//18//
—Tae, déjalo. Tampoco ha sido para tanto... —repetiste con pesadez.
Después de un turno de ocho horas, lo que menos te apetecía era seguir escuchando lo "increíble" que había sido que le plantases cara a tus padres y a tu hermano. El problema es que tu amigo estaba sinceramente fascinado por tu hazaña, por lo que parecía humanamente imposible que se detuviese en su afán por decirte lo orgulloso que estaba de ti.
—Lo siento, sé que estoy en plan pesadito, pero, Ina, ¿de verdad no te parece increíble haberlo soltado así? Y después me metes un morreo que... buah... No sé cómo he reaccionado, porque me he quedado medio muerto, pero ha sido...
—Impresionante, sí, ya lo has dicho —le cortaste, con la vista clavada en el suelo del restaurante a medida que os alejabais hacia la puerta.
Tú desde luego que no sentías que lo que habías hecho o dicho fuera nada digno de ser recordado, mucho menos alabado. Al menos no en lo referente a lo que había pasado en el vestuario... porque habías cargado contra tu hermano únicamente por simple dolor. No era la primera vez que Jin te desprestigiaba, pero escuchar salir de sus labios las mismas palabras con las que te atacaban tus antiguos amigos, eso había sido demasiado.
Aunque, siendo sincera, habías llegado un punto en el que no te apetecía ni llorar, ni sentirte dolida siquiera. Parecía como si te hubieran dado demasiados palos desde todas las direcciones y estuvieras entumecida; incapaz de sentir ni uno más.
Esa noche, solo tus compañeros y tu hermano se quedaban a cenar en el restaurante; tú no ibas a comer ahí por nada del mundo, y Tae lo captó antes de que lo dijeses, porque te ofreció salir a picar algo por la zona en cuanto vuestra jornada acabó.
—¿Alguna preferencia? —preguntó el castaño, teniendo el detalle de abrir la puerta para que tú pasases antes que él.
—Me da un poco igual, tampoco es que tenga mucho apetito.
—Pues yo propongo una barbacoa; eso anima a cualquiera. Podemos pedir la mejor carne que tengan, y si encima lo acompañamos de arroz con kimchi y queso... —comentó el castaño, parecía que se le caía la baba solo de pensarlo.
Sonreíste disimuladamente al escucharle. ¿Cómo conseguía animarte tan fácilmente? Aunque fuera solo un poco, era un logro enorme hacerte olvidar la mierda que te había caído ese día.
—¿Tata?
Taehyung se paró en seco al escuchar esa palabra, que resultaba venir de una chica que se apoyaba contra la fachada del restaurante.
—¿Minji? —cuestionó dubitativo el chico. Cuando la pelirroja asintió enérgicamente, Taehyung le dedicó una de sus mejores sonrisas enormes—. ¡Qué alegría verte!
Te quedaste parada, con las manos metidas en los bolsillos de tu chaqueta de lana, como una figurita de porcelana. No sabías si era educado acercarte mientras se abrazaban y charlaban demasiado rápido de qué hacían ahí o de dónde se habían metido todos esos años...
—¡Hola! —te saludó la chica; sus ojos se hicieron muy pequeñitos mientras te miraba con amabilidad—. ¿Eres amiga de Tata?
—¡Ah, sí! —exclamó Tae, corriendo para ponerse a tu lado otra vez y cogerte de los hombros, llevándote junto a la chica—. Ella es Ina, es muy amiga mía.
—Encantada, Ina.
—Sí —musitaste, un poco abrumada por lo efusivo y repentino del encuentro—. E-encantada yo también estoy.
Ina: eres inútil en las interacciones humanas.
La tal Minji rió divertida por la manera congelada en que la mirabas. Parecía una tía... genial. Obviamente no tenías ni idea de cómo era, pero desde luego que su aspecto te decía eso; parecía una chica guay. No del estilo "guay" de Jiwoo, más bien todo lo contrario. Mientras que Jiwoo lo era en un sentido sofisticado, femenino y popular (vaya, que era lo más cercano al aspecto y estilo de una idol de un grupo pasteloso de toda la vida), esa chica era una especie de mezcla entre una supermodelo y una motera. Con el pelo larguísimo teñido de rojo fuego, los labios del mismo color y unas lentillas azules, era como una muñeca... Cosa que contrastaba enormemente con su chaqueta de cuero y sus botas altas.
Casi te apeteció soltar un "guau" de pura impresión al mirarla, menos mal que te contuviste.
—Tienes un nombre precioso, suena como de la realeza —comentó la chica. Te miraba a ti, así que supusiste que ese halago iba dirigido a tu persona.
—¿En serio? A mí me suena feísimo, pero como mi madre estuvo estudiando en Rusia unos años y escuchó que significaba algo así como reina y pureza, pues me lo encasquetó —explicaste con sinceridad, arrancándole una sonrisa a la chica que te hizo sonrojar y todo.
—¿Ves? Ya sabía yo que algo tenía que ver con la realeza —bromeó al tiempo que te observaba. En sus ojos veías una calidez que te gustó de inmediato—. Pues te pega mucho, más todavía si tiene ese significado.
—G-gracias.
Qué tía más genial...
—¿Y qué has venido a hacer tan lejos de tu barrio? —preguntó Tae, tomando el relevo de la conversación al verte nerviosa y sin palabras.
—Pues mira, ahí tienes la razón —contestó resuelta, señalando la puerta del restaurante, que, en ese momento, se abría para que Jungkook saliera.
Jungkook.
Sí, era él, no había duda.
¿Jungkook? ¿Esa tía ha venido a ver al cajero?
El moreno ni pareció reparar en que Tae y tú estabais ahí, sus ojos solo se clavaron en ella antes de que su gesto cambiase por completo; estaba sonriendo, un poco rojo incluso, nervioso... impaciente por llegar junto a la chica, porque caminó los pasos que le separaban de ella en dos escasas zancadas.
¿Al cajero? ¿Ha venido a verle a él?
¡Que sí, Ina, por Dios!
El moreno se había arreglado las greñas antes de salir, porque ahora llevaba una coletita (que a ti te parecía ridícula, la verdad), iba con una camisa negra con estrellitas estampadas un poco abierta y toda su cara gritaba algo que a ti no te había ni susurrado; algo así como: "estoy contentísimo de verte".
Por tal y como el cajero la miraba, supiste de inmediato que esa chica no entraba en la misma clasificación que tú. No era con las que salía por contrato; esa chica le gustaba. Te atrevías a afirmar incluso que era la misma de la que te habló el fin de semana pasado, porque la expresión de idiota que tuvo en el vestuario cuando te contó que tenía una cita y la que ponía ahora, eran idénticas.
—Hola Gukie —¿Gukie? Por favor... qué vergüenza—. ¿Por qué no me habías dicho que trabajabas con Taehyung?
—¿Con... quién? —preguntó el chico, confuso.
—Conmigo —murmuró el aludido.
Gracias a la voz de Tae, el cajero por fin reparó en vuestra presencia; aunque por todo el tiempo que pasó mirándoos, jurarías que le había costado recordar quiénes erais Tae y tú.
—¿Vosotros... os conocíais de antes? —cuestionó preocupado.
¿Preocupado por qué?
—¡Desde niños! —aseguró la chica, mirando a Tae con afecto.
—Ah...
—Íbamos juntos a clase de música —explicó Tae. Eso pareció ayudar a que Jungkook se recompusiera un poco, porque asintió, entendiendo por fin la conexión de su cita y Tae.
—B-bueno... nosotros deberíamos irnos, ¿no, Minji? —cuestionó el moreno, poniéndose al lado de la chica—. Tenemos reserva en diez minutos...
—Sí, supongo... ¿Vosotros qué plan tenéis?
—No sé —soltó Tae, mirándote—. ¿Qué plan tenemos?
—Ir a cenar, ¿no? Habías dicho barbacoa o algo así —contestaste en voz baja. Por el rabillo del ojo te encontraste con que, por fin, el cajero había parecido darse cuenta de que tú también estabas ahí, porque puso ojitos de "ah, eres solo tú, chica cebolleta".
—¿Barbacoa? ¡Nosotros tenemos reserva en un sitio buenísimo de barbacoas! —exclamó la pelirroja alegremente—. ¿Por qué no venís con nosotros?
Ja ja ja ja ja. No gracias.
Ese pensamiento había cruzado tu mente, pero seguro que en la de Jungkook tenía que sonar algo parecido. O eso te decía su cara de "ni se te ocurra aceptar, chica cebolleta". Tus ojos, que desprendían inocencia, se posaron en Jungkook; incluso ladeaste un poco la cabeza, como fingiendo que no entendías qué quería decirte poniendo esa cara de amargado.
—¿Pasa algo, Gukie? —preguntaste, teniendo cuidado de arquear las cejas lo suficiente como para que parecieras preocupada; cosa que, por supuesto, hizo que Tae y Minji mirasen de inmediato a Jungkook, el cual, tras pasar la lengua de manera evidente por el interior de su boca, murmuró en voz baja y mecánica:
—Nada... ¿qué va a pasar? Venid con nosotros. Cuantos más mejor...
Eeeeeso me parecía, Gukie. Buen chico.
—Eras la mejor con guitarra, me dabas una envidia...
—Pues sigo tocando, aunque ahora no tengo tanto tiempo como antes, claro. Entre las clases, el trabajo... Bueno, qué os voy a contar, si seguro que todos estáis igual —comentó Minji, tan sonriente como desde que te la habías encontrado. El cajero y tú emitisteis un murmuro dándole la razón mientras tratabais de pescar el mismo trozo de carne de la plancha. Había por lo menos siete trozos más, pero Jungkook tenía que ir a por el que tú querías; típico de ese estafador egoísta—. ¿Sigues viviendo en el mismo barrio, Tata?
—Jummm —asintió el castaño a la vez que masticaba—. Estoy buscando un piso más cerca de la uni; seguramente me mude antes de Navidad.
Eso era información nueva, ¿por qué Tae no te había comentado que pensaba alquilar algo?
—Ese barrio pijo te pilla muy lejos, ¿no? —preguntó con sorna.
—Tampoco es tan pijo, Minji...
Por mucho que Tae le quitase importancia, a ti no podía colarte esa inofensiva trola, porque ese "barrio pijo" era también el tuyo, siendo más específica: tu casa era de las más caras de la zona... Y sí, Minji tenía razón: era pijo con ganas.
—Qué lástima que viviéramos tan lejos cuando éramos niños. Casi no nos veíamos después de las clases por eso mismo —murmuró la pelirroja, desprendiendo nostalgia por los cuatro costados.
Esa chica te había fascinado. Estabas tan embobada escuchándola que Jungkook aprovechó para quedarse con el trozo de carne por el que batallabais. El cajero sería un estafador mezquino, pero tenía buen gusto para las mujeres. Con ella te pasaba un poco lo mismo que con Tae: algo te decía que era de fiar; podía ser su sonrisa sincera, lo efusivo de sus palabras, lo amable de su mirada... o el conjunto de todo eso.
—¿Estudias trabajo social? Eso era lo que querías, ¿no? —indagó Tae, rescatando un trozo recién tostadito de carne para ti. Se te iluminaron los ojos cuando el chico te dejó los palillos frente a la boca para que te lo comieses.
—Pues sí... No creía que te acordaras de eso.
—¡Claro que me acuerdo! Como también me acuerdo de que tu hermano me dijo que habías encontrado trabajo de modelo —añadió sonriendo con suficiencia.
—No es nada serio —le quitó importancia la chica mientras agitaba la mano—. Ese mocoso es un bocazas...
Tae rió por el comentario, y tú... seguías boquiabierta. No solo porque el trozo de carne que Tae te había dado ardiese, sino porque esa chica parecía tan perfecta que asustaba.
—¿Y cómo os conocisteis vosotros dos? —cotilleó el castaño, lanzándole una miradita cómplice a Jungkook.
Al moreno le resbaló la mirada y la pregunta, siguió masticando amargado con los ojos clavados en tu amigo. Le había oído perfectamente (al fin y al cabo vuestra mesa estaba bastante alejada y no había demasiado bullicio), pero por la cara que ponía sabías que no tenía intención de contestar a esa pregunta. Minji, que miraba el perfil del moreno, le dio un pequeño toque con el hombro que le hizo parar de masticar inmediatamente. Y mientras la chica reía y pasaba su brazo por debajo del de Jungkook, lo explicó por él:
—Fui a comer a vuestro restaurante con mis amigas, y cuando nos trajeron la cuenta, la tarjeta no me funcionaba; en realidad es que no tenía un solo won —rectificó, visiblemente avergonzada—. Todavía no había cobrado y estaba muerta de vergüenza con solo pensar en decirlo delante de mis amigas, porque seguro que se habrían ofrecido a invitarme y... no es mi estilo —murmuró, apretando más el brazo de Jungkook entre sus dedos—. Pero el camarero que nos había atendido me pidió acercarme a la caja... solo a mí. Ya me temía que iba a decir que la cuenta no tenía fondos o algo así. No sabía cómo salir de esa —murmuró, sonriendo en dirección a Jungkook—. Pero en vez de echarme a los leones, Gukie se dio cuenta de lo que había pasado sin tener que decirle nada, y se ofreció a pagarme la cena él mismo, a cambio de que volviese a buscarle cuando hubiera cobrado para devolvérselo...
—Vaya estrategia —soltaste sin pensarlo—. Gukie está hecho un maestro.
Jungkook te miraba como si fuera capaz de arrancarte la cabeza de cuajo en ese mismo momento, pero Minji se rió a carcajadas por tu comentario, y eso, a su vez, provocó que el moreno se acobardase; de repente no parecía tener más de cinco añitos. El cajero estaba hasta rojo, completamente cortado...
La flipo.
La actitud de Jungkook te dejaba a cuadros, pero entendías que si ahora parecía tan nervioso era porque Minji se le había pegado más y seguía agarrando su brazo entre los suyos; lo que es peor: había enlazado sus dedos con los del chico.
El cajero parecía estar a punto de morir de pura vergüenza.
La imagen que daban, tan juntitos, tan acaramelados, tan... de pareja, te hizo experimentar una especie de latigazo en el cerebro. Y por culpa de ese latigazo, te enganchaste a Tae... exactamente de la misma manera que Minji hacía con el cajero.
La parejita de enfrente os miró con expresiones completamente opuestas, porque mientras que en la de Minji se reflejaba pura dulzura, la de Jungkook solo destilaba asco y confusión. Y Tae, por supuesto, se dedicó a seguirte el rollo... Daba igual con qué fuera, ese chico siempre parecía dispuesto a cubrirte la espalda. Incluso se tomó la libertad de dar un afectuoso toque en la punta de tu nariz cuando enlazaste tu mano con la suya.
—¿Cómo os conocisteis vosotros? ¿En el restaurante? —preguntó la chica.
—Qué va —desmentiste rápidamente—, nos conocimos por un amigo...
—¿Park Jimin? —cuestionó con una mueca rara.
—¿Le conoces?
—Desde hace años —admitió sonriente—, no era difícil conocerle si Tae y él estaban siempre pegados. Tenía un... cuelgue importante con ese chico —suspiró la pelirroja, haciendo que Jungkook pareciera súbitamente tenso.
—¡¿Tú también?! —exclamaste con sorpresa. La pelirroja asintió avergonzada, pero sin perder la sonrisa—. Te entiendo muchísimo, yo me colé por él a la semana de conocerle...
—¿Tú... d-de Jiminie? —preguntó Tae, completamente descolocado.
Una mirada seria en su dirección hizo que el castaño cerrase la boca nuevamente, entendiendo que eso que acababas de soltar era top secret.
—Nunca me atreví a confesarme, me daba demasiada vergüenza solo estar cerca de él —confesó la chica, jugueteando con los dedos de Jungkook entre los suyos—. ¿Qué hiciste tú?
—¿Yo? Pffff. Lo mismo —soltaste decaída—. Aunque me hubiera confesado, habría pasado de mí. Un tío así no se habría interesado por alguien como yo jamás de los jamases... Así que mi mejor amiga se lo acabó quedando. —Todavía sonabas deprimida al hablar de ese tema, era como si nunca fuese a dejar de doler. Minji debía de tener una empatía extraordinaria, porque alargó su mano libre para acariciar tu brazo suavemente, como dándote ánimos. Sonreíste tristemente ante el gesto y negaste con la cabeza un par de veces para quitarle importancia—. De todas formas, la jugada no me salió mal... Ahora tengo a un bombón de novio —añadiste, dedicándole una mirada reveladora a Tae.
El castaño parecía de lo más feliz por tu comentario, porque soltó el sonidito de su risa de felicidad y apretó más fuerte tu mano. Y mientras largaba comentarios del tipo: "no exageres", "el que ha tenido suerte soy yo", Jungkook se había quedado pausado en una cara de confusión extrema.
El cajero la debe estar flipando.
Solo saber que así era, te hacía querer sonreír. No sabías qué te gustaba más: si que Jungkook pensase que estabas majara o que creyese que quien estaba perdiendo la chaveta era él mismo.
El resto de la cena siguió los mismos términos, y, al final, acabaste pasándolo francamente bien. Incluso pasó algo sin precedentes: cuando os despedíais de Minji frente a su taxi, la chica te preguntó si querías intercambiar números. Inaudito, lo sé. Creías que tú habías sido la única en creer que esa chica era genial, pero, por lo visto, te equivocabas...
—¿Me puedo despedir de ella a solas o también tenéis que estar pegados a nosotros para esto? —mascó Jungkook para que solo Tae y tú le oyerais.
Te apetecía soltar algo malintencionado y hacerte la loca para no dejarle despedirse a gusto de su cita, el problema es que Tae era demasiado bueno con todo el mundo y te acabó arrastrando de la mano para dejarles la privacidad que el cajero tan "amablemente" había pedido. Pero aunque le hubieras dado espacio (a la fuerza), todavía podías mirar lo que hacía, por lo que no te perdiste lujo de detalles del beso que el moreno le dio a Minji. No se parecía en nada al que le dio a la dueña del restaurante y tampoco a ninguno de los que te hubiera dado a ti; era algo nuevo... ¿Cuántas formas de besar hay?
—Ina, déjales que hagan sus cosas —te pidió Tae, sin mirar la escena.
—Esa chica es increible —dijiste medio atontada, confesando lo que habías estado pensando toda la noche.
—Lo es —aseguró Tae, agarrándote de los hombros para que le dieras la espalda a la parejita.
—Me encantaría ser así...
—¿Cómo?
—Mírala —pediste, metida en tus pensamientos—, no solo es que sea guapa, es que también tiene un estilo único y es lista y divertida y...
—Ina, ¿te gusta Minji? —cuestionó con sorna.
—No en ese sentido, pero sí que me gusta como es —te sinceraste pensativa, mirando tu vestimenta—. Tae, ¿tú crees que yo podría ser guay también?
—Ya lo eres, Ina.
—Digo en serio: ser guay, guay: como ella.
—Puedes ser más guay todavía de lo que eres, pero no tienes por qué ser como ella.
—Venga, que ya estoy —masculló el cajero, que se había acercado a tu espalda sin que le vieses, claro—, vámonos que tengo sueño.
—Bueno, mañana nos vemos, chicos. Tened cuidado volviendo.
—Sí, sí, tranquilo que conozco a todos los atracadores de la zona —murmuró Jungkook, dándote un toque en la espalda para que te pusieras en marcha. Y tras despedirte con una pequeña sonrisa apagada de Tae, caminaste junto a él.
Te pasaste varios minutos metida en tus pensamientos, sin cruzar palabra con Jungkook. Sentías una calma rara por dentro; quizás era el entumecimiento que sentías desde tu discusión con tu hermano lo que te hacía experimentar tal apatía, pero, lo raro del caso era que también te sentías decaída.
No era extraño después del día que te había tocado, pero aún así...
—¿A qué venía ese numerito? —preguntó de repente el cajero, que había aminorado su marcha y andaba a tu lado. Solo le miraste a la espera de que se explicase; no tenías ganas de hablar—. Sé que Tae es gay, como también sé que tú no tienes nada parecido a una polla ahí abajo. Entenderás que las cuentas no me salgan...
Pusiste los ojos en blanco y te encogiste de hombros.
—Os he visto ahí tan pegaditos a Minji y a ti que me ha dado envidia —confesaste sin darle importancia—. Quería saber cómo era eso.
Creíste ver como el moreno sonreía, una vez volvió a mirar al frente en vez de a ti; no devolviste el gesto, claro, seguías demasiado aletargada como para hacer nada que no fuera respirar.
—¿Y qué tal ha ido tu experimento?
—Mmmmm... No muy bien, creo; no es lo mismo si Tae no me gusta. Pero... —Ese pequeño añadido había vuelto a hacer que la atención de Jungkook se centrase solo en ti. Tampoco pretendías que te mirase cuando lo que ibas a soltar era tan patético, aunque con él no tenías que pretender; total... — estoy más tranquila con alguien con quien sé que no tengo posibilidades. Por eso también estoy a gusto contigo —confesaste, subiendo la mirada a sus ojos—. No siento esa presión chunga de: ¿le gustaré? ¿No le gustaré? Ya sé que no hay nada de ese rollo, por eso mismo me siento cómoda para decir o hacer lo que quiera.
A la altura de un puestecito de comida callejera (por el que pasabais cada finde a la vuelta del trabajo), unos cinco minutos después de haber hecho tu última intervención, a Jungkook le dio por hablar otra vez mientras tú te preguntabas cómo sabría el tteokbokki de ese sitio.
—Sabes que no siempre va a ser así, ¿no?
—¿El qué? —cuestionaste sin prestar atención al chico... o a nada que no fuera mirar la carta de pasada para ver si te podías permitir algo del puesto.
—Que va a llegar el momento en el que encuentres un chico que te guste y al que le gustes, y todo va a ser fácil. Nada de tratos, trucos o que te deje tirada para irse con otra.
—Primero: auch —le reprochaste ceñuda—. No hacía falta que dijeras eso de dejarme tirada para irse con otra, gracias. —Ignoraste el "perdona" de Jungkook y dejaste de mirar el puestecito; se te había quitado el hambre.
—No estoy de broma, chica cebolleta. En un tiempo te darás cuenta de que tengo razón, y cuando alguien te guste de verdad, verás que todo es más sencillo de lo que piensas ahora.
—Jungkook, solo ha habido un chico que me gustase de esa manera. Y si has estado un poquitín atento a la conversación de antes, sabrás que ese chico tiene novia, y no una cualquiera...
—¿Quién? ¿Jiwoo? —Asentiste amargamente y Jungkook soltó un bufido—. Esa tía está muy sobrevalorada, tampoco es para tanto...
—¡Claro, con la novia que tienes tú normal que digas eso!
—No es mi novia —negó al momento.
—Para el caso es lo mismo.
El puestecito había quedado atrás hacía mucho, te parecía tan lejano como la cena que habíais tenido hacía menos de veinte minutos; eso se debía, sin duda alguna, al cacao mental que llevabas encima. Era como si ahí, caminando en silencio, metida en tus peores experiencias, el tiempo pasase más lento de lo normal.
Era una auténtica tortura.
Empezabas a dejar de estar triste, furiosa o indignada con todo el mundo; empezabas a estar completamente exhausta de tener que lidiar con todo día a día. Era una batalla imposible de ganar. Pensabas que te conocías bien a ti misma, por lo que era desalentador y extraño no saber qué pasaba por tu cabeza o cómo te sentías respecto a nada... Como si todo lo que pensabas o sabías desde siempre se hubiera borrado de tu cabeza, dejándola vacía...
Como si estuviera en blanco.
Incluso tardaste más de la cuenta en percatarte de que Jungkook no caminaba a tu lado ya; el chico tuvo que llamarte varias veces para que te dieses la vuelta sobre los talones y le vieses parado en medio de la acera, mirándote de una forma un poco rara.
—No me apetece volver a casa todavía —declaró, metiendo las manos en los bolsillos de sus pantalones negros y moviéndose en un vaivén extraño; como si se hiciera pis o algo.
—Vale, pues nada: buenas noches. —Te giraste para seguir con tu camino al apartamento; ya te faltaba poco para llegar y dormir.
Extrañamente, escuchaste la carrerita de Jungkook a tu espalda y sentiste su mano agarrándose a tu brazo desde atrás, y cuando le miraste, te encontraste con que sonreía con los ojos cerrados, desesperado por algo que no entendías.
—Era una proposición, chica cebolleta —aseguró con pesadez, quedándose parado frente a ti—. Normal que te creas que nunca le has gustado a nadie si no pillas las indirectas.
—¿Qué indirectas? No te entiendo y no me apetece complicarme para hacerlo, así que di lo que tengas que decir.
—Qué dulce eres cuando quieres —comentó sarcástico, dando una pequeña exhalación nasal—. ¿Pillas que acabo de pedirte que demos una vuelta antes de volver?
—¿Pero tú no tenías tanta prisa por irte a dormir?
—Sí, pero...
—¿Ves como me mareas? Antes a meter prisa y ahora coges y dices que no, que demos una vuelta. Yo no tengo ganas de andar, Jungkook, estoy cansada.
—No vamos a tener que andar mucho más...
—¿Pero a dónde vamos? —preguntaste con fastidio.
—¿No puedes esperar cinco minutitos para verlo tú misma?
—¿Dónde? ¿En casa?
—Noooooooo; no es en caaaasa, pesada —murmuró sonriente.
—¿Está cerca? —seguiste indagando, al tiempo que seguías el camino que empezaba a marcar.
—Sí.
—¿Cómo de cerca?
—A menos de cinco minutos —contestó, entonando una voz monótona a cada una de tus interminables preguntas.
—¿Y qué es?
—Ya lo verás.
—Me lo puedes decir ya, porque igual no me apetece y así me voy a dormir.
—¿Cómo que no te apetece? A Tae nunca le dices que no a ninguno de los planes que te propone.
—¡¿Qué sabrás tú lo que le digo yo a Tae?!
—Sé que no sabes decirle que no —contestó con malicia.
—¡Pero vaya gilipollez!
Los cinco minutos que Jungkook había mencionado fueron en realidad diecisiete, aunque no te diste cuenta, porque estabas centrada en desmentir eso de que no supieras decirle que no a tu amigo. El cajero contraatacaba continuamente, diciendo que a la única persona a la que sabías negarle cosas era a él, y que deberías de aprender a hacerlo con los demás... Un sinsentido en tu opinión.
Y estando tan indignada y confusa como estabas, te costó un poco darte cuenta de a dónde te había acabado llevando Jungkook.
El local estaba situado en el sub sótano de la esquina de un bloque de apartamentos cualquiera. Bajaste las escaleras sin proponértelo, solo siguiendo el recorrido que Jungkook lideraba, pero te diste cuenta de que te habías metido en un sitio desconocido y extraño cuando te encontraste en la penumbra de una sala llena de mesas y sofás en la que la guitarra eléctrica resonaba con demasiada fuerza.
Como te quedaste parada en la entrada —un poco asustada de ese sitio, a decir verdad—, Jungkook se te acercó y te enganchó del brazo para llevarte al escenario en el que la gente se arremolinaba y saltaba al ritmo de la música.
—N-no sé yo si este sitio me va mucho, Jung...
—¡Deja ya los prejuicios y disfruta, tonta! —exclamó con fuerza para hacerse oír mientras la música parecía hechizarle.
Jungkook empezó, poco a poco, a dejar su cara de culo de siempre atrás; sonreía todo el rato mientras saltaba como uno más y cerraba los ojos con fuerza cuando sentía la música con más ganas. Inconscientemente, curiosa como estabas por la actitud del cajero, empezaste a pasarlo bien escuchando ese himno ruidoso que los demás parecían adorar.
Quizás la batería era demasiado caótica para ti, o es que el cantante berreaba a todo volumen y la guitarra parecía desgarrar el aire. En fin, en cualquier otra circunstancia habrías salido por patas de ahí, pero no estaba mal... Ponerte a saltar tímidamente al ritmo que Jungkook lo hacía, empezó a hacer que te desentumecieses; empezando a sentir un poco otra vez. Aunque solo fuera enfado por los codazos que recibías continuamente de los locos que te rodeaban, o incomodidad por estar saltando vestida por unos zapatos demasiado rígidos, o frustración porque la música no te dejase decir con claridad lo poco que te gustaba ese sitio...
Al menos esperabas que cuando un chico se emocionó de más con la música, empezando a saltar con demasiado ímpetu a tu lado, y Jungkook (casi sin mirarte) te agarró de la cintura para ponerte frente a él y refugiarte con su cuerpo de los golpes que caían por todas partes, hubieras podido expresar con suficiente claridad que, a pesar del entumecimiento, estabas agradecida... y que empezabas a pasarlo bien.
Esa música infernal acabó más pronto de lo que esperabas. Aunque lo hizo solo por unos minutos —en el cambio de banda—, al moreno le dio tiempo de arrastrarte a la barra para pedir un par de cervezas. La verdad es que te la tomaste con un asco y repudio inigualables, pero para ser algo tan vulgar no estaba mal del todo; la verdad, seguías prefiriendo la piña colada...
Para cuando la música volvió a sonar, el moreno y tú ya habíais conseguido colaros en primera fila del campo de batalla, justo frente al escenario. Jungkook parecía tan metido en la música (en ese maldito género llamado rock que tanto parecía gustarle), que te contagió sin ser consciente. Te encontraste tarareando una de las canciones que el grupo que tocaba en ese instante versionaba, y cuando el cajero fue consciente de que estabas cantando, te dio un codazo para alzarte el pulgar y sonreirte.
La verdad: Jungkook podía llegar a tener una sonrisa preciosa de vez en cuando.
Para cuando saliste de ahí, caminando junto al chico hacia la parada de un autobús nocturno, calculaste que habíais pasado unas tres horas saltando y berreando como locos. Y tras un día de sucesión de situaciones horribles y una noche de trabajo, no era de extrañar que te sintieses exhausta y adormilada.
Sin embargo, cuando el autobús llegó y os sentasteis completamente a solas en los sitios del fondo, algo empezó a rondarte la cabeza hasta tal punto que sentiste cómo todo tu cansancio se esfumaba. Observabas con fijación el rostro de Jungkook, y cuando el chico por fin se dio cuenta de que lo hacías, bajo sus ojos a la altura de tu cara.
—¿Qué miras? —preguntó, volviendo al tono innecesariamente hostil que empleaba contigo casi siempre.
Y tú, medio atontada por todo y completamente inmersa en tus pensamientos, te enganchaste a su brazo tal y como Minji lo hizo en el restaurante. Jungkook pareció cortocircuitar por tu repentino acercamiento; al menos había perdido su cara de pesadez, porque ahora te miraba sorprendido y descolocado... No sabías si eso era mejor o peor que lo otro...
—¿Qué se supone que haces, chica cebo...?
No le diste tiempo a terminar de preguntar, porque antes de que te llamase con el maldito mote de siempre, despegaste el trasero del asiento unos centímetros para alzarte y besarle. Acariciaste su antebrazo inconscientemente al bajar tu mano para enlazarla con la suya mientras le besabas suavemente. Ni siquiera movías los labios, solo los presionaste contra su boca cerrada por unos segundos, y cuando te pareció suficiente, te separaste a toda prisa de su boca y de su mano, volviendo tu cabeza para mirar por la ventana.
No contenta con haberle robado un beso de la nada, soltaste algo así como un "meh" desganado.
—¿Cómo que "meh"? —preguntó ofendido, pasados unos segundos desde tu extraño arrebato—. ¿Qué cojones hacías? ¿Me morreas y después haces ver que ha sido una mierda?
Pasabas de él por completo, pero no pudiste evitar sonreír mientras mirabas por la ventana, viendo las calles oscuras pasar en una sucesión monótona frente a tus ojos.
Jungkook seguía soltándote mierda sin parar, reprochándote que le hubieras cogido desprevenido, que te hubieras agarrado a él, que le hubieras besado sin su permiso explícito... y tú solo conseguías sonreír por lo dramático que podía llegar a ponerse con algo que él mismo te había hecho a ti tantas veces ya.
Y de paso... pensabas que tu experimento había salido un poco rana...
Porque la verdad es que agarrarte a Jungkook de esa manera, te había gustado mucho más de lo que lo hizo con Tae.
---
Hello, darlings de mis amores.
¿Qué tal la semanita de espera? ¿Se ha hecho larguita? Sea como sea, aquí está ya el capi, así que espero que os haya merecido la pena los siete días jejejeje.
Antes que nada... ha aparecido alguien nuevo, ¿qué opinión os merece Minji, amores? ¿Y qué creéis de su relación con el cajero? Además, ¿qué pensáis de lo último que ha pasado entre Jk e Inita? ¿Os esperabais que le diera esa neura rara a nuestra niña? ¡¿Os esperabais que el cajero la fuera a invitar a la vuelta de la esquina?!
Aprovecho este espacio para decir (ya que las que leéis Erase Me votasteis en la encuesta que hice por Instagram), que, al final, la mayoría eligió que siguiera con esta historia; os voy a hacer casito, pero he de decir que cuando esté más avanzada, empezaré a publicar la otra también; quizás a intervalos de dos semanas o así para que tampoco sea un caos todo D:
Bueno, mis amores, me despido de vosotras hasta dentro de poquito.
Py, mis darlings <3
---
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro