Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

//8//

La estancia en la que te encontrabas era aún peor que en la que vivías tú. No es que tuvieras la intención de ser prepotente o sobrada en un momento como este, pero cualquiera vería que ese piso estaba hecho un desastre...

El apartamento se encontraba en un bloque de pisos de... dudosa fama, eso para empezar, y para seguir (además de que jurarías haberte encontrado con dos gángsters en las escaleras), el apartamento entero era del tamaño de un cuadradito en el que se repartían salón, cocina, baño y una habitación que no daba más que para la cama de matrimonio.

Te estremeciste internamente al ver las sábanas revueltas de su cama y apartaste la vista de inmediato, completamente tiesa como estabas sentada en el sofá (que era todavía peor que el de tu casa, claro).

Jungkook llevaba un buen rato en la cocina, por lo que habías podido inspeccionar todo lo que tu posición privilegiada te había permitido; aunque, siendo sincera, no había mucho que cotillear. La casa estaba bastante despejada, o bien le iba muchísimo el rollo minimalista o no tenía pasta para comprar muebles...

Lo bueno de ese piso (encontraste algo bueno, sí) era que estaba increíblemente limpio y ordenado. Como si Marie Kondo hubiera decidido hacerle una visita al chico ayer mismo. Lo único que no lo estaba eran las sábanas blancas de la cama, que observabas compulsivamente cada pocos segundos sin querer.

Por favor, Ina... no te puedes poner nerviosa solo por mirar la cama de un chico.

Ese pensamiento hubiera tenido más sentido si no fuera porque esa cama de chico a la que te referías estaba también en la casa de un chico; uno al que apenas conocías, uno al que escuchabas trastear en la cocina. Y tú estabas a solas con él, en su piso, de noche... Lo que es peor: estabas en el sofá de ese chico, en su piso, de noche...

Voy a reventar.

Las manos incluso te temblaban. Era patético, pero de repente solo te apetecía salir corriendo.

Decidiste que, mientras Jungkook seguía con lo que estuviera haciendo en la cocina, lo mejor sería fijarse en algo menos comprometedor que su cama. Las paredes beige eran buena opción, pero los desconchones te ponían de los nervios, así que bajaste la mirada al suelo. El cambio resultó ser igual de triste, puesto que el parqué estaba hinchado por algunas partes o desvaído por otras. De repente te arrepentiste de haber aceptado ir a tal sitio. Por lo menos en el pc bang disponías de un ordenador; es decir, de una fuente de entretenimiento de la que echar mano durante horas y horas, pero ahora... ¿qué ibas a hacer toda la noche en el piso de Jungkook?

La realización de lo sucia que podía llegar a ser tu mente te puso todavía más de los nervios. Si ni siquiera te habías podido sentar en el sofá por iniciativa propia, el chico te lo pidió tras verte cinco minutos clavada en medio del salón, junto a la mesita baja que tenías ahora en frente, ¿cómo demonios podías pensar siquiera en temas más turbios?

—¿Seguro que no quieres un sándwich? —preguntó el moreno, saliendo de la cocina con un plato rebosante en la mano.

—S-seguro —tartamudeaste, poniéndote todavía más tiesa.

Jungkook, ni corto ni perezoso, se encogió de hombros y caminó el pequeño recorrido que le separaba de ti, y, sin más, se sentó a tu lado. Como si no le importara una mierda que tu corazón pudiese reventar de un momento a otro por culpa de la presión.

Ahora no solo estabas en el piso de un chico, en su sofá, de noche... Ahora, estabas sentada en el sofá con un chico, en su piso, de noche...

El moreno (que, encima, se había puesto cómodo y ya no llevaba chaqueta ni zapatos) dejó el plato sobre la mesita, sin parar de masticar el sándwich que llevaba en la mano, y te miró por un momento. Lo suficiente como para que tus ojos se abrieran como platos y tus rodillas acompañasen el temblor de tus manos.

Por un momento, mientras te miraba, parecía como si estuviese a punto de hablar, por lo que estabas preparándote internamente para decir cualquier cosa sin que te temblase la voz. Pero mucho antes de que pudieras reaccionar, Jungkook se inclinó hacia ti.

Su trasero se despegó del sofá, literalmente se abalanzaba hacia ti. Durante un largo segundo no supiste cómo reaccionar, solo observaste su semblante relajado, sus brazos desnudos, su boca entreabierta... Y como no podías hacer nada conscientemente, tu cuerpo reaccionó por ti y... cerraste los ojos.

Esperabas sentir... algo. Algo más, desde luego, que solo el peso de Jungkook volviendo a su posición sentada a tu lado, así que abriste los párpados, temerosa, y viste cómo el chico posaba un ordenador en la mesa, junto al platito de los sándwiches.

En ese momento entendiste que sí, Jungkook se había abalanzado hacia ti... para coger el portátil que tenías a la izquierda, sobre el sofá.

Ina, te odio muchísimo ahora mismo.

¿Creías que iba a hacerte algo y cierras los ojos? ¿Qué coño te pasa?

Decir que te sentías patética era quedarse muy cortos.

El cajero no parecía haberse dado cuenta de tu vergonzosa reacción, porque seguía zampando sin expresión alguna, con los ojos fijos en la pantalla y repartiendo libros por la pequeña mesa.

Dejaste la espalda recta, las piernas juntas y las manos entrelazadas, rezando a cualquier Dios que te escuchase para que te echase una mano en ese momento. Necesitabas recuperar la compostura urgentemente y dejar de temblar de una santa vez.

—A ver... —comenzó a decir Jungkook. Su voz, de repente, te sonaba bastante bien. Grave, un poco ronca... Hubiera sido todavía mejor si no siguiera masticando—, ¿qué es la tendencia y la estacionalidad?

—Es... e-es coña, ¿no? —preguntaste con incredulidad.

El chico se giró levemente para mirarte, sin entender tu frase. El muy idiota ni siquiera paraba de masticar.

—¿Gé...? —preguntó, tragando (por fin) el puto bocado de sándwich. Pero, de repente, estabas tan cabreada que ni le dejaste terminar.

—¡¿Me has traído aquí para que te ayude con las clases?! ¡¿Es una broma?! —exclamaste alterada.

El moreno perdió toda la sorpresa que mostraba su rostro hace unos segundos y sonrió disimuladamente antes de dejar lo que le quedaba de pan en el plato. A pesar de que tú estabas que echabas humo, Jungkook no pareció tomárselo mal, al contrario, pegó cómodamente la espalda contra el sofá y se giró hasta dejar una pierna subida a este. Apoyó su codo contra el respaldo y te miró, alzando las cejas levemente antes de hablar.

—¿Para qué creías que te había traído aquí?

—¡Yo qué sé, pero desde luego que no esperaba que...!

—¿Para qué querías que te trajese? —preguntó, enfatizando muchísimo el verbo.

—No sé, es solo que...

—¿Tenías otra cosa que hacer en mente? —te cortó de nuevo.

Tu cabreo, tu chulería, tu indignación... todos ellos se hicieron pequeños, muy pequeños. Amenazaban con irse para no volver nunca más a ti a medida que el chico te miraba con más y más fijación.

¿Era eso posible siquiera? ¿Cómo podías sentir su mirada cada vez con más fuerza si no hacía nada especial más que mantener sus orbes sobre ti?

—Contesta —pidió suavemente.

Boqueaste, intentando encontrar una respuesta. En realidad no tenías nada en mente al ir allí; ¡si ni te acordabas de por qué coño aceptaste acompañarle! ¡¿Cómo ibas a tener intención alguna?!

El caso es que, al parecer, a Jungkook le hacía gracia que te hubieras quedado en blanco, porque empezó a acercarse, aprovechando de paso para cerrar la pantalla del portátil con la mano.

—¿Qué quieres hacer? —preguntó con una sonrisa socarrona—. Seguro que algo se te había ocurrido, ¿no?

—No... —susurraste, sintiéndote mil veces más nerviosa que antes.

—¿No? —cuestionó, alzando las cejas para dar a entender que no te creía—. ¿Por eso has cerrado los ojos cuando me he acercado?

—No he... —trataste de defenderte, pero la sonrisa del chico te desconcentró y no fuiste capaz de seguir hablando.

En realidad no tenías ninguna intención al quejarte. No tenías intención alguna de dar a entender que no esperabas que te hubiera llevado allí para estudiar, pero ahora tampoco podías explicarte, porque no se te ocurría nada que pudiera salvarte de esas extrañas preguntas.

—Si esperas que yo haga el primer movimiento, dímelo —declaró en voz baja.

¿El primer movimiento... de qué?

No podía estar refiriéndose a nada raro, ¿verdad? A nada referente a ese tipo de cosas, ¿no?

Tu mente debía estar engañándote. Era imposible que el cajero quisiese decir nada raro con todo eso. Tú eras la desquiciada culpable de pensar cosas raras... solo tú.

Y mientras te maldecías en cien idiomas distintos, el recorrido del chico no paraba. De nuevo, sentías el impulso inexplicable de cerrar los ojos a cada centímetro que Jungkook avanzaba hacia ti, pero si lo hacías de nuevo, le darías la razón... y no la tenía. Antes no habías cerrado los ojos por nada en particular, solo había sido un acto reflejo; una especie de pilotito automático que se había encendido al no saber qué hacía Jungkook. Pero ahora no pensabas dejarle tomar el control otra vez.

El problema de toda aquella situación (el principal, al menos) era que el moreno no paraba de avanzar. En un principio pensabas que solo lo hacía para bromear, para meterse contigo, pero su cuerpo siguió acercándose más y más, y, en consecuencia, el tuyo empezó a escurrirse contra el reposamanos incrustado a tu espalda.

Creíste escuchar hablar al chico, pero bien podías habértelo imaginado, porque en tu cabeza se formaban mil y un escenarios extraños a cada segundo que pasabas escapando sutilmente del acercamiento del cajero.

Mirabas con tanta fijación su cara (forzándote de paso a no parpadear siquiera), que no te diste cuenta de en qué momento habías descendido tanto, hasta casi estar completamente tumbada sobre el sofá. Jungkook sonrió aún más al verte ahí agazapada y totalmente tiesa, y, sin previo aviso, subió ambas piernas al cojín en el que te encontrabas.

Vale, esto SÍ que es raro. Esta postura SÍ que es extraña, ¿no?

En realidad no lo sabías con certeza. Solo imaginabas que el hecho de que Jungkook estuviera literalmente encima tuya, era un poco bizarro.

Sus piernas se habían colocado a ambos lados de las tuyas, aprisionándolas. Su mano derecha se apoyaba en el estrecho hueco que le proporcionaba tu cuello, y su codo izquierdo se clavaba en el otro extremo. Lo peor es que su cara estaba cerca. Joder, muy cerca. Tan tan cerca, que las puntas de su flequillo rozaban tus mejillas. Y lo peor es que el muy imbécil seguía sonriendo la mar de divertido mientras que tú eras un manojo de nervios y preguntas.

—¿Era esto lo que querías? —preguntó, dos tonos por debajo de su voz de siempre.

Pues no, no lo tenía en mente para serte sincera.

No pudiste decirlo en voz alta porque la garganta se te había quedado sequísima y temías que tu voz se quebrase si intentabas soltar siquiera una triste vocal.

La ausencia de contestación alguna por tu parte pareció darle la razón al chico, por lo que no dudó en dejar de aguantar su peso, haciéndote notar todo su cuerpo sobre el tuyo.

Te sentías como un tronco que va río abajo sin control. Dudabas que pudieras moverte o reaccionar de cualquier forma ante ese contacto. Sin embargo, lo único que te recordaba que no estabas hecha de madera maciza era, precisamente, su cuerpo, porque se sentía... bien. El peso (no lo suficiente como para aplastarte, pero lo suficiente como para hacerte sentir la presión), el calor de su piel (unas décimas por encima del tuyo), el olor que desprendía (masculino, afrutado, suave), todo eso te obligó a experimentar escalofríos.

Los vellos se te ponían de punta sin pedir permiso, y lo que es aún peor: te sentías agitada. No era una agitación mala, no por lo menos la que solías tener antes de un examen o uno de los eventos que tu madre celebraba en tu casa. Era una agitación nueva y... excitante a su manera.

Separaste los labios por instinto, observando el rostro de Jungkook. Ya te habías fijado en sus ojos, en sus dientes... Bueno, en definitiva: le habías mirado antes de ese momento, no te había quedado más remedio. Pero ahora que le veías tan de cerca (tanto como ese día en el cuarto de las escobas), pensaste que bien podías retractarte de la pregunta que te hiciste a ti misma: definitivamente y sin lugar a dudas, Jungkook era un chico guapo.

No era tu estilo; no se parecía en nada a los chicos que te habían parecido guapos hasta la fecha. Parecía demasiado tosco en muchos sentidos como para eso; quizás porque su mandíbula, su nariz, sus ojos, sus cejas y todo en realidad menos sus labios, eran demasiado intensos, demasiado ¿fuertes? El contraste entre todos esos rasgos marcados y esos pequeños labios rojizos te hubieran resultado hasta cómico en otro momento, pero no en ese, claro; no si toda su cara se acercaba a ti sin prisa pero sin pausa.

Tal vez la culpa de que le vieses tan tosco no era su cara, sino sus pintas de macarra. La numerosa cantidad de pendiente de sus orejas, su pelo largo, el hecho de que parecía desconocer la existencia de la paleta de colores más allá del negro... No era momento de preguntarte cosas estúpidas, pero no podías evitarlo. Pensar en cualquier otra cosa menos el ritmo al que su boca se acercaba a ti parecía lo más sensato para tu salud mental.

Le estabas observando con tanta fijación que el chico soltó una risotada al darse cuenta de que ni parpadeabas; sin embargo, no te quedó más remedio que volver a hacerlo cuando su mano derecha subió ligeramente para apartar un mechón de pelo de tu cara.

Solo conseguiste sentir el suave roce de sus dedos por tu frente antes de sentir... lo otro.

Tu pulso se disparó de repente, tus rodillas volvieron a temblar, tu pecho subía y bajaba sin descanso a un ritmo demasiado descompensado. Por no hablar de que tu piel parecía querer volverse definitivamente la de una gallina sin plumas. Aunque lo que te tenía más preocupada (más al menos que todo lo demás) era el calor; la extraña sensación que había empezado en un pequeño rincón de tu cuerpo y que se extendía salvaje por toda la extensión de tu piel.

Cuando jadeaste la primera vez, ni te importó; esa sensación era demasiado fuerte como para que nada más la eclipsase. Lo que empezabas a sentir era tan jodidamente adictivo, que, sin darte cuenta, tus manos —que hasta ahora habían permanecido como palos inertes a ambos lados de tu cuerpo— subieron hacia el cuello de la camiseta de Jungkook, agarrando la tela para hacerle bajar más deprisa.

Era bastante obvio que no pensabas con claridad, y, por si no te quedaba claro que estabas majara en ese momento, empezaste a subir hacia él.

De repente lo entendías a la perfección, el pensamiento era cristalino: querías besarle.

Sus labios se curvaron en una sonrisilla peligrosa cuando le agarraste. Ese simple gesto consiguió encenderte todavía más, aunque ni la décima parte de lo que lo hizo que se mordiese el labio inferior, mirándote con una ceja levantada.

Estabas a punto de salir ardiendo...

Y sin hacerte esperar más, bajó del todo.

Sus labios chocaron con los tuyos, obligándote a sentir una especie de explosión en las sienes. El estremecimiento de tu cuerpo fue a peor, pero era... simplemente increíble.

Y cuando intentabas comprender qué pasaba o por qué coño todo eso se sentía tan bien, Jungkook se separó de ti como una bala y volvió a sentarse despreocupadamente frente al portátil.

El proceso había sido tan lento y el beso tan jodidamente corto que no entendías cómo todo había vuelto a la normalidad tan rápido. El chico pareció apiadarse de tu desconcierto, porque te miró de reojo antes de coger de nuevo su sándwich y hablar.

—De momento, eso te vale como pago —comentó tranquilamente—. Ayúdame a estudiar y, si te portas bien, te daré más.

¿Perdona? ¿Me dará más? ¿Más de qué?

Ina... sea lo que sea lo que te dé, si se parece un poco a lo que acaba de pasar...

Pasaste unos minutos enfrascada en tus pensamientos antes de aclararte la garganta y sentarte a su lado de nuevo.

Miraste el portátil, sin atreverte a dirigir tus ojos a él, te pusiste lo más recta que pudiste y, todavía descolocada, tomaste tu decisión.

—¿Por dónde quieres empezar? —preguntaste, aún con el cuerpo en llamas.

Sin decir nada (pero con una sonrisa radiante), Jungkook se hizo con el libro de economía antes de seguir comiendo sin ninguna preocupación aparente en mente.

Ojalá tú pudieras decir lo mismo...





Movías el trapo de izquierda a derecha, completamente desganada, por la superficie de la encimera. La tela ni siquiera estaba húmeda, por lo que no ibas a conseguir quitar el desastre que suponía una noche de servicio ni de broma, pero la verdad es que no te habías dado cuenta.

Tu cabeza daba vueltas en círculo al mismo tema, y desde luego que no tenía remotamente nada que ver con tu ocupación.

Todo era culpa del cajero.

Esa noche, antes de que aceptases ir con él al pc bang (cosa que ahora reconocías como "el primer error"), ya pensaste que Jungkook no actuaba por lógica. Habías comprobado que tu teoría era cierta, porque nada de lo que pasó tuvo sentido.

Que sí, que el beso te gustó, tampoco ibas a mentirte a ti misma, pero, a ver, seguro que estabas ovulando o algo así. Las hormonas se vuelven locas en esos días, hasta un beso con Nam te hubiera sabido bien...

Ay, Dios, Ina, qué asco.

Te sacudiste como un perro mojado para apartar ese horrible pensamiento y dejaste el trapo abandonado en una esquina de la encimera.

Encima, como si no tuvieras suficientes preocupaciones en mente, el turno no había ido especialmente bien. Te costaba a horrores mantener la cabeza fría, y Jungkook parecía saberlo, porque aprovechaba cada vez que os cruzabais para lanzarte sonrisitas que te recordaban a la de esa noche, justo la misma que esbozó antes de comerte la boca. Aunque llamar a ese minúsculo besito "comerte la boca", sería pasarse de optimista.

Podías reconocer, al menos en tu mente (jamás en voz alta), que ese besito te supo a poquísimo. Esto presentaba a su vez una serie de problemas para los que no tenías solución...

El primero de todos: Jungkook no te gustaba. Extraño, porque, si lo pensabas, sí que tenías ganas de volver a besarle; de volver a sentir toooodas esas cosas que sentiste agazapada en su sofá, pero nada más... Lo dicho: extraño.

El segundo: No conocías al cajero tan bien como para dar a entender siquiera que querías volver a besarle. Y siendo honesta, aunque le conocieses mejor tampoco ibas a soltar tal cosa; aunque no sería la primera vez que decías algo que querías mantener en tu mente delante de Jungkook... lo que te llevaba al tercer problema: cuando estabas con el cajero te comportabas de una manera problemática.

Lo hacías sin querer, pero había algo en él que te empujaba a ser... diferente. Peor de lo que eras, sin duda.

Volviendo a la lista de problemas, quedaba el cuarto. Ese en el que habías invertido más tiempo intentando discernir; esa puta frase: "De momento, eso te vale como pago. Ayúdame a estudiar y, si te portas bien, te daré más".

¿Qué era lo que más te mosqueaba de esa frase? Parecía imposible elegir.

A lo mejor, lo que más te mosqueaba es que sí que le ayudaste, ¿y por qué? ¿De verdad esperabas que esa frase fuese en serio? Seguro que el puto mezquino solo quería reirse de ti, como siempre.

Preferías pensar que todo aquello era una broma, porque si no lo era...

—Caterpie, mamá y papá me han llamado. —La voz de tu hermano te pilló por sorpresa, y le encaraste mientras te hacías con el cubo de basura.

—Te prohibí que volvieras a llamarme así —declaraste, frunciendo toda la cara para expresar tu molestia.

—Me han dicho que vayamos a comer mañana con ellos —comentó, sin hacer el mínimo caso a tu queja.

—¿Por qué? —Tu hermano se encogió de hombros, trasteando con su móvil.

—No sé... Ha sido idea de papá, ya sabes: estrechar lazos, comprobar que tus hijos no se estén muriendo de hambre. Papá es muy raro.

—¿Y mamá?

—También viene, claro. Ha hecho un hueco en su agenda para nosotros; deberíamos sentirnos especiales —bromeó Jin, apoyándose contra la encimera—. Ve a sacar la basura, Caterpie, que todavía queda mucho que limpiar.

—¡Ya te he dicho que no...!

Antes de que pudieras terminar tu queja, tu hermano posó una de sus enormes manos sobre tu cabeza y te hizo girar sobre los talones, en dirección al cubo de basura.

Ese imbécil, además de ser tu hermano mayor, era tu jefe, por lo que no te quedaba más remedio que seguir sus órdenes. La vida era tremendamente injusta contigo.

El cubo de basura pesaba un quintal, y de no ser por las ruedecitas incorporadas debajo ya te habrías roto la espalda por la mitad hace mucho tiempo.

Abriste la puerta de servicio con el pie (porque tu hermano no se molestó en ayudarte) y saliste al callejón frío, oscuro y sucio que servía para que todos los locales cercanos dejasen la basura.

El recorrido desde la puerta hacia el punto de recogida de basuras era de poco más de tres minutos, pero, teniendo en cuenta que tenías que luchar con el peso del cubo, los socavones del cemento del suelo y el frío húmedo que traspasaba tu fino uniforme, la tarea solía llevarte más de diez minutos (tirando a lo bajo).

Ese callejón te acojonaba; muchas veces te imaginabas siendo secuestrada por un demente que aparecía desde algún rincón oscuro. Y ese día en particular, tu miedo se volvió ligeramente más real que de costumbre cuando escuchaste unos ruidos procedentes de las escaleras que daban a la floristería tras el restaurante.

Una especie de lamentos entrecortados hacían eco contra las paredes del callejón. Lo más sensato, llegados a este punto, hubiera sido seguir con tu camino y no dar un solo paso en esa dirección (más que nada porque ni siquiera tenías que seguir esa ruta), pero una voz familiar y susurrante te llamó a husmear sin saberlo.

Abandonaste el cubo de basura en medio del callejón y caminaste en silencio los pocos pasos que te separaban de la hendidura de la escalera que llevaba al sótano de la floristería.

Los ruiditos se hacían más nítidos cuanto más te acercabas, y una vez situada estratégicamente a un lado de la escalera... echaste un vistazo rápido.

Casi dejas que un gritito de sorpresa abandone tus labios ante semejante imagen, pero te controlaste, apoyando la espalda contra la fachada y, con los ojos tan abiertos que dolían, intentaste encontrarle sentido a lo que acababas de ver.

Tenías la sensación de que, aunque pasasen treinta y cinco años, no ibas a terminar de creerte lo que habías visto; así que, para estar completamente segura, volviste a asomarte levemente... Y volviste a verles.

No es que ver a Jungkook o a la dueña del local fuera algo nuevo para ti, te habías pasado todo el turno viéndoles a ratos; lo que te resultaba impactante es que, en esos momentos, ambos estaban devorándose en ese huequito que dejaban las escaleras, como dos adolescentes.

La señorita Park se aferraba a Jungkook como si fuera a la deriva en un naufragio y los hombros del chico fueran el bote salvavidas. No la culpabas, porque, según podías ver, el chico parecía estar esmerándose de más con ese beso.

Eso sí que es comerle la boca a alguien.

Entre poco y nada tenía que ver ese salvaje beso con el piquito que Jungkook te dio hace dos días.

Las manos de Jungkook bajaron por la espalda de la mujer y se agarraron a su trasero con tanta fuerza que hasta tú jadeaste, aunque desde luego que tu suave sonido se perdió entre el gemido que la mujer emitió.

Por Dios, si hasta podías ver cómo sus lenguas se rozaban.

¡¿Qué coño está pasando?!

A ver, la teoría te la sabías: se estaban dando el lote. Pero ¿por qué estaba la dueña (de cuarenta y pico años) comiéndose los morros con uno de sus trabajadores (de dieciocho, diecinueve) al lado del sitio donde trabajaban?

Tampoco es que sus edades te importasen, pero... Joder, eso era raro de pelotas. Y lo peor de todo es que, por raro que fuese, por mal que estuviese... no podías dejar de mirar. Te tenía hechizada.

Estabas tan impresionada que hacía rato que no parpadeabas. Las putas rodillas hasta empezaron a temblarte.

Cuando viste los dientes del chico aparecer de entre sus hinchados labios, solo para propinar un mordisco contra los de la mujer, entendiste que había sido suficiente show para ti por ese día.

Saliste casi corriendo para volver a las cocinas... TENÍAS que contárselo a alguien; parecía que acababas de ver una porno en directo, y DEBÍAS hacer a alguien más partícipe de eso.

Tu hermano era un puto cotilla, así que ya te estabas haciendo a la idea de explicarselo todito, con pelos y señales, para poder desahogarte un poco. Pero al momento que posabas una mano sobre la puerta que te devolvía a las cocinas del restaurante, viste a alguien más en el interior, junto a tu hermano.

El día podría haber sido peor si hubieras tenido que compartir turno con Tae, pero, por suerte, el chico no trabajaba ese día. Por lo que no entendías muy bien qué cojones hacía en ese momento en el local.

A pesar de que les veías con total claridad charlando despreocupadamente a través de la ventanita redonda de la puerta, no entendías a qué venía la cara de preocupación del chico, o por qué tu hermano hablaba con tanta seriedad...

Una vez más, ibas a meterte donde no te llamaban; por lo visto te habías vuelto una vieja cotilla de un día para otro, pero había algo en esa conversación que no te daba buena espina, así que, agachándote ligeramente para abrir la puerta abatible unos centímetros (lo suficiente como para poder escucharles), contuviste el aire y pegaste la oreja.

—Que no sé qué quieres que te diga, chaval. Ya te he contado todo lo que sé; además, va a volver de tirar la basura en breves, así que mejor que le preguntes a ella directamente.

—Es que no puedo preguntarle, me ignora... —La voz desanimada de Taehyung te hizo sentirte decaída. Estaba claro que hablaban de ti, y el solo pensamiento de que creyese que le ignorabas sin motivo conseguía hacerte sentir como una mierda.

—Mira, Tae —suspiró tu hermano, acercándose al chico para apoyar una mano sobre su hombro—, te lo voy a decir yo porque la conozco mejor que nadie: mi hermana es así.

—¿Así? ¿Así cómo?

—Pues no es que esté rara como has dicho antes... es que mi hermana es... No rara, pero... Difícil, supongo.

—¿Difícil? —cuestionó Tae con mueca confusa.

—Sí, algo así... De todas formas, ¿por qué tanto interés por mi hermana? ¿Qué intenciones tienes, chaval?

—¡Ninguna! —negó el chico de inmediato, levantando ambas manos como para demostrar su inocencia—. Quiero ser su amigo, solo eso. Creía que lo estaba consiguiendo, pero... de repente pasa esto y me ignora y... no sé.

—No vas a poder hacerte amigo de Ina, Tae; cuanto antes lo sepas, antes puedes darlo por imposible —declaró Jin, soltando finalmente el hombro del chico para apoyarse contra la encimera y cruzar los brazos.

¿Qué?

Tu cara se arrugó completamente, no entendías por qué tu hermano decía algo así de ti, así que te pusiste de cuclillas, expectante por oír la explicación a esa extraña frase.

—¿Por qué, hyung? No entiendo qué quieres...

—Ina solo ha tenido una amiga en toda su vida, y ni con ella fue sincera. —En ese momento, sentiste como si tu hermano acabase de abofetearte con esa frase, pero te mantuviste en posición. Tal vez solo seguiste ahí porque acababa de helarte la sangre al decir algo así; el caso es que, casi sin poder respirar, continuaste escuchando—. A mi hermana solo le importa ser perfecta... Siempre ha sido así, desde pequeña. No hay nada ni nadie que le importe más que eso. Si quieres un consejo: pasa de ella.

¿Jin?

De repente no te sentías con ánimos para escuchar lo que Tae tuviese que responder a eso. Tus dedos dejaron ir la puerta, que volvió a su posición suavemente.

¿Eso piensa de mí? ¿Eso es lo que mi propio hermano cree? ¿Que soy una persona fría a la que no le importa nadie?

Te levantaste lentamente, quedándote parada frente a la puerta. Ni te importaba que, si miraban en tu dirección, pudieran verte ahí de pie. Lo bueno es que ya no sentías miedo por estar en el callejón, ni frío, ni humedad...

—¿Escuchando a escondidas? —susurró alguien a tu oído—. Eso está muy feo, eres consciente, ¿no?

La voz no te hizo reaccionar, ni la pequeña corriente cálida de su aliento impactando contra tu piel lo consiguió. Sin embargo, aunque no abandonaste tu posición congelada frente a la puerta, unas manos se encargaron de darte la vuelta. Las manos de Jungkook, según podías ver.

La sonrisa socarrona del chico desapareció al momento que tu cara quedó frente a la suya. Y sus manos, que se habían agarrado a tu cintura para ponerte frente a él, se separaron en cuestión de segundos de tu cuerpo.

Sus párpados se abrieron en exceso y toda su expresión se volvió una de auténtico pánico. Y la tuya... bueno.

—¿Q-qué...? ¿Pasa algo? ¿Qué te ha...? —preguntó tartamudeando.

Tus labios, que se curvaban hacía abajo, empezaron a temblar. Y de un momento a otro, no pudiste retenerlo más.

Un leve sollozo dejó tu garganta segundos antes de romper a llorar. A través de la cortina de lágrimas podías ver como Jungkook subía y bajaba las manos compulsivamente, sin llegar a tocarte y sin llegar a dejarlas relajadas; aunque no podía importarte menos lo que fuese que el chico hacía... Estabas hundida.

—Dime qué pasa, ¿te duele algo? ¿te encuentras mal? —preguntó con urgencia.

Negaste con la cabeza como buenamente pudiste, limpiándote las lágrimas, pero tu llanto no hacía sino intensificarse a cada segundo. Controlabas todos y cada uno de los sonidos que querían salir de ti, porque, ante todo, no querías que te descubriesen ahí. No querías que supieran que habías escuchado... No querías que supieran que te había dolido escuchar.

Sentiste unas palmadas en la espalda cuando agachaste la cabeza para seguir llorando a tus anchas; unas palmadas temblorosas y demasiado fuertes, que te hicieron sentir todavía peor.

—Joder... Ina, venga, suéltalo: ¿Qué te pasa? —volvió a preguntar Jungkook.

Le miraste por un instante, llorando a mares, con los ojos hinchados y rojos, con los surcos que las lágrimas y los mocos dejaban en tu cara. Viste cómo el chico daba un paso atrás al mirarte y aprovechaste el momento para salir corriendo de allí.

Ojalá no le hubieras escuchado.

Ojalá poder borrarlo todo de tu mente.

Ojalá pudieras ser diferente.


---

Hey ho!

Ya estoy aquí otra semanita más para daros ración de "Erase Me". El capítulo parecía haber empezado bien, pues parece ser que todo se ha ido a la mierda a un ritmo alarmante. Sé que dije que no iba a haber mucho drama en esta historia (al menos no de mi tipo habitual de drama), no sé si pensáis que puede que haya mentido un poquitín...

Lo primero que quiero preguntar, obviamente, es qué os ha parecido el besito con Jk... jejejej Y lo segundo, algo mucho más fácil: ¿Cuántos pueblos se ha pasado Jin diciendo eso de su hermana menor?

Espero que os esté gustando mucho esta historia, porque como creadora la verdad es que personalmente me tiene living escribirla XD

Un besito muy grande, amores.

PYYYYYOOOOOUUUU <3

---

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro