Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

//11//

Dudabas para tus adentros haber sido tan imbécil como para acabar aceptando ir a la fiesta. Pero si tus ojos no te engañaban, sí, no había duda: estabas ahí, a las puertas de lo que parecía ser el mismísimo infierno. La gente disfrazada de demonio también daba fuerza a tu dramática interpretación de lo que era, a simple vista, una casa normal y corriente de estudiantes.

Taehyung no había mencionado ninguna casa... solo los edificios que servían como residencia a la gente del campus, pero preguntarle algo ahora era un poquitín difícil...

Creías que Halloween era una de esas oportunidades que las chicas, sobre todo, aprovechaban para poder vestir de forma más "reveladora" sin que nadie las juzgase. Nunca habías asistido a una de esas fiestas, pero pensabas que, de hacerlo algún día, ibas a ir disfrazada de algo genial como una vampiresa, una doctora zombie (sí, doctora, nada de enfermera, que está muy visto), de bruja, de momia... ¡De algo con lo que pudieras lucirte mínimamente!

Pero ibas con Tae, claro... Y a Tae le habían ilusionado hasta tal punto los putos disfraces a juego que llevabais que no habías podido negarte.

Por ese motivo, ahora ibas dentro de una bola gigante y amarilla hecha de gomaespuma.

El. Puto. Pac-man. Ese era el primer disfraz que usabas en tu vida para ir a una fiesta.

Desgraciada de la cuna a la tumba.

Por si no fuera lo bastante patético o ridículo, Tae iba vestido de fantasmita azul.

Disfraces a juego... yayyyy.

Te sentías ofendida en tu fuero interno por todo lo que tu mera existencia representaba. Pero por lo menos, Tae tenía razón: nadie iba a reconoceros con esos disfraces. Además, no ibas a pasar frío en absoluto, la gomaespuma te resguardaba del aire otoñal como lo haría un iglú de las nevadas en Alaska.

Entraste a la casa con esfuerzo, y no porque te arrepintieras a cada paso que dabas al interior (que también), sino porque, literalmente, te costó un trabajo titánico pasar por la estrecha entrada con tu enorme disfraz.

—Deberíamos haber entrado por la puerta del jardín, es más grande —comentó Tae, viendo cómo te recuperabas (con las manos posadas en las rodillas) de tu traqueteo por abrirte camino.

No pudiste evitar darle un golpe en el brazo con tu enorme guante blanco de peluche. Porque sí, encima, el disfraz era completito: medias, mangas y guantes incluidos. Al menos podrías haber ido de Miss Pac-man.

Viste, a través de la rendija cubierta con tela de rejilla en la boca del muñeco, como Tae se rascaba la zona del impacto, y no te hizo falta escucharle para saber que el muy idiota se reía de ti.

Vaya amigo me ha ido a tocar.

Intentaste centrarte en que estabas en una fiesta, una especialmente animada. Tu vergüenza solo duró unos minutos más, porque, aunque estuvieras haciendo el ridículo, no se sabía realmente quién lo hacía, ya que Tae no se molestaba en presentarse ante nadie; solo se dedicaba a ir caminando (y bailoteando) por la sala como si le perteneciera.

La verdad es que admirabas la confianza que el chico desprendía a pesar de ser un puto fantasma azul.

Gracias a las dimensiones de tu traje, dependías de Tae para moverte, así que el chico te condujo con cuidado por el salón, apartando a la gente sin reparo alguno.

Empezaste a sentirte hasta cómoda; los allí reunidos, extrañamente, os felicitaban todo el rato a Tae y a ti por los disfraces. Les parecían "originales". Una bonita forma de decir raros, vaya. El caso es que, siendo sincera, te daba bastante igual. Pese a que llevabas poco más de diez minutos en el interior de esa casa, ya te habías reído unas cinco veces. La más reciente de ellas fue cuando Tae se quedó enganchado al pomo de la puerta que daba al garaje y se cayó de culo contra el parqué.

El ambiente que se respiraba ahí dentro era despreocupado y jovial, propio de una fiesta de semi adultos que tienen todos los años del mundo para emborracharse, ser irresponsables y cometer errores. Lo reconocías perfectamente, porque así te sentiste en... esa otra fiesta.

Ahora, por el contrario, sabías que emborracharse, ser irresponsable y cometer errores, podía salirte muy caro.

—¡La música está bien! —gritó Taehyung para hacerse oír por encima del bullicio. Asentiste sonriente, pero claro, tu cara era completamente invisible bajo el disfraz, así que alzaste el pulgar para darle a entender que compartías su opinión; cosa que, por algún motivo, hizo que el chico se riera a carcajadas.

Hasta tú te reíste, simplemente por ver la dificultad con la que Taehyung intentaba respirar bajo su disfraz a causa del ataque de risa.

Ahora entendías al chico. No había elegido esos disfraces porque fueran los más bonitos, los más guays o los más cómodos; los había elegido porque sabía que ibais a partiros de risa al llevarlos.

Mientras Tae seguía recuperándose con trabajo del ataque de risa que casi le había costado la vida, aprovechaste para echar un vistazo a tu alrededor. Como imaginabas, la gente iba disfrazada de cosas chulísimas y nada ridículas (no a tu nivel de ridiculez, al menos). Había un par de Pennywise, un unicornio, una novia cadáver, un bombero... Desde luego, lo que sabías a ciencia cierta es que solo había UN Pac-man.

Te empezabas a sentir internamente orgullosa por tu disfraz; la gente tenía razón: era el más original de la sala. Aunque cuando tus ojos viajaron por las personas reunidas en el pasillo que separaba el salón de las escaleras del segundo piso, y viste a un grupo en especial, tu ánimo, orgullo... y cualquier sentimiento positivo en general, desaparecieron momentáneamente de tu interior.

Jiwoo (cómo no) presidía el centro de ese círculo que formaba el grupito. Para variar, estaba espectacular. Tenía puesta una peluca que bien podría haber sido su pelo natural, porque el rubio le quedaba de cine. Llevaba unos pantalones minúsculos de lentejuelas, acompañados de unas medias de rejilla y unas botas de tacón. Arriba, vestía una camiseta blanca, rota y cortita y una chaqueta que acompañaba los colores de todo el conjunto.

Reconociste el disfraz al instante, lo extraño de todo eso es que ella fuera la única que lo llevaba; Harleen Quinzel, más conocida popularmente como Harley Quinn. La versión de la película, para ser más exactos.

De repente, tu Pac-man no te parecía tan genial.

—¡Por aquí! —te gritó Taehyung, agarrando tu mano enfundada en el guante para alejarte de la escena.

Seguramente se había dado cuenta de que encontrarte con Jiwoo te había desanimado un poco bastante, porque te llevó (con la dificultad de siempre) hacia una mesa sobre la que un abanico gigante de diferentes bebidas alcohólicas se repartía.

Gracias a que la "mesa del vicio" estaba situada en una esquina del salón, junto al aseo, se encontraba un poquito más despejada que el resto de la sala, lo que te permitía escuchar a Taehyung sin necesidad de que gritase hasta desgañitarse.

—¿Estás bien? —preguntó preocupado, intentando encontrar tu cara tras la rendija de la boca del muñeco. Volviste a levantar un pulgar, e, inmediatamente después, señalaste la mesa.

Esperabas que Taehyung hubiera pillado que lo que necesitabas ahora era simple y llanamente un traguito. Algo que te dejase un poco sedada y que no te hiciera pensar en nada negativo... Cuando viste al chico coger un vaso y echar hielo, ya creías que tu deseo iba a ser cumplido; al menos hasta que lo llenó por completo de refresco de naranja.

Desconocías qué problema tenía Tae con el alcohol, pero no pensabas tragarte el refresquito sin luchar, así que, cuando el chico te lo puso delante, te cruzaste de brazos para dar a entender que no querías nada sin graduación alcohólica de por medio.

—Quieres emborracharte, ¿no? —En respuesta, formaste una "x" con los brazos—. ¿Entonces?

—Solo quiero beber un poco...

—¿Qué?

—Que solo quiero...

—¡No te escucho, habla más alto!

—¡Que solo quiero...!

—¿Taehyung?

Sí, definitivamente ibas a necesitar alcohol esa noche.

Ni el bullicio, ni el aislamiento del traje, ni siquiera la explosión de una bomba atómica hubieran sido suficientes para evitar que reconocieses esa voz. Su tono meloso, un poco agudo, risueño... era música para tus oídos.

El idiota de Tae no contestaba. Quizás creía que si no decía nada, su amigo pensaría que no era él... Iluso.

—Solo a ti se te puede ocurrir esa gilipollez de disfraz —declaró Jimin.

Jimin.

El mismo al que te atreviste a mirar desde tu rendija. El mismo que llevaba una banda que dejaba su pelo gris plata hacia atrás, enmarcando más aún su mandíbula fina y sus rasgos perfectos. Iba disfrazado de samurai, por el amor de Dios... ¡De samurai! O algo por el estilo, porque no creías que los guerreros de esa época llevasen el kimono tan abierto a la altura del pecho y careciesen de armadura alguna.

—¿Gilipollez? —preguntó ofendido Taehyung—. Mira quién habla... ¿de qué vas tú?

—De samurai —Si es que lo sabía—, tengo una espada y todo —comentó orgulloso, enseñando como la réplica colgaba de su cinturón de tela ancho.

No podías vivir eso, eras incapaz de soportar la presencia de Jimin sin morirte por dentro. Te sentías mal por observarle, por ponerte nerviosa al hacerlo. Te sentías aún peor por quedarte mirando embobada su sonrisa, sus ojos, sus labios...

—¿A quién has convencido para que te acompañe disfrazado de esta manera? —preguntó Jimin de repente, observándote con la misma sonrisa encantadora de siempre.

Abriste la boca, pero nada salió de ella. No ibas a poder emitir palabra delante de él, eras consciente. Lo último que querías en el mundo era que te reconociese, porque no sabías de qué manera iba a reaccionar si sabía que eras tú... O lo que es peor: de qué manera iba a reaccionar Jiwoo si se enteraba de que habías hablado con su novio.

Por suerte, un fantasmita azul vino al rescate.

—Es una compañera de clase —contestó por ti.

¿Ha sonado tan falso como yo creo que ha sonado?

—¿Y tu compañera de clase no sabe hablar? —cuestionó el peligris con su sonrisa de medio lado, dirigiendo sus adorables ojos hacia ti.

Si buscabas tus bragas, seguramente estuvieran en ese momento de camino a tus tobillos; Jimin debía ser ilegal. Su sonrisa, su voz, lo jodidamente encantador que era; ¿por qué no había cambiado en este tiempo que pasaste sin verle? Mierda.

No lo habrías admitido; al menos, no hasta hace unos cinco minutos que había vuelto a aparecer de repente en tu vida, pero le echabas de menos. Habías pensado en él todos y cada uno de los días que habíais estado separados. Solo con volver a escucharle sentías el corazón feliz.

Un repentino arranque de valentía volvió a hacer que abrieras la boca, porque te morías de ganas por hablarle, por preguntarle cómo le iba todo... por decirle que no habías parado de pensar en él ni un segundo.

Pero no pudiste. No estabas preparada para eso, ni para las consecuencias que hacerlo traería...

—No se la escucha muy bien por culpa del disfraz y eso... —te excusó Tae. La voz le tembló, pero Jimin no pareció darse cuenta, porque seguía mirándote únicamente a ti.

—¿Te estás tomando tu papel de Pac-man en serio? ¿Por eso no quieres hablar? —preguntó sonriendo aún más.

—Jimin, para de una vez —le pidió Tae, poniéndose entre el chico y tú.

En cuanto la espalda de Tae se convirtió en lo único que podías ver, soltaste un suspiro de alivio gigantesco. Si hubieras seguido mirando a Jimin... no sabías qué habrías hecho. Te aterraba el solo imaginarlo.

Te empezaste a alejar hacia atrás a pasos cortos, y viste tu oportunidad de fuga cuando Tae convenció finalmente a Jimin de que se sirviera algo de beber.

Tu recorrido había sido corto y trabajoso. Solo habías avanzado unos pocos metros, lo suficiente como para que, si Tae o Jimin se daban la vuelta, no pudieran encontrar ninguna pelota amarilla en el horizonte.

Ahora que habías puesto tierra (otra vez) entre Jimin y tú, te diste cuenta de que tu corazón parecía estar al borde de un paro cardíaco. Menos mal que estabais en otoño y no hacía ni un poquito de calor, porque eso, unido a la tensión que habías vivido, te habría hecho sudar a mares dentro del disfraz. Hubiera sido bastante asqueroso, siendo sincera.

En esos momentos eras un Pac-man solitario que vagaba por la cocina sin ningún compañero fantasma. Seguramente, Taehyung se libraría de Jimin en cuanto pudiera e iría a buscarte; no le iba a costar mucho trabajo encontrarte, desde luego. Pero hasta entonces, suponías que no pasaba nada por dar una vuelta a solas por esa fiesta.

Sin alcohol o compañía, encontraste un poco de entretenimiento en observar los demás disfraces. Ya habías contado cinco enfermeras (que no doctoras), dos soldados, lo que parecía ser mimo y un par de caperucitas rojas. Lo curioso es que, la mayoría de las féminas (caperucitas, enfermeras, zombies y brujas) se agolpaban alrededor de algo.

Las risitas de las chicas y las miradas de pura envidia de los chicos te invitaron a husmear un poco. No es como si pudieras ser discreta vistiendo como lo hacías, así que ni lo intentaste. Simplemente te abriste paso por el centro de la cocina (sorteando la isla, que se te clavó a la altura de las costillas) para echar un vistazo. Y...

Madre de Dios bendito.

El Joker, el mismísimo Joker pero mejor. Joder, mil veces mejor de lo que lo hubieras visto jamás en películas o cómics.

Rodeado, literalmente, de chicas que lo miraban como si fuera un caramelito, con el pelo peinado hacia atrás; verde oscuro, por supuesto (por algún potingue que se iba al lavarlo), con la americana morada abierta, sin camiseta y con numerosos tatuajes de pega repartidos por su cuello y sus abdominales.

Seguro que si mirabas al suelo te encontrarías con una buena colección de bragas de todas y cada una de las presentes. Encima, el muy imbécil parecía encantado de la vida porque todas aquellas chicas le prestasen atención.

Puto cajero.

Solo de mirarlo, la cancioncita que más te gustó de la película se te pegó a la cabeza. ¿O estaba sonando de verdad?

Como se le ve el plumero al capullo.

Para tu desgracia, ser una bola gigante y amarilla solo traía problemas. No eras lo que se dice "fácil de ignorar", por lo que, al segundo que estudiabas la escena, los ojos de Jungkook se apartaron de sus admiradoras y se posaron en ti.

No es que te molestase, ya debía haberte mirado la fiesta entera. Lo que sí que te cabreó un poco fue el hecho de que el chico soltase una exhalación nasal segundos antes de empezar a reírse como un niño de tres añitos.

Gracias tu refugio, Jungkook no pudo ver la cara de mierda con que le observabas, aunque suponías que le hubiera importado poco... Lo bueno es que tampoco pudo ver el terror reflejado en tus ojos cuando posó el vaso del que bebía en la encimera y comenzó a caminar hacia ti, dejando al grupito de salidas detrás.

Lo que te faltaba: darle una razón de peso a Jungkook para que se riera de ti a sus anchas. Si descubría que la bola amarilla eras tú, te iba a torturar con el tema por y para siempre, así que la única opción viable era huir.

Aunque, como ya habías descubierto a la fuerza, moverse con un traje de gomaespuma más grande que tú era un poco complicado. Mientras luchabas con uñas y dientes por salir de la sala lo antes posible, el chico seguía avanzando sin dificultad; normal, las tías se apartaban de su trayectoria como si fuera un Moisés buenorro.

Lo mismo te abre el camino que te abre las piernas —pensaste, medio riendo. Pero no era momento de reír, era momento de escapar.

No te iba a dar tiempo de abandonar la cocina antes de que Jungkook te alcanzase, era imposible. Cada vez estaba más cerca, cada vez veías su sonrisa complacida con más nitidez. Tu misión había fallado y, ahora, todos en el restaurante sabrían que te disfrazabas de Pac-man en tus ratos libres.

Sin embargo, mientras rezabas por algo que te salvase del cajero, sorprendentemente, el destino te sonrió por primera vez en la vida, provocando que alguien se chocase con Jungkook y apartando su atención de ti.

—Ay, qué torpe, lo siento —se excusó una chica; aunque no cualquier chica, claro—. ¡Anda, pero si vamos a juego!

Jiwoo, claaaaaaaaaaro.

¿Debería sorprenderte? Porque la verdad es que no lo hacía para nada. Esa era una de las estrategias de tu antigua amiga: fingir que se tropieza con un chico para llamar su atención. Y teniendo en cuenta el interés que Jungkook despertaba, no te extrañaba ni un poquito que la chica hubiera decidido que era una buena idea hacer algo así para que se fijase en ella.

Como si le hiciera falta algo para llamar más la atención...

Incluso dudabas que Jiwoo tuviera ningún tipo de curiosidad por Jungkook, pero la popularidad del chico debía estar llamándola como la luz a las polillas.

Lo bueno es que, al final, Jungkook había dejado de acercarse hacia ti. Ahora charlaba con tu ex amiga, la miraba solo a ella, le sonreía solo a ella. Ya no tenías ni que molestarte en intentar irte deprisa, porque sabías de sobra que la atención del chico no volvería a centrarse en nada más durante el resto de la noche... o del año.

Tu siguiente movimiento estaba claro: debías volver con Tae.

Seguramente el chico ya se habría deshecho de Jimin, lo que significaba que, por fin, ibas a poder disfrutar un poco de la fiesta junto a tu amigo. Volverías a reírte hasta llorar si estabas con él, y dejarías de pensar cosas deprimentes como las que rondaban tu cabeza en esos instantes.

No debería ser muy difícil encontrarle.

En circunstancias normales no, habría sido tan fácil como robarle un caramelo a un niño. Pero habían tantas cosas en tu contra que empezaste a sentirte un pelín frustrada.

Para empezar, la gente de la fiesta, a esas alturas, estaba un poco perjudicada, lo que se materializaba en empujones, bailes que no se cortaban por más que intentabas pasar por sus narices, gritos por todas partes y más empujones. Eso era problemático, lo reconocías, pero no era ni de lejos lo peor. Hacía rato que habías empezado a notar una pequeñísima presión en la tripa; tu vejiga no entendía que, en esos momentos, la simple idea de mear te daba escalofríos. Porque no era tan fácil como bajarte los pantalones y hacerlo. Encerrada en ese traje, mear era igual de difícil que conducir un cohete propulsado.

La idea de desistir e irte a casa empezó a rondar tu mente. Pero si te ibas, lo mínimo era avisar a Taehyung, y si no le encontrabas por más que dabas vueltas por la casa, lo más sensato sería hacerle una llamada... Lo que te llevaba a otro de los grandes problemas de tu existencia desde que te convertiste en Pac-man: tu móvil estaba en un bolsito DENTRO del disfraz. No podías hacerte con él sin más, porque los guantes no te cabían por el hueco (ya lo habías intentado). Y, al estar cosidos directamente a la manga negra, la única opción era quitárselos para meter las manos dentro de tu bolita. ¿Había algo peor que todo esto? Pues sí: debajo del disfraz estabas en bolas...

A ver, teóricamente no era "en bolas", pero sí que estabas en ropa interior, así que si te quitabas las mangas, cualquiera que mirase podría ver tu bonito sujetador de encaje negro... y ya puestos, también tus peras.

Recapitulemos: necesito quitarme esto, necesito mear, necesito llamar a Tae... Fácil, Ina: el baño.

El aseo que habías visto antes en la planta baja quedaba descartado, porque no querías ni cruzarte con Jimin, y ese había sido el último punto en que lo viste, así que...

—L-las... escaleras —musitaste aterrada.

Una interminable montaña de escalones empinados, llena de gente, que tendrías que subir enfundada en ese disfraz.

Se hizo eterno.

Cada escalón era un reto. Cada persona que sorteabas como una prueba del torneo de los tres magos. Pero, al final, con determinación, dedicación y esfuerzo, llegaste a la cima.

Vista desde arriba, la escalera parecía ridículamente fácil de subir, pero tú sabías la hazaña que había supuesto escalar tu Everest personal.

Tuviste que preguntar a un par de personas dónde estaba el baño. Todos estaban tan borrachos que casi no podías entenderles, pero gracias a un perezoso gesto de la mano de uno de ellos, encontraste al fin lo que iba a ser tu salvación.

Lo fue, al menos, hasta que te quedaste atrapada en la puerta y tuviste que gritar auxilio para que alguien te empujase desde atrás y pudieras entrar a mear de una santa vez.

Tu lucha no había acabado aún, lo comprendiste al mirarte al espejo y ver el maldito disfraz. Tuviste que forcejear con las mangas, con los zapatos y con la maldita gomaespuma (incluso mordisqueaste uno de los guantes porque no salía), pero, tras respirar otra vez oxígeno puro, te bajaste las bragas y lo hiciste.

Nunca antes una simple meada había costado tanto esfuerzo.

Te tomaste tu tiempo para desahogarse tranquilamente, y, una vez equipada de nuevo con tus braguitas, tiraste de la cisterna y fuiste a lavarte las manos antes de llamar a Tae.

Habías cometido un error crucial al entrar ahí. Era comprensible saber por qué no habías podido echar el cerrojo: los guantes enormes no te habrían dejado y, además, estabas que reventabas. Pero ese pequeño descuido provocó que la puerta se abriera al momento que terminabas de secarte las manos.

Podría haber sido un borracho que necesitaba vaciar su vejiga tan desesperadamente como tú hacía unos minutos, pero el chico que entraba en ese momento en la estancia no parecía estar borracho. Tampoco te daba la sensación de que hubiera entrado ahí porque se estuviera meando, porque su mirada se dirigió directamente a ti, como si supiera que ibas a estar dentro... Como si hubiera entrado precisamente porque lo sabía.

—Debería haber apostado dinero a que tú eras la puta bola amarilla —comentó sonriente, cerrando la puerta a su espalda. Y por si no te sentías lo suficientemente acorralada, viste como sus dedos echaban el cerrojo sin mirarlo siquiera—. ¿Por qué ese disfraz? En serio, ¿no había nada mejor en la tienda?

—M-mira quien habla —te defendiste por instinto, retrocediendo sin querer hasta darte con el borde de la bañera tras las rodillas—, por lo menos mi disfraz es original, el tuyo es una mierda.

—¿No te gusta el Joker, chica cebolleta? —cuestionó, avanzando a pasos cortos hacia ti, con las manos guardadas en los bolsillos de la americana morada.

—Me gusta —desmentiste—, pero no hace desaparecer el hecho de que tú eres el que lleva el disfraz, así que, por consiguiente: es una mierda.

—Uhhh, duras declaraciones —susurró más sonriente aún—. La verdad es que a mí Pac-man me da un poco igual... pero hubiera sido muuuuuucho más interesante saber que no llevabas nada debajo del disfraz desde un principio...

Mierda.

Agachaste la cabeza de inmediato, comprobando así que el chico tenía razón. ¿Podrías haberte puesto una camisetita al menos? Hubiera sido una idea genial. Unos shorts... ALGO a parte del conjunto de encaje.

—No sé qué me gusta más, si las medias o los ligeros para sujetarlas. ¿Te sabes mis fetiches, chica cebolleta?

—N-no me... llames así —exhalaste, roja y avergonzada.

Tu aspecto en ese instante contribuía en gran medida a hacerte sentir minúscula a su lado. ¿Serviría de algo que intentases tapar algo de piel? Al menos, si no podías tapar tu escote, podrías esconder la tripa; más que nada para que el chico no pudiese ver la chichilla perenne de tu estómago.

No te dio tiempo de taparte antes de que Jungkook diera un repaso completo a tu anatomía. Sentías sus ojos bajando por tu piel, parándose por pocos segundos en algunos puntos en particular como tus pechos, tu cintura, tu... chichilla. Mierda.

—Ina, dime: ¿te sabes mis fetiches? —preguntó con la misma voz ronca que empleó esa vez que te besó a traición.

—Déjame en paz, degenerado —te quejaste con voz temblorosa.

La verdad es que era un poco irónico que le llamaras degenerado a él cuando tu vista no se apartaba de su cuerpo; más concretamente de la ausencia de camiseta... de los tatuajes de mentira repartidos por su pecho y estómago.

La carcajada aguda de Jungkook te sacó un poco de tu compulsivo estudio por su cuerpo, así que subiste la mirada para clavarla en sus ojos. Mala elección, desde luego, porque al ver su sonrisa radiante, su pelo repeinado hacia atrás (dejando ver un rapado a ambos lados de su cabeza), sus párpados encogidos por la risa... empezaste a temblar, otra vez.

—¿Que yo te deje en paz a ti? —cuestionó sin perder la sonrisa—. Eres tú la que me mira como si fuera un pastel.

—No me gusta el pastel.

—Alguno te gustará.

—Que no.

—¿Un tiramisú entonces? —preguntó, acercándose un poco más a ti.

—Tampoco... —musitaste—. M-me gustan los croissants —admitiste, completamente ida.

—Vale, pues eso; captas el concepto, ¿no?

—No —mentiste con la boca pequeña.

—Sonaría más sincero si dejaras de mirarme de una vez.

No podías.

Sabías que tenías que hacerlo, pero no podías apartar la mirada del chico.

Pensándolo bien... ¿por qué ibas a tener que hacerlo? ¿Por qué ibas a dejar de mirarle? No le hacías daño a nadie alegrándote un poco la vista, ¿no?

Joder, es que está muy bueno...

—¿Quieres tocar? —preguntó de repente, provocando que tragases con fuerza y alzases la vista. ¿Cuándo se había acercado tanto?

—¿E-el qué? —te atreviste a decir en un susurro tembloroso.

Jungkook no contestó, pero se acercó más. Estabas completamente acorralada contra la bañera, no tenías escapatoria posible. A lo mejor sí que había una opción; era tan fácil como decirle que parase, vestirte e irte de ahí. ¿Querías que parase con ese extraño momento?

Sin darte mucho tiempo para meditarlo, el chico agarró tu mano y la posó directamente contra su pecho.

Impresionante.

Ese calificativo pasó por tu mente, no solo por la dureza que palpabas con la yema de los dedos, si no porque, a pesar de ir sin camiseta y estar a finales de octubre, su piel estaba calentita. Era tremendamente agradable tocarle. Tu cuerpo te hizo saber que ese contacto le había gustado, porque el cosquilleo de la otra vez... el que te había perseguido la última semana y media, volvió a ti como una ola, impactando directamente contra tu espalda.

Jungkook volvió a agarrar tu mano con la suya. Ni entonces pudiste apartarla, al contrario, se sentía todavía mejor así: con la cálida piel de su palma sobre el dorso de tu mano. Le miraste boquiabierta, parpadeando como si vieras la luz por primera vez en tu vida, y el chico, que ya no sonreía en absoluto, murmuró algo que te costó a horrores escuchar:

—Baja... si quieres.

No sabías muy bien el motivo por el que le hiciste caso, pero tu mano fue rozando suavemente la piel de sus pectorales, bajando de a poco. Disfrutando de cada pequeño trozo de su cuerpo a medida que te adentrabas en su vientre.

Su estómago resultó ser tan firme como lo parecía, y los bultitos que formaban sus abdominales aparecieron con más definición cuando el chico siseó y soltó el aire de una vez.

—P-perdón, ¿tengo la mano muy fría? —cuestionaste, observándole preocupada.

Tu piel había vuelto a erizarse sin tu permiso, y solo te diste cuenta porque Jungkook rozó suavemente tu brazo de arriba abajo antes de contestar.

—Un poco, pero no me molesta —admitió el chico, volviendo a sonreír levemente.

—Si quieres puedo quitarla —ofreciste, sin querer hacerlo realmente.

Jungkook dio una leve negación con la cabeza y, finalmente, se adelantó el escaso paso que le separaba de ti. Ya no es que notases su cuerpo contra tu mano, es que la calidez que irradiaba se dejaba sentir casi pegada a tu propia piel.

—¿Alguna vez has tocado a un tío de esta manera?

Puta voz ronca, ¿es que no va a parar de hablar así?

Tu mente intentó centrarse en la pregunta, en lo que esta conllevaba. Por algún motivo, habías descubierto que eras brutalmente honesta con Jungkook. No sentías que tuvieras que mentir, aparentar o pensar nada al hablar con él. Por eso, una vez más, soltaste lo primero que se formó en tu cabeza:

—No... nunca. N-no de esta forma, por lo menos.

—Entonces iré despacio contigo —susurró, agarrando tu mano para colocarla tras su cuello.

Todo tu antebrazo rodeó la parte superior de la espalda de Jungkook, e, inconscientemente, tus ojos fueron directos a sus labios. Parecía una buena postura para que te besase. Pero no para que te diese otro piquito, al menos no esa vez... Esa vez, querías que fuera más allá. Que te devorase como hizo con la dueña del restaurante, que sus labios se amoldasen a tu boca y la mordiese, la chupase. Joder, querías sentirlo todo.

Como si el chico pudiera leerte la mente, fue agachando la cabeza poco a poco, relamiéndose los labios en el proceso. Solo ver su lengua asomando por la comisura de sus labios te había llevado a la locura. Los cosquilleos de antes, a estas alturas, se habían convertido en un terremoto que sacudía cada terminación nerviosa de tu cuerpo.

Empezaste a jadear inconscientemente, y te alzaste con los pies para llegar antes a su boca. Pero, en un movimiento que no esperabas en absoluto, Jungkook te hizo girar y apoyó tu espalda contra los fríos azulejos de la pared.

Un sonido a medio camino entre un siseo y una queja aguda dejó tu garganta y salió por tus labios húmedos y entreabiertos. Hubieras jurado que ese pequeño sonido le había gustado, porque una sonrisa de pura satisfacción se formó en su boca antes de acercarse más.

Jungkook estaba tan deliciosamente cerca que podías notar su aliento impactando contra tus labios. Estabas deseándolo, ardías por dentro y por fuera a la espera de que, finalmente, pegase sus labios contra los tuyos. Sin embargo, los planes del chico se alejaban bastante de ese punto, porque al momento que abriste más la boca para recibirle, su cabeza cambió la trayectoria y se hundió directamente contra tu cuello.

Otro casto besito impactó contra tu piel. Esa vez, en cambio (quizás porque no te pilló de sorpresa o porque estabas muchísimo más excitada), ese pequeño beso te hizo ver las estrellas.

Cerraste los ojos instintivamente para poder disfrutar más de la sensación. Jungkook quiso darte la satisfacción de repetir el contacto, besando esta vez un poco más abajo, y te mordiste los labios, completamente centrada en sentir los escalofríos que te provocaba al besar un punto que ni sabías que era tan sensible.

—¿Te gusta? —preguntó contra tu piel. Asentiste lo más rápido que te permitieron los músculos, y el chico soltó una risilla condescendiente—. Lo preguntaba por cortesía, ya noto que te gusta... Aquí —susurró, subiendo su mano para acariciar la piel en medio de tus pechos, que estaba tan erizada como el resto de tu cuerpo. Lo malo de esa acción es que no se paró ahí, siguió bajando su índice por en medio de tus costillas, por encima de tu ombligo...—. Tienes la piel de gallina —murmuró satisfecho, lanzándote una mirada prepotente que te hizo temblar con más insistencia.

—Vuelve a... Haz eso otra vez —pediste con tono débil.

No sabías ni lo que habías dicho. Había salido de tu interior, pero sentías como si no hubieras hablado conscientemente. Jungkook ensanchó aún más la ladina sonrisa que te dirigía y lo repitió, tal y como le habías pedido que hiciera.

Estabas en una puta nube.

Su índice volvió a repetir el recorrido, y los escalofríos superaron la barrera del placer, ahora eran tan intensos que hasta te dolían un poco, de una manera rara... Sin embargo, mucho antes de que fueran lo suficientemente fuertes como para resultar desagradables, el chico se encargó de hacer algo más. Algo nuevo, que, siendo sincera, acababa de provocar una punzada directamente en tu intimidad.

No había sido más que un inocente agarre (aunque dudabas que algo de lo que te hacía fuera inocente). La mano que no recorría tu piel se enganchó al hueso de tu cadera y... apretó; un poco más fuerte de lo que hubieras esperado... infinitamente más débil de lo que hubieras necesitado.

Gemiste ante el pequeño apretón; todo aquello era impresionante. Ni te molestaba admitir que la estabas flipando con todo lo que Jungkook te hacía sentir.

Su boca, todavía curvada en una sonrisa, volvió a tu cuello al momento que... algo... emitía un sonido molesto y constante.

—Te están llamando —murmuró escondido en la curvatura entre tu cabeza y tu hombro, milésimas antes de lamer tu piel.

—Ahhh, mi-mierda... Me da igual —admitiste entrecortadamente, agarrándote a su cuello para no caer redonda contra el suelo—. No pares, no pares...

—No voy a parar, tranquila —confesó con esa puta voz grave.

Sus manos te demostraron que iba completamente en serio, porque empezaron a subir por tu espalda, palpando bajo el enganche de tu sujetador.

Joder, que me lo quite, me da igual.

Pero Jungkook no lo hizo, simplemente acarició con cuidado la piel de tu espalda mientras su boca seguía repartiendo húmedos besos y lamidas a tu cuello. Habías llegado a tal punto de excitación que ya no podías parar de soltar ligeros gemidos ahogados, que se convirtieron en un chillido de puro placer cuando sentiste los dientes de Jungkook clavándose contra tu clavícula derecha.

Lo notabas por todas partes, pero sobre todo ahí: en ese rinconcito en el que rara vez habías pensado. Si hubieras sabido que podía sentirse así de bien...

No podías hacerte la loca por más tiempo: estabas mojada. Sabías a qué se debía la respuesta fisiológica de tu cuerpo ante ese contacto; quería decir que estabas excitada, que tu vagina se preparaba para recibir la fecundación. Sonaba muy poco erótico, la verdad. Pero solo el hecho de notar el calor, la humedad y las palpitaciones de esa parte de tu cuerpo, extrañamente, te llevó a pensar que querías más que un par de besitos. Mucho más que un agarre a tus caderas o un mordisco a tus clavículas.

Temblando, pero determinada a hacerlo, alzaste las manos para volver a tocar el cuerpo del chico. Esta vez no te detuviste a acariciar con cuidado sus pectorales o su tripa, te agarraste a sus hombros, deshaciéndote de su chaqueta de paso; cosa que Jungkook permitió a pesar de soltar un rumor ahogado que te sonó como una risa.

—Viciosa —te reprochó, alejándose un poco para que pudieras toquetearle a tus anchas, y eso hiciste. Volviste a recorrer su cuerpo, su espalda, sus costados... cualquier cosa a tu alcance.

Jungkook había dejado de reír al mirarte, pero su expresión no parecía molesta; solo te observaba fijamente. Tu cara debía ser un cuadro en esos momentos... Notabas que estabas roja, porque las mejillas te ardían, pero tampoco tenías tan mala pinta como para que te mirase de esa manera, ¿no?

Por culpa de la forma en que el chico te mantenía la mirada te viste obligada a devolver el gesto. Tus manos estaban, de nuevo, sobre sus abdominales, pero, en un acto reflejo, fueron bajando más y más hasta engancharse a la cinturilla de su pantalón de pinza.

El chico volvió a pegarse por completo a ti, por lo que jadeaste desesperada, deseando con todas tus fuerzas algo que ni siquiera te habías planteado hacer hasta el momento.

Querías mucho... muchísimo más...

Pero, de momento, sus labios te bastaban. Así que te pusiste puntillas para llegar a ellos.

—Ya está bien por hoy, Ina —dijo con voz firme. Aunque su tono seguía grave, ya no tenía ese deje juguetón de antes—. Con esto te basta de momento.

—¿C-cómo que: de momento? —preguntaste, todavía demasiado cerca de su boca.

—Te están llamando. Cógelo, anda.

Eso fue lo último que escuchaste salir de sus labios antes de que propinase un pequeño coscorrón contra tu frente, abriese la cerradura del baño y se fuese como si nada después de recoger su chaqueta del suelo.

Qué envidia te daba verle andar así de bien... ¿podías dar tú un paso siquiera teniendo en cuenta la manera en que te temblaban las piernas?

Lo intentaste, para pensar en otra cosa que no fuera lo mal que te había dejado el chico, y comprobaste (para tu alivio) que sí, todavía podías andar. Un poco raro, pero era algo.

—¿S-sí? —taramudeaste al contestar al teléfono, con la vista perdida en el espejo frente a ti.

—¿Dónde te has metido? No te encuentro por ningún lado. ¿Te has ido a casa?

—No... Estoy en el... baño —exhalaste, viendo en el reflejo que el espejo te devolvía que un círculo, de rojo vivo, se marcaba ahora en tu clavícula derecha; allí donde Jungkook te había mordido.

—¿Qué haces en el baño?

—Mear —respondiste por inercia.

—Mear... —repitió extrañado—. ¿Y ya has acabado de mear?

Ajam...

—¿Pues qué tal si bajas?

—¿Adónde?

—A la... fiesta. Ina, ¿estás bien?

—Sí, sí, claro —contestaste al instante, intentando volver a tu tono de siempre—. Estoy muy bien; genial, vaya.

—Ah... Pues te espero abajo, ¿o prefieres que suba a buscarte?

—Ya bajo yo, no te preocupes.

Colgaste sin escuchar la contestación de Tae y te sentaste en el retrete para darle un respiro a tus articulaciones, que parecían estar demasiado tensas y cargadas.

Descubriste algo mientras estabas ahí sentada, viendo la vida pasar. Lo habías pensado de forma automática cuando el chico te besó, e incluso hace unos minutos cuando le sentías, pero, por primera vez fuiste plenamente consciente de lo que querías.

Querías más, y lo querías con él.


---

Buenassss, amores!!

Bueno, bueno, bueno... Nadie podría haber imaginado las dimensiones de ridiculez de la pobre Ina y su disfraz... I know...

La fiestecita ha traído al tercero en discordia que nos faltaba por encontrar: Jiminie. Jiminie de samurai, madre de deu... ¿quién pagaba por ver eso? En fin, que desvarío; ¿qué os ha parecido la pequeña aparición del Jimeno? ¿Alguien más se ha puesto malita imaginándose al Jk disfrazado del Joker? ¿O es un fetiche único eso? XD

Esta capítulo ha sido un pelín más largo que los anteriores, ¿qué os ha parecido la fiestecita en general? ¿Algo que os haya llamado la atención? ¿ALGO que creais que puede ser relevante? Solo lo pregunto, no creais que lleva dramita implícito esto que nos conocemos D:

Como ya avisé, las subidas pasan a ser los jueves, porque últimamente me paso los domingos dibujando y rascándome la panza y se me olvida actualizar hasta que se me ha ido el día entero :D Desastrosa forevah.

Así que, amores míos de mi vida y mi corazón, nos veremos en el capi de la semana que viene, a seguir con este amasijo de paranoias llamado Erase Me...

Espero que os mole lo que se ha venido y lo que se nos viene...

Py, darlings <3

---

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro