Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

//17//

Ahhhh...

¿Soy yo o hace un día precioso?

Jurarías que te habías despertado mejor que en toda tu vida; tenías el cuerpo en completa calma; tus ojos, por primera vez en la vida, no estaban hinchados. Ni ojeras tenías.

Tras dormir dieciocho horas casi seguidas, era normal que hubieras sentido ese sueño como el más reparador de tu existencia; aunque también podía ser por esos dos pedazo de orgasmos que tuviste ayer.

Todo ayudaba.

Habías descansado como un bebé de teta, sin ninguna preocupación en mente. Por esa misma razón te levantaste inmediatamente tras estirarte, sin remolonear ni un segundo de más en la cama. Abriste la puerta del cuarto y fuiste directa a la cocina, en la que te encontraste a Jungkook, sentado en completo silencio sobre la encimera mientras comía sus cereales de siempre y miraba a la nada.

—¡Buenos días! —declaraste sonriente, dirigiéndote a la nevera.

Hum —murmuró; suponías que era su manera de devolverte el saludo.

El moreno no parecía haber dormido tan bien como tú. Si es que el sofá es una mierda... Además, no parecía ni haberse cambiado de ropa, porque seguía con la misma camiseta negra de manga larga (enorme) de ayer, y con los mismos pantalones cargo. Su pelo estaba hecho un desastre, como cada mañana, y su cara... era un poema.

Parecía como si estuviese concentradísimo en mirar el suelo, pero sabías de sobra que esa era su cara de "acabo de levantarme, no quiero ni oírte respirar". Aunque tal vez porque ese día estabas de un buen humor insuperable, te pareció extraño que el chico estuviera así. Intuías que le pasaba algo, algo más, al menos, de su habitual humor de mierda mañanero.

Por si no te quedaba bastante claro que Jungkook tenía algo en mente, pasó de mirar el suelo a mirarte a ti cuando te disponías a preparar café, y lo hizo con una cara horrible; como si pretendiese matarte con la mirada.

—¿Qué pasa? —cuestionaste, acercándote a él.

—Meh —soltó, volviendo a bajar la mirada.

—Te pasa algo...

El moreno siguió masticando e ignorando tu presencia de paso.

Estaba dándole vueltas a la cabeza, lo notabas; como diría la gente joven: Jungkook estaba "rayado".

Ina, tú también eres de esa gente joven de la que hablas.

Es verdad.

Una vez preparaste la cafetera, te acercaste del todo a él, apoyando la cadera contra la misma encimera en la que estaba sentado con las piernas colgando. Y cuando abriste la boca para preguntar qué demonios le pasaba, se te adelantó.

—Perdona por lo de anoche —declaró en voz baja y ronca.

—¿Qué?

Los ojos de Jungkook subieron por fin a ti, encontrándose con que no entendías a cuento de qué te pedía disculpas. El chico suspiró y dejó los cereales a un lado; debía de ser algo verdaderamente importante como para que dejase de comer.

—Ayer... me pasé mucho; no debería haber hecho que te corrieses otra vez tan seguido —declaró decaído, moviendo las piernas en un vaivén constante—. Era la primera vez que te masturbabas y se me olvidó por un momento. Por eso fui más duro de lo que debería haber sido... Así que... eso: lo siento. Siento haberme pasado de la raya.

Durante unos segundos solo podías intentar comprender y aceptar sus palabras, pero cuando tu cerebro fue capaz de procesarlas de una vez, rompiste a reír en sus narices. La mueca que Jungkook puso al escucharte te hizo todavía más gracia; estaba completamente perdido por tu ataque de risa. La comisura de sus labios se curvaba hacia abajo y sus ojos se abrían demasiado; la verdad es que el cajero podía ser mono sin proponérselo.

—¿E-es broma? —cuestionaste, intentando parar de reír. El chico dio una leve negación con la cabeza, así que, tras secarte las lágrimas, te explicaste—. ¿De verdad estás preocupado por haberte pasado? ¡Si vi todas las constelaciones que existen en el universo!

—Preocupado no... N-no es tan así —desmintió con la boca pequeña—. No quería que por mi culpa te cerrases en banda a intentarlo otra vez solo porque me pasara un poco...

—¿Cerrarme en banda a hacerlo otra vez? ¿Estás tonto? —cuestionaste con sorna—. No me pienso cerrar en banda por nada del mundo; fue la puta hostia.

—Ya... B-bueno, sí —contestó, volviendo a coger sus cereales, todavía un poco descolocado—. Está claro que debiste de disfrutarlo, se me da muy bien.

Vale, el cajero ya había abandonado eso de estar "rayado" para volver a su faceta de siempre: la de empotrador experto. Aunque fuera por unos pocos minutos, había sido gracioso verle nervioso y preocupado. El cajero era un auténtico misterio. Con eso en mente, recordaste algo de lo que te enteraste de pasada en una clase mientras Jungkook estaba demasiado concentrado en coger apuntes.

—¿Sabes que las tías de nuestra clase están locas por ti? —cuestionaste sonriente, sirviéndote tu preciado café en la taza más bonita que había, que se había convertido en TU taza.

—¿Mmmm?

—Te comen con los ojos. Siempre dicen que eres misterioso y guay; ese tipo de cosas.

—¿Sí?

Ajam —aseguraste con un murmuro, sentándote a su lado en la encimera.

—Bueno, tampoco me extraña. —Estaba con el pecho tan hinchado por tu confesión que le iba a explotar; qué sencillitos eran los hombres.

—Mi teoría es que piensan eso porque siempre vienes a clase pitando y te vas también a toda hostia. Yo sé que lo haces porque te pegas todo el día trabajando, pero supongo que a ellas les pareces un chico misterioso, reservado... No sé, muy típico en mi opinión, pero...

—Sí, haz como si tú no te colarías por mí de no ser porque nos hemos conocido en otras circunstancias —te cortó sonriente.

—¿Por qué iba yo a colarme por ti? —preguntaste genuinamente confusa.

—Pues es obvio: soy un caramelito. Le gusto a todas.

—Ya... Eso es verdad: estás muy bueno —admitiste, asintiendo con seriedad.

—Mil gracias, chica cebolleta; tú tampoco estás mal.

—Ah... ¿N-no?

—Para nada —confesó tranquilamente, mientras seguía zampando su desayuno—. O sea... ya sabes que no me...

—Sí, no te gusto, ya —atajaste, queriendo escuchar la otra parte de esa frase—. Pero...

—Eso: no estás mal —murmuró, encogiéndose de hombros—. Ya sé que te vi en pelotas casi a oscuras, pero... te doy un ocho.

—¡¿Un ocho?! —exclamaste ofendida—. ¡¿Cómo que un ocho?!

—P-pues... a ver...

—¡En mi vida me han dado menos de un sobresaliente! ¡¿Qué problema tienes en la cabeza?! ¿Por qué un ocho?

—J-joder, no sé... E-era una forma de hablar, no es que...

—¡No! Ahora me dices por qué un ocho.

—Para mí era una buena nota —se quejó, abrumado por tu reacción—. Es decir, en general... b-buen cuerpo, buenas caderas... Yo qué sé. Un ocho está bien.

—Pues si eres un mediocre como tú pues sí, pero yo no soy una mediocre —mascaste ofendida.

—¿Mediocre? ¿Me estás llamando mediocre?

—Me has dado un ocho.

La realidad es que deberías estar más ofendida por el hecho de que te hubiese puntuado que porque la nota fuera tan baja, pero... jamás en tu vida habías tenido un triste notable, ¿qué se creía?

—Vale, pues te doy un nueve —se retractó, pero ya era tarde.

—Ya no me creo nada... —murmuraste, apartando la mirada de él.

—Venga, en serio: un nueve. Un nueve con dos si me apuras —negoció, dándote un pequeño codazo.

—Sí, ya... ¿Un nueve por qué? —dijiste en voz baja, volviendo a darle una oportunidad para convencerte.

—No sé... Supongo que debajo de esa ropa horrible que llevas tienes un cuerpo bastante interesante.

—¿Interesante? —repetiste con desagrado.

—Joder, sí, tienes buenas curvas... Buenas tetas, buenas piernas... No sé, todo en general está bien.

—Ah, vaya, qué amable —mascaste resentida.

—¡¿Qué quieres que te diga?!

—Mejor no digas nada más, que la estás cagando...

Jungkook bufó desesperado por la presión a la que le sometías; hasta había dejado de desayunar y todo.

—Vale —exhaló en voz baja—. Un diez. Eres un diez, ¿contenta?

—Ahora no sé si lo dices en serio o no, así que no me vale —explicaste altiva.

—Matrícula de honor. Ya no existe nada más alto que eso. ¿Con una matrícula te vale o tampoco?

—No me vale si es falsa...

—Ina, ¿te das cuenta de lo desesperante que eres? —preguntó nervioso por no acertar.

—No soy desesperante —desmentiste arrugando la nariz—, por lo que dices, solo soy mediocre...

—¡Jooooder! —exclamó, pasándose las manos por la cara—. Va en serio: estás muy bien, así que deja ya el tema.

—¿Tan bien como para una matrícula de honor?

—Síííííííííííííí —entonó con pesadez.

—No te veo muy convencido pero vale —espetaste desconfiada.

—No puedo contigo, en serio: eres superior a mis fuerzas —musitó. Riendo por la frustración que le provocabas, supusiste.

Sonreíste al mirarle, porque de verdad que conseguías sacarle de quicio; además, no tenías que esforzarte nada para hacerlo, era algo natural; tanto como todo cuando estabais juntos.

Debía de haberse hecho tarde o algo sin que te dieses cuenta, porque Jungkook dejó de mirarte sonriente de repente, levantándose de la encimera.

—Hoy has cobrado, por cierto —murmuró. Ya no te miraba en absoluto, se dedicaba a fregar su cuenco de cereales nada más haberlo terminado.

Ese chico tenía un problema con la limpieza y el orden.

—¿He cobrado? ¿Y tú cómo lo sabes?

—¿Porque yo también cobro el mismo día que tú?

—Ah, pues es verdad —murmuraste pensativa—. ¿Y qué pasa si he cobrado?

—Me tienes que pagar el alquiler —declaró seriamente—. Si te vas a estar quedando aquí, es lo mínimo.

—Claro, tienes razón. —La verdad es que no te habías parado a pensarlo, pero era lo justo—. Y bueno, ¿cuánto te parece bien que...?

—Quinientos mil.

—¿C-cómo? —musitaste, sonriendo sin acabar de creerte que fuera en serio; más bien preferías pensar que no iba en serio. Jungkook solo te dedicó una fugaz mirada que te hizo saber que no estaba bromeando para nada—. ¿Pretendes que te pague quinientos mil por dormir en un sofá roñoso? ¡Si no tengo ni cuarto propio! ¡Ni cama, ni armario, ni nada de nada!

—Pues lo siento mucho, pero es lo que hay. O pagas o te largas.

—¡Te estoy ayudando a estudiar! ¿Eso no lo tienes en cuenta? —contratacaste descolocada.

—Eso es un pago completamente distinto. Con los dos orgasmos que te di ayer estamos en paz durante mucho tiempo.

¿Qué había pasado con el Jungkook simpático de hace dos minutos? ¿De verdad te estaba diciendo que, o le pagabas una suma desorbitada, o te pirabas de ahí? Lo que es peor: ¿Qué era eso de "durante mucho tiempo"?

—Entonces... ¿no vamos a volver a hacer nada como lo de anoche hasta dentro de mucho? —murmuraste con cara de pena.

Con esa pequeña pregunta conseguiste captar la atención del moreno, que se quedó mirándote a la vez que se mordía el labio inferior e hinchaba mucho las aletas de la nariz. ¿Se estaba conteniendo para no reír? Parecía a puntito de partirse a costa de esa pregunta, pero cuando bajó la mirada al suelo, cerrando los ojos y soltando un suspiro, el atisbo de diversión que habías visto en el chico desapareció.

—Ya te he enseñado, ahora puedes hacerlo solita cuando te apetezca —declaró seriamente—. En cuanto a lo de quedarte aquí: los quinientos mil o la puerta, tú decides...

—Eso es injusto —te quejaste, arrugando el ceño.

—Así es la vida, Ina. Cuanto antes sepas que es injusta, antes madurarás.

¿Qué se supone que podías decir a eso?

No intentaste articular palabra; no, al menos, después de que todo el ánimo y la felicidad con la que te habías despertado abandonase tu cuerpo, dejándote con la desidia de siempre.

Maldito sea el cajero.





—¿Puedes parar ya? —preguntó Jungkook por quinta vez consecutiva cuando, al sentarse a tu lado en clase, te levantaste y te alejaste del sitio.

Después de hacerlo nuevamente, la gente allí reunida miraba entretenida cómo volvías a alejarte del chico, el cual se dio por vencido al fin y no volvió a seguirte.

Lo de escapar de su lado en clase, a esas alturas, era ya una costumbre. Pero después de tres días pasando de él, seguía creyendo que ibas a sentarte a su lado a pesar de que intentase estafarte con el alquiler y te dijese que no iba a hacerte nada de nada hasta dentro de mucho tiempo. Iluso.

Aunque notabas los ojos del cajero clavados en tu nuca como dos puñales, no podía importarte menos; estabas indignada y ofendida, así que, por supuesto, querías que pillase que lo estabas. De nada servía estar enfadada si no podía notarlo.

A parte de tu silenciosa guerra con Jungkook (que se había llevado a cabo desde el martes), la mañana estaba siendo un desastre. Las clases parecían ir a peor a medida que se acercaban los parciales; todo el mundo estaba hecho un manojo de nervios y preguntaba cosas que deberían de saber desde el principio; por consiguiente, te aburrías muchísimo más de lo normal a causa de tener que escuchar cosas que ya sabías y que, siendo completamente honesta, te importaban una soberana mierda.

Durante la clase escuchaste a Jungkook susurrar tu nombre varias veces desde la fila de atrás, incluso se atrevió a pinchar tu espalda con la punta de un bolígrafo (eso era nuevo). Pero no ibas a ceder. Y para demostrárselo, te pusiste en pie en cuanto la clase terminó y te fuiste caminando tranquilamente a la biblioteca, donde habías quedado con Tae. Ojalá pudieras compartir carrera con él en vez de con Jungkook, pero noooo, Tae tenía que haberse metido a arquitectura. Dios, solo de pensar en planos y esquemas sentías que el corazón te dejaba de latir por puro sopor.

Aunque no es como si con dirección de empresas diese saltos de alegría tampoco.

¿Qué habría estudiado yo si hubiera podido elegir?

No entendías ese pensamiento; tus padres nunca te habían presionado para que estudiases esa carrera. Pero sería mentirte a ti misma el negar que lo hiciste para contentarles. Para que estuviesen orgullosos de ti.

¿Y si no hubieras querido contentarles? ¿Qué habrías decidido estudiar? ¿Había algo que te gustase de verdad?

Y mientras estabas inmersa en tus repentinas dudas existenciales, escuchaste a alguien llamarte.

Esa universidad era de lo más rara; o bien nadie ni te miraba, o todo el mundo parecía deseoso de molestarte. Y esta vez, el encargado de querer hablar contigo por un motivo desconocido era un chico que te sonaba vagamente de algo.

—Me diste tu teléfono el lunes, ¿te acuerdas?

—Ahhhh, sí, sí —mentiste. Tenías una imagen borrosa de un móvil... de algo que dijo el cajero sobre dar tu teléfono a un extraño... Pero nada más—. Y... ¿querías algo?

—Había pensado que podíamos quedar este fin de semana, ¿te parece? —preguntó tranquilamente, como si estuviera completamente seguro de que ibas a aceptar al momento.

Era raro.

El chaval estaba bien, era lo que se podía considerar como un "guaperas". Además tenía un tipín interesante: delgadito, alto, elegante; buena ropa, peinado cuidado. Completamente tu tipo, ¿no?

—Ehhhh...

—¿Ehhh? —te imitó el chico, descolocado por tu cara confusa.

—Es que no he rechazado nunca antes a alguien, no sé cómo hacerlo, lo siento —murmuraste apresuradamente.

—¿Recha...?

—Rechazar, sí. O sea, eres muy guapo... ya lo sabrás, claro. Joder, qué tonta soy —mascullaste nerviosa—. El caso es que no me... ¿gustas? Deberías gustarme, ¿no? Para salir y eso... A no ser que lo que quisieras era solo salir así en plan amigos. Ay, Dios, ¿querías eso y te he rechazado? Mira, lo siento, soy un poco inepta para estas cosas y no sé cómo debería decir que...

—Vale —te cortó el chico, sonriendo de una manera mucho más amable que antes—. Lo pillo, no hay ningún problema.

—Lo siento, de verdad...

—No pasa nada. Seguro que yo lo siento más que tú... Era una mala idea de todas formas —murmuró, incómodo de repente—. Olvídalo, ¿vale? Borrón completo.

—Borrón... Claro, ¿por qué no?

—Bueno, tengo que... —declaró, señalando el pasillo. Asentiste repetidamente y le dedicaste una reverencia de lo más educada mientras se giraba para irse.

A lo mejor no habías captado del todo lo que acababa de pasar, pero, ¿habías rechazado a un chico?

Peor: ¿Habías rechazado a ese pedazo de chico?

Encima era mayor que tú, se le notaba a la legua. Tenía pinta de ser un niño bien, con su ropita de marca completamente impecable; sus modales tampoco pintaban mal.

Joder... ¿habías rechazado al hombre perfecto para ti?

Ina, calma, que ni sabías su nombre.

Las princesas Disney se casaban con los príncipes tras solo cantar una canción de mierda con ellos, ¿por qué tú no ibas a poder casarte con un chico que solo te había pedido el número?

¡¿Acaso las pelis mentían?!

—Kim...

—¡¿Qué pasa ahora?! —exclamaste, de los nervios ante la posibilidad de haber perdido a tu príncipe azul por esa tontería de que no te gustase ni un poquito.

Tus humos se bajaron bien pronto cuando Jiwoo torció el gesto porque le gritases. La chica, apoyada contra la pared del pasillo que daba a la biblioteca, se atusó la falda antes de acercarse a ti de brazos cruzados. Y tu postura fue haciéndose más y más pequeña con cada nuevo paso en tu dirección.

—Déjame adivinar una cosita —murmuró. Sus zapatos (con un poco de tacón) hicieron un ruido que se te antojó peligroso mientras te arrinconaba en una esquina—: si entro en la biblioteca ahora, ¿con quién me voy a encontrar? —Mierda—. Dime que no con Kim Taehyung, por favor.

—No sé si él está ahí o no... Así que puede —mentiste nerviosa, agachando la cabeza.

La risilla suave de Jiwoo te puso los vellos de punta, y retrocediste inconscientemente más a prisa cuando subió una de sus manos para apartar el maldito mechón de pelo que siempre cruzaba tu cara.

—Ina... por favor, deja de ser una niña asustadiza y dime por qué no te alejas de Kim Taehyung —pidió con dulzura, formando una sonrisa encantadora en sus gruesos labios—. ¿Te gusta acaso?

—No... No de esa manera —musitaste.

—Si no te gusta, Innie, dime: ¿qué pretendes?

—Nada, lo juro... Solo... me cae bien, es un chico genial y...

—Ya, ya, ya —te cortó, haciendo un aspaviento con su mano—, la teoría me la conozco bien; al fin y al cabo, es el mejor amigo de mi novio, ¿te acuerdas de mi novio, Ina?

Asentiste, soltando un suspiro pesado. A lo mejor estabas loca, pero ese "mi novio" había sonado tan marcado que te era como si hubieras sentido la bofetada que te daba al pronunciarlo.

—¿Y qué hay de ese otro chico? —preguntó de nuevo. Supiste de inmediato a quién se refería, quizás por eso la miraste al instante. Incluso Jiwoo pareció sorprenderse de que lo hicieras.

—¿Qué hay de ese otro chico?

—Bueno... se dice y se comenta que estáis todo el rato juntos en clase —comentó despreocupada, volviendo a lanzarte una de sus sonrisas camufladas de pura bondad. Estabais en medio de un pasillo lleno de gente, está claro que debía mantener su fachada.

—Sí, ¿y? —cuestionaste, frunciendo el ceño sin pillar nada.

—¿Y eso a qué se debe?

Pues a que le ayudo a estudiar a cambio de que me toquetee por todas partes. Porque como no soy capaz de conseguir que un chico se fije en mí, pues tengo que recurrir a métodos más imaginativos.

—Somos amigos.

—Amigos... ya. Conozco de sobra lo que tú consideras un "amigo", Innie —masticó con resentimiento.

No había que ser un genio para saber que eso iba en referencia a Jimin. Pero sí que había que tener el coeficiente de Namjoon para pillar por qué demonios contestaste lo que contestaste...

—Tuve la oportunidad de decírselo a Jimin, pero no lo hice —confesaste susurrando—. Te juro que no lo hice...

Tu intención era ser sincera con ella después del día de la fiesta, quizás por primera vez desde mucho antes que eso. Solo querías ser honesta, solo querías que supiese la verdad para que dejase de castigarte y te perdonase por fin, pero, por la cara de pura furia que ponía ahora tu amiga, supiste que no lo habías conseguido.

—Aunque se lo hubieras dicho no te habría creído, Kim —masculló con rabia—. No eras nada para Jimin, nunca lo has sido. Estaba haaarto de tenerte todo el día pegada a él, ¿sabes? Pero no te lo decía por lo mismo que yo no te mandé a la mierda antes: nos dabas pena, Ina. Nos sigues dando pena.

No sabías de dónde habías sacado el coraje antes para mirar a tu amiga directamente a los ojos, pero estaba claro que ese coraje había muerto en alguna parte de su discurso.

Te sentías ridícula por haber intentado explicarte a Jiwoo. Y ojalá eso fuera lo que peor te hacía sentir... pero estaba claro que no había nada peor que descubrir lo que ya temías desde hacía mucho: Jimin solo era tu amigo por lástima. ¿Jiwoo también? ¿Todos esos años de amistad habían sido una mentira? ¿Tan poco habías significado para ellos?

Mientras te castigabas mentalmente, sentiste esa presión en la garganta. No podías romper a llorar otra vez; sencillamente no querías.

Una exhalación agitada dejó tu boca cuando Jiwoo alzó de nuevo su mano para acariciar tu mejilla con el dorso, y, acercándose más a ti, susurró unas pocas palabras que te hicieron temblar:

—Estoy harta de ti, Ina. Haaaarta de que no me hagas caso, de encontrarte por todas partes —dijo con delicadeza, en voz muy baja—. No voy a tener ni una pizca más de paciencia contigo... así que prepárate para lo que se te viene encima, cariño.

El gélido tacto de su mano desapareció de tu rostro, y solo entonces fuiste capaz de levantar la cabeza y observar cómo caminaba por el pasillo, alejándose de ti. Solo unos metros más adelante saludó felizmente al que suponías que era su grupo habitual de amigas... Las saludó como si nada, como si no acabara de amenazarte.

Entraste a la biblioteca, todavía con los ojos pegados al suelo, e incluso sin mirar supiste dónde estaba el chico con el que habías quedado; fue gracias a que gritaba tu nombre en bucle, mientras le chistaban desde todas las direcciones.

Ni siquiera gracias a él pudiste destensarte.

—¿Te pasa algo? Estás como blanca —declaró Tae, guiándote de la mano hasta la mesa en que se sentaba.

Negaste un par de veces con la cabeza, esbozando una pequeña sonrisa que no sentías, y te sentaste a su lado deseando con toda tu alma poder olvidar lo que había pasado una vez estuvieras en el trabajo. Porque si había algo bueno en limpiar un restaurante era que, la mayoría del tiempo, solo las manos trabajaban, no la cabeza.

Y necesitabas urgentemente que tu cabeza parase de trabajar.





—Pues se suponía que todas las armas son modificables, pero era mentira. Solo lo dijeron para vender más copias del juego —murmuró Tae, molesto.

—Qué rastreros —le seguiste el rollo, claro, no podía interesarte menos esa charla después de la de cosas que te rondaban la cabeza.

—Siete años de desarrollo, Ina; eso es mucho tiempo...

—Ya me imagino.

—Además, no tiene pinta de que vayan a arreglarlo pronto. Dicen que hay un parche en enero, pero dudo que vaya a solucionar nada.

—Una tragedia.

Si Taehyung seguía hablando del maldito juego ibas a implosionar. Pensabas que en cuanto abrieses la puerta del restaurante, su desfile de quejas iba a parar, y acertaste. Pero no esperabas que la razón por la que el chico iba a cerrar el pico por fin era porque, nada más poner un pie dentro de tu trabajo, ibas a encontrarte a tus padres sentados en una mesa con tu hermano.

Jin tenía la cabeza tan hundida entre los hombros que parecía que se le iba a caer, lo que no dejaba dudas de la razón por la que tus progenitores habían decidido regalaros una visita.

Estabas muerta.

Si se llegaban a enterar de que habías abandonado el apartamento para irte a vivir con un chico que apenas conocías, iban a rodar cabezas. Primero la de Jin (cosa que no te perturbaba mucho), y después la tuya... Admitámoslo: eso sí que te ponía nerviosa.

—A ti te quería ver yo —mascó tu madre, levantándose del banco para dirigirse a ti hecha una fiera—. ¡¿Cómo se te ocurre irte del piso?! ¡¿Dónde te estás quedando, Kim Ina?!

Vale, ya se habían enterado.

El idiota de Jin había sucumbido a la presión, y, gracias a eso, ya podías ver tu cabeza decorando la chimenea del salón de estar de tu antigua casa.

Miraste a tu hermano en busca de un poco de guía que te diese una pista de hasta dónde sabían tus padres de todo ese tema, pero la puerta del restaurante se abrió de repente, interrumpiendo el numerito que estaba dando tu familia al completo.

El cajero era el último en unirse a la vergonzosa situación, porque entró en el restaurante y se quedó mirando a tu madre y a ti como si fueseis fantasmas. Aunque recuperó la compostura bien pronto, porque, despreocupado, pasó por tu lado, saludando a todo el mundo como si no pasase nada raro ahí.

—¡¿Y bien?!

Ibas a derretirte como un chocolatito bajo la luz directa del sol; no podías con esa presión. Normal que tu hermano hubiese cantado, tu madre estaba cabreadísima, y esa mujer daba miedo cabreada. Para colmo (como si la situación no fuese lo bastante difícil de llevar), veías a tus compañeros lanzando miraditas a lo que se llevaba a cabo en el salón desde el pasillo de personal, desde la cocina... desde cualquier rincón que les permitiese pegar la oreja.

—Ina, como tenga que preguntarlo una sola vez más...

—¡En casa de un amigo! —exclamaste tensa. Te había salido solo. ¿Por qué tenías que ser tan jodidamente sincera?

—¿Un amigo? ¿Amigo con "o"? —Tu madre intentaba preguntarte sutilmente si ese amigo del que hablabas tenía pene o no, así que asentiste de inmediato. Tu padre parecía estar a punto de sufrir un soponcio por esa simple confesión.

—¡Es ese! —apuntó Jin, levantándose de su asiento para señalar a Tae—. ¡Ese es el único amigo que tiene!

—Kim Seokjin, como metas más leña al fuego te juro que no te devuelvo el carnet en lo que te queda de vida —masculló tu madre.

Rastrero. Y tú pensando que iba a mejorar; eso te pasa por dejarte engañar por ese imbécil.

—S-sí, señora Kim, Ina se está quedando conmigo —declaró Taehyung.

Le lanzaste una mirada de soslayo que decía por ti lo muchísimo que no entendías por qué había hecho eso. Aunque supusiste (cuando tu madre dio un suspiro aliviado, llevándose una mano al pecho) que lo había hecho justamente con esa intención: la de calmar a tu madre y salvarte el pellejo.

Sin embargo, aunque las cosas parecieran más tranquilas de repente, algo te... cabreó.

No fue que Jungkook saliese de nuevo del pasillo del personal pretendiendo no verte (un poco sí que te molestó, la verdad), tampoco que tu padre se levantase al fin para sonreírte aliviado; fue que estabas segura de por qué se habían quedado tranquilos.

Tus padres no eran tontos, y a tu madre no le faltaban los contactos. Por lo que estaba claro que sabían quién era Kim Taehyung; el hijo de un arquitecto que vivía por tu zona. Un arquitecto millonario que vivía en tu zona, para ser más exactos.

Estaban aliviados porque sabían que Tae era de buena familia.

¿Y por qué te mosqueaba tanto eso?

—Deja ya las trolas, Tae —desmentiste malhumorada—. No me estoy quedando en su piso... o donde sea que vive. Me estoy quedando con otro amigo. Y sí, mamá, un A-mi-go —enfatizaste, siguiendo las sílabas con un gesto airado de tus manos—. Lo que quiere decir que, efectivamente, tiene pene entre las piernas.

—Ina, por el amor de Dios... —musitó tu padre, quitándose las gafas para volver a su asiento y masajearse las sienes.

—¿Y quién es ese chico? —cuestionó tu madre. Ya no entonaba hostilidad, pero sí desafío.

Muy bien, ella lo había querido.

—No le conocéis, es un chaval raro de pelotas. Probablemente una de las personas más desagradables y cortantes que he conocido en mi vida —soltaste tranquilamente—. Y vivo en la peor zona de la ciudad de lejos. En serio: el barrio es un estercolero. Encima duermo en un sofá, y el salón, por algún motivo, no tiene ni ventanas. Pero estoy más a gusto que en mi puñetera vida... y ninguno de los dos me va a quitar eso.

Te habías desquitado un poco con esa elección de palabras —seguías cabreada con Jungkook, qué se le va a hacer—, pero habías dicho todo cuanto querías. Y se sentía muy bien decirlo, se sentía genial soltarlo todo.

Y mientras suspirabas, tu madre bufó. Soltó algo a medio camino entre la incredulidad más absoluta y la peor rabia que hubieras visto en ella, pero tu turno empezaba en poco, y no tenías ni un segundo más que perder. Por eso mismo te despediste tranquilamente y fuiste andando hacia el pasillo. El vestuario no quedaba muy lejos, pero se te hizo eterno por culpa de Tae, que andaba a tu lado boquiabierto, pegado a tu chepa como si fuera tu sombra. Y no andaba calladito, no, te iba montando una fiesta que hacía que todos tus compañeros estuviesen todavía más confusos que antes de la bronca.

—¡Impresionante! Ha sido genial, es que todavía no me lo creo —siguió halagándote el castaño.

La verdad es que estabas cagada de miedo. Sí, eso de decir lo que te salía de los santos ovarios no estaba mal, pero sentías que te temblaban hasta los pelos de las pestañas. Y gracias a Tae, empezaste a dejar un poco el miedo atrás para empezar a sentir algo nuevo... Algo así como orgullo.

Estabas orgullosa... de ti misma, en algo que no tenía nada que ver con notas o estudios; eso era nuevo.

En un momento dado, mientras te cambiabas los zapatos escuchando silenciosamente el alboroto de Tae, Jungkook entró también al cuarto para recoger el mandil (que se había olvidado, según parecía)... y no lo hizo solo.

—A ver... A ver, necesito un momento para procesar todo esto —rugió tu hermano, cerrando la puerta tras de sí por puro nerviosismo—. ¿Tienes idea de la que acabas de liar?

—Eh... Hyung, ¿me dejas salir? —cuestionó Jungkook, parado a un ladito de la puerta con el mandil en las manos.

Jin ni pareció enterarse.

—¡Estaba a esto de conseguir que me devolviesen el carnet, a esto, Ina, a esto! —mascullo repetitivamente, dejando un hueco pequeño entre su índice y pulgar; suponías que queriendo ilustrar el "esto" que mascaba—. Están que trinan... Me han echado una bronca mil veces peor de la que nos echaron por lo de la fiesta. Que si tú eres mi responsabilidad, que si cómo he dejado que te vayas... Joder, Ina —maldijo entre dientes, completamente fuera de sus casillas—. ¡Ahora encima me han obligado a hacerte volver! ¡Como si tuviera que ocuparme de ti!

Era raro ver a Jin así. Ya le habías visto cabreado antes, pero eso era diferente... Parecía cabreado cabreado, no un poco molesto, ni un pelín enfadado. Parecía como si te odiase.

Abriste la boca para disculparte, o para decir cualquier cosa que consiguiese que tu hermano dejase de echar humo por las orejas, sin embargo, tardaste demasiado en pensar, porque Jin se te adelantó; y ojalá no le hubieras dejado hacerlo.

—¿Sabes? Tus antiguos amigos tenían razón: eres una traidora y una...

El alma se te cayó a los pies.

Jin no había terminado esa frase porque se había mordido los labios en el último segundo, pero sabías cómo seguía... Sabías cómo terminaba.

—Dilo —le instaste, levantándote del banco para encararle—. Termínala.

—Oye, no he llegado a decirlo, ¿vale? Olvídalo —musitó tu hermano, todavía nervioso. Pero ahora, a ese nerviosismo se había unido una evidente incomodidad.

—Termina la frase, Jin —exigiste a centímetros de su rostro.

Jungkook y Tae, a ambos lados de ti, parecían temer que te tirases al cuello de tu hermano en cualquier momento, porque se mantenían muy cerca tuya, como para pararte si lo hacías.

—¿Sabes qué más soy, Jinnie? —preguntaste, forzando que tu voz no se rompiese por nada del mundo. Y, estirando la mano derecha hacia el cuello de una camisa en particular, te alzaste sobre las puntas de los pies y pegaste tus labios a los de Tae. Nada de piquitos, nada de caricias, nada de tonterías; hundiste tu lengua en su boca y la moviste con ímpetu mientras el chico agarraba tu cintura por inercia. Y una vez te pareció suficiente, te separaste de él y miraste a tu hermano a los ojos—. Una puta.



---

Yo...

Madre mía la de cosas que han pasado en este capítulo. Ahora releyendo me da la sensación de que a la pobre Inita le han caído palos por todas partes (haciéndome la inocente, modo on). ¿Por dónde empezamos? ¿Por lo borde que ha sido el cajero? ¿Por la amenaza cada vez más seria de Jiwoo? ¿Por la llegada de los padres, o por la cagada monumental de Jin? ¿Qué ha sido lo que os ha chafado más?

¿Hay algo que hayáis sacado en claro de este capítulo a parte de la inmensa cantidad de putadas que se está comiendo Inita?

Este capitulito no es especialmente largo, pero es bastante esclarecedor en varios aspectos. Y sé que os lo esperáis de sobra, pero aún así os lo aviso: ataos los machos, darlings...

En fin, cualquier cosita o dudita que tengáis, aquí estoy para aclararla o responder de la mejor manera que sepa.

Py, mis amores! Chauuuu!

---


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro