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La venganza de Medusa: La Clepsidra

Con cada centímetro de su piel morado, Medusa avanzaba rápidamente hacia la costa mientras su capacidad respiratoria se iba reduciendo paulatinamente. La presión le producía tal sensación de agobio e impotencia que, a escasos metros del mar, no pudo seguir tomando aire.

Aún así, no paró de correr hasta que la transformación comenzó, desapareciendo su pierna derecha para dar lugar a un negro tentáculo lleno de ventosas. Cayó al suelo de golpe, mas no se daba por vencida y, la poca distancia que la separaba de la vida, la recorrió arrastrándose con las manos.

Se sumergió en el agua y consiguió volver a llenarse de oxígeno al instante. Entonces, empezaron a surgir más y más tentáculos perdiendo la otra pierna y acabando con un total de ocho brazos llenos de ventosas. Las serpientes de su cabeza mermaron hasta desaparecer y dieron pie a un corto pelo completamente canoso.

Medusa se había convertido en un ser mitad mujer, mitad pulpo.

Echó a nadar hacia las oscuras profundidades del mar para, al fin, llevar a cabo su venganza.

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La puerta de una estancia del gran castillo fue abierta por uno de los siervos de Maléfica, la cual se acercó al gran objeto que se encontraba en el centro del espacio: una clepsidra. Un reloj de agua que disponía de dos grandes depósitos; uno superior, en el que se encontraba todo el agua, unido a una vacía parte inferior que se unían entre sí por un infinitamente diminuto orificio por el cual no estaba cayendo agua, desafiando la gravedad.

-¿Qué es? -preguntó el siervo.

-Una clepsidra -contestó Maléfica de forma secavy áspera.

-Parece un reloj de arena.

-Ignorante, ambos sirven para lo mismo, medir el tiempo.

-¿Y qué tiempo necesita medir?

-Cuando el agua comience a caer, significará que Medusa ya se ha transformado en mujer pulpo -informó-. Y, cuando ya no quede nada arriba, el hechizo se romperá, volviendo a convertirse en el ser que era.

En ese instante, la primera gota de agua cayó.

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-¡Padre ¡Padre! -gritaba una joven y bella chica con cola en vez de piernas.

-Dime, hija, dime, ¿a qué se debe tanta altivez? -preguntó sentado en su trono de coral.

-Una mujer ha venido para cuidar de nosotras. Dice haberse enterado de la vacante y quiere alzarse como tal.

-No, no dejaré a mis hijas en manos de una desconocida -sentenció tajante.

-¿Y quién se ocupará de nuestra educación? -preguntó intentando conmoverlo-. Tú estás siempre muy ocupado reinando. Además, no tiene por qué ser una desconocida, ahora mismo mando traerla para que la presencies.

-Ariel, no... -Los intentos del rey fueron vanos, su hija ya había abandonado la estancia aleteando lo más veloz posible.

Pocos minutos después aparecieron la que para el rey era una desconocida que deseaba ocupar el puesto de institutriz de sus hijas acompañada del siervo real.

-Su majestad, el rey Tritón, hijo del dios Poseidón -presentó este al monarca para abandonar seguidamente el lugar.

-Encantada -Una mujer mitad pulpo hizo una reverencia adornada con la más falsa de sus sonrisas.

-Bien... -Tritón se quedó pensativo al no recordar si le habían dicho el nombre de la mujer, a lo cual esta no tardó en reaccionar.

-Úrsula -seguía sonriendo-. Me llamo Úrsula.

-Bien... Úrsula -Esta asintió-. ¿Por qué quiere ser la educadora de mis queridas hijas?

-La verdad es que soy una persona muy inclinada hacia los buenos modos, el refinamiento, la cortesía y la elegancia. En esta sociedad es necesario tener porte y un cierto saber estar, pienso que yo puedo enseñarle ese protoloco tan necesario a sus bellas descendientes.

-Vaya, le ha bastado una frase para convencerme casi por completo de su íntegra labor educativa, mas no entiendo a qué se debe este querer postularse.

-Verá, rey Tritón, únicamente ando buscando un lugar en el que vivir y, enterada de la baja de la antigua institutriz, se me presentó una oportunidad que no pude dejar pasar -dijo intentando exteriorizar su falsa pena para que el rey tuviese un deje de misericordia con ella.

-Me ha convencido, Úrsula -Esta sonrió ocultándolo a los ojos del rey-. Desde este momento es usted la institutriz de mis hijas a cambio de llevar vida en palacio plenamente satisfactoria -Tritón alzó su tridente haciendo aparecer un pergamino de la nada ante la atenta mirada de la mujer-. Tome -Tendió el instrumento de tres puntas.

Cuando Medusa, ahora Úrsula, agarró entre sus brazos y dos de sus tentáculos el preciado tridente este vibró, haciéndola sentir poderosa. En ese momento podía acabar con la vida del rey y así cumplir con su venganza, habiendo matado al hijo del dios que se aprovechó de ella. Mas a poco le sabría esa rápida venganza, así que apunto con el tridente al pie del papiro, en el que quedaba fijado todo su contrato, y rubricó con un fino hilo de luz que quedaba grabado en el papel.

-Ya está -enunció Úrsula.

El pergamino se enrolló solo y desapareció en manos del rey.

-Incorpórese en este momento -ordenó el rey, llamando acto seguido al siervo real para que la condujese a sus aposentos.

-Enseguida -obedeció.

-Y tas acomodarse, vaya a visitar a mis hijas, imagino que deberá hacerse con ellas cuanto antes.

El siervo real abandonaba la sala escasa distancia por delante de Úrsula, que lo hacía con una sonrisa de victoria en su expresión.

Ya en la habitación de las hijas del rey Tritón, nietas de Poseidón, todas se arreglaban para causarle buena impresión a su educadora. Sin embargo, cuando esta entró, su mirada se clavó en la que sin duda era la más guapa de las siete; una joven de pelo rojo rubí que destacaba sobre todas las demás por su fina cara y grandes ojos.

-Buenos días, me llamo Úrsula y soy vuestra nueva institutriz -saludó, a lo que todas respondieron agachando la frente-. Para empezar a conoceros a todas, iré hablando con cada una individualmente. La primera será... -Fingió aparentar duda-. Tú -dijo señalando a la más joven, la pelirroja-. La primera serás tú, ven conmigo.

Ambas salieron del lugar ante la mirada de extrañeza del resto de hermanas.

-Bien -dijo sintiéndose algo incómoda-. ¿Cómo te llamas?

-Ariel -respondió alegre.

-¿Y cuántos años tienes, Ariel?

-Quince -respondió.

Sorprendida se hallaba Úrsula, pues su físico ya aparentaba ser el de una mujer completamente desarrollada. Tal era así, que debido a su también gran belleza, la mujer mitad pulpo encontraba gran parecido con su anterior aspecto, cuando era la preciosa Medusa, delirio de hombres, antes de que Atenea la convirtiese en aquel ser petrificante. Y que la nieta del hombre que la violó fuese tan guapa como lo era ella le enfurecía, y mucho.

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