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49. La verdad duele

Miré a mi madre sin entender de qué estaba hablando. Había dejado de llorar por lo que acababa de decir. ¿No me había contado… toda la verdad? Reí intentando hacer oídos sordos al mundo. No podía estar pasándome esto, no de nuevo. No quería resolver más misterios. Ya no quería pensar en él y en su pasado. Ansiaba olvidar y escapar de lo que sentía.

—Madre, desayunemos. —Le sonreí intentando seguir con mi vida—. El caldo se enfriará…

—Caroline…

—¡Por favor!

—Lo siento hija, pero debo decírtelo.

Mis ojos se aguaron sabiendo que lo que diría me haría romperme por dentro. Podía sentirlo al ver aquellos ojos llenos de culpa de mi deshecha madre. Charlotte no sabía cómo empezar a hablar y yo estaba tan solo ahí, esperando por la bomba que venía. ¿Lo que me diría sería tan importante?

—Cuando los vampiros dominaron el mundo, la primera en ser comprada fue tu abuela, Kathe Northon. Liam fue el primer postor que le puso precio a su cabeza así que nadie más quiso pelearse por ella. La subasta terminó como piensas y mi madre fue a parar a manos de Liam Dagon.

Escuché atenta lo que me decía, sin entender bien la gran mentira que me había dicho. Yo ya concebía aquello… lo había descubierto desde hacía ya mucho tiempo. Mi madre pareció entender con mi semblante neutro que aquello no era nuevo para mí, así que sin detenerse, continuó.

—Le hicieron la primera prueba pero falló como todas. Su castigo fue idéntico al mío más aquello no le hizo caerse. Creyó que podría hacerlo cambiar y trató de entenderlo. Sin embargo, en una amarga noche, alguien entró en su habitación. Ella pensó que había sido Liam así que guardó silencio y esperó pero la cicatriz en ese rostro nuevo le hizo temblar cuando la tocó y la violó.

Bajé la mirada sin saber que decir. ¿Volker había violado a mi abuela? Eso era terrible pero… ¿dónde estaba la gran mentira? Solo eran secretos que había guardado para mi propio bien.

—No entiendo…

—Déjame terminar —soltó enojada, interrumpiéndome molesta, tratando de recordar toda la historia—. Mi madre fue humillada antes de que Liam se diese cuenta y optase por entrar en la habitación. Volker desapareció pero juro destruirle la vida siempre que pudiese. Tu abuela me contó que no entendió nada esa noche pero, tras el pasar de los días, Liam soltó su decepción ante ella y sin esperar algo más, le hizo regresar a Bloody Town. Le indicó con quien debía tener un hijo y desapareció de su vida para siempre.

—Madre, sigo sin entender…

—Caroline, tu abuela era muy inteligente. —Me sonrió débilmente, como tratando de recordar su imagen—.  No puedo entender realmente como es que pudo encontrar ese secreto antes que las demás.

Guardé silencio, separándome un poco de ella para poder observarla mejor. ¿Secreto? ¿De qué estaba…?

—Nuestro linaje no ha sido el único que ha tenido la desdicha de caer en manos de Liam Dagon —soltó aquello mientras veía el suelo de una manera triste y melancólica—. Antes de que yo naciera, pasaron por aquel castillo siete chicas jóvenes que, a diferencia de nosotras, tuvieron la oportunidad de suicidarse en su habitación. Nadie sabe realmente que pasó pero tu abuela intuía que había sido culpa de quién la violó.

—¿De qué estas…?

—No te he dicho toda la verdad, cariño.

—¿De qué verdad estás…?

—Liam nunca me tocó.

Nuestros ojos se toparon frente a frente con aquella frase de revelación. Tragué saliva por el miedo a lo que decía. Me negué casi como si estuviese diciéndome una broma. No podía ser cierto. Liam debió de haberla tocado sino Bryant nunca hubiese nacido.

—Estas tomándome el pelo, ¿verdad?

—Volker también me violó.

Mi madre se me quedó viendo esperando alguna desordenada reacción más yo no pude moverme. Me quedé congelada, recordando lo que Volker me había hecho a mí por igual. ¿Mi madre había sido ultrajada como yo? Pensé una y mil cosas sin querer creerlo. Bryant era el hijo de Volker Green.

—¿Él lo sabe? —Miré a mi madre de nuevo—. ¿Bryant lo sabe?

—Liam me prometió no decirle a costa de no volver a verlo.

—¿Aceptaste?

—Tuve que hacerlo. —La vi tapándosela la cara—. Era joven y el odio me carcomía por dentro. En un principio, yo no quería a ese niño.

Me mordí la lengua al entender un poco como se sentía y por ello, me sentí un monstruo. Un monstruo de los que Liam había descrito como los que solo sabían hacer sufrir. Al igual que mi madre, yo había actuado por el bien propio. Había sido egoísta y había matado a quién pudo haber sido un buen niño.

Nos quedamos en silencio al reconocer nuestros pecados. Mi madre me acarició las manos, tratando de darme un apoyo incondicional mientras seguía su relato.

—Yo… tampoco te quise a ti. —No pudo verme a la cara cuando dijo aquello—. Es decir, ninguna madre en este pueblo quiso a sus hijos porque fueron obligadas a tenerlos.

Mis ojos se llenaron de cierto miedo pero no solté las manos de quien temblaba.

—El tiempo me hizo amarte más que a mí misma y me convirtió en una verdadera madre. —Suspiró al sacar aquello de su pecho—. En realidad, todas las madres de este pueblo tienen una historia similar y, aunque sé que no es excusa, se que puedes entenderme; ponerte en mis zapatos y perdonarme.    

Lo pensé detenidamente sabiendo que yo me hubiese sentido igual. Tener un hijo no deseado era lo peor que te podría pasar.

—Sé que será difícil para ti entenderlo en un principio Caroline, pero lo harás como yo cuando mi madre me lo dijo —tragó saliva quién seguía hablando—. Tal vez es algo tarde para decírtelo pero tu abuela me dijo todo esto antes de que me compraran. Me contó sus teorías y me preparó mentalmente para el hecho de que sería violada de grande.

Mis ojos grises voltearon a ver a los negros de mi madre quién se alzaba como un pilar en medio de la cocina.

—He por ello la razón del por qué yo no tuve tabúes. Tu abuela pensaba que sería bueno que yo viviese al menos mis primeros dieciocho años de vida libre. Tan libre como para reír, conocer gente y enamorarme… pero solo hizo que fuera una cobarde y que le tuviese miedo al mundo.

Guardé silencio al recordar su triste historia de amor y tratar de imaginar mi vida en su situación. ¿Me hubiese pasado lo que a ella? ¿Me hubiese enamorado también? ¿Qué tan diferente sería ahora si hubiese sido así?

—Por años culpe a tu abuela de mis desdichas. Si nunca me hubiese dicho la verdad yo hubiese podido vivir sin preocupaciones y sin altibajos que me hicieran perder al amor de mi vida. Si no me hubiese dicho, no hubiera tenido miedo al verle. Esa cicatriz marcó el fin cuando la vi.

—Madre, yo…

—No puedo pedir que me perdones porque tuve en parte culpa de no haberte avisado con tiempo sobre tu futuro. Solo quería que vivieses diferente y que no tuvieses que sobrevivir a lo mismo que yo. Fue un error de mi parte enviarte a la guerra sin armas, pero el pasado ya no se puede remediar.

—No…  no tienes que.

—Caroline, aún no termino —soltó aquello antes de mirarme a los ojos y respirar con fuerza—. Por favor, no vivas a sombras de tus antepasados. Tu abuela ni yo peleamos por lo que nos importaba y mira como terminamos. Lo abandonamos como todas lo han hecho y él sigue esperando por quién lo entienda.

Mis lágrimas rodearon mis ojos. Sabía que las verdades dolían pero ya era demasiado tarde. Yo ya no quería luchar más.  

—Él no me ama, mamá. —Traté de ser fuerte para que entendiera—. Nunca lo hará.

—Caroline.

—Por favor, madre… olvidemos esto.

—Hija…

—¡Quiero olvidarlo, madre! Ya no quiero llorar —grité al saber que no me escuchaba—. Ya no quiero sufrir, ¿entiendes lo que eso significa? No quiero saber nada más porque sé que Liam simplemente no va a amar a nadie más y yo tengo que aprender a vivir con eso hasta que pueda pudrirme bajo la tierra de este asqueroso planeta.

El silencio se hizo tras mis verdades lanzadas al aire. Mi madre captó claramente el mensaje al verme llorar de nuevo.

—Sí madre, las verdades duelen pero eso yo lo descubrí mucho antes de que tú me lo dijeras.

Me levanté del suelo intentando escapar. Escapar de lo que tanto me dolía y de lo que había hecho. Sabía que gritarle a ella no iba a solucionar mis problemas pero mi corazón estaba al borde de la locura. Necesitaba tranquilizarme y encontrarle sentido a mi vida porque si no lo hacía, Liam iba destruirme por dentro aunque no quisiera.  

.

El día había pasado lentamente. Mi madre ni yo nos habíamos hablado durante el resto del día; tal vez era el miedo o vergüenza del qué dirá. Ya no tenía más lágrimas que llorar, todas las había secado con la blanca y mojada almohada que yacía a mi costado. Había estado todo el día en pijamas y no había optado por salir de casa. No había comido nada desde el desayuno pero lo extraño era, que ni hambre me daba. Estaba tan solo ahí, mirando con un profundo vacio hacia el exterior. Pensando, dibujando en mi mente alguna meta.

¿Pero qué podría escoger si no era morirme? ¿Estudiar idiomas? ¿Ser maestra de niños escolares? Tenía tantas mentiras por las cuales optar. Podía escoger darme a luz y vivir al fin una vida plena bajo una máscara de sonrisas o tan solo esconderme de todo y vivir como un fantasma en el ático de mi casa.

Qué patética sonaba…

Traté de imaginarme mi futuro a cinco años más pero el nacimiento de una niña era lo único que por mi mente se me cruzaba. ¿Cómo se me olvidaba de ese pequeño detalle? Mi futuro ya estaba pintado por alguien más. ¿Con quién tendría a mi futura hija? ¿Cuál sería su nombre? ¿Me enamoraría de él al menos?

Suspiré al pensar en esas historias que mi abuela me contaba sobre cómo era la humanidad en el siglo dieciocho. Matrimonios arreglados, que buenos sonaban ahora.

Este el futuro que me deparaba era mucho peor que unir lazos con un desconocido. Era tener que verlo, procrear y saber que me quedaría sola de por vida para criar a una niña que tendría una suerte igual a la mía.

Respiré con fuerza al darme por vencida. Al saber que no podía hacer nada ahora. Es decir, ¿por qué había pensado que las cosas cambiarían antes? La humanidad ya estaba en un pozo del que no iba a salir nunca. Solo que jamás lo había aceptado. Había sido engañada de niña que simplemente nunca lo había imaginado de grande. Seguramente nadie de mi generación pensaba en eso. Yo me había saltado unos cuantos años antes de la verdad; cuando ellas regresaran del tormento del ser esclavas, iban a toparse con este grande muro que yo estaba viendo ahora. El siguiente paso era sobrevivir hasta que el cuerpo no diera más.

Ahogué un grito al entenderlo todo.  Este era el gran destino que todo ser humano debía cumplir. ¡Y vaya porquería de vida! ¿Peores que los animales? Sí señor, peor que los bichos siquiera.

Cambié mis prendas para dormir en otras nuevas y, lavando mis dientes, me dispuse a terminar el día temprano. No quería escuchar a nadie decirme que debía ser fuerte porque ya sabía que la realidad apestaba y que no podía hacer nada para volverla una simple fantasía.

Solo quería dormir, dormir para escapar y escapar para vivir.

Vivir un mundo irreal dentro de mi mente que me dejaría hacer realidad mis más grandes sueños o retomar aquellas pesadillas que me harían regresar a la verdad del mundo añejo.

Resoplé un apagado suspiro lleno de temor por el sueño que me esperaba tras cerrar los ojos pero por más que esperé a que Evangeline o Liam aparecieran, simplemente no pude dormir más.

Insomnio. Eso era lo que tenía.

«Perfecto, justo lo que necesitaba». Me levanté de la cama sabiendo que el atardecer pronto el daría paso a la noche y con las primeras estrellas en el cielo, no pude evitar pensar en él.

Volví a intentar llorar pero nada salió de mi más que sollozos y una mirada simplemente muerta. ¿Tanto había llorado como para estar tan cansada?

Bajé las escaleras sabiendo que no me encontraría a nadie. Tenía hambre, muchísima hambre en realidad. Tanteé el refrigerador pero nada ahí se me antojaba. ¿Queso, jamón? Tomé un poco de ambos y los metí en mi boca sabiendo que en realidad no me calmarían el hambre. Necesitaba algo bien hecho.

Saqué cuantos ingredientes pude y, antes de que pudiese empezar a cocinar, pude intuir los pies de mi madre bajar las escaleras. Ambas nos miramos pero ninguna dijo nada. Fueron dos golpes a la puerta principal los que rompieron el silencio. Mi madre fue quién corrió para zafarse del horrible cementerio que habíamos creado entre ambas.

—¿Qué hace usted aquí? —Le escuché decir con cierto miedo. Dejé de cocinar con una esperanza en el corazón. No pude evitar sonreírme. ¿Sería posible?

—¿Dónde está?

Esa voz no era la de Liam…

—No está aquí.

—Charlotte, sigues sin saber mentir.

Me despegué del ardiente sartén con la pala entre mis manos. ¡Maldición, los había olvidado! ¿¡Cómo rayos pude haberme olvidado!?  

—No me gusta repetirme: ¿dónde está?

Me congelé al escuchar aquella voz y más aún al saber que los zapatos habían entrado a la casa. Esos que conforme pasaban los segundos, se apreciaban dirigirse hacia donde yo estaba.

—¡Qué bien huele…! —Era Volker, seguido de Leonard y mi madre amenazada por una grande y filosa navaja—. ¿Haciendo la cena?

Comencé a temblar al saber que podían matarla si no decía lo que él deseaba escuchar.

—¿Qué quieren de mí?

El militar chistó molesto.

—Esos modales no me gustan. —El calvo se mostró enojado.

No pude evitar ver a mi madre siendo atormentada de nuevo por aquel hombre que no solo a mí me había traído incontables pesadillas. Con un solo chasquido de sus dedos, pude escuchar de ella un chillido horripilante que me heló la sangre ya que, sin miramientos, Leonard le enterraba lentamente el cuchillo con la que la amenazaban.

—Paren, por favor, paren.

—¿Qué dijiste? —Volker sonrió—. ¿Qué la mate?

Me agaché en el suelo, bajé la cabeza, fingí un respeto que no le tenía.

—Por favor, si usted desea, ¿podría dejarla libre?

Volker rio a carcajadas, Leonard lanzó mi madre doblegada al suelo.

—¡Sonaste igual que Evangeline!

¿Otra vez…?

—¿Qué quieren de mí? —intenté no sonar prepotente mientras lloraba—. ¿No me han hecho suficiente?

—Así está mejor, a ver… ¿qué queremos de ti? —Volker se le notaba tan divertido con mi imagen—. A ver, Leonard, dile que queremos de ella.

—Vendrás con nosotros, pequeña.

—Claro, solo si no quieres que muera tu madre.

Mis ojos temblaron al saber que lo harían. Volker era capaz de todo.

—Está bien —solté firmemente—, solo prométanme que no volverán por ella.

—¡Hija, no, por favor no!

—Lo siento madre. —Caminé a su costado, sabiendo que esto me costaría más que una simple violación—, pero debo hacer esto.

—¡Morirás!

Sonreí.

—Ya lo sé.

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Yo se que no tengo excusas, pero el hospital y cierta enfermedad me atacó este mes. Tengo algo de estrés y para dejarnos de tonterías, no tenía ni ganas y tiempo para escribir. Espero que me entiendan, pero aún así estoy agradecida de cada comentario y cada voto que me dejan. No tengo palabras suficientes para agradecerles tanto apoyo. A quienes son pacientes y se ponen en mis zapatos saben de que se trata, a quienes me atacaron por mensajes y en ask, solo les digo algo: tengo una vida aparte de las letras y wattpad. Un beso enorme y de nuevo, gracias por todo el apoyo. Espero que les haya gustado. ❤️

-Nancy A Cantú. 

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