo, sentía que experimentaba varias chispas en su interior.
Eran como pequeñas explosiones de algo. De repente, había cambiado su manera de observarlo; de mirar sus labios, sus ojos, sus pestañas que bailaban de manera inocente cada vez que parpadeaba. De repente, su voz sonaba más dulce, y el tacto de su mano lo estremecía como se estremece un girasol cuando el sol está en lo alto del cielo.En la última sesión, Taehyung le había pedido a Jungkook se cubriera el cuerpo únicamente con las cortinas. Jungkook obedeció."Sí, maestro."
Y su doblegada voz le hizo palpitar el corazón; le hizo brillar el pecho como si fuera el contenedor de una abrasadora lava. Quizás Jungkook era consciente de lo que estaba causando en el maestro, por eso, en la última sesión, cuando le pidió que se cubriera el cuerpo con las cortinas, Jungkook lo había observado de tal manera como lo hace un dios a su sacrificio ofrecido; un depredador a su presa; con los párpados relajados y la mirada brillante y oscura cual cielo nocturno; con la boca relajada pero con una diminuta curvatura hacia un lado y los dedos sobre el belfo como si estuviera adherido a la piel de su barbilla, de manera que la hilera de sus dientes inferiores se notaban sutilmente.
Las cortinas se enrollaban en su cuerpo; cubrieron su hombro y el pectoral izquierdo, el pezón derecho estaba a la vista, así como sus brazos tonificados, su hombro derecho y su clavícula.
Taehyung lo había observado como siempre, cada cierto tiempo para capturar la imagen de su modelo y plasmarlo sobre el lienzo. Las cortinas era blancas, con un ligero tono amarillento, de suave tela que se ciñeron a la figura del númen. Tras concluir los trazos de las sombras y las luces, Taehyung se dirigió a su modelo y le dijo:— Puedes vestirte.
A lo que Jungkook sonrió y respondió:
— Carmín, maestro... Sus mejillas se han tornado carmín.
Taehyung palpó sus mejillas, su piel estaba ardiendo. No se sentía avergonzado, pero Jungkook lo sonrojaba a menudo; incluso cuando ni siquiera estaban juntos.
— Hace calor en esta habitación.
— ¿Eso es lo que cree?
— Es la verdad.
— Maestro, por favor, ¿podría acercarse?
Aunque vaciló en el primer momento, luego de unos segundos, dejó sus brochas en los vasos llenos de agua turbia y pigmentada. Se levantó de la silla y se aproximó al númen. Jungkook le sonreía; con una mano sostuvo la cortina y con la otra tomó delicadamente el rostro del artista.
— Maestro... Tengo algo que confesarle.
— Confiesa.
Aún con su sonrisa dibujada, Jungkook soltó las cortinas, dejando ver su cuerpo desnudo. Avergonzado, Taehyung trató de desviar su vista pero Jungkook, con la otra mano libre, lo tomó del rostro para mirarlo fijamente a los ojos.
— Quiero ser para usted lo que Tommaso Cavalieri fue para Miguel Ángel, maestro... Si los muertos no deberían ser privados del amor y el sentimiento de vida, entonces no creo que enamorarme de usted sea pecado.
— Querido Jungkook... — acarició su rostro con la mano derecha y Jungkook se regocijó ante el contacto de su piel fría — Ya eres dueño de todo mi arte; todos mis sonetos son para ti, todo cuanto haga y viva, es para y por ti.
— Entonces, maestro, toque mi piel, mi cuerpo; bese mi rostro y mi boca... Deséeme, maestro...
Taehyung bajó la mirada lentamente, sus labios tremulaban indecisos; a pesar de que quería decirle que su corazón era suyo, no podía hallar las palabras adecuadas si no tenía consigo su papel y pluma. Observó su boca, los surcos de sus labios y su arco de cupido; aquel lunar instalado debajo de su belfo y el tono rosáceo de su carne humedecida con su saliva... Mas, aunque supiera cómo le hacía estremecerse oír y sentir su respiración deslizándose sobre su propia boca, no había manera no escrita en la que pudiera decirle... "Sí, amor mío, te deseo... Te deseo como el aire que respiro, como la luna necesita al sol para poder brillar; sin ti es todo tan vacío y hay un terrible eco solitario aprisionándome cada vez que no te veo... Sí, amor mío, deseo tu boca, tu piel y tu cuerpo; deseo besarte todos los amaneceres y hacerte trepidar con mi respiración cerca de tu cuello mientras te tomo como mío y me fundo contigo..."
— Yo... Te deseo, querido Jungkook. Te deseo con toda mi alma, con todo mi amor...
— ¿Qué desea de mí, maestro? — susurró sin despegar la vista de su boca, sus dedos acariciaron los labios del artista y este besó ligeramente las yemas de sus dedos antes de darle una respuesta.
— Deseo besarte, querido Jungkook...
— Entonces, béseme.
Taehyung cerró los ojos cuando el joven númen se inclinó hacia él y pactaron su afecto con un beso de amor verdadero. Fue suave, cálido e íntimo; Jungkook acarició la piel de Taehyung con las yemas de sus dedos y Taehyung hincó sus uñas en la piel de su espalda para atraerlo hacia él. Jungkook jadeó sobre su boca, y su amante besó las comisuras de sus labios y fue descendiendo como lava sobre el terreno, esparciendo su calentura en cada rincón de su cuello; sobre sus clavículas y su pecho. Sus manos también, adheridas con fuerza a la piel del muchacho, subieron hasta sus hombros conforme el artista dibujaba futuros lunares en su pecho provocando que su inspiración temblara y gimiera como lo hace un osezno asustadizo en medio de un violento frío.
Y la inspiración era bella... Y sus gestos también lo eran. El querido y agraciado númen, curvaba sus cejas, mordía sus labios trataba de mantenerse cuerdo cada vez que respiraba, mientras los roces y los besos de su amo lo dejaban sin aliento. El joven inspirador; el ser de luz y dueño del corazón de su maestro, se sentía floreciente... Como una flor que expulsa el polen y abre sus pétalos hacia un nuevo mundo; como un ave que ha nacido trepidante y rompe su cascarón; como el naciente arcoíris embellece el cielo luego de una tempestad. Y el artista se sentía inmerso... Y sus latidos eran prueba de ello.
El romántico y seductor pintor se vio seducido por su propia inspiración; acalorado y sofocado de no poder poseerlo como un amante; impaciente de esperar abrazar su cuerpo y sentir que su alma doliente se enamorara una vez más del amor... Porque, como bien se sabe que un poeta escribe poemas en nombre del amor, Taehyung escribía los suyos en nombre de Jungkook. Y cada poema redactado por su puño y letra, eran títulos obsequiados a su númen, a quien veía como el amor encarnado.
— Oh, maestro... Siento que el corazón me va a estallar.
— Deja que estalle, luz de mi vida.
— Maestro... ¿Podría explicarle a este joven ignorante del amor...? ¿Por qué siente que en estos momentos no puede vivir sin usted?
Taehyung le robó un beso de los labios, uno muy fugaz, pero Jungkook se sintió drenado en ese instante. Tras pegar su abdomen desnudo contra su ropa, Jungkook soltó un suspiro que ahogó otro gemido y lentamente, el maestro lo recostó sobre la cama y se subió a horcajadas sobre él.
— Eso eso, querido Jungkook, porque estamos respirando amor.
— ¿Amor...? — Jungkook desabotonó la camisa del artista y deslizó sus tirantes hacia los lado.
— Sí, amor mío, tengo la certeza de que en este momento, estás tan enamorado de mí como yo de ti... Porque yo tampoco sé qué sería de mí si no estuvieras aquí conmigo.
Tras una sonrisa, Jungkook besó los labios de Taehyung y el beso se hizo íntimo, con un leve resplandor lujurioso, entre respiraciones y jadeos, entre los aromas de sus cuerpos y los elixires que bebían de sus bocas cual afrodisíaco que los envolvió y les nubló el juicio durante un rato.
— Ma-maes... tro... — dijo Jungkook con trémula voz — M-maestro... te-tengo frí... o...
Taehyung se separó de él; sus labios se habían vuelto púrpuras y su piel pálida. Tiritaba como una musaraña en medio de una gélida lluvia y aquello le asustó.
— ¿Qué te pasa? ¡¿Estás bien?! ¡¿Qué ha pasado...?!
— L-lo siento...
— Tranquilo, no pasa nada — Taehyung trató de ayudarlo. Corrió las sábanas y las cortinas, también encendió una vela que yacía polvorienta y con la cera casi derretida —. Cúbrete bien... Eso es, cariño... Vístete, ¿puedes hacerlo?
Jungkook asintió.
Volvió a ponerse su ropa con ayuda de Taehyung, quien frotó sus brazos con sus manos y se acostó al lado de él para abrazarlo, sin embargo, no dejaba de temblar.
— ¿Te sientes mejor?
— Sí... Estoy mejor... — fingió estabilidad en su voz, pero su cuerpo no mentía, se estaba poniendo tan frío como el de un muerto.
Y Taehyung quiso decir... algo, pero no pudo. Cerró sus ojos con fuerza y abrazó a Jungkook con la intención de brindarle su calor. Hubo silencio, cada cierto tiempo observaba a su amante para tener la certeza de que no se esfumara en el aire, pero estar en su cama, arropado y acompañado, le había dado un sentimiento de tanta confianza que... De un momento a otro, se durmió.
⊰✽⊱
La última vez que había visto el periódico, la fecha era el 1 de septiembre de 1906. Pero no le había importado entonces, pues arrancó un pedazo de papel para escribir una citación a su amante, el cual estaba sentado a su lado desayunando.
Taehyung se lo pasó por debajo de la mesa; reconoció el comedor, era el que estaba más próximo al la Sala de Ensayo donde su amante tocaba el violín durante horas, pero el eco de la casa era inmenso; por más que vivieran más personas con ellos, él podía escucharlo tocar desde el desván, donde tenía su estudio.
Siempre era ese sueño recurrente, del que no podía despertar. Y por más que quisiera observar el rostro de la persona con la que había hecho el amor aquella noche en el sótano, no podía hacerlo. Nunca podía.
Solo recordaba tener su cuerpo contra el suyo bajo la tenue luz de las velas; oír su respiración, sus jadeos, sus gemidos y sentir sus besos en su boca; el sudor de sus cuerpos tras morder ligeramente su carne y pellizcar sus glúteos. También soñaba que lo abrazaba y lo penetraba; que las embestidas eran rápidas y la espalda de su amante se arqueaba cuando lo tomaba del pelo y tener todo el espacio del mundo en su cuello para besarlo y besarlo tanto como quisiera.
Eso es... Era un sueño, pero los sentimientos eran auténticos. Se sentía en las nubes; se abría como un capullo en primavera y probaba todos los deliciosos sabores frutales con cada beso que le daba su amante y también experimentaba las más tiernas y cálidas caricias sobre su cuerpo al ser poseído por aquel otro hombre que, cuando lo miró a los ojos, con los mechones húmedos de su pelo pegados a su frente y el calor de su rostro aturdiéndolo severamente, vio a Jungkook en él.
Pero no pudo reaccionar, tras ver su boca entreabierta y sus mejillas coloradas, la puerta se abrió violentamente y los pasos que bajaban los escalones eran estrepitosos y amenazantes. Taehyung sintió aquel miedo intenso que lo hizo temblar, Jungkook, a su lado, trató de recoger su ropa y se levantó con lágrimas en los ojos.
— ¡¡Padre!! ¡Por favor, no! ¡Por favor, no! — trató de pedir piedad pero el hombre canoso y con el rostro expresivo e iracundo, apuntó a Taehyung con la escopeta y lo vio palidecer; abrir los ojos en grande mientras el desesperado Jungkook trataba de desviar el cañón de su amor... Pero el proyectil salió disparado y perforó el pecho de Taehyung.
En sus últimos segundos de vida, pensó en aquella pregunta que le había hecho a "Jungkook" antes de bajar al sótano para consumar su amor como todas las noches: "¿Sabes cuál es el mejor amor de todos?" Pero Jungkook no le dio una respuesta, le dijo que lo haría al día siguiente.
Pero el día siguiente no llegó. Tras el final de la pesadilla, Taehyung se despertó de sopetón y trató de respirar como si se ahogara. Se llevó la mano al cuello queriendo desabrochar el botón, pero su camisa estaba desabotonada. Tosió un par de veces y sintió que temblaba.
Se encontraba en el sótano.
Lo reconoció al instante, estaba más polvoriento, húmedo y todos los muebles tenían telas de arañas cubriéndolos.
Odiaba el sótano tanto como odiaba quedarse dormido, por eso casi nunca dormía, pero lo había hecho y su sonambulismo lo llevó al epicentro de todos sus miedos.
Taehyung no tenía miedo de los fantasmas o de los demonios, pero sí tenía miedo de la oscuridad del sótano porque revivía esa pesadilla constantemente. Sus lágrimas emanaron de sus ojos como cascadas al borde de un acantilado, su desesperación se manifestó en un ruidoso llanto y su trémula voz, pronunció el nombre de su amante; su único salvador... Porque así como el amor puede doler, también puede salvar.
— ¡Jungkook! ¡¡Jungkook, por favor!! ¡Socorro, socorro! — subió las escaleras tropezándose varias veces, los escalones parecían interminables y la única luz que había, era la que se filtraba por una diminuta ventana en la pared. La puerta estaba cerrada y no podía abrirla, así que golpeó con fuerza y siguió llamando a Jungkook reiteradas veces mientras trataba de salir girando el picaporte, sin embargo, fue inútil.
Tras un par de minutos luchando por salir y llorando de desesperación, oyó un sonido peculiar. El silencio hizo su infame presencia cuando Taehyung miró hacia abajo, hacia el final de la escalera. Había una columna que ocultaba aquello que estaba acercándose hacia él, pero sus oídos identificaron el sonido del arma cargándose y los pasos amenazantes de la silueta que se acercó al primer escalón. Lo vio parado al final, parecía observarlo, aunque en realidad no le viera la cara, pero sí vio la escopeta siendo levantada lentamente hacia él. Aunque no disparó, Taehyung sintió que tenía un agujero en el pecho del que emanaba sangre y se expandía manchando toda su ropa.
De nuevo, volvió a pedir ayuda. Golpeó la puerta con más insistencia y gritó como si se le hubiera arrancado el corazón. Su rostro se había enrojecido y sus mejillas se habían empapado de sus lágrimas. El miedo era indescriptible, estaba a punto de colapsar de pánico, entonces, cuando aquella silueta, cuya sed de sangre era evidente, subió los primeros tres escalones, Jungkook abrió la puerta desde el otro lado.
— ¿Maestro?
Tehyung se lanzó a sus brazos. Lo abrazó con tanta fuerza que Jungkook no comprendió lo que había pasado; observó el sótano varias veces pero no había nada ni nadie dentro. Estaba oscuro como siempre, pero Taehyung se comportaba como si el Diablo lo estuviera persiguiendo.
— ¡Me quiere matar, me quiere matar! ¡Jungkook, por favor, ayúdame! ¡Haz que se vaya! — sonó asustado y vulnerable.
Jungkook lo abrazó con fuerza y lo cubrió con sus brazos, observó por todas partes y pidió amablemente que se fueran. Taehyung no dejó de temblar en mucho tiempo, se aferró la ropa de Jungkook como un niño se aferra a la de sus padres cuando tiene un mal sueño. Por eso, Jungkook lo comprendió y decidió hacer aquello que su cuñada siempre hacía cuando sus sobrinos no podían dormir y tenían miedo... Cantarle una canción:
— Mister Sandman... Bring me a dream... Make him the cutest I've ever seen, give him two lips like roses and clover, then tell him that his lonesome nights are over... Oh, Sandman, I'm so alone... don't have nobody to call my own... Please turn on your magic beam... Mister Sandman, bring me a dream...
La voz de Jungkook fue capaz de disipar todo sus males; mitigó el dolor de su pecho y calmó su corazón. Se quedó junto a él hasta que las lágrimas dejaron de brotar, hasta que su alma se sintió en tranquilidad y no hubo nada que temer. La sangre también desapareció, no había tal herida en su pecho.
— Jungkook... — susurró.
— ¿Hmmm?
— Creo que me estoy volviendo loco...
— Si no estuviera loco, no se habría enamorado de mí, maestro — dijo con tanta naturalidad que Taehyung se quedó perplejo, como si lo hubiera insultado.
Rápidamente tomó su rostro entre sus manos y lo miró como un enamorado mira a su amor... Con los ojos sufrientes pero ardientes de la más eufórica felicidad.
— No vuelvas a repetir algo así, eres tú quien me ha dejado amarte. Y eres tú quien me ama a mí, eso sí es una locura...
— Entonces, ¿estamos locos los dos? — preguntó con una sublime sonrisa.
Taehyung se la correspondió y su cuerpo se despojó de todas las malas sensaciones que había experimentado hace un rato.
Pegó su frente contra la de su númen y asintió.
— Hemos perdido la cabeza, querido Jungkook... Y la hemos perdido juntos.
Jungkook besó sus labios, Taehyung correspondió sus dulces besos. El menor sostuvo sus manos con fuerza, cerca de su pecho para que pudiera sentir los latidos de su corazón para demostrarle que estaba vivo debido a él. Al separarse, Jungkook lo miró a los ojos.
— ¿Qué hacías allí abajo?
— Esto me sucede cada vez que me quedo dormido — respondió al sentarse a su lado, sin soltar su mano —. No me gusta dormir, por eso trato de mantenerme despierto como sea.
— ¿Por qué? ¿Qué hay allí abajo que tanto le asusta?
— Una pesadilla.
— ¿Qué... pesadilla?
— Estoy con otro hombre en el sótano, siento cómo estoy enamorado de él... Pero luego aparece otra persona a la que no puedo distinguir. Tiene una escopeta en la mano y el hombre al que amo trata de luchar contra el otro para que no me haga daño, pero tarde o temprano el arma se dispara...; no sé si es un accidente o a propósito. Luego, todo se vuelve negro y despierto en el sótano como ahora; no importa dónde me quede dormido, siempre despierto en el sótano... Y por eso me da tanto miedo.
— Entiendo... — susurró. Taehyung recibió un beso en la mejilla de su parte — Le rezaré a Sandman para que te mande un sueño bonito.
— ¿Sandman?
— Morfeo, el dios de los sueños, aunque en varias culturas de Europa lo conocen como Sandman. Alguien que vendrá a echarte arena mágica sobre los ojos para disipar todas las pesadillas.
— No quiero que venga otro ser, quiero que seas tú quien me ayude a conciliar el sueño.
— No tengo el don ni arenas mágicas para hacer aquello. No soy un dios...
— Pero eres todo lo que necesito — respondió al recostar su cabeza sobre su hombro —. Incluso si me pierdo en la pesadilla más profunda y no haya salida por dónde escapar, mientras tú estés a mi lado, estaré bien.
Jungkook besó su cabeza como gesto de comprensión, haciéndole saber que, la próxima vez que se durmiera, él lo rescataría de sus pesadillas.
⊰✽⊱
Quizás fuera porque estaban conectados de una manera que iba más allá de su entendimiento, o quizás fuera porque Taehyung no quería separarse de él — o porque Jungkook era más feliz a su lado — pero los siguientes días, ambos estuvieron juntos.
Jungkook había posado para Taehyung de diferentes maneras; con ropa y sin ropa; sosteniendo artilugios o a veces fruta; sonriente y enseriado. Jungkook le había mostrado todas las facetas que tenía, y con cada una de ellas, Taehyung se enamoraba más. Lo dibujó con acuarelas, óleo, carboncillo y tizas pasteles. También comprobó de cerca, por mano propia, el verdadero cuerpo de Jungkook. Los surcos de su piel, cada vello casi invisible que se erizaba con el contacto de sus labios sobre su abdomen, su pecho, su cuello o su boca.
El artista también había pintado su amor sobre la piel de su inspiración; le había besado la boca y cada dedo de las manos como también el empeine de sus pies mientras sus manos se deslizaba por debajo, desde su talón, hasta el final de sus pantorrillas; besaba sus rodillas, sus piernas, la prominencia de sus caderas, su ombligo hasta volver donde su amor fue pactado por primera vez: sus labios.
Jungkook dejaba que el maestro conociera cada parte de su cuerpo, quería que supiera cómo su piel reaccionaba cada vez que lo tocaba o respiraba cerca; quería que escuchara los latidos de su sufriente corazón, encerrado en su pecho, golpear con insistencia sus costillas con cada tacto o mirada suya.
El maestro también consentía que su inspiración, su amor, besara esas manos suyas con las que pintaba; que lo doblegara y lo domara. Dejaba que besara su cuello, y tocara su cuerpo como un músico toca su instrumento y se enamora en el proceso... Después de todo, Jungkook lo hacía sentirse vivo. Sentía que su boca era la verdadera brocha que pintaba sobre él una nueva realidad aislada de la soledad, sumida en el amor que, tarde o temprano, dolería, pero no le importaba mientras fuera el hombre que amara quien le destrozara el corazón.
Y así, los jadeos del artista fueron la mejor música para su estro; para su lira, su musa, su númen, su arrebato de pasión, su todo, quien se sometía a la merced de su hombre cuando este se subía sobre él y lo hacía suyo; a pesar del frío, siempre hallaba la cálida lucidez, aunque estuviera embriagado de amor.
Aquella vez fue la primera vez que consumaron su amor tras el pacto. Se sintió que había pasado demasiado tiempo desde entonces, aunque Taehyung sintió que había ocurrido al menos tres días atrás.
Un día en el que Taehyung estaba terminando de componer un poema, oyó música. Provenía desde la segunda planta y supo de inmediato que se trataba de Jungkook. Con una sonrisa en sus labios, bajó hasta el rellano de la escalera donde el joven lo estaba esperando.
— ¿Qué sucede?
— Maestro, ¿me concede esta pieza de baile? — le preguntó cortésmente.
Extendió su mano para tomar la del artista, quien posó sus dedos sobre los suyos sin pensárselo dos veces.
— Te lo concedo.
La música sonaba desde un tocadiscos que Taehyung desconocía de su existencia; tampoco conocía la canción, aunque reconocía el sonido de los violines, el contrabajo, el piano, un ligero violonchelo y el bandoneón. El ritmo era seductor, tan ambivalente como el rojo fuego y el rojo sangre.
Jungkook lo tomó de la cintura con una mano mientras Taehyung la reposó sobre su hombro y con la otra asió la mano de su pareja entrelazando sus dedos con los de él. Lo llevó al compás de la canción mientras sus espaldas se mantenían rectas; la elegancia era perceptible incluso para aquel que no viese, Jungkook lo hizo bailar, lo enredó en sus brazos, lo abrazó y le hizo dar un par de vueltas.
— Me gusta esta canción, nunca antes había oído algo igual — mencionó Taehyung.
— Se llama tango — respondió Jungkook.
Taehyung lo sostuvo de la cintura. "Tango..." repitió en su cabeza mientras Jungkook inclinaba su espalda hacia atrás y el maestro imitó su gesto y se quedó observando el cuello despejado del muchacho. Depositó un suave beso en el hueco que formaban su clavícula pero fue ascendiendo hasta toparse con los labios del joven, la música fue concluyendo al compás de sus besos.
— Tengo algo para ti — susurró cerca del lóbulo de su oreja.
Jungkook trató de apartarse pero Taehyung no le dejó, quería sentir su cuerpo pegado al suyo un poco más. Sacó un papel doblado de su bolsillo y se lo entregó en la mano. Solo después de eso, lo soltó.
— ¿Qué es?
— Léelo.
Aunque vaciló durante los segundos que le tomó desdoblar el papel, no dejó de sonreírle entusiasmado.
Diciembre, 1 de 1906.
Leyó la fecha y el corazón se hizo un puño en su pecho.
"Querido Jungkook;
Amor de mis amores, cantar de mis cantares y motor de mis pasiones ¿Qué puedo esperar de ti que no sea una inmensa felicidad eterna o la más dolorosa caída desde las aborregadas nubes del cielo? Que mi cielo eres tú; porque tú lo eres todo para mí.
Es verdad universal que el hombre codicia cosas bellas, como mi alma anhela tu cálido amor y belleza, y yo soy dueño de mis ojos avaros que desean tu cuerpo y tus labios. No ostento más aspiraciones que entregarme a ti, en alma y carne, y desear a los dioses oyentes tu más brillante salud, porque adoro el viento suave en mis mejillas cuando observo tus fulgorosas pupilas y sé que en ellas se esconden los más preciosos astros que me inspiran amarte incluso en las más oscuras pesadillas, o tras la más eterna muerte; porque soy un artista rendido a su perdición.
Y tú eres mi perdición, el abismo donde echo todos mis sentidos y donde descanso en ti.
Eres la única luz de esta era mía, porque mi corazón está en tus manos ya que te he confiado mi alma bajo la luna de Joseon... Porque nuestro amor ha de ser inquebrantable.
Siempre tuyo,
Tu maestro, Kim Taehyung."
Jungkook dobló la carta nuevamente con las lágrimas adiamantadas en sus ojos. Observó a su maestro con júbilo cariño.
— Oh, maestro... No sé qué decir...
— No es necesario que digas nada — intervino el poeta —, solo acepta mis sentimientos. No puedo expresarlos mediante el habla, pero sí mediante las letras.
Besó el papel, entonces...
— Es una promesa, maestro. También soy suyo.
— Oh, mi amado Jungkook... — Taehyung se había puesto tan feliz que no podía explicar cuán ardiente se había puesto su corazón. Besó las comisuras de los labios de su amante, después su boca y finalmente sus mejillas — Mi cuerpo se siente atraído hacia ti como no tienes idea, mi boca hacia tu boca... ¿Sabes lo enamorado que estoy de ti y del vaivén de nuestros labios cuando me besas?
— Puedo imaginarlo, maestro — respondió al abrazarlo —, porque yo también estoy enamorado de usted.
— Entonces... Quédate conmigo, Jungkook, quédate a mi lado para siempre. Hasta que las pesadillas me teman a mí o hasta que el mundo se acabe.
— Maestro...
— Prométemelo, por favor... — murmuró con la mirada cristalizada — No conozco nada más en este mundo salvo tu amor.
— Pero ha dicho que el amor es doloroso... ¿Y si llego a herirlo, maestro? ¿Sus sentimientos cambiarían entonces?
— Si algún día tu amor llegara a herirme, querido Jungkook, entonces sabré que te he amado más que a mí mismo. Si salgo herido, será porque me he entregado desprotegido a ti... Jamás te culparía por ello; por romperme el corazón, no si yo te lo he entregado primero.
— Pero no es justo que cargue con toda la culpa y el dolor...
— ¿Es que piensas hacerme daño, amor mío?
— No... Sería incapaz de hacerle sufrir.
— Entonces ya está — besó sus labios —. Yo creo en tu palabra y es la única prueba que necesito.
Besó sus labios de nuevo, Jungkook se entregó a él; en cuerpo, en carne y en alma. Y también le dio su corazón. Tras separarse del beso durante los segundos en los que sus respiraciones se sintieron tibias, Taehyung le preguntó una cosa:
— ¿Sabes cuál es el mejor amor de todos?
— El que salva.
⊰✽⊱
Los días pasaron como de costumbre, pero el castillo había cobrado vida a pesar de la densa niebla del exterior. La música sonaba alto, el piano cantaba sus melodías de manera sublime y Taehyung y Jungkook pasaban más tiempo juntos; a veces charlando, otras besándose, otras como artista e inspiración, y otras como Eros enamorado del amor.
Los días se habían vuelto cortos y las noches largas. Taehyung tenía miedo de dormir, aunque Jungkook le prometió que se quedaría todas las noches a dormir junto a él para protegerlo de sus pesadillas; pero ellas siempre terminaban ganando y Taehyung despertaba desesperado en el sótano, recreando ese dolor y temor cuando aquella sombra lo apuntaba con la escopeta. Pero, a pesar de que era difícil para Taehyung enfrentarse a sus miedos, con ayuda de Jungkook fue consiguiéndolo poco a poco.
— El sótano es parte de la casa — le dijo una vez que bajaron —; hay polvo, telarañas y humedad. Pero no hay nada que temer... Los monstruos no son reales, solo habitan en tu cabeza.
— Pero... — tomó sus manos — Aun así, sigo temiendo. No al asesino o a la oscuridad, sino al dolor... El dolor que siento antes de que me disparen. Se siente tan real.
— ¿Puedes explicarme cómo duele tu pesadilla?
— Duele como... si fuera a perderte.
— No me perderás, te lo he prometido — besó sus labios —. Cuando tengas miedo, piensa en mí. Llámame. Yo apareceré y te salvaré de este infierno, de esta prisión... Porque ese es el amor en el que creo.
Taehyung colocó su mejilla sobre la mano de su amado y sonrió más tranquilo.
— ¿Te cuento una historia? Una de fantasmas — sugirió Jungkook y Taehyung asintió.
«Érase una vez... Un joven atrapado en un castillo vacío y embrujado. Él creía que estaba rodeado de fantasmas; oía pasos, voces y también las puertas cerrarse de golpe, pero no le importaba, en la inmensa soledad en la que se hallaba, se sentía acompañado. Un día, ese joven conoció a otro y se enamoró profundamente de él, pero no podía acercarse a su amor porque era un fantasma... Y como el fantasma que era, jamás podría estar a su lado porque su amor estaba vivo y él no.
Un gran dolor lo tenía prisionero y atado al castillo, el lugar donde había muerto. Rezó tanto a la luna, a todos los dioses con la esperanza de que alguno lo oyera, y entonces, alguien lo oyó.
"¿Por qué estás triste?" Le preguntó Morfeo, el dios de los sueños "¿No puedes conciliar el sueño? ¿Quieres que te ayude a dormir mejor?""Es que tengo una pesadilla" contestó el chico "Una donde pierdo a mi amado para siempre... ¿Qué debo hacer, señor Sueño?" Preguntó "¿Debería quedarme enamorado de mi príncipe durante cientos de años, en silencio, o quizás...?"
"Sabes, joven humano, si no te sueltas de tus cadenas, habrás perdido a tu amante para siempre" respondió Sueño.
"¿Qué cadenas, mi señor?"
"Esas cadenas que te atan a esta casa, a tu lecho de muerte... Realmente, no eres un fantasma, pero sientes demasiado dolor y rencor que no te das cuenta de que, la única manera de ser libre, es perdonando; si tanto amor tienes que dar, debes perdonar y superar tus miedos, o de otro modo, las pesadillas siempre te perseguirán."
"¿Cómo sabe usted todo esto, señor?"
"Soy el dios de los sueños, joven humano, y sé todo con lo que sueñas cuando duermes; más allá de las pesadillas que ves al cerrar los ojos, sé todos tus sueños."
"Pero, señor Sueño, ¿y si al despertar de mis pesadillas el mundo es aún más terrorífico? ¿Y si mi alma se vuelve tétrica...? ¿Y si mi amado me abandona? ¿Y si no vuelvo a sentirme vivo?"
"Entonces yo estaré allí, joven humano, para esparcir mi arena mágica sobre tus ojos y cumplir todos tus sueños. Mientras tu amor sea sincero, no habrán más pesadillas a las que temer; mientras aceptes la realidad que te rodea... Los días serán coloridos y la niebla se habrá ido también." »
— Qué bonito cuento...
— Sí, así que piensa en ello cuando te sientas acongojado. Yo siempre estaré vertiendo arena mágica sobre tus párpados para que tus sueños sean hermosos y descanses en paz.
Y tras un beso en la frente, Jungkook desapareció de su vista... Como el aire, como el polvo... Como el fantasma que Taehyung creía que era.
⊰✽⊱
En su mente guardaba los recuerdos de Jungkook; veía sus retratos, sus dibujos; los bocetos de carboncillo de sus manos sobre el papel texturizado. Aunque su númen no había aparecido en mucho tiempo tras la última vez.
Tenía su retrato dibujado en un pedazo de papel y con eso dormía para sentirse acompañado. Las pesadillas sanaron desde que Jungkook le había contado ese cuento, sobre Morfeo y su arena mágica de los sueños. Dormía abrazando el papel contra su pecho y al día siguiente, despertaba en su habitación; no más sótanos, no más fantasmas del pasado ni pesadillas.
Jungkook tenía razón, el mejor amor es el que salva.
Las mañanas eran claras, a pesar de la niebla en el jardín que nunca parecía desaparecer, su casa se veía más viva porque él se sentía vivo. Las noches eran tranquilas y cálidas, sin malos sueños, solo... amor.
Un día, Taehyung despertó como de costumbre; había comenzado a dormir más a menudo y su ánimo estaba por las nubes. Se levantó y se cambió de ropa; una camisa de lino con volados al final de sus mangas y un pañuelo con encaje en lugar de corbata. Vistió un chaleco marrón oscuro de botones negros, un pantalón del mismo color y botas oscuras.
Se dirigió al desván para continuar con su última obra, la cual era un regalo para Jungkook, pero al entrar se encontró con que todos sus materiales; sus pinceles, sus lápices, sus brochas, sus carboncillos, sus lienzos, sus papeles, su tinta y pluma, habían desaparecido. La habitación estaba... vacía.
Tambaleó al principio, su respiración se volvió acelerada y sus pasos erráticos. No podía creer lo que estaba viendo, o quizás, lo que no estaba viendo. No había rastro de nada, ni siquiera estaban los muebles y sus libretas también habían desaparecido. El suelo, que estaba sucio de óleo, de tizas y grafito, estaba limpio.
— N-no... ¡No, no, no! ¡¿Qué ha pasado?! ¡No! ¡¿Dónde están mis cosas?! Mi... — sus lágrimas brotaron de sus ojos al sentir que la desesperación lo consumía entero, como el fuego consume al papel. Tal fue su exasperación, que se había cogido mechones de su pelo mientras trataba de conciliar alguna respuesta razonable, pero no hubo caso — Jungkook...
El piano comenzó a sonar. Reconoció la melodía al instante, era "el primer movimiento" de la sonata de claro de luna por Beethoven, tocada por Jungkook que, a diferencia de la primera vez que lo escuchó tocar, esta se sentía cargada de sentimiento; de una exuberante tristeza.
Bajó las escaleras, los tacones de sus botas hicieron mucho ruido en el camino pero se detuvo frente a la entrada abierta, junto a la escalinata, y vio a Jungkook tocando el piano.
Lo primero que notó, fue lo diferente que vestía porque parecía del ejército y su aura era melancólica, lo corroboró al observar su rostro enrojecido. Pero entonces se dio cuenta de que sus cosas no eran lo único que faltaban en la casa; las cortinas y los muebles habían desaparecido, lo único que quedaba era aquel piano negro de cola.
— ¿Por qué has tardado tanto en volver...? — le preguntó, a lo que Jungkook respondió interrumpiendo su recital de manera abrupta; tocando las teclas más graves que lograron sobresaltar al artista.
— ¿Yo...? ¿Yo he tardado en aparecer? — masculló.
Taehyung nunca lo había visto de aquella manera, vio las gotas de sus lágrimas sobre el teclado y supo que estaba pasando por un mal momento, aunque no sabía por qué, trató de apoyarlo al sentarse a su lado y lo estrechó con sus brazos. Jungkook sollozó con más fuerza, tomando sus manos y dejándose abrazar.
— Mi padre... Mi padre ha muerto, se ha suicidado — le confesó.
— Lo siento mucho, amor mío... — dijo de todo corazón para tratar de consolarlo.
Jungkook lo miró a los ojos y curvó sus trémulos labios en una sonrisa.
— ¿Por qué te disculpas? No ha sido tu culpa... Nada de lo que te ha pasado... ha sido culpa tuya.
— ¿A qué te refieres? — preguntó, pero se concentró en su traje y en su pelo corto — ¿Por qué estás vestido así?
Jungkook ensanchó su sonrisa y tomó el rostro del maestro entre sus manos. Lo observó como quien observa a la muerte tras una longeva vida, y luego lo besó en los labios.
— ¿Recuerdas a tu primer amor? A ese que me dijiste que amabas antes de conocerme y te dejó vacío.
— ¿A qué viene esa pregunta? No entiendo...
— ¿Lo recuerdas?
— Soñaba con él, aunque nunca pude ver su rostro — contestó —... Miento, sí, vi su rostro una vez... Aquel día cuando me rescataste del sótano, soñé con él y le vi la cara; se parecía a ti.
Jungkook mantuvo su sonrisa, aunque sus labios temblaron advirtiendo su inminente llanto.
— Mi padre se acuerda de su primer amor también, ¿quieres que te hable de él? Así tendremos más tiempo antes de que me vaya.
— ¿A dónde vas...?
— Eso no importa ahora... ¿Quieres que te hable del primer amor de mi padre?
— Sí...
— Mi padre amaba a un hombre tan hermoso como los atardeceres y tan brillante como el ámbar. Me dijo que sus ojos eran pardos, seductores y llenos de amor por ofrecer... Ese hombre también lo amaba; se amaban en secreto. Mi padre amaba el arte tanto como lo amaba a él y ese hombre tomó a mi padre como su fuente de inspiración; lo pintó en sus cuadros, lo talló en piedra, barro y madera; lo dibujó en sus cuadernos y escribió poemas en su nombre.
— Jungkook...
— Se amaban tanto que lo único en que pensaban era en escapar para vivir su amor... Pero, entonces, mi abuelo los descubrió y ellos tuvieron que separarse...
Jungkook gimoteó. Apretó los ojos y sus lágrimas se desprendieron de sus pestañas. Taehyung secó sus mejillas, trataba de calmar su llanto pero fue en vano tras lo siguiente que dijo:
— Siempre he pensado que quizás solías pensar en tu primer amor como mi padre pensaba en el suyo; imaginaba que aún seguías enamorado y que tu corazón daría un vuelco si algún día lo llegases a ver, aun si decías estar enamorado de mí, me preguntaba si me amarías, alguna vez, más que a tu primer amor.
— Oh, amor mío... Yo ni siquiera recuerdo su nombre. Él ahora solo es un recuerdo atrapado en una pesadilla... Una que, gracias a ti, ya no he vuelto a tener.
Taehyung besó sus mejillas, le dio tres besos cerca de la comisura de sus labios.
— Mi padre, desde la última vez que lo vio hasta el último día de su muerte, no dejó de escribirle cartas. Leí todas las cartas... Hasta la última — dijo al coger un pequeño cofre lleno de sobres y papeles.
Se la enseñó a Taehyung, quien cogió uno de los sobres. La fecha era de 1917 y eso le pareció extraño; habían demasiadas cartas pero su mundo se derrumbó cuando descubrió que el destinatario era él mismo; era "Kim Taehyung."
— Esta última carta es para ti.
Jungkook le entregó la nota de suicidio de su padre. Las manos de Taehyung temblaron, tenía miedo de abrirla pero hizo de tripas corazón y comenzó a leer.
Diciembre, 31 de 1958.
Hace bastante tiempo, cuando era joven, me enamoré por primera y última vez.
Siempre estaba pendiente de mis estudios, de las enseñanzas de mi padre sobre el trabajo y las de mi madre respecto a la religión. Recuerdo que siempre estuvo presionándome para que fuera un chico bueno, y lo era, supongo... Hasta que llegó él a casa.
Su historia estaba llena de tragedia; su madre se había suicidado y su padre, que era el mejor amigo del mío, cayó en bancarrota y huyó. Él, por supuesto, tenía dinero; era un artista en auge y sus pinturas eran preciosas. Durante mucho tiempo vivió en Europa y expuso su arte en museos un par de veces. Era astuto, descarado y sabía lo que quería y cuándo lo quería; era todo lo contrario a mí. Quizás por eso nos sentimos atraídos el uno por el otro desde el primer momento.
Siempre me han gustado los hombres, como amantes y como compañeros sexuales, nuncs estuve interesado en las mujeres pero mi hambre sexual estaba atento a Kim Taehyung, el artista que iba a vivir con nosotros una temporada mientras preparaba sus siguientes obras de arte. A mi padre le caía bien; era elocuente, desvergonzado y muy culto. Le gustaba el arte tanto como a él, a mí no me gustaba pero Taehyung hizo que amara el violín tras inspirarme. Él hizo que amara la música a través de nuestro romance; él me inspiraba y yo lo inspiraba a él.
Mi padre creyó que era una buena influencia al principio, pero quizás yo lo hice demasiado evidente porque lo miraba como debería mirar un hombre a una mujer; con deseo, con pasión y amor. Deseaba el cuerpo de Taehyung y que me correspondiera los suspiros, quería ser más que su númen para él... Quería, aunque supiera que era imposible, vivir con él como marido y esposo; quería formar una familia y no solo conformarme con besarlo cada noche en cada recóndito sitio de esta casa... Quizás debí ser más discreto, más sensato o puede que, si no me hubiera enamorado de él o hubiera sabido cuándo parar, él seguiría vivo... Pero el corazón no sabe de condiciones.
Un día, busqué a Taehyung por todas partes pero no lo encontré. Sus materiales seguían en el desván como siempre, pero él no estaba por ninguna parte. Mi padre me dijo que nunca más lo volvería a ver; me dijo que se había ido con un buen fajo de dinero y que nunca más volvería. Me dijo que me olvidara de él, que sabía lo que me había hecho y que encontraría la manera de curar la aberración que había hecho conmigo. Y yo, como un tonto, le creí... Creí que se había ido, pero no por un soborno, sino por miedo; y pensé que era extraño que no se hubiera llevado nada consigo; ni sus materiales, ni sus lienzos, ni sus libretas... Sin despedirse. Pero creí en las palabras de mi padre, quien me mandó a un reformatorio para "arreglarme" y me consiguió una esposa nada más salir de allí. Creí que Taehyung me había abandonado y, en vez de sentir despecho, recé para que le fuera bien. Incluso después de que muriera mi padre y yo ya hubiese formado una familia, lo busqué por todas partes pero nunca lo encontré.
Tuve a mi último hijo, Jungkook, a los cincuenta y cuatro años. Mi esposa falleció en el parto y yo no podía ocuparme de él, así que mi nuera lo hizo. Me recordaba a mí cuando era joven, incluso en las fotografías cuando tenía la edad con la que conocí a Taehyung, él era tan parecido a mí... Por eso cometí el mismo error que mi padre; lo obligué a que tuviera pasión por el arte porque quería revivir aquellos momentos con mi gran amor. Quería que Jungkook se convirtiera en un hombre como Taehyung, talentoso y amable, y que tuviera confianza en sí mismo. Por eso lo traje aquí, a esta casa donde reviví todos mis recuerdos y creí oír la voz de Taehyung de vez en cuando. Pensé que su ausencia, sumado a lo mucho que lo echaba de menos, me estaban volviendo loco... Pero entonces empezaron los sucesos extraños; los pasos, las voces, las cosas que se movían de repente o aparecían en otros sitios de la casa... Siempre había pensado que la casa estaba embrujada, incluso cuando Taehyung vivía, pero nunca imaginé que el espíritu que nos rondaba era el suyo propio.
Veía a mi hijo hablar solo y oía a mis nietos hablar de un joven que vivía en el desván. Un día oí golpes en la puerta del sótano, Jungkook la abrió y se comportó como si alguien estuviera a su lado. Evidentemente, al verlo charlar solo, me preocupé y le pregunté con quién hablaba y él me confesó que en la casa vivía el fantasma de un artista desorientado que no sabía que estaba muerto; que un hombre lo había matado en el sótano y que creía que los recuerdos sobre su muerte eran una pesadilla.
Comprendí que hablaba de Taehyung.
Nunca antes lo había mencionado, ni siquiera a mi esposa, quien se volvió mi mejor amiga hasta el día de su muerte, así que no podía entender cómo es que Jungkook sabía de Taehyung. Pero, aunque hubiera sido verdad o no que su fantasma deambulaba por la casa, me sentí culpable... Porque en ese momento lo comprendí; Taehyung no se había fugado; no sin sus libretas, sin sus materiales o sin mí... Mi padre lo había matado por mi culpa. Por eso la casa nunca había sido vendida y tampoco nunca volvimos a ella; nos vimos obligados a mudarnos a la ciudad de la noche a la mañana porque el cadáver de Taehyung estaba en el sótano.
Yo había vivido una nueva vida, había formado mi familia y creí en las palabras de su asesino sin pensar en otras posibilidades... Supongo que pensaba que mi padre sería incapaz de matar al hombre que amaba, por más en contra de nuestra relación que estuviera, elegí creer que mi amante me abandonó a que mi padre fuera un asesino.Hoy es su cumpleaños.
Hoy hicieron el levantamiento de su cadáver. Sus restos se habían podrido en el sótano... Estuvo solo durante cincuenta y dos años, en medio de la oscuridad, de la humedad, del polvo y las telarañas. Estuvo cincuenta y dos años siendo un fantasma en esta casa por mi culpa.
No puedo cargar con esto en mi consciencia. Debería seguir vivo y pensando en todo el daño que le he causado, pero he soportado la infelicidad que me trajo su ausencia, creyendo que lo volvería a ver antes de mi muerte, pero ahora que sé que se ha quedado en sus veinte años para siempre, no puedo soportar la idea de que nunca pudo vivir su vida alguien que merecía vivirla. Por eso y más, me despido de mis hijos y mis nietos; si Taehyung alguna vez logra perdonarme y es verdad que su fantasma vive en esta casa, espero poder verlo una vez más...
Lo siento.
Os amo, hijos y nietos míos; te amo, Kim Taehyung.
Adiós.
Jeon Jungseok.
— Tu padre...
— Murió en el hospital.
Taehyung arrugó la nota y lloró desconsoladamente.
— No es... Verdad... Yo no... ¡Yo no estoy muerto! ¡No estoy muerto, no estoy muerto! — gritó furioso y el soporte del piano se cayó provocando que la tapa hiciera un fuerte ruido — ¡Esto no puede ser verdad..! No es verdad, no lo es...
— Cada vez que yo desaparecía para ti... Realmente eras tú desapareciendo delante de mí.
Taehyung se levantó del banquillo, lloró y retrocedió varios pasos.
— ¿C-cómo puedo estar muerto...? ¡Te besé! ¡Te toqué! Hemos hecho... el amor...
— Siemrpe he visto cosas que los demás no podían... Mi abuela siempre decía que los fantasmas que no saben que están muertos, tienen la capacidad de dejarse ver y tocar por los vivos...
— No, no... Es imposible... No puede ser verdad... No estoy muerto...
— Estás muerto, Taehyung, llevas muerto cincuenta y dos años. Nunca ha habido niebla en el exterior, solo tú eras capaz de verla.
Y el tiempo... Sigues creyendo estar atrapado en 1906, probablemente despertaste creyendo que era el 2 de septiembre y todos estos años te parecieron días, semanas... Unos pocos meses...
— Pero yo no recuerdo haber muerto...
— Hay personas que suprimen recuerdos traumáticos. Tu muerte fue traumática e injusta, por eso tus pesadillas se sienten tan reales, porque son recuerdos y... Tu asesino... fue mi abuelo... Oh, Taehyung, lo siento tanto...
Taehyung oyó el llanto de Jungkook, sus sollozos y también lo vio arrodillarse ante él para pedirle perdón en nombre de su padre. Pero Taehyung estaba tan consternado que no podía asimilar todo lo que le había contado, así que la única pregunta que salió de sus labios, fue: — ¿Por qué vas vestido así?...
Jungkook vaciló en responder. Había llorado tanto que su mirada se había enrojecido.
— Me voy a la guerra, a Vietnam.
Taehyung reaccionó entonces, lo miró como una madre mira a un médico que le acaba de anunciar el fallecimiento de su hijo.
— ¡No! ¡No puedes irte! — lo tomó del brazo — ¡No puedes dejarme, no puedes! ¡Me lo prometiste!
Forcejearon un rato, Jungkook lo abrazó cuando se liberó de él y fue entonces cuando la realidad golpeó a Taehyung como nunca antes lo había hecho. Se desmoronó en los brazos de su amado, aquel que lo abandonaría de nuevo; sintió impotencia, tristeza, ira y, al mismo tiempo, un vacío terrible. Sus lágrimas brotaban como cascadas y su llanto hizo eco en la casa de una desgarradora manera. También, el pecho y el corazón le dolieron como si ardieran o como si tuviera un hueco en su cuerpo... Y es que, a medida que iba haciéndose a la cruel realidad y aceptando su muerte, las heridas de los perdigones resurgieron y de ellas emanó sangre.
— Lo siento mucho... Lo siento, lo siento... Te amo, Kim Taehyung, te amo más que a mi vida — dijo Jungkook mientras besaba su cabeza y lloraba al mismo tiempo — Pero este no es tu sitio, cariño... Tú debes descansar, has sufrido suficiente.
— No... — negó con la cabeza reiteradas veces, el pecho le dolía, la herida le dolía como si fuera a morir — Por favor, no... No me dejes...
— Lo siento...
Jungkook lo soltó. Taehyung hizo todo lo posible para mantenerse en pie con su pecho ensangrentado y su herida al rojo vivo.
— ¡Jungkook, Jungkook! ¡Vuelve, te lo suplico! ¡Te lo suplico, por favor, no me dejes! ¡Eres lo único... — lo siguió, pero cuando puso un pie fuera de la mansión, esta lo tragó de vuelta y volvió al vestíbulo — que tengo...!
No podía salir de la mansión, estaba atrapado. La niebla que cubría el exterior no lo dejaba ver más allá.
Jungkook se marchó.
Y Taehyung se dejó caer en el suelo, su sangre se esparció sobre la madera tras aceptar su cruento destino.
— Jungkook, por favor, vuelve... — susurró mirando al techo, ahora sintiendo cómo el tiempo se volvía lento y los días y las noches se volvían una completa tortura — No me gusta el dolor de tu amor... Por favor...
La sangre que brotaba de su herida parecía eterna y la herida dolía a rabiar, pero no más que su pérdida.
— Vuelve... Devuélveme el corazón...
Oh, entonces supo cómo era enamorarse de nuevo; cómo era estar en las nubes y caer al vacío. Supo qué dolía más que la muerte; el amor.
Solo el amor dolía así.
¡Hola! Si habéis llegado hasta aquí, os agradezco infinitamente por darle una tercera oportunidad a esta historia (y si sois nuevas leyendo, también os las doy como no os imagináis).
No ha sido fácil, perder la cuenta y luego la historia. Lo que más me ha dolido fue perder vuestros comentarios, pero bueno... Confío en que vuelvan con el tiempo. ❤️
¡Gracias por haber leído la primera parte de esta historia! ¿Qué os ha gustado más? ¿Tenéis alguna opinión sobre los personajes o la trama? Aunque apenas inicia.
Agradezco mucho a SamanthaHirszenberg porque sin ella, jamás habría existido. Es mi musa y la inspiración para esta primera parte, ha sido ella. ¡Gracias por existir, te adoro y te admiro muchísimo!
Nos leeremos en el capítulo dos. En total, esta historia tiene alrededor de 14 capítulos, por lo tanto, disfrutad del viaje. 😊💜
Con amor, dulces sueños en los brazos de Morfeo. 🪷✨️
— SantoDiavolo.
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