32. La reunión del congreso
—¡Bienvenido a mi humilde morada, Dagon!
Aún y a pesar de mi mal genio por haber tenido que escuchar el lamento de aquella mujer todo el camino, voltee hacia adelante con calma. Frente a mí, yacía el vampiro que había reunido a todos para la junta que se hacía cada década.
—Buenas noches, Black —Salude fríamente a quien había abierto sus puertas personalmente para mí y esa niña tan llorona
—Buenas noches —El recién nombrado se irguió con una sonrisa, sin miramientos de observar más allá de mis ojos— ¡Vaya! ¿Traes compañía?
—Algo así —Contesté, sintiendo entonces la mano temblorosa que, sin importarle nada, arrugaba mi smoking
—No esperaba que acarrearas más gente. Por la reunión, hay pocas habitaciones, pero buscare alguna libre…
—No te molestes —Solté sin fiarme—. Se quedará conmigo, tengo asuntos pendientes con ella.
—Ya veo… entonces —Se dirigió a la cría que parecía gelatina—. Bienvenida a mi humilde morada, Caroline
Mire por el rabillo del ojo como, aguantando su pavor, la niña daba una pequeña reverencia. Yo no pude más que entrecerrar mis ojos algo pensativo. No era como si me interesase mucho, pero aunque no entendiera el por qué de su actitud defensiva sabía de antemano que tenía que ver con cierto vampiro que nos abría las puertas.
—Espero que os guste su estadía aquí
Miré al pelinegro sin dejar de pensar en la actitud que había tenido la del pelo teñido. Por alguna razón, todo el camino me había sonado la pregunta que me había hecho. ¿Regalarla? ¿Cómo se le habría ocurrido tal tontería? Solté una amplia sonrisa al pensar en torturarla. No iba a dejar pasar tampoco su atrevimiento.
—Gracias… Leonard
Pude escuchar tras de mí la perilla girarse. Mis ojos se desviaron por un momento y la imagen de su cuerpo agitarse como gelatina, lleno mi alma de una placentera excitación. Estaba inmóvil pero era evidente; quería correr cuanto antes de ahí.
—Las mucamas les guiaran a ti y a… Caroline a su habitación —Leonard hablo, mirando entonces a quien había cerrado la puerta con cierta lentitud
—Que atento —Solté, sin mirarle del todo y comenzando a caminar por donde dos criadas esperaban
—Liam —El vampiro hizo que me volteara de nuevo—. Todos están esperando
—Que esperen entonces…
Y con mi juguete tras mía, no dije nada más. Las sirvientas se miraron unas a otras y con mi mirada atravesada en su conversación silenciosa, empezaron a caminar. El camino fue grato y silencioso; justo como me gustaba.
Las vampiras temblaban pero no tanto como la mujer que venía pisándome los talones. Por cómo había visto, ella miraba a todos lados como un conejo atrapado en un laberinto. Era divertido de ver pero por alguna razón, aquello me molestaba. No era yo quien le estaba arrancando la cordura.
—He aquí su habitación —Al parecer la más valiente habló—. Le traeremos bocadillos
—¿Les he pedido algo acaso? —solté ya molesto de que me miraran
—N-No —La segunda vampira intervino
—Entonces… ¿Qué hacen ahí paradas?
Escuche las mujeres hacer una reverencia arrepentidas y, sin mediar palabras, cerrar la puerta aprisa. No pude evitar tomar mi cabeza con molestia. Ya estaba fastidiado de tanta incompetencia. Debí de haber traído a Bryant, él era el que sí sabía mis gustos y preferencias.
—¿Y tú? —Miré entonces a quien no se había movido de la entrada de la habitación— ¿Qué haces ahí?
Fije mi mirada en quien parecía estar a punto de llorar.
—¿Por qué…? —La peli azul no se movió— ¿Por qué con él?
—¿El? —Sonreí mientras caminaba hacia ella. Era divertido torturarla— ¿Leonard? No te ha gustado. Me parece… atento
Pude observar cómo se hacía pequeña en su lugar, como aguantaba la respiración y miraba perdida hacia el piso de madera.
—¿No te ha gustado su casa? —Mi dedo se incrusto en su barbilla justo para que me mirase— ¿O es que prefieres la mía?
Otra lagrima se derribo de sus ojos, mi ser interno brillo al recuerdo de Evangeline. ¿Por qué tenía que acordarme de esa escena ahora? Cuando ella se burlaba de mí.
Solté un respiro lleno de furia y, sin esperar su respuesta, me separe de ella. No sabía porque, pero su cara me provocarla molerla a golpes.
—No es así… —Escuche de pronto tras de mí—. Lo siento
“Lo siento, Liam”
Me gire hecho una furia y sin esperar ni un poco, la tome de su muñeca con fuerza. Aventándola de aquella manera a la cama, no esperé que le gustase lo que iba por pasar.
—¿Desde cuándo puedes sentir? —Le miré, clavando mis manos en su delicado cuello
Los seres humanos nunca sentían nada.
—Yo… —Desvió mi mirada—. Pensé que ibas a regalarme
—¿Realmente creías que ibas a deshacerte tan rápido de mí? —Solté fríamente— Tu Dios aún no te quiere tanto
—Gracias
Su última palabra basto para que deshiciera mi agarre. No sabía tampoco porque su calmada y alegre mirada me estaba controlando de esta manera desde hacía tiempo, pero era como si sus ojos estuvieran contentos de lo que acababa de decir. Me eche aún lado de ella, tratando de pensar en la razón de lo que estaba pasando. Hacía ya mucho tiempo que alguien me hacía retractarme de mis acciones.
—No me mires así —Espeté, alejándome de ella
—¿A-A dónde vas? —Escuche tras de mí
Volteándome con pesar, la pude ver temblar. Sus ojos habían vuelto a ponerse rojos. Estaba por llorar. Suspire ciertamente cansado de su comportamiento. Aunque Evangeline nunca me había mirado de aquella forma, sentía que estaba haciendo lo mismo que ella.
—No eres quien para preguntar —Abrí la puerta, haciendo caso omiso a su pregunta
—¡Liam! —Chillo— No me dejes aquí
Mis ojos rojizos pararon en los de ella grises. ¿Por qué me miraba así?
—¿No entendiste que no te voy a regalar? No corres con tanta suerte
—No me dejes aquí sola —Sollozó—. El va a venir ¡Va a venir por mí!
Me detuve al escuchar su chillido. ¿Quién iba a venir? Nadie tocaba mis cosas. Menos lo que me encantaba destruir.
—Nadie va a venir
—¡No te vayas! —Trato de escurrirse tras de mí— Por favor…
Mis ojos lanzaron su usual mirada. Ella comprendió mi enojo. Se volvió a la cama, envuelta en un sentimiento de pavor culminante entre sus pies y su cara. No sabía de qué era lo que estaba hablando, pero no me importaba ni un poco. Esa niña tan solo no quería estar sola en una mansión infestada de vampiros.
—Quédate aquí
—Pero…
—Si te mueves… ten por seguro que te quedarás sin piernas
Cerré la puerta tras mis palabras y, escuchando el silencio, camine felizmente por el pasillo. Tenerla a mi merced, saber que haría cualquier cosa, simplemente me traía un sentimiento de júbilo. ¿Qué era lo que me estaba pasando? Ni con su madre me había sentido tan bienaventurado. Creo que debía de volver a violarla para que se me quitase tal pensamiento.
—¿Señor Dagon? —Alguien llamo a mi espalda
Me voltee hacia atrás con cierta molestia. ¿Quién osaba hostigarme ahora?
—Lo siento, le he llamado varias veces —No volteo a verme—, pero el señor Black le está esperando en el despacho
Respire intentando tranquilizarme. No podía arrastrarla por un piso que no era mío.
—Entiendo —Hable fríamente—. Llévame ahí
* * *
Entre en el grande cuarto, mientras todos se paraban para recibirme. En un costado, estaba aquel hombre que supuestamente todos respetaban, el vampiro con más tiempo en la tierra. Por el otro, estaban algunos de los colegas que controlaban ciertas partes de la tierra; Edward Barrow, Leonard Black, Henry Levinson, Adam Mellers…
—Al fin has llegado —El viejo Holmes fue el primero en hablar—. Te has tardado
—Cuanto interés…
Holmes sonrió un poco para luego reposar su cuerpo en su silla. Los demás lacayos le imitaron. Con un andar pasivo, anduve hasta el asiento que me correspondía. Se hizo el silencio tras sentarme.
—Después del retraso del Señor Dagon, se da inició a la reunión —Levinson habló—. Estamos reunidos aquí para dar debate acerca de la ley dispuesta por los seres humanos y nosotros
—Es una estupidez —Soltó un vampiro del fondo—. Ellos no nos pueden dar nada a cambio, tan solo deben de ser sumisos y dejarse hacer.
—¿Eres idiota? —Adam Mellers habló— Esa ley no existe. Nunca existió.
—Pero ellos aún lo creen —El rubio que había empezado, habló de nuevo—. He ahí porque estamos aquí. ¿Deberíamos revelar nuestro secreto?
El salón guardo silencio. Yo mire a los presentes, sonriendo entonces al observar tres sillas vacías.
—Esperen… veo que no estamos todos aquí —Intervine— ¿No va a venir?
—¿Quien? —Leonard habló, confundido
—Volker Greene
Todos guardaron silencio.
—No finjas demencia —Soltó el viejo Holmes entre la disputa— ¿Tu mataste a Volker o no?
—¿Matarlo? —Sonreí un poco, dejando a los presentes en silencio— No Holmes, yo no le he matado. Tan solo le he enseñado lo que pasa cuando alguien toca lo que me pertenece.
—¿Qué les has hecho? —Leonard preguntó curioso
—Le he arrancado un pedazo de su cuerpo para que me recuerde y no fue precisamente su corazón
Adam rió a carcajadas.
—¡Pobre imbécil!
—A cualquiera podría pasarle —Solté orgulloso sin importarme que Holmes me miraba de una manera antipática
—Esto no es cuestión de risa —El viejo volvió a reprimirme— ¡Haz atacado a uno de los nuestros!
—El ha tocado mis cosas sin permiso… —Le mire con intención asesina— ¿No crees que ha sido justo?
Holmes guardó silencio, así hicieron los demás.
—Siempre tan exagerado —Leonard suspiro, sonriente—. Solo la ha tocado
—Entiendo tu enojo Dagon, pero ha ido demasiado lejos— El inteligente del grupo salió a flote
—Por favor Edward, ha tenido su merecido —Adam saltó a mi defensa
—Hubieran visto su rostro —Solté con una amplia sonrisa—. Gritando como niña…
El viejo se levanto del asiento, azotando la mesa con fuerza. Yo reí a carcajadas, los demás guardaron silencio. El vampiro se echó encima de mía, parecía enojado.
—Tal vez mi hijo sea un inútil, pero no permitiré que te rías de el
Nos miramos fijamente.
—Veamos si es eso cierto…
Leonard y los demás palidecieron. El viejo nunca se alteraba, pero esta vez lo había logrado. Sonreí ampliamente mientras sentía su piel ajada en mi camisa empezando a arrugarse. Era divertido verle temblar de la molestia, más cuando era Volker quien tenía la culpa. No solo atormentaría la herencia de su querido linaje, sino que terminaría con el respeto que le tenían. La falla de su hijo le iba a costar caro. A él y a todo el Congreso.
—Liam, no provoques cuando no puedes ni superarme
Toque con cierta incomodidad la mano que trataba de estrangularme.
—Cuando sea el momento adecuado, verás mi fuerza renacer —Solté en el aire—. Es por eso que ya se lo que piensas; no podrás deshacerte de mí antes de eso
Y cuando iba a salir triunfante del lugar, un disparó atrajo la atención del silencio. En el aire, el olor a sangre pudo percibirse. Un ser humano había salido herido.
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