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Capítulo 22

— ¿Estas bien? — asintió y le ayudé a sentar en la cama.

En todo el viaje tuvo mareos y vómito, su rostro estaba pálido. Sus mejillas normalmente coloradas estaban frías y un color no muy saludable. Pero era terca se negaba a aceptar que estaba mal y ya tenía mis dudas sobre traerla acá.

— Me acostaré y ya se me pasara, no te preocupes. — la miré sin poder creer lo que me decía.

¿Qué no me preocupe? Si en todo el viaje no logré calmarme, la azafata hizo un buen trabajo y fue muy amable. Pero yo entré en pánico, no sabía que hacer o como ayudarle. Los recuerdos volvían a mí, entre más tiempo pasaba, más fácil era no comparar.

— Será mejor si vamos a un médico, mañana y no a esa capilla. No es importante, podemos hacerlo después. — dije y ella solo sonrió.

— No entres en pánico, es normal estas cosas y si vamos al médico se burlarán de ti.

Le ayudé a quitarse sus zapatos y la chaqueta que cubría su vestido, luego nos acostamos los dos. Nos quedamos uno mirando al otro, en silencio. Poco a poco, sus ojos empezaron a cerrarse, hasta que se quedó dormida.

Acaricié sus mejillas al verla que parecía un ángel, en nada se asemejaba al terremoto que era despierta. La cubrí con las cobijas y bajé, era hora de ir a ver a al tío Alex y a sus hijos. Una vez abajo me encontré a mis hermanos y a sus parejas. Solo nosotros iríamos a esa reunión, así que podía irme tranquilo, Neall estaría a cargo del cuidado de Lilian, Gina y los niños.

— No se preocupes, acamparé fuera de la habitación de ambas si es necesario. —. Sonreí no dudaba en que haría un buen trabajo.

— Prometo no demorar — respondí.

Estaba nervioso si bien sabía que en ese lugar estamos seguros. Más que en cualquier lugar de la tierra, aún estaba el fantasma de lo que sucedió con papá allí, y del enfrentamiento con él ese día.

Salimos hasta el auto y fue Lucíano el que manejó el vehículo, estaba relativamente cerca, pero al ser de noche queríamos los tres regresar a casa con los nuestros.

— ¿Ya aceptó Gina casarse? — la pregunta la hizo mi hermana y giré mis manos, diciendo más o menos.

— No del todo, pero llevo un terreno ganado — respondí. — la llegada de Giorgiana complicó y atraso todo.

Era una realidad que tenía que admitir, aunque no tuviera oportunidad ella seguiría atormentando a Gina. Pero si no nos casábamos, estaba dispuesto a vivir con ella el resto de mi vida así.

— ¿Yo tengo una teoría? Que cree no merecer ser feliz — Luciana quien iba al lado de nuestro hermano lo miró confundida y yo igual— Ese hombre O ‘Sullivan, su familia de destruyó luego de que ella lo conociera.

— Pero no fue su culpa, ese hijo de puta la engañó — ambos elevamos una ceja al escuchar la palabra de alto calibre y Luciana sólo se alzó de hombros. — es el menos molesto, ha sido un grano en el trasero.

Íbamos ya camino, la carretera estaba iluminada. Eso no estaba allí las últimas veces que estuve, algunas cosas habían cambiado. Se notaba la mano del nuevo dueño en las tierras, por extraño que les pareciera a todos, no envidiaba ese cargo.

— Pero ella no lo ve así, y ha vivido con culpa por el triángulo entre, su padre, madre y Lisie Doyle. — guardé silencio, porque lo que ni hermano decía, tenía mucho sentido. — Sé que discutíamos casi todo el tiempo, pero cuando no lo hacíamos hablamos mucho.

— ¿Por qué es que no se llevaba bien? Recuerdo que no siempre fue así. — me miró por el retrovisor y negó.

— No querrás saberlo...

Pero si quería y si había alguien que podía decirlo era él. Quizás, ella también, pero sería mejor si lo escuchaba de mi hermano. El diría todo a quemarropa, sin adornar y la realidad.

— Yo si — le interrumpió Luisiana, y Lucíano guardó silencio, tiempo después se aclaró la garganta.

— Una noche, tú y Neall tenían que verse, para San Valentín era su aniversario número tres. — Yo no tenía ni idea de lo que hablaba, pero claramente nuestra hermana sí.

Esos dos siempre fueron unidos y solo recurrían a mi cuando las cosas se salían de control o cuando requerían hablar con mi padre. Para pedirle algo, permiso y adelanto de mesada.

— Nunca les preste atención a ustedes dos, tu cuidabas de ella muy bien. Salvo en pocas oportunidades intervenía — dije y Lucíano asintió.

— Neall hizo dos reservaciones, una para él, otra para Gina y yo. — la incomodidad de Lucíano era obvia y solo sonreí, en mi inocencia pensaba que nada de lo que me dijera me afectaba — me gustaba, creo que en este punto era muy obvio. Ese día hablamos mucho, nos contamos secretos y ella dijo que ya no quería ser virgen.

— ¡Joder! — le dije inclinando mi cuerpo hacía delante y mi hermano freno el auto y salió rápidamente.

No necesitaba mucho para saber el terreno por el que tomaría la conversación. Estamos a pocos pasos de la mansión, así que me bajé y él se echó a un costado de la vía. Ahora sabía, porque no quería decirlo e insistía en que no me gustaría saber.

— Antonio no lo golpees está casado, ama a su esposa y tú no eras nada de ella. — mi respiración subía y bajaba, mis puños estaban apretados. — yo en realidad pensé que entre él y Gina hubo algo...

— No me ayudes tanto Luciana.

Sentía que algo dentro iba a explotar, la sola idea que él la hubiera tocado me dañaba todo el sentido común. Siempre dije que el odio era en los humanos lo que en un computador hace un virus informático, que llega a tu cerebro y desde allí envía señales dañinas o asesinas en mi caso.

— No sucedió nada, porque al estar desnudos ella no hizo más que reír — dijo de mal humor y Luciana empezó reír sin control y divertida. — ¿De qué te ríes?

— Dios es que... — volvió a reír otra vez y su rostro se puso rojo. — con razón la odiabas.

— Por más que intenté besarla, no respondió y su risa hizo que pues... Mi amigo se quedará dormido. Me dijo que era como besarte a ti y se sentía raro. — me crucé de brazos y lo miré enfadado. — después de eso ella no volvió a tocar el tema y a me enfade con ella en días.

Sabía que la situación no debió ser buena para él, pero estaba hablando de mi futura esposa. Le escuché resoplar ante las risas de nuestra hermana y los miré a ambos para que guardaran silencio. Pues ya habíamos llegado a las puertas de la casa del tío Alessandro.

— Da igual, me dijo en últimas que yo no era tú y que ella mejor te esperaba. — si digo que no se me hinchó el pecho emocionado mentía.

Saber que, sin proponérselo, sucedió de esa manera me hacía sentir profundamente feliz. Sin embargo, había que guardar la compostura y estos dos actuaban como si tuvieran quince años. Golpeándose unos con otros y Luciana riendo descontrolada por el infortunado suceso de su hermano.

— El pobre Lucíano, lo calentaron en vano. — insistió ella y fue mi turno de desesperarme.

— ¡Silencio los dos!  —ordené y asentí al ver que obedecían.

Toqué la puerta y di un paso atrás, instalándome al lado de mis hermanos. Miramos las enormes puertas en madera, color caoba. Aquellas que nos prohibían cruzar de pequeños, fue como viajar a esa época. Nos convertimos en niños delante de ella, el miedo en las entrañas volvió y la sensación de estar defraudado a papá, al ver con cariño a mis tíos y primos.

Apreté los puños con violencia, intentando que esos recuerdos no volvieran. Era indescifrable, el sentimiento y desconocía porque estaba allí, después de tantos años. Las puertas de la casa se abrieron y fue Alessandro hijo, el que nos abrió.

— Perdonen la hora, nos atrasamos un poco — me excusé por mis hermanos, Alex sonreía mientras se hacía a un lado.

— Tranquilo sabemos cómo es esto, chicos es bueno verlos. Luciana felicidades por tu boda, a la que no me invitaste... Imagino que tu esposo tuvo que ver.

— ¿Qué puedo decirte? Quizás te devolví el favor, tú te has casado dos veces — respondió y me sorprendió su respuesta, pero no dije nada.

— Estas aprendiendo de tu esposo a ser mordaz. — fue la respuesta de Alex — y aún no me he casado con Sofí, pero estoy casi... Lucíano

— Buenas noches Alex ¿El tío Alessandro está? — el hombre solo sonrió divertido.

— Directo al punto, eso es algo muy de tío Lucíano. — mi hermano solo metió sus manos en los bolsillos de su pantalón y se encogió de hombros.

Entramos a la casa y vimos a al tío, a su esposa y Pierre, quienes al vernos llegar se levantaron. Con Pierre siempre hubo un lazo más profundo, el no llevaba la carga de ser el heredero, por lo que era más accesible y divertido. También quería mucho a Luciana, a quien se dirigió directamente y besó ambas mejillas.

— Te lloré, como no te imaginas... No fue gracioso — le reclamó.

— Pero si necesaria cara mía, — respondió.

— Supongo que en el tiempo que estuviste muerto, el diablo se fue de vacaciones y tu estuviste a cargo — dijo Lucíano estrechando sus manos y este lo acercó a él con violencia.

— Siempre dije que tu cerebro y audacia te llevarían lejos y que tenías que aprovechar. — la risa de ambos nos dijo que bromeaban y sacudí la cabeza — Me alegro ver que Tomasevic lo viera, así estés con la competencia.

— Si te digo que lo lamento, estoy mintiendo. He aprendido mucho de él — a no ser hijo de puta, por ejemplos, pensé.

— Difícilmente creo que puedas aprender algo de ese hombre. — habló Alex y mi hermano negó.

— De todos se puede aprender, hasta de la criatura más insignificante. — y el río Alex asintió.

— Así es, hay mucha sabiduría en ti y me alegro que sus padres hicieran un buen trabajo con los tres. — habló el tío y luego nos miró — Agilicemos esto ustedes tienen que venir cansados. — ante sus palabras todos a sintieron.

Solo así mis hermanos saludaron al tío Alessandro, quien antes de su intervención veía en silencio a mis dos hermanos bromear con Pierre y a Alex a unos pasos mirándolos con ironía.

— Es bueno verte tío, esto es de parte nuestra — le entregó una botella que el solo verla me dio escalofríos. — es de los hermanos de la futura esposa de Antonio.

— Los Doyle son todos hombres, hasta donde sé. — preguntó Alex y asentí.

— Tienen una hermana menor, pero no se firma como Doyle. — dije sin dar más datos. — es alma rebelde — dije al ver sus rostros de confusión.

Lucíano entregó el documento en donde me cedían los derechos a sus acciones. Fue Pierre quien lo leyó, pasó a su padre y este a su vez a Alex. Todos allí lucían sorprendido, menos mi tío quien sonreía orgulloso.

— ¿Están seguros? Es mucho dinero...

— Papá y mamá dieron la orden — interrumpió Lucíano y el rostro de nuestros primos se tensó ante la violencia de sus palabras — y luego lo discutimos entre los cinco, pero fue la mejor decisión.

— Solo seré el enlace entre ustedes y mis hermanos. — les aclaré.

Lo siguiente fue la firma y la visita, era mala educación salir huyendo de allí, aunque era los que los tres queríamos. Llegamos a casa casi tres horas después y solo Neall estaba despierto. Tenía a su hijo en brazos quien, parecía extrañar la casa pues se negaba a dormir.

Me quedé con él, dándole los por menores de la reunión, hasta que el pequeño se durmió. Tiempo después subí yo a mi habitación, ella un dormía cuando entré. Asi que, tras asearme, me acosté a su lado.

Gina

Desperté con los primeros rayos del sol, había dormido bastante. Antonio dormía plácidamente abrazado a mí y sentí envidia, el no sentía malestar alguno. Me quité de su abrazó y corrí hacia el baño, las náuseas llegaron. Algunos olores me fastidiaban, odiaba las frutas algo que antes amaba.

Busqué dentro de su maleta, saqué la ropa y la deje colgada cuidadosamente en un lado. Me aseguré que no tuviera una arruga y en ese acto, recordé a mamá, haciendo lo mismo por papá. Gino Turner, jamás salía de casa sin que su amaba Belliz le dijera que iba bien.

Minutos después entraba a la ducha intentando ignorar, que los azulejos del baño parecían dar vueltas a mi alrededor. Me vestí y tomé un sobrero al ver que haría sol y no llevaba bronceador. Tiré de las cortinas, para que el pudiera dormir un poco más.

— Me encanta ese verde en tu rostro y esos labios blancos —escuché que decía Lucíano y lo ignoré.

— Yo debería ser tu persona favorita, no olvides que conozco mucho de tus secretos. — la risa detrás me dijo que su hermana había escuchado, pero no me importó.

— Te ayudo a bajar, no quiero que te pierdas ese bebé porque Antonio no lo soportaría — si claro, cualquier cosa menos que eso sucedería.

— Me imagino que sí. — respondí, pero solo Neall había escuchado.

— No soy yo quien le compete decirlo, pero el miedo de él... Va más allá de que perder al bebé — callé, porque no veía otra cosa más que esa.

Bajé las escaleras y pedí ir a fuera, pero sola, y Neall asintió soltadme. No me lo tomen a mal, amaba a mi hijo también, pero que solo fuera vista como el embace dolía. Me quedé allí contemplando el lugar, él tenía razón era un lugar hermoso para vivir.

Me imaginaba montando una repostería, y el con vino propio. Sentí los pasos detrás, supe que era Neall de nuevo, sonreí mientras lo miraba.

— Es hermoso, hasta planes de negocio propio me imagino— confesé y los ojos grises del que se convirtió en mi hermano mayor brillaron inquietos.

— ¿En qué pensaste? — en muchas cosas en realidad, pero una de ellas sobresalía.

— Nuestra propia marca de vino. — dije y no pude evitar emocionarme, como solía ocurrir cuando mi mente viajaba rápidamente.

— Me gusta ¿Podría invertir en ese sueño? — ante eso sonreí aún más, sabía que sólo estamos soñando, pero ya lo dicen.

Sí lo sueñas lo creas...

— Claro, Cualquiera puede soñar ¿Qué se te ocurre a ti? — tomó su barbilla en las manos y señaló unas montañas algo borrosas.

— Tengo viñedos que solo vendo la producción y ya... Lucíano conoce el medio. — pensó un poco y luego sonrió divertido — está en la cárcel, pero tiene el conocimiento, Antonio tampoco es que sea analfabeta y entre los tres podríamos hacer algo.

— ¿Tú crees? — asintió.

— Después de la boda hablamos, por el momento céntrate en ese niño y en qué nada les pases. — allí estaba otra vez...

Yo solo era el embace, portadora del heredero de esa familia. Sin importar que del otro lado tenían un jefe, el hijo mayor de los D'angelo Carissi, también era el jefe de este lado. Por eso querían que el niño naciera aquí, que la boda también y que viviera en estas tientas los primeros años. Era la traición, el heredo de la familia debía cumplir esos requisitos.

Y yo amaba eso, pero también lo odiaba, porque me sentía como un objeto. También que había destruido una familia y eso no me permitía ser feliz. De alguna manera, sentía que le debía disculpas a la esposa de Aidan y sus hijas.

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