Capítulo 34
Meses después...
Llegamos a la ciudad al día siguiente y nos encontramos con la grata sorpresa que ya era una mujer libre, por ironías de la vida, los que me causaron daño estaban en libertad y era yo quien tenía que permanecer encerrada. Pero, era necesario, eso me había dicho Antonio y mis hermanos. Gracias a Dios todo había acabado, ahora podía ir a donde yo quisiera.
Habían encontrado restos humanos en un lugar de cría de cocodrilos, además del hallazgo de algunas prendas, que las familias de ambos confirmaron que eran suyas, desconocía como habían logrado saber que eran ellos, aunque, Neall intentó explicarme. Me bastaba saber que ya no me dañarían más, que mi vida, la de mi bebé y mi esposo no corrían peligro.
Esa mañana decidí hacer unas últimas compras de algunas cosas que necesitaba llevarme. En esa oportunidad iba con Elizabeth de quien, tengo que decir los Jarper la había ascendido, por intervención de mi hoy esposo. Ahora era la jefa del área de finanzas le iba de maravillas, se llevaba bien con Antonio y además se notaba feliz.
Lessie, esperaba condena, pero, todos dudaban que fuera a la cárcel, ya que según el parte médico le habían detectado cáncer en estado terminal. Harry y la esposa de Aidan no le había levantado cargos, me bastaba con que no se acercaran más a mí.
— ¿No está cansada? —me pregunta por quinta vez y solo niego sin dejar de sonreír —Antonio no me perdonará si a usted le pasa algo.
No, me imagino que no, Antonio se enojara y tú no podrás vivir con su odio. Sacudí mi cabeza, para alejar los malos pensamientos e inspiré. Esas ideas no me hacían bien.
—El señor Antonio, me tiene al borde de un colapso nervioso —me quejé — si por el fuera yo estuviera en cama o andará en silla de ruedas.
Elizabeth sonrió divertida mientras me ayudaba a subir las escaleras metálicas. Ella había sido testigo de lo exagerado que era Antonio con sus cuidados y yo era testigo de lo bien que se llevaban, del café que él amaba y que solo Elizabeth podía hacerlo como a él le gustaba...
Igual al que hacía su mamá...
—Eso es porque teme perder a usted y a los gemelos —le defendió, si tenía dos bebés en mi enorme vientre y bastante inquietos, por cierto —¿No le ha preguntado sobre su primer hijo? — negué, ya habíamos llegado al primer piso e hice una pausa para respirar.
Lo cierto era que me daba miedo, conocer esa historia y él no la había tocado más. Tampoco sabía mucho, solo que la mujer había muerto y el bebé también.
—Si hubiera querido que yo lo supiera, me lo diría.
—Si tiene usted razón, pero pensé que por ser pareja no tenían secretos — tomó de nuevo mí brazo y resoplé, frustrada. —a mí me lo contó, fue su primera novia...
—Me gustaría escucharlo de labios de mi esposo —interrumpí.
Elizabeth había tomado al pie de la letra la recomendación de mi esposo. "Cuídala con tu vida, si es necesario", le había dicho y ella hizo señal de firme. Esos dos se llevaban últimamente bastante bien, desde que Antonio le ayudó con el ascenso. Ahora para sumar a mí ya mundo de inquietudes y conjeturas, compartían secretos.
— Y en nuestro caso, hay cosas que compartimos... Otras no. —seguí luego de unos minutos —no se el resto de parejas como sea, imagino que varía de acuerdo a cada quien.
El resto del trayecto lo hicimos en silencio, ella parecía sumergida en sus pensamientos y de vez en cuando respondía algunos mensajes. Decía que era de Antonio y que era preguntándole por mí.
¿Por qué simplemente no me llamaba?
Haciendo las últimas compras, pasamos por los ventanales de una boutique. Fue inevitable no verme en ella y a la compañera de al lado. Elizabeth, era una trigueña hermosa de labios carnosos y mirada pícara. La vi mirarse en el espejo de forma coqueta y acomodarme el escote. Ella era hermosa y trabaja con Antonio a tiempo completo.
Él se negaba a que yo fuera a trabajar en la empresa y me enviaba con las chicas. Incluso hoy, le pidió a Elizabeth que fuera ella quien me acompañara porque solo con ella a mi lado se sentiría tranquilo.
— Necesito un baño —murmuré y entré a una de las tiendas. Una mujer de avanzada edad caminó hacia mí al verme caminar rápidamente. — disculpe la molestia, pero necesito un baño.
—Claro cariño por aquí —dijo caminando delante de mí —no te preocupes yo sé cómo es eso.
—Gracias, estos dos me hacen pasar vergüenzas —dije y ella me sonrió de forma amable.
Con el embarazo, muchas cosas en mi cuerpo habían cambiado, no controlaba mi vejiga, menos los gases, lloraba por todo, comía demasiado, por esto último estaba gorda. Era algo así como un enorme elegante, lleno de flatulencias y lágrimas.
Una vez logré vaciar mi vejiga, salí del cubículo, me lavaba las manos y el rostro cuando uno de los otros se abrió y del salió una chica de unos 17 años, cabello castaño y unos hermosos ojos verdes, que yo solo había visto en una persona. Se quedó en pie mirándome fijamente, llevaba en las manos unos pantalones, que imaginé se estaba midiendo, en primera su mirada fue curiosa, hasta que algo cambió, era como si me hubiese reconocido.
—¿No tienes miedo? —me preguntó y la miré confusa — ¿No sabes quién soy verdad?
—....
Ella solo negó, al notar mi silencio y caminó hacia el lavado, instalándose al lado mío. La observando su imagen frente al espejo me dijo que yo la había visto en otro lugar, y esos ojos... hasta que llegó a mi mente las fotos que Ciara O ‘Sullivan me mostró, ella era una de las dos hijas de Aidan.
—Supongo que para ti no era tan importante saber de nosotros, te interesaba más la cuenta de banco abultada de mi padre. —habló en forma tosca —mamá dice que todo lo malo que haces, aquí se paga.
Dios... Esto no, por favor no.
— No deberías juzgar sin saber cómo ocurrieron las cosas. — sus labios hicieron una fina línea y sonrieron con despotismo. — es un tema que está aclarado con tu madre.
Aylin, se llamaba si mi memoria no le fallaba y desde ya auguraba que sería una mujer alta y muy hermosa. Si bien, ya por su padre no sentía nada, tenía que admitir que era un tipo de buen ver y su madre también.
—Sé lo necesario, como que mamá lloraba todas las noches en que papá se iba de fiesta contigo, que nos hacía llamarlo cuando él no le contestaba o que nos rogó una vez que enfermó y que se fue de casa y nos pidió que le llamáramos para que llegara dormir—me dijo mirándome esta vez, yo recordé ese día. Fue una de las pocas veces que durmió en casa —te robaste horas que eran nuestras, mientras tu reías y eras atendida como reina, mamá lloraba y era insultada...
—Jamás lo supe, y cuando me enteré me alejé de él —las excusas eran tontas. — estas muy joven para entender y algún día te darás cuenta, que al igual que tu madre yo fui una víctima.
Ella tenía puntos fuertes a su favor y aquello que decía era incómodo, pero una realidad con la que yo tenía que vivir. La culpa fue de ambos, yo por ser muy inocente y pretender que un hombre así estaba solo, Aidan se mostró demasiado perfecto para ser verdad y el por engañar, y destruir su hermoso hogar.
—Deberías tener cuidado —dijo al verme guardar silencio — sabes que todo se devuelve, estás casada y mira que coincidencia tu esposo es igual a mi padre con mi madre. El también no tenía ojos más que para ella y zas llegó una zorra y se metió en el medio.
Salí de allí rápidamente y le di las gracias a la mujer, quien al verme temblorosa me preguntó si estaba bien. Le di un si rápido y Elizabeth caminó hacia mí rápidamente.
—Me iré en taxi —le dije a la mujer.
—Pero Antonio dijo...
—No me importa que te dijo Antonio —dije ya exasperada y ella retrocedió —me iré a la cafetería, tu puedes ir a darle los pormenores de nuestra salida o le llevas en café que tanto le gusta...ese que solo tú sabes preparar.
—Señora, calme se piense en los bebes —solté el aire y caminé a paso rápido — Señora por favor deténgase...
—Puede correr todo lo que quiera, pero usted y yo sabemos quién es en realidad y cuando se vea al espejo sepa que destruyó un hogar... ¡Zorra! —estaba por dar un paso cuando escuché la voz de la chica y giré.
Me acerqué a ella aburrida de recibir solo insultos, de todos las O ‘Sullivan y que Aidan fuera visto como víctima cuando era obvio que no era así. Que fui vilmente engañada y que una vez me di cuenta terminé esa relación.
—Cuida tus palabras mocosas, —dije en un tono fuerte —Tú no tienes idea de lo que sucedió.
— Usted no es mi madre. — Por fortuna, pensé y respiré aliviada.
—Tus argumentos son muy inteligentes y llenos de sabiduría —dije.
—Señora, usted no tiene por qué dar explicaciones y piense en los bebés —habló Elizabeth y la ignoré.
— Tu padre fue el santo, el que fue seducido por mí y el yo buscaba. — Elizabeth miraba a ambas mientras caminaba hacia la chica quien se cruzó de brazos y alzó su rostro altivo.
—Te le metiste por los ojos...
—Será mejor si se va niña —habló Elizabeth a la chica quien retrocedió al ver a Elizabeth caminar hacia ella —te aseguró que estas cometiendo un error.
— Te tengo noticias... tu padre, no fue más que un cáncer en mi vida, un infeliz y sin vergüenza. Desearía poder borrar esos malditos años a su lado... No quiero saber más de él o de ustedes... —lo vi detrás caminar e instalarse detrás de ella.
Él había escuchado lo que dije, su rostro notaba dolor, pero él no había sufrido la mitad de lo que yo sufrí. No sólo el escarnio público, sino la humillación de su familia y mi auto recriminación.
—Regresa al auto Aylin —dijo su padre detrás de ella y noté que en ningún momento despegó su mirada de mí.
Por fortuna nadie parecía interesado en nuestra disputa, sólo un oficial a quien la actitud de la chica le pareció peligrosa conmigo y solo por mi estado de embarazo y se acercó a mí.
— ¿Todo bien? —me preguntó y asentí — ¿Esta segura? Si el señor la está molestando solo dígalo.
—No conozco al señor — respondí sosteniendo su mirada — jamás lo había visto, creo que se han confundido.
Vi la sorpresa en los ojos de su hija y el dolor en los ojos verdes de su padre, pero no me importó. Quería borrar esos recuerdos de mi mente, ojalá existiera una droga mágica para hacerlo. Pero tenía que vivir con eso, con mi error y con el sentimiento que hice daño, con o sin intención. Agradecí al oficial, di media vuelta y esta vez sí esperé a Elizabeth. Me ayudó a entrar al auto y luego se puso tras el volante.
— Te gusta mi esposo —dije al fin y mirando como ella se adentraba al tráfico, tenía que decirlo porque era algo que me estaba ahogando con ese descubrimiento — es muy obvio, no intentes negarlo que estoy segura de ello.
—Mis sentimientos no tengo por qué decírselos, son míos señora... solo le digo que no soy correspondida.
—Eso quiere decir que se lo has dicho —repliqué y ella guardó silencio.
Tenía la mirada fija al frente, estaba conteniendo las lágrimas y aunque sentí pena por ella, tenía que saber la verdad. Ella no me diría nada más, para mí y todo el que la viera a ella delante de mí esposo, era obvio que ella sentía algo por él, que hoy día yo parecía una ballena y ella siguiera rozagante no ayudaba a mi autoestima.
— Déjame en la Repostería, la principal —dije y en lo que siguió del viaje no hice más comentarios.
Ella tampoco dijo nada, no era que quisiera escuchar algo más, ella me había dicho todo con ese silencio. Había tomado por costumbre callar lo que sentía o lo que ocurría dentro de mí matrimonio. No quería que mis amigas odiaran a mi esposo y en el fondo sabía que era amada. Era mi mente y mi estado, el que me hacía sentir insegura y quizás ver fantasmas donde no los hay.
—¿De dónde viene la mami más bella? —Dijo Laura caminando hacia mí y mirando mi rostro — ¿Por qué esa cara?
Me llevó a una mesa y me hizo sentar en una de las sillas, luego se fue, regresados minutos después con una tasa en sus manos que, me dio y se sentó a mi lado. Mi pulso temblaba ligeramente y sentía mi móvil vibrar, seguramente, ya Elizabeth le había contado todo a Antonio.
—¿Cómo estás princesa? —dijo al levantar yo la llamada y ante la mirada inquisitiva de mi amiga.
—Bien, ya debes saber que estoy con Laura —respondí y lo escuché soltar el aire del otro lado — ¿Puedes pasar por mí en la noche cuando salgas?
—Eso no tienes ni que preguntarlo, pero quiero saber ¿Qué te dijo esa chica?
—Hablamos en la noche—dije.
— Esta bien, será como digas... Te amo mi princesa —respondí un escueto igual, miré la tasa que estaba en frente y no pude evitar empezar a llorar.
—¿Qué sucedió? — preguntó preocupada.
—No mucho, lo de siempre — mi voz se quebró y Lau tomó mis manos —Que estoy gorda, lloro por todo, la hija de Aidan me llamó zorra y me dijo más o menos que pasaría por lo mismo que pasó su madre...
—Eso no sucederá, no fue tu culpa y Antonio solo le falta respirar por ti — dijo mi amiga y tomó con una mano mi rostro. — es el embarazo que te hace estúpida y solo por eso evitas que te golpee.
Esa explosión de su parte me hizo reír y ella me miró con los labios apretados. Le dije también lo de Elizabeth y no se sorprendió, ellas también lo habían notado.
—Antonio es caballeroso, atento, divertido y te ama con locura — habló tomando mis manos y acariciándolas —¿Quién no quiere a un hombre así? Pero... ¿Qué hombre no quiere a una Lougina Turner en su vida? —ante mí silencio ella siguió — eres valiente e independiente, no te has dejado vencer, e inteligente.
— Tengo miedo...miedo de pagar lo que mamá y yo hicimos, —dije entre lágrimas y ella me abrazó — de perderlo, porque yo no podría vivir sin él.
—Ni el sin ti, tonta —se quejó —Esa chica seguramente conoce parte de la historia, el debió contarla a su manera para ser perdonado por sus hijos.
Era quizás lo más seguro, pero lo dicho por esa niña me afectó, quizás mi embarazo o porque en el fondo sabía que era cierto. Ellas estaban en medio de ambos padres y debieron sufrir al ver a su madre llorar y destruirse un hogar. Pero yo no tenía la culpa... No la tenía.
—No sabría que hacer sin ustedes —confesé — tienes razón, el embarazo me pone estúpida... Pero ella está hermosa...
Susmira administraba la otra sucursal y estábamos haciendo una tercera que administrará Ángeles. Nos iba tremendamente bien y el que Layla nos buscara para elaborar algunas cosas para sus eventos nos había dado más publicidad.
—Tu llevas en el vientre a sus hijos — en ese instante miraba hacia la calle y ella siguió hablando — tiene que haber una razón por la cual él no te ha dicho lo de su primer bebé. —asentí, ella me hizo tomar la bebida a la fuerza.
— ¿Dafne? —pregunté al no verla.
—Está en eso de la beca, y en la declaración — respondió.
Amenazó con hacerme entrar en razón a bofetadas, de ser necesario si no dejaba de culparme por lo del matrimonio de mi padre y de Aidan. Según ella, en ambos yo no tenía nada que ver, pero solo lo decía para hacerme sentir mejor.
******
Esa noche tendría que recoger a Gina a la repostería, aún faltaba algunas horas. Pero la voz que escuché de ella no me gustó, así que iría antes a buscarla, mientras recogía las cosas pensé en la conversación que habíamos tenido por teléfono. No quise hacerle preguntas, pues se sentía bastante deprimida.
Elizabeth me estaba contado el incidente con la hija de ese hombre y que Gina estaba celosa de ella. Además, que se negó a hablar del tema, alegando que no tenía por qué hacerlo.
—Será mejor si evitamos estar cerca — habló ella luego de una pausa.
— Es lo mejor, creo que los juegos sobre ese café, han sido la causa de todo —algo estúpido, pues el dichoso café no tenía nada de especial.
Solo que sabía a ella le cabreada y amaba verla enojada. Sus mejillas se tornaban coloradas y sus labios pequeños se perdían prácticamente al apretar su boca.
— Debiste responderle, sabes que no hay tu y yo, se supone que estas enamoradas de un hombre que te corresponde. —le recordé y la vi bajar el rostro —dijiste que era casado, pero que él te había dicho que te quería.
—Antonio....
—¡Antonio nada! —hablé levantando ya la Voz — ¿Por qué no le dijiste la verdad? Que no soy yo el que te gusta...
—Sé que cometí un error al creer que usted correspondía a mis sentimientos, es obvio que me equivoqué...
—¡Por supuesto que te equivocaste! Jamás te dije que me gustabas y en más de una ocasión te he dicho que ¡Amo a mi mujer! — respondí recogiendo mis cosas y metiéndolas en el maletín — no recuerdo haber hecho algo para hacerte sentir especial, y si lo hice... te aseguro fue intencional. Te pido disculpas por ello, en adelante, será mejor si tratas todo lo referente a tu área con mi hermana.
La vi con el rostro dolido, pero yo no quería malos entendidos con Gina. Tenía un hogar sólido y una mujer hermosa, que me daría dos hermosos hijos. Pasamos por tantas cosas juntos, que ahora que todo se había arreglado no lo dañaría por tonterías.
—Entendido —dijo dando media vuelta y entrando tras ella Lucíana.
— ¿Qué sucedió con Elizabeth? Va llorando —dijo y negué mientras recogía las cosas.
—Es bastante incómodo Lucíana, solo le pedí hacer las distancias respectivas. Gina ha notado cosas de ella y la verdad... Me resulta incómodo... —Lucíana caminó hacia mí y se sentó en la mesa del escritorio, mientras yo me tiraba en la silla derrotado.
—Te dije que si la dañabas la pagarías caro —me amenazó —Gina es de reír y de hacer bromas, pero es bastante sensible.
Yo lo sabía, solo que desconocía que yo fuera el hombre que Elizabeth decía le gustaba. En un comienzo, llegué a pensar que era yo, hasta que dijo, era correspondida. Le advertí que pensara bien las cosas, que si estaba segura era correspondida y me dijo que sí. Allí supe que no era yo, jamás le dije que la quería o algo por el estilo.
—Jamás dañaría a Gina, —me defendí, y mi hermana me miró preocupada — amo a mi esposa y lo que sucedió con Elizabeth, fue un malentendido.
—Le diré a Gina que te ponga un hierro... Propiedad de Gina — la escuché decir y la quedé mirando un instante —ya sabes... Las letras G y R en tu trasero.
—Debo irme princesa —dije levantándome de la silla —me has dado una excelente idea...
—Bien, espero que sea buena idea, que la hagas feliz o la Neall y yo nos la llevaremos —no respondí, besé su mejilla y salí de allí.
****
La fui a recoger y la llevé a casa, todo el camino fue en silencio. La miraba de vez en cuando y veía que tenía la mirada perdida. Había estado llorando, lo supe por sus mejillas rojas y sus pestañas humedecidas.
— Te ayudó a salir —le dije. Parquee el auto frente a nuestra casa y siguió en silencio. Rodeé el auto, le abrí y le tendí las malos, por lo menos me las había recibido. — ¿Qué tienes princesa? —pregunté al fin y la vi negar.
— Quiero dormir Antonio, me siento cansada —Antonio, ella jamás me llamaba asa en el diario vivir — creo que los chicos me ponen sensible.
—Hablé con Elizabeth, —dije abrazándola y acercándola a mí, aún no habíamos entrado y no lo haría hasta que no me dijera que tenía —fue un mal entendido, creo que eso del café se salió de control.
—Amas su café...
—Amo verte celosa, el café de Elizabeth, es de la cafetería y no lo hace ella. —asintió y se soltó.
La vi subir las escaleras y solté el aire, no sería tan fácil como creí. Aun así, la seguí en silencio, detrás de ella, era el embarazo el que la hacía estar así. Una vez la dejé en la habitación, bajé por la cena y duré un buen tiempo en la cocina. Dándole espacio para que se sintiera cómoda y así poder hablar con ella cómodamente.
— Aquí está la ... —las palabras quedaron en el aire al verla solo en ropa interior frente al espejo y llorando — Perché la mia principessa sta piangendo? (¿Por qué llora mi princesa?)
Me miró con los ojos rojos, y humedecidos, dejé a un lado la bandeja y me instalé detrás de ella. La abracé y acaricié su abultado abdomen y sonreí al verlos moverse ante mi roce.
— Estoy gorda y ella es hermosa —dijo y la abracé a mí, una broma que se había salido de control — lloro por todo, aumenté de peso, solo me falta rebotar ...
—Calla por favor — le dije haciéndola girar, para verme — tienes a dos niños aquí —le dije señalando su vientre y la vi hipear. — no cualquier niño, mis hijos, si estas gorda o con estrías, es por llevar a “Mis hijos” ... Te amo, más allá de toda lógica Gina.
— Ella te quiere —insistió y la tomé de las manos, me senté y luego la hice sentar en mis piernas.
— Pero yo te quiero a ti, no hay nadie más perfecto para mí que tú. Es hora que dejes de culparte — limpié sus lágrimas, y ella me miraba en silencio — sé que te culpas por lo de tus papas y lo de los O ‘Sullivan. En ninguna de esas dos tienes algo que ver, nadie puede entrar donde no se le da acceso.
— Tengo miedo de perderte. —confesó por fin y besé sus labios.
—Yo duermo todas las noches con ese mismo miedo el de perderte — así que fue el mejor momento para contarle sobre Nadia. — mi primera novia se llamaba Nadia, la conocí en unas vacaciones a Italia.
Tenía 18 años y en ese entonces, me veía casado y con hijos con ella. Para mí, no había otra mujer en el mundo solo ella. Solo que nos veíamos cada seis meses y en ese tiempo compartíamos correos y video llamadas. Fue una época hermosa, pero al entrar a la universidad se me hizo imposible llamarla todos los días.
—Nos fuimos distanciando, hasta que simplemente dejamos de hablar. Me envió un mensaje, que me decía en el que me terminaba, la llamé a casa muchas veces, pero siempre se negaba. —Gina guardaba silencio y poco a poco con mi relato se calmó.
Deje de ir en un año, mis hermanos fueron a vacaciones semestrales, pero yo no, tenía unas notas pendientes. Me había quedado porque el rechazo de ella, me había afectado y me afloje en clases. Volví en una navidad, doce meses después y la encontré embarazada.
—Se enamoró de alguien que, al verla en embarazo, la dejó —aún la quería y ver que era rechazada por su familia me dolía — estaba pasando una situación complicada, así que fui a casa de sus padres y le dije que el niño llevaría mi apellido y que nadie sabría que no llevaba mi sangre.
En ese punto dejó de llorar y la vi atenta a mi relato, sonreí mientras Limpiaba sus lágrimas y besaba sus manos. Aún hoy e afectaba su muerte, más allá de que la quisiera o no, Nadia fue mi primer amor, con ella hice todo por primera vez. Aprendí a besar con ella, nuestra primera vez fue juntos ambos, fue ella la que me enseñó a bailar.
—¿Cómo fue? —me preguntó y me encogí de hombros.
— Empezó a trabajar en una bodega, a escondidas de su madre, tenía casi el tiempo que tienes tu. — le vi mirar hacia el espejo, en dónde estábamos reflejados los dos — Rodó por unas escaleras, nadie notó su ausencia, solo hasta en la tarde cuando ya era tarde. Se golpeó la cabeza, estuvo en cuidados intensivos un tiempo.
Todos decían que sólo la mantenía viva, saber que su hijo vivía. Los médicos no entendían como permanecía con vida. Era por su hijo que ella luchaba para vivir, de alguna manera quería que él viviera, así ella no tuviera oportunidad.
—Cuando el bebé murió su madre se acercó a ella y le dijo que ya no tenía por qué luchar más... Él se había ido, en ese instante dejó de respirar.
Fue duro saberlo y recordarlo aún más, hoy día ella y su hijo vivieran. Me alejé de la Penélope, la madre de Nadia, el dolor de su pérdida me persiguió por mucho tiempo. No porque la amara, sino por todos los sueños que ella tenía con su hijo. Le había prometido que, una vez empezará a trabajar me la llevaría para Londres y ella decía que solo era momentáneo que luego ella se independizaba.
—Dios... —dijo luego de unos minutos — ¿Por eso eres tan histérico? —logré sonreír y ella me miró unos instantes.
—No soportaría perderte, si me dolió la muerte de ella... No alcanzó a imaginar cómo sería si tu —callé y la dejé a un lado de mi — le conté a Elizabeth, para que entendiera mi preocupación y a ti no quise hacerlo para no crearte miedos. Pero jamás dudes que te amo, ahora debes comer.
Me levanté de la cama y fui por la bandeja, la acomodé en la cama y entré al baño. Me desnude y entré a la ducha, la realidad era que no quería qué se diera cuenta que dolía aún la muerte de Nadia. Empezaría a pensar que la amaba aún y no era así, alcé mi rostro, y dejé que agua corriera por mi rostro cuando sentí su mano en mi clavícula.
—¿Qué es esto? —sus dedos delineaban las letras del recién elaborado tatuaje.
Un corazón formado por una pequeña leyenda y en el centro de ella su nombre. GINA. Así que, en mi idioma natal, quise dejar sentado que ella era y será mi princesa.
— La mia principessa —leyó lo que decía el corazón y la otra mitad — ti ameró per sempre.... Yo también te amaré por siempre. — sus ojos brillantes mirándome me dijeron todo.
— ¿Te gusta? — pregunté.
— Es hermoso, y eterno —dijo y sonreí.
—Alcanzara a esta vida, creo es suficiente, porque en esta te amaré... En la otra ya miramos para que me creas...
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