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Keep the night light on.

La sábana fresca que se le adhería a la piel, y lo mullido de la almohada bajo su mejilla, le hicieron suspirar perezosamente. Amaba esa cama.

Adoraba los rayos de sol que lograban filtrarse de entre las cortinas, y el aire limpio que se respiraba esa mañana. En casa de los Jeon todo parecía mejor. Hasta cada exhalación que liberaba, daba la impresión de ser más adecuada.

Se estiró como un gato sobre el colchón de proporciones exageradas, se frotó los ojos en medio de un bostezo y salió de la cama a regañadientes.

Si por Jimin fuera, se quedaría durmiendo hasta el apocalipsis, pero su estómago no estaba de acuerdo, y no esperaría ni un minuto más.

Después de ir al baño, aún con el pijama puesto y medio adormilado, caminó hasta donde recordaba estaba la cocina. Encima de la barra había un plato envuelto en papel film con una nota, su nombre impreso en ella.

Sonrió y deshaciéndose del papel, metió el plato al horno de microondas. Una vez que su desayuno estuvo listo, ni siquiera se tomó la molestia de ir al comedor, permaneció ahí mismo y consiguió un poco de jugo del refrigerador.

No tenía un plan para ese día, las citas con los médicos especialistas empezarían la semana entrante, entonces no estaba muy seguro de cómo entretenerse. Aunque en una casa tan amplia seguro encontraría algo en qué gastar su tiempo.

Lavó lo que ocupó y limpió la zona en la que comió. Sin una dirección concreta anduvo por el pasillo hasta que escuchó ruido en la planta baja. Descendió los escalones con sigilo y se encontró con un pequeño gimnasio, aunque muy bien equipado.

Arriba de una máquina estaba Jungkook —el alfa responsable del que en ese instante un bebé se engendrara en su vientre—. Se sentó en un escalón y se asomó por el muro que impedía que lo descubrieran espiando.

Gracias a las largas hojas de vidrio que iban del piso al techo, no podía percibir el aroma de Jeon, pero no necesitaba hacerlo para que su rostro se pusiera rojo y su corazón en su pecho se contrajera. El alfa no llevaba playera y desde esa distancia podía apreciar a la perfección los músculos de su espalda.

Aprovechando la posición, se estiró para tener una mejor vista y contempló en silencio un buen rato a Jungkook. En algún momento bajó la guardia que no esperó que el adverso repentinamente se girara y le mirara directo a los ojos.

Entró en pánico gracias a ese contacto inesperado, y habría salido corriendo de no ser porque sabía que no tenía caso. Vivían bajo el mismo techo y no podía esconderse. Asumiendo la situación se puso de pie y aguardó a que terminara para excusarse y decirle que se había perdido. Era un pretexto pobre y carente de lógica, pero no se le ocurría nada mejor en ese instante.

Los minutos en que Jungkook se limpió la cara con una toalla y salió del gimnasio los sintió un infierno. En cuanto estuvo frente a él, le lanzó una mirada aguda.

Su olor le golpeó en la cara como una bofetada, y si no estuviera aferrado a la pared, tal vez sus piernas no hubiesen resistido a sostenerlo.

No sabía por qué un alfa, que le dedicaba gestos despectivos la mayoría del tiempo, le parecía tan atractivo. ¿Era eso a lo que llamaban masoquismo?

—Jimin, si quieres hacer ejercicio podemos buscar un entrenador para que te indique los más adecuados a tu condición —dijo con naturalidad.

Ante la reacción confusa del omega se llevó la boca de una botella de agua mineral a los labios.

Tardó unos segundos en asimilar lo que había escuchado, si hubiese sido alguien más se habría soltado a reír enseguida, pero dado que era Jungkook, no hizo más que tragar saliva mientras observaba la manzana de Adán del alfa subir y bajar.

—Gracias... Pero no es necesario, estaba... —de repente su excusa le resultó muy difícil de expulsar.

—¿Ya desayunaste? Preparé algo sencillo al levantarme. No estoy al tanto de tus gustos, entonces intenté adivinar. Si no te agradó puedo hacer algo más...

—No, no, no —interrumpió al percatarse de las molestias que se había tomado por él, a la par que agitaba las manos frenéticamente.

Había supuesto que Soonyoung le había hecho aquel rico almuerzo.

—No me molesta cocinar, solo que tendrás que esperar a que salga de tomar un baño —comentó pasando por su lado y subiendo las escaleras.

Jimin lo siguió. Las palabras del alfa eran muy amables, aunque por su expresión podía deducir que no era de su agrado. ¿Entonces por qué simplemente no lo ignoraba? No lo entendía.

—No, no, en verdad que disfrute mucho la comida y...

Un grito ahogado escapando de sus labios provocó que no terminara su oración. Su pie izquierdo, no lo había elevado lo suficiente, terminó estampado en medio de un escalón y desencadenó que tropezara. Gracias a que iba subiendo y no bajando, y a sus rápidos reflejos, terminó con las palmas firmes en otro escalón. Su rodilla fue la que se llevó la peor parte.

Al escucharlo Jungkook en respuesta llegó a su lado y lo ayudó a ponerse de pie.

Por la cabeza de Jimin pasó una serie de posibles regaños, se puso pálido y se sintió estúpido. No podía permitirse ser tan torpe, debía andarse con cuidado, ya que un accidente en ese momento era impensable para él.

—¿Te sientes bien? ¿Te lastimaste? —dijo mientras lo examinaba, su mirada reparó en su rodilla y se agachó para comprobar la herida.

No era grave, pero había que desinfectarla y quizá ponerle una pequeña banda.

—Lo lamento —replicó apenado, sintiendo que podía morirse de vergüenza ahí mismo.

Jungkook regresó su atención al rostro del omega y enarcó una de sus cejas.

—¿Por qué te disculpas? Ven, vamos a mi despacho, ahí tengo un botiquín de primeros auxilios.

Tuvo el impulso de tomarlo por la muñeca y guiarlo, pero se contuvo. Una vocecilla en su cabeza le susurraba que lo mejor era no tener contacto con el omega. Temía reaccionar de alguna forma. Incluso más de lo que su aroma ya le provocaba.

Una vez en la oficina, le hizo tomar asiento en un sillón que tenía cerca de la entrada y él fue hasta una de las estanterías dónde tomó una caja de metal pintada de blanco. Se arrodilló frente a Jimin y ya que su pantalón de pijama era holgado —además de inservible porque se había roto—, lo enrolló subiendo con cuidado hasta que quedó por encima de su rodilla. Todo con movimientos precisos para tener el menor contacto posible. Con una gasa y alcohol, desinfectó la herida que al verla de cerca, comprobó no había sido gran cosa.

Un suspiro de alivio escapó de sus labios sin que fuera consciente. No sabía qué habría hecho si hubiese sido más grave. No deseaba que le pasara nada malo al chico, y no se debía solo al hecho del bebé.

—Ya está —comentó con voz suave.

Aunque la expresión de su semblante no cedió ni un ápice.

—Prometo que tendré más cuidado, no volverá a ocurrir —pronunció sintiéndose culpable.

Hasta había hecho que Jungkook le atendiera. No era más que una molestia.

El alfa sin levantarse del todo, ahora con una rodilla apoyada en el suelo por fin sonrió. Con ese sutil gesto todo su rostro se transformó. De temible pasó a ser sumamente hermoso.

—Tranquilo, sé que lo tendrás, fue un accidente...

El corazón de Jimin se contrajo aún más en su pecho. Ahora entendía las palabras de Soonyoung.

No estaba acostumbrado a ser tratado con tanta consideración, incluso cuando estuvo al cuidado de sus padres, no recordaba alguna vez, que al cometer un error, no le hicieran ver hasta el hartazgo que debía tener más cuidado, y de paso, recordarle que era un inútil.

—Gracias... —musitó.

En aquel hogar, parecía que lo único que podía hacer bien era agradecer.

—Si deseas utilizar el gimnasio no tienes que contenerte, no es problema para nosotros que un entrenador te ayude, de hecho, contamos con uno que viene los viernes a inspeccionar nuestro progreso —habló cambiando de tema, incorporándose y rascando detrás de su nuca. Repentinamente consciente que estaba empapado en sudor y con el torso desnudo.

Una vez más, Jimin se negó y ambos salieron del despacho.

Jungkook se fue directo a su habitación y al abrir la puerta se encontró a su esposo sentado en el borde de la cama.

—¿Todo bien? Escuché que hablabas con Jimin en tu oficina.

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