Prologo: Violet
Los tenues rayos solares mañaneros que se colaban a través de la ventana, le daban un aspecto surreal a la estancia, contrastaba enormemente con la palpable tristeza que se evidenciaba en el rostro de Violet, quien se hallaba sentada frente a su tocador de madera tallada, mientras varias doncellas revoloteaban a su alrededor acomodando aquel delicado vestido blanco que usaría ese día, en su boda.
Sin poder contener un instante más el amasijo de sentimientos que se arremolinaban en su interior, una silenciosa lagrima corrió libremente por el rostro de la joven.
Violet era la hija mayor de una familia de buena posición social y estabilidad económica, sin embargo, ella sabía que algún día su matrimonio no sería más que otra forma de que su familia obtuviera beneficios, y ella ya se había resignado a ese destino.
Tanto su hermana Catherina como su nana, la mujer que había cuidado de ella desde que era un bebe, se compadecieron de su porvenir, aduciendo que nunca obtendría amor o satisfacción en un matrimonio concertado, ni que decir de aquel abrumador sentimiento que sus doncellas denominaban «Enamorarse con locura». Pero ella era consciente de que tenía que cumplir con lo que se esperaba de ella.
Así que cuando él tan esperado día en el cual le anunciaron su compromiso llegó, ella solo asintió y esperó con impaciencia el arribo de su prometido.
Pero ella nunca, nunca esperó que con la llegada de su prometido, su mundo se pusiera de cabeza y aquel libro con las páginas en blanco que era su vida, comenzara a escribirse.
Un triste gemido salió de su garganta al tiempo que los recuerdos la invadían con intensidad.
— ¡Señorita Violet, ya vienen!
Las risas y los murmullos de las doncellas y varias de sus amigas reflejaban el entusiasmo y la curiosidad que sentían, y sin mediarlo una sonrisa adornó su rostro.
— ¡Ya voy Nana! —gritó mientras se apresuraba a reunirse con las demás mujeres en el gran balcón de su propiedad.
— ¡Ya ha llegado! ¡Él está aquí! —gritaron varias jóvenes. Y el sonido de los cascos de los caballos acercándose le confirmó aquello.
Cuando ella finalmente llegó con el grupo, contemplo que, ciertamente, un elegante y hermosamente adornado carruaje se encontraba frente a la propiedad de su padre. Mientras ella tomaba una honda respiración, tratando de asimilar que su vida pronto cambiaría, repentinamente la puerta del mismo se abrió e instantáneamente los chillidos de sus acompañantes se hicieron escuchar.
—Allí está —le susurró su Nana, quien se encontraba a su lado.
Ella no podía dejar de mirar al hombre que había salido del carruaje y de manera inconsciente se llevó una mano a su pecho en un intento de controlar los latidos desbocados de su corazón.
Aquel hombre era muy guapo, tenía el cabello moreno algo rizado en las puntas y unos ojos azules que le daban un toque de diversión a aquel rostro serio.
Sin esperárselo aquellos orbes como el cielo se fijaron en ella, ocasionando que un estremecimiento la recorriera entera.
Si alguien le hubiera dado a elegir el momento más intenso en su vida, sin pararse a pensar diría que fue ese.
En el que sus miradas chocaron, en el que sintió como si sus almas se hubiesen reconocido.
—Mi prometido es muy guapo, creo que el azul de sus ojos me ha cautivado —Le murmuró a su Nana.
Una tenue carcajada provino de la mujer a su lado.
— ¡Ay mi niña!, creo que sus ojos le fallan, los ojos de su prometido son negros como la obsidiana —bromeó la mujer—. Mírelo más detenidamente.
Sin esperar más ella miró hacia donde su Nana le señalaba. Y si, allí junto al hombre que le había robado el aliento se hallaba otro de cabello oscuro, gran porte y riqueza evidente, al cual su padre se apresuraba en recibir.
Su Nana tenía razón. Aquel hombre de ojos negros era su prometido.
..
— ¡Señorita Violet! —La llamó alguien sacándola de sus recuerdos— Dentro de poco dará inicio la ceremonia, si puede sígame, para que esperé en el salón del Té mientras su padre nos da la orden para llevarla a la Capilla.
Ella solo asintió en un sencillo movimiento que hizo que sus dorados rizos se agitaran levemente, al tiempo que se colocaba en pie para seguir a la doncella.
Mientras caminaba por los pasillos de su hogar, nuevamente los recuerdos volvieron a ella de manera apabullante.
Era una hermosa noche estrellada y ella se encontraba sentada en medio del bien cuidado e iluminado jardín que se hallaba en la parte trasera de su vivienda, buscando consuelo entre los rosales, los claveles y las amapolas que la rodeaban.
Aquel hombre que la había alterado de sobremanera, aquel en cuyos ojos había hallado una conexión instantánea era el Señor James Trent, socio y mejor amigo de su prometido, según le había contado su Nana.
¿Por qué la vida era tan cruel con ella?
Estaría condenada a tener a aquel hombre tan cerca y a la vez tan lejos.
Un débil lamento salió de su boca.
—Buenas noches —musitó una voz tras ella, haciendo que su cuerpo se envarara ante el saludo repentino—. Perdone si mi presencia la perturba.
Sin poder contenerse, Violet giró la mirada encontrándose allí, junto a ella, al poseedor de aquellos hermosos ojos azules que tan abrumada la habían dejado.
—No se preocupe señor, después de todo la belleza de un jardín es para admirarse —comentó ella tratando de aparentar una serenidad que no sentía.
—Esto quizá suene fuera de lugar y disculpe si mi franqueza la incómoda, pero su belleza opaca por completo al resto del jardín.
Un sonrojo imprevisto recorrió por completo su femenino rostro, pero diciéndose que no podía permitir que él la escandalizara, inspiró aire para contestar.
—Tal vez eso sea cierto, pero...—dijo ella al tiempo que tomaba una rosa entre sus dedos y se la tendía al hombre frente a ella, el cual la acepto sin vacilación. — No quiero tener lidiar con los celos de una enfurecida rosa, después de todo esas espinas me intimidan un poco, así que dejaré que usted se enfrente a las consecuencias de su comentario.
Ante aquellas palabras James sonrió con diversión, ella solo se limitó a dar una debida reverencia e intentó alejarse lo más rápido que pudo de la presencia de aquel hombre que le aceleraba el corazón, sin embargo un leve apretón en su muñeca la detuvo.
— ¿Sonaría descortés, si le preguntará cuál es su nombre, aun si usted no conoce el mío? —Aquellas palabras la petrificaron totalmente, porque una vez ella le revelará su identidad, él se alejaría totalmente y una punzada en su pecho le indico que no era eso lo que quería.
— ¿No podríamos limitarnos a disfrutar el uno del otro sin tener en cuenta los convencionalismos? —murmuró ella nerviosamente, sabiendo que estaba tirando por la borda todas las enseñanzas que su Nana le había inculcado sobre cómo debería comportarse una señorita decente.
Violet sintió como el la giraba hasta quedar frente a él.
—En vista de que le gusta mantener detrás del telón del misterio su identidad, entonces la llamaré «Mi rosa» —comentó James mientras la miraba penetrantemente, al tiempo que colocaba entre sus cabellos la rosa que anteriormente ella le había entregado.
Luchando contra el nudo que se apretaba en su garganta, Violet logró encontrar su voz.
—Y usted será «Mi caballero de los ojos cielo».
La vergüenza, la inundó y casi inmediatamente se arrepintió de las palabras tan lanzadas que había soltado.
El nuevamente sonrió, y ella supo que no había pasado por alto los posesivos.
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