//14//
Todo el día había sido un infierno. Las lecciones seguían siendo igual de aburridas, y eso, sumado al dolor de espalda que se agarraba a tu columna como si pretendiese partirtela, ocasionaba que tu ánimo se viese ligeramente mermado.
Te costó a horrores quedarte dormida en ese incómodo sofá. Pero como Jungkook sí que había podido dormir perfectamente, te despertó con música a todo volumen a las cuatro horas exactas de que hubieras podido pegar ojo por fin. Te habrías quejado de buena gana porque interrumpiese tu descanso de no ser porque te estabas quedando en su casa, claro, y porque, para ser sincera, la música que había puesto no estaba del todo mal.
No habías escuchado ese género llamado "rock" en la vida, pero reconocías que tenía su aquel; incluso si era la infernal alarma que había iniciado tu día.
Lo único que realmente te apetecía era dormir; aunque solo de pensar en esos muelles que se te clavaban a la columna como clavos se te quitaban un poco las ganas. Además, había algo que tenías que hacer antes de poder volver a pegar tus párpados durante cuarenta horas seguidas: trabajar.
Los viernes eran, de lejos, el peor día de la semana, porque además de las clases, tenías que comerte tu turno en el restaurante. Pasaste a la la cocina tras tomarte unos segundos para meditar en medio de la sala. No podías permitirte a ti misma que tu hermano te hiciera perder los nervios otra vez.
—Buenos días —anunciaste con frialdad y altivez. Llevabas el mentón tan alzado que te daba miedo que tu cuello acabase por revelarse contra ti y se quedara agarrotado en esa postura.
No querías mirar a tu hermano por nada del mundo, porque sabías a ciencia cierta que iba a echarte la bronca, iba a montar un espectáculo y, en el peor de los casos, iba a abandonar la fachada de "jefe que no te conoce de nada" dejándote con el culo al aire delante de Jungkook...
¿Se acordará siquiera de que le dije que mi hermano mintió para conseguir el curro?
Mejor no arriesgarse.
Vale que estabas enfadadísima con él, vale que no quisieras volver a verle ni en pintura, pero... era tu hermano al fin y al cabo, y no querías que se quedase sin trabajo por tu culpa.
La expresión que esperabas ver proveniente de Jin y la que te encontraste una vez se coló en tu campo de visión, tenían que ver entre poco y nada.
Esperabas que estuviera cabreado y fuese lo imbécil de siempre... Pues bien, sus ojos redonditos, su boca apretada y sus cejas contraídas hacia dentro te quitaron la razón.
—¿Dónde has pasado la noche? —preguntó, pegado a tu chepa, mientras te metías en el vestuario.
—Por ahí —murmuraste tranquilamente.
—¿Cómo que por ahí? ¿Dónde es por ahí?
—Eso a ti no te interesa, lo siento.
—Jo, Ina, porfa: vuelve a casa... Porfa —repitió, intentando hechizarte con sus ojitos de cordero. Si no fuera porque conocías esa como su cara de pedirles cosas a tus padres, habría sido hasta convincente.
—Estoy mejor que en mi vida, Jin —mentiste sin mirarle—. No pienso volver, así que puedes ir buscando un compañero de piso que te ayude a pagar los gastos.
Creíste que el tema se iba a quedar ahí; que, después de cambiarte sin prestarle atención y salir para empezar el turno, Jin iba a parar de perseguirte suplicando que volvieras a casa. Pues no.
Al principio fue bastante suave, solo aprovechaba los pocos respiros que le daban las comandas para acercarse y susurrarte cosas que trataban de apelar a tu lado más emotivo. Pero a medida que el turno fue avanzando, sus continuos acercamientos empezaron a hacer que todos y cada uno de tus compañeros empezasen a pensar que pasaba algo raro, y eso te cabreó. Más que nada porque te diste cuenta de lo ruin que había sido Jin contigo. La gente se mostraba sorprendida porque te hablase, porque claro, antes de ese día solo se dirigía a ti para mandarte cosas, y no es que fuera precisamente simpático cuando lo hacía. Te pidió abiertamente que no te relacionases con nadie... que no le hablases en el trabajo.
Aquello te ayudó a reafirmarte en tu postura de "no ceder bajo ningún concepto"; Jin no merecía tu compasión.
El sofá de Jungkook será una mierda, pero mi orgullo importa más.
La verdad es que a eso de las doce, cuando el turno estaba a puntito de acabar, ya notabas que la desesperación de tu hermano estaba en su punto álgido. Cada vez te costaba más ignorarle, porque aparecía de la nada en frente tuya para seguir con el machaque. Gracias a que el turno acabó tan solo media hora después, a Jin no le dio tiempo de darte mucho más la turra. Y cuando todo el personal se reunió en el salón para despedirse (y tú volvías de tirar la basura) aparecieron los de siempre... ya no ibas ni a nombrarlos.
Bueno, los de siempre y alguien más.
El moreno era un poco más bajito que Hoseok, el cual lo presentó como un compañero de clase. Se conocían desde hace poco, según explicó el castaño, y a parte de tener una cara de mala hostia que le hacía parecer exhausto tan solo de mantenerse en pie, por lo visto, se llamaba Min Yoongi...
Yoongi...
Lo repetiste un par de veces en tu mente, pero no dabas de dónde te sonaba ese nombre. Seguramente solo sería una de tus habituales alucinaciones, no ibas a darle importancia... Tenías cosas más importantes que hacer ahora, como esperar a que Jungkook se metiera en el vestuario de una vez para poder volver a casa juntos.
Y mientras los chicos le presentaban al tal Yoongi a tu hermano (el cual parecía sin ánimos de conocer a nadie), te dirigiste diligente hacia el pasillo de personal. Lo malo es que cuando Jungkook apareció por fin en el susodicho (tras haber ido al baño), no parecía demasiado feliz por haberte encontrado ahí, dispuestísima a esperarle.
—Por favor, si tienes algo de piedad dentro: déjame en paz —te pidió agotado—. Solo porque compartamos casa no me apetece tenerte pegada todo el día.
—Qué cruel —murmuraste ceñuda—. ¿Quién te dice que yo estaba aquí para esperarte a ti?
—¿A quién esperabas si no?
—A nadie, es solo que me gusta pasar el rato en este pasillo —escupiste molesta.
—Muy bien, pues pasa el rato que quieras aquí, pero a mí déjame en paz.
—Bien.
—Genial.
—Maravilloso.
—Estupendo.
Clavaste los ojos en la nuca del chico a medida que se alejaba en dirección al vestuario masculino, pero tus ojos se vieron obligados a apartarse de sus greñas negras cuando alguien te llamó muy cerca.
El chillido que diste por culpa del susto hizo que hasta Jungkook se girase por un momento, pero solo era el imbécil de Namjoon. Mostraste la mayor dignidad que te fue posible después del patético grito, y te apoyaste despreocupadamente contra una de las paredes del pasillo mientras Nam se reía a sus anchas por tu reacción.
—¿Qué quieres? —murmuraste, frunciendo los labios con vergüenza.
—Ya sabes lo que quiero... —Imitó tu postura, dejando que su hombro se apoyase contra la pared en la que tú misma lo hacías—. Tu hermano está preocupado de verdad, Ina.
—¡Já! Mira Nam, podrías haber avisado de que venías a contar chistes, porque yo también me sé unos cuantos.
—Lo digo en serio, Innie. ¿Qué crees que va a pasar cuando tus padres se enteren de que te has ido del apartamento?
—¿El qué? —quisiste cuestionar de manera distendida, pero te fue imposible, porque la verdad es que no te habías parado a pensar en esa posibilidad.
—Pues que la cabeza de tu hermano va a dejar de estar sobre sus hombros —respondió divertido—. Se la van a líar de lo lindo...
—Me da exactamente igual —murmuraste inexpresiva.
La conversación estaba manteniendo un tono bastante confidencial, y no entendiste el porqué de esto hasta que viste como los alargados ojos de Namjoon se posaban bastante lejos de ti; al final del pasillo, siendo más exactos. Tuviste que girar el cuello para ver qué era lo que le despertaba tanta curiosidad, y te encontraste con que el cajero (el mismo que decía hace unos segundos lo lejísimos que te quería de su persona) se había quedado parado frente a la puerta del vestuario para miraros.
—¿Es por ese chaval que no quieres volver? —No soltaste una palabra mientras Jungkook se quitaba de escena para entrar por fin al cuarto—. Ina... mírame.
¿Por qué habías tenido que criarte con ese puñetero genio? ¿No podría haber sido el mejor amigo de tu hermano un chaval tan tonto como lo era él mismo?
Realmente sabías que esa actitud en Namjoon no se debía a que fuera más listo que todos los amigos de tu hermano juntos, se debía a que te conocía desde que eras un renacuajo. Y quizás justamente por eso, sus miradas... Bueno, sabías que no ibas a poder inventarte nada sin que sonase falsísimo...
—Me estoy quedando en su casa —acabaste confesando. Por algún motivo, esa simple frase temblorosa y avergonzada hizo que el rubio empezase a reír como loco—. ¡No es lo que piensas! S-solo es que confío en él, es mi amigo.
La risa de Namjoon paró, pero su sonrisilla de suficiencia le seguía acompañando mientras cabeceaba un gesto que entendiste que quería decir algo así como "síííííííí, síííííí; claro".
—¡Es en serio, Nam! —aseguraste, un poco más cabreada e infinitamente más roja que antes.
—Que sí, Ina, que te creo.
—Para de una vez de picarme, lo digo de verdad: n-no hay nada entre él y yo.
Por qué había tenido que fallarte la voz, ¿eh? ¿Por qué?
—Innie —te llamó otra vez; de nuevo esa cara condescendiente—, es mi deber recordarte que, si haces algo con ese chaval, tienes que asegurarte de que use protección.
—¡¿Pero qué dices de protección?! ¡¿Estás loco?! ¡¿Qué problema tienes?!
Habías apretado los puños sin darte cuenta, pero, en vez de parecer dura, era como si a Namjoon le hubiera dado ternura verte tan "adorablemente" cabreada. Entre que no sabías qué cara de horror debías estar poniendo y que tus hombros estaban tan levantados por la ofensa que parecías tu hermano, no era de extrañar que a Namjoon le parecieras tan amenazante como un conejito de angora.
Estaba tan divertido que incluso se atrevió a posar una de sus manos sobre tu cabeza para darte palmaditas. Qué chaval más maligno. El gestito de "aaaaay, Ina, qué inocente eres" lo conocías ya a tus dieciocho tan bien como tu nombre y apellido, lo que no reconociste muy bien hasta pasados unos segundos fue la mano que apartó la de Namjoon de tu cabeza con un gesto rápido.
Y el ambiente, tan relajado como siempre que estabas con Namjoon, pasó de repente a ser tan afilado como la hoja de una navaja.
—¿Qué juego os traéis de repente Jin hyung y tú con ella? —preguntó Jungkook, con un claro tono de advertencia.
Claro, tal y como al resto de trabajadores del restaurante, a Jungkook debía haberle chocado ver como Jin se pasaba el turno entero persiguiéndote cuando hasta la semana anterior había ignorado tu presencia por completo. Lo que el chico no entendía era que Jin era tu hermano mayor y Namjoon prácticamente lo mismo.
—¿Qué dices? —preguntó el mayor, divertido—. No sé que te habrás creído, pero sea lo que sea, ya te digo yo que te equivocas...
—No hace falta que me intentes colar una trola, entiendo perfectamente lo que pasa —le cortó, igual de tranquilo que siempre—. Dejadla en paz y punto.
Halaaaaaaaaa. El cajero es chunguísimo.
Los hoyuelos que acompañaban la sonrisa de Namjoon, de repente, desaparecieron. Después de que te dedicase una mirada que sentiste como cómplice, se puso completamente serio, pero con un aire prepotente que no conocías que el chico pudiera interpretar hasta ese mismo instante.
—No es asunto tuyo lo que quiera con Ina —soltó, cruzándose de brazos—. Ya es mayorcita como para elegir por sí misma con quien le apetece... pasar el rato—añadió con un suave rumor.
DIOS SANTO. ¡¿QUÉ?!
Sí, esa mirada acompañando la última frase de Namjoon se había dirigido directamente a ti. Casi notabas como la sangre paraba de circular por tus venas ante tal espanto. El mayor lo había soltado como si quisiera insinuarse. ¡¿Se había vuelto el mundo loco de repente?!
—Mira, chaval, no voy a dejar que un par de tíos mayores se aprovechen de una niña inocentona.
No sabías qué había sonado peor, si que Jungkook llamase a Namjoon "chaval" o que te hubiese llamado a ti "niña inocentona".
Abriste la boca de inmediato para defenderte de ese, nada preciso, apelativo hacia tu persona. Pero el moreno tuvo la desfachatez de moverte un poco para ponerte tras su espalda, como si creyera que Namjoon iba a atacarte con ácido o algo.
Para seguir con la magistral interpretación de chulo playa, Namjoon levantó las manos al momento, mostrando que se retiraba elegantemente de ese duelo de idiotas. Y para más inri, cuando se dio la vuelta para abandonar el pasillo por fin, dijo una última cosa que, literalmente, te provocó una arcada.
—Llámame si te aburres de jugar con críos —murmuró de forma seductora.
Ignorabas que Namjoon tuviese esa clase de tono siquiera.
Decir que solo estabas asqueada era quedarse muy cortos. Por favor, que conocías a Namjoon desde los cinco años, que te habías criado con él, que era prácticamente más hermano tuyo que Jin... ¡¿Qué mosca le había picado para soltar semejante sarta de gilipolleces?!
—¿Eres siempre así de ingenua? —cuestionó de repente el cajero, sacándote a la fuerza del desagradable shock que vivías. Se había dado la vuelta tan rápido para encararte que ni le habías visto venir.
—¿E-eh? —conseguiste susurrar.
—¿Qué habría pasado si no llego a aparecer? —No pillabas una mierda, sinceramente—. Se te acercan dos tíos mayores de repente y te quedas aquí en medio riendole las gracias a uno de ellos como si nada. Mira que sabía que eras inocente, pero esto ya es el puto colmo.
—A ver, vaquero, relájate porque no entiendes nada. No es como tú piensas; conozco a Namjoon y es un idiota —intentaste explicar, pero Jungkook no parecía ni escucharte.
—Me da igual —repuso con rapidez. Joder, qué chico más simpático—. No te acerques a tíos que solo quieran meterse en tus bragas si no sabes lo que haces.
¿Per... do... na?
—¡¿Qué vas a saber tú si yo sé lo que hago o no?!
—Chica cebolleta... por favor; yo mejor que nadie puedo saberlo —ronroneó. Sus cejitas se alzaron y su sonrisa de idiota sabiondo apareció de la nada. Por lo visto dejaba de estar ofendido bien rápido si era para tocarte las narices.
—¡Eso te creerás tú, imbécil!
Te estabas dejando llevar un pelín demasiado; normal: el cajero te había cabreado.
—Solo quiero que sepas que los tíos que solo quieren meterse en tus bragas no merecen la pena. —Parecía como si Jungkook intentase darte un consejo de buena fe, pero no lo sentías como tal,
—Dejaré que se meta en mis bragas quién a mí me dé la gana —mascullaste, mirándole muy fijamente.
—Por mí perfecto, tú sabrás. Pero después no me vengas a mí con lloros, mucho menos a pedir ayuda, o consejo, o...
—¡No pensaba hacerlo! —desmentiste, cruzándote de brazos para mostrar lo muy cabreada que estabas.
—Eso espero...
—Pues esperas bien —gruñiste, empezando a andar una vez se puso en camino hacia fuera de ese pasillo.
No te diste ni cuenta, pero al final sí que ibais a volver a casa juntos. Aunque llamar a eso "ir juntos" no era lo que tenías en mente cuando le esperaste antes. Jungkook caminaba muy rápido, así que tú no ibas a ser menos; era como si estuvieseis en medio de una carrera improvisada en la que las reglas eran no correr, no miraros y esperar bien lejos el uno del otro en los pasos de peatones en los que el semáforo estaba en rojo.
El cajero te había llevado la delantera en casi todo el recorrido, pero aprovechaste que empezaba a estar cansado justamente cuando llegasteis al bloque de apartamentos. Y al momento que el chico marcó el código de seguridad, entraste como una exhalación al salón, dejándole detrás.
Te quitaste los zapatos en sus narices, mostrando así que habías sido la primera en entrar, lo que significaba que él había perdido. Y, al contrario de lo que pudieras esperar, a Jungkook pareció sudársela.
Y te cabreaste todavía más.
No pensabas dejar que tuviera los cojones de hacerse el indignado cuando la única indignada por toda esa situación eras tú. Pensabas demostrarle que estabas molesta, quisiera o no... Y como no quería (porque te ignoraba como si fueras una mosca revoloteando a su alrededor) te viste obligada a mostrar tu indignación de una forma todavía más evidente.
Te fue bastante fácil seguir con tu empeño en joderle, porque, como os habíais ido tan rápido del restaurante, ni siquiera habíais cenado allí, lo que significaba que tocaba cocinar.
Jungkook, a pesar de ignorarte descaradamente, estaba de morritos. El chico tenía un don para hacer como que no existías, pero había algo pequeñito en su expresión que te decía que no estaba consiguiendo pasar de ti con tanta facilidad como normalmente, y eso alimentaba tu lado más malvado.
La pelea empezó por una sartén que Jungkook cogió para hacerse la comida y que, tras un forcejeo disimulado, acabaste quedándote tú. La siguiente fue por un paquetito de palitos de cangrejo. Que ya ves para qué ibas a necesitar tú ese paquete si se supone que querías la sartén para cocinar algo, pero eso no era lo importante; el objetivo de toda esa lucha silenciosa y fría era demostrarle que te había mosqueado con esa actitud, y que lo había hecho mucho más que te tratase como una "niña inocentona" como él mismo te había llamado.
La brecha en la fachada de Jungkook empezó a hacerse evidente. Ya podías ver como su eterna paciencia y serenidad en cuanto a hacer como si no existieses empezaba a resquebrajarse gracias a tu continua lucha por el poder de todo cuanto tocaba.
Te hiciste con el trono al momento que viste como se pasaba las manos por la cara, cerrando los ojos desesperado.
—Por favor, déjame ya en paz.
—No me da la real gana —repusiste hinchando el pecho. Tú también sabías ser una idiota; estabas aprendiendo del mejor, al fin y al cabo—. Si quieres paz, pídeme disculpas.
—¿Qué te has fumado? —preguntó con despotismo—. ¿Por qué iba a tener yo que pedirte perdón?
—Primero porque te has metido donde no te llamaban —En ese instante, Jungkook soltó una risa de incredulidad y se te quedó mirando ofendido; te dio igual—. Segundo porque me has llamado "niña inocentona". Tercero porque me has echado la bronca por algo que ni te va ni te viene, y tú no eres nadie para echarme ninguna bronca.
—Yo no te he echado...
—¡Cuarto! —elevaste el tono para parar con cualquier cosa que pudiera decir, ahora te tocaba a ti hablar y no pensabas dejar que te interrumpiese—. ¡Solo porque a ti no te interese meterte en mis bragas, no juzgues a quien sí que le interesa!
Tenías la intención de seguir con quejas hasta la décima (que era hasta donde tu cerebro había recapitulado las cosas que más te habían molestado), pero en cuanto tus labios dejaron ir esa frase, te dio un escalofrío la hostia de desagradable al imaginar que Nam era ese "interesado" del que hablabas.
A este paso poto hoy.
Te habías tenido que tomar un par de minutos para controlar las náuseas, lo que había dado tiempo de sobra para que (sin saber cómo) Jungkook se hubiera hecho con un paquete de aperitivos y estuviese ahora comiéndose una patata frita sentado en la encimera.
Eso de pararte a pensar en lo horrible que había sido que Namjoon hiciera tal teatro antes, te había debilitado; al menos sentías como si tu cabreo se hubiera evaporado de repente, y lo que te controlaba ahora no era precisamente ningún sentimiento poderoso. Por algún motivo, empezaste a temblar ante la mirada inquisitiva de Jungkook. No tenías idea de por qué te miraba de esa forma.
El moreno se llevó otra patata a la boca, muy lentamente; casi parecía que actuaba a cámara lenta. Sus habitualmente enormes ojos negros se habían parado en los tuyos, y no los movía ni un milímetro en cualquier otra dirección.
Te estaba poniendo...
Nerviosa, Ina, nerviosa; no pienses cosas raras ahora.
—¿Es eso? —preguntó de repente, arrastrando las sílabas.
—¿Que si es el qué?
—¿Toda esta pataleta que llevo aguantando desde el restaurante es porque quieres que te la meta?
¡¿CÓÓÓÓMO?!
¿Lo había dicho de verdad? ¿No era una coña? ¿Le habías escuchado bien?
Todavía te miraba de la misma manera fija e intensa (masticando, claro), y como estabas casi segura de que no habías alucinado al escucharle, tenías que contestar.
—Claro que no —susurraste sin fuerzas.
—Ay, por favor —bufó el chico, levantándose de la encimera de un salto y dejando el paquete de aperitivos tirado tras de sí—. Vas a tener que mejorar mucho en mentir, chica cebolleta; se te da de puto culo.
—No estoy mintiendo —murmuraste con la boca pequeña.
—Ya, ya. En fin, venga: vamos.
Vale, tenías que ubicarte un poco porque no entendías qué estaba pasando. Lo intentaste por lo menos durante cinco segundos enteros, porque justo después de ese "vamos", Jungkook se acercó a ti, agarró tu mano y te condujo a un sitio que, hasta hace unas horas, te estaba prohibido.
Su cuarto.
Todo estaba oscuro ahí, ya que el chico no se molestó en encender la luz de la habitación. Solo eras capaz de ver más o menos gracias a la poca que arrojaba el salón.
Ina, atención, por favor. La luz da igual ahora mismo.
Y sí, tenías problemas más urgentes en mente, pero todo te parecía tan surrealista que no te llegabas a creer que Jungkook te hubiera dejado sentada en su cama.
—¿A qué esperas? Échate —dijo tranquilamente.
Como tú no estabas lo que se dice tan tranquila como él, intentaste balbucear un ¿para qué?, pero no te salió ni de broma. Por lo que, pasados unos segundos, el moreno fue el encargado de empujar suavemente tu hombro derecho hasta dejarte ahí tirada. Incluso se tomó la molestia de mover tus piernas para que no se quedasen fuera de su colchón.
Del colchón de su cama, Ina... ¡ALERTA ROJA, POR DIOS, REACCIONA!
No podía ir en serio, ¿verdad?
No, no, no, no, no... Imposible.
Pero lo parecía, porque mientras estabas echada sobre tus codos (todavía recomponíendote del hecho de que te hubiera llevado a su cuarto; a su cama...) sus manos fueron directas al bajo de su camiseta de manga larga.
Como un truco de magia: visto y no visto. Ahora ya no llevaba camiseta alguna.
Tu mente no estaba en su mejor momento, quizás por eso la imagen de ese mismo torso desnudo lleno de tatuajes falsos volvió a tu recuerdo. Ese día en la fiesta, en el baño... Ahora volvías a observar su piel completamente al descubierto, y la verdad es que no era una visión lo que se dice... desagradable.
Sin embargo, volviste al mundo real gracias a otra pequeñita acción que sus manos llevaban a cabo en ese instante: los dedos del chico trabajaban esta vez sobre el botón de sus vaqueros anchos.
Dios, que sí, que sí, que va en serio...
Su dedo índice y meñique estaban decorados por anillos en los que ni te habías fijado, y las venas del dorso de su mano se marcaban tanto que tu atención no era capaz de centrarse en tu mayor problema: se estaba bajando la cremallera.
Tenías la pequeña esperanza de que parase, pero no lo hizo. Se bajó los pantalones de una vez, dejando sus bóxers negros a la vista. Gracias al color de la tela no podías distinguir realmente nada en esa zona que mirabas compulsivamente. Y mira que lo intentabas...
¡¿PERO QUÉ HACES?! ¡QUE LE ESTÁS MIRANDO EL PAQUETE!
Apartaste la mirada de inmediato, soltando de paso un gritito ahogado que te dio vergüenza hasta a ti. Como no podía ser de otra forma, escuchaste la risa socarrona de Jungkook. Al menos si se reía, eso significaba que no iba en serio, porque nadie se reiría en un momento así. Tú desde luego que no tenías ganas de reírte...
No, nada de la situación te divertía ni un poquito.
Tus ojos estaban clavados en un punto indeterminado de la colcha gris perla, pero viste por el rabillo del ojo cómo Jungkook se deshacía finalmente de los pantalones con un rápido movimiento de sus piernas. Y, seguidamente, viste como se subía a la cama.
Sus rodillas se clavaban en el colchón mientras avanzaba hacia ti... Joder, de verdad que estaba avanzando hacia ti.
Memueromemueromemuero.
Tus músculos se mostraron asombrosamente dóciles ante su acercamiento, porque el chico solo tuvo que pegarse lo suficiente a ti como para que tus manos soltasen la tela y te tumbases por completo en su cama.
Su cuerpo se alejaba del tuyo lo suficiente como para que no notases más que el leve roce de sus muslos en la cara exterior de los tuyos; aunque ese simple contacto empezó a hacerte sentir mareada.
Estaba soportando todo su peso para mantenerse alejado, y, aunque no parecía costarle nada hacerlo, los músculos de sus brazos se marcaban demasiado; desde sus hombros hasta sus muñecas, el surco de sus venas sobresalía en su piel... y esa fue una punzada que mandó directamente contra tu intimidad sin saberlo.
—En tu caso es mejor pequeñas dosis —ronroneó demasiado cerca de tu cara.
Ya estaba otra vez con ese tono que hacía temblar tus pobres rodillas.
—¿P-pequeñas dosis de qué? —musitaste. Habías empezado a respirar demasiado rápido, porque tu pecho subía y bajaba a un ritmo constante y acelerado. Por lo menos todavía seguías manteniendo (a duras penas) la capacidad del habla.
—Tengo que ir poco a poco si no quiero asustarte —confesó, clavando sus ojos negros en cada trozito de tu rostro.
No le entendías para nada, ¿no estabais discutiendo hasta hace menos de dos minutos? Tu expresión debió reflejar lo perdida que te sentías, porque Jungkook sonrió con ternura —como si fueras un cachorrito... o una niñata inocentona— antes de explicarse.
—Hay chicas que disfrutan de las cosas bruscas... a otras les va lo suave; a otras: mitad y mitad —susurró calmado, lo que consiguió hacer que tu pulso se estabilizase un poco; solo un poco—. Tú todavía no sabes lo que te gusta, así que tengo que ir poco a poco, con cuidado. Porque si no, te aburrirás de mí, o, lo que es peor: te asustaré.
—¿Cómo sabes tanto de esto? —indagaste curiosa.
Ya le empezabas a conocer bien (por suerte o por desgracia), por eso supiste que no iba a contestar. No te importaba que no lo hiciese, entendías que, por algún motivo, Jungkook quería guardar su vida solo para él, y lo respetabas... por mucho interés que despertase esa parte que no conocías.
—Solamente... no te asustes —susurró, arrastrando cada sílaba a medida que su boca bajaba a la tuya.
Tu pulso volvió a traicionarte, estallando en mil pedazos cuando sentiste el calor de la boca de Jungkook sobre la tuya.
Su aliento era cálido y húmedo, lo notabas gracias a su jadeo... a la manera en que sus labios mojados empezaban a moverse —todavía abiertos— contra los tuyos. No parecía tener intención de besarte, porque solo te dejaba notar sus tiernos labios mojados resbalando por tu boca.
Empezabas a sentirte ansiosa; la impaciencia amenazaba con hacerte perder el control de tus actos. Querías que bajase del todo de una vez, pero sus constantes burlas conseguían encenderte hasta el punto de no entenderte a ti misma.
Ese jugueteo que atacaba tu raciocinio iba a acabar con toda tu cordura algún día.
Y, de repente, Jungkook dejó de jugar.
Gemiste de forma ahogada contra su boca cuando sus dientes mordieron tu labio inferior, causando un acto reflejo de lo más inoportuno: casi de inmediato, tus rodillas se separaron, como invitando a que el cuerpo del chico pudiera colarse entre ellas.
Sonriendo, aún con tu labio entre sus dientes, volvió a usar una voz demasiado atrayente mientras lo dejaba ir poco a poco.
—Acabo de pulsar el botón que abre las puertas, ¿eh?
Sentiste que te morías de vergüenza, ¿por qué habías hecho una cosa tan patética como esa?
Cerraste las piernas de inmediato y empujaste sus hombros en un intento por volver a tener algo de dignidad, pero Jungkook posó sus palmas abiertas sobre tus rodillas, evitando que las volvieras a juntar.
—Ahora no vale que hagas eso... —anunció, acoplándose al hueco que le dejabas... Al hueco que le dejabas entre tus piernas, con su cuerpo; con su cuerpo solo equipado con unos bóxers. Lo que quería decir que, si tus cálculos no fallaban, solo había tres capas de ropa entre tu intimidad y la suya—. ¿Qué más no te asustaría? —inquirió; otra vez ese tono juguetón (y a la vez grave) en su voz.
¿Acaso todo eso era un juego para él? ¿Tan fácil le resultaba hacer o deshacer a sus anchas?
No conseguías terminar de indignarte porque provocase lo que quisiera con tu cuerpo; no si todo cuanto hacía se sentía tan bien. No si te llevaba al mismísimo paraíso con sus acciones.
Un siseo excitado dejó tus labios abiertos cuando los fríos dedos del chico se colaron bajo tu camiseta y se apostaron sobre su sujetador.
Lo que más te gustaba de aquello no era que te tocase las tetas, porque por culpa de la gruesa tela del sujetador ni lo sentías, lo que te había encantado era, sin duda alguna, que hubiera tenido que apoyarse en los codos para llegar a alcanzar tus pechos; lo que debaja su boca casi pegada a la tuya y todo su cuerpo en contacto directo sobre ti.
Se movió un poco, solo unos centímetros, en realidad, para ponerse más cómodamente encima tuya, pero valió de sobra para que emitieses un gemido más parecido a un lamento que a otra cosa.
—Segunda base —recitó el moreno, formando en sus rojizos labios una sonrisa ladeada que te dió escalofríos.
Un impulso más fuerte que el de ese cosquilleo por tu espalda te obligó a hacer algo nuevo: agarraste sus muñecas, mordiéndote los labios y, en un segundo, deslizaste sus manos bajo tu sujetador, para dejar sus palmas abiertas en contacto directo sobre tus pechos.
Si hasta a ti te había sorprendido esa pequeña acción, era perfectamente normal que los párpados de Jungkook se hubieran abierto tanto al entender lo que acababas de hacer. Él siempre llevaba la batuta, y no pensabas quejarte de que así fuera, pero había fugaces momentos en los que la lucidez fulguraba en tu cerebro y entendías lo que te apetecía. Pues bien, esa fue la primera vez que lograste realizar lo que tu cuerpo te pedía.
—Si es lo que quieres... por mí encantado —murmuró el chico, volviendo poco a poco a recuperarse de la impresión.
Sus dedos se extendieron, agarrando entre ellos la totalidad de tus pechos, y gemiste de nuevo. No había resquicio alguno de lamento en ese gemido, solo placer.
Quizás precisamente porque parecías disfrutarlo, el agarre de Jungkook se centró en un puntito en particular... o en dos, mejor dicho. Sus dedos se dirigieron a tus pezones, los cuales retorció con suavidad mientras se mordía los labios.
Te gustó, no ibas a negarlo. Pero intuías de qué manera todo eso podía sentirse mejor, ser todavía más perfecto... Por ese motivo, apartaste las manos de sus muñecas y las subiste a su cuello.
Te encontraste los músculos de su cuello tan tensados que incluso te sorprendió, pero no te dejaste llevar por nada que no fuera invitarle a bajar. Sin embargo, el chico no se movió. Internamente temías que no siguiera con lo que le pedías, pero tenías tantas ganas de sentir su boca que no te importó lo más mínimo; empezaste a subir por tu cuenta, tensando el estómago para alzarte lo suficiente.
Sorprendentemente, al ver que te dirigías a él, el moreno dejó de resistirse. No te llamó viciosa o se burló de la desesperación que mostrabas en ese momento; se dedicó a seguir tu silenciosa petición lentamente, dejando que su boca volviera a acercarse a la tuya.
Siempre que el chico se te acercaba, te forzabas como en tu vida por no cerrar los ojos porque te daba vergüenza que volviera a burlarse de esa vez que los cerraste al creer que te iba a besar cuando, en realidad, solo quería coger su portátil. Pero esa vez no querías forzarte a nada... solo dejarte llevar. Por eso, cuando sus labios estaban lo suficientemente cerca de los tuyos como para volver a hacerte sentir lo jugosos que eran y lo calientes y mojados que estaban, dejaste que tus párpados se cerraran.
Y lo último que sentiste antes de comprender que Jungkook no pensaba besarte en ese momento fueron sus manos abandonando tus pechos.
—¡¿Estás de coña?! —cuestionaste, incorporándote en la cama al momento que se sentaba a los pies de esta.
—Te estás quedando en mi casa totalmente gratis, encima no querrás que te haga disfrutar así por las buenas, ¿no?
Será...
Esas palabras te habían horrorizado. Estabas en medio de una lucha por recuperarte de la confusión y la frustración que ese chico te provocaba, pero él reaccionó muchísimo antes que tú.
—Fuera de la cama, que quiero dormir.
—Y una mierda —escupiste; ya te habías recuperado, por lo visto.
—¿Cómo que una mierda? —cuestionó, dándose la vuelta para observarte—. Te vas al sofá y punto.
—No me da la puta gana. Yo me quedo aquí —anunciaste, echando la espalda sobre el colchón y cruzándote de brazos.
Ese calientabragas había jugado lo suficiente contigo, no pensabas quedarte otra vez a medias y, encima, darle el gusto de hacer lo que pedía. Eso se había acabado ya.
—Mira, estoy cansado de discutir contigo, así que o te vas por las buenas o por las malas.
—Que sean las malas —murmuraste, decidida a luchar.
—Bien, pues que lo sean.
Tan rápido como esas palabras habían dejado sus labios (joder, y qué labios), Jungkook se abalanzó sobre ti con una intención muy distinta a la de antes, porque te cogió por detrás de las rodillas y de la espalda con intención de levantarte a la fuerza de su colchón. No ibas a permitirlo.
Antes de lo que se hubiera esperado, te zafaste de su agarre y llevaste tu cuerpo hacia abajo, tensando las rodillas para deslizarte hacia los pies de la cama, pero sin abandonar el colchón. Jungkook tenía buenos reflejos, lo admitías, porque cuando ya casi te habías deshecho de sus manos, una de ellas agarró tu rodilla, inmovilizándola. "Buena técnica", pensaste, pero tú también tenías tus truquitos...
Dejando que tu pierna izquierda, que todavía estaba libre, se situase entre las de Jungkook, le hiciste caer aparatosamente sobre la cama. Solo un movimiento más y le someterías completamente. El problema es que Jungkook debió pensar lo mismo, porque ambos tratasteis de agarrar al contrario a la vez, exactamente de la misma forma...
Vuestras ganas de librar una batalla campal desaparecieron cuando os mirasteis en la penumbra de la habitación, con un entendimiento extraño que os invitó a separaros el uno del otro y quedaros sentados con las piernas bajo el trasero.
No te diste cuenta del esfuerzo que os había supuesto esa guerra hasta que escuchaste vuestros jadeos mientras os mirabais.
—¿Judo? —Jungkook fue el primero en preguntar, y asentiste de inmediato ante su atenta mirada.
—¿Cinturón?
—Negro —anunció, recuperando su gesto de superioridad—. ¿Y tú?
—Marrón... —mascullaste, cabreada por no haber hecho el examen para subir de Dan cuando tuviste la oportunidad.
Sin embargo, a pesar de estar un cinturón por debajo de ese cajero idiota, parecía como si te mirase con renovado respeto; el mismo con el que tú le mirabas, en realidad.
—Eres una tía muy extraña, ¿lo sabes? —exhaló, todavía jadeante.
—No soy extraña, en todo caso tú eres el raro aquí.
—Seré raro, pero te pongo cachonda.
—Pues... sí —admitiste sin darle importancia.
Para ti eso era más que evidente, no es como si pudieras esconderlo a esas alturas, pero para Jungkook, esa simple respuesta pareció sorprenderle tanto como si hubieras admitido ser un oso disfrazado de humano.
—¿Quieres follar conmigo? —preguntó una vez recuperado. No parecía ser ningún ataque, ni siquiera una proposición; solo eso: una dudita inocente...
—No lo sé, pero me gusta lo que me haces y eso... —Habías pecado de ser demasiado sincera, porque Jungkook parecía paladear con satisfacción esa pequeñísima confesión.
—Pues claro que te gusta.
—No te lo tengas tan creído. No es como si fueras un Dios ni nada de eso, es que yo no he tenido nunca la oportunidad de hacer nada así con nadie; normal que me guste si no sé si hay algo mejor por ahí.
—Ya te digo yo que no hay nada mejor —contestó convencido.
—Bueno, no es que pueda comparar con nadie. Ningún chico se había interesado en mí antes de que tú aparecieras.
—Ey, ey, ey, frena el carro —te cortó, frunciendo el ceño—. Yo no me he fijado en ti, ¿vale? Ya te lo dije...
—Ya lo sé; era solo una forma de hablar —murmuraste, poniendo los ojos en blanco—. Es que... tú eres el primer chico que se me acerca tanto y... me gusta cómo me haces sentir. —Te lo pensaste durante lo que parecieron eones, pero sabías que, si no querías morir de simple y llana frustración, debías soltarlo—. Quiero más.
Ahora, el encargado de estar pensando lo suficiente como para dar con los cálculos exactos que probaban la existencia de un creador todopoderoso, era Jungkook. Sin embargo, cuando el chico consiguió hablar otra vez, lo hizo con un tono mucho más tranquilo y mucho menos lastimero que el que habías empleado tú.
—¿Qué quieres de mí? Dilo claro.
—A ver... y-yo me siento cómoda contigo —empezaste a explicar—, digo cosas que normalmente no diría bajo ningún concepto. Contigo... la verdad es que me siento mejor que con nadie que haya conocido. —El gesto de Jungkook se torció por completo al escucharte; tal y como ese día que te soltó lo de que no tenía interés por ti, parecía como si le doliese oír ese tipo de cosas, así que te apresuraste en explicarte—. No pienses que hablo de algo romántico, porque no es así. Simplemente tienes algo que me hace no preocuparme, ¿entiendes?
—No sé si lo entiendo...
—Joder, Jungkook —resoplaste—. Mira, no soy tonta, ¿vale? Te vi liándote con la dueña del restaurante y he unido los puntos. Es bastante fácil hacerlo cuando tú mismo me pediste ayuda para estudiar y me diste ese besito de mierda —Jungkook estaba a punto de protestar, seguro que por lo que habías dicho del beso, y como querías soltarlo todo lo antes posible, le cortaste antes de que pudiera quejarse—. Sé que haces esa clase de cosas para ganarte a las tías y sacarles lo que quieres, ¿vale? Conmigo no tienes que fingir. Tampoco necesito una explicación a porqué haces eso...
El moreno ya no te mantenía la mirada con soberbia, satisfacción, chulería... ni nada que conocieses en él, en realidad. Parecía incómodo y... avergonzado, de una manera peculiar.
—¿Qué quieres de mí? —volvió a preguntar, mucho más serio que antes.
—Placer —respondiste resuelta—, a cambio de algo que tú necesites; ya sé que funcionas así...
—Pues si tan bien me conoces, ya sabrás lo que necesito de ti.
—Lo sé —admitiste en un suspiro.
—¿Me suena a que tenemos trato?
—Supongo que sí —dijiste con una pequeña sonrisa tímida.
—Genial... Ahora ya sabes lo que toca, ¿no? —susurró, levantándose de la cama y dedicándote una mirada que volvió a dejarte el cuerpo en llamas—. A dormir al sofá, chica cebolleta.
---
Here I am again!
¿Qué tal estáis, mis amores? Espero que hayáis tenido una buena semana desde que nos vimos la última vez; otro juevecillo más me paso para daros la racioncita de Erase Me, esta vez, de 6700 palabras... ¿Me he pasado un poco? Pues maybe D:
Bueno, voy al turrón: ¿os ha impactado ese acercamiento de Jk cuando estaba Inita con Nam? ¿Os ha impactado más todavía el acercamiento de después? ¿O ya no os impacta nada en el mundo? XD Supongo que esperabais que el cajero le parase un poco los pies a Ina, llegados al punto en el que estaban... pero, ¿os esperabais que hablasen del tema en cuestión que les concierne?
Las cosas están un poquitín más claras entre Inita y Jk tras esa pequeña conversación final, así que, ¿qué creéis que pasará ahora entre estos dos?
Espero que estéis disfrutando Erase Me y espero que os haya gustado mucho el capi, mis amores; nos vemos ASAP!
Py all <3
---
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro