Capítulo 16
Tomé al pie de la letra mi compromiso con la empresa, eso y la compañía de Gina me ayudaron a seguir, se podría decir que la vida nos sonreía. Lucíano le habían propuesto un nuevo empleo, no mejor, pero si en la ciudad que era lo quería. Le pediría a su prometida venir a vivir a Londres para estar cerca a mamá.
Conocedor del amor que ella le profesaba no dudaba en que aceptaría. Neall y Luciana habían anunciado el compromiso, y decidieron que lo mejor era operarse, después de lo cual se casarían. El avance de mamá era cada vez mejor, en conclusión, todo estaba volviendo a su normalidad.
Eso sí, no había vuelto a ver a mi padre, y mis hermanos desconocían las razones. Con que yo lo supiera, pienso era suficiente. Dejaba a Gina un poco más aliviada y así pudo permitirse trabajar en su negocio y visitar a su madre. Esto último era mi mayor preocupación, pues Belliz Turner, parecía estar por poco tiempo con vida.
Seleccioné los últimos detalles y organicé los del día siguiente. Algunos contratos con las modelos y clientes que habían dejado de hacer pedido. Las estadísticas en la empresa no eran las mejores, últimamente las ventas habían bajado. Podría ser cualquier cosa, sin embargo, los rumores de Gina seguían. Algo extraño, pues ella y el tal Aidan ya no se veían, podría ser quizás el hombre en un intento de dañar su reputación. Saqué el móvil al sentirlo vibrar en mi bolsillo y conteste creyendo que era Gina, que necesitaba algo de mí.
— En diez estoy allá princesa, — solo escuché del otro lado la respiración.
De alguna manera supe que era Giorgiana y la ira volvió a mí, tan fuerte como el día en que la vi en brazos de otro, pesé que me decía que ya no la necesitaba en mi vida, su infidelidad, la mentira y el engaño seguían doliendo. En vista que, yo no tenía nada que decirle guardé silencio y esperé que hablara.
— ¿Gina verdad? — callé y del otro lado se escuchó un sollozo, uno que seguía sin afectarme igual a la última vez.
— Tengo poco tiempo como te habrás dado cuenta, te sugiero seas breve o tendré que colgar. — dije en tono neutral.
— Jamás hubo la intención de casarnos, se supone que era para tener el dinero, el me prometió ayudar a mi padre y a ti ...
— No te lo pedí, y esa misma propuesta se la hizo a Luciana y a Lilian, incluso a Gina...
— La perfecta Gina, tan casta que ni el mismo Kurn quiso tentarla
— No me jodas Giorgiana, ¡Con Gina no! — fue el punto de alzar la voz y de explotar, ella no tenía derecho a cuestionarme y menos a hablar mal o bien de Gina.
— ¿Tan fácil soy de olvidar que ya me buscaste reemplazo? ¿Crees que ella podrá? — ya lo hizo y sin sexo pensé, pero decidí callar.
— No estás en posición de reclamar tu ni siquiera esperaste terminar. — replique ante el enojo de escuchar el nombre de Gina nombre en boca de ella.
Habían pasado meses desde eso ¿Qué se supone que quería? ¿Esperarla hasta que retomará el buen juicio y casarse con ella? Si algo había aprendido en esos últimos años de pues que papá me falló es que cualquiera podría hacerlo y si superé lo de mi padre lo demás sería más fácil y menos fuerte.
— Y no sabes cuánto lo lamento te amaba y me dolía verte sufrir con dinero — me senté en la silla sin decir nada, eran solo excusas.
Que ella no estuviera enamorada de ese hombre no hacía menos difícil lo que había visto. Un Trato comercial que ayudaría a su padre, a mí y a Lucíano, un acto que hacía conmigo por amor, lo convirtió en negocio. Jamás podría perdonar un acto de esa naturaleza, por las razones que sea. Ustedes pueden llamarlo orgullo, yo lo llamo amor propio.
— Debo colgar, espero esta sea la última vez que se hable de este tema. La vida sigue su curso y no soy de los que vuelve a atrás, y a recoger los restos que otro dejó menos.
No esperé una respuesta colgué la llamada, puse el móvil en silencio y recogí las llaves del auto. Sin embargo, una vez en el auto no supe qué camino tomar. No quería que Lucíano me viera así, empezaría a preguntar y era impetuoso. Podría buscar problemas con su jefe, y aún no renunciaba del todo.
Solo había un lugar en el que me sentiría bien, que no me harían preguntas y me haría reír hasta que se me olvidara mis problemas...con Gina. De camino a casa de ella, intentaba no pensar y recordar lo que ella me había confesado.
Quien te ama no te engaña, me había dicho mi madre al contarle lo ocurrido, el amor no se fuerza, son como los zapatos. Deben ser justos, a la medida ambos, fue lo otro. Si te aprietan no es tu talla, si uno es holgado y otro justo, estas usando el incorrecto, uno de los dos debe cambiarse.
Y tenía razón, si bien, mi trabajo me sumergió en la rutina, ella jamás hizo pie por mezclarse o por saber de lo que ambos viviríamos.
Pasé por una licorera, pedí el vino que ella amaba, ese que siempre decía que compraría y que olvidaba. Me sentía terriblemente mal y sabía que necesitaría de algo más fuerte, compré una botella de whisky del escocés extra para mí, vi en el mostrador la caja dorada, con los chocolates, que Gina amaba y sonreí.
— Me empaca esos por favor — le dije al dependiente señalando el envoltorio y este asintió.
— ¿Cuál de los tres? — dudé un poco, no recordaba cual era el que le gustaba.
— Los tres, para la próxima sabré cual es — el hombre me mostró una sonrisa, que correspondí y pagué, regresé al auto y tomé rumbo a verla.
Quizás era el ego lo que me estaba dañando, pues amor ya no sentía hacia ella, murió en el mismo instante en que la vi en esa cama con él. Pero por más que intentaba no lograba borrar la rabia. La sensación de sentirme como la mierda y de ser tratado igual. Más de cinco años de relación, los arrojó a la basura y por dinero.
Ya en frente de la casa de la peli roja, dude en entrar ¿Por qué cogerla como paño de lágrimas? Ella se merecía algo mejor que un perdedor como yo. Estaba por seguir mi camino, cuando escuché su voz.
— Ven aquí, tienes que ver esto — dijo su voz saqué la cabeza por la ventana del auto, pero no la vi. — aquí arriba.
En el tejado, allí estaba ella.
— ¿Qué haces allí? ¡Baja ahora mismo Lougina! — negó cruzándose de que brazos y mirando el cielo.
— Debes venir y te darás cuenta, por ti mismo lo que hago — me lanzó algo que cayó a dos metros de mí y que reconocí como las llaves de la casa. — por el ático, espero no llegaras con las manos vacías.
Tomé las llaves, regresé por las botellas y los chocolates, volví frente a la puerta. ¿Por qué siempre acababa haciendo lo que ella quería? Se supone que yo era el mayor y que los años debieron cambiarla, pensaba mientras dejaba mi botella a un lado, con una de las cajas de chocolate, el vino y dos copas busqué el lugar por donde subir.
— Esto no puede conmigo — dije al ver las improvisadas escaleras algo confundido.
La casa era de dos pisos y el ático, este último para acceder a él había que bajar unas escaleras ocultas y luego subir. Yo las había visto, pero jamás había entrado a él. Ahora ella me decia que subiera por allí, esas piezas de madera no tenían mantenimiento en años. Ella podría caer de allí, hacerse daño.
¿Por qué no puede ser una mujer común?
— Sé que sí, alguien más fornido y más alto que tú lo hizo.
Sí lo dijo para que yo subiera lo había logrado, pues saber que ese malnacido subió con ella allí. Fue lo suficiente para que yo subiera también, con algo de precaución, pues lo que llevaba en las manos me impedía sostenerme como era debido.
Una vez en el lugar vi lo que parecía era una improvisada casa de árbol, pero en el techo, ella estaba sentada encima de unos cojines y se cubría con una manta de soles y lunas rosa. Una sonrisa fue mi repuesta ante esa imagen, saqué el móvil de mi bolsillo al ver que ella no se había percatado de mi presencia y capturé su imagen viendo a las estrellas de perfil.
Giré la vista para observar que era lo que llamaba su atención, en un comienzo no vi más que la noche estrellada y los edificios. Hasta que vi una estrella fugaz pasar y luego otra y otra.
— Hoy hay lluvia de estrellas, ven. — dijo haciéndose a un lado y señalando un cojín. — hoy no serán dados, el que vea más estrella gana.
— El que las vea primero es el dueño — dije sonriendo y captando el juego rápidamente.
— Allí hay una...
— No la vi — dije sentándome y ella se alzó de hombros.
— Pero yo sí y es lo que cuenta. Gina 1 Antonio 0.
Ok, pensé con una sonrisa en los labios.
Los siguientes 30 minutos entre risas y copas vinos, miradas cómplices y besos, yo alcancé a ver 20 estrellas y ella solo 12. Ella jugaba sucio y yo también lo podría hacer.
— Se acabó — dijo alzando la botella y lanzadora al jardín de su casa desde el tejado. — así que tu gana... ¿Qué quieres?
— Tu ya sabes lo que quiero — dije cerca de ella. — me dejaste ganar o fue una partida limpia.
— ¿Tu qué crees? — Respondió.
Gina
Apreté las manos al escucharle decir aquello, yo recordaba cuando lo dijo y hasta la sensación que causó en mí cuando describió lo que podría hacerme. Lo vi acercarse y tragué, mientras sentía la respiración suya cada vez más cerca.
Recibí sus labios nerviosa, una vez rozaron los míos supe que estaba condenada a ellos. Había besado muchos sapos en búsqueda de mi príncipe y hoy que recibí esos labios supe que él era el correcto. El beso fue cálido, dulce, delicado, maravilloso, me llevó al cielo.
Lo sentí separarse de mí y suspirar, pasó una mano por mi mejilla y abrí los ojos. Sonreía y me veía a mí misma reflejada en esos ojos maravillosos que llegué a amar desde el primer día.
— No es lo correcto — me dijo — la idea es que recuerdes este momento, no que lo olvides y mañana sea solo producto del alcohol.
— Me lo vuelves a recordar mañana. — ¿Era el alcohol? O yo estaba más atrevida.
No lo sé con exactitud, había tomado lo suficiente como para marearme, pero no el exceso para no saber lo que hacía. Se levantó y estiró una de sus manos, el frío empezaba a aumentar. Sentía mi cuerpo temblar, no sé si por el aire de la noche o por la compañía.
— Estas helada, mejor bajamos. — la desilusión mía fue evidente.
Claramente no era deseable, seguía siendo una niña malcriada para él. Aun así, tomé sus manos y me levanté, una vez en pie volvió a rozar mis labios. Allí, en mi lugar preferido, el que había hecho papá y el que había compartido con mis hermanos. Volvió a besarme, esta vez más urgente y exigente, le escuché un "bajemos".
— Baja tu primero —dije separándome un poco de él y sentí su mano en mi cintura — si me caigo me sirves de amortiguador.
— Recuérdame repararlo o enviar a alguien para hacerlo — que mejor fuera él, así lo tendría todo el día allí.
Bajamos en silencio, como lo hice no sabía, pues mis piernas parecían temblar. Una vez en piso firme no supe que hacer, no sabía que decir o cómo actuar. Hasta hace unas horas Antonio era mi mejor amigo, habíamos cruzados una línea de no retorno. Pero no me sentía mal, es más sentía que era el momento justo.
— ¿Quieres que me vaya? — me dijo muy cerca de mí y sentí su aliento en mi cuello.
Negué, porqué las palabras no podrían salir, sus manos pasaron por mí cintura y me atrajo a él. Besaba mi cuello mientras me hacía dar unos pasos y me apoyo a la pared.
Giré mi cuello y recibí sus labios, tan ansiosos como los míos. Ninguno de los dos dijo que esto ocurría, sólo se habló de un beso, pero él me había hablado de mucho más. Besaba mis labios mientras pellizcaba uno de mis senos por encima de mi sostén. Este se endureció rápidamente y fue por el otro, sin dejar de besarme. Por cada beso y caricia, sentía que me iba quitando el aliento.
— Antonio — gemí al sentir sus manos subir mi enorme pijama y sacarla por encima de mi cabeza.
Se detuvo y yo no quería eso, solo quería verle y en el sitio donde estaba en la semi oscuridad y con su erección en mi espalda baja no podía. Ni verlo, ni pensar, giré y le vi respirar con dificultad. Las copas se nos habían subido a la cabeza, pero, eso no importaba.
Era exactamente lo que necesitaba para darme el valor de continuar. Había deseado estos meses que esto ocurriera y quería creer que él también lo deseaba como yo.
— No soy de piedra Gina, si esto es uno de tus juegos... Has llegado muy lejos — su voz era ronca, él aún no entendía que lo deseaba tanto como el a mí.
Me quité la parte de abajo de mi pijama, me quedé en ropa interior, mis senos no eran grandes lo justo. Lo vi mirarme de arriba abajo y sus ojos de oscurecieron al verme. Mi respiración era irregular, desconocía como excitarle. Hasta ahora sólo había residido besos y caricias subida de tono una que otros lugares, pero nada de esa naturaleza. Me alzó en brazos y me besó de camino a mi habitación. Debí decirle que dormía en la de mamá, pero el sitio donde sería suya no importaba.
— Cuando quieras que me detenga solo dilo — dijo y dejándome en mitad de la cama.
Lo vi desnudarse ante mí en silencio, quedándose solo en bóxer. Regresó a la cama minutos después, besando en el proceso mis pechos mientras unas de sus manos iban a mi intimidad. Alcé mi pelvis al sentir esa sensación de fuego en esa parte de mí.
Introdujo uno su dedo dentro mientras su boca se apoderaba de uno de mis senos. Sentía algo estallar, era tanto el calor que en algún momento pensé que estallaría en miles de pedazos.
— Antonio — rogué tomando sus manos y aumentando el ritmo de sus dedos dentro de mí.
— Te dije que no ibas a necesitar de esos Juguetes... — reproche al sentir que retiraba su mano de allí.
Sentir como cambiaba sus dedos por su lengua succionar y chupar, mientras mi cuerpo empezaba a temblar. Bajé la mirada unos segundos estaba fn medio de mis piernas. Metí mis dedos dentro de su cabellera oscura y pasé las piernas por sus hombros, mientras levantaba mi pelvis.
La sensación era maravillosa, nada ni nadie me había preparado para un acto así. Me sentía dichosa, pues mi primera vez seria con el ser más maravilloso del mundo.Regresó a mi encuentro y lo sentí rozar su erección en mi entrada. Su boca se apoderó de la mía y su lengua hacia movimientos obscenos dentro de ella. Correspondía gustosa, estaba llegando al límite de mi locura hasta que lo sentí dentro de mí.
— Dios... Eres tan estrecha . — cerré los ojos porque quería disfrutar más.
Sentir en cada fibra de mi esa emoción que él me hacía sentir. Su entrada y salida eran despacio y de alguna manera veía que se estaba controlando. Abrí los ojos y mordí mi labio inferior al sentir el ardor mezclado con placer. Me encontré con sus ojos fijos en mi sorprendido.
— Esto no hubiera sucedido de esta manera de saberlo. — dijo deteniéndose y besándome de nuevo, más lento y más tierno está vez. — velas, rosas, una cena... Solo atiné en el vino... En otra oportunidad será.
— ¿Abra otra?
— Si tú crees que te vas a librar de mi tan fácilmente estas muy equivocada. — dijo aumentando el ritmo de su entrada.
Terminé confirmando lo que ya sabía desde los 17, Antonio D'angelo era mi príncipe azul y corroboré lo que pensé en el tejado. Estaba condenada a esos labios y a esas manos. El éxtasis nos llegó segundos después y algunas tres veces esa noche. Terminando embriagados no sólo uno de otro, sino por una botella de Doyle que al verla empecé a reír y que Antonio resultó ofendido. Pensando que era por recordar a Gael, tuve que contarle mi incidente con su hermano.
*****
Desperté con una resaca terrible, al abrir los ojos todo me daba vueltas. Me senté en la cama y mi cuerpo adolorido fue un recordatorio de la noche anterior y la desnudez de mi cuerpo otra. Sentada en la cama las imágenes de la noche anterior llegaban a mi algo borrosa pero la sensación las recordaba nítidas.
Estaba sola, por lo que supe Antonio quizás se había ido a trabajar. Una mirada a la hora me dijo que era casi medio día. Intenté levantarme, pero mi cuerpo estaba realmente fatal y mi dolor de cabeza más. Con dificultad logré llegar a uno de los cajones, encontré la camiseta que Gino había dejado, que era mi pijama favorito últimamente y me la puse.
— Te traje algo para el dolor de cabeza que sé, tendrás — dijo Antonio entrando a la habitación y observado mi cuerpo. — ¿De quién es esa camisa?
— No grites...y Es mía — conteste restando importancia y tomando mi cabeza con ambas manos.
— ¡Quítatela! — ordenó y al alzar la mirada hacia él lo vi enfadado... Estaba celoso.
¿Por qué?
Hasta que supe, seguramente él creía que era de Aidan. Dejó la bandeja que traía a un lado tomó de ella un vaso con agua y me hizo sentarme en la cama. Me gustaba verlo así, jamás lo había visto celar a georgiana quien prácticamente hacía lo que le daba la gana.
— No es suya — tampoco quería verle sufrir. — es de Ángeles lo dejó aquí, su novio se la regaló para que lo recordará.
— Pues yo te dejaré una pero esa te la quitas — me entregó la pasta y el vaso, que tomé sin dejar de mirarlo.
— ¿Por qué estas celoso? Es una simple camisa...
— No te quiero con nada masculino que no sea mio encima... Solo yo tengo ese privilegio. — dijo esto besando mis labios suavemente y mi corazón dio un salto al escuchar aquello — gracias.
— ¿Gracias por qué?
— Por permitirme ser el primero y el único. — no respondí, mi corazón y mi mente tenían una lucha interna.
Era lo que siempre había querido escuchar, pero algo me decía que no era tan fácil. El aún podría amar a Gio ¿Qué pasaría cuando ella llegara?
— No hemos ido a trabajar... — sí, bastante Romántica, pero era eso o decirle en voz alta mis temores.
— Aplacé las reuniones para esta tarde, descansa... En unas horas estarás mejor y podremos salir a comer. No hay nada que preparar...
— ¿Ibas a hacerme de comer? No quiero morir joven e intoxicada... Virgen ya no...
La risa que soltó fue contagiosa e intenté seguirle, pero el dolor de cabeza volvió. Me toqué la cabeza, recibí como recompensa un abrazo y un beso fugaz en los labios. Mientras me quitaba la camisa y me llevaba al baño.
— Una ducha, un buen masaje y estarás lista para salir. — podría acostumbrarme a esto.
El problema estaba cuando ella volviera, porque volvería y está vez no sabía si estaba preparada para ser rechazada por él nuevamente. Pensé mientras lo veía dejarme en la tina y subir las mangas de su camisa para preparar el agua.
— ¿Me puedo acostumbrar a esto y una de esas no te dejo ir?
— Esa es la idea...
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