//2//
Dirección de empresas es una carrera apasionante.
Voy a aprender un montón.
Seguro que en cuanto termine encuentro un trabajo super importante y me vuelvo millonaria.
Aquellas frases se llevaban repitiendo en tu mente desde que tenías trece años y decidiste estudiar lo mismo que estudió tu madre. Con los años habían ido perdiendo su significado, ahora no eran más que un mantra aburrido que repetías por costumbre.
Llevabas una semana entera asistiendo a tu primer año en esa carrera, y decir que no era lo que esperabas se quedaba corto. Los profesores estaban tan aburridos de las asignaturas que impartían que bastó con quince minutos de la primera hora para que el poco entusiasmo que tenías se esfumase por completo...
Fuera como fuese, tenías que aprobar todo con buena nota, hacer un par de másters y encontrar un buen trabajo: esa iba a ser tu redención. Seguro que si hacías todo eso volverías a ser la hija perfecta y a ser feliz.
Soltaste un lamento larguísimo mientras dejabas caer la cabeza encima de tus brazos, posados sobre la mesa de la biblioteca.
Echabas de menos a Jiwoo, echabas de menos tu casa, echabas de menos no comer ramen cada puto día... ¿Cuánto tiempo más ibas a tener que soportar ese calvario de vida?
Apartaste una de tus manos para meterla en el bolsillo delantero de tus vaqueros y sacar el móvil. No esperabas tener notificaciones, pero igualmente te deprimió comprobar que las cosas seguían igual que siempre. Esa vez, sin embargo, no te metiste en el perfil de tu ex mejor amiga como hacías siempre, sino que observaste esa misma foto en blanco y negro en el perfil de Jimin.
Hablarle a él era todavía más difícil para ti.
Antes de esa fiesta era fácil. Y antes de que Jiwoo se uniera a vuestra relación, podría decirse que Jimin y tú erais muy buenos amigos.
Durante el colegio y el instituto medio y superior tenías muchísimas actividades extraescolares: violín, piano, judo... y taekwondo. En esta última fue donde conociste a Jimin; aunque hubieras preferido conocerle en cualquier otro sitio en el que no llevases un Dobok arrugado por el traqueteo y en la que no estuvieses sudando como si llevaras corriendo dos días sin parar, pero así era tu vida...
Obviando el hecho de que te quedaste de piedra al ver a ese chico de sonrisa perfecta y cara de príncipe, supiste mantener más o menos la fachada impasible de siempre; total, era imposible que un chico así se fijase lo más mínimo en alguien como tú. Pero Jimin, sorprendentemente, sí que se fijó... aunque solo fuera porque os pusieron juntos a practicar.
Descubriste, al poco rato de hablar con él, que Jimin era charlatán, agradable y divertido. Y descubriste, al poco de conocerle, que os habíais hecho amigos... y que estabas colada por él. Jimin se convirtió sin saberlo en el primer chico que te había gustado de verdad.
Lo de ser su amiga también tenía su lado bueno: por aquel entonces solíais salir juntos a menudo. Le hiciste un hueco en tu vida enseguida, y estabas tan ilusionada con él que acabaste cometiendo el error de presentárselo a tu mejor amiga.
Jiwoo siempre había sido lo opuesto a ti: llamaba la atención enseguida, era directa, atrevida, sociable... y por lo visto eso era todo lo que a Jimin le gustaba, porque ese mismo día que los presentaste, acabaron morreándose en una esquina solitaria de la discoteca a la que fuisteis. Recordabas esa noche como la peor de tu existencia (al menos lo fue hasta la fiesta). Cuando les viste solo pudiste echarte a llorar y correr lejos de ahí.
Incluso ahora, al pensarlo, sentías un enorme nudo en la garganta. Pero después de llorar toda la noche, le cogiste el teléfono a tu amiga a la mañana siguiente, fingiendo una felicidad enorme porque ella y Jimin hubiesen congeniado tan bien...
Imbécil.
Seguiste con la fachada de amiga feliz muchísimo tiempo, pero todo te estalló en la cara aquella noche, y, de un momento a otro, pasaste de ser la chica buena y aburrida de siempre, a ser simplemente una puta traidora.
Jiwoo siempre había sido muy popular, por eso mismo debías haber sabido que los que creías que eran amigos de las dos, lo eran solo de ella. Que solo salían contigo porque Jiwoo te consideraba su mejor amiga. Que para ellos no eras más que la eterna figurante de una obra en la que Jiwoo era la protagonista.
Pero aunque no te considerasen su amiga como tú creías ser, tampoco esperabas que fuesen tan innecesariamente crueles contigo cuando se enteraron del maldito rumor.
Los dos últimos meses de clase antes del verano fueron un infierno; todo el mundo te insultaba, te trataba como a una apestada, y lo que más te dolía de todo era que Jiwoo lo veía a diario... y no hacía nada para evitarlo.
Ahora que lo veías en perspectiva, comparando esos dos meses con la universidad... Bueno, podías soportar que las asignaturas fueran un poco aburridas.
Volviste a poner la espalda recta, viendo con pesadez como todos los apuntes se repartían frente a ti sin orden alguno, pero cuando te disponías a dejar de darle vueltas a la cabeza y estudiar de una buena vez, algo más captó tu atención.
En la mesa frente a la tuya había alguien nuevo. Al menos no estaba cuando te habías sentado ahí al llegar a la biblioteca, pero ahora, un chico de pelo ligeramente largo y revuelto te miraba fijamente desde su posición.
Estabas alucinando. Primero, porque tus ojos debían estar engañándote y ese chico no podía tener una cara tan perfecta y segundo: porque si de verdad era tan guapo como veías que era, no podía estar mirándote a ti.
Parpadeaste como una imbécil para cerciorarte de que no estabas flipando, y, al darte cuenta de que todo parecía ser real, te removiste incómoda en el asiento, bajando la mirada inmediatamente para volver a centrarla en los apuntes; aunque te iba a servir de poco mirar todas esas palabras escritas si seguías notando los ojos del chico clavados en ti.
Relájate, seguramente esté mirando a alguien detrás tuya, tonta. ¿Por qué te iba a mirar?
Ese planteamiento tenía su lógica; estaba claro que esa especie de modelo no se iba a fijar en ti.
Escuchaste el arrastrar de una silla, levantaste la mirada, estudiaste un momento la escena y, finalmente, te diste cuenta de que el chico-modelo sí que debía estar mirándote a ti, más que nada porque acababa de sentarse en la silla vacía frente a la tuya y sonreía amablemente en tu dirección.
Que no cunda el pánico. No dejes que vea que estás cagada de miedo. Solo querrá apuntes o algo de eso.
—Hola —dijo el chico, estudiando tu mueca congelada. Di algo, lo que sea. Abriste la boca sin emitir sonido. El chico pareció cansarse de esperar a que alguna palabra dejase tus labios, porque habló de nuevo—. Soy Kim Taehyung, ¿te suena mi nombre?
A decir verdad sí, te sonaba muchísimo, pero estabas al borde de un infarto y no conseguías pensar con claridad. Al menos, esta vez, pudiste asentir un poco, todavía con la boca abierta como una imbécil.
—Me alegro —anunció sinceramente al tiempo que te dedicaba una sonrisa tierna—. Me daba un poco de miedo haberme equivocado de persona, no suelo ser muy bueno para las caras, pero Jimin me habló tanto de ti que cuando te vi sabía que me iba a acordar.
—¿Jimin? —preguntaste en voz baja, más descolocada que hace unos segundos.
—¡Claro! Jimin, mi mejor amigo. Nos presentó esa noche en la fiesta que diste en tu casa, ¿no te acuerdas?
Ay Dios... mío.
Estabas a punto de confesar que no te acordabas, pero si hacías eso, también debías admitir que, en efecto, eras esa chica... y lo último que querías en el mundo era reconocer tal cosa.
—Tú eres Ina, ¿no?
—N-no... —mentiste con voz temblorosa.
—¿No? Pues juraría que eras tú. Aunque ese día llevabas una buena cogorza, porque cuando Jimin nos presentó te enganchaste a mí como un mono. Fue gracioso —comentó el chico, medio riendo—. Después fue cuando se lió, ¿no? Ya sabes: llegaron tus padres, todo el mundo empezó a irse en estampida. Tú estabas con Jimin en tu cuarto, ¿verdad?
—Yo... —Hubieras dado diez años de tu vida con tal de poder contestar a eso sinceramente... o por poder hablar del tema, pero las manos empezaron a temblarte, y supiste que no ibas a poder por más que quisieras—. Tengo que irme, lo siento.
Cerraste los libros torpemente, cogiéndolos de cualquier forma para salir de la biblioteca a paso rápido. Seguramente habías perdido unas cuantas hojas en tu carrera desesperada por escapar de la sala, pero mejor eso que enfrentarte a las preguntas del tal Taehyung.
¿Era posible que esa noche te hubiera perseguido hasta la universidad? ¿Acaso no te iban a dejar tranquila nunca? ¿Querría ese chico decir lo miserable que eras por haberte tirado a Jimin siendo su novia tu mejor amiga?
Las piernas empezaron a dolerte; llevabas forzándolas demasiado rato en medio de tu carrera por escapar de aquel sitio, así que aminoraste un poco la marcha, intentando recuperar el aliento de paso.
Habías perdido todo cuanto tenías antes, pero no parecía ser suficiente castigo... El destino no te dejaba en paz. Solo ibas a estudiar en la biblioteca para no tener que soportar a Jin quejándose a cada rato en ese minúsculo piso, pero ni ahí podías estar tranquila.
¿Podría tener una vida más triste que esta?
Podías.
Y se demostró bien rápido cuando, al girar la última esquina que te separaba de la salida, viste un grupo de chicas en la puerta.
Lo primero que te llamó la atención de ese grupito fue, cómo no, una chica de pelo negro. Brillaba. Destacaba sin esforzarse lo más mínimo, incluso aunque su sonrisa fuese pequeña y no estuviera haciendo nada más que estar parada junto a las demás.
El estómago se te encogió al verla.
Ignorabas qué hacía Jiwoo ahí. Nunca te había comentado que quisiera estudiar en esa universidad, y, aunque hubiera querido, su nota no habría sido suficiente como para planteárselo siquiera. Pero ahí estaba, en tu universidad, rodeada de chicas que la miraban embelesadas tras solo una semana de clases.
Las cosas iban de mal en peor.
Si hubieras sido un poco más valiente, te habrías acercado a ella en ese mismo instante para hablar de todo lo que pasó. Pero tenías miedo de su rechazo, de su ira y de su desprecio. Y te fuiste de la facultad, agradeciendo ser tan insignificante como para que ni siquiera tu mejor amiga desde los tres años hubiera reparado en ti.
Tus días eran o grises o negros, no había matices ni colores en ellos. O bien eran un aburrimiento o, directamente, una puta mierda. Y hoy te había tocado el día de mierda. Así que sabías que, una vez llegases al apartamento, te esperaba alguna otra mala noticia. Y tu hermano, radiante de felicidad, se acercó a ti en cuanto te quitaste los zapatos en la entrada para hacértela saber.
—¡He encontrado trabajo!
—¡¿Qué?! —exclamaste sin poder contenerte.
—¡Soy chef!
—¿Que eres...? ¡¿Qué?!
—Lo que oyes, chavala, soy cocinero en un restaurante buenísimo —presumió, apoyando la espalda contra la pared para mirarse las uñas con prepotencia.
Ahí estaba la puntillita que faltaba para completar la mierda gigantesca que había sido ese día: tu hermano tenía trabajo. Uno como chef. El idiota descerebrado parecía contentísimo, y mientras tú intentabas cuadrar cómo y por qué habrían contratado en ningún sitio a semejante inútil, dejaste caer la mochila y los libros para acercarte a él.
—¿C-cómo...?
—Mintiendo, claro —contestó sin necesidad de dejarte acabar—. He trabajado tres años en Le petit manoir, un restaurante francés en el que empecé como camarero y ascendí hasta convertirme en jefe de cocina.
No tenías palabras que expresasen con suficiente claridad cómo te sentías.
—Vas a ir a la cárcel.
—¿Por mentir en un currículum? —cuestionó con sorna.
—¡Por intoxicar a la gente! —repusiste con los ojos abiertos de par en par—. ¿No te das cuenta de que la vas a liar? Te van a echar a los cinco minutos, Jin. No sabes ni calentar la comida en el microondas.
Esperabas que remarcar lo obvio sirviese por una vez para hacer recapacitar al cabeza dura de tu hermano; qué ilusa eras.
—No puede ser tan difícil —Si es que el que es tonto...—. Además, si a Nam le parecía buena idea...
—¡Claro! —exclamaste, llevándote las manos a la cara—. Que ni siquiera se te había ocurrido a ti lo de mentir, ¿no? Ha sido cosa de tu amigo...
—Obviamente —te dió la razón despreocupado—. ¿Quién te crees que me ha hecho el currículum?
—Dios mío... —suspiraste, cerrando los ojos—. Jin, ¿no te das cuenta de que si ni siquiera se te había ocurrido mentir en el currículum por ti mismo, vas a estar jodido en un trabajo de verdad? Ahí no vas a poder pedirle a nadie que haga las cosas por ti, no vas a poder escaquearte...
—Error —te cortó con suficiencia—. El jefe de cocina da órdenes, no hace casi nada; me lo ha dicho Nam. Por eso mismo, hermanita, es el trabajo perfecto para mí.
Dando por concluida la discusión, tu hermano se giró con soltura, caminando casi a saltitos hacia la cocina. Pero para ti el tema no estaba tan zanjado como para él.
—¡¿Y qué órdenes vas a dar?! —gritaste, siguiéndole de cerca—. No sabes cómo se prepara nada, no sabes cocinar... ni sabes dar órdenes... Eres un inútil.
—¡Oye!
—Jin... piénsalo, en serio, ¿qué crees que va a pasar cuando tengas a un equipo dependiendo de ti y tengas que hacer mil platos la hostia de difíciles para un restaurante entero?
El castaño perdió la mueca segura, parecía pensativo por primera vez en su vida, y te quedaste callada con la esperanza de que hiciera uso de ese cerebro que llevaba consigo desde que nació y que nunca antes había hecho trabajar. Esperaste en la misma posición, expectante, y por fin, Jin habló.
—Voy a bordarlo.
Solo pudiste gruñir exasperada, echando las manos al techo antes de pasártelas sin descanso por las sienes. ¿Qué esperabas? ¿Algo de lógica por parte de tu hermano? Ibas jodida.
Cuando abriste de nuevo los ojos, una vez le habías maldecido en cien idiomas distintos en tu mente, te encontraste con que el descerebrado se había puesto un delantal y... miraba el interior del frigorífico.
Su móvil estaba apoyado en una esquina de la encimera junto a un libro abierto.... Un libro. ¿Pero sabe leer siquiera?
—¿Qué haces? —preguntaste, sinceramente aturdida.
—Practicar.
—¿Practi...?
—Cocina, voy a practicar a cocinar cosas, y tú, hermanita, vas a ser mi conejillo de indias.
Ahí estaba, por fin, la manera en que ibas terminar el día: en el mejor de los casos con diarrea y en el peor, en la morgue.
---
Hello there, amores.
Me he decidido a subir el segundo capitulillo de la historia hoy mismo porque no sé cuándo tendré tiempo para actualizar esta semana que viene. De todas formas, si tengo un hueco, intentaré subir el tercero antes del domingo siguiente :D
En otro orden de cosas, ¿qué os ha parecido este capi? La verdad es que es más cortito de los que suelo hacer, pero han pasado bastaaaantes cositas. (¿Quién apostaba porque Jin fuese su hermano? ¿Nadie? XD) En fin, tenemos también a dos personajes que acaban de aparecer en este capi... ¿Qué papeles creéis que van a ocupar ahora Tae y Jiwoo?
Espero que este pequeño estallido de creatividad os esté gustando, aunque estoy segura que os gustará mucho más a medida que avance jejeje
Me despido ya, amores! hasta prontito!
Py <3
---
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro