Capítulo 9
Admiraba el vestido verde esmeralda que me había enviado Antonio demasiado ceñido, con un escote en la espalda y de hombros descubiertos. Cuando me dijo que yo luciría un diseño exclusivo, jamás pensé que se refería a eso.
— Cero ropas interiores — habló Ángeles haciendo a un lado mi braga y solté el aire preocupada. — Te verás hermosa, quedarás como una diosa ya verás.
— Muestro demasiado, no tuvo en cuenta que estaré trabajando. — dije y alcé las zapatillas — mis pies quedarán destrozados al final de la noche.
— Yo quiero un jefe que me mime así, ahora deja de quejarte y siéntate. — me ordenó y negué con fastidio.
— Ese atuendo me meterá en problemas. — lo que quería decir era que Aidan podría estar por allí y si me veía en con ese atuendo...
— Dile a alguien lo que te sucede, sé cuál es tu temor — me dijo cepillando mi cabello — no puedes ir vestida como pordiosera solo para no llamar su atención. Eres hermosa y es un pecado que ese hombre te tenga opacada.
Hasta el momento solo le veía en el auto pasaba y se hacía notar, no se acercaba solo me veía fijamente. No podía poner una orden de restricción por que se cuidaba de estar cerca mío. Todo lo hacía a una distancia prudente y podría pasar por una simple casualidad, el que hubiera pasado por allí y así lo hubiera pensado, pero después de coincidir más de veinte veces en diferentes lugares, no lo creía posible.
Ángeles me arregló en silencio y me prohibió mirarme al espejo. Confiaba en su buen gusto y elegancia, pero a mí no me gustaba el exceso de maquillaje. Además, que mi piel era bastante delicada, así que solía usar sombras, labial y rímel.
— Bien ahora el vestido — me dijo y caminó a la cama, donde lo tenía tendido — aún no puedes verte. — me amenazó.
— Solo un poquito...
— ¡No! Hoy conquistas a tu príncipe azul, ya verás — me ayudó con el vestido, le dio unos toques a mi peinado y luego me hizo girar.
Observé a la mujer que tenía frente al espejo, no me reconocí, di unos manos acercándome al espejo y toqué mis mejillas y labios. Jamás había ido tan elegante, aunque me cuidaba de ir a esos eventos en este no me pude negar, yo lo había organizado.
— No me parezco ... Es decir, no soy yo... — balbucee, lo que hizo reír a mi amiga feliz detrás de mí con los zapatos en las manos.
— Esa eres tú, no hice más que resaltar el color de tus ojos y un poco de maquillaje. El color del vestido y el estilo es perfecto, para tu cuerpo. Tu jefe hizo una buena elección sin dudas. — cómo si lo hubieran invocado el timbre de la casa sonó.
Giorgiana le había tocado viajar con sus padres a última hora, así que ella iría con Antonio. Ángeles corrió a abrir y le escuché decir que yo le daba los últimos toques a mi vestuario.
— ¿Quién escogió el vestido? — le escuché preguntar.
— Yo, por supuesto ¿Por qué? — dijo Antonio.
— Porque se está quejando que es muy escotado. — lo que siguió no lo escuché, pues estaba intentado ponerme los zapatos.
— Gina ¿Por qué la...
Alcé la vista y lo vi en pie ante mí, yo estaba sentaba con el cuerpo inclinado hacia delante, cruzando las correas de mis zapatillas. Venía vestido en traje negro de la marca NLJarper y el pañuelo que asomaba era del mismo tono de mi vestido. Su apariencia me dejó sin aliento y el parecía igual que yo.
— No logró ponerme esto ¿Le puedes decir a Ángeles que me ayude? — pregunté, el solo caminó hacia mí y se arrodilló a mis pies.
Tomó la zapatilla y pasó una mano por mi pantorrilla, alzando mis pies. Encogí los dedos de mis pies nerviosa, al sentir sus dedos acariciar mi pantorrilla y alzó la cabeza hacia mí. Por un momento ninguno de los dos habló, el solo sostenía mi pierna, con los dedos acariciaba levemente en círculos. Eso solo hizo que mi cuerpo se erizara, una leve caricia y él me tenía de esa manera.
¿Qué me pasaba?
— Estas hermosa — fue lo que dijo luego de unos minutos — confieso que superaste mis expectativas esta noche.
— Me siento desnuda. — confesé.
— Él no se acercará, tienes mi palabra. — Ángeles, fue lo primero que pensé, estaba en la puerta, nos miraba a uno y a otro sonriendo, yo sentía sus manos en mis pies y la corriente eléctrica en mi cuerpo no cesaba. — listo ahora si podemos irnos, eres mi otra princesa esta noche.
Sonreí, pues sabía que la primera era su hermana, se levantó y tendió una de sus manos. Al ponerme en pie, me observó de arriba a abajo y solo asintió. Tenía esa mirada de admiración, él también se veía realmente hermoso.
— Gracias por todo cariño — le dije a mi amiga y sonrió.
— Ve por ellos preciosa y conquístalos a todos, Antonio no la dejes sola. — hablaba en la puerta y mientras los dos salíamos.
— Con ese vestido es imposible. — fue su respuesta sin dejar de verme y me sentí de pronto desnuda.
Tuve que decirme mentalmente que era el novio de mi amiga. Que le debía respeto y no podía aprovecharme de lo mal que estaba su relación. Me ayudó a entrar al auto y cerró tras de mí, dando media vuelta e instalándose segundos después detrás del volante.
— ¿Por qué no me dijiste? —preguntó al encender el auto — No sabes lo que es capaz un hombre rechazado, Gina.
— No se acerca Antonio, se asegura de no violar mi espacio. — le aclaré — fui a la policía y me dijo que de momento no era peligroso.
— No vamos a esperar que te haga daño para actuar, no volverás a ir sola y hay que buscar un vehículo ¿Sabes conducir? — negué y asintió — bien desde este sábado inicias las clases.
Pasar horas con él no sabía si era bueno, empezaba a sentir esas mariposas en mi estómago y la sensación de vacío. Sin contar los pensamientos que venían a mí al observar sus manos en el volante. Sus dedos largos, tamborileaban al compás de la música de la radio. Me vi pensando que se sentiría ser acariciada por esas manos.
— ¿Belliz está bien? — me preguntó y alcé la mirada de sus manos a su rostro, algo avergonzada por mis pensamientos.
— Dentro de lo que cabe, sí. — confesé, agradeciendo que él no parecía ser consciente de mi turbación — esta noche iré a dormir con ella, mañana iremos de salida de campo.
— Te dejó allí, no quiero que andes sola. — era una orden así que solo guardé silencio de nuevo.
La llegada al evento estuvo bastante concurrida, no hubo tiempo más que para posar con los Jarper para luego entrar. Las felicitaciones no se hicieron esperar por la organización, sonreímos más de una vez porque muchos pensaban que éramos pareja.
Salí a una de las terrazas en búsqueda de aire, pues la aglomeración me estaba causando claustrofobia. El evento iba a más de la mitad y Antonio había sido llamado por un grupo de hombres. Cinco minutos me dije, solo sería ese tiempo y volvería con él.
— Me has dejado sin palabras, yo no te reconocí, estás hoy más hermosa que nunca. — dijo detrás de mí una voz que me hizo tensar. — No voy a hacer un espectáculo aquí, solo quería acercarme, ver de cerca aquello que perdí y que otro disfruta.
— ¡Ya basta Aidan! — hablé desesperada y ya sin poder controlarme — tienes un hogar, hijos esposa ¿Por qué no me dejas tranquila?
Su rostro estaba relajado no parecía ser un peligro, pero recordé la frase de Ángeles aquella vez. Tu cuerpo sabe cuándo estas en peligro, hay algo que te alerta un sexto sentido que te advierte. En ese momento mi cuerpo me decía que Aidan empezaba a ser un peligro para mí.
— ¡No puedo! — dijo acercándose y retrocedí — lo he intentado, Dios es testigo que es así, me he dicho millones de veces que estás mejor sin mí. Pero descubrí que soy egoísta y que te quiero solo para mí — tomó de mis manos con fuerza e intenté soltarme, pero las apresó con aún más.
Sus mirada se oscureció, esa que tenía cuando nos besábamos, una mezcla de miedo y excitación me invadió, pero al ver que no me soltaba y que intentaba llevarme a los jardines me planté todo lo que pude en esa terraza. Mi cuerpo lanzó una alerta y miré a todos lados en búsqueda de ayuda.
— ¡Prometiste alejarte! — le recordé, en un intento de hacerle entender. El Aidan que conocía era bastante, razonable.
— ¡Te amo! Estoy a dos pasos de ser un hombre libre...
— ¿Trabaja usted con sus manos? — reconocí la voz como uno de los nuevos clientes e invitados de honor a ese evento. — Le cambio la pregunta ¿Qué tan importante es esa mano que sostiene el brazo de la señorita Turner?
Gael Doyle había sido enviado del mismo cielo, un hombre tan alto como Aidan, más joven y bien formado. Bastante estricto y de pocas palabras, se podría decir incluso que malhumorado, de 32 años, su ceja rubia siempre fruncida, rostro cuadrado y ojos de azul intenso en esos momentos estaban aún más oscuros. Llevaba en sus manos una copa que sostenía de forma despreocupada. Lucía bastante calmado pero su comportamiento era alerta, tenía todos alguien peligroso. Aunque su fama dijera todo lo contrario y su leyenda hablaba de ser casi celestiales, su imponencia, estatura me decían otra cosa.
— No se meta en lo que no le incumbe, eso es un problema de dos. — habló Aidan entre dientes.
— ¡No hay tu y yo! — grité sin importar que alguien me escuchara y con el valor que el acompañante me daba. — murió en el mismo momento en que supe eras casado.
— Ya la escuchó, ahora suéltela o lo aseguro que esa mano no le será útil en mucho tiempo. — dijo dejando la copa a un lado y puso una mano en su bolsillo.
Tiré de mi brazo con fuerza y Aidan me soltó de golpe, haciendo que mi cuerpo se hiciera hacía atrás y si no fuera por el señor Doyle hubiera caído de trasero al suelo. Me tomó de la cintura y no me soltó, podría sentir su respiración en mi cuello y un leve temblor paso por mi cuerpo. No negaba que la cercanía del hombre me ponía nerviosa y tan cerca a mi, fue peor.
Las marcas de sus dedos en mi piel salieron rápidamente, Aidan miró mi brazo y retrocedió, como si no fuera consciente de lo que había hecho o de su fuerza.
— Lo lamento mi corazón...
— Ya le dijo que se largue, con gusto yo mismo le indicó la salida. — dijo el señor Doyle interponiéndose entre los dos.
Nos miró a uno y a otro, para luego dar media vuelta e irse. Apoyé una mano en las barandas de la terraza y sentí las manos del hombre en mis hombros.
— No se preocupe, ya estás salvo — me dijo.
— Yo gracias señor, Doyle...
— Llámeme Gael, no soy tan viejo. — dijo sonriendo por primera vez — Antonio me pidió buscarla, creo que llegué en buen momento. —Era una vergüenza me sentía profundamente avergonzada por lo sucedido.
— Cero que necesito un poco de aire. — dije en un hilo de voz.
— Le acompaño — dijo haciéndose a un lado y tomando de nuevo la copa. — imagino que es por él, que Antonio estaba preocupado por que no la veía.
Alzó una mano y le señaló a alguien que salía, mientras yo le seguía en silencio. No quería hablar del tema de Aidan, me gustaría tener una máquina que borrara esos malos recuerdos y olvidar que el existió en mi vida.
— ¿No le gustaría que algunas cosas no hubieran ocurrido? — pregunté mientras sentía el aire frío en mi rostro. — olvidarlas del todo o que no hubieran sucedido...
El guardó silencio un instante, no me tocaba y se mantenía alejado de mí. Una conducta que, si bien no era molesta, si me causaba intriga. Estaba relajado y me dije que era un hombre muy intrigante. El no daba señas de confianza y parecía que ponía alrededor suyo una barrera que impedía el acceso a los demás. Su actitud era cordial, pero de momento se alejaba y volvía otra vez a ser cálido.
— ¿Qué le gustaría cambiar? — preguntó por fin y cuando pensé que no respondería.
— Que mis padres no se hubieran enamorado...
— Usted no existiría — me corrigió y su rostro estaba curioso.
Su actitud relajada iba y venía, en algunos momentos se veía acartonado, sonreía, pero incluso esa risa parecía maquinada o planeada. Era un hombre que indicaba misterio, pero también peligro igual que el amigo de los Jarper.
— Pero otros serían felices, mamá y papá quizás no estuvieran juntos...— hizo una pausa, al saber que él no podría entenderme — ¡Olvídelo! — dije y eso lo hizo reír.
— No cambiaría nada, por la sencilla razón que hubiera alterado mi hoy. — respondió — confieso que mi vida no fue un jardín de rosas. Pero ¡Hoy! — dijo con el dedo índice apuntando al suelo — soy un hombre pleno y feliz, la mala experiencia me enseñó me moldeo. — Concluyó.
— Tiene usted razón. — dije con un poco de nostalgia — quizás solo estoy cansada, y digo locuras.
Movió ligeramente el vaso que tenía en sus manos y me miró fijamente. Seguía pareciéndome intrigante, había algo en él que me hacía querer saber más de él. Quizás era el aura de misterio o el que se mantuviera alejado.
— Qué no le presentara a su familia debió ser una alarma para usted. — dijo — aunque conozco casos en donde la familia se une para ocultar bestialidades.
— Supongo que la experiencia debía tenerla de alguna manera. — dije encogiendo mis hombros.
— Los golpes dan las mejores lecciones, se lo digo yo. — me dio la mano y luego dijo — entremos, Antonio debe estar buscándola.
Antonio
Busqué a Gina por todos lados, no la veía y había visto al miserable de Aidan en el evento. Lo que no era raro, teniendo en cuenta de la familia que provenía. Le había pedido a Gael que la buscara, pero ahora no los veía a ninguno de los dos.
— ¿Han visto a la señorita Turner? — le pregunté al grupo de modelos que charlaban animadas.
Me miraron algo confundidas, quizás por el tono preocupado de mi voz, pero solo una de ellas me señaló los jardines. Diciéndome que la habían visto caminar hacia allí con el escoses. No tuve que caminar mucho cuando los vi venir a ambos y solté el aire aliviado.
— Gracias por cuidar de ella, — le dije a mi compañero de universidad — yo lamento dejarte sola, pero se me presentaron cosas.
— Llegué justo a tiempo, — señaló la marca de sus manos, y al verlas mi cuerpo se tensó. — la próxima vez que la vistas así, no la pierdas de vista.
— Solo somos amigos — dijimos al tiempo y él nos miró con curiosidad.
— ¿Usted no es su prometida? — ambos negamos y el soltó una risa fuerte. — desperdicie diez valiosos minutos, pero no volverá a suceder — tomó una de sus manos se las llevó a sus labios y tras despedirse se alejó. Un hormigueo se formó en mi cuerpo, al verlo mirarla con otros ojos al decir que no éramos nada.
— ¿Estas bien? ¿Te hizo daño? — pregunté al vernos solos.
— Si. Solo asustada, no sé de donde salió. — dijo abrazándose asi misma — ¿Cómo me libraré de él?
No supe que responder, le había prometido cuidarla, la deje sola y ese malnacido la tocó. Pasé una mano por las marcas y ella las miró con preocupación.
— Creo que hay que ponerte protección — dije al fin. — me iré de luna de miel y estarás sola. Mira hoy ni siquiera sabiéndote rodeada de conocidos logró frenarlo.
— ¿Me puedo ir? Sé que no he ayudado hoy y que tú debes estar cansado del viaje. — negué, ella casi hizo todo sola.
Hoy estaba más hermosa que nunca, jamás pensé que ese vestido que pedí para ella y que al verle la imaginé con el puesto le quedaría tan hermoso. Era una mujer hermosa, marchita por el miserable que no la dejaba ser feliz. Sabía que su vida ya no era la misma, su amiga me lo había dicho.
— Yo te llevo y luego regreso — asintió sin decir nada, mientras íbamos a despedirnos de los Jarper.
— ¿Te vas? —habló Jeder y ella asintió — jamás debiste venir organizaste todo, deberías estar cansada.
— Pero era su obra y ella merecía verla realizada. — dije para aclarar que ella era la que merecía todos los cumplidos.
— Lo sé cariño, pero mírala como se ve, llévala a casa por favor. — asentí y salí con ella.
Me quedé esperando por ella fuera de la casa, hasta que regreso minutos después con un bolso pequeño. Se sentó a mi lado y la observé unos instantes, lo que hizo que ella me mirara con su ceja alzada.
— El hechizo acabó ya no soy princesa, — dijo moviendo el dedo índice en todo su cuerpo con una sonrisa — este es mi rostro real, aquel no era yo.
— Eres princesa no importa cómo te vistas — le dije — tu mayor belleza es interna.
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