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Violet: Amandote



—Señorita Violet, ¿qué clase de té le provoca tomar? —Le preguntó la doncella frente a ella.

Ciertamente no tenía ganas de tomar nada, pero sabía que tenía que entretenerse con algo antes de que el desgarrador llanto que estaba conteniendo se liberara.

—Earl Grey, estaría bien —Le contestó sin entusiasmo.

Mientras veía con desgana el cómo su doncella preparaba el té, se limitó a rememorar todos aquellos momentos de dicha que compartió con su «Caballero de los ojos cielo» tras el manto del anonimato.

Después de aquella noche en el jardín, los encuentros clandestinos también se trasladaron a un prado cercano a la propiedad, a la poco frecuentada biblioteca e incluso a algunos pasillos nada transitados de la vivienda, ya que ella evitaba a toda costa encontrárselo en lugares concurridos y se apartaba rápidamente cuando veía que se encontraba en compañía de su prometido, no quería despertar tan pronto de aquel sueño.

Así que de esta manera tanto la mañana como las tardes eran dedicadas a interactuar con su prometido, un hombre egocéntrico que no le inspiraba nada, dejando las noches, como el momento en el que compartía con James, el momento en el que podía ser ella.

Violet disfrutaba intensamente cada segundo que le robaba a la vida en compañía de James, cada roce de sus dedos, cada sonrisa, cada cruce de miradas, cada palabra susurrada, cada toque inconsciente ella lo guardaba celosamente en su corazón.

Tanta era la dicha que sentía, que casi olvida que pronto estaría casada con un hombre por el que no sentía nada, así que cuando el día del baile para festejar el compromiso llegó, ella sintió como la realidad la golpeaba, porque sabía que sus días junto a James habían llegado a su fin, y lloró como nunca había llorado.

Y lo confirmó al ver como la tristeza empañaba aquellos ojos cielo que tanto había aprendido a amar, cuando se anunció quien era ella.

— ¿Me permite este baile Señorita Sinclair? ­—Ante aquellas palabras frías y formales, Violet sintió como su corazón se rompía en mil pedazos.

Ella solo atino a asentir, sabiendo que aquel sería el primer y último baile que compartiría con James, ya que al día siguiente su vida quedaría unida irremediablemente a otro hombre.

—Perdóname James, perdóname —susurró ella

.

.

—Señorita Violet, su padre ya dio la orden para que se dirija hacia la Capilla —comentó la doncella. Ella asintió, al tiempo que se ponía de pie y se acomodaba aquel vestido blanco que a pesar de ser hermoso, ella lo sentía como un vestido de luto.

Mientras se encaminaba rumbo a su destino, su mente revivió el recuerdo de aquel único beso que ella se había atrevido a robar al correcto James, quien al verse inmerso en aquella situación entrelazó sus dedos con los de ella.

—Juro que nunca soltaré tus manos.

Aquel recuerdo fue su punto de quiebre, sin poder contenerlo más, ella dejo que las lágrimas rodaran libremente por su rostro, al tiempo que se derrumbaba en el suelo ante la atónita mirada de la doncella que la acompañaba.

— ¡No puedo hacerlo, no puedo! —gemía ella con dolor.

¿Cómo podría entregarse a un hombre que no le inspiraba nada?, ¿Cómo estar casada con un hombre mientras su corazón clamaba por otro?

—Yo tampoco puedo hacerlo —dijo una intensa voz masculina que ella reconocería en cualquier parte—. No puedo dejar que otro tenga mi rosa —Agregó James al tiempo que ofrecía su mano a Violet, a la cual ella se aferró fuertemente—. Ven conmigo Violet, no puedo aceptar que el destino quiera separarnos.

Ella notó que se veía agitado y su vestimenta se hallaba desaliñada, como si hubiera corrido a su encuentro. Y aquello la conmovió aún más.

—Yo tampoco James, no puedo aceptar eso —musitó ella entrecortadamente por el llanto.

Y sin esperar más los dos corrieron hacia la salida, alejándose de lo demás, olvidándose de lo que dejaban atrás.

Violet no sabía les deparaba el destino, pero no le importaba, siempre que James tomara fuertemente su mano entre la suya.

Con una sonrisa aceptó que por fin entendía a que se referían con la frase «Enamorarse con locura».


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