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34. Evangeline

Ya teníamos en aquella fiesta más de tres horas. El príncipe, Demetrio Rumannoff, nos había conmovido a todos por su tan amable pero no importante invitación a su veinticuatroavo cumpleaños. No era que nos interesase pero el congreso sabía ya el porqué de sus insinuaciones; con aquellas gratas charlas y abiertas sugerencias a festivos y asambleas, la nación rusa deseaba afianzar el lazo existente con nuestra asociación; el parlamento que estaba formando ya parte de Italia, Gran Bretaña y otras partes del mundo antiguo.

Era por eso es que Adam, Volker y yo perdíamos el tiempo en trajes de gala. Habíamos sido elegidos para asistir a tal aniversario en representación al Congreso, ese que en secreto, era nuestro pozo eterno. La familia que compartíamos desde hacía ya siglos enteros.

—Hacía tiempo que no acudíamos a reuniones como estas…

Mis ojos dieron alcance a quien se postraba al frente. Ahí, sentado en su lugar, yacía uno de mis compañeros, uno de los nuestros. Ese hombre de cabello castaño que sonreía libertinamente a las damiselas vestidas por pomposos vestidos y delicado maquillaje.   

—Adam, ¿cuál escogerás? —Escuche decir de un tercero— Yo quiero a la pelinegra. Parece deliciosa

—¿Escoger? ¿¡Por qué debería de escoger, Volker!? —Rió sin dejar de mirar— Todas me vienen al dedo, son exquisitas.

—¿Podrían dejar de comportarse como niños? —Volker refunfuño a un lado mío— Venimos a firmar los papeles y retirarnos. No tenemos tiempo para comer

—Eso dirás tú, Liam. —Adam soltó en su defensa—. Ni una sola de ellas te deja de ver. Fácil sería para ti llevarte alguna al patio y…

—Adam —Le regañe casi al instante—. Baja la voz

Volker a mi lado sonrió, dándome un pequeño golpe en la espalda.

—¡Nada! De aquí no nos vamos hasta saciarnos

—Volker —Mi mirada se fue ahora al de los ojos verdes—. ¿Nunca cambias?

Mi mejor amigo se tomo del traje ignorándome con sorna, sonriendo de la misma manera en que lo hacía Adam.

—Anda campeón, tú sabes que lo deseas al igual que nosotros

Les mire sin decir nada. Era cierto que tenía hambre, pero en casa teníamos el suficiente alimento como para alimentarnos por años.

—Liam estamos en una fiesta —Agrego Adam, sonriente—. Las fiestas son para divertirse, así que vayamos a divertirnos…

—O al menos déjanos a nosotros —Continuó Volker—. Vamos que yo si necesito un poco de sangre y muero por invitar a comer a esa pelinegra que mira hacia acá

Les mire con un gesto de derrota, suspirando ante la sublime pero acostumbrada mirada que tenían en su rostro… esa de sed y gula.

—Solo llévenselas lejos de aquí —Finalice la conversación, parándome del asiento con cierta sequedad—. No queremos que Rusia nos bombardee por matar a alguna duquesa importante

—Entendido, capitán —Soltó el castaño haciéndome segundas—. Vamos Volker, tenemos a muchas que escoger…

En silencio pero con un gesto divertido, mire al par de vampiros acomodarse los moños de sus trajes y, con un elegante andar,  desprenderse de mi lado sin despedirse.

El primero de ellos, Adam, cual había sido en sus tiempos de gloria un caudillo de la fuerza armada, solía ser siempre el que daba los primeros pasos hacia las mujeres. Esa costumbre suya de ser el casanova no parecía querer borrársele con nada; y es que con tan solo ver a su primera víctima, me daba cuenta de su táctica. ¿Invitar a la danza a una dama emocionada? Que técnica más simple pero efectiva.

Mire con disimulo como la mujer aceptaba y tomando de su mano, comenzaban el baile que yo me había aprendido hacía unos diez años atrás. No es que me gustase bailar ni mucho menos, pero el producto de la apatía, podía conducir a resultados inesperados… y es que así de aburrida era la eternidad.

Arregle mi corbata sin mirar a nadie más que no fuese al otro miembro de mi equipo. Justo al otro lado del salón, el hombre que había conocido desde su nacimiento y cuál era mi mejor amigo, reposaba dulcemente en otra mesa redonda, platicando con una mujer parecida a su moribunda y odiada madre humana.

        ¿Por qué aquella mujer había decidido abandonar a su hijo vampiro?

Aparte la mirada de quien parecía sediento y, sin importarme nada más, me gire a ver hacia los débiles invitados. Creo que no solo era su naturaleza lo que me provocaba nauseas, sino también su estupidez.

Los seres humanos podían ser más tontos de lo que yo creía.

No podía entender como era que yo había pertenecido, alguna vez, a esa bola de seres ignorantes. ¿Cómo era posible que no pudiesen ver más allá de sus propias narices? Su mundo de rosa estaba siendo obstruido por nosotros desde hacía años. Los vampiros lo estábamos dominando todo, poco a poco.

¿Qué harían esas pequeñas criaturas cuando el holocausto les cayese encima?

Me sonreí a mí mismo, antes de escuchar los cotilleos de las mujeres a mi costado.

Esa era otra de las cosas que aceptaban la dominación absoluta. ¿Cuál era esa necesidad que tenían por arreglar sus imperfecciones? ¿Qué no comprendían que si el varón no iba a ellas, era por una simple y sencilla razón? Les mire sin hacer algún gesto en especial y, apartando la mirada, partí a como diera lugar de aquel espacio infestado de sudor y hormonas femeninas.

Quería terminar con este trabajo. Quería largarme de ahí.

                                                   * * *

Me acomode el traje de noche y arregle mi corto pero brilloso cabello rojo con un simple roce. Había pasado una hora desde que había salido para tomar aire fresco y los había dejado a ellos para que escogiesen a sus víctimas de esta noche. Era increíble que les tomara tanto tiempo, pero de cierta forma, igualmente se los agradecía de antemano.

Cierto era que no salíamos mucho de Italia, porque el trabajo y los documentos nunca nos daban la libertad como para detenernos a mirar paisajes o incluso, sentirnos vivos bajo el aire. Dejar de ser monstruos, los vampiros que éramos por dentro.

«Al menos solo por hoy», pensé. «Solo por unas cuantas horas, dejaré de ser lo que soy»

Suspiré en paz al tener eso en mente; sabiendo tan claro que cuando regresase a la capital, seguiría con mi vida sangrienta y llena de caos… esa que no quería ni recordar. Había matado a muchos tantos desde que me había muerto a mediados de la época medieval; cuando Leonardo da Vinci, recién terminaba su tan ahora famosa obra.

             ¿Quién diría que los vampiros existiesen en esos años?

Sonreí al pensarme ignorante en ese entonces pues quinientos años habían pasado y yo seguía tan joven como cuando aquella daga se había enterrado en mi pecho.

Suspire al pensar en cómo había fallecido y él como había asesinado por igual. No me gustaba recordar los gritos de desesperación de los infortunados porque torturar no era uno de mis hobbies más preciados… pero cuando el instinto criminal llamaba, simplemente no podía ignorarlo. Acudía a él tarde o temprano.

—Disculpe, ¿se encuentra bien?

Parpadee saliendo de mis memorias, esas de las que nunca había podido tener alguna pesadilla.

             ¿Quién había sido la mujer que me había avivado?

Me gire lentamente hacia atrás, topándome justamente con una imagen de otro mundo. Sobre la nieve y, mirándome con un par de ojos bicolores, yacía una mujer de blanca piel y rubio platino cabello. ¿Cómo podía ser que una criatura como esa fuera un ser humano? Apreté mi mandíbula con cierta seriedad. Muy a mi pesar, esa era una de las mujeres más bellas que había visto desde mi despertar.

—¿Se ha perdido? —Le escuche de nuevo. Su voz era diferente, parecía tintineante pero tímida a la vez— ¿Gusta que el guie de regreso?

Mis ojos claros analizaron a quien sostenía entre sus manos, las riendas de un corcel blanco. ¿Por qué ella no estaba vestida entre joyas y elegancia? Mire detenidamente su apariencia; si no fuese por sus harapos y su rostro cansado, podría ser aún más bella de lo que ya era.

—¿Señor, se encuentra bien? —Se acercó un poco, preocupada— ¿Le sucede algo?

—Estoy bien, gracias —Aclaré mi garganta. La había estado contemplando por mucho tiempo.

La chica se sonrió ante mi mirada confundida. ¿Por qué sonreía? ¿Por qué me miraba de esa forma tan… peculiar?

—Se que no es de mi incumbencia, pero si no regresa a la fiesta, podría enfermarse

—No se preocupe —Añadí, para mi sorpresa, con cierta caballerosidad—. No creo que pueda enfermarme

—El invierno de Rusia es traicionero —Comentó para sí—. Un día puede estar sano y al otro puede pescar alguna enfermedad mortal

Sonreí. Pequeña ingenua, si supiese que yo no podía morir…

—Gracias por la atención —Le sonreí—, pero me parece que quien debería de cubrirse, es usted.

La chica se detuvo al escucharme y, con una mirada sorprendida, tan solo se sonrojo como tomate. ¿Por qué me parecía tierna?

—Disculpe mi atrevimiento pero, ¿no debería de estar usted en la fiesta? —La muchacha cambió de tema, con el corcel a un costado de ella

—Debería, si… pero con tener a semejante mujer muriendo de frio, ¿no cree que hago lo correcto en intentar hacerle compañía?

La rubia se volvió a sonreír al tiempo en que el caballo, con un tosco movimiento, la sacaba de su alegre raciocinio.

—Es… es muy amable de su parte pero no se preocupe por mí. —Aquella chica volteo a verme recién calmando al animal—. Este es mi trabajo y tengo que seguir con él hasta caído el amanecer

—¿Hasta el amanecer?

—El señor Rumannoff me ha pescado con pan en la boca —explicó—. Esto es solo otro castigo de él hacia mí…

—¿Demetrio es tu señor?

La mujer frente a mi accedió con un leve movimiento en la cabeza. Parecía como si aquel nombre le trajese malas experiencias o dolores muy fuertes en el pecho. ¿Qué es lo que le habían hecho?

—Entonces… su trabajo —Trate de llevar la conversación a otro lado, estábamos llegando a un punto sin salida

—Es cuidar la caballeriza —Termino la frase, contenta de que no me inmiscuyera mas en el tema

—La caballeriza, eh…

—¿Le… le gustaría verla? —Preguntó, entre tímida y desesperada a la vez

Le mire mientras esperaba mi respuesta. ¿Por qué, por alguna razón, sentía que escucharla no era una molestia? En cambio, ¿Por qué estaba sonriendo? ¿Por qué aceptaba?

—Si gusta, puedo hacerle compañía

La chica levanto la mirada, sonriéndome casi al instante. No era que esperase amabilidad de su parte, pero observar aquel color azul y verde en sus ojos, hacían que me hundiese en un lugar en el que nunca antes había pisado, del que al parecer, no había retorno. ¿Sería atracción acaso?

Sonreí al pensar aquello. ¿Amor? No podía ser. Liam Dagon no se había enamorado ni al estar vivo, ¿cómo podría enamorarse de una extraña? Respire con fuerza a la par en que me gire para perseguirla. La mujer, propietaria de ese largo y cabello platino, había tomado las riendas de la bestia y esperaba a que la alcanzase.

—¿Está seguro de querer irse de la fiesta? —Preguntó de nuevo, como si estuviese haciendo una maldad

—¿Bromea? —Pregunte, divertido por como actuaba— Esas fiestas no van conmigo, prefiero el aire y la libertad

La mujer, que para mis ojos había sido la flor más bella de tan aburrido  invierno, avanzó a paso lento junto a mi lado, algo contenta por mi respuesta.

—¿En serio? —Preguntó— Si me permite decir, me parece más bien un hombre de poderío

—Soy un hombre bastante común —mentí cruelmente—, sencillamente, los lugares concurridos me agobian un tanto

—¿No es de aquí, cierto?

—Bingo…

La chica me miró de una manera diferente, como dichosa de escucharme.

—¿Qué hay de usted, señorita? ¿Siempre ha vivido entre las paredes de ese castillo blanco?

—Desde que tengo memoria he estado al servicio de los Rumannoff —Soltó para sí misma—, sin embargo, a pesar de los malos tratos, amo ese castillo. Su color y las fiestas de gala son diferentes, de otro mundo…

—¿Le gusta la música y los bailes?

—No solo eso —Me sonrió de nuevo—. Me encanta ver a la gente transformada para vivir la mejor noche de sus vidas

—¿Transformada? —Solté, carismático

—Las mujeres se tardan tiempo en arreglarse. ¿No las ha visto? Corriendo de un lugar a otro, retocando sus maquillajes, para terminar siendo más bellas que antes.

—Nunca ha usado maquillaje

La chica se sonrojo para sí misma, mirándome algo apenada por soñar despierta.

—¡No es eso! Es que yo…

Le sonreí.

—Usted no necesita maquillaje. —Seguí caminando sin verla—. Me parece, que así como esta, es una belleza natural. Sus ojos son bonitos y es diferente a las demás

Escuche a mis espaldas como sus pasos paraban, siendo que el caballo aún seguía a mi lado. ¿Estaba siendo demasiado directo? Respire con fuerza mientras me daba la vuelta, mirando a una roja mujer.

—¿Le sucede algo? —Pregunté, tratando de no voltearme por la vergüenza

—Es la primera persona que me ha halagado —Comentó, con la mirada gacha—. Gracias

—No hay de qué, pero es la verdad…

—No es necesario que mienta

Me acerque a ella con disimulo, ¿por qué ansiaba verla de cerca?

—¿Está… está todo bien? —Murmuro al verme a unos cuantos metros de mí, tocándose la cara con nerviosismo— ¿Tengo algo en el rostro?

—Si, tiene algo en el rostro —Solté, tomándole de la barbilla delicadamente—. Tiene dos preciosos colores que brillan en la oscuridad… no se crea menos que nadie

La chica bajo la mirada, mordiendo sus labios con ansiedad.

—Parece… parece que la noche siempre es esplendida para usted. —Me miró, sonriéndome por decima vez—. Ah sido una decisión acertada que le acompañase a su paseo nocturno

—Me satisface su respuesta —Aclaré mi voz justo al escuchar tan armonioso susurro y verla caminar frente a mi—. Pensaba que le disgustaría deambular por ahí con quien acaba de conocer

Escuche una débil sonrisa a mi lado y, por pura idiotez, no pude más que sonreír igual. ¿Cuándo alguien me había hecho sentir así?

—No me produce ninguna contrariedad el estar aquí, mirando las estrellas junto un caballero —Susurró mientras, sin importarle nada, miraba al manto negro que nos observaba

 —Llámame Liam —Solté de pronto, extasiado por oír mi nombre de sus labios

—¿Liam? —Preguntó, yo solo accedí

El silencio se hizo.

—Se que parecerá repentino pero, ¿no cree que sería justo que me dijese su nombre? —Demande formalmente, ciertamente inseguro de asustarla

La chica carcajeo en una sutil pero bella risa.

—Evangeline, Evangeline Northon

—¿Evangeline?

Ella accedió. Parecía feliz, más que antes. ¿Decirle por su nombre podría cambiarle tanto el humor? Solté en el aire una media sonrisa, realmente los seres humanos eran bastante misteriosos.

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