Capítulo 5
A mis 24 años con una carrera terminada y otra a punto de hacerlo, mi edad seguía convirtiéndose en un problema. Jeder Jarper quién podría llamarse mi madrina en NLJarper, había postulado mi nombre para vicepresidente de la empresa, en vista de la enfermedad de su esposo.
Conocía el manejo de la empresa, desde lo más bajo hasta el nivel más alto. Había demostrado ser responsable, amaba mi trabajo y mi desempeño era de 10 - 9, decir 10 era caer en el egocentrismo y no era la idea.
— No niego que la señorita Lougina Turner, está preparada para este cargo, pero es su edad la que nos preocupa. — decía en esos momentos uno de los miembros de la junta.
— Algo que nunca ha sido un problema, señor Harry. — aclaré. — he demostrado en estos tres años que llevo aquí ser una persona responsable y acta para ese cargo.
— Eso no lo ponemos en duda, pero hay situaciones que ameritan algo más de experiencia y pueda que fuerza...
— La audacia y el manejo del personal — habló otro — su edad, ser mujer será motivo de muchas habladurías y en algunos lugares puede haber saboteo.
— Básicamente me está diciendo que el problema aquí es por ser mujer. — concluí y todos guardaron silencio — de ser un hombre el que estuviera frente a ustedes otra seria su reacción.
— Nos está mal interpretando, hoy día la capacidad de él sexo femenino en todas las esferas ha sido demostrada. — eso decían sus palabras, pero los hechos era otra historia.
— Desde que llegué aquí, he sido vista como la niña que impuso Neall Jarper Jr. — incliné mi cuerpo hacia delante y los vi murmurar entre ellos, pues era verdad. — podrían referirse a mí, como la chica que a sus 20 concluyó carrera, la que hablaba tres idiomas o la que hoy a sus 24 esta ha demostrado ser apta para cualquier cargo...pero ustedes solo ven que mujer será su jefa.
Estos ocho hombres no eran socios, eran empleados como yo, con la única diferencia que su antigüedad se remontada a la época de los inicios de esta empresa. La época que Neall y Jeder Jarper, tenían sólo una boutique de ropa masculina y empleados dispuestos a asesorar a los distinguidos clientes que la frecuentaban.
Hoy por hoy, el sentido de la empresa era mismo, pese a ser más grande y estar posicionada a nivel mundial como una de las mejores marcar de ropa masculina, (su especialidad) aunque, hoy día vestían a las damas también. Seguían con el servicio exclusivo a cada cliente, que no eran precisamente personas del común.
Así que los entendían hablaban del prestigio y el buen nombre de la empresa, ellos debían asegurarse que la persona que los representara estuviera al nivel de tan alto cargo.
Pero yo lo tengo ¡Joder!
— Lo sabemos señorita Turner, y créame que nos sorprende su responsabilidad pese a su edad...
Solté el aire y me crucé de brazos, no había más nada que hace o decir. Mi trabajo en la empresa, debería ser quien hablara por mí y no mi edad. Una de sus incomodidades no era otro, más que Neall Jarper, había anunciado su retiro. Su hijo había sufrido un accidente y dejó claro que quería estar para él, eso y su enfermedad le habían dado el empujón que necesitaba para salir. Nombrarme vicepresidente era el primer paso, para después ser la jefa, ser dirigida por una mujer y de un tercio de edad de ellos no les gustaba.
El machismo en su máxima expresión.
— Será mejor si iniciamos la votación, les sugiero que tengan en cuenta el currículo de la señorita y no su edad — habló Neall Jarper por primera vez. — antes de iniciar esta votación, les presentaré a la persona que estará a cargo.
El murmullo de todos fue evidente y el mio también, todos creían que mi cargo era el preámbulo para mi llegada a la presidencia, eso ya se había hablado me lo habían dicho y desconocía de que hablaban en esos momentos.
— Margarita, has pasar al señor D'angelo por favor. — y si antes estaba enojada, ahora se le sumaba decepcionada, asustada y aterrada.
Jeder Jarper apretó mis manos por debajo de la silla y la sostuve con fuerza. Solo con ella y su hijo fui capaz de sincerarme, de lo sucedido esa noche en Roma. Tenía novio desde hace tres años y lo quería , pero Antonio representaba el cambio de niña a mujer, maduré mucho ese día, recibí la mejor de las lecciones en esa azotea.
El que él entrará más hermoso que nunca no ayudaba y no quitaba el hecho que me habían truncado mi sueño de ser la representante de NLJarper. El lado positivo de todo esto, era que él podía solucionar sus problemas económicos, pues sabía que los tenía. Yo tendría más tiempo para mamá y para mí negocio, pero lo tendría cerca y eso no me gustaba.
Su mirada viajó a todos lados, parecía buscar algo o esa era la impresión que me dio. Llevaba un traje azul marino en tres piezas, corbata vino tinto y zapatos que parecían un espejo. El silencio en la sala era tanto, que yo podría jurar que el anciano a mi lado podría escuchar los sonidos de mi corazón.
Posó la vista en nosotras y quedó en Jeder, supe que buscaba a la madre de su mejor amigo. Pero luego movió la mirada hacia mí y lo vi sonreír de nuevo, esos dos hoyuelos en sus mejillas y esa sensación de vacío en mis entrañas. Pero ya no había las manos temblorosas o frías y húmedas, tenía la facultad de verle a los ojos y de sostener su mirada. Algunas cosas habían cambiado desde esa noche y él lo había notado, pues su rostro se notó sorprendido al verme.
Era como transportarme a esa azotea, solo que se adultos llevaba más de seis años huyendo de él y había logrado enterrar esa época. Incluso tenía una relación con Aiden a quien se podría decir, amaba. Sonreí y alejé la mirada de la suya mientras escuchaba el apoyo de Jeder hacia mí.
— Tranquila preciosa, que sabes esta empresa es solo un escalón. No te ibas a quedar toda la vida aquí, jamás permitiría que un cerebro tan magnífico se limitara vendiendo ropa a ricos. — asentí en silencio, mientras ella acariciaba mis manos.l
El resto de la reunión no la escuché y no me importó que me hubieran aceptado por unanimidad. Me afectaba que, tenía que trabajar con él mucho más que mis sueños de ese puesto. Sentía que era una burla del destino huir por más de seis años y tenerlo ahí ante mí.
— Será mejor si te tomas algo cariño, estas pálida — habló la señora Jeder, luego de las felicitaciones y sacándome de allí. — Gina y yo tenemos unos pendientes en la fábrica y los talleres. — dijo y mentía, una conducta que yo odiaba pero que hoy agradecía.
— Gracias... Señora Jeder — logré decir ya a las afueras del salón.
— Ni hablar preciosa, solo Dios sabe cómo no te has desmayado. — Margarita dos te en la oficina de la Gina, la nueva.
— Enseguida señora — me senté allí ante la mirada de la dama, hasta que logré calmarme.
Era consciente que en mi huida tenía los ojos de Antonio puestos en mí, que quizás él debió escuchar que ese puesto que hoy él tenía, sería mío a futuro. Pero eso no era lo que me afectaba, pese a intentar hacer creer a mí misma que sí.
— Gracias Señora Jeder — dije nuevamente — Usted es un ángel.
— De nada mi chica hermosa, tu rostro delató tu desconcierto. Creo que todos lo notaron y por eso votaron sin chistar. —me tomé el té que llegó a mis manos rápidamente.
Nos quedamos el tiempo suficiente hasta que logré calmarme y ya el ruido de los hombres en el pasillo no se escuchó.
Salíamos de la oficina y nos diríamos a la salida, sin rastro alguno de mi nuevo jefe. Imaginaba que estaría en reunión con los ocho y que estos estarían felicidades porque era un hombre y no una mujer quien los manejaría.
— Cómo premio de consolación — murmuré, mientras ella caminaba hacia el vehículo — No le he preguntado por Neall...
— Se fue, se escondió en un castillo y no quiere seguir el tratamiento — dijo y agradecí el cambio de conversación — creo que tiene que ver con el noviazgo de Luciana.
— Es una pena todo lo que vivieron, siempre los vi casados y con hijos... Yo ayudé en muchas ocasiones — confesé y la mujer me miró con ojos pícaros.
— ¿Así que tu ayudaste?
— Las personas tienen que ser felices y si puedo contribuir a ello mucho mejor. — respondí ya sonriendo.
— Me asusta tus cambios bruscos de humor. — me dijo mientras tomaba mis manos — hace unos minutos pensé que ibas a colapsar, tengo miedo que un día de estos no logres controlarlos y colapses de verdad.
— Eso no sucederá...
— Tengo mis dudas, solo recuerda que puedes llamar o llegar casa a la hora que sea...
Asentí y luego me encogí de hombros despreocupada, mientras miraba por la ventana del vehículo. No había nada que pudiera en esos momentos colapsar, quizás mi madre y en cuanto a lo otro yo no necesitaba ese dinero y él sí. Podría perseguir mi sueño original con la repostería, hacer un negocio mucho más grande y propio.
— Ya vi que algo ocupa tu mente ¿Aidan? Lo digo por cómo brillan tus ojos...
— Pensaba en que es hora de iniciar mi marca en repostería y que en NLJarper podría ser un puente para ello. — confesé, pues no quería hablar de Aiden.
Llevaba casi siete días sin llamarme, sabía que estaba ocupado, pero siempre tenía las noches para hacerlo o un minuto o dos en el día. La noche anterior le había marcado y el móvil se iba a buzón.
— Me gusta eso que haces, — dijo y giré para verla. — sacas lo mejor de tiempos difíciles, ya no eres una niña y Antonio es un buen hombre. Es hora que hablen de lo ocurrido, es lo mejor van a trabajar juntos, es lo más sensato.
Seguimos la ruta de la fábrica, talleres y las nuevas telas recibidas. En eso se nos fueron varias horas, el señor Neall había llamado a su esposa para preguntarle donde estaba y no pude evitar reír. Ellos no podían estar un tiempo separados, yo quería ese tipo de amor para mí. Solo que la llamada era para llegar con Antonio.
Al mal tiempo darle prisa.
Sonreí al estrechar su mano y me sentí orgullosa al ver que estas no temblaban, como tampoco sudada y no tartamudeaba. Seguía viéndolo atractivo y quizás más que antes, pero el sentimiento de antes ya no tenía tanta fuerza.
— Felicidades por tu nuevo cargo — dijo posando una mano encima de la que teníamos estrechadas — es bueno volver a verte, si me permites decirlo ¡Estas más hermosa!
— Gracias — dije simplemente y soltando la mano de en medio de las suyas. Sí, quizás ya no era la niña inmadura, que él tenía en mente pensé — bienvenido a la empresa, me alegra que estés aquí. — su rostro brilló un instante y observé su sonrisa ampliarse.
— Te creería si no fuera porque vi como saliste corriendo al verme — estaba por responder cuando escuché la voz de nuestro jefe detrás y la Sra. Jeder llamó a Antonio, para presentarle al jefe de ese taller en particular.
— No me diste tiempo de felicitarte — me dijo el señor Jarper abrazándome cálida mente. — espero no te sientas mal, Antonio y su familia necesita de nuestra ayuda.
— Si duré dos horas intentado que entendieran que podría como segunda para el cargo de jefe, esas momias necesitarían de un lavado de cerebro para aceptarme como jefa. — ante mis palabras mi jefe solo sonrió, al tiempo que besaba mi frente y murmuraba.
— Mereces que te amen como la princesa que eres, sé que tú y Antonio harán un buen trabajo...
— No voy a llorar, no voy a llorar — dije con voz infantil, al tiempo que él soltaba una risa fuerte y se acercaba a su esposa.
*****
Era ya casi las ocho de la noche cuando tomaba la última carpeta del folio de la última caja. Había organizado por fechas, grupos y por producción todas las zonas. Tenía que visitar muchas de ellas, algunas no estaban en el país y la posibilidad de dejar a mamá por días me aterraba.
— Necesito una buena copa de vino y un masaje — murmuré al silencio de la noche.
— Pensaba lo mismo, — dijo una voz detrás de mí, giré para encontrarme a Aidan de pie, con una botella de vino en las manos y una copa en la otra. — Te extrañé.
Solté los documentos para caminar a paso rápido hacia él y abrazarlo. No sabía cuánto lo había extrañado, hasta ese instante en que lo vi allí de pie ante mí. Él era mi paz en medio de la tormenta, la persona que hizo de la ausencia de mi madre algo más llevadero.
— Estaba por volverme loca sin saber de ti — confesé.
— Me enfermé y estuve internado, lamento mucho no poder avisarte. — se alejó y me mostró su brazo y los pinchazos en él. — el móvil se mojó, la zona en la que estaba era de difícil acceso. La humedad del lugar, el cambio de temperatura, no se...
— Lo siento mucho amor — dije acariciando los dos puntos rojos y alzando el rostro hacia el — ¿Qué te sucedió?
— Un virus según los médicos, aunque tengo que hacer unos exámenes. — me puse en puntillas para besarle y alejó su cabeza a propósito sonriendo.
— Jamás te daré más besos. — dije indignada, mientras sentía que era alzada en brazos y pegada a él.
— Yo soy dueño de todos esos besos, solo que aún no sé lo que tengo y no quiero que mi princesa se enferme — entrecerré los ojos y lo observé. — me tenía cargada como niña y me miraba fijamente — me vine sin esperar los resultados.
Estaba más delgado y pálido, no se veía nada bien pero no sólo parecía producto de la enfermedad, también su estado de ánimo era diferente. El necesitaba hoy de mí, tanto como yo necesité de él en alguna época. El día que dejé a mi madre en el centro, el cuidó de mi toda la noche y me consoló al verme llorar.
— ¿Qué piensa la vicepresidenta de NLJarper?
— Qué te vez fatal y te voy a cuidar. — dije haciendo que me bajara — otro día festejaremos, no te vez bien cariño, tampoco debes tomar. — Me acercó a él, pegando su cabeza en la mía y suspiró.
— No debí salir, pero no soportaba no verte, me vine del aeropuerto directo hacia acá. — apoyé mis manos en su frente y la alejé asustada.
Estaba ardiendo en fiebre, así que tomé el bolso apresurada. Tenía que hacer que la fiebre bajara, a como dé lugar. Sus movimientos eran lentos, no había sonrisa pícara o los chiste de siempre. Hacía un esfuerzo para parecer normal, pero yo notaba que no estaba bien.
— Vamos a casa, ningún virus me va a vencer. — negó mientras me detuvo en mitad de la oficina.
— Solo vine a compartir contigo un momento y a felicitarte, ni siquiera podría estar acá. — lo ignoré, ni loca lo dejaría ir solo. — debo estar en cama.
— Tengo una receta de mamá, tres horas muchos besos, abrazos y estarás como nuevo. — estaba algo renuente y sabía que por el miedo a contagiarme.
Me pegué a él mientras salíamos de la oficina, ya era conocido por los guardias y no le ponían problemas para entrar. Los primeros días lo miraban extraño, su estatura y porte intimidaba. Escuchamos la risa femenina proveniente de la oficina de gerencia y Aiden alzó una ceja divertido mientras me miraba.
Había olvidado decirle del nuevo gerente y muy seguramente el creería que era el señor Neall. En eso la puerta se abrió y de él salía Giorgiana y Antonio besándose a acaramelados. Se detuvieron en cuanto nos vieron a los dos frente a ellos
Aidan estaba sorprendido, lo que era lógico, el no conocía a Antonio, no personalmente y tampoco sabía que era el nuevo CEO.
Antonio
Me detuve en seco al ver a la pareja de pie abrazados y mirándonos. El hombre a quien reconocí como el de la disco me miraba con curiosidad. Mi vista se fijó en el brazo que ella tenía apoyado en la cintura del hombre y la mano en su pecho. Una actitud protectora de ella hacia él, un tanto ridícula teniendo en cuenta la altura del hombre en comparación con ella.
— ¡Gio! — escuché a Gina gritar y soltar al hombre, algo que sin saber por qué me alivió. — Cuánto tiempo sin verte, supe por tus padres del compromiso y felicitaciones.
— A ti no te pasan los años, sigues pareciendo una chiquilla — algo que pareció divertir al desconocido que estaba detrás.
— No tiene idea de lo certera que son esas palabras — dijo sonriendo y dando algunos pasos hacia Giorgiana, que lo miraba con admiración.
— Lo lamento, — se excusó Gina — esta lengua suelta es Aidan O ‘Sullivan, mi novio. — miró hacia él y este le hizo un guiño — Amor, él es Antonio D'angelo mi nuevo jefe y la señorita aquí presente es georgiana, su futura esposa.
Estreché su mano y no pude evitar darme cuenta de la diferencia de edad y de lo increíble que alguien tan mayor estuviera a un soltero. La mayoría de esos individuos lo estaba era por alguna razón y vino a mi mente Tomasevic el jefe de mi hermano. En él, esa máxima se cumplía y me pregunté si en el hombre que tenía enfrente era igual.
Ella podría estar alejada de mí, pero seguía estimándola y me dolería que estuviera siendo usada. Pero a juzgar por el comportamiento del hombre hacia ella le quería y era recíproco.
— Es un placer, — me dijo él, pese a que yo no dejaba de ver a su novia en todo el tiempo, el tal Aidan no parecía molestó por ello. — Gina me contó lo de su padre, lamento mucho lo ocurrido y si cree que podemos ayudarle en algo... Estamos para servirle.
— Gracias, felicitaciones Gina es una gran mujer...
— Soy consciente de ello, — dijo con suficiencia — Desde la primera vez que la vi lo supe y no he podido despegarme de ella. Tengo 40º de temperatura y no la veía en una semana, dejé todo tirado para estar aquí.
— Aiden ese virus se quita bailando. — dijo Giorgiana y eso nos hizo reír a ambos, sin embargo, fue Gina la que respondió.
— Lo siento, apenas puede mantenerse en pie. — caminó hacia él y le abrazó, seguí sus movimientos de manera involuntaria, no sabía porque sucedía— nos vemos mañana.
— No hagan travesuras —Giorgiana les señaló a ambos, solo sonrieron y se alejaron. — se ven hermosos juntos ¿No lo crees?
— Y la quiere, no la perdió nunca de vista. — tenía que admitirlo, así esa verdad me jodiera en las entrañas.
— Mira que tomar un avión solo para festejar con ella y enfermo... Eso es amor. — sí tenía que admitirlo, el que ella ya no me viera como antes me dolía.
Recordaba que sus ojos brillaban al verme, por eso la búsqueda al llegar a la oficina, pero me encontré con una mirada diferente. Una mujer escultural, con una sonrisa que les daba a todos por lo que pude ver, así que ya era uno más del montón en su vida.
Giorgiana revisaba su móvil algo Preocupada y molesta, estábamos dentro del ascensor. Ella testeaba rápidamente, parecía molesta con el que sea que escribía.
— ¿Qué sucede? — pregunté dando el número del piso, tuve especial cuidado de no compartir el mismo ascensor con Gina y su perfecto novio.
— Papá quiere que ayude a Uno de sus socios... Es el jefe de Lucíano — mis dedos se crisparon y la vi a ella con enfado.
— Ese tipo no es un buen hombre y no me gusta que pases tiempo con él — lancé enojado.
Las escenas de celos lejos de molestarla le divertían y se acercó a mí, pegando su cuerpo al mío y rozando levemente mi entrepierna. Eso hizo que mi mal humor bajara, pero que no se diera del todo. No, cuando conocía los detalles de las propuestas que Kurn hacía, mi hermano me las había contado.
— Él puede hacer la propuesta que sea, pero este cuerpo ya tiene dueña...
— Más le vale que no te moleste — dije tomando su mentón con mi mano. — dile a tu padre que solo será hoy y que busque a otra...
El tipo era molesto la fama que tenía con el sexo femenino le presencian y mi miedo a que Giorgiana cayera engatusada por su riqueza era enorme. Yo era un pobre diablo, comparado con ese hombre.
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