40. ¿Un ser amado?
Escuché a Bryant subir mis maletas en la cajuela. Yo yacía sentada en el asiento, callada. Perdida entre lo que estaba pasando y lo que en realidad había sucedido.
Cuando el pelirrojo había proclamado su disgusto a mi persona y había llamado a Bryant para que tomase mis cosas que postraban a un lado de su cama, había hecho ese gesto que me había tocado en lo más profundo de mi alma. Liam, en un sutil descuido, había exhibido aquel gesto de tristeza que yo ya había visto solo una vez en un sueño… en el último de ellos.
Y es que Liam no me miró después de aquello. Sin acompañarme a la salida y soltando un gran suspiró quebrado, las pesadas puertas de madera blanca se cerraron frente a mí y el camino de las escaleras al coche me pareció aún más largo de lo que en realidad era.
Estaba en shock.
No pude contestar siquiera las preguntas que Karen me había hecho al encontrarme con su amo y mis maletas en la mano, ya que el mismísimo Bryant no le había permitido acercarse a mí. Todo era tan extraño. ¿Qué estaba pasando?
—¿Es todo? —Mi cuerpo vibró al escucharle. Bryant había entrado al auto y se había acomodado el cinto—. ¿Qué esperas? Ponte el cinturón de seguridad
No se dijo nada más. El motor se encendió tras acatar órdenes y después de aquello, todo fue historia. Bryant condujo por horas en silencio, concentrado en la carretera. Yo, por otro lado, todo ese tiempo repetí la escena en mi mente una y otra vez. Aunque era difícil de aceptar, Liam me había expulsado. No me quería más ahí.
Me sonreí entonces al espejo. ¿Eso era algo bueno o no?
Miré el paisaje de los árboles pasar a mi costado con velocidad; a la grande luna resplandeciendo y alumbrando el camino. ¿Esto era una buena señal? Siempre que me pasaba algo horrible, el mundo se las apañaba para llorar por mí. Usualmente caían gotas saladas del cielo y truenos y relámpagos lo alumbraban todo cuando me sentía morir. ¿Sería entonces que el silencio reiteraba mi increíble fortuna? Hoy, en esta noche, los grillos cantaban afuera y en todos lados.
¿En serio me estaba pasando esto? ¿En serio me estaban dejando… libre? Volví a mirar mi reflejo cansado que se reflejaba en el vidrio. ¿Esa era yo? Ojos derrotados, cabello deshecho, espíritu roto.
Miré extenuada mis resecas manos, en donde la carta que antes Bryant me había dado, se postraba débilmente en mi piel descolorida. ¿Debería leerla ahora? Parpadeé un poco antes de mirar por el rabillo del ojo a aquel chico de cabello negro que no me miraba.
—Puedes hacerlo —le escuché decir en un sonido sordo.
Tragué la poca saliva que tenía en mi boca y tratando de despegar mis deshidratados labios para agradecerle el hecho, volví a quedarme callada. Había deducido hace poco, que por como miraba el trayecto de regreso a Bloody Town y su mal gesto en su rostro; mi hermanastro estaba realmente molesto por algo.
Una débil lágrima se derrumbó de mis ojos al terminar de leer. Mi madre había plasmado en aquella carta sus inquietudes, sus anhelos e incluso su dolor al perderme. En aquel pedazo de papel arrugado Charlotte mencionaba que se encontraba bien, que no tenía que preocuparme por el accidente y aclaraba sus más ansiados deseos. Esas zozobras que tenía por ver mi sonrisa y saber que estaba en un buen estado.
Mordí mis labios al ver partes del papiro con tinta borrosa. Mi madre había llorado. ¿Quién diría que no iba a poder transcribir una respuesta? Bryant tal vez estaba enojado por eso. No iba a poder ver a su madre humana de nuevo. Tragué saliva con cierta culpa pero entendiendo lo que estaba sucediendo, miré hacia al frente. La orden de Liam estaba por romperse. Esa advertencia cual mencionaba que nunca podría regresar a mi lugar de origen, iba a desvanecerse. Justo ahora, los pinos estaban quedándose atrás y entrabamos a aquellos lugares llenos de troncos caídos y vegetación escasa por la explotación humana del siglo veintiuno.
¿Quién lo hubiera dicho? Tras dos horas de camino, al fin pisábamos campo humano. Ese lugar cual suponía que nunca volvería a ver.
—Sinceramente, no pensé que regresarías aquí —Bryant habló al verme llorar en silencio—. Que decepción…
Bajé la mirada, sin saber realmente a que se refería. Yo sabía que tal vez había decepcionado a Liam por alguna u otra razón pero porque Bryant estaba tan a la defensiva. Es decir, pensaba que él estaría contento por esto. Siempre había sido bueno conmigo y me había ayudado desde mi llegada a esa mansión del terror. ¿Por qué estaba tan molesto ahora? ¿Por qué parecía distante? ¿Había hecho algo malo?
—Ni hablar —Bryant suspiró de una manera dolorosa y hasta algo molesta—. Pensé que tú lo harías cambiar, pero tal parece que no fue así.
Mi sangre se me fue a los pies con aquel comentario. Mis ojos se abrieron con fuerza y sin poder evitarlo, me giré a verlo. Bryant me miraba con aquellas orbes verdes que me recordaban esos sueños. Los sueños en donde Liam era diferente; donde él era feliz.
—Tendré que esperar a una hija tuya entonces… tal vez ella pueda resolver esto de una buena vez por todas —Bryant paró el coche, justo frente a mi casa—. Te veré en unos veinte años, Caroline.
—¿De qué estas…? ¿¡Bryant!?
—Bajaré tus maletas —Mi hermanastro no quiso hablar del tema y, en silencio, apagó el coche.
Mi cuerpo se quedó estático, repasando aquellas palabras que había soltado Bryant al final. ¿Una hija mía? ¿Hacerlo cambiar? ¿De qué estaba hablando?
Escuché un sonoro golpe en la ventana. En segundos, Bryant ya esperaba para que me bajase del automóvil y no era algo de que sorprenderse si solo había llevado conmigo dos maletas medianas.
Tragué saliva con los ojos idos en mis pensamientos y, aun atónita por todo lo que me había sucedido en un solo día, la puerta se abrió lentamente. Sin esperar una respuesta de mi parte, sentí sus brazos alzarme. Como una muñeca, mi hermanastro me dejó sobre las escaleras de madera y, sin mirarme, volvió a ponerse en marcha.
—Lo siento —Bryant soltó aquello antes de pisar el acelerador—. En serio, lo siento mucho.
El rugido del motor se fue apagando en el silencio. Los grillos siguieron cantando pero yo me quedé ahí, mirando como el coche desaparecía entre los bosques.
¿En serio eso había sido todo? ¿En serio me iban a dejar? ¿Podía entrar a mi casa? ¿Podía ver a mi madre? ¿Podía vivir aquí?
Miré mis manos temblar de emoción o tal vez de miedo. No sabía por qué, pero pensaba que adentro, Liam iba a aparecer con su sonrisa sádica y con mi madre despellejada entre sus manos. ¿Estaba tratando de volverme loca? ¿Me estaban torturando? ¿Esta era una clase de prueba? Me quedé ahí, dándole la espalda a mi casa y pellizcándome el rostro, intentando despertar. Esto debía de ser una broma. Un sueño. ¡Liam me había prohibido regresar!
—¿Caroline? —Una voz en mi espalda me hizo temblar—. ¿Eres? ¿Eres tú?
Solté un largo suspiró que me descompuso por dentro. Mis manos se fueron a mis labios y entonces mis ojos se empañaron. Aunque no me había girado a verla, sabía que mi madre yacía sobre el umbral de la puerta, tan sorprendida como yo.
—¿En serio? ¿En serio eres tú?
—Lo siento, mamá —Solté sin verla—. Yo… te he decepcionado una vez más.
Dos grandes y gruesas lágrimas rodaron por mis mejillas antes de que los delgados y pálidos brazos de mi querida madre se enredaran en mi cuerpo. Sin poder evitarlo, caí de rodillas al suelo al sentirla aún con viva.
—Está bien, querida. Está bien.
Mi madre me hizo voltearme para verla. Mi sorpresa me hizo pegarme a su pecho, llorando despavorida por lo que había visto. En este año que no había estado en casa, había cambiado mucho. Había bajado aún más de peso y su larga cabellera yacía descuidada como si no hubiese comido del todo. Su rostro se había chupado y sus ojos habían sido víctimas de la falta de sueño. ¿Esto era por mi culpa, no es cierto? Le había traído calamidades a mi madre y eso se podía denotar aún más en aquel parche negro que aminoraba su belleza. Aquella belleza, que aunque polvorienta, aún permanecía en la hermosa mujer que ahora lloraba por mí.
Me senté cabizbaja en la mesa. Cansada. Recordando aquel sueño triste que me había hecho despertar por la madrugada. A pesar de que ya había pasado toda una semana, otra vez había soñado con él. Su sonrisa gentil, su cabello corto y boca hablando. Eso era lo que más me volvía loca. Loca por querer saberlo todo y loca porque sabía que nunca lo iba a poder resolver. El misterio del pelirrojo se iba a quedar plasmado a medias en mi mente para siempre.
Y para siempre… era un buen rato.
—Caroline, ¿te encuentras bien? —Mi madre se acercó a mí con un rostro afligido, contrariada si darme o no los pancakes que recién había hecho para el desayuno.
—Estoy bien, madre… —le sonreí intentando calmarme, ya que todas las mañanas que había tenido desde mi llegada, habían sido las mismas—. No es nada… solo no he dormido muy bien.
Mi madre me sonrió un poco y, tratando de portarse como toda una madre afectiva y cariñosa, me acarició un poco el cabello. Aquel gesto me hubiese parecido realmente extraño hacía un año. Ahora, le agradecía sus pequeños intentos para intentar apoyarme y de cierta manera, reconformar mi alma en pena por los daños que aquellos sanguinarios hombres habían hecho en mi cuerpo y mente.
—Come —Sentenció al verme callada—. Le puse chispas de chocolate, como tanto te gusta.
—¿Chocolate…? —le miré sorprendida de que ella supiera aquello. Ni yo lo recordaba. ¿Cuándo se lo había dicho?
—Si querida, a ti te encanta el chocolate.
—Gracias… mamá.
Miré a mi madre soltar en el aire una media sonrisa y, tarareando débilmente una canción pegajosa, volvió a darme la espalda para seguir con su labor de madre: cocinar el desayuno perfecto para una hija que había regresado hacía un par de días. Una semana…
En siete días, mi vida había dado un vuelco de ciento ochenta grados. Hacía siete días, vivía mi más grande pesadilla. Ahora, parecía todo un sueño. La mujer que había visto al llegar, esa mujer huesuda y de pálido color, había desaparecido de la faz de la Tierra. Por alguna razón, mi madre había recuperado su peso con tan solo verme al siguiente día. Habíamos comido juntas desde mi llegada y no nos separábamos en casi todo el día. Nos pasábamos el tiempo mirándonos una a la otra, intentando sacar temas para conocernos aún más de lo que lo hacíamos. Pero la realidad era esta: mi madre revisaba de tanto en tanto si estaba aún en mi cuarto y yo siempre me pellizcaba el rostro para saber que esto no era un sueño. Y era porque en verdad, ninguna de las dos creíamos que esto estaba pasando. ¿Yo? ¿Pisando mí casa? ¿Quién lo hubiera dicho?
—¿Has tenido… otro sueño? —Mi madre me sirvió otro pancake en mi plato, con una mueca de preocupación en su rostro.
Me quedé ida al recordarlo. La primera noche que habíamos dormido juntas, yo me había levantado pegando un horrorizado grito, pues en vez de soñar con aquella sonrisa hermosa y esos ojos encantadoramente verdes, había visto en mi primera noche aquellas orbes rojizas como la lava y aquel cabello largo que me torturaba eternamente.
—No te preocupes, madre —Metí un pedazo de comida en mi boca, tratando de no recordar mi primera noche—. Solo son sueños… «Sueños que me hacen chillar»
—Hija, ¿crees poder olvidarlo?
Dejé el tenedor en el aire, con el pancake escurriendo miel al plato. ¿Por qué siempre me hacía aquella pregunta cada mañana?
—Yo… no lo sé —contesté al fin—. Todo esto… todo esto parece un sueño.
—Pero no lo es —Mi madre se giró un poco, como si aquellas palabras se las hubiese dicho ella misma una y otra vez por las noches—. Estas aquí, así que deja de vivir allá.
—¿Vivir allá? —Dejé el cubierto en la mesa, sin saber de que hablaba.
—Vives en el limbo, Caroline —Su voz me pareció ruda, algo enfadada—. Todos los días amaneces mal, pegas gritos todas las noches. Además, todo el tiempo estas mirando el cielo y, aunque trates de negarlo, no estás comiendo bien.
Miré el plato inconscientemente. El pancake no llevaba ni tres mordidas desde que me lo había servido hacía ya diez minutos.
—¿Piensas que vendrá por ti una vez más?
Mis lágrimas se acumularon en mi rostro. Comencé a sollozar.
—Hija, se que pasaste por muchas cosas. Yo lo hice y muchas lo hicimos, pero por experiencia propia, tienes que dejarlo ir.
—¿¡Pero cómo!? —le grité por primera vez—. Yo, no puedo hacer eso. Le sueño todo el tiempo. Lo veo a cada instante. Sé que es tonto y sé que no debería. Es decir, el uso mi cuerpo y me arrastró por todos lados. Me trató de la manera más vil y me hizo ver cosas tan horribles que son difíciles de siquiera pronunciar, pero incluso así madre, incluso así no puedo evitar recordarlo todo. ¡Esos ojos verdes, esos ojos verdes me van a volver loca!
—¿Ojos verdes?
Bajé la mirada. Seguramente no sabía de qué estaba hablando.
—Caroline, ¿leíste el diario?
Dejé de moverme al escuchar su voz temblorosa y desalineada. ¿Por qué ella sabía de la existencia de ese diario? Volteé a verla, clavando mis ojos en ella. ¿Sería posible…?
—¿Lo leíste? —pregunté con los ojos abiertos, esperando una respuesta. Tal vez, solo tal vez, ella tenía en mente la pieza del rompecabezas que a mí me faltaba.
—Querida, esa es la razón por la que existe Bryant.
Bajé la cabeza, consciente de la suerte con la que había corrido. Probablemente, yo habría podido terminar como mi madre e incluso, Marisol. Embarazada.
—Lo siento, yo… yo no quería hacer que…
—No —Mi madre me interrumpió—. Hija, tenemos que hablar de esto antes de que se desvanezca en el aire.
—¿Hablar?
—Caroline, escúchame bien —habló seriamente, acercando una silla frente a la mía y obligando a que la viese directamente a los ojos—. Esto que te voy a contar, no lo voy a volver a retomar jamás. Así que pon mucha atención, que será la primera y última conversación que tendremos de ese hombre, ¿de acuerdo?
No pude articular palabras por el miedo que me provocaba, pero mi cabeza se movió en un gesto afirmatorio.
—Cuando tenía quince años Caroline, me enamoré perdidamente de un hombre que ya no está en este mundo —Mi madre aflojó su voz, como si quisiese llorar—. Su nombre era Jacob y él como yo, se embelesó por mi belleza sobrehumana. La libertad que tu abuela me daba era bastante y fue por eso que el amor se convirtió entonces en un noviazgo hermoso que duró hasta que el tiempo decidió separarnos.
—¿Las subastas?
—Si querida —trató de sonreírme—. Como todas las mujeres que en este pueblo han vivido, al cumplir mis dieciocho años de edad fui mandada a la subasta humana. Así, enamorada y apasionadamente desdichada, acepté mi destino.
Me quedé en silencio, incomoda por la situación. ¿Sería tal vez por eso que mi madre me había cuidado tanto de pequeña?
—¿Crees que soy una mujer egoísta, hija mía? —Adivinó lo que pensaba—. Ahora que lo vemos a cartas abiertas, aprisionarte a una casa para que no corrieras con mi misma suerte, no fue una decisión muy inteligente. ¿Pero sabes una cosa? Algún día me lo vas a agradecer y no por prohibirte tener conocidos, sino porque te protegí de lo que a mí no me protegieron.
Tragué saliva al ver su dañada mirada, esa que tal vez estaba recordando a aquel hombre muerto; al amor que nunca había podido tener.
—Madre, yo no…
—Caroline, espera a que termine de sacar esto —Mi madre parecía necesitada, desesperada por escupir todo aquello que tenía guardado en su pecho.
Guardé silencio, esperando a que retomase el relato. Mi madre me miró de una manera cariñosa y, tomando aire, aclaró un tanto su garganta.
—Cuando yo cumplí tu edad, tu abuela me mandó a las subastas. Ese día, como muchos otros, ya me los esperaba —Me acarició la mejilla, intentando sonar calmada—. Así como yo te preparé a ti, yo ya estaba preparada para todo lo impensable. Tenía en mente que podrían violarme, que podrían besarme a la fuerza y morderme cada día, pero no estaba preparada para ese hombre. Liam me compró por una patética cantidad de dinero y me llevó, como lo hizo contigo, a ese castillo blanco.
Guardé silencio al recordar cómo había sido mi encuentro entre él y yo. La manera exacta en que me había comprado frente a toda una multitud que peleaba por mi cabeza y la forma en cómo me había arrastrado a aquel lugar sin retorno.
—Al llegar las cosas fueron de mal en peor —Mi madre me sacó de mis pensamientos—. Me quemaron su marca en el brazo y estuve inmóvil por tres días. Marilyn tomó cierto desprecio a mi persona y recibí castigos y burlas cada día. —Mi madre dijo esto con melancolía en su voz—. Liam nunca sostuvo una conversación conmigo que no durara más de cinco segundos, menos aún cuando fallé a la primera prueba que me había puesto.
—¿La primera…?
—¿No te la hizo a ti, querida? —me miró, algo curiosa.
—¿El bosque?
—¿La pasaste?
—Sí, lo hice —guardé silencio al recordar los días de hambruna y las ilusiones de ver a mi madre con un extraño, cuales ahora comprendía que habían sido cosas de Evangeline.
Mi madre sonrió, palmeándome la cabeza casi al instante.
—Verás hija, a diferencia tuya, yo no pude estar ahí tanto tiempo. Pensé en regresar a la mansión, pero justo cuando toqué las puertas de madera, aquel hombre me castigo. Me arrastró por todo el lugar y cuando se cansó, me dejó ahí. Dormí en aquel lugar por tres días consecutivos, muerta de miedo por si debía o no moverme.
—¿No comiste?
—Aunque Marilyn había tomado cierto disgusto a mi persona, terminamos siendo como un estilo de enemigas con cariño.
Sonreí al recordarla cuando me había intentado ayudar en mi escape y cuando, inconscientemente, me había tratado diferente después de que me habían violado dos veces.
—Ella es una buena mujer, aunque quiera aparentar lo contrario —solté débilmente.
Mi madre sonrió.
—Aunque soltaba lo desgraciada que era, siempre me traía de comer una vez al día. —Suspiró—. Esos días hubiesen sido muy tranquilos si no hubiese sido tan curiosa. Un día, cuando vi que no había nadie, busqué la cocina por mi propia cuenta. Mi pequeño desliz fue que llegué a una habitación amplia, llena de libros y un escritorio al fondo de todo.
—¿Su despacho?
Mi madre dejó de sonreír y de mirarme.
—No sabía que era su diario, pero la curiosidad me hizo leerlo…
—¿Y qué? ¿Qué decía?
Mi madre se tomó de la sien, como si aquel recuerdo le trajese dolores de cabeza.
—Recuerdo cada palabra como si hubiese sido ayer, pero no comprendo de quién está hablando.
—¿Mamá?
— “No sé qué habrá sido de ella pero ni quiero saberlo. Ella me engaño, me hizo daño y se burló de mí. Lo pude ver en aquel castillo blanco. En la torre más alta se entregaba a él y ella gemía de placer.”
Mis ojos se abrieron con fuerza. ¿Evangeline gemía de placer? ¿Se entregaba a él? ¿Podría haber sido posible que ella? ¡No! No podía ser…
—¿Caroline?
—Oh por Dios… —Una de mis manos tapo mi boca, sorprendida del gran descubrimiento que había desenterrado.
—¿Qué? ¿Qué sucede?
—¡Me niego a creerlo! ¡No, no puede ser!
Mi madre me tomó de los hombros, intentando que saliera de mi trance.
—¡¿Caroline, que tienes?!
—¡Evangeline no pudo haber hecho eso!
Mi madre me dejó de zarandear y, aún más sorprendida que yo, se levantó de su silla. Mi reacción fue mirarla de una manera asustada. Charlotte Northon estaba aún más pálida que antes.
—¿Qué? ¿Qué ocurre madre?
—Espera aquí… no te muevas
Con aquellas palabras sobresaltadas pero frágiles, mi madre desapareció de la cocina. Yo, por otro lado, me quedé mirando al suelo, repitiendo la frase que estaba escondida en el diario de Liam muy, pero muy lejos de mí.
¿Evangeline realmente lo había abandonado? Traté de pensar de nuevo en todo. En los sueños y en todas las imágenes que había tenido desde la primera vez que había visto al Liam de la fiesta del príncipe Rummannoff. ¿Aquella mujer realmente había jugado con él?
Mis manos temblaron en símbolo de traición. ¿Sería entonces que realmente Evangeline no lo amaba? La imagen del Liam empapado por la lluvia llegó de repente a mi mente. ¿Sería posible que Liam hubiese ido a buscarla porque no había aparecido en su lugar de encuentro y había sido entonces que él la había visto con Demetrio?
Repetí el último sueño en mi mente. Su rabieta, su lamento. ¿Había sido por eso? Mis ojos se cubrieron de lágrimas y entonces la ira me envolvió mientras lloraba. ¡Evangeline realmente lo había traicionado! ¡Ella era la culpable de todo esto!
—Caroline, ¿por qué lloras?
La voz de mi madre me hizo parar de pensar y fue entonces cuando sentí los lamentos bajando por mi mejilla. Era cierto, ¿por qué lloraba? Mis manos se fueron a mis mejillas, recogiendo las gotas que se resbalaban en ellas. ¿¡Por qué lloraba!? ¡Liam me había jodido la vida! ¿Por qué lloraba?
—Yo… no, no lo sé.
—Caroline…
Volteé a verla, aún sin poder controlar las lágrimas que salían una tras otra. ¿Por qué estaba llorando por él? ¿Por qué no podía parar?
—Mamá… ¿por qué estoy llorando?
—Ay hija... —dejó algo en la mesa antes de ir y abalanzarse contra mí—. Creo que fue un gran error no dejarte salir.
—¿De qué hablas mamá?
—¿Lo amas, no es cierto cariño?
Mis lágrimas pararon justo al escucharle y, sin poder evitarlo, le empujé débilmente para tratar de comprender de qué estaba hablando. Los ojos de mi madre parecían contrariados, pero seguros de lo que hablaban.
—¡Mamá! ¿De qué estás hablando? —le miré como si hubiese dicho la peor patraña de toda su vida—. ¿Amarle? ¿Yo? ¿¡Qué es que estás loca!? ¿Cómo podría amar a alguien como Liam? El es despiadado y te hizo algo horrible. ¡Lo odio con todo mí ser!
—Pero te dejó que regresaras, me curó la herida y a por cómo me ha contado Bryant, te salvo antes de que murieras.
Aquello me dejó sin armas con que replicar, pero justo cuando me daba por vencida, recordé entonces mis violaciones. ¡El también me había violado! Aquello nunca lo iba a olvidar, ni se lo iba a perdonar. Mi boca se abrió débilmente para sacar aquello en el aire pero fue entonces, cuando sin previo aviso, lo que mi madre había leído volvió a pegarme en la mente.
“En la torre más alta se entregaba a él y ella gemía de placer.”
Recordé aquel momento, el momento en donde Liam me había penetrado y, al no verme llorar. Sollozar o gemir. Me dejó media muerta en la cama.
—No… no lo conviertas en alguien bueno —Bajé la cabeza envuelta en un dilema sin resolver—. El no es alguien bueno. El es una persona muy ruin.
—Caroline…
—¡No! ¡Yo no lo amo! ¡Nunca podría amar a alguien así! ¡El amor no debe de ser así! Yo lo he visto enamorado, madre y el amor no es así.
—¿De qué hablas?
Me quedé callada, percibiendo como mis lágrimas iban a volver a empañarme la vista. Mi madre tan solo estaba ahí, mirando mis reacciones exageradas y teniendo una débil sonrisa en su rostro. ¿Qué es que no me estaba escuchando?
—Hija, no sé de qué estés hablando pero antes de que sigas gritando, escúchame —Mi madre me acarició un poco—. Recuerda que esta será nuestra única conversación de él, así que solo quería validar aquello. No sé por qué, pero a por cómo te vi llorar, me recordaste a mi misma cuando me prohibieron ver a Jacob.
Dejé de respirar de una manera exagerada. Mi madre soltaba una débil risa.
—Todo está bien, hija. al fin y al cabo, recuerda que a partir de mañana, Liam va a desaparecer de nuestras vidas.
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Perdonenme bastante por haberme tardado años en subir, pero la facultad me tenía aprisionada y los exámenes me querían ver en el suelo. Me desvelé bastante durante toda una semana y hasta ahora tuve el tiempo, ganas, imaginación y ese noseque para seguir con esto. Muchas gracias por los comentarios, los votos, los leídos y todo aquellos que me esperan cuando yo me doy contra la pared. Los amo bastante.
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