Fase I - La brújula
Richard ha pasado su vida entera en el mar. Desplazándose por la inmensidad azul con ayuda de su pequeño barco, navegando día y noche por las aguas. Pero los años pasan y la gente envejece. Así es como Richard ha dejado de ser un joven navegante para convertirse en un anciano enfermo que se encuentra a días de la muerte.
Al darse cuenta del poco tiempo que le queda por vivir, el viejo decidió darle una última lección a su aprendiz. Por ese motivo, ambos se encuentran dentro del barco en medio del océano.
Luego de varias horas navegando en silencio, el viento comienza a soplar con fuerza, provocando que las olas se muevan sin parar y golpeen el barco con ímpetu. El cielo se tiñe de gris y las gotas de lluvia empiezan a caer.
Una gran tormenta está comenzando.
Henry duda por unos minutos. Se encuentra aterrado, su miedo a morir en medio de la tempestad es inmenso. Pero, luego de varios intentos, logra formular una oración.
- ¿Qué haremos, maestro?
Ante la temerosa mirada de su aprendiz, Richard extrae del interior de su bolsillo una brújula y se detiene a observarla con detenimiento durante minutos que a Henry se le hacen eternos.
- Hay que capear la tormenta, muchacho - dice.
Ante las palabras del maestro, ambos se ponen en acción. Con mucho esfuerzo y trabajo en equipo, capean la tormenta, gobernando con gran destreza la embarcación a pesar de las condiciones climatológicas adversas. Salen del centro de la tempestad, dejando atrás el cielo gris y el aguacero para reencontrarse con el sol.
Minutos más tarde logran llegar a tierra y descienden del barco dejándose caer sobre la arena. Cierran sus ojos debido al intenso brillo del sol y, después de haber descansado un poco, se sientan a beber agua para saciar su sed.
Cuando Henry hubo terminado, Richard extiende hacia él su brazo derecho, en el cual sostiene una brújula.
- Ten, muchacho. Me gustaría que tuvieses esto.
Al ver lo que intenta entregarle, el joven abre los ojos con sorpresa.
- Pero, maestro, es una reliquia de su familia. No puedo aceptarla.
Todo mundo conoce la famosa brújula de Richard, la heredó de sus antepasados y posee un gran valor sentimental para él. Lleva aquel objeto consigo a cada lugar al que va, ya sea en alta mar o en tierra.
- Quiero que la conserves, Henry. Pues no me será de ayuda cuando esté muerto.
El aprendiz toma entre sus manos aquel artefacto viejo y lo examina con la mirada. Quedándose pasmado al notar que, en donde deben estar las iniciales de los puntos cardinales, la brújula tiene dibujados ocho corazones.
Con el entrecejo fruncido y la confusión como expresión predominante en su rostro, levanta la mirada posando sus ojos sobre su mentor y habla.
- Maestro, en esta aguja de marear hay corazones en lugar de puntos cardinales
- Así es, querido.
- ¿Siempre ha sido de este modo? - pregunta sin salir de su estado de confusión.
El maestro asiente con la cabeza.
- ¿Y cómo ha hecho durante todos estos años? La brújula no debe haberle servido para nada.
- Te equivocas, Henry. Me ha sido de gran ayuda - responde Richard -. Cuando mis pensamientos son una tormenta y mis ojos llueven intensamente, esa brújula es la que me direcciona por el camino correcto.
>> Así mismo quiero que sea contigo. Que tu corazón sea la brújula que te guíe al destino con el que sueñas.
Al comprender el significado y el trasfondo del objeto, Henry esboza una sonrisa y envuelve en un abrazo a su maestro, agradeciéndole por el obsequio y la enseñanza.
Fase 1: Disparador 2
614 palabras
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