Las postulantes a Reina
Érase una vez un viejo rey llamado Alexander que, nada más casarse, quedó viudo. Su única familia eran sus cuatro hijas; Pica, Diamante, Trébol y Corazón, y dos sobrinas hijas de su hermano.
Al morir, sus hijas no expulsaron ni una sola lágrima, excepto la menor; Corazón, que estuvo llorando durante días. Días después, todas las hijas asistieron al reparto de los bienes del rey mientras que su hermano y sus sobrinas ni comparecieron.
—Siéntense —dijo el siervo real a las hijas—. Procederé a leer la carta que así dejó el rey escrita:
"Yo, el amante de las cartas, Alexander Card, le cedo todos mis bienes, mi reino y mi castillo a la hija mía que sea vencedora de las tres pruebas. Os deseo suerte a las cuatro"
— ¿Qué significa esto? —preguntó Pica indignada.
—El deseo de su padre —respondió el siervo real seriamente—. Acompáñenme, les conduciré a la primera prueba.
— ¿Ahora? ¿Tan pronto? Espero que sea una broma —dijo Diamante.
—Me temo que no—especuló Corazón—. Ya sabéis que a padre le encantaban este tipo de acontecimientos.
—Es cierto—reafirmó el siervo real—. Su padre ya tenía antes de morir todo planeado.
El siervo real las condujo afuera del castillo y partieron hasta la entrada de un bosque, donde había un hombre con un extravagante sombrero y unas gradas llenas de gente y diversos animales. Tras el hombre se situaba una gran mesa tapada con una manta.
— ¡Bienvenidas al Bosque del Claro! —gritó el hombre del sombrero—. Esta será la primera prueba de las tres que realizaréis. En cada prueba, una de ustedes será eliminada, hasta que solo quede una, que será la heredera del reino. Yo seré el presentador de las tres pruebas.
—Empecemos pues, con esta prueba —continuó—. En el bosque hay 52 naipes, 12 de cada palo. Tendrán que coger únicamente las naipes de su nombre: Pica, Diamante, Trébol o Corazón sin un orden numérico preestablecido, y en cuanto tengan las 12 en su poder, volverán aquí. Las tres primeras en salir serán las vencedoras de esta prueba y la que todavía no lo haya conseguido será la perdedora que, desgraciadamente, quedará encerrada en ese bosque para siempre.
— ¿Cómo dice? —preguntó retóricamente Diamante—. ¿Qué una de nosotras morirá?
—No —negó el presentador—. Solo quedará dentro de un bosque sin salida; por mucho que avance, el bosque no acabará.
— ¡Pero entonces morirá de sed y hambre! —le gritó Diamante.
—Entonces sí tiene razón —contestó el presentador—. Una de ustedes morirá en esta prueba.
—Nuestro padre era un estúpido sádico —dijo Pica.
— ¡Eso no es verdad! —Le gritó Corazón—. Padre nos quería mucho.
—Lo dices porque eras su hija preferida —arremetió Pica—. Si padre nos hubiese querido, no nos habría hecho esto ¿no crees? Corazón bajo la cabeza y no respondió.
—En el bosque habrá seres benignos y malignos que se entrometerán en su carrera. Para defenderse, cada una ostentará un arma que su padre ordenó que portaran en las tres pruebas.
Entonces el presentador se dirigió hacia la mesa y tiró de la manta, con lo que dejó ver lo que había encima de la mesa; las cuatro armas.
Había un arco negro con un carcaj lleno de flechas cuya punta tenía la forma de una pica muy puntiaguda. También una espada con un escudo rojo romboide aparte. Otra arma eran muchos pequeños discos con forma de trébol y púas.
Y por último, una gran hacha cuya cuchilla era un corazón afiladísimo.
Todas supieron que arma les pertenecía nada más verlas.
—Las flechas de Pica, nada más lanzarlas empezarán a girar, el escudo de Diamante es rebotador, los discos de Trébol perseguirán al objetivo que ella elija y el hacha de Corazón si lo clava en el suelo, creará un pequeño temblor —explicó el presentador—. Además, sus armas serán mejoradas para la prueba final. Pero bueno, no adelantemos acontecimientos. ¿Alguna duda?
—No —respondieron todas al unísono.
—Bien, entonces colóquense en posición de salida —ordenó el presentador—. Preparados...listos... ¡tres!
En cuanto gritó "tres" todas las gradas estallaron y empezaron a animar a las cuatro hermanas.
Ya en el bosque, Corazón encontró una carta en el suelo, el dos de corazones. Sin dudarlo un momento, se agachó rápidamente para alcanzarla. La sorpresa fue que cuando iba a tocarla, la carta avanzó, sola, hacia un gran árbol que tenía al lado y comenzó a ascender por su tronco hasta llegar a la copa. Corazón quedó perpleja al no tener ni la más remota idea de cómo se había movido la carta. Entonces abalanzó el hacha contra el árbol cayendo éste contra el suelo, inspeccionó rápidamente la copa y de entre las ramas halló su primera carta.
Horas después, todas las hermanas habían conseguido 11 cartas cada una, faltándole a todas la reina de su palo. En el bosque, todas las hermanas estaban desesperadas al pensar: "¿Habrán conseguido mis hermanas todas sus cartas y me habré quedado encerrada aquí sola? ¿Sin salida?"
Pica corría velozmente por el bosque esquivando árboles y disparando flechas a todo lo que veía moverse. Hasta que llegó al claro del bosque, donde había una corona gigante de mármol en el centro. Pica vio como las cuatro reinas de cada palo estaban pegadas alrededor de la estatua.
De pronto, aparecieron por lados opuestos del claro, Trébol y Diamante.
—Lo siento mucho hermanas, pero yo voy a ser la vencedora de esta prueba —afirmó Pica.
En ese momento, apareció Corazón, aunque nadie la prestó atención.
—Diamante, siempre te he odiado, intentabas ser mejor que yo, y lo peor es que lo conseguías. Eras perfecta a los ojos de padre. Pero eso se va a acabar. —amenazaba Pica.
— ¡Yo nunca he intentado ser mejor que tú! —vociferó Diamante asustada.
—Me da igual lo que me digas —dijo Pica sacando una flecha de su carcaj.
Pica disparó rápidamente la flecha a Diamante, pero a ésta le dio tiempo a alzar su escudo mágico que hizo que la flecha rebotase acertándole en la cabeza a otra de las hermanas, que murió instantáneamente sin darle tiempo a soltar ni un triste grito.
— ¡No! ¡Trébol! Ya te mataré Diamante, y disfrutaré con cada gota de sangre que emerja de tu asqueroso cuerpo —amenazó Pica.
Sin piedad alguna, Pica corrió hacia la corona y tocó su carta. Nada más haber obtenido las 12 cartas, una nube negra la engulló y despareció. Lo mismo ocurrió con Diamante y Corazón cuando alcanzaron sus cartas mas esta vez, con una humareda escarlata. Aparecieron entonces, en la entrada del bosque.
— ¡Zorra! ¡Has intentado matarme! —Se abalanzó Diamante contra Pica asestándola un puñetazo en el labio.
Pica sacó una flecha y la disparó contra Diamante, empero; nada más salir catapultada, esta se convirtió en polvo antes de llegar a tocar a su víctima.
—Tranquilícense —dijo el presentador interponiéndose entre las dos—. Sus armas no funcionan fuera de las pruebas. No queremos que les suceda nada malo.
— ¿Pero están todos locos? —gritó Diamante- Acaba de morir mi hermana ahí dentro ¿y me dice que no quiere que nos suceda nada malo?
—Si una de ustedes falleciera fuera de la competición. No podrían jugar ni heredar el reino —afirmaba el presentador con una mirada frívola—. En 48 horas comenzará la próxima prueba, prepárense.
Al día siguiente, el siervo real, les explicó a las tres hermanas su siguiente prueba: "Entrarán en un laberinto al que se le sellarán las salidas. Tendrán que resistir todo el tiempo que puedan, es decir, en cuanto muera una, las dos que queden serán las finalistas y se enfrentarán a la tercera prueba. El laberinto está plagado de trampas, trucos, rompecabezas, monstruos, animales y multitud de impedimentos que intentarán que ese laberinto sea su tumba. Tengan cuidado con las paredes, pueden parecer inofensivas pero, si las tocas, te engullen y acaban contigo en unos segundos. En cuanto una muera, sucederá como en el Bosque del Claro; aparecerán en la entrada, dónde se las presentará como las finalistas.
El día de la prueba llegó.
— Bienvenidas de nuevo —dijo el presentador, que llevaba un nuevo sombrero—. Ya saben a lo que se enfrentan mas para decidir el orden de entrada, jugarán al croquet.
— ¿Qué es el croquet? —preguntó desinteresadamente Corazón.
—Un juego —contestó el presentador—. Golpeas estos pequeños erizos con los flamencos y que pasen por debajo de esos naipes. La que quede en último lugar entrará primero mientras que la que gane entrará la tercera.
Aparecieron entonces unas cartas con cabeza, pies y manos que se colocaron en una posición específica. Cada hija tomó un flamenco de la bolsa y empezaron a jugar. Nunca ninguna había jugado a ese deporte, por lo que tardaron un tiempo en terminar el juego. Diamante se alzó ganadora mientras que a la pobre Corazón ni la dejaron acabar al haber terminado ya sus otras dos hermanas.
—Perfecto —empezó el presentador— La primera en entrar será nuestra queridísima Corazón, un minuto después Pica y luego Diamante. Pónganse en posición de salida. Uno...dos... ¡ya!
Las gradas estallaron y Corazón entró en el laberinto. Estuvo sentada consolándose a sí misma esperando a sus hermanas, mas estas no aparecieron. Ante ella apareció una amplia sonrisa que ningún cuerpo portaba.
—Hola —articuló la sonrisa—. Me llaman Cheshire.
Al decir su nombre, alrededor de la sonrisa fue apareciendo un cuerpo, el cuerpo de un gato de pelaje rayado y color púrpura.
— ¿Eres bueno? —preguntó Corazón asustada.
—No, solo soy un gato —afirmó el felino—. Aunque nada es lo que parece y todo puede ser algo.
—Y ¿qué quieres? —preguntó la chica.
—Avisarte —respondió—. Me temo que si no avanzas, nunca terminará el juego.
— ¿Por qué?
—Yo no doy explicaciones, solo soy un gato.
Sin más que añadir el gato desapareció. Corazón se levantó y comenzó a caminar lentamente por uno de los pasajes que había. Llegó a una estancia cuadrada y la bóveda por la que había entrado se selló. Estaba atrapada en cuatro paredes de altos arbustos en cuyo centro se hallaba un esqueleto con una espada en la mano. El cadáver se levantó y empezó a atacar a Corazón que muy agobiada, esquivaba las estocadas del esqueleto andante. Defendiéndose, Corazón dio su golpe de gracia en el coxis de su oponente y este se desmorono convirtiéndose en un saco de huesos. Los huesos comenzaron a unirse por alguna atracción desconocida y el cadáver volvió a recomponerse. Corazón golpeó con su hacha la espada que blandía su enemigo lanzándola contra la pared y esta absorbió la cuchilla al instante, entonces Corazón empujó al esqueleto contra la pared acabando con él. Aparecieron entonces tres puertas; azul, roja y amarilla. Tomó la puerta azul habiéndolo dudado escasamente.
Se encontró en otra habitación de iguales dimensiones a la anterior, en esta había en el centro un lirio gigante.
— ¿Cuál es tu nombre querida? —preguntó dulcemente la flor.
— Corazón —respondió.
— ¿Y tu especie?
— ¿Mi especie?
— Sí, tu especie. ¿Qué eres linda?
— Pues digo yo que soy un...humano.
— ¿Humano? ¿Eres un humano? ¡Márchate, fuera, aléjate de mí! —gritaba asustado el lirio— No me hagas daño, por favor apiádate.
— ¿Pero qué sucede?
—Los de tu especie son unos salvajes, sin excepción. ¡Vete!
La flor cuanto más alto gritaba, más iba mermando de tamaño hasta llegar a desparecer. Corazón, atónita ante lo que había sucedido, vio cómo aparecían otras tres puertas del mismo color que las anteriores. Otra vez atravesó la azul y se encontró con la nada, es decir, no había suelo, solo una puerta con un saliente justo enfrente de ella pero a una distancia considerable. Miraba al suelo y lo único que veía era el cielo, estaba viendo el cielo mirando hacia abajo.
—Pero cómo voy a llegar hasta ahí... —se preguntaba a sí misma.
Pensó en retroceder pero no podía, el lugar por dónde había entrado ya no estaba. Solo podía avanzar y por suerte apareció otra vez la sonrisa del gato y dijo: "Creer para ver", no le sirvió de mucho pero gracias a esa frase se le ocurrió una idea: "Y si el suelo es invisible". Entonces arrimó el pie a la nada no llegando a tocar nada. Volvió a su postura inicial y estuvo pensando durante horas cómo avanzar sin éxito alguno.
—No me queda otra —se dijo.
No esperó más y se tiró, cayendo al vacío. Y...rebotó, volvió a caer y volvió a rebotar. El suelo era una especie de superficie invisible y elástica. Corazón saltaba sin parar en un suelo en el que se hundía para luego salir disparada hacia arriba. Miró hacia arriba y observó los dos salientes, por el que había entrado, y por el que tendría que salir. Hizo un gran esfuerzo continuando rebotando contra esa superficie con el propósito de llegar al saliente de salida sin éxito alguno, pues por mucho que saltase nunca llegaría a alcanzarlo. Fue entonces cuando de repente descubrió un gajo de naranja que se agitaba al lado suyo por el movimiento que Corazón causaba en la superficie. Lo cogió y lo inspeccionó pudiendo leer grabado en un lado del gajo la palabra "Cómeme".
— ¿Cómo habrá llegado esto hasta aquí? —se preguntó.
Corazón, hambrienta y sin pensárselo dos veces, se lo introdujo en la boca y lo masticó explotándole el fresco y dulce jugo por toda la boca. Inesperadamente, empezó a notar que los salientes de las puertas se aproximaban hacia ella a una velocidad extremadamente grande hasta chocarse con ellos. Se dio cuenta al instante de que no habían sido los salientes los que se habían acercado, sino que ella había triplicado su tamaño por culpa de ese gajo naranja. Corazón, cuyos ojos se hallaban al nivel de la puerta de salida, intentó salir por ella. Pero era imposible, pues la envergadura que había tomado no era apta para cruzar esa puerta. En cambie, lo que sí pudo hacer fue abrirla. Y al hacerlo, se encontró tras la puerta una minúscula botella con el grabado "Bébeme".
La desesperación provocó que Corazón tomara la botellita, la abriera y se la bebiese toda. De repente, volvió a su tamaño original y comenzó a caer otra vez al vacío. Sabiendo qué hacer para llegar al saliente, se preparó y cuando tocó el suelo elástico, salto lo más fuerte que pudo ayudada del impulso que había tomado con la caída. Ascendió hasta agarrarse al saliente y quedar tendida en la nada. Sacando fuerzas de su interior, Corazón se incorporó abalanzándose a la puerta de salida. Cerró la puerta y observó a su alrededor.
Si daba un paso, moriría. Tenía justo en frente una pared, la pared que la mataría con solo rozarla. Miró a la izquierda y solo encontraba un camino rectilíneo y estrecho cuyo final se divisaba lejano. A la derecha, más de lo mismo. Tomó uno de ellos aleatoriamente y comenzó a caminar por la derecha. El camino parecía no tener fin pues llevaba ya mucho tiempo caminando sin cambiar de dirección. Y entonces, se encontró con una puerta a un lado de la pared de su derecha. La abrió y se encontró con la estancia de antes, la del suelo reboteador. ¡Había vuelto al lugar de antes caminando en línea recta! Corazón no podía mas, ese laberinto la estaba volviendo loca. Una sombra apareció al final del pasillo de la izquierda.
— ¡Corazón! —gritó la sombra.
— ¡Diamante! —Su hermana pequeña la reconoció.
Diamante corrió a abrazar a Corazón que se había quedado quieta en el sitio de la puerta.
— ¡Cuidado Corazón! —advirtió Diamante alterada—. ¡Pica! ¡Detrás de ti!
Corazón giró la cabeza y vio a su hermana Pica apuntándola con el arco y una flecha. Pica lanzó la flecha con una mirada de odio en sus oscuros ojos. Corazón se agachó rápidamente y la esquivó haciendo que la flecha se le clavase a su hermana Diamante en la rodilla. Sin poder mantener el equilibrio y muy dolorida, cayó por sí sola sobre una de las paredes, y esta, la absorbió.
— ¡No! —gritó Corazón con los ojos inundados de lágrimas.
Se echó a llorar desconsoladamente y poco a poco se fueron desvaneciendo hasta encontrarse en la entrada del laberinto otra vez.
— ¡Ya tenemos finalistas! —anunció el presentador del sombrero— ¡Pica y Corazón! En poco menos de cincuenta horas, conoceremos a la heredera del trono. Un trono que habrán conseguido con sangre, sudor y lágrimas.
Ambas hermanas pasaron el resto del día pensando en cuál sería la prueba decisiva que había preparado su padre, imaginando todo tipo de retos y dificultades que darían la victoria a una de ellas. Guardaron silencio inmersas en sus pensamientos y aún recordando la cercana muerte de dos de sus hermanas. La bondad de Corazón ya casi había sido eclipsada por su sed de venganza, y nadie podría frenarla en su oscuro anhelo de acabar con su hermana. Apenas durmieron aquella noche, aterrorizadas por lo que podría esconder aquella prueba que, sin duda, sería tan cruel como las anteriores.
Llegó al fin la mañana esperada. El lugar de reunión esta vez era distinto. El presentador les había hecho llegar la noticia de que la prueba estaría a las puertas de su palacio, esperando tras un muro levantado durante la noche. Corazón y Pica se encontraron cara a cara, pero la idea de acabar con la vida de Pica en ese momento fue desechada al recordar que no podían matarse entre sí fuera de las pruebas. Al llegar pasaron a través de una puerta situada en el muro y, tras recorrer un par de metros, se encontraron con la bifurcación del camino, lo que significaba el fin de una de ellas. Sabiendo que ahí se terminaba su recorrido juntas, intercambiaron una mirada de desconfianza y continuaron cada una por su lado, atravesando los cada vez más estrechos pasadizos. Ambos caminos eran iguales, y finalizaban en una sala iluminada por una única vela situada encima de una solitaria mesa de madera. Sobre ella había también una pequeña nota adornada con el símbolo del reino en la que había tres palabras que resaltaban en el fondo blanco: “Abre”. No había más puertas que por la que habían entrado. Buscaron posibles puertas secretas inspeccionando y palpando la pared, pero no encontraron nada. "¿Por qué una puerta debe estar en una pared?" pensó Corazón. Entonces realizó el simple esfuerzo de mirar al techo de la sala, y ahí, encontrar una trampilla. Se subieron a la mesa y la abrieron.
La primera en notar el brillo del sol sobre la tierra seca fue Pica, que parpadeó para acomodar la vista y miró a su alrededor analizando vagamente el terreno que tenía a la altura de los ojos. Saltó entonces al terreno y se incorporó. Corazón también ascendió afuera de la trampilla, consiguiendo establecerse en el firme terreno de combate. Cerró la trampilla y observó todo lo que se hallaba a su alrededor. Se encontraba en una arena de combate tan grande como su palacio, rodeada de gradas que estaban ocupadas por todos los ciudadanos de su reino. En el centro del campo de combate había un arco que desprendía un brillo refulgente de color verde azabache y un hacha que emitía un brillo escarlata tan potente que podría haber iluminado hasta la más oscura de las noches. Pica no podía escuchar nada por encima de los gritos de los ciudadanos, ansiosos por ver quién se coronaría como su nueva reina. Poco después, una voz se alzó por encima de los gritos, acallándolos en un instante y pronunciando claramente cada una de sus palabras:
—Bienvenidas a la última de las pruebas —comenzó el presentador del sombrero, y un coro de gritos y aplausos resonó por todo el campo—. Como habréis podido intuir, esta prueba consistirá en un combate con una única arma y un único vencedor. Dicho esto, ¡qué comience el combate!
Pica fijó su vista más allá de las armas y pudo vislumbrar la figura de su hermana Corazón corriendo hacia el centro de la arena. Sin demorarse un solo segundo más, se apresuró a alcanzar las armas antes que su hermana. Estaba a punto de llegar a su arco cuando notó un fuerte dolor en la pierna justo donde Corazón le acababa de hacer un corte con su hacha. Sin pararse a observar la herida, rodó sobre su pierna sana y recogió el arco del suelo, colocando a la vez una flecha. Apuntó a su hermana que, adivinó, que intentaba planear alguna estrategia de ataque. Tensó el arco y soltó suavemente la flecha, dejándola volar hacia su objetivo.
Y exactamente hacia su objetivo. Corazón había esquivado la flecha sin dificultad, pero ésta volvía a lanzarse contra ella una y otra vez, persiguiéndola mientras Pica observaba la escena sorprendida y, a la vez, aliviada. En un momento de distracción, Corazón cayó al suelo y, en un intento de protección, se cubrió con el hacha desesperada. Funcionó. Sin saber cómo, Corazón seguía viva. Pica y el resto de ciudadanos fueron testigos de cómo la flecha había rebotado contra el hacha y había caído sin poder a la arena. Sorprendida, Corazón recogió la flecha —que ya no emitía ningún resplandor— y se deshizo en sus manos como polvo. Fue entonces cuando lo entendieron: no eran sus armas normales, sino que habían adquirido el poder de su hermanas; la capacidad de seguimiento del objetivo de Trébol y la protección de un escudo de Diamante.
Con una nueva energía, Corazón se levantó ágilmente y comenzó a andar hacia Pica con una expresión de victoria en su rostro. Pica, asustada por la seguridad de su hermana, comenzó a disparar flechas. Todas iban dirigidas a su objetivo pero, en cuanto Corazón levantaba el hacha, rebotaban y caían al suelo, sin vida. Pica intentaba correr, pero la herida de su pierna –de la cual no había analizado aún la gravedad– le dolía como si un cuchillo escarbase entre sus músculos intentando llegar al hueso. En un último esfuerzo, lanzó la última flecha, y toda esperanza abandonó su cuerpo cuando vio que ésta también rebotaba y su hermana se cernía ya sobre ella. Intentó arrastrarse, pero apenas le quedaban fuerzas para seguir respirando. Corazón, al llegar junto a ella con una sombra de alivio en su mirada, apoyó el pie sobre la herida de su hermana para mantenerla quieta sobre el suelo. Los gritos de Pica resonaban por todo el campo de batalla, que guardaba silencio esperando emocionado el gran final. Creando expectación, Corazón levantó el hacha por encima de su cabeza y apretó con fuerza sobre la herida, disfrutando del momento de su victoria. Por todo el campo, y seguidas de vítores, resonaron las palabras que marcarían el fin de la vida de Pica y darían comienzo al bien merecido reinado de Corazón. Y ¡Zas! La cabeza de Pica fue separada de su cuerpo con un limpio y rápido hachazo en su cuello.
Llegó entonces el día de la coronación. Corazón, ataviada con reales vestimentas, se sentó en el trono real acomodándose con una posición de lo más arrogante. Sonaron trompetas y se abrieron las puertas de la colmada sala, apareciendo tras ellas el siervo real con una corona con corazones de rubíes incrustados encima de un cojín rojo. Caminó despacio hasta la reina y apartó el carmesí cojín, tomando la corona y tendiéndola encima de la cabeza de Corazón y descendiéndola lentamente empezó a hablar:
- Por el poder otorgado en el testamento del antiguo rey Alexander Card, se le a su cuarta hija, Corazón, la corona del País de las Maravillas -relataba el siervo a los habitantes que se hallaban en la sala- Le ha costado la muerte de sus tres hermanas, Trébol, Diamante y Pica y...
Enmudeció, no ostentaba la valentía suficiente para decir lo que pensaba, pero acabó diciéndolo:
—...y también le ha costado su dulzura, su bondad, su docilidad, su ternura, su fragilidad. Ahora se ha convertido en una mujer arrogante, vengativa y desalmada. Usted no es la niña que yo conocí, la niña que vi nacer y crecer, usted es un monstruo. Todos pensábamos que si Pica heredaba el reino nos sumiríamos en la más profunda de las oscuridades, pero hemos descubierto que usted es peor que Pica.
— ¿Has terminado? —preguntó Corazón con la corona ya en la cabeza y sin cambiar su rígida postura.
El siervo real no pudo articular palabra.
— ¿Cómo osas presentarte ante mí y deshonrarme de esta manera? Tus actos serán castigados —amenazó con una sonrisa fría en la cara.
La reina Corazón se levantó del trono y se desplazó hasta situarse en el medio de la sala.
—Yo soy la nueva reina, Corazón. Y soy la reina de vuestros sentimientos, ¡de vuestros corazones! ¡Soy la Reina de Corazones! —se proclamaba ella a sí misma.
Toda la gente de la sala la observaba atónita
—Y cualquier acto que importune a la reina deberá ser castigado —continuaba ella su discurso—. ¡No saldrás impune de las injurias que has pronunciado! —le advirtió al siervo real—. ¡Guardias! —llamó—. ¡Qué le corten la cabeza!
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