Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

//15//

El fin de semana se te había escurrido de las manos tan rápido como desde que empezaste a trabajar; eso no era sano, no descansabas NUNCA. Aunque viendo el ritmo que seguía Jungkook... preferiste no quejarte.

Esa misma mañana habíais tenido una conversación (más bien un diálogo que hiciste contigo misma mientras Jungkook desayunaba) sobre cuántas horas echaba el chico entre los trabajos y la universidad. Según habías calculado, al tiempo que masticaba monótono sus cereales y te miraba medio dormido, disponía de un total de sesenta y tres horas completamente libres a la semana; y eso contando las horas de sueño y restando el tiempo que tardaba en ir y volver de los trabajos.

El moreno solo dijo que estaba acostumbrado... y que dejases de ser tan friki con eso de calcular cosas.

Nuestra amistad va a mejor cada día... —pensaste resentida.

—Ina, ¿de qué te apetece la pasta hoy? ¿O quieres otra cosa? ¿Pizza? —te preguntó tu hermano, tan dócil como un gatito.

Pusiste los ojos en blanco y, por supuesto, no le contestaste. Ya reconocías esa como su estrategia definitiva para hacerte volver a casa, porque jamás en tus dieciocho años de existencia te había tratado tan bien.

Seguiste con tus numerosas tareas mientras el resto de tus compañeros podían descansar un poco después del duro día de trabajo. Tu cometido era una mierda, porque te tocaba recoger todo el desastre mientras los demás se rascaban el ombligo, y era mil veces más pesado hacerlo si tu hermano mayor se dedicaba a perseguirte contándote sus penas.

—¡Hazme caso de una vez! —exigió, intentando ponerse firme. Bastó con una mirada de ojos entornados por tu parte para que volviera a desinflarse—. Mamá y papá están empezando a sospechar porque cuando me llaman nunca te paso el teléfono... Apiadate un poco de mí, Ina.

—Que no vuelvo —te negaste, sin parar con tu tarea de fregar los platos—, hablaré con ellos de vez en cuando para que se queden tranquilos, pero eso es todo.

—¡¿Pero qué te he hecho yo que sea tan horrible como para que me hagas sufrir de esta forma?!

Madre mía, esta va a ser una conversación larguísima.

—¿Te acuerdas de cuando le arrancaste las cabezas a mis peluches y las pusiste dentro de mi colcha mientras dormía? —refunfuñaste.

—Pues tengo un recuerdo difuso... —murmuró pensativo.

—¿Y cuando les dijiste a todos los de mi clase que tenía piojos?

—Jé... ¡Esa fue buena, reconócelo!

—¿Y cuando en mi fiesta de los catorce cancelaste las invitaciones a mi cumpleaños y no se presentó nadie?

—¡Oye! ¡¿Cómo que nadie?! Nam, Hobi y yo estábamos allí.

Suspiraste mientras frotabas la roña de una sartén; desde luego que tu hermano era un caso aparte. Debía ser una especie de psicópata, porque nunca le habías visto mostrar ni una pizca de empatía o arrepentimiento ante la numerosa cantidad de putadas que te había hecho a lo largo de los años.

—¿Y la mejor de todas? ¿Te acuerdas de la fiesta que organizaste a espaldas de nuestros padres cuando se fueron de viaje a Jeju?

—Como para no acordarme... —refunfuñó desanimado.

—Gracias a esa fantástica fiestecita me jodiste la vida por completo. ¿Cuántas veces te advertí de que era una mala idea? —Jin no iba a reconocer jamás que tenías la razón, así que seguiste—. No contento con invitar a cada ser viviente de nuestro puto barrio, también te dio por traer alcohol, claro.

—Hombre, es que una fiesta sin un poquito de bebida es una mierda. —Bufaste ante su planteamiento de inmediato—. ¡Ni que yo tuviera la culpa de que tu te bebieses hasta el agua de la cisterna!

—No, eso no es culpa tuya —reconociste tranquilamente—, pero lo de coger el coche de papá para llevarte a unas tías a dar una vuelta y estamparlo contra un árbol, sí que fue un poquito culpa tuya.

—No hables de eso, que solo con escucharlo me duele la cabeza —se quejó, apoyándose contra la encimera a tu lado.

—Tu genialidad nos costó la expulsión de una vida cómoda, de una casa en la que no movíamos un dedo, y aquí me tienes ahora: fregando ciento siete platos.

—¿Los estás contando?

—¡En algo me tendré que entretener!

—Qué pringada eres. —Eso se le había escapado, porque se llevó las manos a la boca nada más soltarlo.

—Y quieres que vuelva a vivir contigo... Vas listo —exhalaste con prepotencia.

—Ya estoy harto de que seas tan infantil; siempre te he tratado así y nunca te ha molestado. ¿A qué viene esto?

—¡Siempre me ha molestado, Jin! —explicaste a voz en grito, lanzándole una mirada cabreada—. La única diferencia es que ahora no me sale del coño seguir aguantándote.

Te habías cargado a tu hermano.

Se había bugeado o algo. Su sistema se había quedado en modo "hibernar". Su cara estaba completamente congelada y sus ojos tan abiertos como su boca.

Como ya habías teminado de fregar, te quitaste los guantes y se los dejaste en el hombro solo para ver si reaccionaba, pero nada.

En fin, ya volverá en sí.

Volviste al salón, viendo a tus compañeros arremolinados junto a una mesa. Por simple costumbre fuiste a sentarte sola a la de siempre; la que estaba junto a las cocinas, la misma en que te sentaron el primer día que entraste ahí. Parecía como si hubieran pasado años desde ese día.

Estabas destensando el cuello cuando arrastraron una silla a tu lado; Tae se sentó frente a ti, sin entender (o sin que le importase) tu marginación habitual. El chico también parecía cansado, pero no tanto como para no dedicarte una de sus sonrisas adorables; aunque te la dedicó mientras apoyaba la cabeza sobre sus brazos cruzados sobre la mesa, eso sí.

Le devolviste la sonrisa y volviste el cuello a la mesa de los "populares" (es decir, de todos menos Tae y tú). El cajero parecía estar quedándose dormido mientras esperaba la cena, y ahora que sabías lo muchísimo que curraba, entendiste por qué estaba frito ese día que te lo encontraste en el cuarto de los productos de limpieza.

No es que tuvieras que ayudarle ni nada de eso, bastante hacías ya con el tema de la universidad, pero a una parte pequeñita de ti le hubiera gustado hacerle la carga que soportaba más ligera. Ni entendías por qué tenía que trabajar tanto... si el piso en el que vivía —y que ahora compartía contigo— seguro que estaba tirado de precio.

Seguro que si calculabas cuánto necesitaba para vivir decentemente y pagarse la carrera, podría dejar el trabajo de fines de semana al menos.

Un plato rebosante de pasta con marisco apareció frente a tus ojos, haciéndote perder el hilo de eso de ayudar a nadie que no fuera tu apetito. Antes de que tocase la mesa siquiera, oíste otra silla arrastrando a tu lado... Raro, rarísimo, porque el club de los pringados estaba ya en su cupo máximo, con sus miembros fundadores sentados a la misma mesa.

Pero cuando por fin tu cena estuvo a tu completa disposición, viste que alguien más acababa de unirse a vuestra hermandad: Jin.

Tu hermano se debía haber quedado tocado después del cortocircuito que le había dado en la cocina, porque se había sentado contigo y con Tae. Y había traído la cena para los tres. ¿En qué momento de tu existencia había tu hermano dejado a nadie de lado para estar contigo?

Nunca, obviamente.

Bueno, hasta ahora.

—Come ya, que se enfría —murmuró, fingiendo que no sabía por qué le mirabas extrañada.

¿Era eso que veías un pasito minúsculo? ¿Podía ser que todavía hubiera esperanzas para tu hermano?

Tampoco te ibas a hacer ilusiones, demasiados palos te habías llevado ya con él.

Hyung, ¿no comes con nosotros hoy? —preguntó uno de los camareros. Ni te sabías su nombre porque solo te hablaba para que sacases la basura; imbécil.

—Nope —soltó tu hermano sin volver la vista a la mesa de los demás.

Cogiste tu tenedor, mirando de reojo a Jin, para empezar a zampar de una vez. Tae llevaba ya rato masticando como una bestia, y como los cocineros y pinches ya habían servido a los demás, tú y el cajero resultabais ser los únicos que no estaban comiendo todavía.

Una miradita reveladora del moreno te puso de los nervios. Sus ojitos de chulo se posaron en la espalda de tu hermano y alzó las cejas como queriendo advertirte otra vez de eso de: "los chicos mayores que se acercan a niñas inocentes". Le respondiste con una mueca de asco que decía "cállate y come", y él terminó vuestro diálogo mental con un bufido calmado de "tú sabrás, chica cebolleta".

Al primer tenedor rebosante de espaguetis que te metiste en la boca, casi te atragantas inmediatamente. La culpa, sorprendentemente, no era tuya, sino de la nueva incorporación del club de los pringados, que había dicho: "Hoy los del curro salimos, ¿te apetece venir?".

—¿Y yo? —preguntó Tae con una vocecilla decaída, cortando el primer momento de bondad que tu hermano había tenido contigo en dieciocho años.

—Sí, tú también —concedió Jin, entornando los ojos.

¿Habías acertado en tu anterior valoración? ¿Estaba tu hermano dando un pasiiiiiiito minúsculo?

Lo meditaste al tiempo que masticabas una gamba especialmente jugosa y asentiste levemente con la cabeza; no querías mostrar demasiado entusiasmo. Todavía no estabas segura de que eso no fuese otra de las estratagemas de tu hermano para salirse con la suya.

Consciente o no de lo que habías hecho, entendiste que le estabas dando otra oportunidad a Jin. No ibas a reconocerlo, al menos todavía no, pero quizás ese fuera vuestro primer paso hacia una relación de hermanos mejor de la que habíais tenido hasta la fecha...

Tae se pasó lo que tardasteis en cenar indagando adónde ibais a salir "de marcha" (cosa que te sirvió, porque tú también querías preguntar a pesar de que no lo hicieses). Tu hermano le contó tooodo cuanto sabía: que era un bar y que estaba cerca de la uni. Y ya.

En fin, Jin siendo lo locuaz de siempre.

Una vez con la cena siendo digerida por tu estómago, fuiste al vestuario para cambiarte, pensando de paso en que tu vestidito de niña bien no te favorecía una mierda, y no pegaba nada para ir a un bareto cualquiera. Pero tampoco es que tuvieras muchas opciones de vestuario, la verdad.

Habías tardado tanto mirándote en el espejo del baño, horrorizada por el vestido que llevabas (cosa reciente, porque no recordabas haberte preocupado nunca por la ropa) que, cuando saliste por fin y caminaste por el pasillo de personal, solo quedaba una persona en el vestuario.

—Eh, Jungkook, ¿tú también te vienes de marchuqui? —cuestionaste, intentando sonar guay.

—Cuando haces eso parece que tienes cincuenta años; por favor, deja de intentar hacerte la chula, que me das vergüenza —murmuró de espaldas a la puerta.

—¿Por qué? ¿Eh? ¿Qué te he hecho yo a ti para que me lances ese ataque tan gratuito? —soltaste con molestia fingida.

Jungkook había pillado que ibas en broma, porque viste su sonrisilla divertida una vez empezó a meter la ropa de trabajo en la mochila gigante que llevaba a todas partes. Te sentaste en el banco de madera en medio de las taquillas mientras el chico seguía recogiendo sus cosas y... ¿se echaba perfume?

—Vas a por todas esta noche, ¿eh? ¿Quieres ligar mientras vamos de marchuqui?

—Para de una vez con lo de marchuqui, en serio... Parece que eres una abuela disfrazada de adolescente —te advirtió, igual de divertido que antes.

—Pues verás que esta abuela tiene un ritmo que te cagas —imitaste su tonito de chulo, pero te salió fatal.

Una sonrisa enorme hizo que sus paletas asomasen de repente; era gracioso verle sonreír así.

—Lo siento, pero me lo voy a tener que perder hoy; ya me enseñas tu ritmo otro día.

—¿Y eso? —cuestionaste, observando como doblaba su ropa con demasiado esmero. Luego la rara eras tú...

—Ya había quedado hoy —confesó, y, al momento, su sonrisa se volvió todavía más evidente.

Ahora que caías en la cuenta, Jungkook se había pasado todo el día de muy buen humor. El cajero de buen humor...

Muy raro, sí...

Te levantaste de tu asiento y te colocaste a su lado, mirándole con sospecha. Su sonrisa le hacía parecer un niñito de cinco años, ilusionado por ir al parque de atracciones, y, sin querer, tú también sonreíste; aunque lo tuyo era más bien una sonrisa parecida a la del Grinch. Una de pura maldad.

—Oye tú... —empezaste a decir, dándole con el codo en las costillas—. ¿Qué plan tienes que estás tan contento? ¿Eh? ¿Eh? —insististe, provocando que Jungkook se alejase un poco para que parases. Le seguiste otra vez, claro, y volviste a pincharle las costillas—. ¿Eh? ¿Qué plan? Jungkookie, va, dime qué plan.

—Para ya... Qué pesadita eres cuando quieres —murmuró sin mirarte.

—Jungkookie... va, di: ¿Qué plan? ¿Eh? ¿Eh?

—He quedado con una chica —resopló en voz excesivamente baja.

—¡Uhhhhhhh! —aullaste, moviéndole las cejitas cuando posó sus ojos en ti, sonriendo al ver tu reacción a esa confesión.

Imitaste lo mejor que podías el sonido de la sirena de una ambulancia, con la única intención de picar a Jungkook, la verdad es que no parecías estar consiguiéndolo, porque el chico se reía de buena gana mientras seguías dando el espectáculo.

Apoyaste la espalda sobre las taquillas (una cosa era vacilarle y otra muy distinta no descansar un poco mientras lo hacías) y, al momento, una dudita apareció en tu mente. Te estabas volviendo una cotilla últimamente, pero ya te plantearías cómo solucionar eso más adelante.

—¿Y qué le quieres sacar a tu cita de hoy? —cuestionaste pensativa—. ¿Un coche? ¿Una casa? ¿Un delfín de mascota?

Jungkook arrugó la nariz y giró el cuello para mirarte, por algún motivo parecía confuso.

—No quiero sacar nada. Simplemente... me gusta.

Mira que habías sido ruidosa antes, pero tenías la intención de serlo todavía más una vez el chico te confesase qué quería conseguir con esa cita; lo que no tenías en mente era que te quitase el glorioso momento de pincharle así por las buenas. La sonrisa que mostrabas hasta se te fue... y tu amada lógica no conseguía funcionar del todo; era como si se te hubieran fundido los plomos, porque no lo pillabas.

—O sea... que hay tías con las que sales... ¿solo porque te gustan? —preguntaste con cautela.

—Pues... sí, ¿tan raro es?

—No, para nada. En realidad eso es lo normal, claro —murmuraste, todavía inmersa en tus pensamientos—. Pero tengo una dudita. —Jungkook se giró del todo para mirarte, como queriendo decirte que te escuchaba—. A mí sí que me querías sacar algo... Eso quiere decir que no te acercaste de la nada porque yo te gustase, ¿no?

El enorme idiota te lanzó una miradita que le hacía parecer un tierno colegial. Si no te equivocabas (que no lo hacías), Jungkook te observaba con ¿preocupación? ¿tristeza? ¿culpabilidad? Todo junto, supusiste.

—Dilo ya, que no es para tanto —le instaste, cruzada de brazos. Y la respuesta del moreno fue una casi imperceptible negación con la cabeza. Te diste cuenta al momento que el chico trataba de no hacerte daño con la confesión de que, efectivamente, no le gustabas ni un poquito—. Joder... vaya derechazo directo a mi orgullo.

—No te lo tomes como algo personal... —murmuró sin quitarte ojo de encima.

—Hombre, un poquito personal me lo tendré que tomar —espetaste, intentando recuperar el tono humorístico de antes—, pero vaya que tampoco pasa nada, supongo. Allá cada uno con sus gustos, ¿no?

Jungkook se encogió de hombros sin parecer entenderte demasiado bien; ya no tenías gran cosa para decir, además, seguro que Tae y tu hermano estaban esperándote para salir de marchuqui. Mejor darse prisa... y, de paso, desaparecer de ese incómodo y extraño momento.

Diste más o menos unos cuatro pasos antes de que el moreno te agarrase del antebrazo suavemente, y cuando lo hizo, solo giraste levemente el cuello en su dirección para apremiarle a soltar lo que fuera que quería.

—Una cosita más antes de que te vayas.

—¿El qué?

—Tengo una misión para ti esta noche —confesó, volviendo a sonreír tan radiante como antes. Tú, por otra parte, le escuchabas con los ojos entornados, sin interés alguno en lo que fuese a decir—: tienes que buscar a un tío para liarte con él. —Vale, a eso sí que tenías que protestar. Y cuando estabas a punto de hacerlo, Jungkook continuó—. Nada muy fuerte, solo necesitas besarte con alguien esta noche.

¿Pero qué le pasa a este chaval?

—¿Te has pasado mucho rato hoy al lado del horno de las pizzas, cajero? —cuestionaste con preocupación falsa—. ¿Se te ha chamuscado el cerebro o algo?

—Para sentir placer también necesitas confianza, tonta —argumentó con una sonrisa cálida. Jamás habías visto sonreír tanto a ese chico.

—Qué fácil es decir que necesito confianza después de dejar claro que para ti soy tan atractiva como lo es un semáforo.

El moreno rió ante tu frase, entornando los párpados mientras sonreía, consiguiendo así que unas arrugas se formasen a ambos lados de sus ojos. Era raro verle así; normalmente, sus sonrisas eran ladeadas y vacilonas, y esas parecían sinceras. Lo peor es que le daban un aspecto de niño bueno que poco tenía que ver con la realidad.

De bueno no tiene un pelo, y mira que tiene pelo.

—Lo sieeeento —soltó sin parar de sonreír—. Inténtalo, ¿vale? Solo un besito.

Bufaste, intentando dejar claro que no pensabas hacer tal cosa, y gracias al sonido cansado de tus labios o a que habías dejado los ojos en blanco o a que Jungkook, por alguna razón, sabía que no tenías intención de hacerle caso, de repente, sus dos manos se agarraron a tu cintura.

Acercó su cuerpo al tuyo hasta el punto de tenerte completamente pegada a su tripa; sus grandes manos te tenían atrapada y podías oler su perfume a la perfección, tanto como si lo llevases tú misma de hecho. Su cabeza bajó ligeramente hacia la tuya, y tus ojos se centraron únicamente en sus labios... rojos y jugosos, tan apetecibles como siempre.

—Si no sirve... —ronroneó de repente, pero no pudiste subir la mirada a sus ojos, sus labios te tenían embobada— te lo compensaré. Prometido.

Y solo cuando volvió a dejar el suficiente aire entre vuestros cuerpos, pudiste contestar a eso.

—Ya veré yo si me interesa que me compenses nada —declaraste altiva, en una interpretación sin fuelle, claro, porque tras ese pequeño acercamiento ya estabas encendida.

A Jungkook le pareció un momento fantástico para reirse a tu costa (o a costa de lo falsa que habías sido), y cuando saliste del vestuario, despidiéndote de él con un pequeño gesto de la mano, todavía notabas las piernas temblando.

Lo que el chico no había tenido en cuenta al hacerte ese pequeñísimo pedido, claro, era que no te ibas de marchuqui con cualquiera, no. Te ibas con tu hermano mayor y con los imbéciles de sus amigos. Y añadiendo en esa suma a los descerebrados de tu curro (y a Tae), el resultado de la operación "besarte con alguien" daba como resultado "fracaso absoluto".

¿O estabas siendo muy pesimista?



Según lo poco que entendías del idioma de la canción que sonaba ahora, el cantante tenía mucho dinero, era poseedor de cuatro Mercedes Benz, todas las mujeres le querían y sus colegas siempre le guardaban la espalda; ignorabas de qué.

Solo por la letra, ya podías imaginarte la clase de tugurio de mala muerte al que te habían llevado. Lo bueno es que no eras la única en estar un poco cagada, Tae estaba igual o peor que tú.

Los dos os movíais por ese bar pegados como lapas, y cuando por fin os sentasteis (sin que nadie os hubiese apuñalado) al momento lo hicieron todos los demás; al menos los que tú conocías bien... y ese chico amigo de Hobi. Se llamaba Yongbin o algo así, ¿no?

No ibas a preguntarle cómo se llamaba si tenía esa cara de mierda... que a lo mejor era él quien te apuñalaba.

—¿Tú has estado aquí antes? —te preguntó Tae al oído, para hacerse oír por encima del ritmo repetitivo de la canción.

—Qué voy a estar yo aquí antes —desmentiste enseguida—. ¿Me ves cara de frecuentar bares donde los camareros tienen los pómulos tatuados?

—Yo qué sé... Te veo cara de Ina.

—¿Y eso qué significa? —cuestionaste desconfiada.

—¿Niños, qué refresquito queréis tomar? —dijo Namjoon, con ambas manos cómodamente posadas sobre la mesa.

—Yo quiero una piña colada —contestó tu hermano, sentado frente a ti.

—Yo lo mismo —dijiste como quien no quiere la cosa.

—Sí, buen intento... Para ti no hay nada, por lista.

—Yo quiero una botellita de agua —pidió Tae. Parecía un monaguillo con esa carita de inocente.

—¿Los demás?

Insitiste un poco con el tema de la piña colada, pero no te hicieron ni puto caso. Valiente mierda de noche de marchuqui, me están cortando todo el rollo; qué fastidio, tronco.

Jungkook tenía razón: te dabas vergüenza ajena solo de escuchar tus propios pensamientos. ¿Cómo pretendía que te liases con alguien?

Mierda, se me había olvidado.

Esa especie de reto (o consejo) te hizo darle vueltas a la cabeza todo el tiempo que tardaron Nam y Hobi en volver a la mesa. No ibas a ser capaz de hacer algo así, estabas completamente segura. Encima, tu recién nacido orgullo había sido herido de una forma brutal por culpa del idiota del cajero. No le gustabas ni le habías gustado... como tampoco le gustastes a Jimin; tenía que haber alguien en este mundo al que pudieras gustarle, ¿no?

ALGUIEN. Quien sea...

Tus ojos fueron por cuenta propia hacia el chico que tenías justamente al lado, que ahora bebía a sorbitos de su botella de agua.

—Oye Tae, ¿yo te gusto? —preguntaste sin ninguna esperanza.

—¡Claro que me gustas! —exclamó entusiasmado—. Eres muy graciosa.

Lo dicho: mejor no tener esperanzas.

Suspiraste amargada de repente ante tu falta total de encanto, haciéndote a la idea de que ibas a morir soltera y virgen. Y para ponerte de peor humor, viste a tu hermano sorbiendo de la pajita de su piña colada. ¿Ese tío podía beber y tú no?

Robarle la copita a Jin había sido tan fácil como respirar, cosa que, curiosamente, no hacías, ya que todo tu afán se dirigía ahora en beberte todo lo posible de ese vaso antes de que te lo arrebataran.

Sentiste una mano (que reconociste como la de Nam) revolviéndote el pelo mientras Jin farfullaba mierda para que le devolvieses su bebida —que apartaste de la mesa para proteger entre tus garras—.

Habías conseguido tragarte más de media copa antes de que a tu hermano le diese por levantarse de su silla para robarte la bebida que era tuya por derecho.

—¡Que lleva alcohol, enana imbécil! —te reclamó Jin—. ¿Quieres que me maten o qué?

—¿Qué tengo de malo? —preguntaste, captando la atención de todos los presentes gracias al giro de la conversación. Por lo menos la gente de tu curro no se sentaba con vosotros, porque ya era lo bastante vergonzoso estar soltando eso delante de tu hermano, sus amigos, Tae y el tal Yongmin. ¿O era Yoongi?—. En serio: ¿qué tengo que me hace ser tan fea, tan poco atractiva y tan insulsa?

—E-eso no es así, Ina —protestó Hobi seriamente.

—Tú mejor no digas nada, que eres demasiado bueno. —Si querías una opinión honesta y sin filtros acerca de tu falta total de encantos, debías acudir a la persona más insensible de la mesa; así que, por supuesto, tus ojos fueron directos a Jin—. Tú: contesta.

—La razón por la que no tienes atractivo ninguno es que eres mi hermana, enferma.

—Razonable —asentiste con entendimiento. Solo te quedaban dos bazas (porque no ibas a pedirle su opinión al nuevo cuando ni le habías escuchado hablar todavía).

Taehyung parecía infinitamente más incómodo que Namjoon mientras escrutabas sus rostros para que respondiesen al que se había convertido en uno de los peores dramas de tu vida. Y el mayor se decidió a hacer de portavoz para la causa.

—La primera razón por la que, para mí, no tienes ese tipo de... atractivo, es que te conozco desde que eras un piojo. No te puedo ver como a una mujer, lo siento. —Era un planteamiento igual de razonable que el de tu hermano, la verdad; a ti te pasaba exactamente lo mismo con él—. Pero como hombre... —continuó sin que te lo esperases— puedo decir que no veo nada en ti que me parezca feo, poco atractivo y, mucho menos, insulso.

—Tú, cuidado con lo que dices de mi hermana —le advirtió Jin; debía estar un poquito contento a esas alturas de la noche para soltar semejante gilipollez.

Chistaste a tu hermano para que Namjoon continuase con su disertación sobre qué fallaba en tu persona.

—No tienes nada malo... físicamente hablando. —Jin parecía escandalizado por el simple hecho de que a Namjoon no le parecieras un monstruo del pantano, así que te viste obligada a darle una patada en la espinilla por debajo de la mesa para que dejase de protestar—. Lo único malo de ti es tu actitud.

—Mi... actitud —repetiste escéptica. Namjoon asintió como si fuera obvio.

—Si piensas que no vales nada, si piensas que eres poco atractiva o que pasas inadvertida, así será.

—Mindfulness y ese rollo, ¿no? —suspiraste apática.

—No es ningún rollo místico, Innie; es tan fácil como quererte a ti misma. Lo demás vendrá solo. Y si no viene, una vez te quieras, te dará igual... o saldrás a buscarlo por tu cuenta, sin esperar a que nadie tenga que venir a dártelo.

El ritmo repetitivo y pesado de la música dentro del local era lo único que retumbaba en tu cerebro tras esa frase. Pudiera ser que el escaso alcohol que habías ingerido estuviera haciendo efecto ya, pero... lo que había dicho Namjoon tenía sentido...

—¡Joder! —exclamaste de repente, dando un sonoro golpe sobre la mesa—. ¡Qué sabio eres, Nam! ¡Cuánta razón! ¡Eres un gurú del mundo moderno!

Ese tío teñido de rubio platino, tan raro y guay al mismo tiempo, el mismo que se estaba partiendo de risa por tu reacción, tenía todas las respuestas para tus problemas.

La cabeza te daba un poquito de vueltas, y entre eso y el discursito de Nam, sentías que, a pesar de estar deprimida por un motivo desconocido (ah, sí, que no le gusto a nadie), tenías ganas de divertirte un poco.

Los demás eran unos carrozas que no iban a querer acompañarte ni de broma, así que tiraste de tu única baza. De la única baza que sabías que no iba a fallarte. Enganchaste a Tae de la mano y lo arrastraste al centro del bareto, justamente donde varias personas hacían lo mismo para lo que tú te habías levantado: bailar.

—No lo he hecho nunca —confesó el chico, todavía con su botella de agua en la mano, y visiblemente nervioso cuando os encontrasteis en medio de la sala.

—Yo tampoco —reconociste despreocupada—. Pero no pasa nada; si ninguno de los dos lo ha hecho antes pues... aprendemos juntos, ¿no?

Esa conversación te sonaba un poco rara.

—¿Te suena lo que acabamos de decir tan raro como a mí?

Si tú supieras...

—No le des vueltas a la cabeza, va... Solo vamos a dejarnos llevar, a ver qué pasa...

—Eso suena igual de sucio, Ina —murmuró el castaño.

—Tae, deja ya de pensar y acércate.

—Y dale.

El momento de arrancar había sido raro, pero tras unos segundos... erais los reyes de la pista.

La verdad es que dudabas que Tae o tú estuvieses bailando bien ni de cerca, pero estabais muertos de risa al ver los movimientos del contrario, y eso era lo importante. Hasta con una música tan cutre como esa erais capaces de pasarlo bien.

Y tras unas cinco canciones, la música dejó de parecerte tan horrible. A ver, no era algo que fueras a escuchar por placer, pero estaba bien si te permitía disfrutar, y, en ese momento, lo hacías como una enana.

—¡Mira, Ina, mira! —te pidió Tae a gritos, repitiendo su interpretación del baile del robot.

Ibas a acabar meándote encima si seguías riéndote de esa manera. Encima, bien por el baile o por la llorera que te había dado la risa, estabas muerta de sed; una combinación de incomodidad a niveles estratosféricos eso de estar meándose y sedienta al mismo tiempo.

—Tae... ¡Tae! —exclamaste para ganar su atención, que se centraba en la manera lánguida en que su antebrazo colgaba mientras imitaba el maldito baile—. ¿Te queda agua?

—Ni un poquito.

Chasqueaste la lengua antes de dedicarle un gesto al chico para que te esperase en el mismo sitio. Obviamente, una de las necesidades era más urgente que la otra, porque probablemente la vejiga iba a reventarte si seguías aguantando, así que tras un pis rápido, te acercaste a la barra.

El camarero te miró como si fueras un bicho raro, pero te dio la botellita de agua sin rechistar. Seguro que se pensaba que ibas a pedir alcohol y quería tener su momento de autoridad de la noche al pedirte el carnet y negarte un trago por ese tema de no tener la edad legal para beber.

Podrías haber probado suerte, ahora que lo pensabas, pero como la sed te podía más que las ganas por anestesiarte un poco, acabaste vaciando la botella de una vez.

—¿Enterrando las penas en hache dos oh?

—¿Ein? —soltaste confusa, girándote hacia la voz ronca que se había dirigido a ti.

—Era una broma —explicó Namjoon... como si hiciera falta—. ¿Te lo pasas bien?

—Mucho. Tae es genial —confesaste sonriente.

—Me alegro —murmuró antes de revolverte el pelo. Y mientras Nam te atacaba con el gesto de siempre, te fijaste en que, esa vez, no era Hobi quien le acompañaba a recoger las bebidas—. ¿Por qué no ha venido el otro chico?

—¿Qué otro...?

—Jungkook era, ¿no?

—Ahhhh, Jungkook, claro —bufaste—. Tenía planes previos. Una cita... o algo así.

—Mmmmm una cita... Entiendo. —El mayor se giró hacia su acompañante sin indagar más en el tema del cajero—. ¿Qué vas a querer tú, Yoongi?

Ves como era Yoongi, idiota. Si es que vaya mierda de memoria para los nombres tienes...

—Lo que sea, me da un poco igual con tal de que haga que este antro me parezca mejor de lo que es —murmuró desganado el chico.

No había nada de especial en su frase; no al menos a parte del hecho de que consideraba ese sitio tan de mala muerte como tú misma. Sin embargo, su voz te hizo... recordar. Y no algo precisamente agradable.

Joder.

Te diste la vuelta sobre los talones, cayendo en la cuenta de que si su nombre, su voz y su manera de expresarse eran iguales... tenía que ser él, ¿no? Debía ser ese chico... el que lo complicó todo.

Un torbellino de emociones te embargaron mientras volvías a paso lento junto a Tae. La primera de todas fue la de siempre: la culpa. Demasiada. Después, el arrepentimiento, la tristeza y la melancolía se unieron al circo que era tu estado emocional.

Sí que deberías de haber probado suerte pidiendo algo de alcohol al barman...

Parecía como si el destino quisiera mantenerte arraigada a esa fiesta, al único error que habías hecho jamás... ¿Pero por qué? ¿Qué posibilidades había de que ese tal Yoongi se hubiera hecho amigo de Hobi?

—Eh, Ina... ¿estás bien? —Habías llegado a Tae, porque su voz sonaba pegada a ti y una de sus manos sujetaba con delicadeza tu hombro.

—Sí, es que me he quedado un poco... helada. P-por dejar de bailar así tan de repente y eso —mentiste, casi hasta con soltura.

—¿Pues a qué esperas para bailar otra vez? Así te calientas. Yo estoy muy caliente ahora mismo...

—Tae...

—Ya, acabo de caer en que eso ha sonado fatal también —murmuró el chico, alejando su mano de ti a la velocidad de la luz.

—No es eso —desmentiste un poco menos decaída—, ya no me apetece bailar.

—¿No? —diste una pequeña negación con la cabeza—. ¿Volvemos con los demás?

—Tampoco me apetece mucho —confesaste, girando la cabeza para observar a Yoongi en la distancia—. ¿Qué te parece si nos vamos por ahí?

—¿Tú y yo?

—Claro.

—¿Solos tú y yo?

—Lo dices como si no lo hubiéramos hecho antes.

—Sí, también es verdad. ¿Pero es por algo que te ha pasado o...?

—No me apetece pensar en eso —confesaste, agachando la mirada.

—Si es por lo de antes... Yo tampoco creo que tengas nada malo, Ina; eres genial... Por dentro y por fuera —añadió aprisa.

—Graaaaacias —musitaste con pesadez. Sabías que Tae trataba de ser simpático y animarte, pero no te apetecía recibir compasión en un tema como ese.

—¿Qué quieres que hagamos?

—No lo sé... Pero me apetece sentir que tengo un amigo a mi lado esta noche.

—Lo tienes —aseguró con seriedad.

—¿Hasta que hora está ese amigo disponible? —cuestionaste con sorna—. ¿Te vas a evaporar a las doce en plan Ceniciento?

—Me parece que voy un poco tarde para eso, así que estoy disponible hasta que tu cuerpo aguante... Pienso dejarte exhausta esta noche —murmuró con suficiencia.

—Tae...

—Sí, ya he oído como a sonado... Lo siento.

Esta noche promete.

---

Hello there...

Bueno, estoy subiendo desde el móvil, así que lo primero que quiero hacer es rezar para que el formato no se vaya a la puta... Amén. Ahora me gustaría preguntaros qué pensáis acerca de lo que ha comentado Jaykehey de esa chica que se nos ha metido de repente en la historia. ¿Qué creéis que pasa con ella? ¿Pensáis que a Jungkook le gusta de verdad?

Por otra parte tenemos a Inita y a Tae haciéndose más cercanos, ¿os gusta que nuestros niños estén haciéndose más amiguitos?

Seguramente tenga 26283638 más preguntas que haceros, pero el cerebro no me va muy bien hoy, así que si tenéis algo que decir, os escucho por aquí <3

Py, darlings! 💜

---

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro