Capítulo 7
Tres meses días, diez horas y.... ese era el tiempo en que no había hablado con Aidan, cada que venía a mí un impulso de verle o saber de él, trabajaba o estudiaba. Sábado en la mañana estaba en la repostería, ese día era de descanso de Laura y yo ya no tenía nada que hacer los fines de semana.
Así que, desde hace dos meses, los ocupaba yendo a mi antiguo segundo hogar. En quince días teníamos un pedido para un matrimonio, lo había conseguido a través de Gio, con quien había retomado la amistad.
El problema era que no la veía muy organizada, había que confesar que parecía querer a Antonio. Pero de casarse y formar un hogar, sinceramente aún tenía mis dudas.
— Gina, el pedido de los Byron — habló Susmira y el señalé la mesa con las cinco cajas encima.
— Allí, la sexta caja es por cuenta de la casa. — le dije — una nueva receta que tenía en mente y que me gustaría que me dieran su opinión.
Si, estaba de vuelta en la cocina, con el corazón desgarrado, pero con la gana inmensa de salir adelante. La enfermedad, se había llevado prácticamente a mi madre, ya no conocía u hablaba con nadie. Así que solo tenía ese lugar para recordarla y perpetuarla.
— Bien, yo doy la razón ¿Algo que decir a Gabriel? — dijo mi amiga alzando y subiendo las cejas. — el pobre sigue esperando respuesta, solo quiere salir y bailar...
— Hoy quedamos las tres, quizás el otro fin de semana...
— Le diré donde estaremos, que tú no enteres claro está — sonreí, esta mujer no tenía remedio.
— Se lo qué quieres y por eso te amo, pero no quiero darle esperanzas. — no cuando yo no tenía ganas de salir con nadie y la verdad me gustaba la vida de soltera.
— Él lo sabe, solo quiere divertirse y no conoce a nadie en la ciudad... Además, que a Laura le gusta uno de los chicos de ese bar. — habló en voz baja y sonreí.
— Pensándolo bien podrías invitarlo hoy — Susmira y Ángeles tenían novio y ellas podrían ir con ellos.
La vi asentir y dar media vuelta, mientras tarareaba una canción. Pasé revista por el local, ya habíamos comprado dos locales y estaba tres veces más grandes. Me encantaría que mi madre pudiera verlo, así como estaba o que fuera consciente de ello, pues ya la había traído en muchas oportunidades. Busqué mi móvil y le volví a marcar a Neall.
— Mi príncipe encantado — escuché el gruñido del otro lado y no pude evitar reír — hay que acariciarte las orejas, para que se pase el mal genio.
— Gina, melina ¿Cómo te estás comportando?
— Cómo un ángel, si no me crees pregúntale a Jeder ¿Cuándo bailamos? — solté de pronto y escuché solo la respiración.
— ¡Pronto!
—No me hagas promesas... Que me conoces. — le advertí.
— ¿Mamá no te ha dicho? pronto estaré de vuelta. — no, la verdad es que la señora no hablaba mucho de su hijo.
— Lo siento preciosura, pero últimamente yo acaparó todos los temas con tu madre — confesé y lo escuché soltar el aire.
— Ya me enteré y créeme que me gustaría haber estado allá y partirle la cara. Sé que Antonio le dio, pero yo le daría más duro. — lo dudaba Neall Jarper no era dado a los golpes.
— Eso es una de las cosas que amo de ti, que no eres violento igual que yo... Somos amor y paz.
— Nacimos en época distintas — eso me hizo reír porque siempre lo decía — ¿No te ha vuelto molestar?
— Bloquee sus números y no contesto números sin identificar, rara vez duermo en casa y en la pastelería no se acerca...
— Y eso te duele más que cualquier cosa, porque esperas que insista y sientes que no te amo lo suficiente porque no te buscó. — Era consciente que hablaba bajo su experiencia, pero se adaptaba a la mía a la perfección.
— Algo así, fue como lo de Antonio, pero multiplicado por cien. — lo escuché reír del otro lado y eso me Alivió, todos decían que no sonreía últimamente.
— Eres una chica maravillosa, con un sentido del humor extraño. Disfruta de los dotes que la naturaleza te dio. — se podría decir que este hombre era mi hermano mayor, yo lo veía de esa manera.
— Quieres que folle como loca... — cuestioné entre risas.
— Lamento mucho lo de tu puesto. — el cambio de conversación fue brusco y me dijo que él sabía que me afectaba.
— Antonio lo hace bien y me da el espacio para ver a mamá y mi negocio, incluso voy a abrir otro local. — lo que a futuro llevaría a que renunciara a mi cargo.
— Me alegra, cuando llegue a casa te visitaré. — dijo antes de colgar.
Me quedé con el móvil en la mano, mientras veía a las meseras ir y venir. En eso mi mirada se fijó en un auto azul afuera de la calle, el logo de Belliz repostería ocultaba parte de mi rostro o eso creía, pero yo veía a la persona que se bajaba del vehículo y caminaba hacia él local.
La campanilla sonó, yo estaba sola, pues Susmira se había ido y Laura tenía el día libre, sin embargo, era algo que tenía que enfrentar. No podía huir de él, todo el tiempo, en algún momento está conversación tenía que darse.
— Mi... Buenas tardes Gina ¿Podemos hablar? — alcé a la vista hacia él y lo vi allí en pie ante mí. — te he llamado y buscado por todos lados... Por favor.
Solté el aire y me bajé de la banca en la que estaba montada y rodeé el mostrador. Él no se veía mal, en realidad parecía que el distanciamiento le había servido. Yo era la que me estaba echando a la pena, mientras el muy seguramente buscó a su esposa.
— Por aquí. — le dije caminando a una de las mesas alejadas. Evitando todo contacto, me senté y esperé a que él se sentara — Te escucho.
— Aylin me contó todo lo que hablaron ese día. — empezó a decirme — no puedo decirte que lamento haberte conocido, porque no es así. Eres lo más maravilloso que me ha podido pasar y sé qué cometí un error. Pero entre más tiempo pasaba contigo, más te quería a mí lado.
—...
— Podemos intentarlo, tu madre ¿Acaso no fue feliz con tu padre? — tomó mi mano y le permití ese gesto, porque sabía que era la última vez que lo vería.
— ¿A qué precio? — pregunté — No conozco abuelos ni maternos, ni paternos, porque ambos rechazaron ese acto, nos odiaron. Solo éramos nosotros tres y una noche quizás descubrió que había cometido un error y se fue, doce años después. Nadie nos dio razón de él y hoy sólo sabemos que está muerto.
— Lo nuestro no será así, por qué yo te amo Gina. — dijo apretando mis manos y negué.
— Fueron demasiadas mentiras Aidan, tu edad, tu estado civil, hijos, el parecido con tu esposa. Yo no podría construir un hogar así, simplemente porque sé lo que sufrirán mis hijos y tus hijos. — concluí — pero te perdono y te deseo lo mejor, créeme que mi mayor deseo es que logres arreglar tu hogar.
Retiré las manos y lo vi tomarlas una vez más, pensé que dolería un poco más, pero me sentía calmada y en paz. El por su parte su rostro, indicaba contrariedad e incluso dolor. Le sonreí con nostalgia, pues sabía que él haría parte de una bonita época en mi vida.
— No podría odiarte Aidan cuando te quise tanto, te agradezco todo lo que hiciste por mí. Tu apoyo, consejos, pero esto ya no puede ser. — lo vi levantarse y dar un paso hacia mí.
Bajé la cabeza para evitar verle y pecar, no quería faltar a mi promesa la hecha a su esposa y a mí misma. Lo vi rodear con sus manos mis hombros y a traerme hacia él. Si yo en esos momentos era de algún metal él era fuego y me derretía ante ese abrazo.
Hay muchas maneras de decir te amo, el en ese momento creí él me mostraba una. Me dije que quizás yo no lo amaba de la misma manera, mis padres lucharon juntos contra todos por lo que creyeron en su momento. Incluso mi padre, renunció a todo su dinero y comodidad por mi madre. Yo no me sentía con capaz de hacerlo, así que, o era muy cobarde o no lo amaba como él a mí.
— Sé que no me crees Gina, pero te amo y mi deseo siempre fue hacerte feliz. Desde ese día en que te vi aquí, sola con tu madre, mi deseo fue protegerte. Pero soy consciente que llegué tarde a tu vida y que tengo un deber como padre que cumplir. — no dije nada más.
Tampoco hubiera podido, quizás no lo amaba como se suponía que se debería amar. Podría ser que lo vivido con mis padres me marcó tanto, que no deseara eso a nadie más. Pero algo me decía que allá fuera, había un hombre para mí, uno que no le quitara a nadie o que no tuviera que compartir.
Lo vi partir y me quedé allí en pie, el no volvió atrás y supe que había llegado a jugarse la última carta. Pero no podía hacerlo, no me sentía con las agallas. El recordatorio de su familia vivía en mi mente, yo no era nadie para destruirlos. Ya vivía de por sí, con el sentimiento de culpa por la familia que no conocía y al resto de los míos.
Apoyé mis manos en las sillas, al verle a él entrar al vehículo y girar por última vez a verme. Sentí unas manos en mi cintura y el aroma llegó a mí. Curiosamente, Antonio últimamente me rescatada de las situaciones más incómodas.
— Tendré que darte un sueldo como rescatista. — le dije sin dejar de ver el auto que ya había subido los vidrios polarizados.
— Acepto tarjetas de crédito, tortas o cafés. — giré para encontrarlo sonriendo.
— ¿Es tu manera de pedir comer gratis aquí?
Hizo una mueca con los labios que se me antojo atractiva y sonreí. Solo él o alguno de sus locos hermanos tenían la facilidad de alejarme de una situación triste. Las despedidas no eran lo mío, le pedí a una de las chicas que lo atendiera mientras entre al tocador.
Frente al espejo y limpiando mi rostro, me dije que sería la última vez que lloraría por Aidan. Dando por terminado un ciclo de mi vida que, aunque importante no podía consumirme más de lo que lo estaba haciendo. Una vez me calme salí a su encuentro.
— Vamos a la disco hoy ¿Vienes, con Gio por supuesto? — le pregunté saliendo de la pequeña oficina.
— Esta como interprete — habló de mal humor. — venía a invitarte a casa, mamá quiere saludarte.
Por alguna razón que desconocía el parecía solo, terriblemente solo. Sonreí mientras asentí, le envié un mensaje a las chicas diciéndoles que yo llegaría un poco tarde. Mientras le indicaba a las que quedaban que en cuanto llegara su jefa le dijera que cerrara.
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Agradecí a mi madre, por insistirme en que quería ver a Gina, había presenciado el abrazo y si no intervine, fue porque me di cuenta que era una despedida. No quería estar en el pellejo de ese hombre, no debería ser fácil decirle adiós a una mujer como Gina.
La observé canturrear una canción que tocaba en la radio y sonreí, parecía calmada, pero yo no me fiaba de esa calma que ella aparentaba. La vi mirarme y sonreír, mientras su pequeña nariz hacía un mohín, ese que tenía desde antes y sonreí.
— ¿Estas bien? — le pregunté y asintió.
— Hablé con Neall — dijo — me dijo que pronto nos veíamos ¿No hay posibilidad de que él y Luciana? — me preguntó.
— Un amigo suyo, Adam se llama, me dice que el tal a Peter es gay — confesé y ella solo soltó una risa fuerte.
— He leído algo, que es actor, te confieso que, entre el estudio, el trabajo y el negocio no tengo tiempo para ello. — dijo mirando por la ventana y supe que no quería que la viera triste.
— He intentado de todo para que no se case, pero está empeñada en ello. Incluso mamá no le habló en días y yo igual. — maniobre el auto en un semáforo y giró para verme.
— Siempre pensé que se casarían de estar conmigo jamás la hubiera dejado alejarse. — yo pensaba lo mismo.
Esta era una buena oportunidad para hablar del motivo que la llevó a alejarse de mis hermanos. Detuve el auto y apoyé los antebrazos en el volante. Estábamos a unos pasos de un restaurante y la vi mirar con interés hacia un lugar. Seguí la mirada que ella dirigía y vi a Aidan con una mujer, dos chicas adolescentes y el cargaba a un niño en brazos.
Daban la apariencia de una familia feliz, nadie podría imaginar lo que había ocurrido dentro de ella. Me miró instantes y parecía feliz, sin entender por qué hasta que habló.
— Por años, me dije que hubiera pasado si yo no hubiera nacido — dijo — Papá quizás hubiera regresado a casa antes de tiempo y mamá hubiera conseguido a alguien más.
— Tu no tuviste la culpa princesa, ni en esa época, ni ahora — le corregí.
— Quizás, esto que viví... Me dio la oportunidad de exorcizar mis demonios y verlos allí felices...
Cuando hace unas horas pedía ser perdonado pensé, pero guardé silencio al darme cuenta que ella tenía otra idea muy distinta. Me preparé para pedirle perdón, porque no lo había hecho y ella lo merecía.
— Tienes un gran corazón Gina, esa noche, Jesica... Ella estaba celosa, me había pillado viéndote. — empecé a decirle y la vi mirarme sorprendida — todos decían que eras una niña, con un IQ alto pero niña y yo... Bueno te empecé a ver de otra manera y no quería que me vieran como pervertido. Dije lo primero que se me ocurrió, pero para tapar lo raro que me sentía al sentirme atraído por ti.
— Hice el mayor ridículo de mí vida — reía y tan abiertamente que no podía dejar de mirarla. — y luego Neall me ve y le preguntó si era fea y no sé cuántas cosas más.
— Jamás te pedí perdón, sé que te hice daño y te pido perdón por ello. — negó alzando las manos despreocupada.
— No digas bobadas Antonio, que eso es parte del pasado y para que veas que no bromeo. Yo me haré cargo de la despedida de soltera de Gio. — fue mi turno de reír.
Tomé sus manos y las besé, ella no dejaba de reír de manera descontrolada. Por mi rostro se terror, avance en el auto con las manos de ella sostenidas.
— Parece que hubiese dicho algo espantoso. — se quejó sin dejar de reír.
— Conozco tus ideas de diversión — dije.
— Nadie mejor que yo se va asegurar que no haga nada indebido y lo sabes. — ella tenía razón, pero no lo aceptaría.
Llegamos a casa y mamá la recibió feliz, le había contado lo que le había sucedido y ella quiso congraciarse con ella. Si estaba afectada no lo aparento y en lo que duró la reunión ella charló animada con mi madre.
— ¿En serio venderán la casa? — me preguntó y mamá asintió.
— No tenemos de otra preciosa, pero más adelante la recuperaré — dije y me miró.
— Yo tengo unos ahorros que no uso...
— Cariño mi hijo te quitó tu empleo, no podemos aceptar algo así...
— No vuelvas a decir algo así, Gina ni en broma — reclamé.
— Es un préstamo, está casa es hermosa... — la nostalgia llegó a sus hermosos ojos verdes y sonreí. — llama a Gio y dile que vamos a la disco.
— No dejaré a mamá sola Gina...
— Mereces distraerte, no todo puede ser trabajo y cuidarme — interrumpió mamá, así que tras mucho insistir llamé a Giorgiana y le conté.
— Ve tu cariño, yo estoy ocupada, de paso le subes el ánimo a Gina — solté el aire y no pude evitar sentirme enfadado.
Por lo menos pudo sentir un poco de celos, llegué donde Gina y le dije que ella llegaría hasta el lugar. De ninguna manera confesaría que no iría, así que sonrió gustosa. Prometiendo a mamá que me cuidaría y no dejaría tomar de más.
— Bailarás conmigo hasta que llegué Gio — yo mentalmente decía que no la dejaría bailar con otro.
El recuerdo de ella bailando con ese hombre llegó a mí y me dije que era la oportunidad de ver si se sentía como lo había visto. En efecto, una vez llegamos saludó al grupo de lejos, dejando en manos de una de sus amigas el bolso que llevaba.
— Ahora llega la prometida y lo acapara y les aseguro que no hay mejores bailarines que los D'angelo Carissi — dijo caminando a la pista.
Una parte de mi oraba porque la música cambiara a algo más lento. Pero al verla bailar ante mí y mientras sonreía me dije que esa también era una excelente manera de disfrutar su compañía. Tomé una de sus manos y la hice girar sobre sí misma, entendiendo que ella brillaba con luz propia y que esta no se pagaba con nada.
De alguna manera sientes que te observan y yo me di cuenta, así que, a regañadientes quité la vista de ella y busqué de quien se trataba. Me encontré con el rostro frio de Aidan en la barra, apretaba con fuerza el vaso que sostenía. Sostuve la mirada del hombre detrás de ella, tenía esa cara que yo nunca querría tener... La de derrota.
— Mírame, si estás viendo a una chica te acuso — dijo acercándose a mí y tomando mi rostro para que la viera.
— Con mirar no se peca — me defendí.
— Pero por eso se empieza — ambos reímos ante eso, perdí de vista al hombre y supe que se había ido.
Me preocupaba que supiera donde estábamos, nos había seguido o conocía los lugares que ella y sus amigas frecuentaba. Pero él no podría saber que ella estaría hoy allí y sí lo sabía ¿Quién se lo dijo?
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